Palestina


*Roni Ben Efrat es activista israelí y editora de la revista Challenge.
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Entre el 3 y el 8 de agosto, el ejército israelí ha dado muerte a 16 palestinos, elevando el número total (provisional) de muertos desde el inicio de la segunda Intifada a 1.820 y el de heridos estimados a 40.000, según datos de The Palestine Monitor

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Revolución y tragedia: un análisis de las dos Intifadas

Roni Ben Efrat*

Challenge, núm. 74, julio-agosto 2002
Traducción: CSCAweb (www.nodo50.org/csca)

"La violencia que estalló en septiembre de 2000 (y que aún hoy continúa) tiene muy poco en común con la Intifada de hace trece años. Retrospectivamente, es posible argumentar que nunca ha tenido las condiciones necesarias para convertirse en una verdadera Intifada"

A menudo, hemos exigido un liderazgo palestino alternativo, si bien ciertamente no dócil como le gustaría a EEUU e Israel, sino un liderazgo que defienda los derechos del pueblo palestino. Un examen de la primera Intifada puede ofrecernos un ejemplo concreto de cómo ese tipo de liderazgo emergió en su momento [1].

Al volver a examinar la primera Intifada, no nos estamos abandonando a la nostalgia. Dicho análisis es necesario para entender hasta qué punto la segunda Intifada ha sido una auténtica chapuza. Podremos igualmente extraer conclusiones que nos sirvan en el futuro. La primera Intifada no estuvo exenta de errores y problemas, pero en lo esencial fue la expresión de una visión auténticamente revolucionaria de las cosas. Si bien no había madurado lo suficiente para aprovechar todo su potencial, no acabó con las fuerzas de los palestinos como ha ocurrido con la segunda Intifada, ni les dejó faltos de dirección como la primera.

Han pasado solamente quince años desde que comenzase la primera Intifada, y aún así las lecciones de entonces se han ido diluyendo en las aguas que trajeron los acuerdos de Oslo. En este artículo, intentaré recuperar aquellas lecciones.

Miembros de ODA tuvieron el privilegio de tomar parte activa en la oleada revolucionaria que barrió los Territorios Ocupados (TTOO). Durante los meses inmediatamente anteriores al estallido de la primera Intifada, periodistas de nuestra organización visitaban continuamente los campamentos de refugiados de Gaza y Cisjordania. Hablamos con sindicalistas, estudiantes, organizaciones de mujeres, y familias de presos. Seguimos con atención el nacimiento del levantamiento, y dimos voz a sus líderes.

Desde ODA, dimos cobertura mediática a los acontecimientos en nuestros diarios Dérej Ha-Nitzotz (en hebreo) y Tariq al-Xarara (en árabe). Ningún lector podría sorprenderse de lo que allí encontraba. El establishment israelí los leía y de hecho los cerró y condenó a cuatro de nuestros activistas judíos a ingresar en prisión por pertenecer al Frente Democrático para la Liberación de Palestina (FDLP). De hecho, manteníamos una conexión estrecha con los líderes de la Intifada. Un vínculo ideológico de estas características, que fuera más allá de las barreras étnicas, es difícilmente imaginable hoy en día.

En su obra titulada The Intifada (Jerusalén: Schocken, 1990), Ze´ev Schiff y Ehud Ya´ari titularon uno de los capítulos "La sorpresa". Ni el Shin Bet (los Servicios de Seguridad israelíes) ni la Administración Civil podían haber imaginado que el pueblo palestino se rebelaría, a pesar del exhaustivo control que mantenían sobre los TTOO y de que sabían cómo aprovecharse de los puntos débiles de las familias palestinas. Schiff y Ya´ari describen un panfleto distribuido por la Administración Civil unos meses antes del levantamiento. Con ocasión del 20 aniversario de la guerra de 1967, la fotografía de la portada mostraba un campo de trigo dorado. En el interior había fotografías de hospitales y lugares de diversión para los niños. ¡Ilustrado régimen de ocupación, sin duda! Las autoridades israelíes se dejaron engañar por su propia propaganda: cuando las protestas dieron comienzo, pensaron que todo se acabaría en cuestión de días.

La Intifada estalló en la noche del 8 de diciembre de 1987, en el campamento de refugiados de Yabalia (Gaza). En cualquier otro momento, la causa inmediata que provocó su estallido habría quedado como un incidente aislado más. Un conductor de un camión israelí descuidado provocó un accidente en el que murieron cuatro trabajadores. Después de 20 años de ocupación, el incidente fue la chispa. Después de los funerales, al anochecer, la multitud empezó a atacar los puestos militares situados en el campamento. El comandante de la zona declaró: "No es nada. No los conoces. Se irán a la cama y mañana se presentarán a trabajar" (citado en Schiff y Ya´ari, pág. 13). En aquel entonces, Isaac Rabin era Ministro de Defensa en el gobierno de unidad nacional formado con el Likud. Rabin tenía programada una visita de dos semanas de duración a EEUU que daría comienzo el 10 de diciembre. No se molestó en cancelar la gira, a pesar de que cuando se marchó las protestas ya se habían extendido por toda la Franja. Estuvo fuera las dos semanas enteras.

La Intifada también pilló por sorpresa a los líderes de la OLP que en aquel entonces estaban en Túnez, tras haber sido expulsados de Líbano en 1982. El liderazgo de la OLP había sido incapaz de entender lo difícil que era la vida en los Territorios. Pero los hechos eran lo suficientemente claros para cualquiera que quisiera verlos. Nuestros dos diarios no habían dejado de repetir que el estallido era inminente. Habíamos informado de las detenciones masivas y las deportaciones, del arresto de activistas sin cargos ni juicio. Describimos el maltrato a niños en el campamento de Balata cerca de Nablus. Transmitimos, en definitiva, la opinión cotidiana de la gente que más tarde se echaría a la calle. La opresión israelí provocaba resistencia, pero a la OLP no le interesaba dirigir a la gente hacia una revuelta cívica.

Existía aún otra razón que explicaba la falta de preparación de la OLP. Desde que fuera expulsada de Túnez, el epicentro de la lucha palestina había pasado a estar en los TTOO. Allí, desde mediados de los ochenta, comenzó a emerger un nuevo liderazgo salido de entre la gente. La OLP, en Túnez, se negó a aceptar este cambio. En lugar de ver el nuevo potencial que emergía para la lucha, la OLP lo veía con suspicacia. Le preocupaban las luchas intestinas en los campamentos de refugiados de Líbano. Alejados de cualquier grupo significativo de población palestina, el grupo de Túnez se hundió en una vida de inacción y lujo.

La Intifada de 1987: una revolución popular

Son cuatro los factores que nos permiten hablar de la primera Intifada como una revolución.

1. La Intifada destruyó el aparato de la Ocupación israelí, que nunca ha conseguido recuperarse. Aún hoy, Israel no está dispuesta a hacerse cargo, nuevamente, de la administración completa de los Territorios.

2. Los primeros en levantarse fueron aquellos que "no contaban": trabajadores, mujeres y jóvenes.

3. La Intifada alimentó un tipo liderazgo local que hundía sus raíces en el pueblo, frente al modelo histórico de la OLP.

4. La Intifada inauguró un periodo de conflictividad que aún continua, si bien ahora lo hace bajo la forma de la venganza por la venganza (por ejemplo, mediante acciones suicidas). Israel nunca ha sido realmente capaz de recuperar el control de la situación.

Para comprender el alcance del cambio que se ha producido en la sociedad palestina desde diciembre de 1987, recordemos cómo la gente describía su situación en aquel entonces. Por ejemplo, leemos en Schiff y Yaari que

"En tan sólo un mes, Israel había perdido el control sobre la población palestina. La Administración militar había perdido las riendas... Los instrumentos de los que se servía la Ocupación ya no eran útiles, y no era posible recomponerlos mediante la fuerza. La costumbre de rendirse, la obediente deferencia ante los caprichos de quien estaba al mando, todo se vino abajo con la revuelta. Se trataba de un giro psicológico radical para un público que había descubierto de lo que era capaz y cómo podía explotar los puntos débiles de su enemigo." (Ob. cit., pág. 102)

"Fue un tiempo en el que los pobres de las ciudades se levantaron para imponer su autoridad sobre las barriadas ricas. Desde el principio, la Intifada adoptó la forma de una revuelta social; es decir, no se trataba únicamente de resistir frente al control israelí, sino también frente a la elite local. En esta atmósfera de rebelión, los trabajadores temporales de los huertos se impusieron sobre sus dueños. Los alumnos obligaban a sus maestros a acudir con ellos a las manifestaciones. Las mujeres dejaban los hornos sin pedir permiso a sus maridos. Las convenciones sociales tradicionales se hicieron pedazos; el viejo sistema de estratificación social fue violentado. Las masas de "los que no cuenta para nada" se convirtieron, de repente, en la fuerza dominante que llevaba la voz cantante." (Ibid., p. 108.)

¿Cómo interpretaron los palestinos la Intifada? Después de que el gobierno israelí clausurase Dérej Hanitzotz, comenzamos a publicar ejemplares ocasionales. Uno de ellos fue publicado bajo el título de "Los palestinos hablan sobre la Intifada." Se incluía una entrevista con Aya, del campamento de al-Xati y 17 años de edad. En aquel entonces, le pregunté a Aya, "¿cómo ha cambiado la gente?". Su respuesta fue:

"Antes, por ejemplo, los trabajadores únicamente pensaban en cómo entrar en Israel y traer un sueldo a casa. Únicamente pensaban en sus familias. Hoy, ya no van a Israel a servir a los judíos. Se quedan aquí con nosotros para manifestarse. Las mujeres ya no se pasan el día en la cocina. También participan en las manifestaciones, cuidan a los heridos. Los estudiantes han dejado de ir todos los días al colegio. Ahora hablan más, organizan reuniones. Las diferencias entre la gente se han desvanecido. Antes, podía decir en qué se diferenciaban una chica de un campamento de una chica de ciudad. Las chicas de ciudad estaban mimadas. No pensaban en nadie más que en sí mismas. Ahora todo ha cambiado. No se discrimina entre hombre y mujer, niño y adulto. Todo el mundo tiene que permanecer unido, manifestarse y ayudarse mutuamente. Incluso la policía y los trabajadores de la Administración Civil han dejado sus puestos para ayudarnos." (cit. en "Los palestinos hablan acerca del levantamiento y la paz", publicación especial de Hanitztotz Publishing House, abril de 1988, pág. 12, en hebreo).

Los líderes de la primera Intifada

La Historia ha conocido muchos levantamientos populares que no llegaron a transformarse en revoluciones. Para durar y desarrollarse, la primera Intifada necesitaba líderes. Aparecieron (y esto es significativo) un mes después de que comenzase el levantamiento. Puesto que desde Túnez no salían líderes, ¿de dónde vinieron?

Los líderes locales eran miembros de la OLP que formaban parte de movimientos populares en los TTOO (organizaciones estudiantiles, sindicatos, y organizaciones de mujeres), así como presos. El noventa por ciento de los líderes pasaron por el crisol de las cárceles israelíes durante los ochenta. La cárcel fue su escuela, educando a los cuadros en el sacrificio. Enseñó a los presos acerca de experiencias revolucionarias en otras partes del mundo. Las pautas de comportamiento que se establecían en las prisiones (por ejemplo, el respeto hacia otras tendencias políticas), fueron cruciales para los futuros líderes de la Intifada (véase Schiff y Yaari, pág. 197).

Los líderes hicieron su primera aparición en forma de manifiestos que aparecían numerados y que se convirtieron en el motor de la Intifada. Los primeros manifiestos se originaron en algunas ramas locales del FDLP y Fatah, ambas integrantes de la OLP.

Un sindicalista del FDLP llamado Muhammad Labadi escribió el primer manifiesto titulado "No silenciarán la voz de la Intifada". En él, se hacía un llamamiento a una huelga general de tres días a mediados de enero de 1988. En aquel momento, Fatah estaba a punto de emitir su propio manifiesto. En vista de esto, los líderes de ambos grupos se reunieron junto con otros activistas del FPLP (Frente Popular para la Liberación de Palestina) y del Partido Comunista. Juntos, establecieron un liderazgo clandestino que se conocería como el Mando Nacional Unificado.

Fuera de este pequeño círculo, nadie sabía quién escribía los manifiestos. Los líderes adoptaban las decisiones por consenso, sin favorecer a ninguna organización en particular. Entendían que su labor era la de guiar al pueblo. El anonimato de los líderes casaba con el espíritu de la Intifada, que realzaba la importancia de la gente de la calle. Se ponía fin así a la forma de liderazgo tradicional de las familias de notables: los Husseini, los Nashashibi y otros. Cuando Israel finalmente golpeó al Mando Nacional Unificado (MNU) en abril, deportó a sus líderes, pero otros les sustituyeron inmediatamente. Los manifiestos siguieron publicándose [2].

Me gustaría resaltar una característica importante de este liderazgo. De manera muy democrática, eran la expresión de las posiciones de las diferentes facciones de la OLP, al tiempo que se mantenían en contacto con el sentir generalizado de la calle. Los líderes se preocuparon, por ejemplo, de no sobrecargar a la gente con demasiadas huelgas generales. Prestaron mucha atención a los nuevos métodos de resistencia civil. Corrigieron los manifiestos carentes de realismo. Por ejemplo, desde el principio prohibieron la compra de productos israelíes. Sin embargo, pronto se evidenció que la gente era llana y sencillamente incapaz de obedecer una orden así. El liderazgo decidió entonces limitar el boicot a los productos que no se encontraran en los TTOO.

Se dialogaba con los profesores de las universidades palestinas. Muchas de sus sugerencias fueron aceptadas. Se concedió una gran importancia al movimiento de los presos y a la solidaridad para con sus familias. Además del liderazgo clandestino, había otros líderes que trabajaban sobre el terreno, organizados en "comités populares". Estos últimos se encargaban de poner en práctica los requerimientos contenidos en los manifiestos. Se encargaban de movilizar a los pueblos y campamentos formando "comités de acción". A continuación estaban los denominados "comités de choque", cuya tarea era la de retar a las fuerzas armadas israelíes.

En este punto, sin embargo, he de resaltar otro aspecto: los líderes comprendieron que, para implicar a la gente, debían evitar la lucha armada. Al principio, la OLP se opuso a esta restricción, pero la cuestión terminó decidiéndose sobre el terreno. Una de las historias más célebres en este sentido es la de una manifestación que tuvo lugar en uno de los campamentos de refugiados. Un arma israelí cayó en manos de los manifestantes. En lugar de cogerla, uno de ellos llamó al desventurado soldado y le devolvió el arma, como queriendo decir, "¿Ves? ¡Somos más fuertes que vosotros!" El resto de manifestantes le vitoreó.

Como cualquier revolución verdadera, la primera Intifada produjo un aparato directivo único en su especie. Un fenómeno que nos recuerda que no hay recetas, porque cada revolución merecedora de tal nombre debe producir sus propias estructuras.

En vista de los acontecimientos que se sucedieron después, deberíamos mencionar el posicionamiento de las organizaciones islamistas. Si bien no fueron las que llevaron la voz cantante, la primera Intifada marcó su entrada en el escenario político nacional palestino. Hasta aquel momento, no habían formado parte del mismo. Su objetivo era la vuelta a un imperio islámico. El jeque Ahmed Yasin, líder de Hamas, no quería involucrarse en la primera Intifada, prefiriendo la caridad y los rezos. Según Schiff y Yaari, Yasin se vio obligado a cambiar su postura por la presión de los militantes. Fue entonces cuando Hamas comenzó a publicar sus propios manifiestos, pero sin formar parte del MNU.

Los objetivos de la primera Intifada

Los artífices de la primera Intifada no se engañaron. No pensaron, "conseguiremos la independencia en tal o cual fecha". Evitaron marcarse objetivos carentes de realismo. Como primer objetivo se marcaron hacer de la ocupación algo insostenible; es decir, crear una situación en la que la Administración Civil israelí ya no pudiera controlar los Territorios. También tuvieron en cuenta el hecho de que la Intifada oscilaría. La cuestión económica era fundamental. Incluso George Habash, líder del FPLP, formuló la siguiente pregunta: "¿Qué pasaría si cientos de miles de trabajadores palestinos dejan de trabajar en Israel? La OLP tendría entonces que darles al menos 10 millones de dólares mensuales." (Schiff y Yaari, pág. 270).

Como solución al conflicto, los líderes de la Intifada tenían una visión de un Estado palestino que se establecería sobre los territorios conquistados por Israel en 1967. Sobre esa base, trataron de ganarse aliados en todo el mundo. Por ejemplo, y contrastando con los manifiestos de Hamas, los manifiestos del MNU se abstuvieron de caer en cualquier forma de antisemitismo. En lugar de ello, pidieron una alianza con las fuerzas de la izquierda israelí. En el terreno diplomático, concedieron gran importancia a la Unión Soviética. A medida que la revuelta fuera creciendo, pensaron, tendrían que persuadir a la comunidad internacional de que aceptara las exigencias palestinas.

Los editores de Dérej Hanitztotz también veíamos el desarrollo de la Intifada con optimismo. Por ejemplo, el 28 de febrero de 1988 Yacov Ben Efrat escribía: "El levantamiento ha entrado en su tercer mes, y los medios para seguir luchando seguirán desarrollándose hasta que el control israelí se vuelva del todo imposible. Entonces, se empezará a hablar de soluciones políticas que sean convenientes para las exigencias palestinas. Soluciones que a su vez provocarán una discusión sobre el camino a seguir, conducente a una resolución verdadera del problema basada en el reconocimiento de la OLP y el derecho del pueblo palestino a establecer su propio Estado independiente."

La OLP en Túnez no se quedó de brazos cruzados. Schiff y Yaari intentan ofrecer una descripción del temor de la OLP ante los líderes "del interior" y cómo intentó ponerles la zancadilla. No cabe duda de que hay algo de cierto en esta acusación, si bien los autores israelíes han tratado de imponer su propio marco teórico sobre una realidad mucho más compleja.

A las corrientes conservadores de la OLP, y especialmente a Fatah, les preocupaban de hecho los poco convencionales modelos de comportamiento y liderazgo que se estaban desarrollando en los TTOO. La gente de Túnez veía en ellos modelos ajenos a los que se daban en el mundo árabe, y muy especialmente a lo que ellos creían que debía ser el futuro Estado palestino. Hacía tiempo que habían dejado de pensar en términos de revolución. La Intifada constituía una amenaza para los regímenes árabes con los que esas corrientes mantenían vínculos. Sin embargo, esta era una guerra de supervivencia hacia la cual se vieron literalmente empujados. El 4 de abril de 1988, en Túnez, comandos israelíes asesinaron al número dos de la OLP, Jalil al-Wazir, más conocido como Abu Yihad. El mensaje estaba claro: "¡Adiós, OLP!" En respuesta al asesinato, el grupo de Túnez intentó utilizar la Intifada para recuperar el protagonismo en la escena internacional.

Sin embargo, Fatah estaba limitada por la presencia dentro de la OLP de dos organizaciones izquierdistas: el FDLP y el FPLP. Cuanto más populares se hacían éstas en los Territorios, menos queridas eran en Túnez.

Todos estos eran sin embargo factores que terminaron debilitando a la izquierda palestina. Para empezar, Israel detuvo a cientos de sus líderes y militantes. Además, la situación económica en los TTOO no dejaba de empeorar a pasos agigantados, y el eje Fatah-Túnez era capaz de alimentar la dependencia económica de los cuadros izquierdistas de los TTOO.

Otro de los momentos decisivos tuvo como protagonista a Yaser Abed Rabbo, número dos del FDLP y hoy Ministro de Cultura en la AP y uno de los más importantes colaboradores de Arafat. Como ya hemos mencionado, el FDLP había estado a la vanguardia de la Intifada. Arafat se las arregló para que Abed Rabbo formase un nuevo grupo, Fida. Abed Rabbo se llevó consigo a algunos de los más experimentados cuadros de mando de los TTOO. Más tarde, Fida se convirtió en parte integrante de la AP y sus miembros recibieron cargos en el nuevo régimen.

Es cierto, pues, que la OLP utilizó la Intifada para reforzarse políticamente, pero también es cierto que la gente del interior era demasiado débil o carecía de la suficiente experiencia como para poder ir "por libre" (con la excepción de Faisal Husseini, un líder verdaderamente independiente). Los hilos estaban en manos de la OLP en Túnez, y eso terminó siendo un factor decisivo. A medida que se acercaba 1989, comenzaron a vislumbrarse signos de que la Intifada se iba erosionando.

La escena diplomática también registró mucha actividad. EEUU, a través de su Secretario de Estado George Schultz, intentó presentar un programa según el cual la OLP, Siria y la Unión Soviética quedarían fuera del marco de una solución definitiva. El plan fue recibido con tales muestras de oposición que el 31 de julio de 1988 el rey Hussein de Jordania renunció a cualquier reclamación jordana sobre los TTOO, creando así un vacío formal que pudieran llenar los palestinos.

Israel se enfrentaba a tres opciones:

1. Mantener un régimen de ocupación directa.

2. Encontrar líderes locales que estuvieran dispuestos a dirigir los TTOO en su lugar.

3. Negociar con la OLP.

Israel ya había fracasado con la primera opción. Había intentado lo segundo antes de y durante la Intifada, así como durante la Conferencia de Madrid de 1991-92, sin resultados. Así pues, se decidió por la tercera opción. La fórmula finalmente adoptada por Israel (a saber, los acuerdos de Oslo), ha llevado al país al caos en el que hoy se encuentra. Israel inició las conversaciones con la OLP con el único propósito de neutralizarla y transformarla en una mutación de tipo dictatorial conocida como Autoridad Palestina (AP).

La Intifada, una revolución única en su especie en los anales de Oriente Medio, acabó de mala manera. Pero este hecho no anula sus logros, a saber:

1. En tanto que revolución, la Intifada se convirtió en parte de la memoria colectiva del pueblo palestino.

2. La renuncia de Jordania a sus reivindicaciones sobre los TTOO puso fin a los intentos de dejar a un lado a la OLP.

3. Israel comprendió que no podía seguir gobernando los TTOO tal y como lo había hecho durante los veinte años anteriores.

4. La fuerza moral de la Intifada inspiró una enorme simpatía hacia la causa palestina en el mundo entero. Por primera vez los palestinos fueron capaces de borrar esa doble imagen de víctimas y terroristas.

5. La Intifada consiguió recabar un apoyo sin precedentes para el pueblo palestino dentro del propio Israel. Ratz (ahora parte de Meretz), por ejemplo, cambió su programa electoral. Anteriormente, había apoyado una confederación jordano-palestina. Después, reconoció a la OLP y pidió abiertamente el establecimiento de un Estado palestino independiente.

La Intifada de septiembre de 2000: la 'antirrevolución'

La violencia que estalló en septiembre de 2000 (y que aún hoy continúa) tiene muy poco en común con la Intifada de hace trece años. Retrospectivamente, es posible argumentar que nunca ha tenido las condiciones necesarias para convertirse en una verdadera Intifada.

1. Sus objetivos son contradictorios y difieren de los del pueblo.
2. No existe un liderazgo revolucionario.
3. La atención se centra en la lucha armada, que incluye acciones suicidas contra civiles.

Esta segunda Intifada estalló en el lóbrego contexto de siete años de gobierno conjunto palestino-israelí. Cuando la AP se estableció en los Territorios en 1994, la euforia fue rápidamente sustituida por un estado de conmoción. Pronto se hizo evidente que la recién llegada no era la OLP liberadora, sino un espectro replicante de los regímenes árabes de la región. Los Territorios no estaban listos para un régimen como ese. Los antiguos líderes de la primera Intifada hicieron malabares para encajar en el nuevo aparato; las bases pasaron a formar parte de los cuerpos de seguridad, mientras que los dirigentes de más importancia ocupaban las posiciones más elevadas dentro del régimen. Fuera de ese círculo quedó un grupo de militantes de base resentidos que más adelante se unirían bajo la batuta de Marwan Barghouthi.

A la segunda Intifada se llegó tras largos años de agotamiento político tras estériles negociaciones con Israel. El nivel de vida se hundió. Llana y sencillamente, no existía un sistema legal. Arafat inició un reinado de terrorismo político. Sólo hubo un intento aislado en el ámbito laico de organizar una protesta pública: el denominado Manifiesto de los Veinte, publicado el 27 de noviembre de 1999. Allí se criticaba la corrupción de la AP y su colaboracionismo con Israel. Pero el manifiesto no recibió demasiados apoyos y fue rápidamente silenciado.

La primera Intifada había tomado a Israel por sorpresa, pero la segunda encontró al país preparado. En una entrevista televisada el 31 de mayo de 2002, el general Isaac Eitan (a cargo del sector central) subrayó este último punto. Eitan se refirió a las protestas de 1996, cuando los palestinos protestaron contra la apertura de un túnel por parte de Israel bajo el Muro de las Lamentaciones; en el transcurso de los enfrentamientos en los controles de carretera, el personal de la AP disparó por primera vez contra soldados israelíes). Desde entonces, aseguró Eitan, el Ejército israelí se había venido preparando para cualquier posible escenario.

Israel ha seguido atentamente las dificultades que tenía Arafat para controlar a la oposición. Israel le ha puesto a prueba a él, y no a Hamas, día tras día. La principal preocupación de Israel, desde la primera Intifada, ha quedado formulada en la siguiente pregunta: ¿quién puede controlar los Territorios por nosotros?

La ira del pueblo palestino se ha desatado tanto contra Israel como contra la AP. Sin embargo, no existe un liderazgo legitimado por el pueblo que luche contra los socios de Oslo en busca de una alternativa.

El liderazgo de la segunda Intifada puede dividirse en tres, tanto en su composición como en sus objetivos, pero ninguno de esos objetivos responde a las necesidades de la gente.

1. Por un lado, la AP se vio arrastrada por fuerza a participar en la Intifada. Intentó presentarse ante la gente como un movimiento de liberación, al tiempo que intentaba satisfacer las exigencias de EEUU e Israel según lo dispuesto en Oslo. La AP animó a la gente a enfrentarse con el Ejército, pero mantuvo a sus fuerzas fuera de las refriegas. Jugaba así con dos barajas, como si realmente fuera posible comportarse como un movimiento de liberación nacional y un "Estado" responsable.

2. El Tanzim (literalmente, "organización"), que había pasado inadvertido durante el periodo de Oslo, se convirtió en el protagonista de la segunda Intifada. Frente a la AP, que simplemente quería sobrevivir, los miembros del Tanzim utilizaron la Intifada para ganar posiciones de importancia de cara a cualquier acuerdo futuro. Resentidos por su exclusión en el pasado, explotaron la ira de la gente contra la AP y la Ocupación para perseguir sus propios intereses. Por supuesto, no revelaron cuáles eran sus objetivos. Más bien hablaban de objetivos esenciales, de "una lucha por sacar hasta el último soldado de los Territorios." Y aún así, la gente prácticamente no les ha creído. Por ello, y en ausencia de ideas revolucionarias, no han sido capaces de iniciar una Intifada popular. En lugar de eso, prefirieron ganar en popularidad mediante la lucha armada. En su búsqueda de mayor prestigio y una mejor posición, los líderes del Tanzim se vieron empujados hacia una competición con Hamas. Adoptaron la estrategia de los atentados suicidas, con el objeto de ganarse el favor de la opinión pública. Todo ello contrasta notablemente con la primera Intifada, donde no existía esa necesidad de ganarse a la gente porque la Intifada ya era la gente.

3. Las organizaciones islámicas llegaron a esta Intifada después de varios años en los que su influencia sobre la sociedad palestina había aumentado vertiginosamente. De ahí el nombre de "Intifada de Al-Aqsa". Éste ha sido un levantamiento contra los judíos, no contra la Ocupación. El objetivo ha sido el de sembrar el terror y el miedo en los corazones de los judíos hasta que, de algún modo, desaparezcan. Para lograr este objetivo, se consideró que todos los métodos eran legítimos. Los islamistas han exagerado la idea del suicidio hasta convertirla en una engañosa estrategia de liberación.

Aún así, los islamistas no han ofrecido ningún tipo de alternativa política. Han dejado a la gente sin los instrumentos necesarios para arreglárselas frente al poderío israelí. No tuvieron en cuenta que vivimos e un mundo traumatizado por el 11 de septiembre. No estaban preparados para encajar el giro tan radical que los Estados árabes y musulmanes (como por ejemplo Arabia Saudí y Paquistán) dieron como resultado de la nueva situación.

En cuanto a la izquierda palestina, que había sido la vanguardia de la primera Intifada; pequeña y carente de eficacia, ha sido arrastrada tanto por Fatah como por los islamistas.

La gente no confía en ninguno de los tres bloques. Si bien a veces puede parecer que su ira se dirige contra la ocupación, no nos sorprendería que las protestas espontáneas comenzaran a surgir contra la AP (protestas que, por otra parte, ya están comenzando en Gaza). Sin embargo, sin un programa o un liderazgo apropiados, no serán eficaces.

La segunda Intifada ha sido más exitosa que la primera en un sentido: ha trastornado la economía de Israel, si bien hay que decir que lo ha hecho en el contexto de unas condiciones globales determinadas. Pero aún así, no ha ofrecido a la gente elementos con los que poder negociar. Más bien, al contrario. La cuestión palestina, que había alcanzado relevancia cuando Jordania se retiró en 1988, está ahora en otras manos en el Mundo Árabe: Egipto y Arabia Saudí. La AP ha sido totalmente erradicada en sus funciones gubernativas. Todavía existe nominalmente, pero sigue existiendo llana y sencillamente porque ninguna otra entidad puede ocupar aún el vacío que dejaría. El pueblo palestino sale de esta segunda Intifada más pobre y arruinado y con menos esperanza que nunca.

El espíritu de la primera Intifada fue revolucionario; la primera Intifada pasará a la historia como una lucha heroica y dotada de fuerza moral. La segunda lo hará como un gran fiasco en el que diversas fuerzas políticas se han aprovechado de la sangre de los jóvenes palestinos para conseguir sus objetivos.

Y aún con todo, la tarea a la que ha tenido que hacer frente el pueblo palestino durante esta segunda Intifada sigue pendiente: quitarse de encima a un liderazgo corrupto y empezar a construir una infraestructura realista y revolucionaria que ofrezca soluciones a la cuestión nacional. Aún cuando de entre el pueblo surjan fuerzas renovadas, no serán capaces de retomar la tarea donde la dejó la primera Intifada. La Unión Soviética y el bloque socialista, principales sustentadores de los pueblos del Tercer Mundo, han desaparecido. El mundo se ha transformado radicalmente. Los problemas nacionales ya no pueden resolverse separados de los problemas económicos globales.

¿Cuáles serán, entonces, los métodos y objetivos de la tercera Intifada? Algo está claro: el pueblo palestino nunca dará por perdido su derecho a la independencia ni a vivir dignamente en su tierra.


Notas:

1. Este artículo se basa en una conferencia pronunciada en un ciclo organizado por la Organización para la Acción Democrática (ODA, en sus siglas en inglés), celebrado en Galilea entre los días 13 y 15 y de junio de 2002. El seminario analizó desde una perspectiva marxista cuestiones de actualidad.
2. Los comunicados del MNU fueron publicados por la editorial Txalaparta (Tafalla, Navarra) en edición preparada por el Comité de Solidaridad con la Causa Árabe. [Nota de CSCAweb]



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