Conclusión

Aquí llegamos con la exposición donde queríamos respecto de las optimistas expectativas y posibilidades políticas que los compañeros de la C.C.I. atribuyen hoy al proletariado mundial para el futuro inmediato. Semejante optimismo contrasta con el hecho rotundo de que desde hace ya más de veinte años, las condiciones de vida y de trabajo de los asalariados han venido descendiendo por debajo de los mínimos históricos, y que en este lapso de tiempo la clase obrera mundial no ha hecho más que sufrir sucesivas derrotas políticas en todo el mundo, las más catastróficas desde el ascenso del fascismo en Europa.

Toda esta lógica de derrota ha continuado con la escandalosa debacle de la burocracia soviética y la franca tendencia contrarrevolucionaria de conversión al capitalismo de Estado burgués tanto en este país como en China. Dos realidades que pasaban por ser el escaparate del comunismo marxista ante la clase trabajadora del mundo entero aparecen así ante su conciencia como la prueba definiva de inviabilidad del comunismo. Y esta losa ideológica no se puede levantar políticamente de un día para otro como para pensar en la posibilidad inmediata de existencia de un partido revolucionario. Según todos estos datos empíricos, pues, estamos ante la evidencia de que la lucha de clases ha operado una contramarcha en el necesario proceso histórico hacia la realización del comunismo.

Ya hemos dicho que sin un partido que exprese la autoconciencia de clase de un sector socialmente significativo de la clase obrera, la revolución socialista es del todo imposible. Y también creemos haber aportado argumentos en el sentido de que un partido con influencia de masas no se puede construir en cualquier momento mediante la sola voluntad política de una irrisoria minoría revolucionaria autoproclamada. Esto es posible sólo en determinadas condiciones históricas de alza en las luchas elementales, que no dependen de la voluntad de nadie, del mismo modo que cuando esas condiciones cambian, no solo es imposible mantener una opción revolucionaria de masas, sino necesario que deje de existir como tal.

Los revolucionarios estamos ahora mismo en el mundo mucho peor que los bolcheviques tras la derrota de 1905. En su obra titulada "El partido bolchevique" Pierre Broué brinda unos datos significativos que todo militante seriamente interesado en estos temas debiera conocer y sacar las debidas consecuencias: En 1905 había en Rusia más de 2.750.000 huelguistas, en 1906 1.750.000, en 1907 sólo quedaban 750.000, en 1908 174.000, en 1909 64.000 y en 1910 50.000:

<<En 1907, el gobierno de Stolypin toma la decisión de acabar con el movimiento socialista. La coyuntura es favorable: las repercusiones de la crisis mundial en Rusia -el paro y la miseria- permiten al zarismo utilizar el retroceso para intentar liquidar los elementos de organización. La represión se pone en marcha, las detenciones desmantelan los diferentes comités. La moral de los obreros se viene abajo, muchos militantes abandonan su actividad. En Moscú, en 1907, son varios millares; hacia el final de 1908 sólo quedan 500 y 150 al final de 1909; en 1910 la organización ya no existe. En el conjunto del país los efectivos pasan de casi 100.000 a menos de 10.000...>> (Op.cit Cap. II)

El mismo panorama coincide en presentar David Schub en su obra biográfica de Lenin:

<<Dentro de Rusia decaían la fe y el entusiasmo de los primeros revolucionarios profesionales y de los estudiantes: bajo la férula del presidente Stolypin, el gobernante reaccionario que mejor supo ganarse la confianza del zar, se inició el reflujo de la marea revolucionaria (...) Y la mano de hierro de Stolypin dirigió una represión implacable y eficaz de las actividades revolucionarias y terroristas. Intelectuales y obreros desertaban, decepcionados, de las filas de la subversión para refugiarse en la ciencia, la religión o la filosofía; otros cambiaron el ascetismo revolucionario por un libertinaje desenfrenado; no pocos desembocaron en el suicidio. Los círculos revolucionarios que, pocos años antes, habían alcanzado tan brillante notoriedad degeneraron en "ligas de suicidas", "clubs de amor" y otras formas de avasión cívica.>> ("Lenin" T.1 Cap.6)

Para un observador medianamente atento de la actualidad política mundial, salta inmediatamente a la vista el asombroso parecido entre la descripción de estos dos relatos y la situación de la clase obrera y del prácticamente inexistente movimiento revolucionario que se percibe hoy día en todas partes. Pero, en realidad, estamos peor, porque en la Rusia de 1905, el pensamiento científico permaneció encarnado en 10.000 portadores organizados como garantía de la continuidad del espíritu revolucionario dentro de la necesaria discontinuidad de la lucha de clases. Hoy, en el movimiento obrero es dificil hasta imaginar que haya siquiera dispersos en el mundo 5.000 socialistas científicos empeñados en la revolución comunista, en un principio de acuerdo para poder actuar en un mismo sentido político efectivamente revolucionario. La prueba de semejante situación está en el hecho de que en el movimiento se siguen discutiendo ahora mismo cuestiones que ya han sido resueltas por la historia, como es el caso de las interpretaciones subconsumistas de las crisis y el subdesarrollo crónico de los países dependientes.

Esto demuestra que la existencia de los partidos revolucionarios con influencia de masas está ligada íntimamente a los avatares de la lucha política entre los obreros y la burguesía, y que la vanguardia revolucionaria durante los necesarios períodos de retroceso ideológico y político de los explotados no puede pasar de ser una minoría, si no dispersa, en el mejor de los casos orgánicamente representativa de un irrisorio número de militantes conscientes, totalmente ignorados cuando no despreciados por la gente, permaneciendo como abstracto, larvado o virtual estado mayor de la revolución. Y ésto sólo en la medida en que, como en el caso del partido bolchevique, estos compañeros sepan sobrellevar el peso de la derrota sin dejarse arrebatar las armas teóricas revolucionarias, acreditando, además, saber esgrimirlas con solvencia y eficacia política, valores de los que hoy se carece casi por completo, más aun cuando la socialdemocracia y el stalinismo han conseguido por más de setenta años mantener al movimiento desvinculado de aquella riquísima tradición ideológica y experiencia política revolucionaria, situación que todavía se prolonga.

Otra sería nuestra línea de pensamiento y acción si nos quisiéramos engañar creyendo que el carácter político de una organización obrera sólo se define por la extracción social de sus militantes, aunque sean lo más combativos y abnegados. En ese supuesto espontaneísta sí que es posible crear un partido obrero, pero que piensa y decide con la cabeza de la burguesía, no pudiendo pasar de ser otra de las tantas formaciones contrarrevolucionarias infiltradas en el movimiento durante las etapas de retroceso, cuya militancia será relativamente más numerosa cuanto menos distancia ideológica mantenga con la derecha que está más a la izquierda del sistema. Pero entre esto y llegar a observar en política la máxima que reza: "a vivir que son dos días", está probado que sólo es una cuestión de tiempo.

De este razonamiento se infiere que así como la voluntad política de construir un partido revolucionario no se puede independizar de las específicas condiciones materiales o económicas de la lucha de clases en cada momento histórico, tampoco puede decidir idependientemente de esas condiciones sobre qué programa político, tareas y formas de lucha basar su praxis social. Dado el carácter unilateral practicista predominante en el militante político tradicional, nunca se insistirá lo suficiente en que las distintas condiciones políticas de la lucha de clases que demandan con precisión la naturaleza política del programa, así como el carácter prioritario de ciertas tareas, formas de lucha y medios de acción a emplear, están previstas y férreamente determinadas por lo que ocurre en la base material o económica del sistema, según la dialéctica fundamental entre las fuerzas sociales productivas y las relaciones de producción, que Marx expuso acabadamente en su obra teórica central.

Con lo dicho hasta este punto, hemos intentado demostrar no sólo que hoy no están dadas las condiciones subjetivas y, por tanto, la posibilidad real de existencia de un partido revolucionario, sino que, como en toda obra, antes de ponerse a construir ese instrumento, incluso antes de pensar en ello, hay que tener elaborado un proyecto de la obra a realizar: un programa revolucionario. Pero, para eso, hay que conocer pericialmente la materia prima a transformar. Y dado que la materia prima de la lucha política revolucionaria del proletariado son las relaciones de producción capitalistas, la referencia obligada para su conocimiento científico está en en la teoría de las crisis y del derrumbe del sistema capitalista según el pensamiento de Marx, que en modo alguno se compadece con la tesis expuesta por Rosa Luxemburgo en "La acumulación del capital". En síntesis, nosotros estimamos –siguiendo a Marx- que la tendencia secular al derrumbe del sistema económico burgués no se explica por la demanda efectiva insuficiente de productos de consumo final al interior de la sociedad capitalista, sino por la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. No es un problema de demanda efectiva insuficiente respecto de un exceso de plusvalor producido que así no se realiza, sino de un capital acumulado en exceso respecto de una masa de plusvalor producido que así no se capitaliza; no es porque el plusvalor contenido en los productos de consumo final excede o crece más que su demanda solvente, sino porque, sin dejar de aumentar, el incremento del plusvalor producido desciende o se ralentiza hasta que resulta periódicamente más y más insuficiente respecto de la masa de capital ya acumulado a raíz del aumento histórico en la composición orgánica del capital.

Decíamos más arriba que la continuidad de todo proceso de acumulación exige plusvalor y dado que el plusvalor es trabajo, la masa de población empleada en cada país a una determinada composición orgánica del capital, constituye el límite de la acumulación de capital adicional, de modo que toda masa de plusvalor producida que exceda a ese límite no tiene posibilidades de valorizarse productivamente al interior de esos países, siendo esta la causa de que los capitales excedentarios procedentes de los países de mayor desarrollo economíco relativo emigren hacia otros de una menor composición orgánica de capital. Esta fue la salida tradicionalmente conocida.

Pero desde la caída del muro de Berlín, la burguesía internacional se dedicó a convertir aquella debacle del estatalismo que durante más de setenta años pasó por ser socialismo a nombre del marxismo, en un triunfo estratégico del capitalismo liberal. Así fue como no sólo pudo dar aplicación productiva a las ingentes masas de capital excedente, convirtiendo en fuente de producción directa de plusvalor a buena parte de los asalariados de las empresas estatales técnicamente atrasadas en los países del llamado socialismo real, sino que, a caballo de su triunfo en la guerra fría y agitando el fantasma de la ineficiencia estatal, permitió que los capitales excedentarios improductivos hicieran lo mismo con los trabajadores de las empresas públicas privatizadas en los propios países capitalistas.

Todo esto lo explicamos más detalladamente en el trabajo que publicamos sobre "La teoría marxista de las crisis capitalistas":

<<Decíamos que con una determinada composición orgánica del capital, cuanto mayor es la masa de población que desde fuera del sistema se incorpora al régimen del trabajo asalariado para la producción de plusvalor, más se aleja el horizonte en el que la sobresaturación de capital desencadena el colapso del sistema. Por el contrario, cuanto más se le reduzca al capital la masa de población explotable, menor será la masa de capital acumulado que alcance en menor tiempo la sobreacumulación absoluta, y menor, por tanto, el período de tiempo entre una crisis y otra. A la luz de la actual crisis asiática, la profundidad y extensión de la depresión del capitalismo iniciada a fines de la década de los años sesenta, se explica, pues, principalmente, por las dificultades de la burguesía internacional para convertir a países superpoblados como Rusia y China en fuentes directas de producción de plusvalor.

El hecho es que a partir de finales de la década de los sesenta, la masa de plusvalor acumulado alcanzó tal envergadura que al capital imperialista se le fue haciendo más y más imperativo remover todos los obstáculos que le impedían apoderarse no sólo de la población obrera de los países del bloque socialista, sino también de los trabajadores de las empresas públicas en los Estados capitalistas, en especial los de su periferia. Una de las principales causas del genocidio provocado por el rosario de dictaduras militares a lo largo de la década de los años setenta en América Latina, es sin duda la enorme presión de esa formidable masa de capitales inactivos en busca de nuevas fuentes de acumulación directa de capital. Había que acabar, pues, con el proyecto de acumulación basado en un capitalismo de Estado nacional-burgués, sobre el cual cabalgó la ideología del antiimperialismo por toda América Latina, cuya forma política sintetizó en el "bloque histórico" de poder entre la clase obrera y la pequeña y mediana burguesía de cada país dependiente, proyecto de explotación que desde la década de los cincuenta predominó durante más de veinte años en la periferia del sistema.>>

A todo esto habría que añadir la capacidad del capital por efecto del desarrollo en las fuerzas productivas, de acrecentarse o acumularse no sólo en extensión sino también en intensidad mediante un metabolismo cada vez más acelerado del trabajo social, tanto en la fase de la producción como en las fases de la circulación, permitiendo así que masas de capital acrecentado pasen más veces por la fase productiva en un mismo tiempo.

Estamos de acuerdo con vosotros en la necesidad de tener cada vez más en cuenta la tendencia creciente del capital a rebasar los límites de sus respectivas fronteras nacionales, aunque siempre hay que considerar que, como tal tendencia, existen causas que la contrarrestan, si bien no puedan evitar su desarrollo. La necesidad de conformar mercados cada vez más amplios para garantizar los rendimientos a escala sin interferencias ajenas al cumplimiento de la ley del valor, es lo que explica la formación de la U.E. y el euro. Pero también espacios económicos más amplios en la periferia del capitalismo, como el Mercosur.

El concepto de Estado-Nación es el que le sirvió a la burguesía en su estado inmaduro para superar las trabas que la nobleza imponía a la libre circulación de mercancías, superada esa etapa y conformados los correspondientes mercados nacionales, la lógica de una creciente acumulación lleva a la superación de las estrecheces fronterizas, y se tienda a la conformación de "países" más grandes, en los que exista una misma legislación, parecidas tasas impositivas, parecidas condiciones de explotación de la mano de obra etc. dando como resultado también a otra tendencia, como es la creación de tres grandes bloques: Europa, América del Norte y Japón con el sudeste asiático:

<<...a medida que avanza el proceso de acumulación y las fuerzas productivas en su seno, el concepto de Estado nacional se vuelve estrecho a los fines de la reproducción en escala ampliada. Así, la internacionalización del capital determina la existencia de Estados supranacionales, del mismo modo que el aumento histórico en la masa de capital en funciones, el desarrollo de las fuerzas productivas y las necesidades de valorización o realización del capital exigen áreas de intercambio o de libre circulación de la riqueza más amplias.

A su vez, el agrupamiento de las distintas burguesías nacionales, tiende objetivamente a unificar social y políticamente al proletariado por encima de sus "patrias" nominalmente subsistentes, como está ocurriendo actualmente en Europa. De esta forma, al desaparecer las barreras nacionales, las luchas del proletariado tiende cada vez más a adquirir un carácter internacional>> "La actitud de los revolucionarios ante la crisis del capitalismo y el conflicto yugoslavo (ANEXO) GPM

La burguesía está haciendo más posible que nunca, aunque de forma objetiva, la posibilidad de que la proclama del manifiesto comunista <<proletarios de todos los países del mundo, uníos>> pase de ser una mera posibilidad abstracta para convertirse en una posibilidad real.

Los que siguen anclados en el viejo esquema de la división internacional del trabajo propia de los países imperialistas clásicos basado en la disputa por territorios en la periferia del sistema, se equivocan de medio a medio. Pero tampoco se debe incurrir en el extremo contrario pensando que, dada la tendencia a la transnacionalización del capital, la importancia de los capitales nacionales ha llegado ya a ser nula.

La realidad actual debemos de analizarla teniendo en cuenta la pervivencia de los capitales nacionales, incluso la importancia de dichos capitales en la configuración de grandes bloques, por ejemplo, la importancia que el capital alemán, dado su peso específico, juega en la construcción del mercado único en Europa. También hay que tener en cuenta la construcción de grandes bloques con intereses relativamente contrapuestos y que pueden derivar en conflagraciones que arrastren al proletariado a una 3ª guerra mundial. Y todo ello inserto en la tendencia ineludible de la formación de un capital cada vez mayor, que como decís vosotros, tiene un carácter apátrida.

Por todo lo dicho hasta aquí , ya no se trata, pues, de saber si los países dependientes se desarrollan o no. De lo que se trata es de demostrar estadísticamente si se verifica la tendencia a la universalización de la producción y uso de tecnologías de última generación a nivel planetario -que es lo que, a nuestro juicio, está previsto en la lógica del capital según la teoría de Marx-, o si, por el contrario, el capital excedente de las metrópolis imperialistas clásicas fija históricamente el subdesarrollo relativo de su periferia, como piensan los teóricos del estancamiento. En tal sentido, se trata de saber si en la actual etapa tardía del proceso histórico de la acumulación capitalista, esa tendencia prevista científicamente por Marx ha alcanzado ya su verificación empírica, o sea, si las estadísticas sobre el desarrollo tecnológico relativo de las distintas fracciones del capital en el contexto de espacios económicos comunes, como es el caso del Mercosur, confirman o no la tendencia a la uniformidad del desarrollo desigual a nivel planetario, es decir, a la formación de una sóla tasa de ganancia media que rija el comportamiento del capital social global mundial. Esta es la esencia de la llamada globalización y para nosotros no hay duda de que la lógica del capital va irresistiblemente en esa dirección, y en el sentido cada vez más evidente, necesario y realmente posible, de la revolución socialista universal.

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