04. Lo que todo asalariado debiera saber y difundir….

…en lugar de limitarse a envilecer su espíritu con los estúpidos  jueguitos electrónicos de los móviles, las drogas y la industria del espectáculo…

 

Salario real y salario relativo

El salario real es el sueldo en metálico que perciben mensualmente los empleados, dividido por la suma de los precios que conforman la canasta familiar. Y la participación de ese salario en el reparto de la riqueza, es inversamente proporcional a la plusvalía que mes a mes acumulan los capitalistas; de lo cual resulta el llamado salario relativo.  El límite mínimo que el capitalista debe invertir en salarios, está determinado por el mínimo histórico de los  medios de vida que cada obrero necesita diariamente, para reproducir la fuerza de trabajo que gasta durante cada jornada de labor —en condiciones de uso productivo óptimo— así como para el mantenimiento de su prole. Necesidades que varían en cada momento y lugar. En cuanto al límite máximo del salario, también está objetivamente determinado, ya que cualquier aumento salarial sólo es posible, en tanto y cuanto no disminuya la masa de ganancia hasta un punto, en que a los capitalistas no les resulte redituable y se vean obligados a desinvertir en salarios generando paro.   

Dicho esto con más precisión la cosa se explica así: el incremento de los salarios reales encuentra su límite máximo, en el mínimo plusvalor que garantiza la rentabilidad del capital invertido por los patronos capitalistas, mientras que el mínimo salario relativo está determinado por el costo laboral de obtener el mayor rendimiento del trabajo. Entre estos dos límites queda fijado el campo de la lucha entre las dos clases sociales universales por la participación en la productividad del trabajo y la riqueza resultante dentro del sistema capitalista. Teniendo en cuenta todos estos elementos, comprobaremos siguiendo a Marx, que durante cada jornada de labor, el valor retribuido de la fuerza de trabajo y la plusvalía, fluctúan dentro de unos márgenes estrictamente acotados que no dependen de la voluntad de nadie. Si al analizar esta realidad nos salimos de tales márgenes, estaremos violando ilusoriamente las leyes objetivas del sistema capitalista, de modo que los resultados a que lleguemos serán engañosos, totalmente faltos de veracidad científica.

Un procedimiento para aumentar la plusvalía capitalista, consiste en extender la jornada de labor haciendo trabajar al obrero en cada jornada durante más tiempo, a cambio del mismo salario. A esta forma de aumentar la producción de plusvalía se la denomina plusvalía absoluta, porque crece respecto de sí misma, independientemente del tiempo de trabajo que crea valor equivalente al salario. Dicho de otra forma, consiste en trabajar más tiempo a cambio del mismo salario. En la etapa infantil o temprana del capitalismo, bajo condiciones en que el desarrollo técnico y la productividad del trabajo aumentaban lentamente, los noveles patronos capitalistas sólo podían aumentar sus ganancias haciendo trabajar a sus empleados durante más horas, o bien aumentando el número de éstos, es decir, que el incremento de la plusvalía total se conseguía como consecuencia de la extensión de la jornada total colectiva de los asalariados.

Pero a partir de determinado momento, según fue avanzando el progreso científico técnico inducido por la competencia intercapitalista incorporado a los medios de trabajo, se hizo posible, también, la aplicación de métodos no ya extensivos sino intensivos para aumentar la producción de plusvalía, consiguiendo que el trabajo del obrero produzca más valor en la misma unidad de tiempo utilizando más eficaces y costosos medios de producción. A esto Marx le llamó plusvalía relativa.

El progreso de las fuerzas productivas —su mayor eficacia— tiene, pues su fundamento, en utilizar más eficaces medios técnicos para conseguir que la fuerza de trabajo colectiva produzca más riqueza o valor por unidad de tiempo o, lo que es lo mismo, que cada operario mueva más medios de trabajo simultáneamente. Pero tal proceso no tiene su origen en el ámbito de la producción sino en el mercado, donde los capitalistas compiten ofreciendo sus productos en términos de costes, calidad y precios, cada uno procurando para sí acaparar una cuota parte mayor en el reparto del plusvalor global producido. Un fenómeno que tiene su efecto en la productividad del trabajo y se traduce en un descenso del valor incorporado a cada unidad de mercancía creada, ya que ese valor está determinado por el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirla[1]. Una de las consecuencias de la mayor productividad del trabajo, es que las mercancías que cada asalariado necesita para vivir se obtengan en cada vez menos tiempo y se abaraten sin perjuicio de su calidad, de lo cual resulta que la fuerza de su trabajo se desvalorice en igual medida que los medios de vida necesarios para reproducirla y, por tanto, la ganancia de los patronos aumente. Este método descrito hasta aquí llamado plusvalía relativa, es uno de los dos procedimientos determinados por el sistema capitalista para aumentar la ganancia y, por tanto el capital global en funciones.

Bajo estas condiciones proyectadas a todas las ramas de la industria, el poder adquisitivo de los salarios tiende a aumentar porque las mercancías que componen la canasta familiar de los asalariados también se abaratan. Y dado que estamos hablando del capital global y de precios promedio, si los salarios nominales se mantuvieran constantes sin otra contrapartida que les afecte, el progreso en la productividad del trabajo beneficiaría exclusivamente a los asalariados. Pero como no estamos en el socialismo sino en el capitalismo, los capitalistas presionan con el paro derivado del progreso técnico que expulsa mano de obra sustituida por medios de producción eficaces, lo cual determina que un cada vez menor número de operarios pongan en movimiento un mayor número de ellos. El resultado de esta movida es que la sustitución de mano de obra por maquinaria crea un exceso de oferta en el mercado de trabajo, presionando a la baja  el precio de los salarios, hasta alcanzar el mínimo posible, al mismo tiempo que aumenta el ritmo del trabajo impuesto en las fábricas por la más acelerada cadencia de la maquinaria entre una operación y la siguiente, y así hasta lograr que el gasto en trabajo físico y mental del obrero, alcance el límite máximo posible de rendimiento al menor coste, de lo cual resulta que los capitalistas reditúan el máximo posible de plusvalor. En estos términos entre el capital y el trabajo sigue planteada la lucha económica de clases en nuestros días.

La lógica impulsora del desarrollo técnico bajo el capitalismo, consiste, pues, en utilizar sucesivamente más eficaces medios de producción de modo tal que aumente la productividad del trabajo y se abarate el valor del salario, es decir la parte pagada de la jornada total del obrero. Así, una parte cada vez mayor de la jornada de labor diaria se dedica a producir plusvalor que se apropian los capitalistas, a cambio de un salario cada vez más reducido sin perjuicio de su poder adquisitivo. Cuando Marx hablaba de la depauperación del proletariado, implícitamente se estaba refiriendo a que el salario relativo, es decir, la relación existente entre lo recibido por cada obrero en concepto de salarios y la totalidad del valor incorporado a las mercancías creadas por él mismo en cada jornada de labor completa, disminuye a medida que aumenta la eficacia productiva de su trabajo:

<<El punto esencial en este proceso es la relación entre lo que produce el trabajador y lo que le es pagado, ambos medidos en valor real. En cuanto que el contrato de trabajo es "libre", lo que el trabajador recibe (en concepto de salario) está determinado no por el valor real de los bienes que produce, sino por sus necesidades mínimas y por la demanda de los capitalistas de fuerza de trabajo en relación con el número de trabajadores compitiendo por trabajar (con medios más eficaces y a ritmos cada vez más rápidos). Es importante entender que incluso en teoría el salario del trabajador no está determinado por el valor de su producto (sino por el mínimo que él y su familia necesitan para vivir. Y a semejante situación tiende objetivamente el capitalismo a instancias de la ley del valor)>>. (A. Einstein: “Por qué el socialismo”. El subrayado y lo entre paréntesis nuestro).

Este pasaje de la obra de Einstein da pie para suponer que probablemente haya leído la parte de los “Grundrisse” (Fundamentos) que Marx escribió entre 1857 y 1858, donde demuestra matemáticamente la tendencia al derrumbe económico del capitalismo como consecuencia del incesante desarrollo tecnológico que deja sin sentido de oportunidad la conversión de salario en plusvalor Una simple tendencia que no se puede consumar sin la intervención política revolucionaria del proletariado. Cfr. con la versión castellana editada por Siglo XXI en Tomo I Cuaderno III Pp. 168 a 172.

 Sintetizando ese trabajo de Marx, decir que para una mejor comprensión de lo expuesto hasta aquí, podríamos representar la jornada de labor en un segmento, donde, por ejemplo, la mitad represente al tiempo de trabajo de cada jornada equivalente al salario diario[2], y la otra mitad al tiempo de trabajo excedente o plusvalía. Si como consecuencia de una mayor productividad del trabajo lo mínimo que el obrero necesita para vivir se obtiene en un menor tiempo de trabajo necesario, la consecuencia inevitable será que crezca la parte de cada jornada en la que el asalariado crea plusvalía que se apropian los patronos. Así, la plusvalía aumenta respecto al trabajo equivalente al salario. Por eso Marx la denominó plusvalía relativa, porque según aumenta la productividad crece más respecto al trabajo equivalente al salario, es decir, aumenta a expensas de él. Aun cuando el poder adquisitivo del salario se mantenga constante, a raíz de que la productividad del trabajo también abarata en la misma proporción las mercancías que conforman la canasta familiar del obrero. Donde el aumento de la plusvalía relativa —basada en la mayor intensidad del trabajo— no excluye a la plusvalía absoluta, basada en la  extensión de la jornada de labor; pudiendo hasta cierto punto aplicarse las dos simultáneamente al mismo proceso productivo[3]. En fin, que al aumentar la plusvalía aumenta la tasa de explotación, aunque el salario del obrero conserve el mismo poder adquisitivo.

Históricamente el salario real o poder adquisitivo de la fuerza de trabajo, ha ido en aumento, es decir que la canasta básica fue  creciendo paulatinamente. El capital ha cumplido una función progresiva en la medida que ha posibilitado la tendencia al aumento del salario real, aunque paradójicamente el salario relativo haya disminuido. Esto ha sido factible gracias a que el aumento en la plusvalía relativa posibilitó al capital compartir con la clase obrera una porción del segmento abatido por el aumento en la productividad del trabajo, siempre que ese reparto sea compatible con la tasa de ganancia. Así, el incremento de los salarios reales encuentra su límite máximo, en el mínimo plusvalor que deja de justificar la inversión de capital para producirlo, mientras que el máximo plusvalor encuentra su límite, en el deterioro físico del obrero que malogra la productividad potencial contenida en los medios de trabajo. Entre estos dos límites queda fijado el campo de la lucha por la participación en la productividad del trabajo entre las dos clases sociales del sistema capitalista.

En una situación con tendencia sostenida al alza en la tasa de ganancia, la inversión en capital fijo y circulante aumenta, el paro remite ante la consecuente mayor oferta de empleo y el capital está —aunque no predispuesto— sí en condiciones económicas de ceder mejoras a los trabajadores, una participación en el progreso de la fuerza productiva del trabajo. En tales circunstancias, esas mejoras se vuelven realmente posibles dentro del sistema. Aun cuando no de modo automático o mecánico, esta situación objetiva acaba por trasladarse al plano subjetivo, en las empresas y en los sindicatos; los asalariados se ven estimulados a luchar por mejorar su salario relativo y sus demandas se traducen así necesariamente en conquistas: El salario relativo de los trabajadores aumenta históricamente (por encima de los niveles anteriores, porque el desarrollo de la fuerza productiva lo permite) aun cuando lógicamente menos que la ganancia del capital.

En el punto más alto de la fase expansiva, e inmediatamente después de la crisis, cuando la economía capitalista entra en la onda de crecimiento lento y buena parte del capital adicional comienza a ser expulsado de la producción porque la ganancia prevista no compensa su inversión. Es  entonces cuando el paro aumenta en la misma proporción en que el crecimiento de la inversión se retrae. Es el momento en que la patronal inicia su ofensiva sobre las condiciones de vida y de trabajo de los asalariados, que así inevitablemente pierden las conquistas logradas con sus luchas durante la fase anterior de crecimiento acelerado. El descenso de la tasa de ganancia y la consecuente desinversión productiva en medios técnicos y fuerza de trabajo—, provocan un exceso de oferta neta de todos los componentes del capital, incluida la fuerza de trabajo, que así se desvalorizan, al tiempo que el crecimiento del paro favorece la super-explotación del trabajo y el consecuente incremento del plusvalor por la vía no ya del aumento en la productividad sino del descenso de los salarios reales y el correspondiente deterioro de su poder adquisitivo, es decir, la pauperización absoluta de los asalariados. Así las cosas y como resultado de todos estos movimientos, la tasa de ganancia comienza a aumentar y el proceso de acumulación de capital inicia un nuevo ciclo periódico en su fase de recuperación, con una mayor capacidad técnica incorporada a los medios de producción que al inicio del ciclo periódico anterior. O sea, con una composición orgánica más alta como relación económica entre la inversión dineraria en medios técnicos y la masa de operarios contratada; relación de valor que no deja de aumentar como condición del incremento en la productividad del trabajo. Lo cual determina que el plusvalor aumente cada vez menos respecto de los costes de producirlo en todas las ramas de la industria. O sea que la Tasa General de Ganancia como relación entre los ingresos en ganancias y los costes de producirla disminuye, reproduciendo así las mismas condiciones que conducen a nuevas crisis.       

Así, según esta deriva del sistema evoluciona entre sucesivos ciclos (de crisis, depresión, recuperación y expansión), llega un momento en este proceso, donde la acumulación del capital global alcanza su máximo grado, es decir, el fenómeno que Henryk Grossmann dio en llamar “sobresaturación de capital”; una situación a la que se llega cuando la productividad técnica contenida en los medios de producción movidos por el trabajo humano contratado, agota la magnitud del salario colectivo para los fines de su conversión en plusvalor. En este trance las dificultades de la burguesía para continuar el proceso de acumulación de capital apelando al progreso técnico se acrecientan, dado que el límite físico de la jornada laboral media —que naturalmente no puede sobrepasar las 24 horas de cada día— a medida que el progreso de las fuerzas productivas determina el aumento en la composición técnica y orgánica del capital[4]. Esto supone que el número de asalariados empleados desciende cada  vez más respecto de los medios técnicos que pone en movimiento, de modo tal que así, el aumento del plusvalor relativo tiende a ser también cada vez menor, porque crece a expensas de una magnitud fija que es la jornada de labor.

Dicho de otra forma: según el progreso técnico se va incorporando al mayor volumen de medios de producción movilizados por un cada vez menor número de asalariados, el margen de ganancia posible bajo tales condiciones se ve inevitablemente reducido y cada vez más, con tendencia objetiva a provocar el colapso del sistema:

<<Una vez que se ha visto claro en estas interconexiones internas, cualquier creencia teórica en la necesidad peramente de las condiciones existentes se derrumba ante el colapso práctico. Las clases dominantes, pues, tiene así en este caso un interés absoluto en perpetuar esta confusión y esta vacuidad de ideas. De otro modo ¿por qué se les pagaría a estos sicofantes charlatanes, que no tienen más argumento científico que el afirmar que en Economía Políticas está terminantemente prohibido pensar?>>

 

            Los actuales “catedráticos” en economía aplicada que medran viviendo de lo que viven, deben saber a qué sicofantes charlatanes se refirió Marx en este pasaje de su carta a Ludwig Kugelmann el 11 de julio de 1868. Y recordar que en este contexto del pensamiento de Marx, estamos hablando no de capitales particulares sino del capital social global. Así, de lo anterior se deduce que para recuperar la tasa de ganancia según se pasa de la fase depresiva de un ciclo de los negocios a la recuperación en el siguiente, el precio de la fuerza de trabajo debe descender cada vez más por debajo de los niveles históricos de su valor, con tendencia a alcanzar el mínimo de subsistencia. Dicho de otro modo, entre el nivel salarial alcanzado en el punto más alto de cada fase expansiva y el nivel más bajo que corresponde a la fase depresiva inmediatamente antes de iniciada la recuperación del ciclo siguiente, esa diferencia en pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores debe ser sucesivamente creciente.

Todo esto significa, como acabamos de ver, que teniendo en cuenta estos dos límites mencionados del salario relativo máximo y mínimo, el progresivo aumento de la relación entre lo que se invierte en materias primas, materias auxiliares, maquinaria etc., es decir, medios de producción (MP), respecto de lo invertido en salarios o fuerza de trabajo (FT), queda objetivamente determinado por el correlativo incremento cada vez más menguante del plusvalor con tendencia objetiva al cero absoluto. Situación que acontece cuando toda la producción se automatiza[5]. Así, la acumulación de capital que se procesa convirtiendo salario en plusvalor, tiene que llegar necesariamente a un punto, en el que no puede proseguir sin anular la participación del trabajo en la productividad, es decir, que el salario real tiene que reducirse necesariamente hasta el mínimo histórico del salario relativo, entendido como la participación de los trabajadores en el producto de su trabajo que exceda al mínimo físico de subsistencia. Llegado a este punto, el capital deja de cumplir la función progresiva que justifica a la burguesía como condición de clase dominante. Porque el salario deja de ser la fuente del plusvalor que es la razón de ser de los capitalistas.

En síntesis, según avanza el proceso histórico de la acumulación capitalista, para salir de cada depresión los ataques del capital sobre las condiciones de existencia de los asalariados deben ser cada vez más formidables, y el salario relativo cada vez menor, al tiempo que mayor la intensidad y, eventualmente, la extensión del tiempo al que son sometidos en el trabajo. La prueba está en que durante los últimos treinta años, las condiciones de vida y de trabajo del proletariado mundial respecto de las condiciones de vida de la burguesía, no han hecho más que deteriorarse, lo cual ha venido determinado por la cada vez más desigual participación relativa del proletariado en el reparto de la riqueza.

Ahora bien, los ataques de la burguesía en la fase depresiva de cada ciclo periódico, no se producen de forma brusca y brutal, sino paulatina; las vueltas de tuerca que la patronal ejecuta sobre la tasa de explotación se extienden en el tiempo según se reconstruye el ejército industrial de reserva (paro) que regula el nivel de los salarios, en este caso siempre a la baja, así hasta que el salario relativo desciende —según aumenta el paro— hasta alcanzar la medida que provoca un descenso en los salarios reales, o cambio cualitativo cada vez más a la baja en las condiciones de vida de los trabajadores.

Esa medida llega a su límite bajo condiciones pacíficas, cuando los trabajadores se niegan a seguir aceptando recortes en las condiciones de vida y de trabajo, y la patronal no puede evitar imponerlas, porque el insuficiente nivel de la tasa de ganancia le obliga a ello. En tales circunstancias, esas luchas económicas defensivas se trasladan inmediatamente del terreno económico al terreno político, en tanto esa disputa por el salario relativo —como bien decía Rosa Luxemburgo— constituye objetivamente un "asalto subversivo al carácter mercantil de la fuerza de trabajo" (Marx). En tales circunstancias, estas luchas configuran una perspectiva con vistas a una inevitable situación revolucionaria. Esta perspectiva es la que estuvo a la orden del día en numerosos países imperialistas y dependientes durante la década de los setenta y ochenta, tras el comienzo, en 1968, de la onda larga depresiva que siguió a la expansión de posguerra, y que la burguesía no acaba de superar todavía.

Desde principios del siglo pasado y como consecuencia de una acumulación de contradicciones de tal magnitud, en donde la cantidad muta en cualidad, el proceso de centralización del capital global ha dado paso a la fusión del capital industrial con el bancario, apareciendo el capital financiero, que se caracteriza por la exportación de capital sobrante en los países más desarrollados, y su consiguiente internacionalización[6]. Si a esto unimos que las crisis cíclicas del sistema cada vez son más recurrentes y comprometen a un capital cada vez mayor, las dificultades para superar las crisis son crecientes, de ahí que el salario real sufra un ataque sin precedentes en la historia, englobando en este concepto al salario indirecto (servicios sociales, estado del bienestar, etc. y al salario diferido (pensiones, invalidez, subsidio de desempleo etc.).

Además de las referencias que aparecen en este trabajo, nosotros hemos tratado de todas estas cuestiones en los documentos publicados cuyas direcciones electrónicas son:

http://www.nodo50.org/gpm/plusvalia/00.htm

http://www.nodo50.org/gpm/plusvalia/04.htm

http://www.nodo50.org/gpm/ff_pp_tasa_ganancia/00.htm 

http://www.nodo50.org/gpm/decadencia/12.htm

http://www.nodo50.org/gpm/arglc/02.htm

 

volver al índice del documento

éste y el resto de nuestros documentos en otros formatos
grupo de propaganda marxista
http://www.nodo50.org/gpm
e-mail: gpm@nodo50.org



[1] "El tiempo de trabajo socialmente necesario es el requerido para producir un valor de uso cualquiera, en las condiciones normales de producción vigentes en una sociedad y con el grado social medio de destreza e intensidad del trabajo". (K. Marx: "El Capital" Libro I cap. I) En el capitalismo, el tiempo de trabajo necesario viene dado por el grado de destreza e intensidad a que producen los capitales que realizan la ganancia media, que es el promedio de la masa de plusvalor creada por cada capitalista en relación con el capital invertido. Los capitales que producen y venden una determinada mercancía a un tiempo por encima de ese promedio, esto es, con un capital relativamente menor y un bajo grado de destreza e intensidad, pero a mayores costes, crearán, por tanto, más plusvalor por unidad de capital empleado y obtendrán una ganancia relativamente mayor. Esto generará un movimiento de los capitales hacia esa rama de la industria, hasta que la oferta colme la demanda, lo cual presionará los precios a la baja, haciendo descender el nivel de la ganancia en esas empresas de baja productividad relativa, que a través del nivel de precios promedio determinado por el mercado, si quieren vender sus productos esas empresas deben ceder parte del plusvalor creado por ellas, en favor de las que producen a costes y precios de producción más bajos. El tiempo de trabajo al que producen las empresas cuyos precios de producción (costes más plusvalor) están al nivel promedio, será el tiempo de trabajo socialmente necesario. Y la relación entre el plusvalor y el capital invertido en esas empresas, será la tasa de ganancia media.

[2] "Necesario", porque es el tiempo de trabajo cuya expresión de valor comprende lo que el asalariado necesita para reproducir su fuerza de trabajo en condiciones óptimas de uso.

[3] Aunque la relación entre extensión de la jornada e intensidad del trabajo, tiene un límite físico infranqueable fijado por la  naturaleza humana, es decir por la contradicción entre ambas formas de explotación, que se manifiesta en un menor rendimiento y/o en los accidentes de trabajo, lo cual se ve negativamente reflejado en los mayores costos que redundan en detrimento de las ganancias.

[4] El progreso en la composición técnica del capital se mide por el mayor volumen de medios materiales movidos por un cada vez menor número de operarios. La composición orgánica queda definida por el correspondiente valor económico de ambos factores de la producción.

[5] Por ejemplo: http://blogthinkbig.com/los-robots-invaden-la-cocina/. 

[6] No pocos teóricos marxistas han sentado doctrina afirmando que el principio activo de la exportación de capitales está en la búsqueda de mayores beneficios según la diferencia entre la tasa de ganancia del país de origen y las mayores tasas de ganancia en el extranjero. Bujarin, que impugnó la teoría del derrumbe, fue uno de ellos. Siendo que la exportación de capital es el fundamento del imperialismo, si se sostiene que no existe una presión objetiva para ello y que, por tanto, no es un corolario de la "Ley general de la acumulación capitalista", entonces, como bien dice Grossmann, "no se puede hablar de una base económica del imperialismo", de una teoría científica de ese fenómeno. Lo que no pueden explicar estos teóricos, es por qué el fenómeno de la exportación de capitales en busca de aplicación productiva estable -esto es, no bajo la modalidad transitoria del "enclave" para la extracción de materias primas con destino al país de origen, o para la construcción de infraestructuras con el mismo fin, sino para la producción de plusvalor- no se produjo con carácter regular y generalizado hasta las primeras décadas del siglo pasado. Lo que han omitido estos teóricos, es el concepto marxiano de la "sobreacumulación absoluta" de capital, que surge de los ciclos periódicos de renovación del capital fijo, y que está en la lógica de la sobresaturación de capital. Cfr: http://www.nodo50.org/gpm/crisis/00.htm, donde, siguiendo a Grossmann, se muestra que la acumulación en los países más adelantados llega a un punto en que la masa de capital global crece más que el exigido por la composición orgánica media vigente que ese país puede admitir. Tal es la base económica de la exportación de capitales en la etapa tardía del capitalismo, donde el movimiento de los capitales, como el ejército de reserva y demás categorías de la economía política, están férreamente determinados por la "Ley general de la acumulación capitalista" Cfr.: http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/capital1/23.htm.