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¿Hay un movimiento post-CPE en la universidad francesa? Sí, y existe contra la ley de la “inmigración deshechable”.

Sábado 20 de mayo de 2006, por pepe

Tras el éxito de las movilizaciones contra el CPE, la lucha continúa en el conjunto de las universidades francesas. Las coordinadoras se mantienen vivas y activas, y el nuevo reto es acabar con la ley de “inmigración deshechable” impulsada por el superministro Sarkozy. Este prolongamiento es vital para dotar de continuidad y de mayor profundidad política a la revuelta que acabó con el CPE, y que se mantiene, siempre latente, en el conjunto de la universidad.

El éxito del movimiento anti-CPE en las universidades ha marcado un ante y un después en la organización de la nueva composición de clase, como llaman algunos a toda la fuerza de trabajo, joven o menos joven, socializada bajo condiciones contractuales y de existencia de tipo precario.
El contrato de trabajo no sólo es un factor de regulación y de gestión de la fuerza de trabajo, sino que también la tiende a modelizar en el tiempo. Los años 80 marcan en este sentido un antes y un después. La política estratégica de las empresas buscó durante una época fijar en el tiempo y en el espacio a la mano de obra, generando una cultura del trabajo y unas pautas organizativas de negociación salarial bien específicas. De un tiempo a esta parte, la ley del mercado ha penetrado todas las esferas de la sociedad, ha abatido los muros de los talleres, de las oficinas: los imperativos financieros al más corto plazo, el ajuste constante e inmediato a las variaciones de la demanda con sus corolarios de diversificación y flexibilización, rigen la vida de los trabajadores, y eso es condición común a todos los individuos, independientemente de su posición social, de su condición de sexo, de raza o de origen.
La políticas de precarización, como las políticas de inmigración, son una herramienta más para la obtención de fines económicos (la flexibilidad absoluta, la penetración del capital en todas las esferas sociales) y políticos (la desagregación y la disciplinarización).
La movilización contra el CPE se ha alimentado de la confluencia de jóvenes que ilustran su situación con dimensiones como incertidumbre, estrés, retardamiento de los proyectos vitales, infantilización, sensación de transitoriedad permanente. Sin embargo, incluso en el curso de la lucha, rara vez se han referido, lo que da materia para pensar, a la experiencia misma del trabajo bajo esas condiciones, a la obediencia pura y simple que sustituyen las relaciones salariales anteriores fundadas en la búsqueda de compromisos, a una frontera común de clase, en definitiva.
Aquí se encuentra uno de los desafíos mayores del movimiento estudiantil post-CPE si quiere gozar de continuidad desde una mayor profundidad política: ser capaz de situar esta frontera común, de clase, junto con otros grupos sociales, aunque respetando la especificidad y las dinámicas propias de cada uno.
Desde esta perspectiva se viene trabajando en la universidad, buscando la articulación con los grupos que actualmente se movilizan contra la “ley de inmigración deshechable” en curso de discusión en el parlamento. Dicha ley, apenas anunciada, aparece ya como una de las más restrictivas, ya que prevee no sólo endurecer aún más las condiciones de entrada y de asilo, sino también las condiciones de trabajo y residencia de los inmigrantes. Entre otras barbaridades, la ley suprime la atribución automática del permiso de residencia para todo aquel trabajador que pueda demostrar 10 años de presencia en el territorio, un plazo que ya de por sí parecía escandaloso por dilatado en el tiempo. La pérdida de la atribución automática viene acompañada, y esto es quizás más grave, de la disolución del derecho al recurso a la inspección del trabajo, que hasta ahora era uno de los pocos eslabones que permitían, aunque de modo insuficiente, defender unas condiciones de trabajo mínimamente dignas.
El número de personas en la calle contra dicha ley ha progresado de modo exponencial: hace un mes, no hay más de quinientas personas en una concentración en el popular barrio de Belleville. El pasado sábado 13 casi 30.000, de muy diverso origen, desafian la lluvia para manifestar la oposición a una ley que busca desregular, precarizar, impedir la organización, disolver los derechos de los inmigrantes, confrontar sectores sociales, jerarquizar formalemente la sociedad por razones de origen o de raza. Exactamente como el CPE.
Sin embargo, aún queda mucho trabajo por delante. La ley del mercado ha penetrado todos los sectores de la sociedad, pero en el puesto de trabajo, en las universidades, los valores de la sociedad, irreductibles a los valores del mercado, también están presentes. Parece apropiado el eslogan con el que se viene trabajando: valemos más que sus beneficios.

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