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Software Libre, géneros y (des)igualdad: expandir los horizontes de la libertad

Por Cecilia Ortmann

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Los principios éticos, políticos, filosóficos que fundamentan el Software Libre nos invitan a imaginar y construir espacios de participación y producción de conocimiento más democráticos e igualitarios. ¿Cómo se da esta construcción colectiva en términos de relaciones de género? ¿Qué experiencias todavía quedan relegadas o subordinadas? ¿Qué desafíos podemos (tenemos que) plantearnos como activistas? Algunas ideas para pensar las dinámicas de género en los espacios de Software Libre.


El año pasado fui invitada por muy queridxs amigxs de Tierra del Fuego a participar del FLISoL1 que organizaron en dos ciudades de esa provincia. La propuesta era coordinar un espacio de debate sobre cómo las relaciones de género interpelan a las comunidades de Software Libre. En Ushuaia, durante la presentación, un participante me preguntó consternado si ese reclamo por una mayor participación de mujeres en el ámbito informático —y en el Software Libre en particular— suponía que los varones iban a tener que adquirir “el dominio del lavarropas” (sic).

Más allá de lo anecdótico (y bastante arcaico, por cierto) del planteo de aquel señor, preocupado porque la utopía feminista aparentemente le traería aparejada una serie de “nuevos aprendizajes” en su vida cotidiana —tales como apretar el botón de encendido de un electrodoméstico—, ese episodio da cuenta de un panorama naturalizado y desigual en términos de género, que nos plantea una inquietud —y hasta una contradicción— a quienes levantamos con orgullo las banderas del Software Libre.

Desde los primeros movimientos feministas se ha cuestionado la desigualdad de las mujeres con respecto a los varones en el acceso al conocimiento en general, y al científico-tecnológico en particular. Las luchas de las organizaciones sociales promovieron y conquistaron numerosos derechos para las mujeres, especialmente en relación a la educación. Sin embargo, a pesar de que la consecuencia lógica del ingreso en igualdad de condiciones a la formación sería un aumento cuantitativo, en la actualidad la participación de las mujeres haciendo ciencia y tecnología sigue siendo inferior. Puntualmente en el área que nos convoca: en la actualidad a nivel mundial se calcula que en el sector de producción de software, apenas el 20% son mujeres. Y esta desigualdad se acentúa cuando hablamos específicamente de Software Libre, donde la participación de las mujeres no supera el 2%.

¿Tan pocas?

Hace rato venimos leyendo, escuchando, discutiendo —y también tratando de revertir— cómo desde que nacemos, el mundo a nuestro alrededor está “organizado” según un patrón binario de géneros. Todo, absolutamente todo, está diferenciado: la ropa, los juegos, los actividades, e incluso la educación escolar. Se espera que las mujeres se desarrollen en las áreas artísticas y en las humanidades, mientras que para los varones se supone un mayor rendimiento en las ciencias exactas, las disciplinas tecnológicas y los deportes. (¡Pobre aquel nene al que no guste jugar al fútbol!)

Este proceso de socialización se acentúa en la vida adulta. Las imágenes que circulan en los medios de comunicación contribuyen a aumentar la distancia de las mujeres con la tecnología. Sólo basta pensar en cuántas veces vimos varones protagonizando publicidades de artículos de limpieza, o cuántas y qué tipo de noticias leemos sobre organismos y empresas dedicadas al desarrollo tecnológico lideradas por mujeres. Sería inocente pensar que ese bombardeo constante de estereotipos no tiene ninguna incidencia en las decisiones de las personas a la hora de inclinarse por una actividad determinada.

En suma, los efectos de esa matriz sociocultural son más que efectivos y las mujeres que elegimos ocupaciones vinculadas a la informática somos pocas. De eso no hay duda. Ahora, ¿tan pocas? ¿A quiénes alcanza ese 2%? Si analizamos estos números con más detalle, la subrepresentación de mujeres en Software Libre va de la mano de la división sexual de roles y tareas. Tal como señala Margarita Salas: “cuando se homologa la creación de software únicamente a la escritura de código se ignora la importancia del trabajo que hacen muchas mujeres. Esta diferencia en la valoración no es casual, todo lo contrario, es producto de un sistema social (patriarcado) que tiende a darle mayor valor a las labores que desarrollan los hombres” (2006: 6).

Podríamos preguntarnos sobre las causas y daríamos vueltas en redondo —¿el huevo o la gallina?— al tratar de dilucidar si las tareas están desjerarquizadas porque se las considera “femeninas”, o si las mujeres resultan menos valoradas en estos ámbitos por las tareas que desempeñan. Pero, volviendo a la pregunta inicial, si las actividades vinculadas al diseño, capacitación, educación, documentación, traducción, entre otras —mayoritariamente desempeñadas por mujeres— están subordinadas a la escritura del código como la actividad única y primordial que da vida al software, podemos animarnos a pensar que ese porcentaje de mujeres que señalan las estadísticas está dejando afuera a todas las que llevamos adelante otras muchas tareas igualmente necesarias.

Dice Yuwei Lin: “Los defensores del Software Libre (...) están tan desesperados por unir las voces alrededor de la lucha por la libertad de información que le dan poco o nada de reconocimiento al hecho de que estos grupos, como las sociedades en las que se insertan (en mayor o menor extensión) tienen divisiones de género, con diferencias sustanciales de poder y ventajas entre hombres y mujeres” (Lin, 2006: 1288).

La preocupación primordial de propagar el uso de Software Libre está desoyendo o relegando las desigualdades y exclusiones entre quienes ya lo usamos, creamos, difundimos, defendemos. Y en este punto es donde tenemos que detectar “el bug” en nuestro propio sistema. Las imágenes y roles de género persisten en nuestras comunidades y reproducen estereotipos que contribuyen a sostener una escasa presencia de mujeres y a reforzar la conformación de un espacio fuertemente masculinizado. Podríamos reformular entonces: no tan pocas, pero sí invisibilizadas.

Profundizar los principios de libertad e inclusión

Dentro de la diversidad de sentidos y motivaciones que cada unx puede encontrar y perseguir en el movimiento de Software Libre, podríamos coincidir en señalar como denominador común un interés democratizador vinculado a “la creación colectiva, la apropiación comunitaria del conocimiento y la promoción de una filosofía de inclusión, diversidad y solidaridad” (Salas, 2006: 4).

En lo concreto, esta intencionalidad se traduce básicamente en crear, implementar y difundir el uso de sistemas operativos libres que —desde una posición radicalmente opuesta— vienen a cuestionar el carácter restrictivo, capitalista y excluyente de los productos fabricados por las grandes corporaciones de software privativo. Sin embargo, el punto de quiebre no radica en la dimensión tecnológica sino en sus implicaciones políticas y éticas, entendiendo que las tecnologías libres ofrecen un terreno fértil para una emancipación individual y colectiva.

La condición necesaria (aunque no suficiente) para poder confiar en que las reglas impuestas por el software reflejen los objetivos y valores de la sociedad, es que la participación en la construcción del software esté abierta a todas las personas que deseen hacerlo” (Heinz, 2008: 94).

Con la libertad y la inclusión como principios, la expansión del Software Libre apunta a promover la autonomía, el conocimiento y la construcción colaborativa. En un sistema social, política y económicamente excluyente y desigual, estos principios constituyen “precondiciones” que nos permiten crear un escenario diferente, pero el acceso a las tecnologías libres por sí mismo no puede garantizar un acceso universal ni contribuir a la igualdad de género.

Una de las cuestiones pendientes es identificar y asumir las preocupaciones feministas no únicamente como intereses de un sector específico de la población sino, por el contrario, como una aspiración de la sociedad en su conjunto. Sostener la convicción de la libertad y la inclusión en materia de software debe implicar también bregar por relaciones más igualitarias, donde la identidad de género —la asignada o la elegida— no sea un factor diferencial sino más bien que constituya un encuentro de miradas, experiencias y saberes.

P.-S.

Bibliografía

Heinz, Federico, 2008, “Código Software: de la Torre de Marfil a la mesa ciudadana”, en: Silke Helfrich (compiladora) Genes, bytes y emisiones: bienes comunes y ciudadanía, Fundación Heinrich Böll, Oficina Regional para Centroamérica, México y Cuba, pp. 91-95.

Lin, Yuwei, 2005, “Las mujeres en el desarrollo de Software Libre” en Eileen Trauth (editora) Enciclopedia de Género y Tecnologías de la Información, Universidad de Pensilvania, Estados Unidos, pp. 1286-1291.

Salas, Margarita, 2006, “Género y software libre en América Latina. Un estudio de caso” (Versión Borrador) en Lena Zuñiga, Voces libres de los campos digitales: una investigación sobre el Software Libre en América Latina y el Caribe. Documentos Adjuntos, pp. 1-20.


Fuente: Pillku.org


2016-09


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