El Rey Abdallah de Jordania
en Washington
Marc Lynch*
MERIP Press Information Note 94
(Traducción: CSCAweb (www.nodo50.org/csca), 9 de mayo
de 2002
Con una impresionante unanimidad,
los jordanos afirman que el sentimiento anti-norteamericano en
el país y en la región no tiene precedentes y advierten
de que la hostilidad anti-norteamericana se está consolidando
y que el tiempo corre a su favor. Si EEUU ataca Iraq, avisan,
no habrá límite a la potencial respuesta que pueda
venir de la calle jordana
El rey Abdallah de Jordania llegó a su reunión
con Bush en la Casa Blanca el 8 de mayo dolorosamente consciente
de las presiones y contradicciones que amenazan la delicada posición
de su régimen. Tras apostar más duramente que ningún
otro Estado árabe por la paz con Israel y por la liberalización
de Oriente Medio, Jordania se encuentra en la actualidad atrapada
entre las demandas de la agresiva, unilateralista y pro-israelí
Administración norteamericana y una opinión pública
cada vez más radicalizada y movilizada. Abadullah ha maniobrado
para llenar el vacío político expresando elocuentemente
-tanto a las audiencias occidentales como a las árabes-
la necesidad de la paz mediante la creación de un Estado
palestino. Sin embargo, las operaciones militares actuales del
ejército israelí en las áreas palestinas,
que previsiblemente se intensificarán tras el atentado
suicida que costó la vida a 15 israelíes en una
casa de juegos el 7 de mayo, y la peligrosa y desequilibrada
retórica norteamericana, han hecho que su posición
sea cada vez más extremadamente difícil. Los jordanos
de todos los sectores políticos han comenzado a valorar
a EEUU no ya como un partidario sino como un socio virtual de
Israel en su agresión contra el pueblo palestino.
Los jordanos moderados y pro-americanos se quejan enfurecidamente
de que EEUU ha abandonado a sus amigos, haciéndoles imposible
mantener la defensa de la alianza de Amán con Washington.
En los últimos meses, la Administración Bush ha
admitido con retraso su error al relegar la opinión pública
árabe, pero sus acciones sugieren que dicha Administración
todavía no ha alcanzado a comprender el significado de
la alienación y la frustración de las elites árabes
moderadas sobre las cuales debería fundarse cualquier
coalición contra el extremismo.
Los líderes de los partidos políticos de oposición
y de centro, dirigentes de las asociaciones de profesionales,
periodistas, académicos, activistas de la sociedad civil
y ciudadanos de a pie han dejado claro que la opinión
pública jordana ha alcanzado un nivel de conciencia sin
precedentes. Muchos de los feroces debates que solían
mantener los jordanos, como si o no a la normalización
de relaciones con Israel, se han acabado. Por el contrario, los
jordanos de toda condición han convergido en un consenso
en lo que se refiere a las cuestiones más relevantes de
la política exterior del reino. Casi todo el mundo considera
que la operación israelí en Cisjordania es una
ataque injustificado contra el pueblo palestino y se horroriza
por lo que parece ser el ilimitado apoyo de EEUU a la guerra
israelí. Igualmente, casi todos los jordanos se oponen
ferozmente al ataque de EEUU contra Iraq. Los jordanos de cualquier
espectro político ven con disgusto que EEUU es su enemigo.
Fuerte consenso popular
Mientras pocos jordanos apoyan la ideología o las tácticas
de Al Qaeda o a Osama Bin Laden, muchos siguen dudando de la
responsabilidad de la disidencia saudí en los sucesos
del 11 de septiembre y pocos la condenan públicamente,
al margen de un sector que parece respaldar a EEUU. Debe señalarse
que este consenso es nuevo: en el pasado los jordanos discrepaban
abiertamente sobre estas cuestiones. La hostilidad hacia EEUU
no es un simple reflejo de la reacción inevitable de la
calle árabe condicionada por el desprecio de Occidente.
Por el contrario, el emergente consenso jordano refleja una respuesta
política articulada y razonada así como apasionada
contra el desarrollo de los acontecimientos. Incluso los jordanos
moderados pro-norteamericanos han modificado sus posiciones,
algunos retractándose públicamente de su apoyo
pasado al proceso de paz auspiciado por EEUU. Los partidos políticos
se han beneficiado del enfado popular aunque muchos siguen siendo
demasiado débiles y desorganizados para explotarlo. Incluso
el movimiento islamista actúa ahora para contener más
que movilizar a la opinión pública.
La más reciente manifestación de este poderoso
consenso popular ha sido el rápidamente extendido boicot
a los productos norteamericanos. Aunque pocos consideran que
este boicot vaya a tener un impacto directo en los intereses
de EEUU, el boicot es visto como un medio que permite a la gente
ejercer una acción determinada para expresar su enfado
con EEUU. Dejar de fumar cigarrillos norteamericanos o franceses
se ha convertido en una moda popular, mientras las franquicias
de McDonals y de Buger Kind, antes repletas de jóvenes,
permanecen vacías a las horas de las comidas y las cenas.
Los restaurantes están logrando gran popularidad transformando
ostensiblemente sus franquicias norteamericanas de comida rápida
en tiendas de falafel. El boicot en la calle se extiende
en una moda desorganizada y popular mas que dirigida desde arriba.
Por medio de la coordinación vía correo electrónico,
los mensajes instantáneos o por el boca a boca, difundido
por los periódicos más independientes y apoyado
por la mayor parte de los partidos de oposición y las
asociaciones de profesionales, el boicot es un indicador de la
profunda voluntad popular de actuar de acuerdo con sus convicciones.
Un veterana figura política nacionalista árabe
se maravillaba abiertamente de que las jóvenes generaciones
no estén dispuestas a aceptar lo que ellos aceptaron y
de que sea la mejor educada y más occidentalizada juventud
jordana quien lidera el boicot popular.
"Amán ocupada"
El gobierno siente vivamente el peligro de tales movimientos
populares y ha tomada serias medidas represivas para prevenir
cualquier expresión del malestar popular. El fuerte despliegue
del ejército y la policía alrededor de las grandes
mezquitas, de las oficinas de las asociaciones de profesionales
y en otros puntos de encuentro de las manifestaciones del 3 de
mayo han llevado a algunas figuras de la oposición a referirse
sarcásticamente a "Amán ocupada". Una
gran confrontación entre la policía y los manifestantes
que intentaban llegar a la Embajada de Israel, y otro enfrentamiento
violento en el campamento de refugiados de Baqaa han provocado
tanto en el régimen como en la oposición sobresalto
y cautela. Los dirigentes de los partidos políticos han
llegado a cancelar manifestaciones previstas tras mantener una
reunión con el ministro de Interior para evitar la confrontación
con las fuerzas de seguridad.
Una serie de leyes temporales han impuesto serias restricciones
al derecho de reunión pública y protesta, y el
controvertido Artículo 150 del recientemente enmendado
Código Penal amenaza a los periodistas con más
de tres años de prisión por escribir artículos
que el gobierno considere perjudiciales a la unidad nacional
o que inciten a la protesta. El juicio de Toujan Faisal, una
prominente crítica del régimen, por un artículo
en el que denunciaba la corrupción del gobierno, se ha
convertido en un dramático espectáculo político
cuando el ex primer Ministro Abd Al Karim Kabariti, sorprendiendo
a muchos observadores con su testimonio, defendió el derecho
de Faysal a criticar a figuras públicas. Los activistas
locales de los derechos humanos han denunciado detenciones masivas
y el uso de la tortura en el centro de detención administrativa
de Al Juwaida.
El hecho de que todos estos sucesos estén teniendo
lugar en un momento de vacío político al no haber
Parlamento constituido no está ayudando. Tras la disolución
parlamentaria en 1997, el gobierno pospuso el mandato constitucional
de elecciones a un nuevo cuerpo debido a las "extraordinarias
circunstancias" impuestas por la situación en palestina
y por los posible sucesos en Iraq. El régimen no ha anunciado
todavía una fecha para las elecciones. La nueva ley electoral
que incrementa el número de escaños en el Parlamento
mientras retiene la impopular Ley "un voto por distrito"
no deja de verse como un instrumento para minimizar el triunfo
de la oposición.
Sin embargo, el régimen teme que en la cargada atmósfera
política, la oposición pueda obtener triunfos considerables.
A pesar de los resultados, muchos en el régimen tienen
pavor a las manifestaciones políticas que acompañarán
necesariamente a la campaña electoral. Los jordanos se
muestran divididos sobre la cuestión de posponer las elecciones.
Esas diferencias se extienden incluso al movimiento islamista.
Los Hermanos Musulmanes anunciaron recientemente su acuerdo con
la decisión de posponerlas con el fin de focalizar la
atención popular en Palestina, mientras su rama política,
el Frente de Ascción Islámica insistió en
llevar a cabo las elecciones de acuerdo con un calendario previsto.
Haciendo lo que Washington dicta
Sobre todo, el ambiente político en el país
está marcado por la creciente desconfianza y hostilidad
entre el gobierno y la sociedad. Cuestiones claves y permanentes
para la sociedad jordana -encubiertas por el consenso popular
en relación con la cuestión palestina y con Iraq-
amenazan con estallar abiertamente a medida que la presión
aumenta. Las relaciones entre ciudadanos de origen jordano y
palestino, siempre tensas, se inflaman por los acontecimientos
en Palestina y la radicalización de los ciudadanos de
origen palestino. El impacto de los hechos en la economía
jordana ha tensado más si cabe el tejido social. La impresionante
fachada de un rápido desarrollo en la parte occidental
de Amán oculta una economía estancada; los bellos
y nuevos hoteles están casi vacíos y profundamente
endeudados. Los jordanos pro-occidentales consideran que han
hecho todo lo que EEUU pude pedir -hacer la paz con Israel, ejecutar
el difícil "reajuste estructural" del Fondeo
Monetario Internacional y vincularse a la Organización
Mundial del Comercio (WTO). Piensan que sus sacrificios no han
sido recompensados con ninguna simpatía palpable a sus
predicamentos por parte de EEUU.
Consciente de estas presiones, el rey Abdallah ha adoptado
posiciones que le acerquen al sentimiento popular, alertando
agresivamente contra cualquier ataque sobre Iraq y apoyando apasionadamente
el Plan de Paz saudí. El rey ha buscado la cobertura
de una posición árabe común a fin de presionar
urgentemente a la Administración Bush para que adopte
una política más equilibrada. Las recientes valoraciones
israelíes sobre una renovada "opción jordana
" de expulsión masiva de palestinos de Cisjordania
("transfer"), y la aprobación de la idea por
el líder mayoritario de la Casa Blanca, Dick Armey, sorprendió
negativamente a los jordanos quienes habían pensado que
su Tratado de Paz con Israel había puesto punto final
a tales propuestas. Los jordanos hacen notar que el tratado de
paz con Israel expresamente prohíbe los movimientos forzados
de población y consideran que esas ideas constituyen una
amenaza velada al propio régimen jordano.
Las mayoritarias expresiones de apoyo del Congreso norteamericano
a la invasión israelí de Cisjordania, y la incomprensible
descripción de Bush sobre Ariel Sharon como un "hombre
de paz" han exasperado incluso hasta al más moderado
de los representantes institucionales jordanos.
La habilidad israelí para frustrar la misión
de investigación del Consejo de Seguridad de NNUU en Yenín
sin penalización alguna, comparada con las acciones de
fuerza de EEUU en apoyo al envío de inspectores de NNUU
a Iraq, parece la última expresión del doble rasero
de EEUU. Los responsables jordanos ven al actual Congreso [norteamericano]
como el más difícil que se recuerda en su tratamiento
del conflicto; y el ministro de Exteriores Marwan Muasher, ha
alertado al gobierno, tras su regreso de Washington, de que Jordania
no debe esperar ninguna clase de asistencia de ese lado. Sin
embargo, los [responsables] jordanos todavía confían
desesperadamente en que la poderosa intervención norteamericana
imponga un acuerdo de paz razonable.
Impresionante unanimidad
Con una impresionante unanimidad, los jordanos afirman que
el sentimiento anti-norteamericano en el país y en la
región no tiene precedentes. Antes del lento descenso
del levantamiento palestino hacia la guerra, muchos jordanos
aceptaron la visión del régimen sobre una nueva
Jordania definida por su modernizada y pro-occidentalizada agenda
política, económica y cultural. Son esos jordanos
los que más decepcionados se sientes por la política
norteamericana. Consideran, un tanto desesperados, que si EEUU
cambiara su política hacia Palestina e Iraq, el sentimiento
popular hacia EEUU cambiaría. Mientras eso no se produzca,
los esfuerzos de las relaciones públicas norteamericanas
encontrarán con su desprecio. Los jordanos, agregan, nos
son tan estúpidos como para ser persuadidos por el marketing
y la publicidad. Los jordanos rechazan el argumento "civilizacional"
para explicar la hostilidad hacia EEUU e insisten en que la hostilidad
emana de la política norteamericana, no de las diferencias
culturales. Pero también advierten de que la hostilidad
anti-norteamericana se está consolidando y que el tiempo
corre a su favor. Si EEUU ataca Iraq, avisan, no habrá
límite a la potencial respuesta que pueda venir de la
ya no tan mítica calle jordana.

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