El mito del "honrado mediador":
Gran Bretaña e Israel
Mark Curtis*
GlobalResearch.ca, 30 de marzo, 2006
CSCAweb, 18 de septiembre de 2006 - Traducción: Pablo
Carbajosa
"Israel
figura como tercer socio comercial más importante de Gran
Bretaña en Oriente Medio, a la vez que el gobierno describe
a Israel como "una historia de éxito notable para
los exportadores británicos", sobre todo en la industria
de alta tecnología. Apaciguar a Washington y dar prioridad
a los beneficios cifran los inamovibles intereses que han de
ponerse en tela de juicio si es que Gran Bretaña quiere
llegar algún día a apoyar los derechos humanos
en la región".
La evidente complicidad británica
en el asalto militar por parte de Israel a la prisión
de Jericó debería terminar de destruir un mito
duradero de la política exterior británica. La
presunta posesión de armas de destrucción masiva
por parte de Irak no fue el única argumento voceado por
el gobierno para justificar la invasión. Otra argumentación
fue que Gran Bretaña era un "honrado mediador"
en Oriente Medio e influiría en Washington para que presionara
a Israel en favor de la paz con los palestinos. Ahora que las
perspectivas de paz parecen más sombrías que nunca,
a tenor de las reacciones de Israel, los EE.UU. y la UE al éxito
de Hamas en las elecciones palestinas, es necesario poner en
evidencia el papel que desempeña Gran Bretaña.
Desde que el gobierno de Sharon
llegó al poder en el año 2001, Gran Bretaña
ha exportado equipo militar a Israel por valor de cerca de 70
millones de libras [unos 115 millones de euros]. Al suministro
el año pasado de tecnología para la aviación
de combate y de componentes de misiles tierra-tierra le antecedieron
las exportaciones de vehículos blindados, ametralladoras,
componentes de tanques y helicópteros, grilletes, gases
lacrimógenos y otras categorías en las que entran
morteros, lanzacohetes y explosivos.
Los crecientes lazos entre
las fuerzas armadas británicas e israelíes han
tenido como resultado que una empresa israelí, Elbit systems,
recibiera un contrato de 317 millones de libras [casi 500 millonesde
euros] del Ministerio de Defensa británico. El Ministerio
de Defensa ha probado un misil antitanque de fabricación
israelí, pese a que fue utilizado contra civiles en los
Territorios Ocupados. También compró a Israel 26.000
bombas de racimo en 2003 y 20004, algunas de las cuales se utilizaron
en la invasión de Irak.
El gobierno británico
carece de mecanismos para supervisar si las empresas británicas
violan los derechos humanos en los Territorios Ocupados. La empresa
de construcción Caterpillar, una compañía
norteamericana que dispone de una gran filial inglesa, vende
a Israel excavadoras militares que han sido utilizadas en la
demolición de cuatro mil viviendas, del mismo tipo de
la que mató a Rachel Corrie, una activista por la paz
norteamericana. Al mismo tiempo, hay pruebas de que las empresas
británicas han exportado material utilizado en la construcción
del "muro de seguridad" de Israel en territorio palestino.
La posición diplomática
de Gran Bretaña hacia Israel también llama la atención.
La insistente posición de Blair, compartida con los EE.UU.,
de que "no va a haber ninguna negociación con éxito
sin poner término primero al terrorismo" constituye
una victoria importante para el gobierno de Sharon. Los terroristas
suicidas palestinos perpetran matanzas injustificables, pero
como ha advertido Uri Avneri, del movimiento por la paz Gush
Shalom, esta posición de Blair significa que "mientras
no se interrumpa la oposición armada a la ocupación,
no puede haber conversaciones para acabar con la ocupación".
Las declaraciones personales
de Blair rara vez condenan claramente a Israel, sino que afirman
que "ambos lados" son responsables de la violencia.
Con ello se ignora el hecho de que una de las partes ocupa ilegalmente
el territorio de la otra. Las declaraciones del gobierno británico,
no obstante, raramente piden siquiera el fin de la ocupación.
Mientras tanto, la embajada británica en Tel Aviv describe
a Gran Bretaña como "un buen amigo de Israel",
"socio natural", al tiempo que señala que "nuestros
dos primeros ministros se mantienen en contacto regular y tienen
una buena relación de colaboración y en lo personal".
Londres ha contribuido también
a mantener la ficción de que el gobierno de Sharon apoya
la "meta compartida" de un Estado palestino viable,
tal como dijo Jack Straw en un acto de los Labour Friends of
Israel (Amigos Laboristas de Israel). Pero en un documento confidencial
filtrado a The Guardian el pasado noviembre, el consulado
británico en Jerusalén manifestaba que la construcción
ilegal de asentamientos en Jerusalén Este apoyada por
Sharon estaba destinada a impedir que se convirtiera en capital
de un Estado palestino. Se sabe incluso de funcionarios británicos
que en privado rechazan la línea oficial del gobierno.
Los intensos esfuerzos diplomáticos
de Jack Straw para impedir que Irán lleve a cabo el enriquecimiento
de uranio contrastan con el virtual silencio sobre la posesión
por parte de Israel de más de cien cabezas nucleares.
Whitehall [sede del gobierno británico] ejerció
enormes presiones sobre los miembros de las Naciones Unidas para
imponer sanciones a Zimbabwe; sin embargo, en respuesta a una
reciente pregunta parlamentaria, el gobierno rechazó de
nuevo que la UE aplicara sanciones a Israel. Por el contrario,
Londres actúa como principal defensor de Israel en Bruselas,
haciendo oidos sordos a los llamamientos que instan a suspender
el acuerdo de comercio y ayuda con la UE, por más que
éste exija "respeto por los derechos humanos".
Whitehall respalda incluso una propuesta de plan de acción
de la UE que aumentaría la cooperación y las relaciones
económicas con Israel. Muy al contrario, Gran Bretaña
ha resultado clave para asegurar el acuerdo de la UE a fin de
proscribir al brazo político de Hamas y poner a sus dirigentes
políticos en la lista negra.
Un alto cargo del Foreign
Office, Lord Triesman, declaró al parlamento en diciembre
pasado que "no creemos que Israel se ajuste con rigor al
derecho internacional" al proseguir la construcción
de asentamientos y llevar a cabo una política de asesinatos
selectivos y demolición de viviendas. El gobierno también
ha expresado críticas (en tono menor) por la construcción
por parte de Israel de la "valla de seguridad" en territorio
palestino. Sin embargo, ese forma ocasional de desmarcarse no
tiene mucho sentido a la vista de otras medidas políticas
que ayudan a proteger a Israel de una mayor presión internacional
encaminada a que termine con la ocupación.
Un par de documentos anteriormente
clasificados como secretos ayudan a explicar la política
británica. Un informe de 1970 del Foreign Office titulado
"La futura política británica sobre el diferendo
árabe-israelí", rechazaba tanto una política
abiertamente proisraelí como abiertamente proárabe,
ésta última debido "a la presión que
indudablemente ejerce el gobierno de los Estados Unidos...para
mantenernos a raya en cualquier pronunciamiento o negociaciones
públicas sobre el diferendo". Rechazaba también
la "neutralidad activa", dado que ello dañaría
"nuestra relación con los EE.UU. a escala global".
Así pues, el Foreign Office defendía una "política
de bajo riesgo", que incluyera presiones sobre los EE.UU.
para que hicieran todo lo que estuviera en su mano con el fin
de alcanzar un acuerdo".
El segundo documento, un informé
de 1969 del Comité Conjunto de Inteligencia, hace notar
que se estaba produciendo una "rápida industrialización"
en Israel, que "ya constituye un valioso socio comercial
con un considerable potencial en el futuro en aquellos campos
industriales en los que queremos que Gran Bretaña se desarrolle
como fabricante y proveedor de importancia en todo el mundo".
Por contraposición, en el mundo árabe, a pesar
del petróleo, "las transformaciones recientes parecen
confirmar que las perspectivas de acuerdos económicos
provechosos se mantienen estancadas en el mejor de los casos
y podrían decrecer a largo plazo".
Tres décadas después,
Israel figura como tercer socio comercial más importante
de Gran Bretaña en Oriente Medio, a la vez que el gobierno
describe a Israel como "una historia de éxito notable
para los exportadores británicos", sobre todo en
la industria de alta tecnología. Apaciguar a Washington
y dar prioridad a los beneficios cifran los inamovibles intereses
que han de ponerse en tela de juicio si es que Gran Bretaña
quiere llegar algún día a apoyar los derechos humanos
en la región.
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