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En Francia, los trabajadores sin-papeles dicen basta

divendres 30 de maig de 2008, per  atom

por Sébastien Chauvin, Nicolas Jounin et Lucie Tourette

Traducción José Calderón

El pasado martes 15 de abril, trescientos trabajadores sin-papeles de París y su periferia decidieron declararse simultáneamente en huelga en doce unidades de producción: empresas de limpieza, restaurantes, obras, almacenes. Un mes mas tarde, ya son mas de mil repartidos en más de treinta lugares. Apoyados por la CGT (el sindicato mayoritario de tradición comunista), los sindicatos Solidarios (una confederación análoga a la CGT española), la CNT y la asociación Droits Devants!!, estos trabajadores reclaman su regularización. Esta huelga coordinada es la primera en la historia del país. En algunas semanas, ha relegado a un segundo plano informativo una actualidad dominada por las expulsiones, y ha puesto en el mapa político a los inmigrantes como trabajadores.

Desde la vuelta al poder de la derecha en 2002, la represión contra los sin-papeles no ha dejado de intensificarse. Si el numero de expulsiones era de 10 000 en 2003, el año pasado alcanzo las 24 000. Los controles en las empresas son más frecuentes, y el acceso al empleo cada vez más difícil. Sékou, 38 años, trabajaba como techador desde 1996: « En la construcción había trabajo por todas partes. Ahora los patronos no te contratan si antes no han verificado tus papeles. Envían tus documentos a la policía y después rechazan contratarte. Algunos incluso se quedan sin mercados porque no tienen suficiente mano de obra ».

Los despidos por no tener permiso de trabajo son cada vez más numerosos: « El primer despido en mi empresa fue en 2007, explica Moussa Traoré, que trabaja en Veolia desde hace 10 años. Desde entonces, nos despiden uno a uno a medida que van encontrando con quien reemplazarte. Si no nos movemos rápido, nos limpian a todos ».

La ley del 20 de noviembre de 2007 instituye una nueva división racial del trabajo. La ley facilita el acceso a 150 oficios « sobrantes » a los solos ciudadanos de los nuevos Estados de la UE. Para los trabajadores no-comunitarios no queda más que una pequeña lista de 30 oficios altamente cualificados (« informático », « experto comercial »...) a los que la mayor parte de ellos no tiene acceso.

Las primeras huelgas tuvieron lugar en las empresas Modelux, Métal Couleur y Buffalo Grill, y fueron apoyadas por la Unión Local de la CGT de Massy (ciudad de la corona industrial). Tras estas primeras acciones, muy mediatizadas, cada vez más sin-papeles se personan en las permanencias sindicales, a menudo con motivo de un despido. Las reivindicaciones han adquirido una gran repercusion nacional gracias al peso político de los sindicatos: « Las asociaciones pueden proteger a los sin-papeles como excluidos, explica Maryline Poulain, coordinadora del grupo ’Sans Papiers...et Travailleurs’ del colectivo Uni-e-s Contre l’Immigration Jetable. Pero los sindicatos son legítimos para defender sus derechos de trabajadores y mostrar que ya estan incluidos en la sociedad ». En resumidas cuentas, la acción a través de la herramienta sindical los hace aparecer como sujetos, de un punto de vista objetivo y subjetivo.

La nueva campaña sindical pone de relieve hechos que hasta ahora no eran conocidos más que por una minoría: la practica totalidad de los inmigrantes sin-papeles trabajan, y no necesariamente “al negro” o en la economía informal, por lo que sus empleos « ilegales » abren a pesar de todo a la adquisición de derechos sociales. Su antigüedad en la empresa puede ser elevada. Tampoco tienen por qué quedarse en los escalones más bajos de la jerarquía, y muchos benefician de vacaciones pagas. Sin embargo, estos « derechos » se encuentran supeditados a su condición objetiva de sin-papeles, y por tanto a la buena voluntad del empleador de turno.

La lucha actual es para muchos trabajadores sin-papeles el momento de descubrir derechos que les pertenecen por el hecho de disponer de un empleo: derecho a un salario mínimo, a un reposo semanal y a días festivos, a una indemnización por despido, derecho a reclamar salarios impagados o a llevar al empleador ante la justicia. Los huelguistas no se presentan como « sin-derechos » sino como asalariados que tienen derechos y que quieren todo lo “demás”.

Estos derechos abren también a la acción colectiva. Los poderes públicos pueden enviar unidades de antidisturbios a una ocupación de un lugar publico, pero el derecho laboral los limita fuertemente en un caso de ocupación de empresa: « El primer día de ocupación, nuestro patrón llamo a la policía, nos cuentan los del restaurante Chez Papa. Llegaron veinte policías, y teníamos mucho miedo. Pero los delegados sindicales nos explicaron que teníamos el derecho de ocupar nuestro lugar de trabajo y que hacia falta un mandato judicial para poder evacuarnos ».

El discurso de los huelguistas sobre sus patrones no es uniforme. Mamadou, oficial de la construcción desde hace tres años, encuentra « simpático » a su empleador portugués. Incluso han pasado juntos un fin de semana en Lisboa. Pero se ha declarado en huelga porque su situación se ha vuelto cada vez más insostenible: tras un control policial, su patrón, tres colegas y él mismo fueron conducidos a dependencias policiales. El propio patrón portugués animo a sus empleados a ir a buscar consejo en el sindicato y a parar el trabajo. Samba, 32 años, no tiene la misma experiencia: « Nuestro patrón nos trata como a perros. ’No tienes papeles así que haces lo que te digo o te pongo de patitas en la calle. Hay mucha gente que espera fuera’. Cuando me contrato me dijo que sabia que mis papeles eran falsos, pero que le daba igual ».

Descolocados por la intensidad de la movilización, ciertos empleadores se han declarado solidarios de los huelguistas, invocando la penuria de mano de obra en sus sectores respectivos y las cualificaciones de sus propios trabajadores. Los sindicatos patronales de la hostelería y la restauración han reclamado la regularización de los asalariados sin-papeles contratados antes de julio de 2007. Los de la construcción y de la limpieza se han mostrado más discretos. La CEOE francesa se ha quedado callada.


Los trabajadores emigrantes en Francia. Genealogía de un movimiento

años 1970: las luchas obreras están en el corazón de la cuestión de la inmigración. Abajo con la desigualdad formal de clase, se reclama en las empresas

años 1980 : el trabajador emigrante desaparece del espacio mediático, sustituido por el tema del racismo, de la integración cultural, de la trayectoria escolar de los emigrantes de segunda generación y de las « violencias urbanas » en los barrios populares. La agrupación familiar sustituye a la inmigración laboral como vía principal de acceso al territorio francés.

1981-82 : el gobierno socialista regulariza 130 000 personas (trabajadores solteros en su mayoría). Los otros quedan invisibles durante una buena década.

años 90: nuevo movimiento de « sin-papeles », ocupación de iglesias, huelgas de hambre. Los lideres se presentan como ciudadanos del mundo más que como trabajadores. En cuanto a los sindicatos, no están presentes más que como apoyo no central, en lo que aparece como un movimiento extranjero al mundo del trabajo

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