Palestina, José Saramago
y la Solución Final
James Petras
Traducción de Pablo Carbajosa
CSCAweb (www.nodo50.org/csca), 9 de abril de 2002
"La profunda inmoralidad de una guerra contra
todo un pueblo constituye un Crimen contra la Humanidad. No hay
salvedades especiales. Son precisamente los intelectuales israelíes
y de la diáspora que pretenden ser progresistas
los que han puesto de manifiesto su propia ceguera nacional,
su cobardía moral, enfundando su apología del actual
terror israelí en los sudarios de las víctimas
del Holocausto 50 años después"
Las imágenes de las fuerzas militares israelíes
se han difundido por todo el mundo: los soldados que disparan
a los heridos en la cabeza, los tanques que destrozan los muros
de las casas, de oficinas, del complejo de Arafat; los cientos
de muchachos y de hombres con las cabezas encapuchadas, conducidos
a culatazos a campos de concentración; los helicópteros
artillados que destruyen los mercados; los tanques que destruyen
olivos, naranjos y limoneros; las calles devastadas de Ramala;
las mezquitas y escuelas acribilladas a balazos; los dibujos
de los niños hechos pedazos; los crucifijos destruidos;
los muros con la firma de los merodeadores militares; los millones
de palestinos rodeados de tanques, privados de electricidad,
de agua, teléfono, alimentos; las tropas de asalto que
destrozan ventanas, muebles y utensilios de cocina, todo lo que
hace posible la vida cotidiana. ¿Hay quien pueda pretender
hoy que no sabe que los israelíes están llevando
a cabo un genocidio contra todo un pueblo, arracimado en los
sótanos, en las ruinas de sus hogares? Vemos a los supervivientes
entre los heridos y los agonizantes a los que de modo deliberado
se les niega atención médica, en una decisión
sistemática y metódica del Alto Mando israelí
de impedir el paso a todas las ambulancias, de detener y disparar
incluso a conductores y trabajadores sanitarios de urgencias.
Tenemos el dudoso privilegio de verlo y leerlo, a medida que
se va desarrollando este horror, llevado a cabo por los herederos
del Holocausto, que con hipocresía y rencor extienden
su monopolio sobre el uso de un término que describe perfectamente
el ataque a todo un pueblo, con la complicidad de la mayoría
de los israelíes, a excepción de unos cuantos espíritus
valerosos.
La opinión pública israelí, sus medios
de información, intelectuales y periodistas se sintieron
escandalizados cuando el Premio Nobel portugués José
Saramago les puso frente a la verdad histórica: "Lo
que está sucediendo en Palestina constituye un crimen
que podemos comparar a lo que sucedió en Auschwitz".
La opinión pública israelí, en lugar
de reflexionar sobre sus actos de violencia se volvió
contra Saramago por haberse atrevido a compararlos con los nazis.
En su ceguera moral, Amos Oz, escritor israelí y de cuando
en cuando pacifista -mientras Israel no marche a la guerra- acusó
de "antisemita" a Saramago y de "increíble
ceguera moral". La profunda inmoralidad de una guerra contra
todo un pueblo constituye un Crimen contra la Humanidad. No hay
salvedades especiales. Son precisamente los intelectuales israelíes
y de la diáspora que pretenden ser progresistas
los que han puesto de manifiesto su propia ceguera nacional,
su cobardía moral, enfundando su apología del actual
terror israelí en los sudarios de las víctimas
del Holocausto 50 años después.
No hay más que leer la prensa israelí para comprender
la validez de la analogía histórica de Saramago.
Todos los días destacados y respetables dirigentes elegidos
por los votantes judíos bestializan a sus adversarios
palestinos, aun más si cabe con la finalidad de justificar
su irrefrenable violencia. Según el diario israelí
Ma ariv -citado por Robert Fisk- un oficial israelí
ha aconsejado a sus tropas que estudien las tácticas adoptadas
por los nazis en la Segunda Guerra Mundial: "Si nuestra
tarea consiste en ocupar un campo de refugiados densamente poblado
o apoderarnos de la casbah de Nablus(...) el oficial (...) ha
de analizar las lecciones de anteriores batallas, (...) examinando
incluso cómo opero el ejército alemán en
el gueto de Varsovia". Cuando la prensa hebrea acusó
a Saramago de ser antisemita, ¿incluyó en esa calumnia
a esos oficiales del ejército o a sus tropas por utilizar
dichas analogías? ¿Se excusarán también
los oficiales israelíes en que simplemente "obedecían
órdenes" al hacer volar edificios con mujeres, niños
y ancianos dentro?
En los foros mundiales -de la Unión Europea a las Naciones
Unidas y en todo el Tercer Mundo- se condena a Israel por actos
contra la Humanidad. Los apologistas israelíes descubrirán
que llamar "antisemitas" a quienes mantienen posturas
críticas ya no intimida a nadie. La opinión pública
mundial ha visto y leído demasiado. Estamos cayendo en
la cuenta de que las víctimas pueden convertirse en ejecutores,
de que la ocupación militar conduce a la limpieza étnica
y la expulsión masiva, de que los arañazos se convierten
en gangrena.
Washington rinde cuentas
Tal como era previsible, Washington rinde cuentas ante las
poderosas organizaciones judías y los militaristas de
la extrema derecha; es el único gobierno que respalda
el terror israelí, en contra de los dirigentes de la fe
cristiana y musulmana, y en contra de los intereses de las principales
empresas petrolíferas y sus aliados saudíes y kuwaitíes.
Si bien protestan pequeños grupos de disidentes israelíes
y muchos reservistas se niegan a servir en el ejército
de ocupación, el comentario de Saramago sobre la opinión
pública israelí se aplica igualmente a la mayoría
de la diáspora proisraelí: "Lo que caracteriza
hoy al pueblo israelí y a su ejército es la sensación
de impunidad. Se han convertido en rentistas del Holocausto".
Al estilo de todos los Estados policiales, Israel ha retirado
todos los libros de Saramago de librerías y bibliotecas.
Igualmente concienzudo en sus preparativos genocidas, el Estado
de Israel ha prohibido la presencia de periodistas en los guetos
palestinos, salvo la de aquellos que se dedican a reescribir
los partes de guerra del ejército.
Como en la Alemania nazi, se acorrala a todos los varones
palestinos de entre 16 y 60 años; muchos son desnudados,
esposados, interrogados, y a muchos se les tortura. Se toma como
rehenes a las familias de resistentes palestinos, privadas de
agua, alimentos o electricidad. Los soldados israelíes
saquean las casas y roban los objetos de valor, destruyendo el
mobiliario. Como en el caso de los nazis, se deja morir a cientos
de heridos palestinos, al impedir las tropas israelíes
el paso de ambulancias. Cientos de miles de personas se enfrentan
a la deshidratación y la muerte por hambre, pues se les
impide el acceso al agua y los alimentos. Las tropas, tanques
y helicópteros han irrumpido con estrépito en las
principales ciudades y campos de refugiados: Tulkarem, Al-Bireh,
Belén, Al-Jader, Beit Jala, Qalqilya, Hebrón. Si
se descubre a un resistente, esto tiene como resultado la inculpación
y el castigo colectivo: padres, hijos, tíos y vecinos
son acorralados y llevados a campos de concentración,
estadios de fútbol reconvertidos y zonas de recreo infantil.
Resulta evidente que el escándalo israelí y
judío ante la equivalencia establecida por Saramago entre
el terrorismo israelí y Auschwitz toca una fibra sensible
del recuerdo: el desprecio por sí mismos que experimentan
los ejecutores que se dan cuenta de que son discípulos
de sus perseguidores y deben negar tal cosa a toda costa. Hasta
la fecha, todos los llamamientos a Bush de los árabes
moderados para que intervenga a fin de que ponga fin a la carnicería
israelí han sido fútiles. Washington ha reiterado
su apoyo a Sharon, a la invasión y la guerra contra los
palestinos. No hay poder en Estados Unidos que pueda contrarrestar
el dinero y la influencia del grupo de presión proisraelí
y sus poderosos aliados judíos.
Esperanza
En otros lugares hay, sin embargo, esperanza. Vía Campesina
y los partidarios de Bové han convocado un boicot internacional
de bienes y servicios israelíes. Israel depende en buena
medida de sus exportaciones a la Unión Europea. La reducción
del aprovisionamiento petrolífero por parte de los países
exportadores de petróleo, sobre todo de Arabia Saudí,
Kuwait, Iraq, Irán, y Libia provocaría una brusca
subida de los precios del petróleo y una crisis económica
de envergadura en EEUU, la Unión Europea y Japón.
Con ello darían un respingo los europeos y se despertaría
la conciencia de la opinión pública norteamericana.
Lo que resulta absolutamente claro es que mientras Tel Aviv disponga
de la influencia del grupo israelí en Washington y el
apoyo de Bush, todas las resoluciones, por muchas que sean, de
las Naciones Unidas, las Convenciones de Ginebra y los llamamientos
europeos caerán en saco roto. En la mentalidad de refugio
acorazado de Sharon y sus paranoicos partidarios israelíes,
son todos antisemitas, seguidores de los Protocolos de Sión
que intentan desmoralizar a los israelíes para que no
lleven a cabo la misión bíblica del Gran Israel,
de un pueblo, una nación, un Dios, así como la
expulsión de todos los palestinos de la Tierra Prometida.
La opinión pública mundial no debe permanecer
pasiva y dejar que se repita en el siglo XXI la tragedia del
Holocausto judío del siglo XX. Hay tiempo todavía.
Pero, ¿cuánto más puede resistir hasta un
pueblo heroico sin agua ni alimentos? La oferta de Sharon a Arafat,
-la libertad de marcharse sin retorno posible- va destinada al
pueblo palestino.
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