Dice el refrán que solo nos acordamos de lo rural cuando truena. O algo así. El capital hace ya tiempo que viene acordándose. Así hemos pasado de los macrovertederos a las macrogranjas industriales, ya sean vacas o cerdos quienes las sufran; macroplantas fotovoltaicas; macroparques eólicos; macrourbanizaciones para los que nunca pasan hambre; macrocárceles para quebrar voluntades y engordar a las constructoras; embalses para macrocentrales hidroeléctricas; y, por qué no, macrofestivales para macrogilipollas. Es de sentido común que la cantidad y la calidad están y estarán siempre reñidas.