Más allá de
la decepción
Oriente Medio visto por
Robert Fisk
Marc Cooper
Entrevista publicada en Los Angeles
Weekly, semana 19-25 de abril de 2002
Traducción: CSCAweb (www.nodo50.org/csca), 7-05-02
"Trajeron a Arafat
como gobernador colonial para hacer lo que los israelíes
ya no podían hacer: controlar Gaza y Cisjordania. Su tarea
ha sido siempre la de controlar a su pueblo. No dirigirlo. Ni
tampoco dirigir un Estado amigo que pudiera convivir con Israel.
Su trabajo ha sido el de controlar a su pueblo, igual que hacen
los demás dictadores árabes; eso sí, en
nuestro nombre"
En tiempos como los que corren,
parece casi una anomalía que un ajado corresponsal extranjero
de un periódico británico, de 56 años de
edad, pueda convocar a multitudes que tienen que quedarse de
pie en los auditorios de las universidades norteamericanas.
Pero eso es exactamente lo que Robert Fisk, corresponsal para
Oriente Medio del diario londinense The Independent, ha
venido haciendo, desde Chicago a Los Angeles, siendo recibido
casi como si de una estrella del rock se tratara (la semana pasada,
900 personas asistieron a su conferencia en Cedar Falls, Iowa).
Pese a no ser casi nunca publicado
en EEUU (salvo algunos artículos breves publicados en
The Nation), Fisk se ha ganado una audiencia fiel que
lee a través de Internet sus artículos con una
devoción casi de culto. Fisk, que ha sido corresponsal
en Oriente Medio durante 26 años, es considerado por muchos
como el mejor y más informado corresponsal dedicado en
la actualidad a dicha zona. Pero Fisk también tiene detractores,
críticos que le acusan de ser anti-norteamericano y anti-israelí
hasta la médula, un primo que le hace el juego
a Arafat.
Sin embargo, una conversación
con Fisk nos revela a un hombre pensativo, buen conocedor de
la historia de Oriente Medio, templado tras varias décadas
como corresponsal y listo para dar argumentos que sin duda alguna
amargarán a más de uno de los creyentes de uno
y otro lado del conflicto.
(A continuación se
reproduce la entrevista que Marc Cooper realizó a Robert
Fisk)
LA Weekly: En sus conferencias, ha sugerido
usted que el conflicto palestino-israelí podría
convertirse en algo tan apocalíptico como la guerra franco-argelina
de hace cuatro décadas, una guerra horrorosa que costó
más de un millón de vidas. ¿Tan negro está
el panorama?
Robert Fisk: En realidad,
creo que ya hemos llegado a ese nivel. Si uno retrocede y lee
la historia de la guerra argelina, se ve que comenzó con
una serie de actos aislados de sabotaje, el asesinato de unos
cuantos colonos franceses, seguidos inevitablemente de una venganza
a gran escala llevada a cabo por las autoridades francesas. Momento
en el cual, ya a principios de los sesenta, los argelinos iniciaron
una campaña contra los ciudadanos franceses residentes
en Argel y Orán, poniendo bombas en cines y discotecas
(situación que hoy en día encontraría su
equivalente en las pizzerías y las discotecas de Israel).
El gobierno francés seguía diciendo que estaba
librando una guerra contra el terrorismo, y el Ejército
francés llegó y borró del mapa pueblos argelinos
enteros. Se institucionalizó la tortura, al igual que
han hecho las autoridades israelíes.
Los luchadores argelinos asesinaban a los colaboradores con
Francia, igual que Arafat hace ahora con todo descaro. Al final,
la vida se hizo insoportable para los dos bandos. Las pasadas
navidades, Sharon llamó al Presidente Chirac y vino a
decirle que "nos pasa lo que a vosotros en Argelia",
pero... "nosotros nos quedaremos". Y no deja de ser
interesante que Arafat no deje de referirse a "la paz de
los valientes". Lo sepa o no, esa es la misma frase que
De Gaulle utilizó cuando creyó necesario dejar
Argelia.
Para quienes hemos seguido este conflicto a través
de los años, a veces nos confunde lo que Ariel Sharon
pueda estar pensando como estrategia. Si aceptamos la idea de
que Arafat ha sido un socio de fiar y a menudo obediente para
con los israelíes, ¿qué es lo que Sharon
cree que puede ganar al intentar socavar su figura y abrir así
las puertas a grupos más radicales como Hamas?
Hay que recordar que, cuando Arafat era considerado todavía
un superterrorista, antes de convertirse en un superhombre
de Estado (aunque ahora, evidentemente, esté volviendo
a ser considerado como al principio), los israelíes animaron
a Hamas a construir mezquitas e instituciones sociales en Gaza.
Hamas y los israelíes tenían muy buenas relaciones
cuando la OLP estaba en el exilio de Túnez. Todavía
recuerdo cuando, estando en el sur del Líbano en 1993
haciendo un reportaje sobre Hamas, uno de sus militantes me ofreció
el número de teléfono particular de Simón
Peres. ¡Así de cercanas eran las relaciones! Así
que, tenemos que recordar que los israelíes tienen contacto
directo con aquellos a quienes consideran que son más
terroristas incluso que Arafat. En la versión cowboy,
los dos se odian. En el mundo real, mantienen el contacto entre
sí cuando quieren.
Por lo que respecta a Sharon, la semana pasada estuve hablando
con Hanan Ashrawi y ella hizo una observación muy interesante:
Sharon nunca piensa en las ramificaciones de lo que hace, no
piensa más allá de la semana que viene. Eso es
lo que estamos viendo en la actualidad. En ese sentido, la figura
de Sharon guarda muchos paralelismos con la de Arafat. Cuando
tuve que aguantar la miserable tarea de vivir para el terrible
régimen de Arafat en Beirut durante seis años seguidos,
se veía que Arafat se levantaría por la mañana
y no tendría ni idea de lo que iba a hacer tres horas
después.
Pero volvamos a Sharon: una de las cosas que sabe con seguridad
es que se opone a los acuerdos de Oslo. No los quiere. Está
destruyendo sistemáticamente la infraestructura de la
Autoridad Palestina. También es interesante señalar
que ahora la Unión Europea le dice a Israel que 17 millones
de dólares procedentes de los impuestos de nuestros contribuyentes
que han sido invertidos en la infraestructura de Cisjordania
como parte del plan de paz norteamericano, han sido bombardeados
y arrasados por el Ejército israelí.
L.A.Weekly: Sus críticos le acusan de
servir de portavoz de Arafat. Pero en sus conferencias, usted
ha mostrado su desdén hacia Arafat y ha llegado a calificarle
(entre otras muchas cosas) de "viejo ridículo"...
R.F.: Por Arafat siento
más que desdén. ¡Mucho más! Durante
la etapa del Líbano, siempre lo consideré como
un ser muy cínico, un hombre en extremo despótico.
Incluso antes de tener la oportunidad de hacerse con el control
de su propio Estado, ya tenía bajo su control 13 cuerpos
policiales y de seguridad distintos. En sus comisarías
se torturaba. Así que es fácil ver por qué
los israelíes lo utilizaban. No le metieron en el proceso
de Oslo ni fue animado por los norteamericanos, ni sus fuerzas
fueron entrenadas por la CIA, para que pudiera dirigir un nuevo
y maravilloso Estado árabe.
Trajeron a Arafat como gobernador colonial para hacer lo que
los israelíes ya no podían hacer: controlar Gaza
y Cisjordania. Su tarea ha sido siempre la de controlar a su
pueblo, no dirigirlo. Ni tampoco dirigir un Estado amigo que
pudiera convivir con Israel. Su trabajo ha sido el de controlar
a su pueblo, igual que hacen los demás dictadores árabes;
eso sí, en nuestro nombre. Recordemos que en los Estados
árabes a los que nosotros apoyamos (el Egipto de Mubarak,
los Estados del Golfo, el rey de Jordania), en época de
elecciones sus líderes son elegidos con el 98,7% de los
votos. ¡En el caso de Mubarak, el porcentaje es incluso
un 0,2% superior al de Saddam! Arafat encaja perfectamente en
este léxico gubernativo. Tiene que hacer frente a la elección
de ser el líder del pueblo palestino, o servir de avanzadilla
de los israelíes. ¿Anima o apoya ahora Arafat los
atentados suicidas dentro de Israel, tal y como aseguran los
israelíes, por sus propias y cínicas
razones? Arafat es una persona muy inmoral, o quizás muy
amoral. Un hombre muy cínico.
Recuerdo cuando el campamento de refugiados de Tel al-Zaatar
en Beirut tuvo que rendirse a las fuerzas cristianas en la brutal
guerra civil libanesa. Se les dio autorización para rendirse
proclamando un alto el fuego. Pero justo en el último
minuto, Arafat ordenó a sus hombres disparar contra las
fuerzas cristianas que se acercaban para confirmar la rendición.
Creo que Arafat quería que hubiera más "mártires"
palestinos para dar publicidad a la postura palestina en la guerra.
Aquello ocurrió en 1976. Créame: Arafat no ha cambiado.
Sí creo que, como cualquier otro ser humano, siente compasión
cuando ve un niño herido. Pero también es un político
muy cínico. Y sabe que Sharon fue elegido para ofrecer
mayor seguridad a los israelíes. Arafat sabe que cada
atentado suicida, cada asesinato, cada muerte de un joven israelí
(especialmente dentro de Israel), es para él prueba de
que las promesas de Sharon están siendo desacreditadas.
Pero por otro lado puede condenar la violencia, mostrar arrepentimiento.
Y en el sentido más puramente humano, probablemente es
sincero. Pero también sabe muy bien que cada atentado
suicida es un golpe contra la política de Sharon, y se
da cuenta de que eso le ayuda.
L.A.Weekly: ¿Estamos siendo testigos de
la fase final de Arafat?
R.F.: De hecho, tanto
Sharon como Arafat están en peligro. Durante toda su vida,
cuando más débil ha sido Arafat militarmente, más
fuerte se ha hecho políticamente. Igualmente, se puede
decir que Sharon ha lanzado su Ejército al completo contra
Cisjordania, pero no está obteniendo la seguridad que
prometió. Es más: algún día tendremos
que saber qué es lo que ocurrió en el campamento
de refugiados de Yenín, qué ha pasado con los cientos
de cadáveres que había (algunos desaparecidos,
otros enterrados en secreto). Esto hará mucho daño
a Sharon. De manera que, aún cuando militarmente es más
fuerte, políticamente se ha debilitado. Ya en 1982 Sharon
dijo que iba a acabar con el terrorismo, y entonces 17.500 árabes
fueron asesinados a lo largo de tres meses en Líbano.
Y así estamos otra vez...
L.A.Weekly: En sus charlas, he oído argumentos
contradictorios sobre EEUU. Realmente, no sé si está
siendo usted simplemente sarcástico respecto al papel
que juega EEUU en Oriente Medio, o si está sencillamente
defraudado.
R.F.: Hace mucho tiempo
que he dejado de sentirme defraudado. Ahora soy muy sarcástico.
Y lo soy a propósito. Hace una semana, escribí
en mi periódico que, cuando Colin Powell fuese a Israel
y Cisjordania, descubriríamos quién dirige la política
norteamericana en Oriente Medio: ¿la Casa Blanca? ¿El
Congreso de EEUU? ¿O Israel? En una misión de carácter
ostensiblemente urgente, el Secretario de Estado Powell (nuestro
ex-general favorito), ha ido vagando, paseándose casi,
por todo el Mediterráneo: ora en Marruecos, ora visitando
al heredero de Arabia Saudí, luego a España, Egipto,
Jordania... Y ocho días después, por fin, aparece
por Israel ¡en una misión urgente! Si a los bomberos
de Washington les diera por aparecer tan tarde, la ciudad estaría
ya en ruinas. Lo mismo que Yenín.
Los medios de comunicación indicaron, tímida
y cobardemente como suele ser habitual, que Powell quería
dar tiempo a Sharon para que terminara su labor, lo mismo que
hizo en 1982 de un modo tan sangriento Y entonces llega Powell.
Por un lado, hace muy bien en ir a inspeccionar en helicóptero
el escenario del repugnante atentado suicida de Jerusalén
en el que murieron seis israelíes y 80 resultaron heridos.
Pero con los israelíes escondiendo lo que habían
hecho, con cientos de palestinos asesinados, Powell no pidió
ir a Yenín. ¿Por qué? ¿Porque los
muertos son palestinos? ¿Porque son árabes? ¿Porque
son musulmanes? ¿Por qué diablos no va a Yenín?
Powell no está siendo imparcial. La política
norteamericana nunca lo ha sido. Es una política en quiebra
total. No es sorprendente que los europeos digan, "¡Dios
mío! Tenemos que jugar algún papel en Oriente Medio,
ahora!"
L.A. Weekly: Pero hasta ahora, los europeos no
han salido precisamente exonerados en la cuestión de Oriente
Medio... y su papel en los Balcanes fue abominable.
R.F.: Bueno, tampoco han
tenido la oportunidad de estropear todo Oriente Medio como lo
han hecho ustedes los norteamericanos. Pero es cierto que, si
examinamos la política exterior europea dentro de la propia
Europa, la fastidiamos en Bosnia, pero bien fastidiada... No
mantuvimos nuestras convicciones cuando Yugoslavia se desintegró...
eso, suponiendo que tuviésemos convicciones de verdad.
Permitimos que el horror, la tragedia, y las atrocidades más
terribles ocurrieran en Srebrenica. Necesitábamos a los
americanos en Bosnia. Los necesitábamos en Kosovo. Todavía
necesitamos el apoyo de EEUU y su influencia sobre el movimiento
republicano de Irlanda del Norte para mantener en pie el proceso
de paz. Pero Europa tiene una visión muchísimo
más clara de lo que ocurre en Oriente Medio, gracias,
en parte, a que la cobertura de la prensa y la televisión
sobre la región y lo que allí ocurre es mucho más
franca y enérgica.
Nosotros no escondemos a nuestros lectores ni espectadores
lo que está ocurriendo allí. Al contrario de lo
que ocurre con la prensa norteamericana, no escondemos la brutalidad
de los israelíes. Y ciertamente, tampoco escondemos la
brutalidad de los palestinos. Los habitantes de Oriente Medio
(judíos, musulmanes, cristianos) son nuestros vecinos.
Ya no sólo se trata de que haya muchos musulmanes viviendo
en Europa, sino de que la línea divisoria que separa al
mundo islámico de Europa pasa por el Mediterráneo
y, en muchos casos, por la propia Europa, como es el caso de
Bosnia. Nosotros tenemos que mantener con nuestros vecinos de
Oriente Medio una relación adecuada, moderna, y madura.
Pero ustedes, los norteamericanos, no tienen por qué.
Ustedes pueden jugar al Lejano Oeste porque están a más
de 12.000 kilómetros de distancia y nunca tendrán
que ser sus vecinos. Pero nosotros tenemos nuevas prioridades.
EEUU ni siquiera tiene una política real para la región.
Ustedes dicen: "Bueno, que se arreglen entre las partes".
Eso es lo que los europeos dijimos en Bosnia, y mire lo que ocurrió.
Qué curioso. He aquí un superpoder con una enorme
capacidad de influencia sobre Israel, si ustedes se molestasen
en ejercer esa influencia... pero no lo hacen.
|