1.3.-Tasa de plusvalor

Como ya hemos dicho más arriba, la FT tiene un valor de cambio, que es el salario, pero tiene a su vez un valor de uso que se puede extender y/o intensificar produciendo un valor nuevo que supera a lo pagado por el capitalista en el salario:

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<<Si comparamos el proceso de formación de valor (que corresponde a la producción mercantil simple de la etapa precapitalista) y el proceso de valorización (típico o específico del capitalismo) no es más que el mismo proceso de formación de valor prolongado a partir de un determinado punto. Si éste sólo llega hasta el punto en que el valor de la fuerza de trabajo pagada por el capitalista deja el puesto a un equivalente, estamos ante un proceso de simple creación de valor. Pero, si el proceso rebasa ese punto, se tratara de un proceso de valorización.>> (Op.cit. CapV)

Esto se puede representar geométricamente así:

Jornada de trabajo I: a¬¬¬¬¬¬b¬c,

Jornada de trabajo II: a¬¬¬¬¬¬b¬¬¬c,

Jornada de trabajo III: a¬¬¬¬¬¬b¬¬¬¬¬¬c,

El segmento a-b representa la parte de la jornada de labor que el obrero necesita, por ejemplo, para reproducir el equivalente del valor de su fuerza de trabajo, por eso Marx lo llama: trabajo necesario; y la parte del segmento que va desde b a c, representa la longitud del trabajo excedente medido en tiempo aunque medido en términos de valor equivale a la plusvalía. En el ejemplo tenemos tres jornadas distintas y una relación en cada una de ellas entre el tiempo de trabajo necesario y el tiempo de trabajo excedente. En la jornada I igual a 7 horas, la proporción que guarda b-c sobre a-b es igual a 1/6, en la jornada II igual a 9 horas la proporción será de 3/6, en la jornada III de 12 horas será de 6/6. La relación porcentual entre estas dos magnitudes de valor es lo que Marx denomina tasa de plusvalor o grado de explotación de la fuerza de trabajo FT, que será en el caso I igual al 16,33 por 100, en el caso II del 50 por 100, y en el caso III, del 100 por 100. La tasa de plusvalía por sí misma no indica jamás la duración de la jornada, pero:

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<<La tasa de plusvalor, por consiguiente, es la expresión exacta del grado de explotación de la fuerza de trabajo por el capital o del obrero por el capitalista.>> (Op. Cit.Cap.VII)

A la extensión de la jornada laboral con el objetivo de aumentar el trabajo excedente, Marx le denominó plusvalía absoluta; dado que aumenta la parte de la jornada que excede al tiempo en que el asalariado reproduce el valor de su fuerza de trabajo, lo que aumenta es ese tiempo excedente respecto de sí mismo, de ahí que se trate de un incremento absoluto.

Acabamos de decir que, siendo una relación entre plusvalor y salario -o entre trabajo excedente y trabajo necesario- la tasa de plusvalor no determina por sí la extensión de la jornada de labor. Una misma tasa de explotación

6 = c/g

donde c representa el trabajo excedente o pulsvalor y g al trabajo necesario o salario, puede verificarse durante jornadas de extensión diversa. Por ejemplo la relacion 6 = 4/4 = 5/5 = 6/6,expresa la misma tasa de plusvalor = 100%, pero en el primer caso la jornada de labor es de ocho horas, en el segundo de 10 y en el tercero de 12:

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<<La jornada de labor no es, por tanto, una magnitud constante sino variable. Una de sus partes, ciertamente, se halla determinada por el tiempo de trabajo requerido para la reproducción constante del obrero mismo, pero su magnitud global varía con la extensión o duración del plustrabajo. Por consiguiente, la jornada laboral es determinable, pero en sí y para sí indeterminada>> (K. Marx: Op. Cit. Cap. VIII Punto 1)

Ahora bien este tipo de explotación del trabajo a que se veían forzados los capitalistas en la etapa inmadura o infantil del capitalismo, tiene ciertos límites biológicos y morales imposibles de sobrepasar. El límite biológico viene dado por la necesidad de un razonable tiempo dedicado al descanso y a la alimentación; el límite moral esta determinado por la necesidad humana de relacionarse socialmente fuera del ámbito laboral, así como de recrearse mediante actividades de tipo lúdico, deportivas, espirituales, etc. Cuyo número depende del grado de desarrollo de la sociedad:

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<<Durante el día natural de 24 horas una persona sólo puede gastar una determinada cantidad de fuerza vital. Así, de manera análoga, un caballo sólo puede trabajar, promedialmente, 8 horas diaras. Durante una parte del día la fuerza debe reposar, dormir, mientras que durante la otra parte del día, el ser humano tiene que satisfacer otras necesidades físicas, alimentarse, asearse, vestirse, etc.. aparte de ese límite puramente físico, la prolongación de la jornada laboral tropieza con barreras morales. Las personas necesitan tiempo para la satisfacción de necesidades espirituales y sociales, cuya amplitud y número dependen del nivel alcanzado en general por la civilización. La variación de la jornada de labor oscila, pues, dentro de límites físicos y sociales. Unos y otros son, sin embargo, de naturaleza muy elástica y permiten la libertad de movimientos. Encontramos así, jornadas de 8, 10, 12, 14, 16, 18 horas, o sea de las extensiones más disímiles.>> (Ibíd.)

<<el valor de la fuerza de trabajo incluye el valor de las mercancías indispensables para la reproducción del obrero o para la perpetuación de la clase trabajadora. Por tanto, si esta prolongación antinatural de la jornada de trabajo a que forzosamente aspira el capital en su afán desmedido de incrementarse, acorta la vida individual de cada obrero y, por consiguiente, la de su fuerza de trabajo, se hará necesario reponer más prontamente las fuerzas desgastadas, lo que, a su vez, supondrá una partida mayor de costo de desgaste en la producción de la fuerza de trabajo, del mismo modo que la parte de valor que ha de reproducirse diariamente en una maquina es mayor cuanto más rápido sea su desgaste. Parece, pues, como si fuese el propio interés del capital el que aconsejase a éste la conveniencia de implantar una jornada normal de trabajo.>> (Op. cit. Cap VIII)

El principio activo del capitalista es la explotación de mano de obra ajena para la obtención de plusvalía que sirva a los fines de la acumulación, por consiguiente cuanta más plusvalía obtenga, más verá cumplido su objetivo:

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<<Como capitalista, él no es más que el capital personificado. Su alma es el alma del capital. Y el capital no tiene más que un instinto vital: el instinto de acrecentarse, de crear plusvalía, de absorber con su parte constante, los medios de producción, la mayor masa posible de trabajo excedente. El capital es trabajo muerto que no sabe alimentarse, como los vampiros, más que chupando trabajo vivo, y que vive más cuanto más trabajo vivo chupa. El tiempo durante el cual trabaja el obrero es el tiempo durante el que el capitalista consume la fuerza de trabajo que compró. (...) Pugnando por alargar todo lo posible la jornada de trabajo, llegando incluso, si puede, a convertir una jornada de trabajo en dos, el capitalista afirma sus derechos de comprador. De otra parte, el carácter específico de la mercancía vendida entraña un límite opuesto a su consumo por el comprador, y, al luchar por reducir a una determinada magnitud normal la jornada de trabajo, el obrero reivindica sus derechos de vendedor. Nos encontramos, pues, ante una antinomia, ante dos derechos encontrados, sancionados y acuñados ambos por la ley que rige el cambio de mercancías. Entre derechos iguales y contrarios, decide la fuerza. Por eso, en la historia de la producción capitalista, la reglamentación de la jornada de trabajo se nos revela como una lucha que se libra en torno a los límites de la jornada; lucha ventilada entre el capitalista universal, o sea, la clase capitalista, de un lado, y de otro el obrero universal, o sea, la clase obrera >> (Ibíd)

Con estos argumentos irrebatibles, ciento treinta años antes de que los teóricos de moda hayan querido ver el fin de la historia en la caída de la URSS, Marx demostró que la lucha de clases no tiene su fundamento en los hechos políticos sino en la naturaleza de la sociedad, en su base material. Por lo tanto, para acabar con la historia como historia de la lucha de clases, es necesario eliminar la causa material o económico-social de su existencia. Y en eso estamos los "marxistas ortodoxos" plena y firmemente justificados por el materialismo histórico, la única teoría social que merece el calificativo de ciencia.

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