Teoría revolucionaria, Programa y Partido

En el apartado segundo del documento, afirman que:

<<El programa socialista se define inevitablemente por su meta: el socialismo>> (CIS: Op.Cit. El significado de “socialismo”)

Indudablemente, el programa político de todo partido verdaderamente revolucionario, debe estar presidido por el contenido de la lucha proletaria, por su lógica, estrategia o meta socialista e internacionalista. Pero, dado el desarrollo económico internacional desigual, el programa debe definirse por la forma de esa lucha, esto es, según las distintas condiciones económicas y sociales a superar, propias o específicas de cada país (en la página 12 aparece este mismo problema). De lo contrario, sería un programa genérico, testimonial, abstracto y por tanto, inconducente. Esto es lo que Marx y Engels han significado en el "Manifiesto Comunista", y lo que hizo Lenin entre 1893 y 1899, escribiendo obras como "¿Quienes son los amigos del pueblo?" y "El Desarrollo del Capitalismo en Rusia”. Pero, para analizar la estructura económica, social y política a revolucionar, participando en la elaboración colectiva del programa en cualquier país, es necesario conocer con cierta profundidad la ley del valor tal como Marx la expuso en los tres libros de "El Capital", que, entre otras finalidades, para eso escribió esta obra monumental.

Éste debiera ser el requisito mínimo. De lo contrario, es muy fácil caer a cada paso en los embelecos burgueses de cualquier intelectual que se haga pasar por marxista, que, de esos, hay muchos. Los compañeros del CIS no lo entienden así. Dicen que:

<<El partido de vanguardia es de hecho la conciencia acumulada de la clase. Así, el partido de vanguardia combate las ilusiones burguesas y conserva la conciencia colectiva ganada. Este tipo de partido no se puede construir de un día para el otro, sino que debe atravesar sus propias fases. Lo primero y principal es que requiere un programa revolucionario. Un programa que no sea un simple recordatorio de esta o aquella experiencia mundial, como ocurre con muchas organizaciones de izquierda en la Argentina, sino un programa que surja desde dentro de las luchas de clase especificas que están ya, férreamente incorporadas, en la mente de la vanguardia de esas luchas>> (CIS: Op.Cit. Subrayado nuestro)

El programa revolucionario es como la vanguardia política del proletariado y su partido: no surgen directamente de las luchas de clase entre obreros y patronos, de las luchas espontáneas --económicas y políticas-- del proletariado. Un espontáneo de la política, es como un espontáneo de la arquitectura, de la ingeniería o de la medicina. Dentro de los científicos en cualquier disciplina, los hay desde excelentes hasta muy malos. Pero todos están en condiciones de aportar algo al programa. Pero dado que éste surge o debe surgir de un análisis riguroso de la estructura económica, social y política de un determinado país, hay que pasar inevitablemente por la teoría científica del proletariado. Porque ese análisis y su compromiso político con él, es lo que confiere a la vanguardia revolucionaria su carácter de tal, sea de extracción asalariada o no.

Por tanto, la vanguardia revolucionaria, el Partido y su Programa de lucha para la toma efectiva del poder y la efectiva y eficaz construcción del socialismo, no fueron jamás ni pueden ser producto de "la conciencia acumulada de la clase" sino de un trabajo de investigación del partido, que, se supone, es portador de la conciencia revolucionaria. En este sentido, el único programa que puede surgir de "las luchas de clase específicas" es un programa sindical. Esas luchas obreras específicas o espontáneas, las únicas que por sí mismo es posible que lleve adelante el proletariado espontáneamente, esto es, por propia iniciativa, no pueden aportar ningún elemento de juicio acerca del carácter de la revolución o la estrategia de poder condensada en un programa político revolucionario. Pueden aportar formas de organización como instrumento material de la lucha, pero no pueden darle contenido revolucionario. No porque carezcan de capacidad para ello, al contrario, sino porque, espontáneamente, como capital variable, adolecen de perspectiva ideológica y política revolucionaria, de educación para la toma del poder; algo que sólo como militantes de un partido verdaderamente revolucionario pueden incorporar. .

Ellos mismos van en este mismo sentido cuando mencionan la fetichización o conciencia falsa del proletariado sin partido, producto de sus relaciones de sometimiento a la burguesía en la familia, en la escuela, en el trabajo, a través de los "mass media", de las instituciones jurídicas y políticas del Estado. En semejantes condiciones, por más que luchen y que esa lucha les lleve a desbaratar un gobierno, incluso a un Estado y con las armas en la mano --como todos recordamos que sucedió en la Comuna de París, y más recientemente se insinuó en Albania hace pocos años-- no pueden construir un poder propio, estabilizarlo y proyectarlo hacia el socialismo, no pueden reemplazar al Estado burgués.

Sin un partido que explique a los asalariados por qué luchan realmente y les dé las consignas de su lucha, esos compañeros no pueden emanciparse de su condición de capital variable, de clase económica, ideológica y políticamente dependiente del capital:

<<(...) el fetichismo no se reduce a la mercancía, se amplía abarcativamente, a fetichismo del trabajo asalariado, de las jerarquías sociales, del status quo, del sometimiento y, sobre todo, del Estado burgués, sus instituciones y sus mecanismos de auto-reproducción.>> (Ibíd.)

Es correcto. Pero parece que no sacan las consecuencias políticas de ello cuando impugnan a Lenin haber afirmado que el proletariado sólo puede recibir la conciencia de su propia situación como clase revolucionaria fundamental dentro del capitalismo, desde fuera de sus relaciones y luchas directas o espontáneas con la patronal. De ahí la insistencia de Lenin aconsejando desde fines del siglo XIX, que:

 <<Sería un gravísimo error montar la organización del partido cifrando las esperanzas sólo en las explosiones y luchas de las calles o sólo en la "marcha progresiva de la lucha cotidiana y monótona">> (V.I. Lenin: "¿Qué hacer?" Cap. V)

De ahí su ambigüedad al tratar todos los temas que aparecen en el documento. "Introducir la conciencia revolucionaria en el proletariado desde fuera de las relaciones con sus patronos", está dicho en el sentido teórico y político de esas palabras, en modo alguno Lenin significó jamás que había que hacerlo al margen de esas luchas, sino bien al contrario, en íntimo contacto con ellas, directa e indirectamente, a través de la relación interpersonal y de determinados medios. Que en ese momento debió hacerse a través de una intelectualidad revolucionaria principalmente de origen social burgués, sólo se explica por las condiciones de atraso cultural de la inmensa mayoría de las clases subalternas, muchos de ellos analfabetos absolutos y en menor proporción analfabetos funcionales, en un contexto social donde el acceso a la instrucción desde el nivel primario hasta el superior, era privativo de los muy ricos, dado que no había educación pública. Esta fue una condición históricamente superable por el propio desarrollo de las fuerzas productivas bajo el capitalismo. Marx, Engels y Lenin lo sabían. Comprendían las duras condiciones intelectuales de los asalariados en aquellos tiempos. Sin embargo, basta leer el Epílogo a la segunda edición de "El Capital", escrito en 1873, para darse cuenta de que Marx no escribió esa obra monumental para científicos burgueses, sino para la clase obrera de su época. Y en alguna medida --muy limitada e insuficiente, por cierto-- entre él, sus editores y correligionarios, consiguieron su propósito, como lo demuestra la cita que vamos a extraer de ese contexto: 

<<La rápida comprensión con que amplios círculos de la clase obrera recibieron El Capital es la mejor recompensa por mi trabajo>> (Op.cit.)

Por su parte, Lenin tampoco justificó jamás que la teoría revolucionaria debiera provenir exclusivamente de la intelectualidad burguesa. No lo justifico ni lo consideró un hecho históricamente inamovible. Lo que Marx, Engels y Lenin consideraron imposible bajo el capitalismo, es que, en general, las masas obreras, por sí mismas, esto es, espontáneamente, puedan elaborar una teoría, un programa, una táctica y una estrategia de poder político propia, independiente de la burguesía. Y repetimos, no por innata incapacidad intelectual de clase, al contrario, sino, especialmente, por carencia espontánea de iniciativa propia para ello, de perspectiva revolucionaria, salvo muy raras excepciones, como es el caso de Proudhon, Weithling, Hess, Moll, Grun o Dietzgen. Leyendo las siguientes líneas de su "¿Qué Hacer?" sin prejuicios practicistas, no puede haber dificultad alguna para salir de semejante error de interpretación, sutilmente inducida por los usurpadores del poder político en la URSS:

<<Puesto que ni hablar se puede de una ideología independiente, elaborada por las propias masas obreras en el curso mismo de su movimiento, esto no quiere decir, naturalmente, que los obreros no participen en esa elaboración. Pero no participan como obreros, sino como teóricos del socialismo, como los Proudhon y los Weithling; dicho con otras palabras, sólo participan en el momento y en la medida en que logran, en grado mayor o menor, dominar la ciencia de su siglo y hacerla avanzar. Y para que lo logren con mayor frecuencia, es necesario preocuparse lo más posible de elevar el nivel de conciencia de los obreros en general; es necesario que éstos no se encierren en el marco, artificialmente restringido, de las "publicaciones para obreros", sino que aprendan a asimilar más y más las publicaciones generales. Incluso sería más justo decir, en vez de "no se encierren", que "no sean encerrados", pues los obreros leen y quieren leer cuanto se escribe también para los intelectuales, y sólo ciertos intelectuales (de ínfima categoría) creen que "para los obreros" basta relatar lo que ocurre en las fábricas y repetir cosas conocidas desde hace ya mucho tiempo.>>  (V.I. Lenin: Op.cit. Cap. II)

Que la inmensa mayoría de los asalariados de vanguardia (no confundir con la vanguardia revolucionaria) sigan hoy sometidos a la ideología burguesa, sólo se explica por los rescoldos de la traición stalinista, que, primero falsificó el Materialismo Histórico, al tiempo que la alejó de ellos, instruyéndoles de hecho en el desprecio por la teoría revolucionaria y la ciencia en general, para dejar luego a esa ciencia social en manos de los Estados burgueses, que completaron la tarea de castrarla y así la irradiaron al mundo a través de sus Universidades en EE.UU., Inglaterra, Alemania y Francia. ¿Por qué tenemos nosotros que sumarnos a esos prejuicios interesados? Eso es parte de nuestra responsabilidad social y política: recuperar el Materialismo Histórico como arma principal de la revolución asumida por las masas. El hecho de que esto no pueda ser posible sino tras la toma del poder, y sólo a instancias del Partido revolucionario que induce a que el Estado obrero se haga cargo de la tarea, desentierra la raíz de clase de ese prejuicio.

En el apartado bajo el título: "El partido revolucionario", seguís coherentes en el error de entender el programa como entendéis el concepto de conciencia. El prejuicio practicista de que el programa "surge desde dentro de las luchas de clase especificas" de la clase, está en el centro del desprecio por el concepto de "intelectualidad", como si la vanguardia revolucionaria no se distinguiera, o no debiera distinguirse del movimiento asalariado espontáneo, precisamente por su carácter de intelectual colectivo. ¿Qué están haciendo los compañeros del CIS al publicar su documento si no es funcionar como intelectuales del movimiento? ¿Qué tiene que ver lo que allí se trata, con las motivaciones de los parados que protagonizaron el "argentinazo"? ¿Por qué asaltaron el Congreso y destrozaron su mobiliario aquellos parados, si no es por consideraciones inmediatas ajenas al  cuestionamiento del Estado? Claro que ese fue un cuestionamiento objetivo al poder político de la burguesía, pero no fue conscientemente ejecutado. Su motivación no fue esa, sino protestar ante ese poder estatal por su desesperante condición de excluidos sociales, lo cual supone un grado de conciencia política limitado por su necesidad subjetiva de conseguir un puesto de trabajo, como se ha probado por el criterio absoluto y categórico de la práctica. ¿En que situación ha quedado la mayoría social absoluta que pretende ejercer la dirección política de los explotados en Argentina, tras haber confundido las asambleas barriales con unos "soviets" descafeinados que, en lugar de imponer la consigna transicional de "asamblea constituyente" como expresión de su doble poder en funciones, la proponían a la burguesía como presunta salida revolucionaria al conflicto?  

El hecho de que el movimiento político de las clases subalternas en el mundo entero, esté plagado de "intelectuales" objetivamente contrarrevolucionarios como se ha visto que ocurre en Argentina, se explica sólo por la ausencia en él de verdaderos intelectuales revolucionarios, de científicos sociales políticamente comprometidos con sus firmes convicciones, fundadas en el Materialismo Histórico y la memoria de la lucha política de clases. Esta es la verdad. ¿Quiénes sino los ideólogos del stalinismo en alianza con ciertos "neomarxistas" al servicio del capital desde las universidades de masa del sistema, han sido quienes se dedicaron a separar la ciencia de la lucha de clases falsificando las "Tesis" de Marx sobre Feuerbach? Cfr.: http://www.nodo50.org/gpm/dialectica/20.htm

Lo hicieron, precisamente, para cegar la práctica política revolucionaria de los explotados, para castrar ideológica y políticamente al movimiento. Como si la teoría y la propaganda no fueran prácticas sociales a igual título que la práctica política. Aquí está el meollo, el centro de gravedad de toda la política contrarrevolucionaria de la burguesía internacional y el stalinismo en los últimos ochenta años de historia: hacer creer que práctica social hay sólo una, la práctica política como criterio absoluto de verdad. ¿Cómo es posible elaborar un programa verdaderamente revolucionario con semejante concepto unilateral y antidialéctico "práctica social"?

 Fíjense que el CIS adelanta las directrices del programa agrario para la revolución en Argentina, proponiendo, como tarea transicional para cualquier situación de la lucha de clases (por ejemplo: el "argentinazo"), lo siguiente:

<<En lo que se refiere a los campesinos sin tierra del interior, deben ocupar las grandes extensiones de tierras improductivas, fiscales y privadas, y ponerlas a producir de manera colectiva y cooperativa; no parcelaria.>> (CIS: Op.cit. El programa revolucionario)   

En condiciones de dominio político absoluto de la burguesía, ejercido a instancias de sus instituciones de Estado y sus leyes en modo alguno cuestionadas conscientemente por las masas --como fue el caso del reciente "argentinazo"-- ¿de qué otra forma social pueden los campesinos sin tierra llegar a poseerla y concebir ese acto, si no es como propietarios privados burgueses? Sin doble poder bajo la dirección de un partido revolucionario con influencia de masas, el "socialismo en pequeño" que prometía Trotsky, es una utopía. Un voluntarismo revolucionario abstracto, ayuno de conciencia política no trabajada, que no hace más que reforzar el dominio burgués en la conciencia de los explotados. La ilusoria situación que vivieron los obreros de la "Zanon" y demás empresas sometidas provisionalmente a lo que se dio en llamar no menos fantásticamente "control obrero de la producción", ¿de qué otro tipo social pudo haber sido sino realmente burguesa? ¿Dadas las circunstancias, de qué otra condición social pudieron llegarse a sentir esos compañeros haciendo funcionar esas empresas el tiempo en que duró todo aquél transitorio desbarajuste, sino como auténticos capitalistas, en el mejor de los casos como sus propios patrones burgueses? ¿Qué otra perspectiva política podían tener, qué expectativas revolucionarias, si, para ellos, el comunismo fue el de la URSS, o sigue siendo el de China, o el de Vietnam, o el de Korea, o el de Cuba, donde, a la vista están los resultados? ¿Desde dónde pudieron venirle a la clase obrera mundial semejantes ideas sobre el comunismo, sino desde fuera de sus luchas, desde las usinas ideológicas de la burguesía? ¿A qué hay que atribuir que éste fuera, de hecho, el "pensamiento único" que instruyó todo este tiempo a los asalariados, sino al abandono de la teoría revolucionaria por parte de los millones que actuaron como su vanguardia autoproclamada, para ponerse de acuerdo en una explicación alternativa? ¿Cuántos son de esos millones, quienes no conocen a Marx, a Engels o a Lenin, más que a través de teóricos "marxistas" promovidos por los aparatos ideológicos de Estado y la industria editorial del sistema capitalista? Este adoctrinamiento contrarrevolucionario predominante entre nosotros, tampoco provino desde dentro de las luchas obreras. Pero resulta que así es cómo la conciencia de los asalariados acaba siendo colonizada por la burguesía, a través de sus propias direcciones de "ultraizquierda". Porque ése es el cuño actual de su conciencia.

Cuando Lenin dice en su "¿Qué Hacer?" que la conciencia comunista "sólo puede ser introducida desde fuera del movimiento obrero espontáneo", está combatiendo a los "intelectuales" contrarrevolucionarios, "manifestación literaria del economismo", que ensalzan las luchas espontáneas o inmediatas del proletariado, sosteniendo que, para llegar al socialismo, no es necesario ningún trabajo de explicación política científicamente fundado, porque la conciencia socialista surge, sin solución de continuidad ideológica, de esas propias luchas económicas, tal como parece que, a juzgar por lo que dicen en bastantes pasajes de su documento respecto de los relativamente pocos en que se contradicen, así parece que se inclinan peligrosamente a pensar los compañeros del CIS. De esa gente, Lenin decía que eran:

<...partidarios del movimiento "puramente obrero", admiradores del contacto más estrecho y más "orgánico" (expresión de Rab. Dielo) con la lucha proletaria, los adversarios de todos los intelectuales no obreros (aunque sean intelectuales socialistas)...>> (V.I. Lenin Op.cit. Cap II b)

Por si acaso, debemos aclarar que, en el GPM, no hay ningún intelectual de extracción social burguesa. No porque nosotros lo hayamos dispuesto así, sino porque, a esos, hoy, hay que buscarlos como buscaba infructuosamente Diógenes al ser humano en su época, con una lámpara de aceite a plena luz del día. Somos todos trabajadores, proletarios y semiproletarios de toda la vida, 100% autodidactas del Materialismo Histórico y sin titulación universitaria. Decimos esto no para poner la venda antes de la herida ni para menoscabo de los graduados auténticamente revolucionarios de distinta extracción social, --como una concesión a las ideas de ese arrogante obrerismo que alienta la división burguesa de clases entre trabajo intelectual y manual-- sino para demostrar hasta dónde los asalariados podemos probar que el Materialismo Histórico es accesible a cualquiera de nosotros que no sea un analfabeto funcional y domine las cuatro operaciones elementales de las matemáticas. Nosotros estamos entre la minoría de quienes piensan que la emancipación política y humana del proletariado, pasa inevitablemente por su autodisciplina en la verdadera ciencia social. De momento, por su obligatoriedad en la organización revolucionaria como condición ineludible de pertenecer a ella.

La diferencia entre los tiempos de Marx y de Lenin respecto de los que corren, está en que, por entonces, el movimiento obrero importaba intelectuales burgueses por necesidad política. Ahora, la burguesía se da el lujo de importar intelectuales proletarios por millones, previamente pasados por el alambique de las universidades de masas donde son ideológica y políticamente desclasados. Esto que Gramsci llamaba "transformismo", se lo debemos a centenares de miles de abnegados intelectuales del movimiento en el mundo, que, de hecho, niegan la importancia de la práctica teórica, cautivos del practicismo stalinista sin saberlo ni quererlo.

¿Por qué la IIIª Internacional bajo Stalin pudo imponer su burda teoría del socialismo en un solo país mediante amalgamas teóricas antidialécticas que nada tienen que ver, ni con el materialismo histórico ni con la memoria del movimiento? Pues, porque mediante una práctica social nada teórica, prohibió las polémicas políticas internas y los ámbitos partidarios de discusión teórica e investigación social, promoviendo en cambio la "literatura para obreros".

De ese modo, el stalinismo pudo, en principio, apartar --que no distinguir-- la práctica social teórica marxista de la práctica social política en todos los Partidos Comunistas; después, convenientemente envuelta en papel de regalo, envió la primera directamente con destino a las usinas ideológicas de la burguesía internacional, que procedió a su encierro en los distintos claustros de las universidades capitalistas. Finalmente, la intelectualidad de origen social pequeñoburgués --en un principio de presencia mayoritaria en las universidades de masa-- a cargo de las cátedras de ciencias sociales, pudo hacer su propio "frente popular teórico" en esos ámbitos sustitutos de los Partidos Comunistas en todo el mundo, cooptando a los hijos de obreros que se fueron incorporando a los estudios sociales superiores, para darles el tratamiento adecuado a los intereses estratégicos del capital compartidos por la Comintern stalinista. Así fue cómo la burguesía internacional pudo contener la ola antiimperialista que golpeó repetidamente al llamado Tercer Mundo durante la segunda postguerra, evitando que desbordara los diques políticos del sistema, de tal modo fortalecidos. Cfr.: http://www.nodo50.org/gpm/miscelanea/03.htm ;  http://www.nodo50.org/gpm/miscelanea/04.htm

Así habían empezado a estar las cosas en Francia e Inglaterra desde 1830, cuando la burguesía se puso a la tarea de sustituir la economía política científica de los clásicos, por la economía política ideológica de los que Marx llamó "economistas vulgares":

<<La burguesía en Francia e Inglaterra, había conquistado el poder político, Desde ese momento, la lucha de clases, tanto en lo práctico como en lo teórico, revistió formas cada vez más acentuadas y amenazadoras. Las campanas tocaron a muerto por la economía burguesa científica. Ya no se trataba de si este o aquel teorema era verdadero, sino, de si al capital le resultaba útil o perjudicial, cómodo o incómodo, de si contravenía o no las ordenanzas policiales. Los espadachines a sueldo sustituyeron a la investigación desinteresada, y la mala conciencia y las ruines intenciones de la apologética ocuparon el sitial de la investigación científica sin prejuicios.>> (K. Marx: "El Capital" Prólogo a la segunda edición. 28/04/1875)

Tal como entonces, volvió a suceder algo parecido desde la década de los cuarenta del siglo pasado, cuando las sucesivas generaciones que nacieron a partir de los años treinta, en todas partes del mundo empezaron a conocer el Materialismo Histórico por mediación de las escuelas universitarias de Harvard, Cambridge o Frankfort, al tiempo que la industria editorial se encargó de hacer el resto para difundir un marxismo descafeinado. Mientras tanto, tras la "cortina de hierro", los odiados burócratas soviéticos que se llenaban la boca para identificarse con Marx, Engels y Lenin, minaron su autoridad moral, política e intelectual hasta el extremo de que, a fines de la década del setenta, por ejemplo, en Polonia, muchos militantes sumidos en la miseria y la opresión por el régimen de Jaruzelski, arrojaban sus obras a la basura, o las desguazaban para envolver el pan o cualquier otra cosa.

En el marco de la universidad de masas, semejante impostura de la burguesía internacional y la burocracia "comunista", explica que nunca se hiciera tan difícil encontrar intelectuales de origen burgués actuando en las filas del movimiento político asalariado por cuenta del comunismo, como desde 1930 hasta hoy. Al contrario, desde entonces los intelectuales a que tan despectivamente se refieren los compañeros del CIS, son en su gran mayoría auténticos intelectuales burgueses de extracción proletaria que, como sucesores de la "Rabócheie Dielo", a nombre del marxismo, no pocos de ellos actúan al interior del movimiento asalariado por cuenta del capitalismo; A su vez, catedráticos o ayudantes de cátedra de idéntica condición social que han hecho escuela de neomarxismo por centenas de miles en las principales universidades norteamericanas, europeas y del resto del Mundo, escalan posiciones como funcionarios en los aparatos de Estado burgueses y en las empresas privadas; como políticos en los partidos institucionalizados, en los parlamentos y el Ejecutivo de sucesivos gobiernos; algunos de ellos, galardonados con distintos premios, ocupan con sus libros los anaqueles de las librerías --como en estos días las de Antony Guiddens o Jeremy Rifkin-- traducidas a las lenguas de mayor alcance social en el mundo.

El error de los compañeros del CIS en este asunto, es que atribuyen a Lenin lo que no fue más que una deliberada falsificación de su pensamiento legado en sus obras, entre otras el "¿Qué Hacer?" donde se le atribuye la aviesa intención de legitimar la dictadura sistemática del partido sobre las masas, y de las direcciones partidarias sobre las bases del partido. Hay que frecuentar a Lenin para darse cuenta de que su prodigiosa formación marxista, el escrupuloso rigor de sus ideas, su gran capacidad didáctica y, sobre todo, su probado compromiso con la revolución, le eximieron siempre de apelar a recursos torticeros y burocráticos para conservar poder y privilegios, que nunca estuvieron entre sus ambiciones personales. El único poder que ambicionó y obtuvo con todo merecimiento, es el vigoroso poder del Materialismo Histórico que encarnó en pensamiento y acción, como nadie junto a Marx, Engels y Trotsky. 

Que lo contrario a este tipo de intelectuales políticos ha sido el que naturalmente ha venido predominando en el movimiento, permite comprender la actitud de los compañeros y la nuestra. Pero en modo alguno justifica un desprecio tan generalizado que abona el propio terreno donde el reformismo stalinista --heredero directo de Bernstein-- sembró las semillas del practicismo político con su odio más visceral hacia toda practica social intelectual con vocación científica, sin la cual no hay militancia revolucionaria posible. Éste es --a nuestro juicio-- uno de los más gruesos errores en que los compañeros han incurrido en su documento:

<<La forma más ridícula de sectarismo es la que muestran esos intelectuales que, habiendo  leído unos cuantos libros "marxistas" y habiendo reunido algunos colaboradores, se llaman  a sí mismos el núcleo del partido revolucionario y luego, con arrogancia filistea comienzan a decirle a la clase trabajadora lo que debe hacer. 
Docenas de sectas han malgastado décadas construyendo este tipo de partido "leninista", mientras que la primera etapa en la construcción de este partido, es decir, el proceso de desarrollo de un programa socialista revolucionario y su integración con las luchas reales de los trabajadores y su vanguardia, aún no se ha iniciado. Son la misma gente que parece haber aprendido de Lenin una sola consigna: "la conciencia proviene de afuera del movimiento obrero". En realidad, este ha sido siempre un disfraz para sustituir a la clase trabajadora por una camarilla de pequeñoburgueses con hambre de poder
.>> (CIS: Op.Cit. El partido revolucionario) 

A esa camarilla no se la podrá expulsar del movimiento diciéndoles que "es mejor que se vayan". En las presentes condiciones no se irán, y seguirán llegando por olas para arrullar la conciencia espontáneamente burguesa y antimarxista de los asalariados, de tal modo predispuesta. Habrá, pues, que cambiar esas condiciones. Lo malo es que esas mismas condiciones están en nosotros mismos. Por ahí deberemos empezar, combatiéndoles en nuestra propia conciencia. Con razones científicas contenidas en el arsenal teórico del Materialismo Histórico, seriamente elaboradas, muy bien expuestas y suficientemente difundidas en las instancias internas y externas a cada organización política que se proponga acabar con toda esta inmundicia. Ésta, a nuestro juicio, es la principal tarea de los revolucionarios en el momento actual de la lucha de clases a escala planetaria. Pero eso es imposible sin abrevar en el pensamiento de Marx y Lenin.

En el actual contexto de la realidad, habría que volver --más que a leer-- a estudiar desprejuiciadamente obras de Marx como "El Capital", y de Lenin: "Quiénes son los amigos del pueblo", "Por dónde Empezar", "¿Qué Hacer?" , "Un paso adelante, dos pasos atrás", "Dos tácticas..." o "Acerca de algunas particularidades del desarrollo histórico del Marxismo", porque la vanguardia revolucionaria está hoy, en todas partes, como los revolucionarios rusos estuvieron entre mediados del siglo XIX y principios del XX: dispersos. Y no podrá ser posible su unificación si no es en torno a los principios científicos del socialismo. Pero, para eso, habrá que volver a las fuentes originarias de ese pensamiento y de sus correspondientes experiencias políticas.

Lenin observaba por entonces, siguiendo a Marx,

1)       que el proletariado espontáneo, en su condición de "capital variable", está sometimiento ideológica y políticamente a la burguesía a instancias de los vínculos mercantiles consuetudinarios y de los aparatos ideológicos del Estado burgués, de modo que por el simple hecho de resistirse a la explotación del capitalismo y por más prolongadas y encarnizadas que puedan llegar a ser sus luchas, en sí y por sí mismo, no puede adquirir conciencia política de clase. A un asalariado espontáneo, no le cabe en la cabeza que la sociedad pueda existir sin mercado ni patrones burgueses.

2)       que esa conciencia de clase es el resultado de "un profundo conocimiento científico" de la sociedad capitalista y de la memoria histórica de las luchas políticas obreras. Esto no significa que con el sólo conocimiento de la teoría materialista histórica se adquiere conciencia de clase, pero desde luego que es una "conditio sine qua non". Los practicistas del movimiento huyen de esta verdad de a puño como de la peste. Y carecen de razones para ello. Mejor dicho, tienen una: su pereza intelectual. E insistimos, no se trata de que a los asalariados espontáneos se les someta al estudio de los clásicos del marxismo. Es necesario aplicar el marxismo a sus conciencias explicándole, cuando lucha, por qué lo hace realmente, cómo tienen montado su tinglado económico, ideológico, político e institucional los burgueses, hacia dónde nos llevan y, cual debe ser, en cada caso, la consigna de sus luchas. La forma en que se organicen para llevar adelante esas luchas, es más cosa de ellos. Pero los principios y la táctica, es intransferiblemente cuestión de la vanguardia revolucionaria. Y para eso no se puede prescindir del Materialismo Histórico ni de la memoria política del movimiento. 

3)       Por tanto, la conciencia política de clase sólo puede ser introducida desde fuera de la relación y lucha inmediata entre capitalistas y asalariados. Babeuf, el creador de lo que por entonces se llamó "socialismo revolucionario", no fue un "Sans Culott" que surgió de las barricadas, sino un pensador y político francés procedente de una familia pequeñoburguesa de la región de Picardía, que antes de abrazar la causa trabajó como encargado en los registros de los derechos señoriales. ¿Cómo combatió Babeuf al poder burgués surgido de ese proceso? Con el seudónimo de Gracchus, apoyó con entusiasmo la Revolución Francesa, pero al final del Periodo del Terror, desde las páginas de su periódico: "Le Tribun du People",  y también desde las columnas del "Journal de la Conféderation" y del "Le Scrutateur des Décrets", expuso su doctrina política revolucionaria arremetiendo contra el Directorio, a cuyos dirigentes calificó de contrarrevolucionarios. En 1796 formó una asociación de la que surgió la "Conspiración de los Iguales", cuyo objetivo fue acabar con el Directorio. Por esta causa fue perseguido, su organización desmantelada, y él mismo ejecutado. En ese entonces, todos los líderes políticos revolucionarios lo fueron en virtud de sus ideas, y no pudieron ser sino de extracción burguesa o pequeñoburguesa, ninguno de ellos obrero, dado que todavía no existían las escuelas públicas, el grado de analfabetismo entre los asalariados era muy alto, y a los estudios superiores sólo podían acceder los hijos de la burguesía. El ser intelectual era parte de la condición de clase burguesa, de ahí que Lenin, siguiendo a Kautsky, pensara y dijera que el pensamiento y la construcción científica de ideas revolucionarias, en ese momento era un atributo exclusivo de la intelectualidad burguesa. Y que los obreros alfabetizados, por su condición de clase subalterna, por ser capital variable que espontáneamente produce y reproduce la conciencia burguesa, en general no podían elaborar esas ideas científicas, porque, además, prácticamente carecían de tiempo libre. Pero sí las podían comprender aplicadas por los revolucionarios --algunos de ellos también asalariados, como el sastre Wheitlin o el ebanista Proudhon-- a su propia realidad. 

4)       Por lo tanto, esa intelectualidad científica, comprometida con la causa obrera descubierta por su compromiso originario con la ciencia, fue -y debiera seguir siendo- la encargada de introducir ese conocimiento científico en el movimiento obrero espontáneo;

5)       que la forma de gestar conciencia no es teórica pura sino teórico-práctica, esto es, aplicando el conocimiento científico de la estructura económico-social del capitalismo y la memoria histórica del proletariado, a las luchas sindicales, económicas o espontáneas del proletariado. Se trata de hacer comprensibles -primordialmente a la "vanguardia natural de la clase"- las razones históricas por las cuales es necesario convertir las luchas económicas o espontáneas inconscientes, en luchas políticas conscientes; tal es el "arte político" -de la relación vanguardia-masa- a desplegar por la intelectualidad revolucionaria en contacto directo o indirecto con la clase, que para eso están los medios de difusión: "fundir la teoría revolucionaria con el movimiento proletario espontáneo". Pensamos que, sin estas premisas, no habrá contribución efectiva posible a la creación de partidos y programas verdaderamente revolucionarios en cualquier país del mundo.

Respecto de la intervención de la IIIª Internacional en Europa antes de la era Stalin con su llamado "parlamentarismo revolucionario", nosotros hemos expresado nuestra crítica y desacuerdo respecto de esta táctica de Lenin. En todo este punto, los compañeros del CIS parecen concebir las luchas de clases casi como un proceso continuo, sin rupturas. Nosotros las entendemos como procesos históricos discontinuos, de breves ascensos revolucionarios seguidos de largos y profundos retrocesos contrarrevolucionarios; lentos avances cuando la tasa de ganancia se recupera y los triunfos en las luchas por aumentos salariales que pueden ser concedidos por la burguesía, levantan la moral de los asalariados; así de conquistas en conquistas económicas hasta el punto de saturación del capital en que las luchas defensivas se convierten en ofensivas porque los burgueses no pueden seguir concediendo y las masas no quieren aceptar las nuevas condiciones de explotación exigidas por la crisis.

Los compañeros del CIS no parecen ver las cosas desde esta perspectiva De ahí que no distingan entre las condiciones económicas, sociales y políticas favorables a la unificación de la vanguardia autoproclamada para la construcción del embrión del partido, respecto de las que permiten su crecimiento y existencia como partido con influencia de masas. Parece como si la mera existencia de una organización revolucionaria y su proyección hacia el movimiento de masas que le convierte en un Partido capaz de incidir en la correlación política de fuerzas sociales, fueran dos instancias que discurrieran al margen de los avatares de la lucha de clases. Por ejemplo, afirman que ese partido revolucionario internacional es posible en situaciones parecidas al "periodo previo a la Segunda Guerra Mundial, cuando el fascismo había aplastado al movimiento obrero europeo y el desempleo coexistía con la inflación. Los compañeros piensan que:

<<...la clase obrera podía haber obtenido mayoría electoral en varios países europeos, y la consigna "gobierno de los trabajadores" no sólo puso (supuestamente) en la mente de los trabajadores que podían tomar las riendas de su propio destino durante aquellas difíciles circunstancias sino que además presionó a los partidos reformistas para que se unieran a otros partidos del proletariado en vez de formar coaliciones con la burguesía".>> (Ibíd)

Nosotros no estamos de acuerdo con este razonamiento. En las condiciones de la clase obrera europea tras las derrotas estrepitosas de 1918/19, esos engendros oportunistas que Lenin intentó crear en 1920-21 entre los PC más importantes (Francia, Inglaterra, Alemania e Italia), y la izquierda de los partidos socialdemócratas, no tuvieron absolutamente nada que ver con una estrategia revolucionaria para el continente, sino con la necesidad del poder soviético en la URSS, de reanudar sus intercambios con esas principales potencias económicas, con el exclusivo propósito de salir del marasmo económico por el que atravesaba la revolución en esos momentos. De este modo de pensar se desprende la idea de que el curso de las luchas políticas entre burguesía y proletariado dependen en todo momento de la intervención de los revolucionarios en ellas, y que con tácticas políticas ejecutadas por arriba en condiciones de retroceso político de las masas, pueden darle la vuelta a semejante correlación política de fuerzas desfavorable; en suma, que el curso del movimiento asalariado es una variable dependiente de la decisión de los revolucionarios para accionar el detonador de la gran carga política revolucionaria supuestamente contenida en la conciencia de los explotados, siempre dispuesta para el estallido. Y esto es falso. En tal sentido, lo que hay que juzgar en este contexto, no es sólo si fue o no fue justa la táctica del llamado "parlamentarismo revolucionario" en semejante contexto de la lucha de clases, sino también si fue correcto por parte  de los bolcheviques, sacrificar el futuro de la revolución en Europa a la solución de los problemas económicos inmediatos de la URSS. Cfr: http://www.nodo50/org/gpm/rafaelpla/14.htm

Finalmente, en el mismo apartado sobre "La organización de los revolucionarios socialistas" los compañeros dicen que:

 <<En nuestra opinión, la formación de esta organización no es ahora una tarea imposible.>> ( Ibíd)

A no ser que decidamos repetir experiencias como la que Lenin aconsejó en 1920/21 en contra de su propia filosofía de construcción, o la que ensayó Trotsky en 1938, ahora es tan necesario como posible empezar la tarea para unificar a la vanguardia revolucionaria en torno a los principios científicos del Materialismo Histórico y de la memoria histórica del proletariado, así como sus más importantes aplicaciones a la realidad actual de la lucha de clases en cada país y en el mundo. Pero esta promete ser una tarea ni breve ni fácil.. De hecho, en mayor o menor grado el debate en curso entre distintas organizaciones, contribuye a ello. Pero en este período no es posible construir el partido Internacional, si por este vocablo se entiende la organización de los revolucionarios con cierta influencia de masas. Si en las condiciones actuales se quiere construir un partido con semejante proyección social, hay que hacer concesiones ideológicas y políticas a la burguesía en la conciencia burguesa de los asalariados, rebajando los principios revolucionarios al nivel en que se encuentra el grueso de la vanguardia amplia; hay que asimilarse al reformismo, a la izquierda del sistema, al stalinismo o al nacionalismo burgués radical.

Para construir el partido revolucionario, antes que nada es necesario aplicar con conocimiento, inteligencia y tenacidad propagandística, la piqueta de la crítica científica sobre los cimientos del edificio ideológico y político construido por el reformismo en la conciencia colectiva de los explotados, mientras el "viejo topo" hace lo propio sobre la base económica de la sociedad burguesa. Y esto debe hacerlo una minoría que sabe aceptar esa condición desfavorable y nada gratificante como una exigencia de la historia en momentos de retroceso, los pocos que, desde el principio hayan comprendido la necesidad de encarnar y esgrimir la moderna ciencia social y la memoria histórica del proletariado como el arma más eficaz en la lucha contra el capitalismo y la construcción de la futura sociedad comunista. No hay otra manera. Así ha ocurrido siempre en la moderna historia del capitalismo.

En este sentido, viene bien evocar aquí la carta que Trotsky dirigió el 17 de junio de 1938 a los redactores de la revista "Partisan Review", quienes le habían pedido opinión acerca de la situación del movimiento artístico en aquella época, y que es homologable a la evolución de los movimientos políticos. Allí Trotsky alude a una "curiosa carta" que había leído en la misma revista, donde uno de sus corresponsales residente en Chicago, declaró no hacerse ninguna ilusión sobre los trotskystas u "otros escombros anémicos desprovistos de toda base de masa". A estas "palabras altaneras" el "viejo" contestó lo siguiente:

<<Ninguna idea progresista ha surgido de "una base de masa", si no, no sería progresista. Sólo a la larga va la idea al encuentro de las masas, siempre y cuando, desde luego, responda a las exigencias del desarrollo social. Todos los grandes movimientos han comenzado como "escombros" de movimientos anteriores. Al principio, el cristianismo fue un "escombro" del judaísmo. El protestantismo un "escombro" del catolicismo, es decir, de la cristiandad degenerada. El grupo Marx-Engels surgió como un "escombro" de la izquierda hegeliana. La Internacional Comunista fue preparada en plena guerra por los "escombros" de la socialdemocracia internacional. Si esos iniciadores fueron capaces de crearse una base de masa, fue sólo porque no temieron al aislamiento. Sabían de antemano que la calidad de sus ideas se transformaría en cantidad. Esos "escombros" no sufrían de anemia; al contrario, contenían en ellos la quintaesencia de los grandes movimientos históricos del mañana.>> (:L Trotsky: Op. Cit. En "Literatura y  revolución. Otros escritos sobre la literatura y el arte" T.II Ed. Ruedo Ibérico/69 Pp. 191)] 

Así como el Materialismo Histórico surgió como un escombro del hegelianismo y recién pudo crearse su propia base de masas gracias a que una minoría de científicos sociales de origen burgués lo hizo posible mediante la lucha teórica y política contra populistas y mencheviques a principios del siglo pasado, de igual modo deberá ser una minoría relativa de científicos sociales de origen proletario la que, en estos tiempos, conseguirá que el Materialismo Histórico resurja de entre los escombros del reformismo stalinista para construir la próxima Internacional Comunista. Todo dependerá, esta vez, de la mayor altura a la que las condiciones históricas del capitalismo permitan poner el listón de la ciencia aplicada a la sociedad, como requisito de pertenencia al nuevo germen organizativo y su programa. Y eso se pondrá de manifiesto en el debate necesario entre quienes pretendan recoger el testigo que la memoria histórica del movimiento ha puesto en manos de las actuales generaciones de asalariados.

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