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* Mark Curtis es autor de Unpeople: Britain's Secret Human Rights Abuses (Vintage, Londres, 2004). www.markcurtis.info

[Nota del CSCA: Si bien lo esencial de este artículo sigue siendo perfectamente pertinente en el inmediato contexto actual de la visita de Tony Blair a Oriente Medio, debe recordarse, tal como puede deducirse de la fecha, que fue redactado justo antes de las elecciones israelíes que llevaron al poder a Ehud Olmert y su partido, Kadima, en la primavera de este año. Se ha rescatado este texto para que los lectores, además, puedan hacer un ejercicio de sustituir en algún párrafo elnombre de Tony Blair por algún gobernante más próximo a sus domicilios]

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El mito del "honrado mediador": Gran Bretaña e Israel

Mark Curtis*

GlobalResearch.ca, 30 de marzo, 2006
CSCAweb, 18 de septiembre de 2006 - Traducción: Pablo Carbajosa

"Israel figura como tercer socio comercial más importante de Gran Bretaña en Oriente Medio, a la vez que el gobierno describe a Israel como "una historia de éxito notable para los exportadores británicos", sobre todo en la industria de alta tecnología. Apaciguar a Washington y dar prioridad a los beneficios cifran los inamovibles intereses que han de ponerse en tela de juicio si es que Gran Bretaña quiere llegar algún día a apoyar los derechos humanos en la región".

La evidente complicidad británica en el asalto militar por parte de Israel a la prisión de Jericó debería terminar de destruir un mito duradero de la política exterior británica. La presunta posesión de armas de destrucción masiva por parte de Irak no fue el única argumento voceado por el gobierno para justificar la invasión. Otra argumentación fue que Gran Bretaña era un "honrado mediador" en Oriente Medio e influiría en Washington para que presionara a Israel en favor de la paz con los palestinos. Ahora que las perspectivas de paz parecen más sombrías que nunca, a tenor de las reacciones de Israel, los EE.UU. y la UE al éxito de Hamas en las elecciones palestinas, es necesario poner en evidencia el papel que desempeña Gran Bretaña.

Desde que el gobierno de Sharon llegó al poder en el año 2001, Gran Bretaña ha exportado equipo militar a Israel por valor de cerca de 70 millones de libras [unos 115 millones de euros]. Al suministro el año pasado de tecnología para la aviación de combate y de componentes de misiles tierra-tierra le antecedieron las exportaciones de vehículos blindados, ametralladoras, componentes de tanques y helicópteros, grilletes, gases lacrimógenos y otras categorías en las que entran morteros, lanzacohetes y explosivos.

Los crecientes lazos entre las fuerzas armadas británicas e israelíes han tenido como resultado que una empresa israelí, Elbit systems, recibiera un contrato de 317 millones de libras [casi 500 millonesde euros] del Ministerio de Defensa británico. El Ministerio de Defensa ha probado un misil antitanque de fabricación israelí, pese a que fue utilizado contra civiles en los Territorios Ocupados. También compró a Israel 26.000 bombas de racimo en 2003 y 20004, algunas de las cuales se utilizaron en la invasión de Irak.

El gobierno británico carece de mecanismos para supervisar si las empresas británicas violan los derechos humanos en los Territorios Ocupados. La empresa de construcción Caterpillar, una compañía norteamericana que dispone de una gran filial inglesa, vende a Israel excavadoras militares que han sido utilizadas en la demolición de cuatro mil viviendas, del mismo tipo de la que mató a Rachel Corrie, una activista por la paz norteamericana. Al mismo tiempo, hay pruebas de que las empresas británicas han exportado material utilizado en la construcción del "muro de seguridad" de Israel en territorio palestino.

La posición diplomática de Gran Bretaña hacia Israel también llama la atención. La insistente posición de Blair, compartida con los EE.UU., de que "no va a haber ninguna negociación con éxito sin poner término primero al terrorismo" constituye una victoria importante para el gobierno de Sharon. Los terroristas suicidas palestinos perpetran matanzas injustificables, pero como ha advertido Uri Avneri, del movimiento por la paz Gush Shalom, esta posición de Blair significa que "mientras no se interrumpa la oposición armada a la ocupación, no puede haber conversaciones para acabar con la ocupación".

Las declaraciones personales de Blair rara vez condenan claramente a Israel, sino que afirman que "ambos lados" son responsables de la violencia. Con ello se ignora el hecho de que una de las partes ocupa ilegalmente el territorio de la otra. Las declaraciones del gobierno británico, no obstante, raramente piden siquiera el fin de la ocupación. Mientras tanto, la embajada británica en Tel Aviv describe a Gran Bretaña como "un buen amigo de Israel", "socio natural", al tiempo que señala que "nuestros dos primeros ministros se mantienen en contacto regular y tienen una buena relación de colaboración y en lo personal".

Londres ha contribuido también a mantener la ficción de que el gobierno de Sharon apoya la "meta compartida" de un Estado palestino viable, tal como dijo Jack Straw en un acto de los Labour Friends of Israel (Amigos Laboristas de Israel). Pero en un documento confidencial filtrado a The Guardian el pasado noviembre, el consulado británico en Jerusalén manifestaba que la construcción ilegal de asentamientos en Jerusalén Este apoyada por Sharon estaba destinada a impedir que se convirtiera en capital de un Estado palestino. Se sabe incluso de funcionarios británicos que en privado rechazan la línea oficial del gobierno.

Los intensos esfuerzos diplomáticos de Jack Straw para impedir que Irán lleve a cabo el enriquecimiento de uranio contrastan con el virtual silencio sobre la posesión por parte de Israel de más de cien cabezas nucleares. Whitehall [sede del gobierno británico] ejerció enormes presiones sobre los miembros de las Naciones Unidas para imponer sanciones a Zimbabwe; sin embargo, en respuesta a una reciente pregunta parlamentaria, el gobierno rechazó de nuevo que la UE aplicara sanciones a Israel. Por el contrario, Londres actúa como principal defensor de Israel en Bruselas, haciendo oidos sordos a los llamamientos que instan a suspender el acuerdo de comercio y ayuda con la UE, por más que éste exija "respeto por los derechos humanos". Whitehall respalda incluso una propuesta de plan de acción de la UE que aumentaría la cooperación y las relaciones económicas con Israel. Muy al contrario, Gran Bretaña ha resultado clave para asegurar el acuerdo de la UE a fin de proscribir al brazo político de Hamas y poner a sus dirigentes políticos en la lista negra.

Un alto cargo del Foreign Office, Lord Triesman, declaró al parlamento en diciembre pasado que "no creemos que Israel se ajuste con rigor al derecho internacional" al proseguir la construcción de asentamientos y llevar a cabo una política de asesinatos selectivos y demolición de viviendas. El gobierno también ha expresado críticas (en tono menor) por la construcción por parte de Israel de la "valla de seguridad" en territorio palestino. Sin embargo, ese forma ocasional de desmarcarse no tiene mucho sentido a la vista de otras medidas políticas que ayudan a proteger a Israel de una mayor presión internacional encaminada a que termine con la ocupación.

Un par de documentos anteriormente clasificados como secretos ayudan a explicar la política británica. Un informe de 1970 del Foreign Office titulado "La futura política británica sobre el diferendo árabe-israelí", rechazaba tanto una política abiertamente proisraelí como abiertamente proárabe, ésta última debido "a la presión que indudablemente ejerce el gobierno de los Estados Unidos...para mantenernos a raya en cualquier pronunciamiento o negociaciones públicas sobre el diferendo". Rechazaba también la "neutralidad activa", dado que ello dañaría "nuestra relación con los EE.UU. a escala global". Así pues, el Foreign Office defendía una "política de bajo riesgo", que incluyera presiones sobre los EE.UU. para que hicieran todo lo que estuviera en su mano con el fin de alcanzar un acuerdo".

El segundo documento, un informé de 1969 del Comité Conjunto de Inteligencia, hace notar que se estaba produciendo una "rápida industrialización" en Israel, que "ya constituye un valioso socio comercial con un considerable potencial en el futuro en aquellos campos industriales en los que queremos que Gran Bretaña se desarrolle como fabricante y proveedor de importancia en todo el mundo". Por contraposición, en el mundo árabe, a pesar del petróleo, "las transformaciones recientes parecen confirmar que las perspectivas de acuerdos económicos provechosos se mantienen estancadas en el mejor de los casos y podrían decrecer a largo plazo".

Tres décadas después, Israel figura como tercer socio comercial más importante de Gran Bretaña en Oriente Medio, a la vez que el gobierno describe a Israel como "una historia de éxito notable para los exportadores británicos", sobre todo en la industria de alta tecnología. Apaciguar a Washington y dar prioridad a los beneficios cifran los inamovibles intereses que han de ponerse en tela de juicio si es que Gran Bretaña quiere llegar algún día a apoyar los derechos humanos en la región.