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Los trucos de los precios del petróleo

Publicado en Nación Árabe, núm 43, invierno de 2001

La nueva crisis del petróleo desencadenada durante el último año y medio tiene poco que ver con la de 1973. A raíz de la subida de esta subida de precios, las economías buscaron energías alternativas al petróleo, aun así hoy en día significa el 35% de la energía que se consume en el mundo. Desde esta primera crisis todos los males del mercado del crudo se le achacan a la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), cuando la realidad, como veremos a continuación, es bien distinta ya que para su desgracia cada vez tienen menos poder sobre el precio de la mercancía que es la principal fuente de riqueza para muchos de sus 11 países (Arabia Saudí, Irán, Iraq, Emiratos Árabes, Kuwait, Qatar, Nigeria, Libia, Argelia, Venezuela e Indonesia). Son las grandes empresas transnacionales las que van adquiriendo un mayor poder, defendiendo sus intereses particulares, y los de sus accionistas, lo que se ha traducido en el aumento de los abusos y violaciones de los derechos humanos a costa de la población local. Algunos ejemplos suceden en Nigeria, Sudán (donde a pesar de la guerra que vive el país cada año aumenta el número de concesiones a empresas petrolíferas extranjeras), Arabia Saudí, Argelia o Colombia, países donde estas empresas no dudan en contratar los servicios de grupos armados e incluso fuerzas de seguridad nacionales conocidas por su brutalidad. Finalmente han sido estos conglomerados internacionales los grandes beneficiados del aumento de los precios, ya que sus resultados se han disparado (Repsol-YPF triplicó sus beneficios en los nueve primeros meses del año), al tiempo que sus stocks, tanto los extraídos como los que aun permanecen en sus yacimientos, se revalorizan.

Durante la primera mitad de 1998 la OPEP intentó rescatar el barril de crudo, que andaba por debajo de los 10 dólares el barril, su precio más bajo en 18 años, recortando la producción de sus miembros que controlan el 40% de la extracción mundial. Pero la alta tasa de incumplimiento de los recortes, unida a la baja demanda por la todavía reciente crisis económica asiática, y el permiso para que Iraq aumentase su producción, hizo que la medida pasase desapercibida. Fue en marzo de 1999 cuando se llegó a un acuerdo entre los tres productores que acaparan el mercado estadounidense ­Arabia Saudí, Venezuela y México (este último no pertenece a la OPEP)­ para realizar un importante recorte que se cumplió a rajatabla. Las grandes empresas del sector acostumbradas a la inestabilidad interna de la OPEP decidieron usar sus abundantes reservas a la espera de que el pacto se incumpliese y volviese a bajar el precio del barril. Pero los países productores animados por la buena marcha de la iniciativa empezaron a cumplir con suficiente firmeza los recortes logrando el apoyo de países productores no pertenecientes a la organización como Rusia y el mencionado México. El objetivo era lograr un precio equilibrado que permitiese a los países productores beneficiarse de sus propias riquezas.

Es a partir del inicio de la subida de los precios cuando se desencadena una guerra dialéctica sobre la verdadera razón de la excesiva subida que se produjo durante el año 2000. La OPEP defiende un precio del barril de crudo entre los 22 y 28 dólares, pero durante los diez primeros meses del año se pagó en torno a los 30 dólares, llegando en octubre a más de 35 dólares, lo que significó volver a los precios vigentes durante la Guerra del Golfo. Lo que no quedaba claro era la razón por la que los precios no bajaban, dado la OPEP aumentó su producción en más de 3 millones de barriles diarios para igualar la oferta a la demanda, cediendo a la incesante presión de los gobiernos occidentales. La versión en todos los medios de comunicación se basaba en hablar del "cartel del petróleo" y en su objetivo de influir en los precios fijando cuotas de producción por debajo de la demanda. Incluso la UE se llegó a plantear denunciar a la organización con sede en Viena ante el Tribunal de la Competencia acusándola de manipular los precios. El bombardeo de noticias sobre la inevitabilidad de la escalada de precios era continuo. Los gobiernos occidentales han preferido continuar con su presión directa sobre el aumento de la oferta, y no tomar medidas más dolorosas para su bolsillo como la reducción de los impuestos sobre hidrocarburos, de manera que el temido repunte inflacionista no fuese tan acentuado, y no llegara la augurada recesión fruto de los altos precios del crudo impuestos por sus insensibles productores. Incluso se puso en duda la capacidad de los países productores para satisfacer la demanda real del mercado. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) calculó en marzo del 2000 que la oferta era 4,5 millones de barriles diarios inferior a la demanda. Se hablaba del mayor coste de explotación de los yacimientos que se tendrían que poner en funcionamiento para alcanzar esta cifra, por lo que ese nuevo petróleo llegaría ya más caro al mercado. Con esta retórica cada anuncio de aumento de producción realizado por la OPEP era calificado de insuficiente, por lo que los precios se mantenían invariables.

La posición contraria la defendían varios países dentro de la OPEP, sobre todo Irán y Venezuela, que acusan a los actores de la economía occidental de inflar la demanda artificialmente y especular con el precio del crudo, a costa de la imagen de su organización. Hay que recordar que al principio de la crisis las grandes empresas usaron sus reservas destinadas al refino a la espera de una bajada de precios. A la fuerte demanda por la falta de existencias, se le sumó la recuperación del ciclo económico a nivel mundial lo que dio lugar a una gran tensión entre la oferta y la demanda, dando así la razón a los que defendían que los aumentos de los precios se debían más a las rigideces del sector y al aumento puntual de la demanda derivada de la necesidad de recuperar todas las reservas cuanto antes, ya que todas las perspectivas eran negativas en la evolución de los precios.

A finales del año 2000 la realidad ha dado la razón a estos últimos. A pesar de encontrarnos en el invierno del hemisferio norte, un momento de máxima demanda, el precio del barril ronda los 25 dólares, lejos de los 40 que había vaticinado la AIE. Parece que los miedos a la incapacidad de los productores de abastecer los mercados eran infundados, así como el nivel real de demanda en los mercados. Pero la guerra dialéctica lejos de acabar se mantiene. La siguiente discusión sobre el aumento o no de la producción volverá a enfrentar a los distintos bandos dentro de la OPEP. Por una parte Arabia Saudí más solícita que sus compañeros a mantener un precio más acorde con las exigencias de EEUU, o Venezuela e Irán que apuestan por reducir nuevamente la producción para mantener el precio del crudo en torno a los 25 dólares, sobre todo pensando en la llegada de la primavera y el consecuente descenso de la demanda. La capacidad de la OPEP para resistir las presiones y salvar la manipulación exterior será fundamental para que mantengan un mínimo control sobre los precios del crudo.