"Conmoción y pavor" de los USA
contra su propio "síndrome de Vietnam" en Irak.

Esto que ha pasado, es el producto de una suerte de combinación histórica entre la profunda confusión ideológica que divide al movimiento político de los asalariados, y el desarrollo desigual de la "inteligentzia" entre los representantes políticos de la burguesía internacional. El caso es que, acostumbrados a un horizonte político en el que las masas explotadas no aparecemos como poder autónomo por ningún lado, una fracción de esos representantes burgueses, expresión política actual de los más poderosos intereses económicos del capitalismo mundial, se han creído eso de que, tras la caída del muro de Berlín, la dialéctica histórica entre capital y trabajo ha desaparecido para siempre. Y así se han convencido de que, ahora, están dadas las condiciones para que, entre los patrones, se imponga la ley del más fuerte. Así, la dialéctica interburguesa, agudizada por la crisis económica global, paradójica o contradictoriamente y por primera vez en mucho tiempo, facilita a los explotados la comprensión de las contradicciones que explican fenómenos como el de las guerras, y a los revolucionarios la tarea de evitar que esa comprensión se quede a medio camino, entre los intereses de la gran burguesía imperialista, y lo que la historia le exige hacer al proletariado internacional. 

Dado que los Bush son una familia católica bien avenida -al menos eso parece- ahora ya sabemos que las motivaciones del Padre en 1991, fueron las mismas del Hijo hoy día. Siendo así, surge la pregunta: ¿por qué la burguesía norteamericana no decidió en aquellas fechas acabar con el régimen irakí del partido panarabista “Bath” una vez expulsado de Kuwait, cuando desde el punto de vista de su abrumadora superioridad técnico-militar bien pudo haberlo hecho entonces? Porque lo más importante y decisivo en cualquier guerra, es la fortaleza de la idea moral entre las bases sociales que sustentan la acción política y militar de un país, base de la cohesión y disciplina en su ejército. Cuanto más endeble es esta idea moral, menor es su capacidad de recuperación frente a las grandes derrotas. Y el caso es que, en 1991, la sociedad norteamericana seguía bajo el síndrome de Vietnam. Esa guerra dejó 58.000 soldados estadounidenses muertos, con una secuencia de entre veinte y treinta por día; durante la ofensiva del Tet, en 1968, llegaron a sesenta y cinco diarias.

Quince años después, en 1983, cuando EE.UU. invadió el Líbano para equilibrar la correlación de fuerzas que tendía a ser desfavorable a Israel frente a los palestinos, un suicida de este país conduciendo un camión cargado con una tonelada de explosivos, arremetió contra la barraca de un cuartel en Beirut donde dormían 241 "marines" norteamericanos. Pocos días después, vulnerables al sufrimiento y las adversidades propio del "american way of life", el fantasma de aquella derrota en Vietnam metió el miedo en cuerpo de los sobrevivientes de aquella matanza, hasta expulsarles del Líbano. En 1993 pasó otro tanto en Somalía -donde el ejército americano fue en "misión de paz"- cuando sofisticados helicópteros armados tipo Black Hawk fueron derribados uno tras otro por vulgares lanzagranadas RPG-7, que datan de la era soviética y son parte del equipo estándar de guerrilleros en todo el mundo. El derribo de aquellos helicópteros, que los combatientes somalíes vieron como una simple victoria táctica, para la soldadesca norteamericana fue una derrota estratégica, porque aquella humillación minó su voluntad de combate hasta el punto de precipitar su retiro del conflicto.[10] Evocando estos mismos hechos de Somalía, en 1996 Bin Laden publicó una declaración desde Afganistán en la que se burlaba de la impotencia del poder estadounidense: "Cuando decenas de sus soldados murieron en batallas pequeñas, y un piloto estadounidense fue arrastrado por la calles de Mogadiscio, se fueron del área decepcionados, humillados, con la derrota y la muerte".  

Esta evidencia, asociada a la propia experiencia y a las distintas condiciones del enfrentamiento, explica que la burguesía irakí haya dado ahora un giro radical a su táctica militar respecto de la segunda "Guerra del Golfo" en 1991, donde, a despecho de su absoluta inferioridad en el combate aéreo, Sadam expuso sus tropas a la aviación norteamericana en un escenario abierto, confiado en que la coalición internacional no intervendría. Aprendida la lección, Irak ha llevado ahora el conflicto a las ciudades, como hicieron los somalíes en Mogadiscio y siguen haciendo los chechenos en Grozny. Bajo semejantes condiciones, frente a la superioridad numérica de efectivos irakíes, a los que se suma una población que se siente invadida y apoya a su ejército hasta el punto de incorporarse a filas, en la corta distancia la alta tecnología militar de los invasores pierde casi toda su eficacia. De ahí que, a juzgar por lo acontecido, la coalición anglo-norteamericana haya depositado toda su esperanza de triunfo en la devastación humana y el terror paralizante y desmoralizador del enorme poder mortífero contenido en sus bombas y misiles.[11] Tuvieron esa ventaja añadida. De hecho, hasta no comprobar la merma que hacía desaparecer la ventaja numérica del enemigo, se han inhibido de penetrar en las grandes ciudades. Esta táctica se vio confirmada sobre el terreno durante la primera semana del conflicto, por la evolución notoriamente desfavorable de la opinión pública norteamericana, según se iba conociendo el número de bajas en sus filas, calificadas como "fuertes bajas" por corresponsales de guerra yankys que trasladaron a sus crónicas el espíritu de su propia incapacidad para sobreponerse a la adversidad compartida con el resto de sus conciudadanos. Según una encuesta de "Pew Research Center", el 71% de los entrevistados la última semana de marzo, decían que la guerra iba "muy bien", opinión que se revirtió el lunes de la primera semana de abril, cuando esta cifra descendió al 38%. Cfr: http://eltiempo.terra.com.co/PROYECTOS/irak/analisis/anlisisirakguerra/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-1038558.html

                Desde el desencadenamiento del ataque y durante los primeros días, el mando anglo-norteamericano ordenó limitar el bombardeo aéreo a edificios oficiales y concentraciones de tropas enemigas, con la intención de facilitar al pueblo irakí -supuestamente proclive a la rebelión- el inicio de la acción insurreccional contra el dictador. Pero cuando los corresponsales de guerra fueron verificando que el pueblo de Irak se unificaba en un espíritu común de lucha contra las tropas invasoras, a mediados de la última semana de marzo esos mismos mandos decidieron incluir en la categoría de enemigo a la propia población civil y así fueron ampliando progresivamente sus objetivos aéreos a diversas zonas residenciales de Bagdad, para restarle base social de apoyo al régimen, sembrando el terror y la muerte colectiva ejemplarizante con efecto de parálisis o huida sobre los sobrevivientes. Fue cuando las operaciones aéreas pasaron a llamarse: "impacto y pavor". El "creador" de esta "doctrina estratégica" la definió así:

<<...el impacto y pavor busca, mediante el uso de todo nuestro poder físico y psíquico, que el enemigo se sienta tan vulnerable e intimidado por nuestra capacidad que vea inútil cualquier resistencia. Su objetivo son la voluntad, percepción y comportamiento del adversario>> (Harlan K. Ullman: "El País" 03/04/03 Pp. 11)

 Mientras redactamos el presente texto, cinco de la tarde del domingo 6 de abril de 2003, escuchamos un comunicado del "mando aliado", donde anunció que las FF.AA. de USA rehusaban combatir en el escenario urbano planteado por las fuerzas irakíes en Bagdad, declarando estar dispuestas a destruir, si es preciso, toda la ciudad por aire, sin distinguir entre víctimas civiles y militares hasta conseguir la victoria, por rendición o aniquilamiento. Ellos fueron a ese país en la creencia de que el pueblo Irakí les estaría esperando poco menos que para recibirles como a sus libertadores. Pero les recibieron como a cualquier invasor. Los pacifistas dicen que toda guerra es una trágica estupidez de los seres humanos. La guerra está en la naturaleza de las cosas bajo el capitalismo. Y eso no es ninguna "trágica estupidez humana", como muchos prefieren pensar, sino una necesidad de la burguesía. Lo estúpido en las guerras modernas no es que un mando de tropas cometa una equivocación como ésta, sino que las guerras sean posibles porque los asalariados aceptamos todavía combatir unos contra otros al servicio de nuestros respectivos patrones nacionales. Lo trágico es la incapacidad del proletariado mundial para superar este absurdo y miserable sistema de vida.

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[10] Ese mismo año, la incapacidad de la sociedad norteamericana para "tolerar bajas" disuadió a Clinton de enviar fuerzas terrestres a Kosovo.

[11] En Afganistán, la coalición internacional contó con la infantería del ejército del norte en quienes delegó casi todo el trabajo de enfrentarse a las tropas afganas y avanzar sobre territorio enemigo. En Irak, esta condición estuvo ausente. De ahí que antes de decidirse a invadir, a través de los inspectores de armamento de la ONU -algunos de ellos agentes de la inteligencia británica y norteamericana, como ya ocurriera en 1998- intentaron averiguar en todo lo posible, no sólo si el régimen irakí disponía de armas químicas o bacteriológicas, sino acerca del número y la distribución de sus efectivos, así como sobre la calidad de su armamento, número de tanques, artillería pesada, etc.