Análisis de los hechos relevantes en torno al 11M

1. La cinta de Campillo

A raíz de la denuncia de Francisco Javier Villazón Lavandera a

la Policía Nacional, en julio de 2001 este cuerpo de seguridad —a instancias de la comisaría de Avilés—, llevó a cabo una operación llamada “Pípol” en diversas localidades de Asturias, donde fueron detenidas 23  personas, entre ellas José Ignacio Fernández Díaz, apodado “Nayo”, Toro Castro y Suárez Trashorras. A Toro Castro se le decomisó un alijo de 84 kilos de hachís, 3 kilos de cocaína, diversas cantidades de marihuana, pastillas y sustancias para cortar la droga, junto a 16 cartuchos de Goma 2 “Eco” y 94 detonadores eléctricos de diferente calibre, que la policía incautó por indicación suya en un garaje aledaño a su domicilio. Sugestivamente, a pesar de que la detención de Toro Castro tuvo lugar en su domicilio, y que los agentes iban provistos de una orden judicial para registrarlo, decidieron no hacerlo. La policía se conformó con seguir las indicaciones de Antonio Toro, que les llevó “engañosamente” a un garaje alquilado por él en Avilés. Según reporta “El Mundo” en su edición del 24/11/1004:

<<Un informe de la Guardia Civil enviado al juez instructor del sumario del 11-M, Juan del Olmo, afirma que durante la “operación Pipol” la policía no hizo un registro adecuado, en julio de 2001>>(Op. Cit.)

De esa forma, Toro permitió que su hermana Carmen Toro Castro, trasladara el grueso de la dinamita y las armas almacenadas por la “célula de Avilés” en el domicilio de Toro, hasta un hórreo de la localidad de Cogollo.

Pese al hallazgo de los explosivos y que en estos casos es preceptivo informar a la Guardia Civil —quien tiene encomendada la custodia y vigilancia de ese tipo de material—, la Policía Nacional omitió cumplir con esa obligación, aunque acusó a Toro de traficar con droga y ordenó su encarcelamiento en la prisión de Villabona. Ahí fue donde Toro Castro conoció a Rafá Zouhier y negoció con la policía de Avilés su salida de la Cárcel a cambio de convertirse en confidente.    

El 28 de agosto de 2001, Villazón Lavandera volvió a insistir en dar su testimonio, ahora ante la comandancia de la Guardia Civil de Gijón y allí finalmente pudo ser escuchado al dar con el agente Jesús Campillo, quien “actuando con profesionalidad y responsabilidad”, decidió grabar su denuncia en una cinta magnetofónica; en ella, Villazón Lavandera informó de los peligrosos negocios que se traía entre manos el avilesino Toro Castro, y en los que también estaba implicado, en menor medida, su cuñado José Emilio Suárez Trashorras. El guardia civil Jesús Campillo entregó la cinta a su inmediato superior, el teniente Carlos Montero, por entonces jefe interino de Información en la Comandancia de la Guardia Civil de Gijón.

Según reporta “El Mundo” en su edición del 20/12/04, el agente Jesús Campillo aseguró que el teniente coronel Bolinaga —Jefe superior de la comandancia en la zona— le avisó de que iba a guardar la cinta en la caja fuerte y que “si ningún juez la reclamaba, pasado un tiempo prudencial le llamaría para que la destruyeran juntos”.   

Según ha afirmado el diario “El Comercio” —citado por la edición de “El Mundo” correspondiente al 18/11/04— existe una segunda cinta que recoge la conversación mantenida entre Villazón Lavandera y el teniente Carlos Montero en la comandancia de Gijón. En la primera cinta, o “cinta Campillo” —de fundamental importancia para el esclarecimiento de los hechos—, Villazón Lavandera habla de una cantidad “enorme” de explosivos que Toro Castro y Suárez Trashorras decían tener para vender, y de que andaban buscando a alguien que supiera activar bombas con teléfonos móviles. Villazón Lavandera dio cifras “escalofriantes”. Según él, Toro Castro le contó que podía disponer para la venta 1.000 Kg. de dinamita por semana, y que Suárez Trashorras le dijo en una ocasión que necesitaba colocar 400 kilos; pocos días después, le comentó que ya había vendido la mitad. El hecho de que estuvieran buscando a alguien que supiera activar bombas con móviles, descarta que se trate de meros vendedores de explosivos. Fue entonces cuando la Comandancia de Asturias a cargo del Coronel Pedro Laguna, puso en marcha la “Operación Serpiente” que se cerró dos meses después, antes de finalizar 2001 “por falta de pruebas” (léase falta de voluntad político-policial)

Desde entonces hasta el 11 de noviembre de 2004, día en que el periódico “El Mundo” hizo pública la existencia de la cinta, y el Juez del caso en la audiencia Nacional, Juan del Olmo, se vio obligado a conceder a Villazón Lavandera la condición de “testigo protegido” y llevarle a declarar varias veces en la Audiencia Nacional, fue éste uno de los tantos secretos compartidos durante esos tres años por cierta cantidad de mandos policiales y de la Guardia Civil de Asturias —consciente o inconscientemente comprometidos en una determinada línea de actuación jerárquica dentro del aparato de Estado— que hacen a la esencia de la función burocrática en las “democracias” de todo el Mundo.[1]  

Esta “traición” del periódico “El Mundo” al secreto burocrático, que a primera vista puede parecer obra de la “prensa independiente”, en realidad se explica por el juego de la “pequeña política”, esto es, por intereses políticos encontrados entre determinados sectores de las clases dominantes dentro del aparato de Estado, bajo unas determinadas condiciones de la “gran política” o lucha entre clases dominantes y clases subalternas, que en modo alguno pueden afectar inmediatamente a la estabilidad del sistema. Con esto queremos decir, que si los hechos se dieran bajo condiciones que pudieran desembocar en una crisis revolucionaria, el señor P.J. Ramírez, no habría tenido la misma disposición a la denuncia que ha demostrado en las presentes circunstancias. Entre otras cosas porque estas mismas condiciones (deliberada limitación de las fuentes de información e indiferencia de amplios sectores de las masas explotadas por la política) determinan que hechos como éste sólo trasciendan para un sector minoritario de la sociedad.[2]  

Sugestivamente, el 11 de junio de 2004, exactamente tres meses después de los atentados, el responsable máximo de la Comandancia de la Guardia Civil en Asturias durante todo el período en que se sucedieron estos hechos, el coronel Pedro Laguna Palacios, fue ascendido a general por el Consejo de Ministros del flamante gobierno del PSOE, tras ganar las elecciones a raíz de los criminales sucesos del 11M. 

A partir de esa publicación del contenido de la “cinta Campillo”, se pudo saber que el agente de la comandancia de Información de la Guardia Civil, Jesús Campillo, quien en Agosto de 2001 grabó la cinta en la que Villazón Lavandera advertía del tráfico de explosivos, y de que la trama de Avilés buscaba fabricar bombas con móviles, pudo saberse, también, que, temiendo por su vida, a través de sus “controladores” Villazón Lavandera se dirigió a los superiores jerárquicos de la Comandancia de Asturias pidiendo un servicio de guardaespaldas. Se sintió amenazado por una banda de delincuentes asturiana en la que —según aseguró— puede haber policías. En una entrevista con el periodista Fernando Múgica, Villazón Lavandera llegó a ser más terminante, confesándole que “en esa banda participan policías asturianos que sospechan de que contó más cosas de las que hasta ahora se han conocido”. El agente Campillo negó verosimilitud a esas sospechas de Villazón Lavandera, pero admitió que “si sus superiores  cuentan todo lo que saben al juez Juan del Olmo, seguro que salen implicados policías de Avilés y Gijón". Días después de hecha pública la existencia de la cinta, el Teniente Coronel José Antonio Rodríguez Bolinaga, jefe de la comandancia de la Guardia Civil de Gijón, fue destituido de su cargo.

El 14 de octubre de 2004, bajo el título: “El Jefe de la Guardia Civil de Asturias no Investigó la trama de la dinamita” el periodista Fernando Mugica publicó un artículo en “El Mundo” donde empieza diciendo lo siguiente:
<<MADRID (14/10/2004).- La negligencia en la investigación previa al 11-M sobre los implicados asturianos en los atentados salpica al hasta ahora jefe de la zona de Asturias de la Guardia Civil, Pedro Laguna, ascendido el 11 de junio a general. La falta de entusiasmo por el tema llegó a exasperar a oficiales como el capitán Marful, que lloró el 11-M al darse cuenta de que no había conseguido interesar a nadie en algo que tal vez hubiera podido desbaratar los atentados. El actual jefe interino de la Zona asturiana, Fernando Aldea, antes jefe de la Comandancia de Oviedo, se enteró del informe de alerta remitido en febrero por la UCO cuando tomó posesión de su cargo tras la marcha de Pedro Laguna.

En Asturias hay muchas personas que no terminan de entender cómo se ha podido premiar, ascendiéndole a general, al máximo responsable de la Guardia Civil en la zona donde tuvo lugar el robo y la transacción de los explosivos teóricamente utilizados en el 11-M.

Es evidente que la responsabilidad del control y revisión de los distintos polvorines y almacenes de explosivos de todo el país es enteramente de la Guardia Civil. Pues bien, el 11 de junio de 2004, exactamente tres meses después de los atentados, el responsable de la Comandancia de Oviedo, el coronel Pedro Laguna, fue ascendido a general por el Consejo de Ministros a pesar de que fue en Asturias donde se produjeron graves fallos en el control de la seguridad de los explosivos.

Tendría que haberse producido un verdadero terremoto en la cúpula de los mandos de la Guardia Civil, máxime cuando la Unidad Central Operativa (UCO) insiste en que dejó la investigación de los sospechosos —tras las revelaciones del confidente Rafá Zouhier— en manos de la Comandancia asturiana.>> (Op. Cit.)
El 21 de noviembre, Bolinaga fue llamado a declarar ante la Comisión de Investigación del Congreso de los diputados sobre los atentados del 11 de Marzo. Preguntado por qué no entregó al juez del Olmo la cinta en la que el confidente “Lavandero” desveló la trama de los explosivos, declaró que, para él, ese testimonio no tenía "valor policial ni judicial". A su juicio, la información que contiene ese casete la conocía ya la Policía encargada de la investigación de los atentados. El declarante ha dicho, también, que la "dichosa" cinta no es más que "un soporte de memoria", cuya presentación ante los mandos no es obligatoria. "Lo que me interesa es el informe", insistiendo en que allí no figuraba ningún dato sobre el uso de teléfonos móviles para montar bombas, ni sobre el posible viaje a Marruecos de Toro y Trashorras, elementos de denuncia que sí aparecen en la cinta. De haber incluido estos elementos, a Bolinaga tampoco le hubieran parecido relevantes, según ha dicho. Para este burócrata militar, Campillo no incluyó esos datos en el informe porque no los consideró "interesantes policialmente". También aseguró: "No oculté la cinta, la guardé", y ha recordado que de su contenido tuvieron conocimiento, además, dos capitanes, un brigada, siete guardias y un sargento.

El teniente coronel Bolinaga ha afirmado que conoció la existencia de esta cinta el 16 de octubre de 2004, pero que ese día no la escuchó. Después, y a partir de la publicación del casete en “El Mundo”, le ordenaron que la entregara con su trascripción. Era el 11 de noviembre de ese mismo año, y fue entonces cuando Bolinaga dijo haber escuchado por primera vez su contenido. Este teniente Coronel declaró, también, que no ordenó actuar contra Toro y Trashorras, porque no vio en el informe operativo "indicios de terrorismo" y porque dio por supuesto que la Policía Nacional ya había investigado los hechos y que los posibles delitos “ya estaban judicializados”.

Posteriormente, el general Pedro Laguna Palacios, ex jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Asturias, aseguró, durante su comparecencia en la Comisión de Investigación Parlamentaria del 11-M, que la operación contra el tráfico de explosivos en 2001 fracasó, porque el confidente, “Lavandero”, "falló" y "estaba quemado". Según precisó, fue el teniente coronel de la Comandancia de Gijón, es decir, el destituido José Antonio Rodríguez Bolinaga, quien le comunicó que no había resultado por que el confidente “les engañaba".

Antes de conocerse públicamente la existencia de la cinta con las declaraciones de Villazón Lavandera al agente Campillo, el representante del Partido Popular ante esa Comisión de Investigación, Ignacio del Burgo, preguntó al General Laguna Palacios en qué consistió la llamada “operación serpiente”, a lo que, según consta literalmente en las actas de la Comisión parlamentaria, el interpelado contestó:

<<Yo tengo conocimiento de la operación Serpiente en el mes de febrero de 2003. El teniente coronel de la Comandancia de Oviedo, que habitualmente despachamos todos los días, me informa que tiene un contacto, una fuente que le habla de explosivos. En esa primera semana de febrero, como el lugar que me indica es la ciudad de Avilés, que es responsabilidad de la Policía, no obstante convoco una reunión de las policías judiciales de las comandancias de Oviedo y Gijón (...)". Tras recordar la operación Pípol, el general añade que "a raíz de esa operación de la Policía, llegó un confidente de un club de alterne de Gijón que pone en conocimiento de la Guardia Civil de Gijón que hay un señor que ofrece explosivos. Entonces inician una operación local que se llama Serpiente. El teniente coronel de la Comandancia (José Antonio Rodríguez Bolinaga, ahora destituido) me informa que estuvieron un mes o dos con esa operación y que no se llegó a ningún resultado porque la fuente —tengo el nombre por si lo quiere la comisión: señor Villazón Lavandera— falló. Parece que les engañaba, que sí, que tiene explosivos, que viene hoy, que viene mañana (...) De eso conozco yo la Operación Pipol y la Operación Serpiente, en la reunión que mantengo con todos los mandos en el mes de febrero de 2003>> (“Comisión de Investigación sobre el 11M” Acta de la sesión del 15/10/04-Folio 47. Lo entre paréntesis nuestro)

Finalmente, francisco Javier Villazón Lavandera perdió su condición de testigo protegido el viernes 18 de febrero de 2005, cuando el Juez del Olmo supo que, a principios de ese mes, se había comprado una pistola HK de 9 milímetros homologada para el tiro olímpico, que no es precisamente apta para defensa personal, y porque no quiso aceptar el trabajo de "vigilante jurado uniformado en el aeropuerto de Bilbao" que le habían ofrecido.[3]

<<El juez Juan del Olmo consideró que si puede adquirir una pistola no necesita ni guardaespaldas ni una asignación económica especial. A pesar de ello, está contento porque puede llevar una vida “normal”. “Ahora no tengo nada, pero puedo cuidar de mi hijo y salir a pasear, solo, libre”, afirma.>> (“El comercio digital” 21/02/05) http://www.libertaddigital.com:83/php3/noticia.php3?fecha_edi_on=2005-02-21&num_edi_on=1453&cpn=1276244767&seccion=ESP_D
<<Él se defiende argumentando que "la mayor parte del dinero" que empleó para adquirir el arma se lo prestó su hermano y que trabajar en ese puesto sería como colocarse "una diana en la frente". Algo que, desde su punto de vista, ya había hecho de forma "inexplicable" la Dirección General de la Guardia Civil al desvelar su identidad>>. http://www.elmundo.es/elmundo/2005/02/27/espana/1109478348.html .<<Admite cierto arrepentimiento por haberse atrevido a denunciar a Toro y Trashorras: "Me ha salido mal. Se descubre mi dirección, mi nombre, mi foto ..., hasta a los etarras les tapan la cara. No se me ha ofrecido nada. No se me reinserta en nada".>>. http://www.libertaddigital.com/php3/noticia.php3?cpn=1276244930
A los fines de determinar el grado de rivalidad endogámica en el comportamiento de las distintas “familias” de burócratas que integran los cuerpos de seguridad, así como el secretismo y la arbitrariedad personal de sus cargos medios y altos, es importante destacar el hecho de que, entre la Guardia Civil y la Policía Nacional, no hubo intercambio de información, ni siquiera sobre la trama urdida en torno al robo y tráfico de explosivos, a pesar de que la “Benemérita” ha sido la institución competente en este asunto. Bolinaga ha revelado hasta donde se ha podido llegar en este asunto, al contestar a una pregunta del representante del Partido Popular (PP), diciendo que, “últimamente, Policía y Guardia Civil se enteran de las investigaciones del otro a través de la prensa". Esta realidad da pie a suponer que este es un comportamiento regular y generalizado, que tiene su explicación en el celo competencial entre los distintos cuerpos de seguridad, a los fines de monopolizar no sólo el prestigio personal y corporativo resultante de la investigación y resolución exitosa de los diferentes actos delictivos —que interesa resolver— de cara a la opinión pública, sino, alternativamente, los beneficios del eventual cohecho con los propios delincuentes para beneficio mutuo —personal y/o corporativo— en perjuicio de la justicia, la seguridad, el patrimonio y la libertad en general de los “ciudadanos”, cohechos que, por supuesto, no trascienden o lo hacen solo en circunstancias excepcionales, bajo la presión de factores externos o exógenos, como es el caso de medios periodísticos eventualmente vinculados a determinados poderes fácticos. Prueba de esto último respecto de la funcionalidad habitual en la Policía Nacional y en la Comandancia de la Guardia Civil de Asturias, es lo que ha saltado a la luz pública a raíz de las últimas declaraciones de Francisco Javier Villazón Lavandera al periodista de “El Mundo”, Fernando Múgica, a raíz de un macabro suceso protagonizado por el confidente, tras la sospechosa muerte de su mujer, Elizángela Barbosa Guimaraes, a quien él llamaba “Lorena”, ahogada “a la vista de todos en la playa de Gijón sin que nadie fuera capaz de salvarla”[4] :
<<Siempre me pregunté en esta investigación, cuando se sobrepasaría el límite de la repugnancia. Ya ha sucedido. Francisco Javier Lavandera —el hombre que advirtió a las fuerzas de seguridad en 2001 sobre una banda que vendía grandes cantidades de explosivos y que quería fabricar bombas con móviles— bajaba las escaleras de su casa el lunes 25 de abril. A su lado caminaban su hijo, de dos años y medio, y su madre de 72. En realidad, las dos personas por las que aun considera que vale la pena vivir. En el buzón correspondiente a su piso, Francisco Javier vio un sobre grande, doblado, que alguien había introducido con dificultad y que sobresalía llamativamente. “Lo primero que me llamó la atención, es que no tenía la dirección puesta. Tampoco llevaba remitente ni franqueo. Alguien había escrito a mano, con letras grandes y mayúsculas, una frase: ‘un recuerdo de tu mujer, para que no la olvides’”. andes y mayúsculas, una frase: ‘un recuerdo de tu mujer, para que no la olvides’.
(…)

Llegábamos a la calle cuando lo abrí. No estaba cerrado. Sólo tuve que levantar la solapa que estaba metida hacia adentro, y me encontré con unas fotos impresas en folios normales. Me quedé helado al ver el contenido. No soy una persona que se asuste fácilmente. Pero aquello sobrepasaba cualquier límite. Hasta los terroristas tienen que tener un límite de humanidad. Sólo una mente asquerosa podía haberme enviado aquello.”

“Allí estaba Lorena, mi mujer, echada en una especie de mesa de acero inoxidable, abierta en canal, como un cerdo en una carnicería. Tenía todas las tripas fuera, puestas a un lado.”

“En la siguiente foto le habían arrancado el cuero cabelludo. Tenía el pelo hacia delante, el cráneo abierto, y se le veían todos los sesos.

“Me quedé en blanco. No pude seguir mirando. Mejor dicho, vi que eran tres o cuatro fotos más, pero me era imposible asimilarlas. Ni siquiera puedo recordar su contenido. Miré a mi alrededor. Tuve una pavorosa sensación de peligro, como si los que lo hubieran hecho estuvieran por allí observando mi reacción”.

Mi hijo me preguntaba: ‘Papá, ¿que es eso?. Mi madre insistía: ¿Qué te han mandado?. Yo sólo pensaba en deshacerme de aquello. Tenía que evitar que lo vieran. Lo rasgué con fuerza, tal vez metí la pata hasta atrás, pero lo rompí en unos cuantos pedazos y lo tiré al contenedor que está justo enfrente de mi casa mientras les decía: ‘No es nada, propaganda’

(…) No quiero ni pensar lo que hubiera sucedido si llega a ser mi madre quien recoge el sobre y ve las fotos. Creo que lo que quieren es volverme loco. A veces pienso que lo que pretenden es llevarme a la desesperación o al suicidio. Quieren alterarme para que no pueda declarar en el juicio, o para que mi testimonio no pueda ser tenido en cuenta. Pero no lo van a conseguir. Voy a declarar sereno y con todas las luces”>> (“El Mundo” 24/05/05 “Los agujeros negros del 11M”  Pp.14-15)

Como advertía Marx a sus lectores en el prólogo a la primera edición de “El Capital” respecto del tratamiento que daba en esa obra a la “criatura” de las relaciones de producción capitalistas que resultó ser el burgués individual, tampoco nos hemos propuesto nosotros pintar aquí del “color de rosa” al típico matón de discoteca en que las condiciones bajo las cuales debió vivir convirtieron a Francisco Javier Villazón Lavandera. Pero así como Marx aludía a que en la historia hubo casos excepcionales de personas que —en determinadas circunstancias y en diverso grado— han podido y sabido “elevarse subjetivamente” por encima de su propia condición social de burgueses sin dejar por eso de serlo, nosotros hemos observado que, entre los hechos previos y posteriores relacionados con el 11M, Francisco Javier Villazón Lavandera destaca como un ejemplo de semejantes mutaciones subjetivas, con la singular paradoja de que, en este caso, las condiciones particulares o personales de esa transformación —su rechazo a las incitaciones para enriquecerse vendiendo drogas o explosivos—, parece que lograron sobreponerse a las condiciones de profunda crisis general de valores morales imperantes hoy día en la sociedad actual, nada propicias para ello. Especialmente en los bajos fondos desde donde Francisco Javier pudo salir auque más no sea por un momento de su vida.

Aunque no hay la más mínima prueba o evidencia indiciaria, cabe la hipótesis de que Villazón Lavandera denunciara a Toro Castro y Suárez Trashorras por dinero. Como ha dicho el jefe de la Unidad Central Operativa de la Subdirección de Operaciones de la Guardia civil, el Coronel Félix Hernando Martín, los colaboradores o “confidentes” policiales:

<<Son individuos que normalmente están en la delincuencia o próximos a la delincuencia, si no fuera así, poco tendrían que vender. Los datos que facilitan a la policía, en general los facilitan por diversos motivos: el principal, en la mayoría de los casos, es por dinero. Suelen ser los mejores confidentes. Hay una relación: tan buenos son los datos, tan buena es la compensación económica que se dé.>> (“Comisión de Investigación parlamentaria sobre el 11M”. Sesión del 20/07/04. Turno 28)

O sea, que la credibilidad que los aparatos de seguridad del Estado confieren a los informes que reciben de sus confidentes, está en relación directamente proporcional a su condición de delincuentes y al hecho de que lo hacen por dinero o licencias para delinquir. 

 Pero, precisamente porque bajo el capitalismo la dignidad humana es un objeto de compraventa como cualquier mercancía, nadie recibió jamás un céntimo por resistirse a la tentación de vender la suya propia. Además ¿quién o quienes pudieron haberle pagado a Lavandera por una información que sacaba a la luz el carácter corrupto y criminal del aparato de Estado español? Porque este es el contenido más profundo y corrosivo de la denuncia que hizo Villazón Lavandera. Aunque probablemente haya sido gratificado por el reportaje que comentamos aquí, el valor moral y político de su denuncia previa y sin compensación a los medios policiales, no puede ser eclipsado por el precio que después “El Mundo” le ha podido pagar por ella. Porque, a pesar del infundio lanzado por el General Pedro Laguna ante la Comisión Parlamentaria del 11M, Villazón Lavandera nunca fue lo que se conoce por un confidente de la policía. Y esto es lo que importa. Por eso, porque en la sociedad capitalista actos de esta naturaleza no se valoran en lo más mínimo, sino al contrario, el Juez Juan del Olmo acabó decidiendo quitarle a Villazón  Lavandera la condición de testigo protegido, dejándole a merced de sus enemigos, los enemigos de la “ley” escrita que al mismo tiempo la representan y a quienes él había puesto en evidencia con sus denuncias ante la prensa.

Las reacciones de los enemigos que Villazón Lavandera se creó en el ambiente del cohecho normalmente impune entre funcionarios policiales, jueces y empresarios asturianos —todos ellos corrompidos hasta los tuétanos no sólo en Asturias— se explican directamente no tanto por ese entramado de intereses delictivos rayanos con el crimen —que es su condición necesaria—, como por la luz que sobre ellos arrojaron las denuncias de Villazón Lavandera en torno a los hechos del 11M, que fue su condición suficiente. Explica, entre otras cosas, que si no se investigó lo del tráfico de explosivos, tal vez haya sido para que no salte el resto de la podredumbre que se negocia entre los dueños de algunos burdeles de Asturias y las fuerzas de seguridad destacadas en la zona. Pero, sobre todo para que, una vez consumados los hechos del 11M, el Estado español pudiera hacer “justicia”, una vez más, con determinados elementos del bajo fondo social oportunamente reclutados para ejercer de chivos expiatorios, preparando el escenario desde donde, el Presidente Zapatero pudiera declarar con total verosimilitud, que esa terrible matanza fue obra exclusiva del terrorismo islamista asociado con la delincuencia común.    

Y de no ser porque las denuncias de Villazón Lavandera ante los agentes Campillo y Montero salieron a la luz pública y llegaran a la Comisión Parlamentaria en relación con los hechos del 11 de Marzo de 2004, tal vez Villazón Lavandera ya no estaría en el mundo de los vivos, y éste hubiera sido uno de los tantos retoños fugaces de virtud moral que se abren de vez en cuando paso entre la inmundicia de una sociedad caduca encarnada en determinados sujetos de “bajo fondo”, que sin embargo preanuncian la sociedad del futuro. Sucede como en los versos del insuperable Machado, que de no ser porque un día pasó por esa precisa ribera del Duero para anotar en su libreta el prodigio de la “rama verdecida”, brotando del viejo tronco “hendido por el rayo y en su mitad podrido”, la humanidad no hubiera podido saber de aquel “milagro de la primavera”, aunque no por eso habría dejado de ocurrir.[5]  

Para decirlo en términos bastante alejados de la lírica poética, pero de contenido significante más simple, rotundo y didáctico, la verdad de este mundo es que, moralmente hablando, todos, sin excepción, para dar cuenta de nuestros actos, producimos y excretamos una mezcla de mierda y crema pastelera en distintas proporciones, según las condiciones —generales y particulares— que a cada cual le toca vivir en cada etapa de su existencia, y eso es lo que hace de nosotros lo que vamos siendo por la vida, se sepa o no se sepa, seamos conscientes nosotros mismos de ello o no.

Entre julio y agosto de 2001, Villazón Lavandera tuvo un rapto de dignidad personal que le puso por encima de las condiciones políticos y morales vigentes en su entorno social, altura desde la que todavía no parece haber vuelto a caer, y por esa causa formal subjetiva propiamente suya que le ha hecho ser otro del que era, lo ha perdido casi todo para él y lo que queda de su familia, pero, al mismo tiempo, ha trastornado el submundo de la relación delincuencial entre determinados empresarios y burócratas policiales. Pensar en la imposibilidad de que un sujeto como éste —objetivamente inmerso en el bajo fondo amoral del que surgió a la opinión pública— pueda trascender siquiera parcialmente a esa objetividad que le había venido condicionando desde su puesto como portero en un club de alterne, es pensar la realidad de un modo unilateral, no dialéctico, que  implica un error de valoración elitista en la relación vanguardia-masa.

Es un pensamiento unilateral y no dialéctico, en tanto supone que los individuos, en general, somos un producto de condiciones o circunstancias objetivas dadas, para nosotros inmodificables, respecto de las cuales no tenemos nada que hacer más allá de adaptarnos a ellas para sacarles el mayor provecho posible desde el punto de vista personal. Como si la parte subjetiva de esa  realidad individual, esto es, nosotros mismos, estuviéramos condenados a ser, sin excepción, pura sensoriedad o percepción de lo dado bajo la forma del padecimiento o del disfrute alternativos de esas determinadas condiciones, entendidas en el sentido de la expresión: “esto es lo que hay” como acabado para siempre; como si nuestra actividad práctico-crítica como individuos respecto de la realidad que nos condiciona, no tuviera ninguna posibilidad en la historia. Y es elitista, porque pareciera que sólo determinados individuos —los idealistas— tienen la facultad de sobreponerse a esas condiciones de la realidad, aunque no transformen nada. Tal fue la naturaleza del materialismo pasivo o no crítico de Feuerbach, por contraposición al idealismo activo o crítico de Hegel. Ambos abstractos. El primero porque de la práctica social del sujeto humano consideró su parte material o mundana, pero de forma pasiva determinada por lo que la materia del Mundo es en sí, incluida la objetividad social, si bien siempre pensó que el desarrollo del espíritu es la característica del ser humano por excelencia; el segundo, porque de esa práctica social del sujeto consagró su carácter activo critico y transformador del Mundo, aunque sólo la concibió como práctica teórica, idealistamente:

<<I - El defecto fundamental de todo el materialismo anterior —incluido el de Feuerbach— es que sólo concibe las cosas, la realidad, la sensoriedad, bajo la forma de objeto o de contemplación, pero no como actividad sensorial humana, no como práctica, no de un modo subjetivo. De aquí que el lado activo (de la realidad, incluido el sujeto humano) fuese desarrollado por el idealismo, por oposición al materialismo, pero sólo de un modo abstracto, ya que el idealismo, naturalmente, no conoce la actividad real, sensorial, como tal. Feuerbach quiere objetos sensoriales, realmente distintos de los objetos conceptuales; pero tampoco él concibe la propia actividad humana como una actividad objetiva. Por eso, en (su obra) “La esencia del cristianismo” (Feuerbach) sólo considera la actitud teórica como la auténticamente humana, mientras que concibe y fija la práctica sólo en su forma suciamente judaica de manifestarse (el interés que trata de sacar partido a la realidad vigente tal como es). Por tanto, no comprende la importancia de la actuación "revolucionaria", "práctico-crítica".

(…)

III - La teoría materialista de que los hombres son producto de las circunstancias y de la educación, y de que por tanto, los hombres modificados son producto de circunstancias distintas y de una educación modificada, olvida que son los hombres, precisamente, los que hacen que cambien las circunstancias y que el propio educador necesita ser educado. Por tanto, esta doctrina divide, forzosamente, a la sociedad, en dos partes, una de las cuales (los educadores) está por encima de la sociedad (así, por ej., en Robert Owen).. La coincidencia de la modificación de las circunstancias y de la actividad humana sólo puede concebirse y entenderse racionalmente como práctica revolucionaria.>> (K. Marx: “Primera y tercera tesis sobre Feüerbach” (1845)  

La concepción unilateral y elitista de la sociedad y de la historia por parte de los materialistas e idealistas metafísicos, afirma, por ejemplo, que un tipo como Villazón Lavandera no puede ponerse por encima de las condiciones de su propia existencia. Que efectivamente se puso, mantuvo y profundizó en su posición práctico-crítica de su propia realidad circundante, dan fe sus declaraciones publicadas por el diario “El Mundo” el 24 de mayo de 2005. Es evidente que lo hizo a modo de altiva respuesta frente a quienes le acababan de enviar aquellas fotos de su mujer despiezada sobre una mesa forense de operaciones para la realización de autopsias.

En este reportaje, Villazón Lavandera ya no centró su denuncia en el tráfico de explosivos para fabricar bombas con móviles, sino que pasó a desvelar lo que antes y después de ese hecho se cocinaba y sigue cocinándose en los medios policiales de Asturias:

<<La indignación le sale a borbotones cuando habla de la mafia que se movía en torno a Toro y Trashorras. Sus denuncias consiguieron quitar de en medio a algunos maleantes, pero la corrupción sigue prácticamente intacta. “Yo he estado a punto de arruinarles el negocio y eso es lo que no me perdonan. A mi me da igual que una mujer haga con su cuerpo lo que quiera, si es adulta. Pero que a una niña de 16 años la obliguen a prostituirse, la golpeen, le saquen el dinero, eso no puedo soportarlo (Pudo soportarlo bastante tiempo. Todo el que llevó callando y consintiendo metido en aquélla charca de inmundicia moral. Pero no pudo  habituarse a seguir siendo  un “comemierda” como los demás que, con él, compartían la misma porqueriza. Y nadie le pagó por eso. Al menos por lo que realmente vale, que es de imposible cálculo, porque eso, insistimos, no se compra) Yo fui directamente al juez y lo denuncié. Así que un montón de gente va a ir a la cárcel por mi culpa. No me fiaba de la policía, así que fui directamente al juez. Me prometió que  irían para adelante y que no se filtraría nada. Y así fue.”

“Les jodí un negocio muy grande. La realidad, es que el  jefe del Horóscopo recibía una llamada de policías cada vez que iba a haber una redada para que retiraran a las menores de la circulación”

“Quieres escribir —le dice a su entrevistador, el periodista Fernando Mugica— pues escribe. Hay policías que se pasan la noche follando y bebiendo gratis. A un jefe de policía el dueño le pagaba la hipoteca. Y a otro, el coche. Y a otro, el crédito que debía. Otro llega un día y dice: ‘Necesito 800.000 pesetas para que no me embarguen el piso’. ‘¡Tómalas!, sin problemas’ ¿Cómo cojones iban a venir luego a tocarles los huevos al dueño? Mira, a pesar de lo jodido que estoy, si me hubieran sabido aprovechar, yo hubiera colaborado con gusto y hubiéramos podido limpiar buena parte de esa corrupción. En lugar de eso, me mandan esas fotos asquerosas, para volverme loco, para amedrentarme. En torno al mundo de la noche, de los clubes, hay demasiado dinero por medio. Yo denuncié a dos camareros que vendían armas abiertamente en el club donde trabajaban”

“Tenían los revólveres debajo del mostrador. Lo denuncié, pero nunca les registraron. Tienen mucho poder y yo soy una presa fácil, yo no tengo nada. Son capaces de pagar a alguien para que diga que soy amigo de Bin Laden. Hombre, sería muy chocante que me pasara algo, pero no se cortan ante nada. Se saben inmunes.”

“Yo antes creía en Dios, en la justicia y en España. Me he vuelto una persona tan fría que ya no me afecta nada. Hace meses que no me río. Todo me da asco. Veo algo, por muy triste que sea, y no me impresiona. Ya no soy humano. A veces también lloro, sólo por las noches, y no creo que sea menos hombre por ello. Han sabido dónde tocarme la fibra. (…) Después de lo que me pasó con lo del 11M, ya no denuncio nada a la Policía, ni aunque vea pasar un misil. Hace poco vi un programa de televisión en el que pedían colaboración ciudadana. Me dieron ganas de llamar y decir: ‘Soy Lavandera, así que no me cuenten milongas’”.>> (Op. cit. Lo entre paréntesis nuestro)

Lo que sigue de su declaración el pasado 25 de mayo, revela con trazos fulgurantes por qué el Juez Juan del Olmo decidió retirar a Villazón Lavandera el status de testigo protegido:

Yo pienso que Toro y Trashorras estaban muy bien protegidos. Tenía que ser por gente muy gorda para que actuaran con ese descaro. Yo me pongo en un club (de alterne) a vender dinamita, y a las dos horas, estoy engrilletado. ¿No ves que las putas lo cuentan todo? Yo le dije una vez al jefe (del Horóscopo): ‘Estos tíos venden dinamita, así que no les voy a dejar entrar más aquí’. Y me contestó: ‘¿Pero tu sabes la pasta que dejan aquí estos tíos?’
(…)  

“Lo que menos me gustó de Madrid cuando fui a declarar (en la Audiencia Nacional ante el Juez Del Olmo), es que  nadie conoce a nadie. Estoy seguro de que si me hubiera muerto en el Metro, no me hubieran recogido hasta que oliera mal. La deshumanización me hunde. Por eso no puedo comprender quien ha sido capaz de hacer lo de las fotos (a su mujer muerta). Claro que, si mataron a 200 personas y se quedaron tan frescos ¿cómo no van a ser capaces de hacer algo como esto?...”>> (Op. Cit.) [6]

¿Está claro a quienes atribuye Villazón Lavandera la masacre del 11M? Para nosotros lo está sin ninguna duda, como lo está que semejante actitud sea objetivamente subversiva, aunque el protagonista no sea consciente de ello y, por tanto, lejos esté de ser subjetivamente revolucionario. ¿Serán éstas las verdaderas causas, por las que ha dejado de ser un testigo protegido poco antes de que colocaran un paquete bomba debajo de su coche? Tampoco dudamos de esto, aunque, de cara a la opinión pública, este interrogante quedará por mucho tiempo en el aire, hasta que un tribunal popular revolucionario de justicia pueda responder con pleno conocimiento de causa. Recién entonces, las víctimas mortales de aquél genocidio y otros crímenes de Estado de la “democracia” en España, podrán descansar finalmente en paz, incluido el hijo de la dirigente de CC.OO. y militante de I.U., Pilar Manjón.

Lo último que hemos podido saber de Francisco Javier Villazón Lavandera, es que ha vendido a “El Mundo”  unas declaraciones publicadas por este periódico en sucesivas ediciones a partir del 10 de setiembre de 2006, entre las cuales las más comprometedoras para él y de mayor trascendencia política para el gobierno del PSOE y para sistema político “democrático” respecto del 11M, sin duda fueron dictadas por la dirección de ese periódico. Allí declaró lo que antes había testimoniado con toda claridad “El Nayo” en abril de 2002[7] , en cuanto a que Toro Castro le había propuesto que oficiara de “correo” para E.T.A. transportando explosivos; que mantenía contactos con gente importante de esa organización; que los más de 400 Kg. de explosivos que poseía eran para ellos y que estaba “todo controlado”, de modo que, desde el punto de vista de la seguridad, “no podía pasar nada”. La única diferencia entre estas declaraciones de Villazón Lavandera y las de “El Nayo”, es que éste había dicho que Villazón Lavandera aceptó el ofrecimiento de Toro Castro, y aquél lo niega, como que es cierto que fue el primero en denunciarlo a la policía en julio de 2001, testimonio grabado ante el agente Campillo cuya cinta magnetofónica acabó formando parte del sumario judicial y de lo actuado en la Comisión de Investigación Parlamentaria sobre el 11M:

<<Me dolió mucho que me involucrara (…) en una red de tráfico de armas y explosivos para ETA. Lo que yo le diría es: si estás seguro de eso, ¿por qué no vienes a España y se lo cuentas a un juez? Me da la sensación de que allí donde esté tiene contactos con las Fuerzas de Seguridad españolas y que le han aconsejado lo que tiene que decir para involucrarme.

De momento continúa escapado de la justicia. Ojalá vuelva y cuente toda la verdad de lo que sabe. Lo que es un hecho es que, tanto él a través de su abogado en la primavera del 2002 (Abril), como yo unos meses antes, aportamos los mismos datos: Toro tenía contactos con ETA y su banda (La de Toro Castro) estaba proporcionándoles explosivos>> (F.J.Villazón Lavandera: “El Mundo” 11/09/06 Pp. 12)    

Si, como está acreditado, Villazón Lavandera denunció en 2001 que Toro Castro mantenía contactos con ETA para venderle explosivos —aunque en ese momento y por el motivo que fuere no haya dicho nada sobre el ofrecimiento que el mismo Toro Castro le hizo para ejercer de “correo” ante ETA— es un total sinsentido que al mismo tiempo haya aceptado semejante proposición, como sostuvo el “Nayo”.

Finalmente, aunque fuera cierto que Toro Castro vendió 500 Kg. de explosivos a los etarras, de este supuesto no puede en modo alguno inferirse que ETA haya participado en la planificación y ejecución de los atentados del 11M. De hecho no hubo ni hay ni una prueba de cargo sólida que avale semejante hipótesis política sustentada por los llamados “teóricos de la conspiración”. Tampoco cabe plantearla por deducción política, dada la debilidad militar táctica de esa organización y las perspectivas del cambio de gobierno, previstas en sus negociaciones con el PSOE previas al 11M. De ahí que en su desesperado intento de vincular a E.T.A. con el terrorismo islamista, la expresión política del bloque histórico de poder coyuntural liderado por el Partido Popular, haya llegado al extremo de echar mano de una hipótesis inverosímil y descabellada, como la de hacer coincidir dos circunstancias distantes en el tiempo y el espacio, cuyo único nexo es la coincidencia casual de que en dos operaciones policiales de allanamiento de dos domicilios ordenados por distintos jueces y a raíz de causas distintas, se diera la coincidencia de que en ambos se encontrara una sustancia de uso doméstico para matar cucarachas.[8]

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[1] Tras las declaraciones de Villazón Lavandera en la Audiencia Nacional, en las que Juan del Olmo le sometió a varios careos con Trashorras y Toro, este Juez decidió finalmente decretar la prisión de Toro por colaboración con banda armada y suministros de explosivos, después de haber pasado anteriormente dos veces por idénticas circunstancias, aunque sólo acusado por tenencia y tráfico de drogas, para quedar en libertad al poco tiempo, lo cual demuestra la connivencia de este delincuente común con los mandos policiales y de la guardia Civil de Asturias, quienes, a toda costa, intentaron desvincularle de su relación con los hechos del 11M, de lo que ahora, tras darse a conocer la investigación de “El Mundo”, ha pasado a ser acusado en firme.

[2] De hecho, todas las emisoras de televisión y radio —que son los medios de mayor incidencia en la creación de opinión pública— tuvieron exquisito cuidado de que el gran público se mantuviera por completo ajeno al conocimiento de los entresijos del sistema en relación a este caso.

[3] “Lavandera” No es un santo varón. Las circunstancias le llevaron a aceptar un puesto trabajo como portero del club de alterne “El Horóscopo”.  Sus cinco años en las fuerzas especiales del Ejército, su complexión atlética y su sangre fría para enfrentar situaciones extremas, le dieron la fama justa que necesita alguien que debe sacar del local a unos cuantos pasados de copas o que se pasan con las chicas. Nunca ha ocultado su amor por las armas. Es socio del club de tiro. Tiene dos carabinas del 22, dos escopetas de tiro al plato. Pero no ha sido acusado nunca por la Justicia de ningún delito. Es más, cuando se enteró de que unos delincuentes le ofrecían un negocio de venta de explosivos y buscaban a alguien que fabricara bombas con teléfonos móviles, se apresuró a contárselo a las fuerzas del orden. Y no una, sino cinco, seis y hasta siete veces a lo largo de varios meses.

[4] Según parece, la mujer no pudo soportar el hecho de verse en semejantes circunstancias después de que su marido se viera obligado a dejarle por deber pasar a la condición de testigo protegido: “Creo que se sintió sola y triste. Ella pensaba que eso de ser testigo protegido me sacaría del país y quizás no volvería a verme. Se veía sola y con tres hijos y creo que se desesperó”, comentó Villazón Lavandera, en entrevista exclusiva para “El Comercio Digital”, el  21 de febrero de 2005. “Estaba comiendo lejos de Asturias y me envió un mensaje: ‘Cuida de nuestro hijo. Te quiero mucho, pero voy a acabar con mi vida. He intentado cortarme las venas, aunque no sangro. Estoy en el mar’. (…) “Llamé al 112 y me pusieron con la Policía. No contestaba. No tengo mucha suerte con la Policía. Luego hablé con la Local y les dije que mi mujer intentaba suicidarse. Me contestaron que no había nadie en el agua, que estaban mirando por las cámaras y no aparecía nadie en una situación de peligro. Me dijeron que me quedara tranquilo y yo me quedé tranquilo”. Una hora más tarde, el jefe del servicio le llamó por teléfono y le comunicó que su mujer había tenido un accidente de tráfico. “Me dijo que había sido atropellada por un coche y que estaba muy grave, pero luego añadió: 'Mira  tío, no te puedo engañar, Lorena está muerta, se ahogó y no pudimos hacer nada por ella’. (…)Desde el principio se preguntó por qué tardaron en avisar a los equipos de rescate 45 minutos. “¿Por qué? ¿Cuando ves a una persona ahogándose no tienes que avisar inmediatamente?”. A pesar de que tiene dudas sobre la ejecución del rescate de la joven brasileña, no denunció ni lo hará. “A verlas caer”, dice, y añade: “No tengo dinero para pagar a un buen abogado”.

Cfr:
http://www.libertaddigital.com:83/php3/noticia.php3?fecha_edi_on=2005-02-21&num_edi_on=1453&cpn=1276244767&seccion=ESP_D

[5] La analogía entre este ejemplo del devenir en la naturaleza respecto de la sociedad, en sentido riguroso no es válida, porque el cambio histórico progresivo en la organización de la vida humana colectiva, supone un cambio de esencia social, cosa que no se refleja en el poema de Machado. Nosotros lo tomamos sólo como un ejemplo genérico entre lo caduco y lo nuevo, en el sentido de que la realidad social del capitalismo ya está lo suficientemente podrida, como para que de ella sea necesario que brote otra de esencia social históricamente superior. 

[6] Según reporta “Libertad Digital” en su edición del martes 19 de julio último, en una declaraciones reproducidas por La Voz de Asturias” el jueves anterior, el delegado en Asturias del sindicato “Asociación Unificada de Guardias Civiles” (AUGC), Alberto García Illana, ha dicho que el testigo Lavandera "está muy relacionado con el 11-M y se le está mirando con  muy malos ojos. Su vida corre verdadero peligro". Por esta razón —sobre todo tras encontrar un paquete bomba en su coche hace algunos meses y recibir un sobre con las fotos de la autopsia de su ex mujer— ha pedido que se le ofrezca protección policial al menos hasta que termine el juicio. Sobre las fotos que recibió Lavandera, la Delegación de Gobierno ha señalado que “ningún funcionario policial pudo haber tomado esas fotos por la sencilla razón de que no estuvieron presentes en la autopsia por lo que se cree que fue el propio forense el que las hizo”. Sin embargo, según la AUGC, "cierta persona de seguridad sacó fotos" y nadie sabía por qué las hizo”. http://www.libertaddigital.com:83/php3/noticia.php3?fecha_edi_on=2005-05-26&num_edi_on=1453&cpn=1276252406&seccion=ESP_D

[7] En abril de 2002, a través de una carta el abogado de “El Nayo”, Carlos Alberto Tejeda,  dio cuenta a la Fiscalía de Asturias de la revelación de su cliente y que el fiscal se comprometió a investigar el asunto. Según el relato del letrado, dos meses después el fiscal jefe le informó de que “Nayo” había sido conducido al lugar donde supuestamente estaban los explosivos, "pero que dicho lugar se trataba de un monte, y que no iban a registrar todo el monte", por lo que todo acabó ahí. http://www.lukor.com/not-por/0411/11163400.htm

[8] En la última semana de setiembre de 2006, “El Mundo” denunció la supuesta manipulación de un informe por parte del Ministerio del Interior a cargo de su titular, el “socialista” Rubalcaba. Según el periódico de Pedro J. Ramírez, el informe elaborado por tres peritos de la Policía Científica, decía que durante el allanamiento del piso franco que en 2001 ocupaban unos etarras, se encontraron varios gramos de ácido bórico, y que otro tanto de la misma sustancia apareció dos años después en el domicilio de Hassan el Haski, detenido y procesado por su presunta pertenencia a banda armada en relación con el atentado de Casablanca —cometido en mayo del 2003— y con el 11M. Según el gobierno del PSOE, el informe de los tres peritos era un borrador del cual su jefe superior, Francisco Ramírez, eliminó la referencia a ETA en el informe oficial que remitió a los jueces Juan del Olmo y Baltasar Garzón, por considerarla impertinente. Fuentes policiales han desmentido que en los explosivos empleados en la masacre del 11M haya aparecido ácido bórico, y que esta sustancia mezclada con otras puede ser usada como producto deflagrante.