Hizbulá lee a Gramsci
Líbano está a punto
de quebrar la estrategia de EEUU en Oriente Medio
Alberto Cruz
CSCAweb:
21-12-06
"Israel
perdió la guerra fue sólo por la asombrosa capacidad
de lucha del brazo armado de Hizbulá, la Resistencia Islámica,
a la que ayudaron otras fuerzas patrióticas especialmente
de izquierda. Aquí jugó un papel nada despreciable
el Partido Comunista libanés".
"Feliz es el que aprende
de otros, y desgraciado quien no aprende su propia lección" (proverbio árabe)
La ciudad de los dioses. Así
llamaban los romanos a Baalbek, una población situada
en pleno corazón del valle de la Bekaa. De ella, sobre
ella, han escrito muchos desde que Edward Gibbon la retratase
a la perfección en su "Historia de la decadencia
y caída del imperio romano", una majestuosa obra
en seis volúmenes que se fueron publicando entre 1776
y 1778. Las ruinas de los templos romanos de Júpiter,
Baco y Venus son un lujo para los sentidos.
Ha llovido mucho desde entonces,
y no todo para bien. Baalbek fue bombardeada casi a diario durante
la guerra de agresión de Israel contra Líbano de
este verano y estas ruinas sufrieron daños irreparables.
Por ejemplo, los templos de Júpiter y Baco presentan fisuras
en los dinteles de sus impresionantes columnas y la UNESCO dice
que algunas de estas columnas se han espaciado como consecuencia
de las vibraciones de los bombardeos israelíes. Y el zoco
de la ciudad, así como casas históricas del centro,
sufrieron muy serios daños durante los bombardeos. Además,
aquí se libró el último episodio de la guerra.
El 17 de agosto, una vez alcanzado el acuerdo de cese de hostilidades
y en marcha la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad
de la ONU, un comando israelí pretendió secuestrar
a un alto dirigente de Hizbulá, operación que se
saldó con un rotundo fracaso para los agresores al ser
detectados y muerto uno de ellos. Los iniciados en la situación
de Líbano dicen que Baalbek es la cuna de Hizbulá.
La presencia de esta formación político-militar
es omnipresente y en las últimas elecciones consiguió
la mayoría absoluta para todos los cargos del Ayuntamiento,
de ahí el ensañamiento israelí con la ciudad.
La noche en Baalbek es especial.
Manteníamos una sobremesa larga, muy larga, escuchando
la música de Fairuz, la cantante de la tierra, uno de
los símbolos de la música árabe de los últimos
treinta años, y discutiendo sobre el papel de las organizaciones
de izquierda en la nueva situación de Líbano, Hizbulá
y la alianza que este movimiento político-militar está
tejiendo con diferentes fuerzas políticas, laicas y cristianas,
marxistas y burguesas. Nadia, una militante del Partido Comunista
libanés que ha estudiado medicina en Cuba, dijo una frase
que explica el éxito de Hizbulá: "ellos leen
a Gramsci, si hoy alguien está aplicando a pies juntillas
la política de alianzas de Gramsci son ellos, incluso
el concepto de fuerza hegemónica".
Conversábamos sobre
la manifestación a que íbamos a acudir al día
siguiente, en Beirut, contra el régimen pro-occidental
de Fuad Siniora. Nadia repetía una y otra vez que en
contra de lo que reflejaba la prensa occidental -¡nunca
más cierto el viejo aserto de que el buen periodista es
aquel que escribe de todo y no sabe de nada!- no era una concentración
de Hizbulá, sino de todas las fuerzas patrióticas
y antiimperialistas libanesas.
El 10 de diciembre amaneció
radiante. El día se sumaba a la fiesta. La caravana de
vehículos era impresionante, con cientos de banderas agitando
sus colores al viento: amarillas, verdes, rojas, naranjas y nacionales
libaneses. Sobre todo, nacionales libanesas. A medida que se
iba pasando por las localidades del valle, Riyak, Aley, Bhamdoun,
Sofar, la caravana iba aumentando y haciéndose cada vez
más lenta. Se ascendía el Monte Líbano y
los poco menos de 90 kilómetros desde Baalbek hasta Beirut
iban a recorrerse en casi 4 horas. Una mezcla variopinta de utilitarios,
furgonetas, autobuses y coches de lujo, un mezcolanza de personas
de todo tipo de edad y condición, religión y status
social, portando el hiyab o enseñando el ombligo. Familias
enteras mostrando una esperanza: un gobierno nacional. Una buena
galería de fotos de la marcha, aunque pone énfasis
en el Movimiento Patriótico Libre de Michel Aoun, puede
verse en la página de globalresearch (1).
Evaluar una concentración
de más de un millón de personas, por citar la cifra
más conservadora que se ha ofrecido de las personas que
se congregaron en la Plaza de los Mártires y calles aledañas,
es muy difícil. Líbano es un país que no
llega a los 5 millones de habitantes, lo que da una idea de la
magnitud de la convocatoria. Lo que se podía ver en la
zona en la que estábamos era una mayoría obrera,
gente sencilla cansada de que el régimen libanés
se enriquezca con la especulación rampante, endeudando
al país en más de 40.000 millones de dólares,
con un desempleo del 35% y un salario mínimo de 250 dólares
mensuales. Pero, sobre todo, cansados de un régimen dócil
a las pretensiones imperialistas. La enorme pancarta que se podía
observar, Siniora besando a Condolezza Rice cuando visitó
Beirut durante la guerra, era suficientemente expresiva. Allí
no había lemas islamistas, sino nacionales.
Un sistema
injusto
La reacción de los patrocinadores
del gobierno de Siniora es la que cabía esperar: se ha
considerado esta muestra de fuerza como un intento de "golpe
de estado" y de "agresión a las formas democráticas".
Es lo que han dicho la Unión Europea, Estados Unidos y,
en menor medida, el Consejo de Seguridad de la ONU que en una
nueva resolución del pasado día 12 (obsérvese
que es sólo dos días después de la manifestación,
pacífica, mientras que tardó 34 días en
parar la guerra) manifiesta el "apoyo total al gobierno
legítimo y democrático de Líbano" y
condena los "intentos de desestabilización del país".
Curioso. Manifestaciones similares se impulsaron en Ucrania,
Bielorrusia y otros lugares y fueron saludadas como una muestra
de espíritu cívico y democrático. Lo mismo
se dijo cuando las fuerzas que integran hoy el gabinete libanés
salieron a la calle para reclamar la retirada de las tropas sirias
en la primavera de 2005. Ahora es al revés, los manifestantes
son antidemocráticos, lo que pone en su lugar a la UE,
EEUU y la ONU, por no ir más allá. En medio, como
siempre, la inoperante e ineficaz Liga Árabe.
Y la prensa árabe, aquella
que alabó la lucha de Hizbulá contra Israel en
la guerra de este verano, toma partido claramente por Siniora
(es decir, toma partido por los suníes, en lo que ya es
la nueva estrategia de división del mundo árabe
ante el temor a que el auge del shiísmo haga temblar los
privilegios de las élites suníes que gobiernan
esos países, tal y como viene manifestando el diario Al
Hayat) argumentando que "Líbano no es Ucrania puesto
que hay un gobierno democrático" (2). El periódico
que este verano rechazaba la estrategia imperialista de "fronteras
de sangre" y alababa el nacionalismo frente al confesionalismo
religioso ahora retrocede. Poco a poco, la lucha del pueblo libanés
va poniendo a cada uno en su lugar.
En Líbano hay que matizar
los calificativos de "legítimo y democrático"
al referirse al gobierno. Los colonizadores franceses diseñaron
el sistema en 1943 según un censo poblacional de 1932,
hoy obsoleto. El virtud de la correlación de fuerzas entonces
existente, el presidente tenía que ser católico
maronita (al igual que el jefe supremo del Ejército libanés),
el primer ministro suní y el presidente del parlamento
shíi. Todo a mayor gloria de las élites políticas
y económicas, maronitas y suníes, mientras que
los shiíes eran los parias. El reparto de escaños
era, también, favorable a los cristianos, aunque hoy hay
una equiparación cristianos-musulmanes de 64-64 tras una
modificación adoptada en 1989 en los Acuerdos de Taif
que pusieron fin a la guerra civil pero que no tiene en cuenta,
por ejemplo, que el 70% de la población es musulmana.
Y ya que entramos en la cuestión religiosa, el 40% del
total de la población de Líbano es de confesión
shií.
Esto es lo que subyace en el
trasfondo de la reivindicación de un gobierno de unidad
nacional. Tras el triunfo en la guerra contra Israel, Hizbulá
está en una posición de fuerza y exige que la situación
del país se adecue a la nueva realidad. Ese nuevo gobierno
tiene que ser más representativo, por lo que las demandas
del frente patriótico que hegemoniza Hizbulá son
justas. Comenzando por unas nuevas elecciones que pongan fin
a la corrupta élite política que ha venido gobernando
el país desde la independencia. El primer ministro, Fuad
Siniora, tiene fuertes lazos con las altas finanzas internacionales,
es un firme partidario del libre mercado y ha venido aplicando
una política de claro corte neoliberal que ha hecho más
ricos a los ya ricos y más pobres a los ya pobres. Estamos,
por tanto, también ante un conflicto de clases.
Las alianzas que ha logrado
Hizbulá (cristianos, una pequeña minoría
de suníes y drusos, izquierdistas varios, baasistas, nacionalistas
laicos y no pocos palestinos de los residentes en los campos
de refugiados en Líbano) es consecuencia de lo anterior,
así como de la inacción del gobierno libanés
durante la guerra del verano. Si Israel perdió la guerra
fue sólo por la asombrosa capacidad de lucha del brazo
armado de Hizbulá, la Resistencia Islámica, a la
que ayudaron otras fuerzas patrióticas especialmente de
izquierda. Aquí jugó un papel nada despreciable
el Partido Comunista libanés, por cierto.
A ello hay que añadir
un dato más: la ayuda de Hizbulá a las familias
que perdieron sus casas, campos y familiares durante la agresión
israelí ha sido más eficaz, rápida y antisectaria
que la del gobierno. También se ha encargado de la reconstrucción
de lo destruido, facilitando una cierta vuelta a la normalidad
que no ha sido capaz de hacer el gobierno de Siniora. No es extraño
oír hoy a la izquierda libanesa lo siguiente: "Hizbulá
ha impulsado un movimiento de masas, ha creado una nueva dinámica
a nivel político libanés y ofrece un claro programa
de cambio".
El fin de
EEUU en la región
Mientras la opinión
pública europea está centrada en Iraq, siguiendo
la moda que marcan los medios de comunicación estadounidenses,
no es en este país donde se está jugando la estrategia
de EEUU en Oriente Medio desde luego no únicamente-,
sino en Líbano. Por muy mal que vaya la guerra, que lo
va, la producción de petróleo se mantiene estable
y con pequeños incrementos en la producción mes
a mes. Eso por no hablar de los ingentes negocios que están
haciendo las corporaciones armamentistas, financieras, de servicios
y hasta de mercenarios.
Quienes sigan esos medios para
justificar unos análisis centrados en la moda que, por
trágica que sea no deja de ser moda y nos remite a lo
fácil para escribir artículos, deberían
estar atentos a lo que Zbigniew Brzezinski, Consejero de Seguridad
Nacional durante la presidencia de Jimmy Carter, publicaba el
mes de octubre: "la política exterior estadounidense
en Medio Oriente se acerca a una crisis muy seria, puesto que
nos enfrentamos con la posibilidad de ser literalmente expulsados
de allí" (3). Es de reseñar que Brzezinski
sólo ha comenzado a hablar en estos términos después
de la derrota que Hizbulá infringió a Israel en
la guerra de este verano.
Otro que sigue la estela de
Brzezinski es Richard Haass, presidente del influyente Consejo
de Relaciones Exteriores y asesor del gobierno de George Bush:
"el dominio estadounidense en Medio Oriente terminó,
y una nueva era ha comenzado en la historia moderna de la región"
(4). Esa nueva era está marcada por la preponderancia
de "las fuerzas locales" frente a los "actores
externos", y dentro de esas fuerzas locales se destacan
"los radicales, que ganan poder por la práctica distante
[de la clase política árabe] y la corrupción".
Un fenómeno en el que las televisiones por satélite
árabes, han jugado un papel central y, de forma relevante,
por la situación en Iraq, Palestina y la última
guerra de Líbano. Aquí hay que mencionar expresamente
la importancia que ha tenido la televisión de Hizbulá,
Al Manar.
Haass hace un repaso por toda
la región, pero se centra en Líbano en tanto que
considera que la guerra de este verano ha dejado muy débil
a Israel y, por el contrario, ha acentuado el seguidismo que
otras formaciones hacen del ejemplo de Hizbulá, "que
han percibido que es la forma de actuar, creando o reforzando
milicias donde hay un estado o autoridad débil",
mencionando expresamente a Palestina e Iraq, como anteriormente
habían hecho otros analistas estadounidenses con el Ejército
del Mahdi de Muqtada al Sader, claramente inspirado en Hizbulá
(5).
Es más o menos lo mismo que dice Husein Rahal, portavoz
de Hizbulá: "somos el enemigo principal de EEUU,
si nos derrotan a nosotros pueden alcanzar otras metas [en Oriente
Medio]. Entonces controlarán Palestina, y luego se lanzarán
contra Siria y contra Irán".
Nunca antes en la historia
del mundo árabe (con la excepción de Sudán
en 1985) se había asistido a una impresionante muestra
de civismo como la que está proporcionando el pueblo libanés
en lucha contra su gobierno. La diferencia de estas movilizaciones
con las de marzo de 2005 que reclamaban la retirada de las tropas
sirias es que aquí no hay apoyo occidental, lo que sí
ocurrió entonces, y que está poniendo claramente
de manifiesto que el único apoyo con que cuenta el gobierno
de Siniora es, precisamente, occidental. Los regímenes
árabes están muy atentos a lo que ocurra e intentan
reconducir la situación porque ven, de nuevo, un ejemplo
peligroso para sus países. Y, de nuevo, es Hizbulá
quien lo promueve. Si antes fue con el ejemplo de lucha durante
la guerra, ahora es con la movilización pacífica
y eso marcará fuertemente la tendencia política
en Oriente Medio, sin duda.
La geoestrategia imperialista
en Oriente Medio no puede prosperar mientras no se "pacifique"
Palestina y Líbano, perdida como está en el marasmo
iraquí. Eso significa que los movimientos populares en
estos países tienen que ser derrotados: Hamás en
Palestina que, no hay que olvidarlo, fue elegido mayoritariamente
por el pueblo en unas elecciones libres, y Hizbulá en
Líbano.
Hay un sector de intelectuales
que se reclaman de izquierda que abominan de Hizbulá y
de lo que representa, pero hay que tener en cuenta la historia
de este movimiento político-militar y partir de la premisa
que, por encima de cualquier otra consideración, es un
movimiento de liberación nacional. Como dice Nadia, "Marx
nos enseñó a anteponer la contradicción
principal a la secundaria, y la principal hoy en Líbano
es que hay que parar los pies a un gobierno proimperialista.
El gobierno libanés actual, patrocinado por los imperialistas
franceses y estadounidenses no tiene ninguna esperanza sólida
de mantenerse a menos que utilice la fuerza o si hay una intervención
extranjera en su favor". Eso es lo que está ocurriendo.
La izquierda debería tener en cuenta que la lucha del
pueblo libanés es de gran importancia no sólo para
Líbano, sino para toda la región.

Notas:
(1) www.globalresearch.ca
(2) Al Hayat, 8 de diciembre de 2006.
(3) IPS, 27 de octubre de 2006.
(4) Foreing Affairs, noviembre-diciembre de 2006.
(5) Alberto Cruz, "Muqtada
al Sader, el verdadero problema de EEUU en Iraq"
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