Crímenes de Estado, corrupción, deuda externa y privatizaciones

En nuestro trabajo sobre las crisis del capitalismo, hemos dicho que, con el desarrollo de las fuerzas productivas y el consecuente aumento irreversible de la composición orgánica del capital, llega un momento del proceso en que se hace inevitable el fenómeno de la sobresaturación histórica de capital. La lógica es la siguiente: Según progresa la acumulación, la masa de capital en funciones y la riqueza social que desembocan en cada crisis es naturalmente mayor. Por lo tanto, mayor tendrá que ser sucesivamente el aumento en la tasa de ganancia a la salida de cada crisis, que justifique económicamente el reintegro de ese capital excedentario al aparato productor de plusvalor. Pero dado el irreversible desarrollo de las fuerzas productivas, el capitalismo sale necesariamente de cada crisis para operar en la siguiente con un aumento histórico correlativo en la composición orgánica del capital. De este modo, el sistema tiene que llegar inevitablemente a un ciclo, en el que la tasa de ganancia no puede subir lo suficiente como para compensar todo el pulsvalor expulsado en el ciclo anterior, que así queda condenado a permanecer como "capital ficticio" fuera del aparato productor de más plusvalor.

Ahora bien, dado que la masa de capital acumulado aumenta históricamente, el capital ficticio será también necesariamente mayor según progresa la acumulación entre un ciclo y el siguiente. Y como bajo el capitalismo no puede haber trabajo sin capital, este crónico capital inactivo o excedentario, tiene su correspondiente correlato social en el aumento histórico del paro obrero, que así deviene también históricamente en estructural o crónico. Tal es "la ley general absoluta" de la acumulación capitalista que Marx formuló en los siguientes términos:

<<Cuanto mayores sean la riqueza social, el capital en funciones, el volumen y vigor de su crecimiento y, por tanto, también la magnitud absoluta de la población obrera (empleada) y la fuerza productiva de su trabajo, (que en capitalismo supone un aumento en la composición orgánica del capital) tanto mayor será la pluspoblación relativa (paro) o ejército industrial de reserva. La fuerza de trabajo disponible (desempleada) se desarrolla por las mismas causas que la fuerza expansiva del capital (...) Esta es la ley general absoluta de la acumulación capitalista >> (K. Marx: "El Capital" Libro I Cap. XXIII. Lo entre paréntesis es nuestro)

En semejantes circunstancias, sin anular esta ley, el capital excedentario puede momentáneamente reducirse disminuyendo la presión a la baja en la tasa de ganancia, sólo si la burguesía cuenta con la posibilidad política de incorporar al proceso de acumulación medios de producción y fuerza de trabajo subsistentes fuera del sistema, en el sentido de que no constituyen fuentes directas de producción y apropiación privada de plusvalor. Tal es el caso de las empresas estatales, tanto en los países capitalistas incluidos los de la periferia del sistema, como en los del llamado "socialismo real".

Como es bien sabido, desde fines de la década de los cuarenta, durante la onda larga expansiva de postguerra, las empresas de propiedad estatal y paraestatal jugaron un papel muy importante en el desarrollo económico y social del mundo capitalista. Pero con la particularidad de que en la periferia del sistema, especialmente en países de desarrollo medio como Argentina, Brasil, Méjico o Chile, el llamado "Estado del Bienestar" pudo ser posible a caballo de un poderoso movimiento nacional antiimperialista en el que estuvieron comprometidos más o menos activamente cientos de millones de personas. Que gran parte de estas empresas hayan sido ahora ejecutadas en beneficio de la acumulación capitalista privada, desde el punto de vista económico sólo se explica por la necesidad objetiva de dar aplicación productiva a la billonaria masa de capital ficticio o supérfluo determinado por la ley general de la acumulación capitalista expuesta más arriba. Y aquí cabe la pregunta: ¿Podría esto haber ocurrido en países como Argentina o Chile sin mediar el trabajo sucio de dictaduras como las de Videla y Pinochet? Dado que los principales beneficiarios de este proceso privatrizador son los países de la cadena imperialista -muy especialmente España en América Latina- sólo la estupidez política o la complicidad pueden inducir a ignorar la implicación directa de los Estados de la cadena imperialista en toda esta barbarie que hoy se encargan cínicamente de juzgar en la persona de los principales ejecutores, los mismos que en su momento instigaron desde las sombras de la diplomacia secreta.

Una vez que por mandato expreso de la ley del valor, las dictaduras cumplieron con su cometido de aplastar militarmente a los movimientos antiimperialistas que impedían "liberar" de la propiedad a los Estados empresarios en los suburbios del sistema, se procedió a la ejecución sistemática del proceso de privatización en dos etapas. En la primera, el patrimonio de las empresas de propiedad estatal fue objeto de reparto y coparticipación más o menos fraudulenta, entre personeros locales íntimamente vinculados a la burocracia estatal totalitaria eventualmente a cargo de los gobiernos en los países dependientes. La segunda etapa, protagonizada por el capital imperialista, consistió en dar cumplimiento a la dialéctica entre cantidad y cualidad, según la cual, la masa de capital invertido en una empresa aumenta hasta alcanzar la medida que lo convierte en dominante.

Esta segunda etapa privatizadora en países económicamente dependientes como Chile, estuvo y está en la lógica objetiva del endeudamiento externo producto del desarrollo desigual entre el centro y la periferia capitalista durante la onda larga de crecimiento lento, que desde la década de los setenta ha ido acorralando a las políticas fiscales de los países dependientes en esta línea de "soluciones", lo cual ha dado pábulo a las corrupciones locales, y ocasión al apareamiento de un puñado de potentados latinoamericanos en las listas de billonarios de Forbes.

Desde luego, el más rico de todos, Slim, que utilizando su amistad con el Presidente Salinas de México se adjudicó Telmex. O los holdings de Chile (Enersis, Matte, Cruzat, Luksic) que se engendraron y crecieron a partir de su colaboración con la dictadura de Pinochet. Siempre, en Argentina, en Bolivia, en Perú, el sistema privatizador fue un escándalo. Pero un escándalo auspiciado; ¿por quienes sino por sus usufructuarios de última instancia, los imperialistas?

Esos auspicios de "sana" privatización aparecen recogidos en un documento elaborado por agentes peruanos "asociados" al capital imperialista:

  1. "contar con la voluntad política y tener pleno apoyo del Presidente de la República.
  2. Crear las condiciones para que el proceso se lleve a cabo con la debida celeridad.
  3. Se debe tener en cuenta la rentabilidad a mediano y largo plazo de las empresas a ser privatizadas, su recuperación operacional y rápido crecimiento.
  4. atraer inversión extranjera.
  5. Los ingresos provenientes de la privatización sólo podrán ser destinados al pago de la deuda pública externa..."

A esto habría que agregar un consejo del SELA: que los bienes se oferten a precios muy bajos para estimular el interés de los adquirentes. "Los precios han de ser lo suficientemente bajos para garantizar la demanda, la suscripción total y la distribución de la propiedad... también el gobierno puede vender participaciones por etapas, y al inicio con ofertas de pequeños lotes de acciones y mayores descuentos. Con el tiempo, a medida que se muestra el compromiso del gobierno y aumenta la confianza del sector privado, se ofrece un mayor porcentaje y se reducen los descuentos."

El proceso privatizador ha dado origen a enormes fortunas locales La "transnacional " argentina Bunge especializada en alimentos; Villares, de Brasil , que tiene filiales en EEUU y Europa, se especializa en transporte vertical. Luksic, de Chile, cuenta con un fuerte núcleo bancario (también fruto de privatizaciones) que se junta a sus actividades mineras o de otro orden. En este mismo país, el grupo comandado por el empresario Yuraszek, en una década logró multiplicar en más de 57 veces su patrimonio gerstionando el negocio de la distribución de enegía eléctrica a través de la empresa Enersis, convertida actualmente en la compañía privada más grande de Latinoamérica en el ramo, con una población consumidora potencial de 37 millones de personas.

Esta presencia local entre los favorecidos en las privatizaciones, se combinó con el sector capitalista transnacional. Vale la pena señalar que la grtan burguesía española invierte casi el 90% de su capital en el exterior del país, a la compra de empresas en esta situación en América Latina, a través de operaciones que se parecen mucho a una Reconquista. Pero allí también están empeñados grandes capitales del Reino Unido, de Francia, Suiza, Alemania, y obviamente de los EEUU. Estas operaciones de apropiación privada de las empresas estatales engranan en el espacio especulativo con el capital sobrante o ficticio en busca de fuentes directas de producción de plusvalor dentro del aparato productivo del sistema, a través de la apertura en las bolsas latinoamericanas de la venta de valores derivados ( futuros, deudas,etc.).

La "privatización" llamada también "capitalización" de la deuda externa en lugares como Bolivia o el Caribe, se hermana con un amplio movimiento desnacionalizador que se aprecia más claramente en la entrega de los recursos petroleros en todo el continente. YPF, YPFB, PETROBRAS, PEMEX... son expresiones comunes en este proceso de reconquista imperial. Una situación que se agrava por la superexplotación de esos recursos, con consecuencias que no se tardarán en ver como suicidas.

Las privatizaciones no sólo afectan a la infraestructura o a otros negocios. Se orientan más recientemente a copar un lugar central en los sistemas de pensiones que de esta manera se han reorientado para convertirse en combustible del sistema financiero, al entregarse los ahorros de los trabajadores a manos del capital especulador. En Chile, por ejemplo, los fondos de pensiones son inversionistas institucionales en diferentes mercados de valores. En México, sobre el mismo modelo se han ido creando cuentas de retiro en un ambiente financiero cargado de malos augurios.

A caballo de la abultada deuda externa, las privatizaciones en países dependientes como Argentina o Chile constituyeron el programa central de esos gobiernos, inspirando una política que llegó al paroxismo en 1997. Toda la historia económica de los últimos veinte años en estos países estuvo signada por una alta correlación entre deuda externa, privatizaciones de las empresas estatales y empobrecimiento social absoluto. En 1975, la deuda externa (pública) latinoamericana era de 69.000 millones de U$S; en 1990 paso a ser de 443.000 millones y en 1996, de 603.000, mientras que el monto de las privatizaciones en los últimos quince años llegó a ser de 110.000 millones de U$S. En 1996, América Latina acumuló el 17% del total mundial en materia de privatizaciones, por un total de 15.000 millones de U$S. Una suma que creció todavía más en 1997 (probablemente sobre los 25.000 millones). Según la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), en 1990 había en esta región 197.200.000 pobres; cuatro años después esta cifra había crecido hasta alcanzar los 210 millones de personas.

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