Testimonios
e Informe del Centro del Observatorio de la Ocupación
en Bagdad
Lo que significa
en Iraq recibir 'una visita' de las tropas estadounidenses: Asaltos
a viviendas por las fuerzas de ocupación
Imán Ahmad
Jamas*
CSCAweb
(www.nodo50.org/csca), 16 de junio de 2004
Centro del Observatorio de la Ocupación en Bagdad (Iraq),
11 de junio de 2004
Traducción para CSCAweb de Sinfo Fernández Navarro
"El
17 de abril, a las tres de la madrugada, los soldados estadounidenses
vinieron de aquí y de allí. Estuvieron disparando
con ametralladoras y proyectiles; destruyeron las dos habitaciones
de los guardas de estos huertos. Les oí saltando al jardín
de mi casa. Cogí a mis hijos y a mi mujer para esconderlos
en la cocina. Destrozaron la puerta de entrada con una carga
de TNT. Nunca imaginé que podrían hacer algo así.
Mi hijo Bakr, de 13 años, estaba en el pasillo de camino
a la cocina mirando por las ventanas del vestíbulo que
están a tres metros de la puerta de entrada. Resultó
muerto en el acto, con la cabeza destrozada"
Cuando están asustados,
uno de los malos hábitos de los soldados
estadounidenses es disparar lo más rápidamente
posible contra todo lo que se mueva, tanto si están en
una calle llena de gente, como si asaltan una casa o se desplazan
por las carreteras. Con frecuencia, hay civiles muertos y heridos.
En algunas ocasiones dicen "lo sentimos", en otras
acaban dando muy tarde compensaciones vergonzantes [1],
pero la mayor parte de las veces ni siquiera eso. Las siguientes
historias constituyen una muestra de los crímenes que
provocan muertos entre la población civil, con numerosos
niños y mujeres entre las víctimas.
Primer testimonio:
Fadel Abbas, agricultor jubilado
Nos encontrábamos ante
la puerta de la prisión de Abu Ghraib hablando con algunas
familias que iban a preguntar por los parientes que tenían
allí, cuando un joven se nos acercó indeciso y
nos preguntó: "¿Trabajáis sólo
con casos de prisioneros?". "No", le contesté,
"hacemos seguimiento de cualquier violación de los
derechos humanos". "Entonces venid conmigo", dijo
con entusiasmo, "sólo tenemos que cruzar la carretera".
Era un pueblecito construido
hace años por el Estado para la gente que trabajó
en la reforma agraria en al zona de Jan Dhari, en el distrito
de Sinai, y nuestro destino era la casa situada junto a la carretera.
Nos recibió un hombre de mediana edad, Fadel Abbas Ali
al-Yuburi, un agricultor jubilado que trabaja ahora como conductor
de taxi en un viejo Passat.
"[...]El 17 de abril,
a las tres de la madrugada, los soldados estadounidenses vinieron
de aquí y de allí [señalaba hacia la carretera
de Abu Ghraib que quedaba detrás de él y a los
huertos que había enfrente]. Estuvieron disparando con
ametralladoras y proyectiles; destruyeron las dos habitaciones
de los guardas de estos huertos [señalaba un montón
de escombros donde debía haber estado una especie de casita
que un agricultor del pueblo cercano utilizaba como refugio].
Les oí saltando al jardín de mi casa. Cogí
a mis hijos y a mi mujer para esconderlos en la cocina. Destrozaron
la puerta de entrada con una carga de TNT. Nunca imaginé
que podrían hacer algo así. Mi hijo Bakr, de 13
años, estaba en el pasillo de camino a la cocina mirando
por las ventanas del vestíbulo, que están a tres
metros de la puerta de entrada. Resultó muerto en el acto,
con la cabeza destrozada."
La puerta ha sido reparada
pero las paredes están llenas de grandes agujeros con
trozos de metralla en su interior. Hay un gran impacto en la
puerta del baño que estaba cerca de donde se encontraba
Bakr.
-Imán Jamas: ¿Por
qué hicieron eso?
-Fadel Abbas: Estaban
buscando insurgentes. No encontraron nada en el interior de la
casa. Ningún arma, ni siquiera un cartucho vacío;
pero me ataron las muñecas y me pusieron un saco en la
cabeza y me tiraron al suelo en la entrada. A los demás
les dijeron que salieran fuera. Traté de explicarles que
aquella era mi familia, pero eran igual que las fieras, no querían
escuchar nada. Le dijeron a mi mujer que llevara a Bakr al hospital
pero sabían muy bien que la carretera de Abu Ghraib está
llena de puntos de control estadounidenses que no permitirían
a nadie que pasara y eso fue lo que sucedió. Le dijeron
a ella y a mi hijo Ozman, de 16 años, que iba conduciendo:
"Ve, ve, ve hasta el primer control". Me metieron en
un tanque con ruedas con muchos vecinos. Cuando regresaron, los
soldados no les dejaron entrar. Habían limpiado la sangre
del comedor para eliminar cualquier prueba del crimen, se llevaron
la alfombra, las sábanas y la manta. Sus guantes de plástico
están todavía aquí, puedes verlos, aún
cubiertos con la sangre de Bakr. Me tuvieron arrestado durante
dos días, tratándome con muy malos modos, especialmente
los soldados negros. Utilizaban palabras soeces e inmorales.
Pedí agua y me patearon con sus botas. Pocos días
después vinieron y dijeron: "Lo sentimos, nos hemos
equivocado, no queríamos matar a tu hijo". Y yo les
contesté: "Entonces ¿por qué no llamasteis
a la puerta?, yo os la hubiera abierto, y si no lo hubiera hecho,
hubieseis tenido derecho a reventarla, ¿por qué
la reventasteis?".
"Quiero que Naciones Unidas
intervenga, quiero que el soldado que mató a mi hijo
sea castigado, que las autoridades iraquíes sean las que
impartan justicia. Y quiero una compensación moral y material",
añadió Abbas.
El lugar estaba lleno de metralla
de diferentes tamaños. La madre de Bakr aún tiene
tres trozos de metralla en la cara y en el cuello; su hermano
pequeño, de cuatro años, dos trozos, en el hombro
derecho y en el cuello. Había decenas de agujeros de bala
y metralla en el coche.
Segundo
testimonio: Amal Mahdi Rzuqi, 50 años
Amal Mahdi Rzuqi, una mujer
iraquí de unos 50 años, nos contaba acerca de su
familia y nos pidió ayuda para ir a ver a su marido y
a su hijo.
"El 25 de mayo, a las
tres de la madrugada, asaltaron nuestra casa; nos despertó
el ruido de las bombas y de las balas dentro de la casa. Entraron
unos veinte soldados, por la puerta de delante y por la del tejado.
Gritaban y gritaban sin parar. Al primero que dispararon fue
a mi marido cuando estaba saliendo de la cama para ir a ver lo
que sucedía; le hirieron en la pierna y empezó
a sangrar. Yo le seguía pero cuando vi que los soldados
disparaban a mi marido y le vi caído en el suelo con sangre
cubriéndolo todo, corrí otra vez al dormitorio.
Cuando corría, me dispararon en la mano y en la pierna.
Mi hija Asiya, de 24 años, bajó de su habitación
en el piso de arriba gritando 'Papá, papá' y le
dispararon en los pies. Yo quería coger a Amna, de seis
años y escapar; pero le dispararon en la pierna. Rompieron
la puerta del piso de arriba e hirieron a mi hija Nur, de 16
años, le sacamos 16 trozos de metralla de las piernas.
"El intérprete
que venía con ellos nos dijo que tenían información
de que habíamos atacado a las tropas estadounidenses.
No encontraron nada en la casa, ni documentos, ni armas, sólo
la pistola de mi hijo Omar, de 25 años, que ahora es oficial
de policía. También a él le arrestaron."
El marido de Amal, Mohammad
Abid Aziz, de 52 años, era general antes. Fue expulsado
del ejército en 2000 cuando su primo, Zamer Sachit Aziz,
fue ejecutado por conspirar contra el régimen [de Sadam
Husein]:
"Pusieron la casa patas
arriba; rompieron los muebles, la vajilla, los libros, las puertas
todo. En tres ocasiones lanzaron el Corán por el aire.
Lo que me desconcierta es por qué tuvieron que asaltar
la casa en mitad de la noche para arrestar a mi marido; podían
haberle arrestado a cualquier hora del día. No se esconde.
Sale y entra de la casa varias veces al día, entonces
¿por qué todo este destrozo?. Mi hijo es un oficial
de la policía, les habló y les enseñó
su tarjeta de identidad pero le ataron las manos, le golpearon
en la cabeza y le arrestaron. Encerraron en el baño a
sus dos niños y a su mujer embarazada. Como consecuencia
del miedo que pasaron, ella padece ahora un embarazo de alto
riesgo."
Tercer testimonio:
Um Geith, profesora de mediana edad y vecina de la familia
"Estuvimos escuchando
disparos durante una hora. Por lo menos había diez vehículos
y un helicóptero. No sospechábamos que era en esta
casa. Cuando vinimos, una vez que los soldados estadounidenses
se marcharon, el espectáculo era horrible, la sangre lo
cubría todo, había una gran mancha de sangre de
metro y medio de ancho en el lugar donde cayó el Sr. Mohammad
cuando le dispararon, su mujer y los niños estaban caídos
en medio del comedor cubiertos de sangre. Mi hijo, que es médico
ayudó a los heridos, les puso inyecciones de valium
y los llevó al hospital. La madre, Amal, tenía
metralla por las piernas, pies y brazos, al igual que sus hijas
Asiya, Amna y Nur. La pierna derecha de Amna todavía estaba
inflamada cuando le visitamos quince días después
del asalto. El doctor dijo que no se puede hacer nada con esa
pierna porque hay un trozo de metralla alojado en el interior
del hueso. Cuando le pedimos que nos contara qué había
ocurrido, sólo supo decirnos 'No lo sé'. Tiene
6 años y es su primer curso en el colegio. Cuando insistimos
para que nos contara lo ocurrido, se tapó los ojos con
la mano y dijo 'Tengo miedo, vi a mi padre allí, en el
suelo y echaba mucha sangre'. De repente, sonrió y dijo
con entusiasmo: 'Soy la primera de mi clase, he conseguido tres
muñecas como premio'."
Nur, estudiante de secundaria,
tuvo más suerte. Estaba en el dormitorio del piso de arriba
cuando los soldados irrumpieron por la puerta del tejado y empezaron
a gritar. Les dijo que pararan de gritar para que pudiera abrir
la puerta pero no le hicieron caso, sus piernas recibieron mucha
metralla. El doctor le sacó 16 esquirlas.
A Asiya se la llevaron los
soldados para tratarla en un hospital militar en la "Zona
Verde" [2]; sangraba copiosamente, necesitaba una
operación urgente en los pies. La llevaron con su padre
en un helicóptero. Cinco días después llamaron
a su madre para que se la llevara porque necesitaba otra operación
de cirugía protésica después de operar el
hueso roto. Las tropas ocupantes visitaron a la familia diez
días después y se llevaron los informes médicos
y los cartuchos de balas.
Asiya nos dijo:
"[...] Conozco al soldado
que nos disparó a todos, a mi padre, a mí, a mi
madre y a mis hermanas. Podría reconocerle entre un millón
de hombres. Era muy grande, rubio, de unos treinta años".
Alguien le dijo que esas tropas
son llamadas "Las serpientes".
"Nos quitaron dos millones
de dinares iraquíes y 500 dólares", continuó
Amal. También se llevaron el teléfono, las llaves
del coche, la agenda de teléfonos y el bolso de mi hijo
Omar. Su mujer no sabe cuánto dinero había dentro.
"[...] Quiero que me ayudes a ver a mi marido. Está
en cuidados intensivos en el hospital estadounidense. No me permiten
verle. Quiero también saber dónde está mi
hijo Omar y por qué está arrestado, es un oficial
de policía. Tienen también que devolvernos el dinero
que nos quitaron".
Cuarto testimonio:
Um Ali, madre de Raad
Una señora mayor, delgada,
de unos sesenta años, asistía a nuestra conferencia
de prensa el 9 de mayo de 2004. Iba vestida toda de negro y llevaba
una pequeña foto de un joven. "Este es mi hijo Raad,
se lo llevaron hace un año y quiero saber dónde
está ahora".
Esta madre, Um Ali, apenas
podía explicar lo que ocurrió el 17 de julio de
2003. Cuando fuimos a visitarla en su casa, nos encontramos con
su hijo Qasim que le ayudó a relatar la historia. Aquel
día las tropas estadounidenses asaltaron todas las casas
de la calle tras producirse una explosión en la carretera
en el distrito de al-Yadra, al oeste de Bagdad. La casa de Raad
fue una de ellas. Son cinco hermanos en la familia. Tienen una
tienda en el interior de la casa, y una agencia para distribuir
la comida de las cartillas de racionamiento. Los tanques rodearon
la casa y los soldados empezaron a disparar. Raad, de 34 años,
padece reumatismo y estaba durmiendo en el balcón. Encerraron
a las mujeres y a los niños en una habitación.
Después de una hora abandonaron la casa llevándose
a todos los hombres que estaban allí. Ali Husein Mendil,
de 37 años, Mohammad Husein Mendil, de 30, y Saad Husein
Mendil, de 26, y cuando las tropas se fueron, la madre encontró
una gran mancha de sangre en el balcón, se dirigió
a los centros estadounidenses buscando información y encontró
allí los nombres de tres de ellos: Ali, Mohammad y Saad,
en las listas de prisioneros. El nombre de Raad no aparecía
por ningún lado. Preguntó por todas partes y la
única respuesta que consiguió fue: "No sabemos
nada".
Raad tiene cinco hijos, tres
chicas y dos chicos y uno de ellos, Omar, es minusválido.
Los agujeros de las balas están allí todavía
cubriendo el lugar donde Raad estaba durmiendo. Los otros tres
hermanos están en la prisión de Bucca en Um Qasr,
en el sur profundo.
Todavía no saben por
qué su casa fue asaltada o por qué fueron arrestados.
"Mi madre se las ha arreglado para visitarlos dos veces
al año, pero se siente muy desgraciada, quiere saber dónde
está su hijo Raad".

Notas de
CSCAweb:
1. Véase
en CSCAweb, también del Centro del Observatorio de la
Ocupación en Bagdad: Informe: "Violaciones de
derechos humanos y demandas relacionadas con las operaciones
militares de EEUU en Iraq"
2. Perímetro de máximo seguridad en la margen derecha
del Tigris, en la capital, donde están los edificios de
la Autoridad Provisional de la Coalición en antiguas dependencias
gubernamentales iraquíes, además del hotel ar-Rashid.
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