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Núm. 4    estiu    2002     Sumari     <<<     >>>


Gomez Casas: el antilider

CAMBIO 16 Nº 301 del 18 de septiembre de 1977)

En los dos últimos años cuando un periodista buscaba un interlocutor válido de la CNT, irremediablemente telefoneaba a Juan Gómez Casas. A su casa, por supuesto, porque en la CNT no hay liberados, ni despachos laborales, ni teléfono alguno que llevarse a la mano. Y aunque él y sus correligionarios huyen de personalismos como del demonio, Gomez Casas –cincuenta y cinco años, pelo blanco, enjuto de carnes y estatura media- secretario general de la central anarcosindicalista hasta hace pocos días, es el más señalado teórico y militante dentro de la organización. Durante más de trescientos sesenta y cinco dias, Gomez Casas ha sido la cabeza visible de la casi invisible cúpula, con perdón, de la CNT. Dentro de unos dias, un nuevo secretario permanente iniciará su gestión por un año, según los acuerdos tomados en el recién celebrado pleno nacional de regionales de la CNT, y Gómez Casas, volverá a ocuparse con más tiempo de sus libros, traducciones y a trabajar en el ateneo libertario de su barrio madrileño, Aluche. "Incluso –dijo a CAMBIO 16- me gustaria escribir teatro revolucionario".

Pero lo más sorprendente de este anarquista no son sus aspiraciones literarias-vanguardistas y su capacidad para amoldarse a los tiempos que corren; lo que más sorprende de él es la profunda intimidad con que guarda su vida y obra. Porque si la nueva situación política ha levantado el amplio telón que caía sobre la vida de políticos y hombres que durante años permanecieron en el anonimato, todavía hoy muchos compatriotas desconocen a este español, nacido en Burdeos en el año veintidós.

Anarquista hasta la médula, Gómez Casas podría ser por su "modus vivendi", su apariencia y aspecto, un típico maestro de escuela bonachón y dispuesto a soltar una palabra amable en su justo momento. Con una puntualidad implacable, cada mañana durante el período escolar lleva a su hija Marta, cinco años, al colegio. Hasta el mediodia que vuelve a recogerla, Juan ocupa su tiempo trabajando en casa con sus libros y atendiendo llamadas telefónicas. Confiesa que el cargo lo aceptó un poco a contrapelo y que le ha supuesto una serie de sacrificios "porque mi situación es distinta a la de otros compañeros que tienen trabajo fijo y cuando salen de él saben que cuentan con su tiempo libre".

"Nací en Francia porque mi padre fue allí a buscar trabajo. Cuando volvimos a España, yo tenia pocos años y pronto me identifiqué con la ideologia paterna". De su padre aprendió dos oficios: pintor de brocha gorda y un profundo sentimiento cenetista que nunca se separaría de él. "Cuando estalló la guerra tenía quince años, pero ya me sentía anarcosindicalista".

Charlar con Gómez Casas de la historia del anarcosindicalismo, de la acción directa y de todo aquello que de una manera u otra esté relacionado con el rollo libertario, es algo para lo cual no escatima esfuerzos. Pero llevar la pelota a su propia portería no es cosa fácil: "El que elija el protagonismo en nuestra organización está perdido y equivocado. Nosotros consideramos que la cúpula no debe tener un papel decisorio. Por eso decimos que nuestra organización está preparada para el tipo de sociedad que queremos. Las funciones de un Comité Regional, por ejemplo, son sólo de representación y coordinación. No podemos hacer nada que no haya sido decidido de antemano por la base. Si una organización como la nuestra, afirma contundente, puede funcionar democráticamente, esto se puede proyectar para la creación de un tipo de sociedad originariamente socialista. Lo que no se puede hacer es tender a una sociedad sin clases y luego tener una organización jerarquizada de arriba abajo en la que los líderes son semidioses o personajes carismáticos que permanecen toda la vida en esa organización".

Las llamadas de teléfono marcan los puntos y aparte de la conversación. Detrás de un tímido "digame", se escucha una frase ya familiar al cabo de la entrevista: "No, verá, no es la CNT, es la casa de un miembro de la misma". El teléfono está en la misma pieza de la casa en donde recibe a sus amigos, dedica horas a la lectura, a televisión y a trabajar. Entre los muebles sencillos –empapelado en las paredes, suelo de terrazo, tresillo acrílico y aparador-biblioteca- resalta la amplia mesa de trabajo repleta de libros, cuartillas y papeles algolpados alrededor de una máquina de escribir.

"Comencé a trabajar con mi padre en la construcción pero siempre tuve una afición por la literatura y esa tendencia innata la desarrollé ampliamente en la cárcel". En el año 42, a la vuelta de un congreso, le detuvo la policía en el Camino Viejo de Leganés. "Tenía veinticinco años, me juzgó un tribunal militar que me condenó a 30 años por pertenecer a una organización clandestina". Del Penal de San Miguel de los Reyes, pasó a Ocaña y de aquí, en 1958, le trasladaron al de Burgos. En total 14 años, cuatro meses y unos días de cárcel. "Cuando abandoné la prisión me noté adormecido y muerto por dentro. Siempre creí que al salir me volvería loco de alegría. Tardé tres años en reaccionar. Un dia en Palencia, me soprendí soltando una carcajada y me di cuenta que hacia años que no reía. En todos estos años de cárcel no dudé de mis puntos de vista. Fue una época difícil porque los cenetistas sabemos que detrás de nosotros no hay organización que nos dé la razón de la vida y la existencia. Siempre supimos que todo residía en nosotros mismos".

Autodidacta. Sus doce libros, cientos de traducciones y artículos avalan la única universidad que conoció: la biblioteca de la cárcel de Burgos. Allí empezó a escribir. "Cuentos carcelarios" fue su primera obra. Después, sólo o en colaboración con otros autores escribió, como "negro" –es decir, a 150 pesetas folio-, cuatro libros bajo el seudónimo Jacques de Gaulle: "Las horas decisivas de la Guerra Civil", "El frente de Aragón" y una biografia de Pablo Iglesias. Fueron libros realizados en condiciones leoninas e increíbles. "Algunos los escribí en veintitantos días, pero esta experiencia me demostró las enormes facultades que hay en la persona y que sólo utiliza cuando se siente obligado".

Al salir de la cárcel volvió a coger la brocha, trabajó de contable en un hotel hasta que en Madrid un amigo le recomendó a una editorial. Su primer trabajo fue una traducción de Moby Dick. Desde entonces ha traducido más de cien libros y ha seguido su obra literaria y de investigación. "Situación límite –experiencia de sus años de cárcel-, "La historia de la FAI"; "Nacionalimperialismo y movimiento obrero" y el último libro "El movimiento libertario en la Guerra Civil", que la Editorial Bruguera ha titulado "Anarquistas en en poder".

Gómez Casa se define: "Soy aparentemente serio, fácil a la comunicación y me parece cordial y afectivo. Por supuesto, no he votado". "Ha habido un cierto sector minoritario de la CNT que votó en las elecciones de junio, pero creo que era necesario que vivieran su propia experiencia, que saquen sus propias conclusiones. Nosotros las tenemos sacadas pero no valen para una generación que no la vivió."

Recuerda las recién celebradas jornadas libertarias de Barcelona. "Fueron un exponente del sentimiento libertario y antiautoritario que hay en este país". Rechaza que la CNT intente capitalizar ningún movimiento libertario. "Solamente trabajar con ellos. La CNT tiene su propia función, el movimiento libertario en el trabajo". Cuando se le pregunta cuántos afiliados tiene la central, contesta con sarcasmo: "En estos momentos lo desconocemos y, en mi opinión, las cifras que dan las centrales forman parte de su propia lucha propagandística. Si los que hablan de un millón de afiliados rebajaran la mitad y un poco más, se quedarían en la realidad". El aire de fiesta que muchos denuncian en la CNT, Gómez Casas se lo sacude de encima con una última sentencia: "Somos una organización seria que inspira preocupaciones a todos los que están instalados en el establecimiento. Sólo basta que reivindiquemos la autogestión y neguemos las prácticas parlamentarias para poner los pelos de punta a sectores enteros".


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