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Mundo árabe / Jordania

 

En línea con su determinación de reprimir toda iniciativa popular de apoyo a la Intifada, el régimen jordano despliega las fuerzas del ejército para reprimir las movilizaciones en el aniversario de Al Nakba, mientras afianza la restauración de su papel regional en medios diplomáticos lanzando la iniciativa de paz egipcio-jordana.

El régimen jordano, contra su población y al servicio de los intereses de Israel

CSCA, mayo de 2001

Siguiendo con su abierta política de confrontación hacia la disidencia política y social en el interior del país, el régimen jordano ha desencadenado en los últimos ocho meses una ola de represión sistemática de las expresiones populares de apoyo a la Intifada. La escalada en las medidas represivas por parte de las fuerzas de seguridad ha alcanzado límites de brutalidad en la conmemoración del 53 aniversario de al Nakba, cuando las movilizaciones populares en diferentes ciudades y campamentos de refugiados (Al Mahata, Sweileh, Al Hashimi) han sido duramente castigadas mediante la utilización por parte del ejército jordano de tanques, cargas y balas lacrimógenas contra los manifestantes que pacíficamente han salido a las calles a manifestar su apoyo a la Intifada y su protesta por la creación del Estado de Israel el 14 de mayo de 1948. En Amán varias manifestaciones han finalizado con la intervención policial que ha llegado a penetrar en los recintos de la mezquita de Al Huseini con perros adiestrados provocando al menos 15 heridos de diversa consideración, o conteniendo a los estudiantes de la Universidad Jordana en el limitado recinto del campus universitario (donde las fuerzas de seguridad tienen prohibido el acceso). Las movilizaciones, convocadas por diversas organizaciones sociales (asociaciones de profesionales, estudiantiles, movimiento anti-normalización, etc.) y políticas (partidos de oposición progresistas, de izquierda, nacionalistas e islamistas), se han saldado con detenciones masivas; el tratamiento que los detenidos podrían estar recibiendo en los centros de detención está siendo objeto de denuncia por organismos jordanos e internacionales que reclaman la atención de la opinión pública internacional ante esta ola de represión.

Actuando contra la posición de la mayoría de la población jordana de apoyo al pueblo palestino y siguiendo, por el contrario, los dictados provenientes de la Casa Real, el gobierno jordano ha adoptado una línea de intervención respecto a la cuestión palestina que afianza la determinación del régimen de restaurar el marco de Oslo -ya caduco tras ocho meses de levantamiento palestino contra los acuerdos- y, en la medida que afecta muy directamente a sus intereses, seguir fomentando las relaciones con el Estado de Israel. Esta opción, ampliamente denunciada y criticada por la mayoría de la población jordana cuya oposición se expresa en la creación y actuación del movimiento anti-normalización tras el Tratado de Paz jordano-israelí (1994), ha tenido desde el comienzo de la Intifada serias repercusiones internas al haberse reforzado e intensificado con el levantamiento palestino la lucha popular contra la normalización de relaciones con Israel.

La normalización, asociada fundamentalmente a la penetración de empresas y capitales israelíes en sectores claves de la economía jordana (como el tecnológico, productivo e inmobiliario) en el marco del proceso de privatizaciones inherente a las reformas neoliberales impuestas por el régimen, está siendo impuesta en Jordania por decreto y bajo la intervención directa de unas fuerzas de seguridad bien adiestradas por el propio régimen (con la asistencia norteamericana) para controlar y reprimir cualquier movimiento interno que pueda cuestionar las implicaciones internas y regionales de la política exterior hachemí.

La iniciativa egipcio-jordana

Mientras castiga severamente a la oposición interna, el régimen jordano sigue postulándose internacionalmente como actor indispensable en el conflicto palestino-israelí utilizando la vía diplomática, bien para propagar la vacía solidaridad árabe oficial (en la Cumbre de la Liga Árabe celebrada el pasado mes en Amán), bien para restaurar el proceso de paz en el mismo punto donde quedase atascado (donde las directrices de la anterior Administración norteamericana lo condujo de acuerdo con los criterios de Israel), a través de la iniciativa egipcio-jordana aceptada en diferente grado por israelíes, Autoridad Palestina (AP), norteamericanos y UE.

Esta propuesta, que apenas recoge los mismos puntos expresados en la Cumbre de Sharm al Sheij (octubre, 2000), prevé la reanudación de las negociaciones palestino-israelíes sobre el estatuto final tras la ejecución de medidas previas que pongan "fin a la confrontación" y devuelvan la situación al punto en que se quebró con el estallido de la Intifada el pasado septiembre. Paralelamente, la iniciativa egipcio-jordana prevé la adopción de algunas "medidas de confianza" que deberán incluir ineludiblemente la reanudación de la cooperación en materia de seguridad entre la AP e Israel (lo que implicaría seguir aceptando la intervención de la policía palestina para hacer frente a la oposición palestina y la supervisión de la CIA en los asuntos relativos a la seguridad en las áreas bajo control de la AP) así como la suspensión de la expansión de los asentamientos de colonos israelíes en los Territorios Ocupados (TTOO).

Conviene recordar que los resultados de la Cumbre de Sharm el Sheij fueron ampliamente rechazados en el interior de los TTOO con la crítica añadida de que en medio de la brutal violencia israelí contra la Intifada la AP asintiera en un nuevo encuentro con los negociadores israelíes. En tal situación, lo acordado no pudo ejecutarse debido a que, ni la AP podía reclamar al pueblo palestino el fin de la Intifada sin haber obtenido ninguna mejora previa, ni por parte israelí, el gobierno de Barak mostraba disposición alguna a modificar la opción militar y de castigo colectivo puesta en marcha para contener el levantamiento palestino. Habida cuenta de que ambas situaciones prevalecen en la actualidad, difícilmente parece posible que el pueblo palestino vaya a aceptar una iniciativa -la egipcio-jordana- basada en los mismos postulados que ya rechazó el pasado octubre.

Indudablemente los canales diplomáticos son un factor determinante en la resolución del conflicto palestino-israelí. Sin embargo, mientras las iniciativas diplomáticas y las propuestas -regionales o internacionales- sigan haciendo oídos sordos a las reclamaciones de la población palestina e insistiendo en retornar a puntos que ya han demostrado ser fraudulentos para los derechos nacionales palestinos internacionalmente reconocidos, ninguna solución justa y duradera podrá llevarse a cabo. Únicamente, quedará para el análisis de la Historia (como han quedado todo un rosario de supuestos planes de paz promovidos y fracasados desde los años 70) los objetivos y la proyección de quienes los proponen, respaldan y aceptan aún a costa de prescindir de la voluntad manifiesta de todo un pueblo y de su sacrificio. El régimen jordano, al igual que el egipcio, vuelve a mostrar, con esta iniciativa, su apego a la preservación de un orden que, en contra de lo que demandan los pueblos árabes y el palestino en primera instancia sólo ha jugado a favor de sus propios intereses y de los de aquellos que lo diseñaron y les instruyen sobre cómo acatarlo, es decir, EEUU e Israel.

CSCA

Madrid, mayo de 2001