En el tercer aniversario de
la Intifada: mantener y desarrollar la resistencia palestina
Ahmad Saadat*
Secretario general del FPLP
8 de
octubre de 2003
Prisión de Jericó, 23 de septiembre de 2003
Traducción del árabe, CSCAweb (www.nodo50.org/csca)
"Las premisas que
permitirían convertir las conquistas de la Intifada en
ventajas políticas no han madurado todavía. La
opción que se nos plantea objetivamente, en el tercer
aniversario de la Intifada, nos exige su continuidad y desarrollo,
intensificándola y respaldándola con la visión
política que estimule la participación de todos
los sectores de nuestro pueblo en sus acciones."
El día 28 [de septiembre] la Intifada cumple su tercer
año de vida. El último de ellos se ha caracterizado
por el empuje de los acontecimientos y las interacciones políticas;
acontecimientos que han planteado interrogantes sobre el destino
de la Intifada y las perspectivas de aprovechar estos tres años
de máximos sufrimientos y sacrificios palestinos.
En el primer semestre de este año, la Autoridad Palestina
(AP) cumplió con el último de sus compromisos con
la fase primera de la "Hoja de ruta", aceptando en
principio la designación de un primer ministro al lado
del presidente Arafat, facultado de amplios poderes, según
rezan los condicionantes del documento [1].
En el segundo semestre, el imperialismo estadounidense y su
aliado británico invadieron Iraq, ocupando su territorio
en desafío al consenso internacional y a la voluntad de
Naciones Unidas (NNUU). Tras ello, EEUU anunció el plan
de la "Hoja de ruta"; se constituyó un nuevo
gabinete palestino, cual Estado Mayor para un nuevo primer ministro;
arrancaron las negociaciones sobre seguridad con el gobierno
sionista; y, finalmente, se anunció una tregua, nombre
dado al cese unilateral del combate y la resistencia palestinos.
Sin embargo, los rasgos más sobresalientes se concentraron
en dos manifestaciones:
La primera es la profundización de la crisis interna
de la AP: se formaron tres gabinetes durante este año;
la ilusión palestina oficial chocó con el verdadero
contenido de la "Hoja de Ruta", pues la AP creía
o deseaba que ese plan fuera un corredor y un mecanismo hacia
el Estado independiente [palestino] y la eliminación de
la ocupación que empezó en 1967. La designación
de un primer ministro -independientemente de las intenciones-
constituyó una interpretación de las palabras de
Bush [2], llamando a formar un nuevo liderazgo palestino
que luchara decididamente contra el terrorismo, o sea,
contra la resistencia palestina. Se ha evidenciado que la esencia
de ese viejo-nuevo proyecto de seguridad, desde la "A"
hasta la "Z", busca contener la causa palestina, garantizar
la seguridad de la ocupación sionista y sus colonos, y
remitir el antagonismo a la sociedad palestina.
La segunda, el desencadenamiento y el desenfreno de la fuerza
del gobierno racista de Sharon: una escalada contra nuestro pueblo,
asesinando e intentando asesinar a los dirigentes y cuadros de
Hamas; exabrupta decisión del gobierno sionista de deportar
a Arafat, añadiendo a esa dimensión vertical en
la escalada cualitativa, la ampliación de su alcance horizontal,
de tal manera que los civiles y los familiares de los dirigentes
de la Resistencia se convirtieron también en blancos directos;
y, finalmente, la colonización y su ampliación
se tornaron una necesidad y el Muro de separación devino
un instrumento para imponerle a nuestro pueblo el hecho consumado.
Esas realidades nos plantean una serie de preguntas: ¿ha
agotado la Intifada palestina su impulso y, por consiguiente,
las necesidades de su continuidad? ¿Qué objetivos
ha logrado a lo largo de estos tres años? ¿Constituye
la "Hoja de ruta", como proyecto para relanzar las
negociaciones con Israel, una alternativa política, patriótica
y realista a la Intifada y a la Resistencia, así como
la expresión de una trayectoria político-diplomática
que permita el aprovechamiento positivo de la Intifada y la Resistencia?
¿Cuáles son los compromisos planteados ante nuestro
pueblo y su dirección política?
La Intifada como respuesta
Partiendo del origen de la Intifada como iniciativa popular,
un estado de rebeldía, una respuesta al fracaso de las
negociaciones políticas que llegaron a un callejón
sin salida en Camp David en 2000 y un rechazo a los intentos
del gobierno sionista de Baraq de dictar sus condiciones políticas,
buscando minimizar los principios axiomáticos de nuestra
causa nacional, podemos concluir que la Intifada constituye la
reacción natural a la escalada política sionista.
Los ritmos de sus acciones, los métodos de resistencia
y las armas empleadas, han sido una consecuencia natural, proporcional
al ritmo de la escalada sionista contra las masas de nuestro
pueblo. Las deficiencias que acompañaron la Intifada,
especialmente la ausencia de la decisión política
unificada y de la referencia directiva unificada, también
han sido una consecuencia del estado de división política
que nuestro pueblo viene viviendo desde el nacimiento de la trayectoria
de Madrid-Oslo. El nivel de proporcionalidad entre los métodos
de la resistencia, o sea, entre el carácter violento-armado
y el popular-de masas, ha sido una consecuencia de las premisas
acumuladas por las fuerzas políticas impulsoras de la
Intifada. Por lo tanto, las justificaciones de la Intifada han
sido objetivas y la diversidad de su respuesta al enemigo sionista,
ha sido natural también.
Los intentos de atribuirle a la Intifada bajo distintos camuflajes
la responsabilidad por las penas y los sufrimientos -y a veces
las pérdidas- [de nuestro pueblo], no son más que
un juicio arbitrario que va más allá de la crítica
objetiva, que refleja implícitamente la incapacidad de
quienes promueven esas consideraciones: es natural que las pérdidas
del pueblo ocupado sean mayores que las de la potencia ocupante,
que le supera con su sofisticado arsenal militar. Pero la pregunta
clave que debe responderse es si las conquistas de la Intifada
son proporcionales a la magnitud de los sacrificios de nuestro
pueblo.
La Intifada palestina, a tres años de su desencadenamiento,
impulsó a NNUU a adoptar la resolución 1397 del
Consejo de Seguridad, que estipula la necesidad del establecimiento
de un Estado palestino independiente, escindiendo la cuestión
de [la creación del] Estado [palestino] de cualquier [resultado
de una] próxima o posible negociación. También
agravó la crisis interna de la sociedad sionista, llevándola
a niveles nunca vistos antes, una crisis general con manifestaciones
políticas, económicas y de seguridad.
En el terreno político, el rasgo más destacado
de esa crisis consiste en el ascenso de Sharon (un líder
político condenado en Israel por el fracaso, la hipocresía
y la malversación) a la cima de la pirámide del
poder político en Israel, por lo demás revelación
de la falsedad de los alegatos de la izquierda sionista sobre
la coexistencia, consignas lanzadas ante su [propia] población
y ante la población palestina con la finalidad de promover
la ilusión, a través de numerosas fuerzas y mediante
seminarios de normalización en talleres locales y conferencias
regionales e internacionales [3]. La izquierda y la derecha
sionistas se unieron en la trinchera de negar y rechazar categóricamente
el Derecho al Retorno [de los refugiados palestinos] y el carácter
árabe de Jerusalén, y en [poder] inmiscuirse en
los asuntos internos palestinos.
El proyecto sionista de colonización ha entrado en
una verdadera crisis. Las estadísticas de los índices
de crecimiento poblacional en los asentamientos lo demuestran.
En el terreno económico, las pérdidas contabilizadas
sólo en el sector del turismo alcanzan miles de millones
de dólares, además del retroceso económico
en las demás esferas que se refleja en el reordenamiento
de las prioridades de inversión. En el terreno de la seguridad,
el estado de terror vivido por los colonos dentro y fuera de
la Línea Verde, basado en la proporción
de bajas humanas de un [israelí] por cada tres [palestinas],
demuestran la desmoralización y la corrosión que
ha llagado en determinados momentos hasta la histeria, en el
seno de la conglomeración del Estado sionista.
Necesidad de mantener la Intifada
No obstante, la conquista más importante [de la Intifada]
ha sido la recuperación de la unidad natural del pueblo
palestino en todas sus comunidades, expresando la unidad de objetivos
y de destino. El conjunto [del pueblo] palestino viene participando
en las acciones de la Intifada, cada cual a su manera y según
sus propias condiciones, en la Palestina ocupada en 1948 y también
en la diáspora. [A la Intifada] además se le debe
el despertar y la resurrección de las fuerzas populares
árabes que salieron a las calles en más de una
ocasión para apoyar y respaldar la Intifada en medio del
mutismo, el derrumbe y el deterioro de la situación árabe
oficial.
La hipótesis de que la Intifada palestina ha agotado
sus propósitos, según rezaba el discurso de Abu
Mazen ante el Consejo Legislativo [palestino] en la víspera
de la aprobación de su gabinete, así como que ha
llegado la hora de aprovechar sus conquistas y convertirlas en
logros políticos, se confirma o se niega dependiendo de
la naturaleza del proyecto político que se presente como
marco y como vía diplomática negociadora para concluir
un acuerdo con el enemigo. El proyecto presentado, que es la
"Hoja de ruta", ya no se presenta como fue concebido
originalmente tras haber sido sometido a los condicionamientos
israelíes. Ya que se ha dicho mucho al respecto, me limito
a decir que es un proyecto político basado en las premisas
de incriminar al pueblo palestino, condenar su legítima
resistencia tildándola de terrorismo, e inmiscuirse
en los asuntos internos palestinos. Tal proyecto no será
más que una sombrilla política estadounidense para
manejar la crisis en Palestina, intentar contenerla y dar oportunidades
para que Israel dicte sus condiciones y su lógica a nuestro
pueblo y a la AP. Es por ello que el trueque de la Intifada por
el plan de la "Hoja de ruta" no es un negocio rentable
y ventajoso para nuestro pueblo y repite el fracasado regateo
de Oslo en una edición aún mucho peor. Únicamente
podría ser lucrativo para algunas élites entronadas
en la cúspide de la AP que vieron en la trayectoria político-negociadora
y la coyuntura de Oslo una oportunidad para construir sus propias
empresas o empresas conjuntas [mixtas palestino-israelíes]
en acuerdos con inversores sionistas.
Suponiendo que esa convocatoria exprese una interpretación
política de la realidad con buenas intenciones, sin embargo
el método científico-político define que
el cambio de las formas de lucha no puede ser arbitrario ni caprichoso,
sino que debe someterse a una lectura objetiva de las contradicciones
en cada momento político especifico. En nuestras circunstancias,
el tránsito del campo de combate a las tribunas de trabajo
diplomático-negociador debería suponer que la Intifada
palestina hubiera creado las premisas para lograr sus objetivos,
modificando la correlación de fuerzas que rige la lucha
de nuestro pueblo contra la ocupación, y que tal modificación
le exige [al enemigo] aceptar la lógica de eliminar la
ocupación de la tierra palestina y reconocer el derecho
de nuestro pueblo al retorno, la autodeterminación y el
establecimiento de su Estado independiente con Jerusalén
como capital. ¿Acaso hemos llegado a esa situación?
Lo que hay que hacer
La realidad y los datos responden negativamente. Las premisas
para convertir las conquistas de la Intifada en ventajas políticas
no han madurado todavía. La opción que se nos plantea
objetivamente, en el tercer aniversario de la Intifada, nos exige
crear las premisas de su continuidad y desarrollo, intensificándola
y respaldándola con la visión política que
estimule la participación de todos los sectores de nuestro
pueblo en sus acciones. Lo que se requiere hacer, hoy antes que
mañana, se puede resumir en lo siguiente:
Primero: liberar a las masas y sus fuerzas políticas
de la ilusión de las posibilidades de que EEUU se parcialice
o de que asuma una posición equilibrada hacia nosotros
y se generen condiciones internacionales favorables para lograr
un arreglo político, que derive en la realización
de los objetivos nacionales de nuestro pueblo; entablar un dialogo
nacional serio y responsable que conduzca a la unificación
de la visión política, la decisión política
unificada y la referencia directiva unificada, que dadas las
circunstancias actuales, puede lograras mediante la formación
de una dirección unificada que aglutine a todas las fuerzas
políticas palestinas y a las personalidades sociales patrióticas
y honestas.
Segundo: la alternativa política a la "Hoja
de ruta" y la visión política realista que
podría regular la lucha de la Intifada consiste en: a)
instar a la comunidad internacional a asumir sus responsabilidades
y ejercer sus presiones sobre Israel para que cese su agresión
contra nuestro pueblo; b) asegurar la protección temporal
a nuestro pueblo mediante una supervisión internacional
provisoria, etapa transitoria hacia la construcción de
las instituciones de nuestro Estado palestino independiente y
democrático; y c) convocar una conferencia internacional
bajo los auspicios de NNUU, con plenos poderes y cuya tarea sería
el establecimiento de mecanismos para que Israel cumpla con las
resoluciones de la legalidad internacional relacionadas con la
causa palestina, convirtiéndose en un marco para cesar
la violencia y el deterioro de la seguridad en la región.
Tercero: reconsiderar la dimensión nacionalista
[de la causa palestina] tras la ocupación de Iraq como
una parte del proyecto político estadounidense para construir
el llamado Nuevo Oriente Medio. El entorno nacionalista es capaz
de lograr los objetivos nacionales de los pueblos árabes
proporcionándoles la posibilidad de resistir el serio
proyecto de dominación estadounidense. Nuestra exigencia
de crear esa dimensión requiere que tomemos la iniciativa,
contribuyamos a la formación del más amplio movimiento
popular árabe opuesto a la agresión estadounidense-sionista
contra nuestra Nación, y presentar un discurso palestino
reanimador, basado en la intensificación de la Resistencia
Nacionalista y Patriótica, que no constituya de ninguna
manera un pretexto para la decadencia de los regímenes
árabes oficiales o para justificar su complicidad con
EEUU.
Cuarto: diagnosticar las deficiencias que condujeron
a la falta de equilibrio entre los métodos de acción
de la resistencia popular; trabajar por crear las premisas para
que resucite la condición popular mediante la construcción
del sostén organizativo y la estructura directiva de la
Intifada y sus dependencias en las ciudades, las aldeas y los
barrios; reconstruir las organizaciones populares y profesionales,
destinar dirigentes electos y capaces a revivir esas instituciones
y a convertirse en instrumentos de lucha para movilizar y organizar
la acción popular de la resistencia de todos los sectores
y facciones de nuestro pueblo. La falta de equilibrio entre los
métodos de la resistencia armada y la resistencia popular
no es la supremacía de la violencia o la atracción
de la maquinaria militar israelí con todo su poderío
[contra nosotros] mediante la llamada militarización de
la Intifada, sino la ausencia de los instrumentos populares,
el plan y el programa para reactivar los sectores populares y
crear la dimensión democrático-popular de la Intifada.
La Intifada y la AP
Por último, en respuesta a los susurros de quienes
llaman a poner fin a la Intifada bajo la excusa de preservar
los intereses supremos de nuestro pueblo, afirmo que la continuidad
de la Intifada podría causarle daño al proyecto
de la AP de autonomía administrativa. Esto es lógico
y posible. La autoridad cualquiera que fuera, no es un fin en
sí, salvo para los que ven en ella un mecanismo para lograr
sus intereses particulares. En nuestro caso, la AP, según
se proclamó a los cuatro vientos al firmar el Acuerdo
de Oslo que la creó, es un instrumento de lucha para convertir
el ejercicio de las facultades transferidas de la ocupación
en verdadera soberanía y completar el proceso de la eliminación
de la ocupación de nuestra tierra.
Se puede aceptar esta interpretación, pero si la AP
deja de poder desempeñar esa función y se convierte,
debido a presiones internacionales o motivos internos, en un
instrumento de seguridad, destinado a reprimir al pueblo palestino
y frenar su Intifada y su resistencia ¿qué justificación
tendría para existir?, ¿representaría en
tal caso los supremos intereses de nuestro pueblo? A pesar de
que la AP no ha sido el proyecto de la mayoría, todas
las fuerzas políticas han respetado su existencia y han
tratado con ella de distintas maneras. Ello no quiere decir que
hagamos de la misma un destino especial si se convierte en una
carga para la lucha patriótica de nuestro pueblo.
Esta conclusión no constituye un llamamiento a disolver
la AP, sino a estar listos para preservar la identidad política
de nuestro pueblo cuando las circunstancias determinen que la
continuidad de la AP esté condicionada a la capitulación
ante los dictados del enemigo.
El instrumento estratégico de la lucha de nuestro pueblo,
el símbolo de su unidad en todos los lugares de su presencia
y la unidad de los objetivos de su lucha es la OLP. Por ello,
la tarea clave que se nos plantea ahora más que nunca,
es la de devolverle su prestigio, establecer mecanismos prácticos
y democráticos para su reconstrucción y ampliación
a fin de que integre en su seno a todas las formaciones políticas
y comunitarias de nuestro pueblo. La OLP es el símbolo
y el instrumento del enfrentamiento en la actual etapa política
que nuestro pueblo está viviendo en la Historia de su
conflicto con el enemigo sionista.
Notas de CSCAweb:
1. Véase
en CSCAweb: Documento:
"Hoja de ruta para una solución permanente al conflicto
palestino-israelí basada en dos Estados"
2. Véase en CSCAweb: Loles
Oliván: Hoja de ruta', poner punto final a la cuestión
palestina
3. Véase en CSCAweb: Loles Oliván: Sobre la
lucha palestina y el movimiento antiglobalización: una
evaluación del CSCA del Seminario Internacional de Belén
del 29 al 31 de agosto cara a la Conferencia de Bilbao
|