11S: ¿Terrorismo islamista o Terror de Estado encubierto?

Hasta hoy, ninguna guerra se ha podido iniciar sin el apoyo manifiesto de la mayoría de la población a sus respectivos estados beligerantes, de ahí que a la burguesía internacional le sea necesario agitar el fantasma de la agresión exterior, un recurso al que todas sus fracciones internacionales han apelado sistaméticamente, tal como se ha visto ratificado por la actual fracción política dominante en EE.UU. a cargo del gobierno, bajo la presidencia de George Bush junior. Para eso se inventó unos enemigos intangibles como son los terroristas de una organización no menos espectral, creada “ad hoc”, tal como se puede fabricar una avalancha de nieve haciendo el mismo ruido que los aviones convertidos en misiles al chocar sobre las Twin Tower’s y el Pentágono el 11S.

Cuando las organizaciones terroristas existen en países donde no son, en realidad, el problema político potencialmente más explosivo para el sistema, —como en España sucedió hasta cierto punto con la organización militar ETA—, el Estado burgués permite que esas organizaciones se mantengan lo suficientemente operativas, tanto como para que, en colaboración informal objetiva con los sindicatos, los mass media y los fabricantes de encuestas, el terror que esas organizaciones infunden en la población pueda ser científicamente magnificado para elevarlo artificialmente a la categoría de principal problema político del país, mientras los patronos practican habitualmente el terrorismo legal impune con el 70% de la masa salarial contratada en precario, forzada a trabajar por menos de 500 dólares mensuales bajo la amenaza permanente del despido libre en cualquier momento, y el acoso sistemático (llamado moving) de los jefes, que se difunde entre el personal subalterno convertido por instinto de conservación, en acoso de unos empleados sobre otros. Finalmente, cuando las organizaciones terroristas no existen –como hoy en EE.UU.— simplemente se las inventa haciendo terrorismo de Estado encubierto contra su propia población.

Con los atentados masivos se consiguen dos objetivos bien definidos: por un lado, mediante esas terribles y espectaculares acciones de extermino contra centenares o miles de ciudadanos, la facción mafiosa del poder gubernamental paralelo que induce a terceras personas o directamente planea y ordena a sus propios servicios especiales que difundan el terror entre la población, obtiene el espontáneo respaldo incondicional de la gran masa de los explotados carentes de  otro referente político. Bajo semejantes condiciones, los asalariados se tornan dispuestos a realizar los sacrificios que sean necesarios para hacer frente al supuesto “enemigo exterior”, desde trabajar más por menos, hasta servir de carne de cañón en los frentes de intervención armada del Estado imperialista; por otro lado, la inseguridad general que provoca el pánico residual posterior a los atentados, garantiza el éxito de cualquier encuesta de opinión a favor de que el Estado adopte las medidas más extremas de control policial —y hasta militar— de la vida civil, en detrimento de las libertades públicas e individuales constitucionalmente garantizadas, para obtener la mayor eficacia en la tarea disuasoria o directamente represiva, de todo movimiento de contestación al sistema, que, en perspectiva, pueda poner en peligro el “común negocio de la explotación de trabajo ajeno”, como tú bien has dicho.  

Como se comprenderá, semejante ofensiva de la burguesía al interior de la conciencia colectiva de los explotados, abre a los revolucionarios un frente de intervención de primera línea de combate en el terreno ideológico y político de la lucha de clases, el de la educación política de los explotados, lo cual exige darle la vuelta a los argumentos del sistema, dejar al descubierto el revés de su trama política respecto del llamado “terrorismo islamista”; una tarea, hoy por hoy la más valiosa y trascendente de solidaridad internacional con nuestros hermanos musulmanes de clase, que son quienes más directa y hondamente sufren las consecuencias de la catástrofe humana que está en la lógica de toda esta confabulación contra una cultura, la musulmana, que, según parece, los capitalistas ya no están en condiciones de soportar por más tiempo.

Conscientes de estos planes —producto de una determinación histórico-económica independiente de toda voluntad humana— y de la realidad que nos espera a todos de no ser capaces de detener esta dinámica, desde el 11-S estamos en la labor de recopilación de datos para hacer una crítica desde el materialismo histórico al fenómeno que tenemos delante, de la cual hemos expuesto aquí las líneas fundamentales que, a nuestro modo de ver, explican su esencia de clase.

Un primer esbozo de esta crítica, se encuentra en el documento sobre la intervención bélica en Afganistán, publicado por el GPM en octubre de 2001: http://www.nodo50.org/gpm/guerra2001/00.htm parte de cuyos pasajes reproducimos aquí. En el apartado 5 de este mismo texto, en un primer análisis de lo sucedido aquél fatídico 11S con los elementos de juicio político disponibles inmediatamente después de los hechos, sacamos la conclusión de que, esta operación —como la de Pearl Harbor en diciembre de 1941— había sido posible gracias a la pesquisa de los servicios de inteligencia norteamericanos, que, una vez sabido cómo, dónde y cuando iban a actuar los supuestos “comandos islamistas”, les dejaron consumar los hechos porque les vino como anillo al dedo para cambiar la opinión pública norteamericana, en ese momento abrumadoramente contraria a cualquier aventura belicista, como así lo revelaban todas las encuestas. Y aunque no descartamos la posibilidad de que el “ataque” hubiera sido obra directa de los servicios secretos del Ejército USA, nos inclinamos por la primera de estas hipótesis.

Un año después, buscando incidentalmente en “google” por “11-S” para otros fines informativos, dimos con varias fuentes que confirmaron nuestra sospecha sobre la causa eficiente de los atentados, cuyos múltiples y fundados indicios apuntan a que todo ha sido obra del terrorismo de Estado norteamericano. Nuestra fuente originaria de conocimiento es el llamado “Foro del Pla de Ponent, Gava”, que, en junio del año pasado hizo referencia a un número del periódico catalán “La Vanguardia”, que en su edición del 22 de ese mismo mes dice que: “Todo empezó cuando un lector se presentó a la redacción con un video bajo el brazo, aludiendo a unas extrañas sombras que observó en algunas imágenes que la CNN había tomado de los aviones que el 11S impactaron sobre las Torres Gemelas del TWC”. Lo primero que hizo la dirección del diario fue nombrar una comisión investigadora a cargo de los periodistas Eduardo Martín de Pozuelo y Xavier Mas de Xaxàs, quienes inmediatamente consultaron el asunto con varios ingenieros aeronáuticos de centros oficiales, y luego se dirigieron a la “Escola Universitària Politècnica de Mataró”, en Barcelona, cuyos especialistas se ofrecieron a  realizar un proceso digital de imagen para explicar los “cambios de luminiscencia que se aprecian a simple vista en los fuselajes de los aviones, y que, en principio, no tienen sentido, dado que el fuselaje de los aviones comerciales es cilíndrico y liso”. 

En su informe, tras aclarar que “las imágenes estudiadas tienen distintos ángulos de observación”, la autora del estudio llegó a la conclusión de que: “los objetos detectados presentan a su alrededor distinta luminancia por tener relieve”, añadiendo que: “esta es la única explicación posible”, es decir, que no se trata de sombras ni reflejos, sino de formas, de objetos físicos que, además, “se distinguen perfectamente del tren de aterrizaje”. En su reporte ante el “Foro del Pla de Ponent, Gavá” —que es la fuente originaria de nuestro conocimiento sobre el asunto— el periodista Martín de Pozuelo, del periódico catalán “La Vanguardia”, incluyó un enlace con el sitio: http://serendipity.ptpi.net./wtc.htm, donde se ofrece profusa y enjundiosa información de ingenieros, arquitectos, físicos y demás científicos especialistas en las disciplinas comprometidas para el estudio y esclarecimiento de esos bárbaros atentados genocidas. La dificultad es que hay que traducir sus textos, porque todos han sido redactados en idioma inglés, con traducciones sólo al francés, alemán y ruso.

Ahora hemos sabido que“La Vanguardia” ha creado un sitio especialmente para este caso: http://www.11-s.net/archivos/index.php. Navegando por esta página, hay un link: http://www.amics21.com/911/indexes.html, donde no hay ya referencia al lector que llegó con el video a la redacción del diario, pero da cuenta del resultado de las investigaciones con abundante información e ilustraciones de las imágenes en cuestión, así como del análisis realizado en la escuela politécnica de Mataró.

Nosotros, más que a los indicios que se observan en las tomas de video de los impactos sobre las TWC’s —tan reveladoras como espectaculares— hemos puesto el énfasis en los estudios que se han hecho sobre los desplomes en sí mismos de las Torres 1, 2 y 7, cuya denuncia política —a nuestro juicio— ha sido el resultado de un trabajo tanto o más laborioso e indiciario que el del tratamiento de las imágenes durante el ataque, porque demuestra que sus autores planificaron y ejecutaron esas acciones, para que pareciera que los edificios colapsaron como consecuencia del impacto, cuando todo parece indicar que se procedió a su derrumbe controlado. 

Los documentos que —con demasiado esfuerzo y tiempo— hemos traducido se pueden encontrar en el siguiente índice de:

Hay otra fuente a la que se accede buscando por “9-11Review” o directamente por http://911review.org/Wiki/FrontPage.es.shtml donde se ofrece una sección de artículos traducidos al castellano.

Finalmente, por otra procedencia, accedimos a la transcripción en inglés (que también tradujimos al castellano) del reportaje correspondiente a la entrevista radiofónica que el periodista americano, Alan Jones, le hizo al ex ministro alemán de defensa, Andreas von Bulow. Este periodista emite sus opiniones en su sitio web: http://www.Prisionplanet.com/

Todos estos análisis coinciden en que, ese día y a la hora elegida por los pilotos suicidas para la ejecución de los atentados, lo que sucedió fue que:

1)       Los supuestos secuestradores de los aviones fueron secuestrados una vez traspasado el control de seguridad para el acceso a las distintas salas de embarque.

2)       La tripulación y los pasajeros de los vuelos 11, 77, 175 y 93, embarcaron con toda confianza y normalidad en los aviones de línea contratados, partiendo a la hora prevista desde sus distintos aeropuertos de origen, ignorando que iban con rumbo predeterminado hacia la muerte en alta mar, porque la mafia estatal que planificó y ejecutó estas operaciones, manipuló en secreto los mecanismos de conducción de esas aeronaves, para que, en determinado momento, el sistema de pilotaje manual pudiera ser sustituido por la técnica “global Hawk” de orientación por control remoto —ya suficientemente probada— a fin de que esos vuelos tuvieran el destino fatal decidido por los verdaderos terroristas: http://www.amics21.com/911/vuelo175/second.html

3) Los aviones que debieran haber cumplido el servicio correspondiente a los vuelos 11, 77, 175 y 93, fueron sustituidos por otros que, a cierta distancia  y velocidad, parecieron serlo, pero en realidad eran verdaderos artefactos bélicos teledirigidos, cada uno provisto del armamento adecuado a las condiciones y finalidad de las distintas operaciones para las cuales fueron convenientemente adaptados. http://www.thewebfairy.com/911/index.htm y http://thewebfairy.com/911/2hit/missileout.htm

4)        El impacto contra las Torres 1 y 2 no fue la causa de su colapso, sino la pantalla para ocultar el hecho de que fueron deliberadamente derruidas por demolición controlada. Tal como se procedió con la Torre 7, que no sufrió impacto de avión alguno ni daños colaterales, ya que estaba a dos manzanas de las TWC’s 1 y 2. 

5)       El ataque contra el Pentágono tampoco se perpetró mediante una acción suicida haciendo impactar el avión correspondiente al vuelo 77 sobre una de las paredes exteriores del edificio. Todas las evidencias indiciarias demuestran que la operación se ejecutó utilizando un misil de carga explosiva hueca. http://911review.org/Wiki/PentagonAttack.es.shtml

Con estas conclusiones preliminares, producto de serias investigaciones de diversa procedencia, sobre indicios materiales que los causantes directos  de esta barbarie no han podido ocultar y la ciencia permite convertir en prueba de su autoría, los editores de “11-S Review”: http://iitc.911review.org/index.es.shtml están promoviendo la creación de una “Comisión Internacional Independiente de la Verdad sobre los hechos del 11 de septiembre de 2001”, para que, a instancias de los testimonios e investigaciones que se presenten, “delibere sobre dicho material, y emita sus conclusiones al espectro más amplio posible de la opinión pública mundial”, tomando como “modelo aproximado al Tribunal de crímenes de guerra propuesto por Bertran Russell constituido en Suecia y Dinamarca en 1967”.

Nosotros estamos plenamente de acuerdo con la iniciativa de que se forme la comisión independiente de investigación, a los fines de evitar que, en el futuro, puedan repetirse genocidios como éste. En tal sentido queremos señalar el despropósito a que conduce limitarse a juzgar la causa jurídica eficiente o antecedente inmediato generador del acto que consagra un derecho, o del que lo viola, vulnera o conculca; es decir: quien decide hacer algo es el causante de lo que, en consecuencia, hace, sea legislador o delincuente. Porque esto es lo que se limita a hacer un tribunal de justicia como el creado por Bertrand Russell, omitiendo que, a la causa jurídica eficiente de un individuo, colectivo de individuos, gobierno e incluso Estado, le precede en orden lógico e histórico la causa formal, que hace a la esencia o naturaleza de la sociedad, de este ser vivo que es la forma social del capitalismo, y que, en determinadas condiciones históricas de su movimiento, genera o crea la causa eficiente del delito estatal y su necesaria encarnación en determinados personajes históricos, para la realización de los fines necesarios a esa naturaleza social, como explicamos un poco más arriba refiriéndonos a los dos fundamentalismos ahora mismo enfrentados.

Se dice que la camarilla de Bush, casi todos ellos vinculados directamente a intereses petroleros, hicieron la guerra en Afganistán e Irak para apropiarse de los yacimientos de gas y petróleo en esos territorios, y que ésta ha sido la causa eficiente del 11S. Cierto. Pero es que, esta causa eficiente viene determinada por la causa formal del capitalismo, que no consiste primordialmente en el afán de enriquecimiento de esa mafia ni de cualquier otra en particular, sino que engloba a esos intereses, condicionándolos a la existencia del sistema mismo que los garantiza. Y el caso es que, dadas las condiciones a las que ha llegado el sistema en su esencial proceso de acumulación de capital, se ha hecho objetivamente necesario que el precio del petróleo baje lo suficiente como para propiciar un aumento en la tasa general de ganancia que haga salir al sistema de la actual situación de bajo crecimiento, alejando así, en el tiempo, el estallido de la próxima gran crisis (que se viene postergando desde hace ya décadas), propiciando cierto relanzamiento económico que permita ganar más con el mayor consumo productivo consecuente de petróleo. 

Y para eso, para que en este momento los precios de esta materia estratégica desciendan, es necesario debilitar y, si es preciso, eliminar, los eslabones más débiles de la cadena de capitalistas que lucran con la explotación del trabajo ajeno en esta rama de la producción, por las buenas o por las malas, tal como ha venido sucediendo con las relaciones internacionales respecto del petróleo y sucede respecto todas las demás ramas de la producción de plusvalor, desde que la burguesía se hizo cargo de la historia: http://www.nodo50.org/gpm/guerra2003\04.htm y http://www.nodo50.org/gpm/guerra2003\05.htm

En: http://911review.org/Wiki/WhatsNext.es.shtml, se dice que “no hay motivos para creer que se vayan a detener masacres como las del 11-S ni las invasiones de Afganistán e Irak”. Cierto. Y  parafraseando a Jennifer Van Bergen, de “South Florida And Justice Network”, los compañeros de “9/11 Review” agregan:

<<Si el 11-S fue el “Incendio del Reichstag” de Bush (1936/2001), ahora nos encontramos en la época en que Churchill bautizó como “El presagio de la tormenta” (The Gathering Storm). Jennifer van Bergen concluye que, con "El plan Bush para América", hemos recorrido tres cuartas partes del camino hacia el fascismo>> (Op. Cit)

Aun cuando no respecto al trecho recorrido, acordamos también en que, tras el 11-S estamos sobre ese camino. Al menos la sociedad norteamericana no da muestras de salir de él. En cuanto a los capitalistas europeos, más allá de aparentar distanciarse del capitalismo norteamericano agarrados al clavo ardiendo de la legalidad internacional actualmente inexistente, con esa pacata actitud no sólo muestran carecer de alternativa, sino que, implícitamente, de hecho se dejan arrastrar por la táctica norteamericana de la lucha contra el terrorismo, para justificar su común estrategia inconfesada respecto de los países de confesión islámica integrista: 

¿De qué carácter debe ser, pues, el juicio al que debemos someter los hechos del 11S y sus consecuencias humanitarias en Afganistán e Irak, el que atienda a la causa jurídica eficiente, que juzga la relación inmediata entre causa y efecto circunscripta a las conductas individuales o a la de determinados gobiernos, o el carácter que ponga énfasis en la causa formal o naturaleza social del sistema de vida que engendra monstruos como Hitler o Bush y sus respectivos planes de gobierno?

Si es que de verdad se quiere acabar definitivamente con actos de barbarie como los del incendio del Reichstag en 1936 --que puso a la humanidad sobre el camino del genocidio nazifascista y la Segunda Guerra Mundial— o como el 11S de 2001 --que tiende a provocar un nuevo holocausto de proporciones mucho más gigantescas a juzgar por el “progreso” en la capacidad técnica de exterminio alcanzada entre un episodio histórico y otro—, desde luego que la alternativa no debe ser  atacar el problema según la causa jurídica y/o política eficiente.

Marx decía:

<<Dos palabras para evitar posible equívocos. No pinto de color de rosa, por cierto, las figuras del capitalista y el terrateniente. Pero aquí (en esta obra) sólo se trata de personas en la medida en que son la personificación de categorías económicas, portadores de determinadas relaciones (sociales capitalistas) e intereses de clase. Mi punto de vista con arreglo al cual concibo como proceso de historia natural el desarrollo de la formación histórico-social (capitalista), menos que ningún otro podría responsabilizar al individuo (sean Bush, Hitler o cualquiera otros), por relaciones (y consecuentes actos) de las cuales él sigue siendo socialmente una creatura (de esas relaciones sociales que, en este caso, el señor Bush representa de manera prominente y preeminente) por más que subjetivamente pueda elevarse sobre las mismas>> [1] (K. Marx: “El Capital” Prólogo a la primera edición alemana. Lo entre paréntesis y el subrayado son nuestros)

  Esto fue escrito el 25 de julio de 1867. Desde entonces, la historia del pensamiento social no ha registrado un solo ejemplo capaz de recusar científicamente este aserto MATERIALISTA DIALÉCTICO Sobre todo, porque la historia efectiva y real no ha hecho más que confirmarlo. En efecto, el error de plantearse un juicio limitado a la causa jurídica y/o política eficiente de los culpables  o responsables del genocidio cometido el 11S, es todavía más grueso si se tiene en cuenta el antecedente del famoso “juicio de Nürenberg” que hizo una muy particular “justicia” con los crímenes de guerra nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Fue precisamente durante aquél juicio que se acuñó el “Nunca más” asociado a la inducida creencia popular en que la culpa de aquella guerra la tuvieron exclusivamente los cuidadosamente elegidos para ocupar el banquillo de los acusados, y que el oprobio el y aislamiento carcelario que cayó sobre ellos habría de ser suficiente disuasivo para futuras tentaciones totalitarias.

Con esto no queremos decir que hubiera sido necesario juzgar a todos los “culpables”. Queremos decir que aquél juicio basado en la causa jurídica eficiente, fue la pantalla que permitió ocultar las verdaderas causas de aquella barbarie, su causa formal, impidiendo que la conciencia universal accediera a la verdad histórica de que el genocidio del nazifascismo y la guerra, fue una consecuencia necesaria de la forma de vida capitalista. ¿Es necesario reseñar todas las circunstancias en que esa pantalla de la legalidad burguesa saltó hecha añicos por la cruda realidad de este sistema esencialmente explotador y opresivo? ¿No resulta suficientemente revelador, todavía a estas alturas, que la causa jurídica eficiente --cuando apareció-- siempre lo hizo sistemáticamente “post festum”, después de que las “necesidades” del sistema encuentren plena satisfacción en determinados ejecutores providenciales, desde Luis Napoleón, Hitler y Mussolini, hasta Suharto (Indonesia), Pinochet (Chile) y Videla (Argentina), pasando por Franco (España), Castillo Armas (Guatemala), Rojas Pinilla (Colombia) Trujillo (Rep. Dominicana), Carías Andino (Honduras), Batista (Cuba), Somoza (Nicaragua), Stroessner (Paraguay), Pérez Jiménez (Venezuela), Duvalier (Haití), Bokassa (Rep. Centroafricana), etc., etc., todos ellos convenientemente metamorfoseados “post factum” en propicios chivos expiatorios tras realizar su tarea?. ¿No es ésta la más categórica demostración por la práctica histórica, de que la causa jurídica y/o política eficiente se ha confirmado como la más fiel servidora de la causa formal burguesa  o, lo que es lo mismo, de la naturaleza social  capitalista? [2]   

Aquí es necesario remachar el clavo de estos argumentos históricos, insistiendo en las últimas palabras de la cita de Marx, en cuanto a que, si bien personas que constituyen el colectivo de “11-S Review” y otros, como Jeff King: http://911review.org/Wiki/King,Jeff.shtml, los ya citados Leonard Spencer, Alan Jones o Andrea von Bullow y demás minorías sociales denunciantes que están dando la cara en todo este asunto, tienen ganado el mérito de haberse asumido como vanguardia intelectual y política del movimiento social “No en nuestro nombre”. Pero también les cabe la responsabilidad histórica de saber hasta dónde es necesario “elevarse subjetivamente” por encima de las relaciones sociales que —en este caso— tienden a condicionar su denuncia y su acción. Pero esa es la primera parte de su responsabilidad histórica. Porque, en la medida en que se sabe hasta dónde es necesario elevarse subjetivamente por encima de las propias condiciones objetivas de clase para que el “nunca más” al que ahora se aspira, no sea la oportunidad para el montaje de un nuevo tinglado político farisaico al servicio de una nueva alternancia formalmente distinta del mismo contenido social, con su correspondiente catarsis colectiva y sus chivos expiatorios; para que todo ese esfuerzo no resulte en un nuevo engaño colectivo que sólo sirva para postergar el necesario equilibrio catastrófico que el sistema capitalista necesita, una vez más, para saltar sobre sus propios límites naturales, sobre sus propias contradicciones, para eso, hay que convertir esa certeza en acción, en compromiso personal para contribuir a que la comprensión de lo necesario se haga realmente posible. De lo contrario, el “nunca más” seguirá siendo una hipócrita locución vacía de contenido político. 

Y el caso es que, para acabar con este tipo de lacas criminales que condicionan nuestra vida y crean inevitablemente las circunstancias y los personajes históricos propiciatorios de las más extremas y maquiavélicas manifestaciones de irracionalidad humana, para eso no basta con apuntar con el arma de la crítica científica y política hacia el blanco de las causas jurídicas y/o políticas eficientes; es decir, no basta con quedarse a medio camino entre la ausencia de toda crítica y la crítica de la causa formal o de la naturaleza social de esas causas eficientes individuales o particulares. En fin, que no basta con limitarse a proponer el juicio y castigo a los culpables de tales crímenes. Porque esos sujetos no son másque los mensajeros de las verdaderas causas que los provocan. Hay que arrancar la raíz de esos hechos. Comprender el vano esfuerzo histórico y el contrasentido lógico de limitarse a penalizar conductas, que no hacen más que encubrir, dejando intangibles, las verdaderas causas sistémicas objetivas de barbaries como la del 11S, para que se vuelvan a recrear las mismas condiciones económicas, sociales y políticas que las reproducen. Se trata de erradicar sus verdaderas causas objetivas, que sólo están en la naturaleza social de este sistema de vida, esencialmente explotador y genocida, como lo ha venido demostrando desde que el espíritu de la mercancía se apoderó de la simple fuerza de trabajo de la humanidad, creando el trabajo asalariado. 

Estamos convencidos de que sólo desde el conocimiento de la realidad económica, social, política, jurídica y cultural GLOBAL del capitalismo, y su consecuente compromiso con ese conocimiento (conciencia crítica o revolucionaria de las condiciones de vida dominantes), sólo así es realmente posible desarrollar una acción objetivamente progresista, necesariamente revolucionaria, responsable y eficaz no sólo en los EE.UU; tratando de que trascienda al resto del mundo vinculada a los elementos de juicio teóricos previamente aplicados a la realidad concreta de la lucha internacional de clases. Sin olvidar la obligada referencia permanente a la memoria histórica del movimiento, legada por la obra de los líderes intelectuales científicamente más sólidos y políticamente más lucidos, creadores de alternativas progresistas, coherentes y consecuentes con el futuro de la humanidad, un futuro larvado en las contradicciones del presente.

   

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[1] Cuando dijo esto, Marx estaba seguramente pensando en en sí mismo y en gentes como sus amigos, Engels y Weidemeyer, o en los editores Julio Meyer y Rempel, todos ellos de convicción comunista --aunque con distinto grado de compromiso-- a pesar de su más rancia condición social burguesa.

[2] En cuanto a la galería de regímenes pseudocomunistas, desde La URSS de Stalin a la Rumania de Ceaucesco y la Camboya de Pol Pot, pasando por la Yugoslavia de Josep Broz Tito, la China desde Mao Tse Tung, la Korea de Norte desde King Il Sung a Kin Jong Il, la Polonia de Gierek, la Hungría de Janos Kadar  o la Albania de Enver  Hoxa, todos estos regímenes se homologan a las “democracias” capitalistas en el hecho de que la causa formal o naturaleza social de sus sistemas de vida, jamás aparece ni directa ni indirectamente relacionada o implicada con las noxas o daños humanos sistemáticos que provocan y producen.  Tanto unos como otros regímenes jurídico-políticos atribuyen estos daños a conductas individuales, a “la acción del hombre”, apelando a la maldición bíblica. Ambos coinciden en atribuir estas noxas a causas jurídicas y/o políticas eficientes, esto es, a puras y simples acciones más o menos ilícitas hasta cierto punto toleradas, producto del “libre albedrío” personal o de determinados colectivos sociales, poderes fácticos, burocracias, etc., etc.

Pero, a diferencia de lo que sucede con la mayoría de los regímenes pseudocomunistas “antidemocráticos” de partido único, en los regímenes capitalistas puros la oligarquía de partidos institucionalizados permite que, cuando a uno de ellos le toca ser gobierno, asume disciplinadamente la ética de las resopnsabilidades, cuyo cometido es ejecutar las políticas de Estado determinadas por las leyes económicas inflexibles del sistema, que hacen a las necesidades de los explotadores en su conjunto cumpliéndolas y haciéndolas cumplir a cualquier coste; aunque invariablemente privilegian a unos explotadores –su clientela política-- más que a otros, dando paso a la corrupción política, que para eso está la discrecionalidad burocrática del funcionario estatal, que permite hacer de los cargos públicios cosa privada, tanto más cuanto mayor sea su nivel jerárquico. Tal es la causa formal del cohecho, consustancial a la democracia representativa, al tiempo que, de cara a los explotados, tratan de inculcar eso de que “la política es el arte de lo posible”, dando por imposible lo que no sea vivir del trabajo ajeno como sistema de vida. Por su parte, a los partidos de la oposición les está reservado actuar desde la ética de las ideas, cuya función es criticar al partido o partidos gobernantes, proclamando como posibles todas las necesidades de los explotados que el gobierno desatiende y de las que ellos prometen ocuparse, tanto como para mantener a las masas cautivas de la ilusión en el sistema, y de paso ganarse su favor político en los próximos comicios. De este modo, la causa formal esencial al sistema capitalista de que, por ejemplo, los asalariados participen cada vez menos en el producto de su trabajo, es transformada por los partidos burgueses de la oposición en causa política eficiente de la que responsabilizan al partido o partidos burgueses en el gobierno. Lo mismo sucede respecto de la causa formal de la corrupción gubernamental, convertida por los partidos que acceden al gobierno en causa jurídica eficiente de lo actuado por el gobierno saliente. Este jueguito “democrático” que se traen los grandes partidos políticos burgueses en torno a su alternancia como partidos de oposición y de gobierno a instancias de los comicios y de las causas políticas y/o jurídicas eficientes, permiten que los partidos de cada gobierno saliente, funjan como fusibles del sistema, como chivos expiatorios de la corrupción, el paro y demás noxas sociales sistémicas, producto de las causas formales esenciales de la sociedad capitalista, que así quedan veladas a la conciencia de los explotados. Mientras tanto, las necesidades de las mayorías absolutas quedan postergadas sine die, y el sistema se mantiene intangible. La “democracia” representativa jamás ha impedido las fechorías del poder político estatal. Ni las menores vinculadas a intereses particulares afines a determinado partido en función de gobierno, ni las mayores, que hacen a las necesidades del sistema en su conjunto, como es el caso del 11S. Sólo sirve a los fines de la conservación del sistema, a instancias de la alternancia de los partidos políticos en recurrente periplo de ida y vuelta entre su descenso al purgatorio de la oposición y su ascenso a las más “altas esferas” del Estado.

En tal sentido, el margen para la prestidigitación política de que disponen nuestros ilusionistas --los políticos profesionales dentro de las instituciones capitalistas de Estado-- es amplio. Bajo los regímenes “antidemocráticos” pseudocomunistas (stalinistas), en cambio, ese margen se reduce al máximo. En efecto, dado que sus estructuras políticas de partido único aparecen fusionadas con el Estado, que, a su vez, subsume bajo la forma subjetiva de “planificación burocráticamente centralizada” a buena parte de lo que bajo el capitalismo se integra objetivamente en la sociedad civil,  este totalitarismo burocrático igualmente corrupto de los regímenes stalinistas, paradójicamente hace que la causa formal (objetiva) se diluya en la causa eficiente (subjetiva) de sus contradicciones intrínsecamente insolubles, lo cual hace que su forma social entera, desde su base económica a su superestructura, se torne transparente y, por tanto, vulnerable a la crítica política, tanto desde su derecha (burguesa) como desde su izquierda (proletaria).