Sobre la irrelevancia
Uri Avnery*
Ma'ariv,
22 de diciembre de 2001
Traducción: CSCAweb (www.nodo50.org/csca)
Quienes afirman que "Sharon
no tiene un plan político" se equivocan, y mucho.
Sharon tiene un plan muy claro: continuar con su ofensiva y liquidar
al liderazgo palestino con el fin de romper el espíritu
del pueblo palestino y llevar a Hamas al poder, para luego poder
decir que no tiene a nadie con quien negociar. Sharon cree que
en algún momento los palestinos se marcharán del
país (lo mismo que en 1948), o que se resignarán
a vivir en enclaves aislados y cercados al estilo de los bantustantes
sudafricanos
2001 está a punto de terminar, pero en el último
momento una nueva palabra (procedente del latín, para
más señas), se ha introducido en el léxico
político hebreo: "irrelevante".
Hemos entrado en una nueva fase de este fatal duelo entre
dos gladiadores veteranos, ambos experimentados y astutos: Ariel
Sharon y Yaser Arafat. Sharon ha declarado que Arafat es "irrelevante".
Arafat le ha dado la vuelta a la tortilla con un discurso que
le ha convertido en el centro de todas las miradas. Y todo ello
ocurre al mismo tiempo que los tanques de Sharon están
aparcados a pocos cientos de metros de las oficinas de Arafat
con los cañones apuntando a la cabeza de este último.
Si Sharon imaginaba que Arafat iba a darse a la fuga o rogar
por su vida, entonces es que no lo conoce bien. En 1982, yo conocí
a Arafat cuado éste se encontraba en la parte occidental
de Beirut (entonces cercada), en una época de durísimos
bombardeos en la que cientos de agentes de Sharon le estaban
buscando para asesinarle. Arafat estaba en su mejor momento,
con los ánimos por las nubes.
Si Arafat imaginaba que con su discurso desarmaría
a Sharon y le detendría, entonces tampoco le conoce bien.
Sharon nunca abandona. Cuando se topa con un obstáculo,
lo circunvala. Cuando no consigue lo que quiere al primer intento,
entonces lo vuelve a intentar una, y otra, y otra vez.
El conflicto palestino-israelí es un enfrentamiento
ente dos grandes movimientos históricos, y Sharon y Arafat
son los máximos representantes del mismo. Sharon es el
"sionista" por excelencia. Arafat es la personificación
del movimiento nacional palestino.
Es un choque entre una fuerza irresistible y un objeto inamovible.
Por una parte, tenemos el sionismo, cuyo objetivo ha sido
siempre convertir como poco todo el territorio que va del mar
Mediterráneo al río Jordán (en hebreo, la
"Tierra de Israel") en un Estado judío homogéneo;
lo cual se supone habrá de conseguirse mediante una estrategia
dividida en fases: un método sionista, puesto en práctica
por los colonos.
Por otra parte, tenemos el nacionalismo palestino, cuyo propósito
es establecer un Estado palestino independiente sobre territorio
palestino. A falta de otra alternativa, los palestinos han renunciado
al 78% de la tierra entre el río Jordán y el mar
Mediterráneo (un territorio que ellos llaman Filastin),
y la Intifada tiene como objetivo convertir el 22% restante en
el Estado de Palestina.
Cuando Sharon llegó al poder, se presentó como
un benigno abuelete, amante de las ovejas y los niños,
cuyo único deseo es entrar en los libros de historia como
el hombre que trajo paz y seguridad a la región. Siguiendo
el espíritu de "hagamos la guerra con trucos",
[su campaña] fue un exitoso fraude. La opinión
pública israelí, que quiere paz y seguridad, le
creyó y le eligió como el De Gaulle israelí,
como ese viejo camarada que ha perdido a sus mejores camaradas
en la batalla y comprende que nada es más preciado que
la paz.
Para quienes conocen a Sharon, lo que vieron entonces les
produjo miedo y tristeza: un público ingenuo siguiendo
al flautista de Hamelín.
A Sharon le importan un pimiento la paz y la seguridad. Para
Sharon, ambas son símbolo de debilidad y degeneración.
Desde el momento en que se hizo con el poder, tenía un
programa bien diferente: acabar con los acuerdos de Oslo, eliminar
a la Autoridad Palestina y sus fuerzas armadas, y revitalizar
el movimiento colono. Con este propósito se hizo con los
poco cotizados servicios de Shimon Peres, con el fin de camuflar
sus verdaderas intenciones ante los ojos del mundo y dar comienzo
a su gran campaña (de hecho ya la había empezado
antes, cuando visitó la Explanada de las Mezquitas y prendió
la mecha).
Quienes afirman que "Sharon no tiene un plan político"
se equivocan, y mucho. Sharon tiene un plan muy claro: continuar
con su ofensiva y liquidar al liderazgo palestino con el fin
de romper el espíritu del pueblo palestino y llevar a
Hamas al poder, para luego poder decir que no tiene nadie con
quien negociar. Sharon cree que los palestinos se marcharán
del país en algún momento (lo mismo que en 1948),
o que se resignarán a vivir en enclaves aislados y cercados
al estilo de los bantustantes sudafricanos.
Enfrentado a esta furiosa embestida, Arafat ha recurrido a
la estrategia palestina clásica: ser tenaz (en árabe,
sumud). Sobrevivir. No moverse. No rendirse. No dejarse
arrastrar a una guerra civil. Utilizar los escasos medios de
los que dispone (acciones políticas, diplomáticas,
o violencia en dosis diversas), para que su pueblo pueda resistir.
Su mayor ventaja es la capacidad de su pueblo de absorber el
castigo, lo cual vuelve a los generales israelíes locos
de frustración.
La batalla está lejos de haber terminado. Creo que
continuará, para acabar en empate: toda una proeza para
la parte más débil. Un empate que inevitablemente
conducirá a un acuerdo histórico basado en concesiones
recíprocas.
|