Index | Mundo Árabe
Análisis
ARGELIA

* Mohammed Harbi, (El Harrouch, Argelia, 1933). Historiador y miembro destacado de la revolución argelina. Tiene numerosas obras de historia contemporánea de Argelia.

París-Argel, ida y vuelta

Mohammed Harbi*

Le Monde Diplomatique / CSCA web (www.nodo50.org/csca), 3 de febrero, 2006

"La colonización tiene su propia lógica, que la conduce de la violencia pura y expropiadora a una institucionalización, y que el corte se sitúa a finales de la década de 1880. Sin discutir su carácter imperialista y destructor, no podríamos olvidar las aculturaciones recíprocas ocurridas, efectos perversos no deseados por el colonizador. Aculturación que hará que los argelinos adopten ideologías revolucionarias, reivindicaciones por una democracia política, y lideren una revuelta social y sindical. En suma, la Argelia que sale victoriosa de su lucha por la independencia debe conocer la herencia de la historia."

Los problemas éticos y políticos vinculados a la guerra de independencia argelina han invadido en estos últimos años el debate público en Francia. Se ha denunciado el borrado de la memoria y la manipulación de la información, se ha reprobado la negativa a integrar el pasado colonial, con sus prolongaciones en el tratamiento a los inmigrantes (1). ¿Qué repercusión ha tenido en Argelia este debate? Y más allá de esto, ¿cómo analizar la colonización como hecho social e histórico?

Broma de la Historia: lo que despertó las pasiones francesas por la joya del ex-imperio, fueron las convulsiones del sistema argelino.

En Argel, la evocación del pasado colonial está jalonada por tres momentos: la oposición a los mitos fundacionales del nacionalismo argelino en la primavera bereber (1980): el levantamiento popular de octubre de 1988 que puso fin al monopolio político del Frente de Liberación Nacional (FLN): y finalmente, el enfrentamiento entre el Estado-ejército y los islamistas, sobre todo después de la interrupción del proceso electoral (enero de 1992). En todos estos conflictos, Francia se convirtió en una caja de resonancia privilegiada. Como subrayó Guy Pervillé en relación con el choque entre el Estado militar y la disidencia religiosa, los protagonistas presentan "su lucha como una repetición de la guerra de liberación, en la que cada uno de los bandos pretende reservarse el papel bueno del muyaidín" (2).

En estas condiciones, los vencidos de la guerra de independencia (repatriados, ex integrantes de las fuerzas especiales, oficiales antigaullistas) y los movimientos hostiles a los inmigrantes como el Frente Nacional (FN) reactivaron en Francia la imaginería colonial sobre Argelia. Con ayuda de la actual situación internacional, el FLN fue incluso -injustamente- asimilado a un movimiento terrorista. Esta era, en suma, la revancha de la Argelia francesa.

Pero este resurgimiento del pasado en el presente toma un cariz imprevisto cuando el 20 de junio de 2000, en Le Monde, una ex combatiente del maquis. Louisette Ighilahriz, se confiesa a Florence Beaugé : acusa a los jefes paracaidistas franceses de haber ordenado que se la torturara en Argel en 1957. El general Massu ya no niega, por lo demás, la práctica de la tortura. Empieza entonces. a gran escala, el proceso a la tortura. Mientras que el deseo de verdad encuentra gran eco en Francia, en Argel prevalece la incomodidad. El contexto local lo explica: a la euforia nacionalista de los años sesenta sucede, en los ochenta, una ruina moral y política que desemboca en una terrible escalada de violencia.

Entre un Estado militar insensible al derecho en sus prácticas represivas, y un movimiento religioso sin una verdadera columna vertebral, abierto a todos los excesos y a todas las manipulaciones, la situación degenera rápidamente. Masacres, asesinatos y desapariciones marcan el día a día de los argelinos. El ex presidente Ahmed Ben Bella (1962-1965) dibuja el siguiente cuadro sombrío: "Resulta que entre nosotros empieza a hablarse de batida policial, de terroristas (...) Esto nos trae curiosos recuerdos a quienes hace 30 años vimos cómo este mismo esquema de poder reproducía el vocabulario del general Massu o del general Salan" (3).

En estas condiciones, la victimización que sirvió en Argelia para enmascarar un pensamiento xenófobo, negativo y circular, se encuentra eclipsada. Para las nuevas generaciones, en lucha con las dificultades de la vida, y que no conocieron la colonización, Francia tiene una cara distinta. En cuanto a las élites políticas, ensayan otros modos de evocar el pasado: ya no sirve esgrimir la culpabilidad de los franceses eludiendo al mismo tiempo las propias responsabilidades por lo que ha sido del país.

Desde 1988, con su cortejo de víctimas y torturados, "el rey está desnudo". Hay que acabar con la guerra, llevar a Francia a reconocer, por la vía diplomática, los padecimientos del pueblo argelino, desterrar todo espíritu de revancha y, sin complacencias, facilitar el esclarecimiento de las desviaciones que vemos reproducirse hoy en Argelia. En los círculos oficiales, estas últimas ya no son tabú: se habla de ellas. ¿Pero se aceptará debatir públicamente al respecto, como en Francia? Eso está por verse, dada la fuerte oposición de los ex muyaidines.

Las opiniones están divididas en cuanto a los métodos para saldar los contenciosos originados en el período colonial. Por ejemplo, la Fundación del 8 de mayo de 1945, creada en 1990 por Bachir Boumaaza, ex presidente del Senado, destituido por iniciativa del presidente Abdelaziz Boutlefika, no piensa ceder respecto de los crímenes no amnistiados, es decir, aquellos perpetrados durante las masacres de mayo de 1945 (4): un episodio "inexcusable", admitió en mayo de 2005, en nombre de su Gobierno, el embajador de Francia en Argel, Hubert Colin de la Verdiére. Este obstáculo no es ineludible. De todos modos, la adopción por el Parlamento francés de la ley del 23 de febrero de 2005 (5), cuyo artículo 4 afirma el papel positivo del sistema colonial, brindó al presidente Bouteflika una oportunidad de intervención, para condenar una legislación de "una ceguera mental lindante con el negacionismo".

El tiempo transcurrido entre su intervención y la del FLN, el 7 de junio de 2005, muestra a las claras que no es momento de dramatismos. No debe ponerse en peligro el proyecto de Tratado de Amistad entre Francia y Argelia, cuya firma está prevista para diciembre de 2005. Se negocia, pero en secreto, para sustraerse, los unos a las presiones de los nostálgicos de la Argelia francesa, que multiplican las iniciativas para gloria de la OAS, los otros a los depositarios de la memoria de los muyaidines reconocidos como tales.

Un editorialista, Abdou B. señala: "Hay administradores de fondos de comercio que, por supuesto, ven con malos ojos el Tratado de Amistad... Son los mismos que se lanzan, a la primera señal, a guerrear contra la lengua francesa en nombre de valores de los que se autoproclaman legítimos defensores, cosa que no les impide comprar diplomas de francés de modo encubierto, aceptando pagar mucho y en el exterior" (6). Baste decir que la lengua francesa es reconocida, junto al árabe y al bereber, como una de las lenguas del país. Lo cual nos lleva de vuelta al debate sobre la colonización.

La memoria subjetiva de los pueblos no se parece en nada al trabajo del historiador profesional. La historia recordada depende de las pasiones, de los estereotipos o las aspiraciones del momento. Dos paradigmas contrarios organizan esta memoria colectiva, y ambos responden a un simplismo que autoriza apasionamientos y manipulaciones políticas.

El primero es el de los nacionalistas franceses, herederos altaneros y seguros de la "función civilizadora de la colonización". Y sacan a relucir sus pruebas: la red ferroviaria o de carreteras, los puertos abiertos al mundo, la seguridad del país, las escuelas, los hospitales, etc. Sin ver, claro está. que todo eso se realizaba para el exclusivo interés del colonizador y no con la preocupación de promover una Argelia abierta al progreso, a las Luces, al perfeccionamiento de la democracia. En suma, se trataba para ellos de una Argelia sin argelinos.

El otro paradigma es el inverso del primero. Dentro de éste, la colonia es vista como un paréntesis, que la independencia de 1962 volvió a cerrar. Con la independencia, Argelia se reconciliaría con su propia naturaleza, tal como se anunciaba en 1830. Esta Argelia otomana, potencialmente portadora de todas las virtudes, habría hecho frente a los problemas que el presente plantea. Como si la colonización hubiera encerrado a una Argelia, entonces abierta al progreso, en un inmovilismo del que hoy sale intocable, tal como su misma identidad árabe-musulmana la define.

Lo que estos dos paradigmas tienen en común es que ninguno toma ni mínimamente en cuenta la historia de los historiadores. No obstante, ésta subraya en primer lugar que la colonización tiene su propia lógica, que la conduce de la violencia pura y expropiadora a una institucionalización, y que el corte se sitúa a finales de la década de 1880. Sin discutir su carácter imperialista y destructor, no podríamos olvidar las aculturaciones recíprocas ocurridas, efectos perversos no deseados por el colonizador. Aculturación que hará que los argelinos adopten ideologías revolucionarias, reivindicaciones por una democracia política, y lideren una revuelta social y sindical. En suma, la Argelia que sale victoriosa de su lucha por la independencia debe conocer la herencia de la historia.

Y preguntarse, entonces, por el sentido oculto de las campañas que utilizan un pasado recompuesto para justificar oscuras maniobras. La exigencia de verdad nos obliga a preguntarnos sobre el estado de la sociedad precolonial, sobre sus formas de dominación, sus jerarquías y su desprecio de los débiles. La colonia sucedió a una sociedad sometida, ella misma, a una dominación. Detrás de la diferencia -que es importante entre la sociedad precolonial y la colonia, hay una forma de continuidad: la de una sociedad de la sumisión. En cuanto al presente, éste exige por cierto un conocimiento de nuestro pasado, pero quien dice conocimiento no dice impulso subjetivo ni poder de los mitos.

Notas:

(1) Véase: Nicolás Bancel, Sandrine Lemaire y Pascal Blanchard (bajo la dirección de), La Fracture coloniale, La Découverte, París, 2005.
(2) Soldado del ejército de liberación. Cf. Guy Pervillé, La guerre d'Algérie vue de France, Confluences Méditerranée, N° 19, París, otoño de 1996.
(3) TF1, 28 de diciembre de 1994.
(4) Véase En Sétif, el 8 de mayo de 1945".
(5) Véase Claude Liauzu, Una ley contra la historia.
(6) "Au nom du pére!", La Tribuno, número especial, Argel, 3 de julio de 2005
.