¡Qué más
da que se muera la rosa!
Miguel A. San Miguel*
La
Nueva España, 21 de noviembre de 2006 / CSCAweb: 22-11-06
Hasta ahora
los palestinos han culpado de su desdicha a Israel y a los EE
UU, pero en estos momentos también cargan la responsabilidad
sobre la vieja Europa, la Europa de los valores y de la democracia.
Y es que esta Europa está sorda y muda, se niega a enterarse
y, por lo tanto, es consentidora de lo que está pasando.
Los palestinos, abrumados por su tragedia, nos echan en cara
la indiferencia de nuestras instituciones y la pasividad de la
mayoría de nuestra población.
"Mi padre recogió
los pedazos de mi hija". Éste es el titular de un
periódico de tirada nacional, del día nueve de
noviembre, al referirse al bombardeo de los tanques israelíes
sobre Beit Hannún. Una noticia que, aunque no figure en
los titulares, forma parte de la vida cotidiana en Cisjordania
y Gaza desde hace sesenta años.
La pregunta necesaria es: ¿cómo
es posible que ocurra esto en medio de la más absoluta
indiferencia, de la más absoluta impunidad? ¿Qué
pasa en Israel, qué ocurre en Palestina, por qué
calla el resto del mundo y no se posiciona?
Vayamos por partes. El estado
de Israel, con el dinero del Sionismo internacional y el apoyo
militar y diplomático de USA, siguiendo el precepto divino,
roba tierras, casas, arranca olivos y, además, lleva adelante
un proyecto de expulsión y de exterminio de los Palestinos.
¿Cuál es la postura
de la inmensa mayoría de los ciudadanos de Israel? Participar
en la masacre y la rapiña, siguiendo al pie de la letra
los textos sagrados del Deuteronomio: "Pero en las ciudades
de las gentes que Yahvé te da por heredad, no dejarás
con vida a nada de cuanto respira".
¿Y los hermanos árabes?
¿Qué hace la Liga árabe? Nada. Eso sí,
muchos de ellos son celosos cumplidores de los preceptos del
Corán y practican la sharia: rezan, velan a las mujeres,
peregrinan a la Meca, hacen el Ramadán, no beben alcohol,
pero consumen hamburguesas y beben Cocacola, tienen bases americanas
en su suelo, comercian intensamente con Israel. En definitiva,
cooperan con el ocupante y con el asesino.
Y la vieja Europa, la de las
libertades y la democracia? ¿Qué hace? Pues poca
cosa: concentraciones de algunos cientos, como mucho unos pocos
miles de personas. Bien poco para un problema de esa envergadura.
(Y me olvidaba que se ha echado de menos a esos purpurados que,
provistos de su hucha, acudían presurosos a las manifestaciones
contra la LOE para reclamar el denario del César, pero,
por lo que se ve, no figura en su agenda cumplir con la parábola
del "Buen Samaritano".)
Tampoco nos hemos encontrado
a los representantes de los poderes fácticos: sólo
a los representantes de la izquierda real y sindical. Hemos echado
de menos a las autoridades locales y regionales de la mayoría.
Deben temer que el partido de los centuriones los llame pancarteros,
aunque, por lo que se acaba de publicar, se les ve más
preocupados en hacer negocios de armamento con Israel y participar
en las infraestructuras de los territorios ocupados.
Lo mismo podríamos decir
de la población de Asturias. ¿Qué ha pasado
con esas decenas de miles, millones de personas que se movilizaron
contra la guerra de Irak? Una guerra que nos sigue llenado de
espanto. Pero ¿es que no siguen muriendo todos los días
en Palestina, en un conflicto que parece no tener fin? ¿Hay
motivo para quedarse en casa y no movilizarse?
Todos podemos hacer algo; miento,
hacer algo es un deber moral: los ciudadanos debemos movilizarnos
contra ese exterminio y el partido del Gobierno debe hacer algo
para preservar la paz en el mundo; debe hacerlo también
en Israel, como en Irak. Recientemente un diputado judío
del Meretz daba ideas, exigía que se tomaran medidas contra
el estado de Israel, porque, de seguir así, las consecuencias
a medio y a largo plazo serían impredecibles.
Estamos en el camino de un
gran desastre en Oriente Próximo, y Europa es responsable,
por omisión, de lo que está sucediendo. Israel
está sembrando el odio en todo Oriente Próximo,
un odio que, según el mencionado diputado pacifista, puede
desembocar en una catástrofe sin precedentes, que, sin
duda, va a salpicarnos a todos.
Hasta ahora los palestinos
han culpado de su desdicha a Israel y a los EE UU, pero en estos
momentos también cargan la responsabilidad sobre la vieja
Europa, la Europa de los valores y de la democracia. Y es que
esta Europa está sorda y muda, se niega a enterarse y,
por lo tanto, es consentidora de lo que está pasando.
Los palestinos, abrumados por su tragedia, nos echan en cara
la indiferencia de nuestras instituciones y la pasividad de la
mayoría de nuestra población.
Esta Europa es la misma que,
a finales de los años treinta y en la década de
los cuarenta, no quería enterarse de las agresiones fascistas
en España y del olor a carne quemada que apestaba al continente.
Años después,
algunos piden perdón, otros, los más cínicos,
arguyen ignorancia. Pero ahora no, ni siquiera los cínicos
tienen disculpa; en la aldea global, todos vemos a la luz del
televisor lo que está pasando en Belén, en Gaza,
en Jericó. Palestina está sola, "sola en mitad
de la tierra", ¿lo recuerdan algunos?, abandonada
a su propia suerte, mientras los soldados sionistas, los que
veíamos huir en desbandada en la guerra del Líbano,
muestran ahora su heroísmo ejercitándose en el
tiro al blanco, en el tiro al palestino.
La historia nos pedirá
cuentas, nos las está exigiendo ya: a la ciudadanía,
por tanta indiferencia, pero, sobre todo, se la exigirá
a esos repúblicos buhoneros, porque, en el caso de Palestina,
no osaron poner bridas al caballo desbocado de la guerra.
Pedimos a todos que, cuando
aparezcan esas escenas de barbarie en nuestros monitores, no
cambien de cadena, vean el horror, y se movilicen contra la sinrazón;
que de personas de bien es acabar con la barbarie, que no nos
quedemos en casa, sino que exijamos a nuestros repúblicos
medidas diplomáticas y económicas para que Israel
deje de matar y cumpla la legislación internacional.
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