(La cursiva es mía).
"La independencia del escritor, la autonomía insondable de la literatura aun cuando en esa autonomía se reconozcan posibles tensiones y equilibrios, reglas del juego a la manera de Bourdieu pero que actúan sólo como factores secundarios de un fuego que no puede ni debe ser sometido a ninguna política, a ninguna exigencia colectiva, a ningún “plan quinquenal” pues cuando así ha ocurrido la literatura ha muerto. Llama la atención que sólo cuando el socialismo trata de someter a la literatura ésta muera mientras que cuando el capitalismo diariamente la somete, condiciona, penetra, compra, seduce, alecciona, eso en nada afecte a su salud. Llama la atención que se pretenda de la literatura, hecha para contar la vida, una existencia en otra órbita, allá donde la vida, los miedos, los deseos de una sociedad no puedan alcanzarla. Llama la atención
porque nunca nadie leyó ni escribió esa literatura.
Toda literatura es política; preguntarse sobre literatura y política en las actuales condiciones significa preguntarse si la literatura, como la política, puede hacer hoy algo distinto de traducir, acatar o reflejar el sistema hegemónico. Estuvo a veces la literatura al servicio de causas revolucionarias. Pero muchas más veces estuvo al servicio de lo existente y, muchas otras, el poder capitalista cortó el camino, torturó, silenció, arrasó las condiciones de existencia en las que habrían podido germinar referentes distintos. Es imprescindible recordar que la historia de la literatura revolucionaria no se escribe sólo con rechazos como el Conti o Viñas, se escribe también con las obras de aquellos que no estuvieron siquiera en la posición de rechazar. De aquellos que no llegaron a ser lo suficientemente conocidos como para que el capitalismo intentara cooptarlos y no llegaron a serlo porque nunca se adaptaron a las exigencias del canon, o porque eligieron la militancia en vez de la escritura, o eligieron una escritura militante que les alejó de posibles ofertas, o porque habiendo elegido la “alta” escritura un día renunciaron a ella por las presiones de la vida diaria, o para trabajar por las revoluciones que existían o por las que podrían llegar a existir. Como es preciso tener presente que mientras Haroldo Conti fue secuestrado en 1976 por la dictadura militar y hasta el día de hoy permanece en la lista de desaparecidos, todos los que se sumaron a la propuesta metafísica del Gran Rechazo de Adorno jamás rechazaron nada físico procedente del imperialismo capitalista, ni una beca Guggenheim, ni un premio Planeta ni un ciclo de conferencias en una universidad norteamericana."