3.8 .- La Segunda "Tesis sobre Feüerbach"y el desprecio de la teoría por parte del militante práctico tradicional

Traigamos nuevamente a colación la Segunda Tesis sobre Feurbach, para demostrar cómo ha sido objeto de la más grosera y taimada falsificación por parte de los intelectuales pequeñoburgueses partidarios del movimiento obrero no pensante y puramente práctico, para convertir a sus militantes en clientela política fácilmente manipulables. Marx dice en esa segunda tésis lo siguiente:

<<El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. El litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento que se aísla de la práctica, es un problema puramente escolástico.>>

Tanto los reformistas como los voluntaristas han venido desde hace muchos años equivocando el verdadero significado de las palabras de Marx que acabamos de citar. Haciendo una burda simplificación de lo que distingue a Marx de Hegel en este punto, han mutilado groseramente el concepto de "práctica social", haciendo pasar por marxista la especie de que la verdad histórica u objetiva está determinada por la práctica política. Esto es lo mismo que decir que los precios de las mercancías están determinados por la oferta y la demanda, es decir, no por lo que sucede en la producción de los valores económicos, sino por lo que sucede en la circulación, por la historia de los valores. Si el criterio de verdad objetiva está determinado por la historia, por la práctica entendida como lucha política de clases, la lucha teórica deviene un simple comodín de las fuerzas sociales en pugna, a modo de justificación ideológica de sus propios arbitrios políticos.

Si la historia no tuviera una lógica objetiva que preside su desarrollo y que sólo se puede hacer inteligible teóricamente; y si, consecuentemente, su curso estuviera exclusivamente determinado por la lucha política entre facciones sociales, el tránsito de una realidad efectiva a otra sería completamente aleatorio y tan errático, que carecería en absoluto de sentido de progreso.

Al desaparecer el referente de la necesidad racional objetiva teóricamente previsible, la libertad sólo puede ser para quienes consigan eventualmente imponer sus "ideas"o intereses al margen de toda racionalidad históricamente determinada independientemente o a priori de toda confrontación política.

Los desvaríos y atropellados cambios de chaqueta de gran parte de la existente autoproclamada vanguardia revolucionaria del proletariado inmediatamente anterior a la caída del Estado soviético, sólo se explica por este andrajoso criterio de entender la historia. Semejante interpretación burdamente mutilada de la segunda tesis de Marx sobre Feüerbach, es la misma que esta siendo utilizada por la burguesía internacional para convencer a los explotados de que tras la debacle stalinista que inspiró a la burocracia soviética una vez aniquilada la fracción bolchevique, no hay opción política realmente posible frente a su sistema de vida. Y no es casual.

En efecto, si el criterio de verdad está dado por los resultados de la lucha política, tras la bancarrota de la URSS, se ha demostrado políticamente que el socialismo es un infundio, una falacia, una mentira teórica e histórica. Si la revolución de 1917 demostró que el socialismo fue una verdad y los hechos políticos a partir de 1989 confirman lo contrario, quiere decir que todo depende de las circunstancias y la verdad histórica es pura contingencia. En realidad, lo único que se ha demostrado es que el criterio de la práctica adoptado por los militantes políticos tradicionales del movimiento obrero durante años es un criterio ideológico falaz de raíz burguesa, porque éste es precisamente el criterio esgrimido por la burguesía internacional para que en el fracaso de lo que pasó por ser socialismo la clase obrera internacional pueda ver al capitalismo como la verdad absoluta....y eterna

A excepción del período comprendido entre 1917 y 1921 en la URSS, no deja de ser llamativo que, desde Bernstein y Kautsky, predomine en el movimiento obrero políticamente organizado la idea de que Marx jamás sostuvo algo parecido a la necesidad del socialismo, basada en la verdad teórica científicamente probada del inevitable derrumbe económico del sistema capitalista.

Pero lo sorprendente, es el silencio o —lo que es más lamentable— la ambigüedad, de quienes se supone deben ser los garantes orgánicos del mantenimiento y proyección de los principios políticos del proletariado. Nos referimos a teóricos contemporáneos que todavía hoy pasan por ser marxistas, así como a las direcciones de organizaciones autoproclamadas revolucionarias. Y ni que decir tiene, naturalmente, de la ignorancia o el prejuicioso desprecio de sus bases sobre el particular.

Y resulta paradójico que estos mismos nieguen silencien o confundan el verdadero sentido de la obra de Marx, al tiempo que pregonan su carácter científico. Las consecuencias de toda esta insensata manipulación están a la vista. Si en Marx no hay una teoría del derrumbe del sistema económico capitalista, y si las verdades científicas de la historia sólo obtienen la prueba de su veracidad por vía de la práctica política, entonces, con la caída de la URRS y las claras derivaciones de China hacia el capitalismo, la burguesía lleva razón; en tal caso, se llega al resultado contradictorio de que la única verdad de la lucha política del proletariado es su condición de capital variable, su condición de clase explotada.

Afortunadamente, las cosas son del todo diversas respecto de como lo plantean los reformistas y los voluntaristas.

La verdad científica no está en la práctica política, está en la práctica teórica. La verdad histórica u objetiva está en la práctica social que incluye la práctica científica, porque sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario. Los reformistas y los voluntaristas marchan unidos desde los tiempos de Marx en la común tarea de reducir la práctica social a pura práctica política para quitarse de en medio el molesto requisito de la teoría que en todo momento prescribe el qué hacer político.

Ciertamente, los resultados científicos en el ámbito de la sociedad humana, las verdades teóricas, sólo tienen valor en cuanto a su capacidad de prever los grandes trazos de la historia. No los detalles, las formas o las secuencias precisas de cada momento, porque éstas son circunstancias imposibles de anticipar, ya que quedan a cargo de las fuerzas en pugna:

<<...En realidad se puede prever "científicamente" solo la lucha —dice Gramsci en sus "Cuadernos de la Cárcel"— pero no los momentos concretos de ésta, que no pueden sino ser el resultado de fuerzas contrastantes en contínuo movimiento (como el átomo golpeado por el fotón ), no reductibles nunca a cantidades fijas, porque en ellas la cantidad se convierte contínuamente en calidad (la cualidad no se puede determinar científicamente). En política realmente se prevé en la medida en que se actúa, en que se aplica un esfuerzo voluntario y con ello se contribuye concretamente a crear el resultado "previsto". La previsión en medio de una lucha se releva, pues, no como un acto científico de conocimiento con el fin de prever su resultado, sino como la expresión abstracta del esfuerzo que se hace, el modo práctico de crear una voluntad colectiva... (con arreglo a un fin, claro)>> (Op. Cit. Lo entre paréntesis es nuestro):

Pero lo que sí corresponde a la ciencia social es prever el curso de un orden económico social, en tanto descubre las leyes inmanentes que presiden el desarrollo de su base material y empujan necesariamente el proceso "histórico-natural" hacia la superación de sus contradicciones.  

¿Qué dice Marx al hablar de "proceso histórico natural"? El desarrollo de la sociedad es histórico porque es un proceso en el que está implicado el ser humano; el ser humano es el único animal que tiene historia. Pero al mismo tiempo que histórico es natural, porque hasta el presente, la humanidad ha venido pasando por estructuras sociales o relaciones de producción que han sido independientes de su voluntad. Para Marx, natural es toda realidad que el ser humano no domina ni controla. Aunque no sea la naturaleza propiamente dicha, como la de un vegetal, que tiene sus propias leyes de evolución, en ese mismo sentido, en tanto la sociedad humana está regida por leyes económicas objetivas independientes de la voluntad de quienes están sometidos a ellas, las relaciones sociales de producción vigentes constituyen una naturaleza homóloga a las del reino animal y vegetal. El caso es que sigue ocurriendo con la naturaleza indómita de las leyes económicas que provocan las crisis capitalistas y las guerras, lo que ocurría en los albores de la humanidad con las leyes naturales que dominaban la vida de los primitivos, cuya ignorante perplejidad les llevaba a convertir en fetiche fuerzas como el fuego o el viento, sólo superadas mediante el mito y la magia.

Siguiendo a Gramsci y a Bunge, sólo se puede "prever" científicamente en el ámbito de las ciencias formales.  

Como, por ejemplo, la matemática, por eso Marx dice: "las relaciones burguesas de producción se pueden estudiar con el rigor de las ciencias de la naturaleza" ¿por qué? Porque los sujetos ahí pierden por completo su voluntad, son regimentados por leyes de las cuales ellos no son más que criaturas.

Esto NO es contradictorio con el objeto de "El Capital", ya que la economía política trata de relaciones materiales regidas por leyes objetivas independientes de la voluntad de los seres humanos implicados en ellas, relaciones que pueden ser estudiadas y su curso previsto con el rigor propio de las ciencias de la naturaleza.

En este sentido, la ciencia de la economía política no necesita recurrir a la prueba empírica de los hechos políticos para demostrar la veracidad de sus resultados. Hay una verdad teórica cuya objetividad y vigencia no necesita de su confirmación empírica o política. Porque tal veracidad está ya demostrada por la verdad de las premisas reales de las que parte y por el despliegue lógico de las categorías de su objeto pensado.

Los revisionistas del marxismo, desde Bernstein y Kautsky, cometieron la misma torpeza teórica de aquellos "científicos" que cien años después que Copérnico demostrara matemáticamente la teoría heliocéntrica, todavía cuestionaban el movimiento rotatorio de la tierra con el argumento de que debería percibirse la vibración resultante de tal movimiento.

En la medida en que no percibían ninguna vibración que demostrara el movimiento de la tierra alrededor del sol, los partidarios de Ptolomeo creían verse confirmados en la presunta verdad de la teoría geocéntrica, porque todos los días veían que era el sol y no la tierra lo que se desplazaba. Y como la práctica, la empiria, era el criterio de la verdad de la Iglesia Católica, en tanto no se percibieran las manifestaciones empíricas de que la tierra daba vueltas alrededor del sol, no se podía aceptar la teoría heliocéntrica. Por eso Marx dice que: "La investigación científica libre no solamente debe luchar contra las formas de manifestación de la realidad —las dificultades que la propia ciencia encierra—, sino contra la furia de la propiedad privada".

Si las cosas se mostraran directamente como lo que en realidad son, y evidenciaran por si mismas su lógico devenir, ni la ciencia ni el arte tendrían sentido ni utilidad social alguna. Las investigaciones de Marx tienen valor científico porque alcanzan a prever el futuro de la sociedad capitalista. Si "El Capital" fuera sólo una teoría de la empresa —tal como se lo estudia en las universidades del sistema— o una teoría de la explotación —como se la entiende en muchos círculos políticos de cierta "izquierda marxista"— el materialismo histórico <<vería desaparecer bajo sus pies el suelo granítico de la necesidad histórica objetiva>> (Rosa Luxemburgo), y el socialismo quedaría reducido a un problema de pura "conciencia", sin más valor ni trascendencia histórica que cualquier ideario moral, dogma filosófico o creencia religiosa.

Por lo tanto, no se puede hablar del marxismo como ciencia si no se reconoce la objetividad de sus premisas y la verdad de sus resultados; si no se acepta "a priori", antes de la lucha política, su racionalidad científica y, por tanto, la necesidad del socialismo, como guía y sentido moral de la lucha por ese necesario progreso que demanda la realidad aunque no lo anuncie.

En tal sentido, es falsa la afirmación de aquellos que en nombre de la lucha de clases y de la ciencia marxista, descartan la teoría del derrumbe pretextando el infundio de que reduce el marxismo a un automatismo economicista. Quienes así razonan, confunden irresponsablemente la tendencia con su realización, la lógica con la historia, la práctica teorica con la práctica política la necesidad con la posibilidad...

La política es solamente la posibilidad de concretar lo necesario, en la medida en que se actúa bien políticamente se está frente a la posibilidad de hacer real lo necesario. Por eso "el arte de la política es el arte de hacer posible lo necesario"; lo que pasa es que lo necesario para la burguesía es su necesidad subjetiva como clase dominante, pero que no tiene nada que ver con la objetividad de lo racional demandado por el concepto, esto es, por el desarrollo de las fuerzas productivas, cuya verdad se pone paradójicamente de manifiesto en la forma irracional de ser por ese otro (la burguesía), forma todavía impropia de superar el ya decadente capitalismo, es decir, durante las crisis, las guerras y demás noxas sociales derivadas de dicha irracionalidad.

Y de esta confusión al reduccionismo practicista y al desprecio por la TEORÍA REVOLUCIONARIA hay un solo paso: el que alternativamente conduce al empirismo pragmático reformista o al voluntarismo utópico idealista violento o pacífico, da igual. Aquí, el Hegel de la "Lógica" acude en ayuda de Marx y los revolucionarios no nos avergonzamos de ello, sino al contrario.

Si en Marx hubiera un automatismo economicista no habría dado tanta importancia a la lucha de clases que consideraba "motor de la historia". En una carta enviada a Engels el 30/4/1868, en la que sintetiza el curso seguido por su pensamiento en los tomos I y II de "El Capital", dice:

<<...En fin, dando por sentado que estos tres elementos salario del trabajo, renta del suelo, ganancia, son las fuentes de ingreso de las tres clases, a saber: la de los terratenientes, la de los capitalistas y la de los obreros asalariados —como conclusión, LA LUCHA DE CLASES, en la cual el movimiento se descompone y que es el desenlace de toda esta mierda...>> (Carta de Marx a Engels del 30/04/868))

En el contexto de la obra de Marx, esto quiere decir que solo de la tendencia económica al derrumbe del sistema capitalista puede el proletariado sacar la fuerza y la dirección política que descompone el movimiento de la sociedad burguesa; que la necesidad de luchar por el socialismo, su justificación histórica y posibilidad real concreta, residen en la tendencia objetiva del movimiento protagonizado por el salario, la renta y la ganancia industrial; y que la lucha política del proletariado —producto de esa tendencia científica o de esa tendencia descubierta cintíficamente— es la que se encarga de hacer históricamente posible lo teóricamente necesario. Es en virtud de esa certidumbre teórica que los comunistas confían el futuro de la humanidad a la clase obrera, independientemente de sus ocasionales cambios en su estado de ánimo y de su mayor o menor combatividad; tal es el fundamento y carácter de la moral revolucionaria, del compromiso permanente con la revolución socialista. 

Esto es lo que hace a la naturaleza, a la objetividad, a la sustancia, del vocablo vanguardia revolucionaria. Que consiste en ser la continuidad revolucionaria dentro de la discontinuidad de la lucha de clases, es decir, que independientemente de los vaivenes de la historia sigue manteniendo el mismo rumbo, que no pierde la perspectiva de la revolución, que no se deja engañar por los espejismos de la historia, y para eso hay que tener un profundo conocimiento científico de la realidad, es decir, que la moral revolucionaria se nutre de la ciencia, del saber científico. Una moral militante sin fundamento científico sólo se sostiene alternativamente prendida de los movimientos de masa de magnitud durante los ascensos de las luchas y de la mística revolucionaria abstracta propia de las sectas durante los momentos de retroceso. Nada que ver con un comportamiento efectivamente subversivo.

Al divorciar su acción política de la teoría del derrumbe, las corrientes reformista y voluntarista tuvieron que poner alternativamente el futuro socialista, bien en la evolución natural del capitalismo, bien en la pura voluntad política de los revolucionarios. Tal es la raíz teórica de la operación política que permitió elevar la lucha de clases o práctica política al rango de criterio ABSOLUTO de verdad.

De acuerdo con semejante concepción, la verdad del materialismo histórico en general y de "El Capital" en especial, sería algo a demostrar por los hechos históricos mismos, lo cual comportaría transformar automáticamente la necesidad del socialismo en pura contingencia. Quienes así piensan, creen verse autorizados por las "Tesis Sobre Feüerbach". Entre el vaciamiento científico de "El Capital" y este reduccionismo practicista de las "Tesis" hay un estrecho vínculo ideológico. Ya hemos visto a qué desvaríos conduce teóricamente y a qué ha conducido prácticamente.

Pero el caso es que la consistencia del concepto marxista de "praxis" nada tiene que ver con el practicismo de los reformistas y de los voluntaristas. Como hemos visto al principio de este trabajo, hasta mediados del siglo XIX, los filósofos idealistas habían venido hurgando obsesiva y afanosamente en las formas del pensamiento, para aprehender el sentido y realidad de la existencia humana; buscaban la verdad de los seres humanos en las ideas que estos se hacían acerca de su propia realidad en el Mundo. El objeto de su actividad teórica no era el ser social sino sus reflejos en la mente; especulaban repensando el pensamiento; haciendo recaer su reflexión no directamente sobre la vida de los hombres, sobre su práctica social, sino sobre su representación en los conceptos. 

...Se imaginaban un tipo de ser humano y luego pensaban sobre ese concepto, sobre lo que se imaginaban de él. No partían de premisas reales si no de premisas que ellos mismos se hacían...

...Tal era el método especulativo de la metafísica idealista que culminó en Hegel. Feüerbach fue el primero de los "jóvenes hegelianos" que rompió con la superchería filosófica del idealismo alemán, al demostrar que la filosofía de Hegel era teología racionalizada y concluir en la tesis de que la esencia del ser humano no está en su pensamiento sino en la realidad sensible. "El hombre es lo que come", llegó a afirmar. Pero esto no alcanzó a ser una subversión teórica completa del idealismo. Porque al concebir esta materialidad sin el componente activo de la práctica social transformadora, Feüerbach, tal como el idealismo, tuvo que considerar la actividad del hombre de modo abstracto, unicamente bajo la forma de la sensibilidad y de la contemplación, esto es, de la pasividad; no como trabajador sino en tanto ser que capta e intelectualiza lo que percibe y asimila mediante los sentidos y corporalmente, pero nada más. 

Si el ser humano es lo que come, se confirma como un ser menesteroso, es el ser que usufructua de algo para poder sobrevivir. Pero en la medida en que consume es puramente pasivo no es activo, es activo desde el punto de vista de los principios naturales inconscientes o reflejos del apetito y la digestión, pero no como ser social, sino como un ente natural, por eso Feurbach no transcendió el naturalismo.

Este desconocimiento del papel de la praxis social transdformadora distintiva del ser humano, le mantuvo preso de la metafísica. Aun habiendo proclamado la necesidad de remitir el pensamiento a la realidad, Feüerbach, de hecho, partió de conceptos o categorías abstractas ya sedimentadas por la tradición filosófica... que eran los materialistas como Hollbach, Avenarius.... Tales como las ideas de individuo, especie, sus cualidades, etc.,etc.; es decir, de la realidad meramente sensible.

La revolución teórica del marxismo, consistió en remitir el pensamiento directamente a la realidad material más simple y originaria, verificable empíricamente a lo largo de la historia, como es el hecho de que los seres humanos, desde que dejaron de ser primates han tenido siempre que trabajar para vivir:

<<Las premisas de que partimos no son arbitrarias, no son dogmas (no son inventos, no son elucubraciones a cerca de lo que es o debiera ser el ser humano), sino premisas reales, de las que solo es posible abstraerse en la imaginación —dicen Marx y Engels en "La Ideología Alemana". Son los individuos reales, su acción y sus condiciones materiales de vida, tanto aquellas con las que se ha encontrado ya hechas (las materias primas), como las engendradas por su propia acción (los instrumentos de tabajo. Estas premisas pueden comprobarse, consiguientemente, por la vía puramente práctico-empírica. (...) Podemos distinguir a los hombres de los animales por la conciencia, por la religión o por lo que se quiera. Pero los hombres comienzan a ver la diferencia tan pronto comienzan a producir sus medios de vida...>> (Op.cit.)

Marx y Engels no partieron de abstracciones ni de conceptos o presupuestos teóricos sino del ser humano concreto considerado en su actividad productiva, es decir, de sus relaciones económicas y sociales:

<<Totalmente al contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana, que desciende del cielo sobre la tierra, aquí se asciende de la tierra al cielo. Es decir, no se parte de lo que los hombres dicen, se representan o se imaginan, ni tampoco del hombre predicado, pensado, representado o imaginado, para llegar, arrancando de aquí, al hombre de carne y hueso; se parte del hombre que realmente actúa y, arrancando de su proceso de vida real, se expone también el desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida. (la filosofía tradicional parte de la superestructura para llegar a explicar lo que el hombre es en realidad, Marx parte de lo que el hombre es en realidad que no necesita ninguna reflexión, sino que se comprueba empíricamente, y de ahí explica su manera de pensar) También las formaciones nebulosas que se condensan en el cerebro de los hombres son sublimaciones de su proceso material de vida, proceso empíricamente registrable y ligado a condiciones materiales. La moral, la religión, la metafísica y cualquier otra ideología y las formas de conciencia que a ellas corresponden, pierden, así, la apariencia de su propia sustantividad (todas las presuntas ciencias morales, como la psicología, la filosofía, etc., no tienen sustantividad, la verdadera sustantividad de esas formas de manifestación del intelecto están en la vida material de los seres humanos. Por lo tanto, para poder explicar esas formas de manifestación hay que comprender la vida material de los hombres. En cambio, la filosofía tradicional ha partido de lo representado, y desde lo representado quiso llegar a lo real.)(...) No es la conciencia la que determina la vida sino la vida la que determina la conciencia (...) se parte del mismo individuo real y viviente y se considera la conciencia solamente como su conciencia (la conciencia del individuo real). En cuanto se expone este proceso activo de vida, la historia deja de ser una colección de hechos muertos, como lo es para los empíricos (es decir, para los reformistas), todavía abstractos, o una acción imaginaria de sujetos imaginarios (como lo es para los idealistas, que piensan una revolución y la persiguen, que se abstraen.), como lo es para los idealistas...>> Op. Cit. Lo entre paréntesis es nuestro)

Este es el contexto argumental en el que hay que ubicar las "Tesis Sobre Feüerbach"; en la necesidad de comprender o integrar la práctica teórica en la práctica social junto a la práctica política. Nada más ajeno al marxismo que relegar la práctica teórica como si no fuera parte de la práctica social con el mismo estatus que la práctica política. Nada más propio del Materialismo Histórico que entender la práctica teórica y asumirla como una de las necesarias formas de la lucha de clases, en tanto premisa o condición de la objetividad o verdad científica, en contraste con la metafísica del pensamiento puro, abstracto, especulativo o ideológico. Es allí, en la práctica social como complejo de práctica teórica y práctica política, en permanente referencia a ella y comprometido en ella, donde el ser humano debe demostrar teórica y políticamente la verdad. Tal es el sentido de la segunda tesis de Feuerbach:

<<...es decir, la realidad (lo real en tanto racional) y el poder (teórico y político, esto es), la terrenalidad de su pensamiento (porque sin teoría revolucionaria no hay terrenalidad del pensamiento y no hay práctica política que valga). La disputa sobre la realidad o irrealidad del pensamiento —aislado de la práctica (social, es decir, teórica y política)— es un problema puramente escolástico>> (K.Marx: "Segunda tesis sobre Feüerbach").

Y en la octava tesis —que reformistas y voluntaristas obviamente desvinculan de la segunda del mismo modo que desvinculan la práctica teórica de la práctica política— Marx fue todavía mas explícito cuando encuadró a la teoría revolucionaria dentro de la práctica social, confiriéndole aquí la labor desmistificadora preminente de comprender esa práctica mediante el pensamiento científico, como única posibilidad real de transformarla:

<<Toda la vida social es, en esencia, práctica (esto es, teórica y política en tanto específica o propiamente humana). Todos los misterios que conducen la teoría al misticismo encuentran solución racional en la práctica humana y en la comprensión de esa práctica>>. (Op. cit. Lo entre paréntesis es nuestro) 

Y la comprensión de esa práctica no es un problema exclusivamente práctico-político, es un problema eminentemente práctico-teórico. Desde la práctica política pura no se puede comprender la práctica social, es imposible, y lo estamos viendo día que pasa. Cuando cambia el signo político de la historia, en la medida en que no se comprende la práctica social por la práctica teórica, es imposible sustraerse a la gravidez ideológica de la nueva realidad política imperante. Siendo de carácter discontinuo, la lucha política de clases no garantiza la continuidad del accionar revolucionario. Menos aún su dirección correcta y la prioridad en las tareas militantes en cada momento.

Resumiendo: hablábamos de la práctica social que incluye la práctica teórica y la práctica política. Y que la práctica política está regida por la práctica teórica. Al divorciar su acción política de la teoría del derrumbe, las corrientes reformista y voluntarista tuvieron que poner alternativamente el futuro socialista, bien en la evolución natural del capitalismo, bien en la pura voluntad de los revolucionarios. Tal es la raíz teórica de la operación política que permitió elevar la lucha de clases o práctica política al rango de criterio ABSOLUTO de verdad.

De acuerdo con semejante concepción, la verdad del materialismo sería algo a demostrar por los hechos históricos mismos. O sea, que de las propias premisas, y del movimiento de la sociedad moderna que presiden las leyes descubiertas por la ciencia social no se desprende ninguna verdad. Entonces, si la teoría tiene hipotecada su verdad a los resultados de la historia, el esfuerzo de teorizar no sirve para nada y el valor político de obras como "El Capital" es nulo. Tal es la estúpida conclusión de semejante criterio practicista de la verdad, que de hecho ha venido prevaleciendo en todas las organizaciones políticas del movimiento obrero desde sus mismos orígenes.

Con estas aclaraciones se comprende lo que Marx quiso decir y efectivamente dijo acerca de la noción de verdad en la segunda tesis sobre Feüerbach.Y en la octava tesis —que reformistas y voluntaristas obviamente desvinculan de la segunda del mismo modo que desvinculan la práctica teórica de la práctica política— Marx será todavía más explícito cuando encuadra a la teoría revolucionaria dentro de la práctica social, confiriéndole aquí la labor desmistificadora preminente de comprender esa práctica, como única posibilidad real de transformarla:

<<Toda la vida social es, en esencia, práctica>> (K. Marx: Op.cit.)

En los "Manuscritos Económico-Filosóficos", Marx entiende que la actividad del espíritu no se puede deslindar del comportamiento humano en sociedad, y que ambas actividades —la actividad teórica y la acción política— constituyen la unidad dialéctica inseparable que él llama "práctica social", donde la actividad del espíritu o del pensamiento, es el "aspecto teórico" de esa vida social:

<<La actividad (política) y el espíritu (la teoría) así como su (mismo) contenido, poseen, por su propio modo de desarrollo, un carácter social, (aquí está definida la práctica social) son actividad social y espíritu social. En su conjunto mi conciencia no es sino el aspecto teórico de aquello de lo cual la comunidad real, la sociedad, es la forma viva (...) lo que hace que la actividad de mi conciencia como tal sea también mi existencia teórica como ser social...>> (Op.cit. Lo entre paréntesis es nuestro)

Esto quiere decir:

  1. Que la teoría, junto al resto de las representaciones que los hombres se hacen del mundo en que viven -incluido el pensamiento metafísico- forma parte de la práctica social;
  2. Que el carácter científico de la práctica intelectual, la verdad teórica, consiste en la objetividad de sus premisas y en el descubrimiento de la legalidad que preside su despliegue lógico; donde la locución "objetividad de las premisas" significa que se empieza por aplicar la acción de pensar sobre, simples observaciones de la realidad, como el hecho de que las personas intercambian lo que producen; se parte de la representación en la mente de objetos donde el ejercicio de la abstracción es imposible y no necesitan de una elaboración intelectual previa, no de objetos abstractos imaginados o creados por el pensamiento sino de objetos concretos.
  3. Que la verdad o falsedad de las conclusiones teóricas no dependen de ningún resultado práctico sino de la objetividad de sus premisas y de la coherencia lógica de su desarrollo en el pensamiento.
  4. Que sin ceñirse a lo resultados de la práctica teórica científica, ninguna práctica política puede alcanzar el carácter de realidad racional y, por tanto, absolutamente ninguna viabilidad histórica.

De modo que en Marx no hay nada que permita entender la práctica política como criterio absoluto de verdad. Es justamente al revés. La verdad de la práctica política tiene su posibilidad real —y por tanto raciona—l de existencia, en la práctica teórica, en la teoría científica. Porque, en general, esa práctica política, aparece bajo formas de conciencia que velan su propia verdad. De ahí la necesidad de la ciencia para la necesaria desmistificación de la propia acción y a modo de guía para hacerla racional políticamente.

En todo caso, la práctica política como criterio de verdad solo vale para los postulados o las orientaciones de una acción concreta; para toda proposición política o histórica en la que intervengan voluntades, individuales o colectivas en acción. La práctica política vale como criterio absoluto de verdad, por ejemplo, en una huelga, donde la decisión de actuar no depende de ninguna previsión cientifica sino de las propias circunstancias, como la elección del momento o el qué hacer si el conflicto se prolonga y ante la reiterada falta de cobro de sus salarios, un sector numeroso de huelguistas evidencia cansancio y desmoralización amenazando la unidad y fortaleza del movimiento.

Lo mismo cabe para procesos bélicos como el de Chechenia o el que enfrentó a la OTAN con el régimen de Milosevik en Yugoslavia. Para saber según sus resultados, por ejemplo, lo acertado o erróneo de la elección del momento de un ataque según las condiciones previas (correlación de fuerzas, estado de ánimo de la tropa, disponibilidades logísticas, etc.) así como los criterios de oportunidad en cuanto a los medios de acción empleados en ella., disposición de las fuerzas en el escenario del conflicto, desplazamiento táctico de efectivos, etc.

Otra cosa es un programa político revolucionario, que no está en función de la lucha sino al revés, ya que el programa de acción de gobierno es la razón de la lucha y guía para el ejercicio del poder triunfante, su fundamento; el principio activo de la moral de combate y su finalidad, lo cual no depende de ninguna de las consideraciones tácticas que hacen al planteo y ejecución de la lucha misma. Y la Idea del comunismo es la unidad del sujeto como concepto, esto es, los militantes y el partido en tanto ser para sí, encarnación de la ciencia social o conciencia de clase, y del objeto como sustancia , o sea, las relaciones de producción alternativas o sustitutas de la sociedad que se quiere revolucionar. Y esto es tarea exclusiva y eminente de la teoría revolucionaria. Tanto para crear el sujeto como concepto o ser para sí de la clase obrera (unidad del materialismo histórico y su objetividad: el partido revolucionario), como para aplicar ese concepto a las condiciones de la sociedad a transformar, dando pábulo al programa que es la sustancia del objeto: la nueva sociedad superadora. He aquí el valor político revolucionario del método dialéctico hegeliano puesto sobre sus pies.

De modo que las "Tesis sobre Feüerbach" no invalidan el "a priori" científico de la práctica teórica, sino que lo destacan como parte ineludible de la práctica social revolucionaria. Para Marx, tanto el conocimiento de las condiciones objetivas o circunstancias de los sujetos reales, como su propia actividad transformadora, constituyen en íntima unidad la práctica social revolucionaria :

<<La conciencia del cambio de las circunstancias con el de la actividad humana o cambio de los seres humanos mismos, sólo puede imaginarse y entenderse racionalmente como práctica revolucionaria>> (K. Marx: "Tercera tesis")

Una vez más, se confirma que, según el materialismo histórico, tanto la acción política directa, como la práctica teórica, son dos partes integrantes imprescindibles de la práctica social revolucionaria, pero con el requisito de entender a la teoría científica como posibilidad real de una práctica política efectivamente revolucionaria. De ahí la importancia de la práctica teórica y del debate ideológico, tareas de las que tanto los reformistas como los voluntaristas huyen como de la peste:

<<Sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario>> [Lenin: "Qué Hacer". Cap. 1 ap.d )]

En este sentido, se puede decir que "El Capital", o sea, la teoría revolucionaria, no necesita el resultado de la práctica política para obtener la prueba de su verdad. Porque ésta ya la pasó teóricamente (Althusser). Lo que el proletariado debe demostrar en la práctica política, es ser capaz de cumplir históricamente con las exigencias políticas de la teoría revolucionaria, de la tendencia económica desvelada por la ciencia, por la práctica teórica. En este sentido, más esclarecedor, que las "Tesis" nos parece aquel pasaje de 1843 de la Introducción a la "Crítica de la Filosofía Hegeliana del Derecho Estatal", donde Marx dice que:

<<...El arma de la crítica (la teoría) no puede reemplazar a la crítica de las armas (la práctica), pero se hace revolucionaria cuando se apodera de las masas...>> (op.cit. Lo entre paréntesis es nuestro)

Entonces, no es que la teoría revolucionaria, el materialismo histórico que fundamenta el socialismo tenga hipotecada su razón o su verdad a los resultados de la lucha política de clases en la historia. Al contrario. Es la historia la que está pendiente de levantar su hipoteca con la razón científica. Y en esto la responsabilidad fundamental recae sobre el proletariado.

Es decir, la crisis de la humanidad no es la crisis del marxismo, sino la crisis de dirección del proletariado, cuyo movimiento político ha devenido como un ser en sí o ser por otro al resistirse y tardar en asumir la teoría del materialismo histórico; que se rebela contra el capitalismo porque las contradicciones le llevan a enfrentarse con el sistema. Pero de estas condiciones no puede resultar un movimiento verdaderamente revolucionario.

Esto quiere decir que el proletariado tiene su cometido histórico científicamente previsto a despecho de todos los despropósitos políticos cometidos y que aun pueda llegar a cometer. Incluso, el hecho de llevar esa razón por adelantado, da a la ciencia un carácter político que transciende su objetividad teórica, al hacer de ella un poderoso arsenal revolucionario. Tal es el sentido de las palabras de Marx al decir que la teoría <<puede abreviar y mitigar los dolores del parto>> (K.Marx: "El Capital" Prólogo a la primera edición alemana)

Otra cosa es cómo se conseguirá; cuando; las veces que será preciso intentarlo; cuantas indecisiones habrá; cuantos errores, cuantas inconsecuencias con la teoría, las formas que adoptará la lucha, sus sinuosidades, interrupciones, avances, retrocesos, triunfos, derrotas, etc.:

<<...cualquier intento de dar por sentadas de antemano con toda precisión las probabilidades de la lucha, sería pura charlatanería y pedantería imperdonables. Marx consideraba la historia desde el punto de vista de los que crean sin poder prever infaliblemente por adelantado las probabilidades de éxito...>> ( K.Marx: Carta a Kugelmann del 17/4/87l)

Este contexto histórico, el horizonte de posibilidades abiertas a la acción que ninguna teoría puede aprehender "a priori", es el que da sentido y significación a la "Novena Tesis". Porque en medio de un cúmulo de circunstancias que se atropellan unas con otras, la mayoría de ellas contradictorias y a veces absurdas y hasta azarosas, solo la práctica, el resultado, es el juez inapelable de la acción política:

<<...la historia sería totalmente mística, si las "casualidades" no desempeñaran en ella ningún papel. Naturalmente, estas casualidades entran en el marco de la evolución general y son compensadas, a su vez, por otras casualidades. Pero la aceleración y la disminución del movimiento dependen mucho de "casualidades" de éste tipo; y entre ellas figura también esta otra casualidad: el carácter de la gente que se encuentra a la cabeza del movimiento, al comienzo...>> (Ibíd)

Con todo, en ese actuar se incluye también el momento de la reflexión, donde las alternativas tácticas que se proyecten, deben homologarse permanentemente con los principios políticos que están en las leyes del desarrollo social desvelados por la ciencia. Como parte de la praxis revolucionaria -previa y posterior a la acción política- media la reflexión teórica. Pero esta relación dialéctica de complementación entre teoría y práctica, este ámbito en el que la conciencia objetiva del proletariado se proyecta hacia la revolución, sólo es coherentemente posible y coadyuvante a esos fines a condición de suponer los resultados científicos previos, en nuestro caso, ceñirse estrictamente a los principios fundamentales, esto es: "El Capital". De modo que la práctica política es criterio de verdad, a condición de poner LA VERDAD como fundamento de esa práctica.

De modo que aun en esta instancia de la praxis revolucionaria, la reflexión teórica en el contexto de la lucha, para ser creadora y eficaz a los fines políticos revolucionarios, tiene un carácter estratégicamente subordinado, permaneciendo sujeta a los resultados científicos previos.  

No se puede uno evadir arbitrariamente de la teoría sin perder la libertad, porque la libertad consiste en el conocimiento de la racionalidad necesaria. La teoría es la que marca el sentido exitoso de la lucha, incluso la forma y hasta los medios de acción a utilizar. No se puede, no hay libertad para la acción política sin teoría revolucionaria. No la hay, es la teoría la que prescribe el curso de la práctica política conducente a los fines revolucionarios. La libertad es un proceso gradulal que consiste en conseguir determinados objetivos bajo determinadas condiciones. Se confunde libertad con arbitrariedad, un concepto de libertad absoluta consagrado por la pequeñoburguesía, sabedora de que sólo puede superar su condición de clase propietaria subalterna con la imaginación.

De la reflexión en el escenario de la lucha es imposible esperar la formulación de leyes, porque para eso, hacen falta comportamientos regulares, líneas de acción fijas y uniformes, objetivas, independientes de la voluntad de los hombres, medibles, como la ley del límite absoluto de la jornada laboral o la ley de la caída tendencial de la tasa de ganancia. 

Porque las relaciones capitalistas son relaciones objetivas, donde no prima la voluntad de los sujetos, sino que hay una objetividad, un espíritu objetivo que determina el comportamiento de los sujetos. No es el burgués el que lleva la mercancía al mercado, sino que es su mercancía la que le lleva a él. Su destino como burgués depende de su mercancía, no depende de él. Depende de él en la medida en que se ajuste al tiempo de trabajo socialmente necesario. Y eso es una realidad que determina el mercado, no los agentes económicos.

No obstante, este pensamiento y esta acción, constitutivas de la praxis política revolucionaria, resultan decisivas. Son por igual causa eficiente de la subversión. Es esta praxis la que convierte en verdad objetiva la verdad teórica. 

La práctica teórica previa que descubre la naturaleza de la realidad a transformar, es la condición necesaria de la libertad, de la transformación revolucionaria del proletariado. La reflexión teórica en el contexto de la lucha, tiene un carácter estratégicamente subordinado, porque la condición de que sea eficaz está en la verdad o justeza del programa, y esto es tarea de la práctica teórica. Por más inteligente que sea un táctico, si no dispone de un programa político resultado de la investigación científica de la materia económica y social a transformar, esa táctica se consume en sí misma, porque el táctico puede saber incluso cómo se comporta el enemigo, y puede llegar derrotarlo, pero resulta que si su programa no contiene el conocimiento de lo que es necesario hacer para trascender la sociedad actual, su victoria militar revierte en una segura derrota política estratégica.

Lo reformistas armados y no armados no tienen este problema. En la medida en que para ellos no se trata de trascender ni revolucionar nada no necesitan de la teoría revolucionaria. Ellos no están interesados en formular un programa y ejercitar una voluntad política que rompa racionalmente con el sistema capitalista. De ahí su desprecio por el materialismo histórico, filosofía de la que sólo han tomado la letra, el discurso adecuadamente manipulado para falsear su espíritu. El uso pragmático que han hecho de las Tesis sobre Feüerbach" es una entre otras muchas tergiversaciones del materialismo histórico que han perpetrado las direcciones ideológicas y políticas del movimiento obrero internacional desde la desaparición del movimiento bolchevique. Desde el punto de vista de la esencia de clase burguesa que encarnan, la táctica de los reformistas para la toma del poder coincide inmediatamente con la estrategia de la burguesía en su conjunto para conservarlo. Tanto más cuanto más avanza el proceso irreversible de acumulación y de centralización de los capitales que torna cada vez más imposible las políticas de reforma de estructura al interior del sistema.

 

Pero nosotros estamos hablando de la práctica revolucionaria, por lo tanto, incluso la reflexión, que es propia de la táctica a desarrollar en medio de una lucha concreta tiene que tener como condición la investigación científica previa, es decir, el conocimiento objetivo de la realidad para tener éxito en la tarea de su transformación revolucionaria. Porque estamos hablando de la práctica revolucionaria, no de la práctica política de organizaciones políticas como el P.C.E., el PSOE o el MLNV.

Pero si bien las leyes que rigen la estructura constituyen su base, la historia es bastante más que eso: no basta comprender y explicar la sociedad basada en la producción de mercancías, sino que hay que abolirla. En suma, la teoría científica descubre las leyes inmanentes que rigen el desarrollo social, anticipa la inevitabilidad de la lucha y reclama por la necesaria resolución de las contradicciones en el sentido previsto por ella, en tanto que la práctica política -incluída su teoría (la teoría en el tránsito de la lucha)- se encarga de dirimir en los escenarios de la historia, cuando, cómo y cuales serán las alternativas que harán realmente posible lo necesario. 

Porque hay momentos en que hay que echarse para atrás. A veces la burguesía provoca prematuramente un enfrentamiento, para machacarlo. Hay que saber en qué momento uno tiene que dar la batalla.

La práctica como criterio absoluto de verdad, esto es, "libre", en tanto desvinculada del concepto rector de la teoría, remite alternativamente al oportunismo y al voluntarismo. Esta es la razón por la cual Bernstein y la socialdemocracia alemana tuvieron que negar la teoría del derrumbe del capitalismo. Querían sentirse prácticamente "libres" de la teoría para poder conciliar con el sistema:

<<...Y qué es lo que principalmente la caracteriza (a la práctica oportunista) en su exterior? -se pregunta Rosa Luxemburgo en "Reforma o Revolución"- Su hostilidad contra la teoría. Y esto es muy natural; pues nuestra "teoría", es decir, los principios del socialismo científico, establece líneas marcadísimas para la actividad práctica, tanto respecto a los fines, como a los medios de lucha a emplear y a la forma de combatir. Por ello muéstrase, en aquellos que no pretenden conseguir más que resultados prácticos (dentro del sistema, es decir, sacarle partido al sistema), la tendencia natural a pedir libertad de movimientos, esto es, a separar la "teoría" de la práctica, a independizarse de aquella. Porque esta teoría se vuelve contra ellos en todo momento...>> (Op.Cit.)

El voluntarismo, contrapartida del oportunismo, también está en la raíz del desprecio por la teoría y de la reivindicación de la pura práctica como criterio absoluto de verdad. A diferencia del oportunismo, esta concepción de la política adhiere a la idea de la necesidad del socialismo. Pero es una necesidad puramente subjetiva, en tanto su acción no tiene en cuenta las condiciones y tiende permanentemente a confundir la táctica con la estrategia desbordando las posibilidades políticas reales ante los abstractos requerimientos del puro "ideal revolucionario".

Oportunismo y principismo voluntarista, ambos permanecen encadenados al inmediatismo de la práctica como criterio absoluto de verdad. El uno mediante la invariable estrategia de adaptación al sistema; el otro, mediante la política de permanente ruptura revolucionaria utópica con él, lo que equivale a dejarle intangible, en tanto pretende pasar por encima de determinadas condiciones que no se pueden superar sino con un grado de desarrollo de las fuerzas productivas todavía inexistente. Y como ambas desviaciones tienen idéntica raíz ideológica, el transfugismo del uno al otro siempre está latiendo en el subsuelo de la historia. El predominio social de cualquiera de ellos, depende normalmente de los vaivenes políticos del movimiento de masas en la superficie de la sociedad, cuyo principio activo está en "la práctica política como criterio absoluto de verdad". La singularidad histórica de estas desviaciones está en que son prácticamente barridas de la escena política durante la crisis revolucionaria, es decir, cuando a la ciencia le llega el momento de su verificación empírica.

En los primeros años de la revolución rusa, también se hizo presente este peligro. Lenin en su "¿Qué Hacer?" denuncia a las fracciones políticas dentro de la socialdemocracia rusa que, reclamando "libertad de crítica" dentro del POSDR, en realidad buscaban prescindir de todo principio teórico, poniendo de manifiesto un total desprecio por la teoría. Es el momento en que formula aquel ya tan mentado como poco respetado aforismo ya citado, en que pone a la práctica terórica revolucionaria como condición de existencia del movimiento revolucionario.

Disraeli decía que la política es el arte de hacer posible lo necesario. O sea, concretar subjetivamente lo que tiende a su lógica realización objetiva. Los oportunistas de la Segunda Internacional han logrado popularizar una versión mutilada de esta magistral definición, diciendo que la política es "el arte de lo posible", es decir, vamos hasta donde podemos, hasta donde nos deja el sistema, con lo cual se han quitado de enmedio el fastidioso componente de la racionalidad histórica necesaria a fin de sentirse política y moralmente legitimados para acomodarse dentro del istema, acompañando a la burguesía en cada una de las realidades actuales. Ahora vemos que la historia se repite.

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