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El Síndrome de Estocolmo en Mujeres Prostituidas

Por Consuelo Barea

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Fragmento del texto...

(...)

DISTORSIONES EMOCIONALES:

ELLA POTENCIA LAS EMOCIONES POSITIVAS:

El afán de supervivencia la lleva a buscar con avidez cualquier expresión de amabilidad, empatía o afecto hacia ella en la conducta del maltratador. Si llega a percibirla se llena de esperanza pensando que él no la maltratará más.

ELLA NIEGA SUS EMOCIONES NEGATIVAS:

Niega y minimiza el abuso, niega el terror, porque reconocerlo la paralizaría y tiene que “tirar del carro” de la familia y los hijos. El pánico, la sensación de aniquilación psíquica, la dejarían sin respuesta y no se lo puede permitir.

Niega también la rabia, si la expresa invita al agresor a tomar represalias. Una respuesta defensiva directa podría poner en juego su supervivencia. Se vuelve muy sumisa, tiene dificultad en expresar la cólera, evita los conflictos. Se vuelve indecisa y pasiva.

DISTORSIONES COGNITIVAS

CAMBIA SU PUNTO DE VISTA AL DEL MALTRATADOR:

SOBRE EL MUNDO: la víctima inconscientemente intenta ver el mundo y a sí misma como el abusador lo ve, para anticiparse y mantenerlo contento con sus necesidades satisfechas. Acepta los planteamientos políticos, sociales, o de género de él. Si él milita en un partido político ella acabado militando en el mismo partido y se vuelve la partidaria más fanática.

Él es sexista y ella se convierte en la primera enemiga de las mujeres que destacan, hablan u opinan por sí mismas. La mujer maltratada no quiere identificarse con su propio grupo. Es dura y muy crítica con las otras mujeres. Le gusta competir con ellas y descalificarlas.

SOBRE SÍ MISMA: la mujer maltratada se ve a través de los ojos del maltratador y acepta su culpabilidad por el maltrato. Cree que si fuera mejor persona o mujer, no sería maltratada. Cuanto menos control real tiene la víctima y más graves son las consecuencias de no tener control (es decir, es más severo el abuso), es más probable que la víctima se autoculpe.

Se reconoce como inferior. Halaga y cuida el ego masculino a expensas del suyo. Asume la posición de "felpudo" con los hombres. Se rebaja o desprecia a sí misma humorísticamente. Odia aquellas partes de sí misma que el maltratador desprecia o a las que adjudica su cólera. Cree que tiene que ser perfecta y que no vale nada por lo que merece el maltrato. Cree que no merece el amor de otras personas.

Proyecta su propia condición de víctima en el agresor, como si él fuera inocente y estuviera influenciado por la maldad de otras personas. La mujer maltratada no quiere que otros se enteren de cómo la trata su pareja. Se lo oculta al mundo y a sí misma. Sistemáticamente, se pone de parte de su pareja frente a otras personas ¡aunque éstas la estén defendiendo a ella!

APRENDE A CONOCER AL DETALLE EL COMPORTAMIENTO DEL MALTRATADOR: ella conoce muy bien sus costumbres y deseos, esto le permite anticiparse en lo posible a sus brotes de violencia. Estudia cuidadosamente los puntos en que puede influir "al jefe", está muy atenta a lo que le gusta o le disgusta. En casos extremos permite incluso el abuso sexual de los hijos, o se comporta como si no se enterara de lo que está ocurriendo.

El varón es el dios al que hay que rendir culto y dar todo lo que pide aunque sea sacrificando a los niños, sobre todo a las niñas.

CREE QUE AMA APASIONADAMENTE AL AGRESOR: Está muy pendiente de él, lo cuida, es sumisa con él, se le acelera el corazón cuando él llega. Es fácil interpretar esta excitación fisiológica y esta conducta como indicadores de fuertes sentimientos positivos hacia él. “La falsa atribución de la víctima que adjudica al amor y no al terror su excitación, es una distorsión cognitiva que se desarrolla en las víctimas que no ven modo de escape.

Cuanta más excitación, más fuerte es el vínculo experimentado por las víctimas. Cuanto más hipervigilantes están las víctimas hacia la amabilidad del agresor, interpreta que es más fuerte el vínculo. Cuanto más duro tiene que trabajar la víctima para ganar al abusador, más fuerte es el vínculo de la víctima con el abusador”. "Una vez el sujeto ha identificado la experiencia como amor, es amor"ii.

Nuestra cultura nos presenta un modelo de lo masculino violento y dominante, los héroes de ficción vencen a través de la agresión, no a través de la resolución pacífica del conflicto. Son competitivos, soberbios y su sexualidad es cercana a una violación. Esta perspectiva refuerza la vivencia interna de la mujer maltratada sobre su pareja, la convence de que eso que ocurre entre los dos es un amor apasionado y fatal, y que lo que le pasa a su compañero es que “es muy macho”. Ella en contraposición ha de ser muy femenina y dejarse proteger por él.

DISTORSIONES CONDUCTUALES

ELLA DESARROLLA MECANISMOS DE DEFENSA ANTE LA VIOLENCIA:

• Simulación: simula un placer sexual que no siente, y una admiración inexistente ante acciones mediocres o sin mérito. Maneras deferentes. Halagos. Disimulo de los sentimientos reales. "Artimañas femeninas". Es importante para la seguridad de la víctima que el ego del maltratador esté satisfecho.

• Intenta ganarse su compasión: "crisis nerviosas", desmayos, somatizaciones. Es una forma primitiva de decir al agresor “no me pegues, no ves que me encuentro mal”

• Intenta tranquilizarlo mediante un comportamiento aniñado. Está comprobado que las personas violentas se tranquilizan con los niños. La mujer maltratada instintivamente se comporta como una niña frágil e indefensa, para que el maltratador no vea en ella una enemiga. Hace el payaso, sonríe y ríe sin sentido. Es "muy mona" y gazmoña. Usa un tono de súplica o infantil con entonación característica acabada en inflexión ascendente. Mira humildemente hacia abajo. Hace falsas demandas de ayuda. Su apariencia es de indefensión. Se muestra dependiente, falta de iniciativa, incapaz para decidir o pensar por sí misma, etc. Si no se aniña en su comunicación, él puede interpretar sus afirmaciones como oposición, o rivalidad. Tiene que demostrarle que ella no está en contra de él y que él no tiene nada que temer de ella. Tiene que demostrarle que ella no compite con él, que no es una "marimacho". Se mete en su papel y acaba viendo al captor como a una figura paterna, sintiéndose como una niña frente a él.

DURANTE EL PROCESO DE LIBERACIÓN LA VÍCTIMA SE OPONE A LA JUSTICIA.

Se asusta más de los que vienen a liberarla que del agresor. La mujer maltratada ve al maltratador como al "bueno", y a los que se oponen a él como los "malos". Le molestan las "intromisiones" de extraños que intentan liberarla. Critica y se burla de las feministas y dice que odian a los hombres y que envidian su superioridad. La mujer prostituida niega ser maltratada por chulos y puteros, niega pasarlo mal y no puede soportar a las mujeres que quieren abolir la prostitución diciendo que son moralistas y que ella “ejerce libremente su oficio”.

En casos de secuestros de larga duración o de mujeres maltratadas, la liberación o separación del maltratador, genera una combinación paradójica de gratitud y miedo. La víctima encuentra psicológicamente difícil dejar al captor. Los antiguos rehenes visitan a sus captores en la cárcel, retiran las denuncias, e incluso pagan al abogado que los defiende. Minimizan el daño que les han hecho y rechazan cooperar con la justicia. La dinámica cíclica del maltrato mantiene a la mujer atrapada en un juego desesperado. Su impulso es ambivalente, por una parte quiere librarse del compañero que la maltrata y amenaza, y por otra parte quiere permanecer a su lado, última ironía del vínculo traumático. Hay un desequilibrio de poder en la base de esta actitud, la mujer aislada se siente totalmente dependiente del hombre, se valora poco y está confusa por la naturaleza intermitente del maltrato.

La mujer maltratada cree que el agresor puede volver a "secuestrarla". Teme incluso sus propios pensamientos "desleales", ve al captor como omnipotente y siente un profundo agradecimiento por que no la haya matado. La víctima siga siendo leal al abusador durante mucho tiempo. Sabe que si él la atrapa y acusa de deslealtad el castigo será mucho mayor que el maltrato anterior. La ha amenazado con encontrarla si se va, y matarla a ella y/o a sus hijos. Ella lo cree capaz de hacerlo y permanece leal en anticipación de su vuelta. El estrés le hace perder la perspectiva de las opciones reales, y el miedo la paraliza, además sabe que un intento de denuncia o escape puede transformar una violencia tolerable en una situación letal.

Las secuelas más graves a largo plazo del Síndrome de Estocolmo son:

GENERALIZACIÓN:

"Una prolongada exposición a los 4 precursores del SE hacen que la víctima generalice la psicodinámica víctima/abusador a sus relaciones con otros"iii. La mujer maltratada durante largo tiempo, tenderá a vincularse con otros hombres de la misma manera que con el maltratador, es decir sólo porque sean hombres los tratará como a seres de primera clase y esperará de ellos la misma explotación que recibió de su pareja maltratadora. Le costará ponerles límites y se sentirá responsable de que la relación funcione, aunque para ello tenga que anularse y someterse. Cree que el amor es un vínculo traumático y violento, en nuevas relaciones intentará recrear los intensos sentimientos que le inspiraba el maltratador.

PÉRDIDA DE LA IDENTIDAD PROPIA

No sabe como es ni lo que quiere. No se imagina en el futuro. Está desorientada. Se siente incapaz de tomar decisiones. Se ve a sí misma menos válida, y menos capaz que otros, culpable de los problemas del captor. Se siente indefensa y sin poder. Teme también perder la única identidad que conserva, su yo tal como lo ven los ojos del abusador. Tiene miedo de ser abandonada, de estar sola, de no ser capaz de vivir sin el agresor, de no saber quién se es sin él, de sentirse vacía, etc.

EL MALTRATADO APRENDE A MALTRATAR

El maltratado aprende a maltratar, la víctima se vuelve verdugo. La mujer maltratada durante largo tiempo, desvía la rabia que de forma natural se tendría que dirigir al agresor, hacia sí misma o hacia otras personas que considera inferiores al maltratador o con poco poder (mujeres, niños). Intenta controlarlas para que no provoquen la ira del varón.

EL MITO DE LA PROSTITUTA FELIZ

En muchos programas de televisión se falsea la realidad planteando debates en los que se enfrenta a una feminista abolicionista de la prostitución con una “prostituta feliz”. Se da la imagen de que un porcentaje importante de mujeres en la prostitución están contentas con ella.

Las mujeres prostituidas tienden a negar que están controladas por chulos y que son maltratadas. . "Negando que tienes un chulo es una forma de expresar que tu propia experiencia no coincide con la de una relación chulo-prostituta estereotipada”22. Es exactamente lo mismo que pasa con las mujeres maltratadas por su pareja. Cuanto más permanece la mujer en la relación abusiva, más tiende a negar que su captor la maltrata.

“Que algunas mujeres elijan prostituirse y estar con chulos como amantes o maridos, no es más defensa del proxenetismo, que el que algunas mujeres maltratadas por su marido que elijen seguir con él, lo sea del maltrato doméstico.” Kathleen Barry, Coalition Against Trafficking in Women, 1995.

“En un estudio realizado sobre 854 personas prostituidas en nueve países, a la pregunta de “¿Cuál es tu principal necesidad?”, la respuesta número uno - dada por un sorprendente 89 % de las encuestadas - fue salir de la prostitución. 95% de 100 mujeres prostituidas en Vancouver dijo que querían dejar la prostitución” Farley & Lynne, 2001.

Muchas mujeres prostituidas se dan cuenta de que no pueden escapar de la prostitución cuando ya es tarde. Enfermas de mente y de cuerpo, en la miseria económica y social, adictas a drogas, y amenazadas por su “empresario” intentan escapar y no pueden. Hasta entonces han estado repitiendo a todo el mundo que la prostitución es un trabajo tan digno como otro cualquiera y que si quieren lo dejan. Hasta entonces pueden haberse involucrado en campañas pro-legalización de la prostitución y pueden haber salido en los medios reivindicando su estado de “prostituta feliz”.

Acceso al artículo completo en PDF

Blog de Consuelo Barea



2007-03


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