Palestina


Robert Fisk: Sharon, la sombra de Pinochet

Robert Fisk: Perdidos en la nebulosa retórica de la guerra

PALESTINA


Palestina: la última guerra colonial

Robert Fisk

Texto publicado en The Independent
Traducción: CSCAweb (www.nodo50.org/csca)
, 4 de diciembre de 2001

¿Puede controlar Ariel Sharon a su propia gente? ¿Puede controlar a su ejército? ¿Puede impedir que sigan matando niños, dejando bombas trampa o disparando con tanques contra los campamentos de refugiados? ¿Puede Sharon impedir que esa chusma que tiene por ejército destruya cientos de hogares de refugiados en Gaza? ¿Puede Sharon "acabar con" los colonos judíos y evitar que roben más tierras a los palestinos? ¿Puede evitar que los asesinos de sus servicios secretos acaben con sus contrapartes palestinos, o que lleven a cabo operaciones de "asesinato selectivo", tal y como la BBC se refirió ayer mismo sin ningún empacho a este tipo de ejecuciones en un intento por evitar las críticas israelíes?

No está permitido, por supuesto, plantear estas preguntas. Así que "legalicémoslas". Los atentados suicidas palestinos de Jerusalén y Haifa son repugnantes, malvados, asquerosos, e imperdonables. Yo mismo presencié los momentos posteriores que siguieron al atentado de la Pizzería en Jerusalén el pasado mes de agosto: mujeres y niños israelíes, hechos pedazos por el efecto de explosivos que tenían pinchos a su alrededor, diseñados para asegurarse de que aquellos que sobrevivieran al atentado quedarían marcados de por vida.

Recuerdo el mensaje de condolencia de Yaser Arafat, y me dije a mí mismo (creo que como cualquier israelí) que no me creía ni una sola palabra. De hecho, no me creo ni una sola palabra. Arafat solía hacer el mismo tipo de declaraciones elocuentes cuando sus pistoleros asesinaban a libaneses inocentes durante la guerra civil que asoló el país. "Y una mierda", pensaba yo entonces. Y lo sigo pensando.

Sin embargo, pocas horas después del último baño de sangre en Israel, recibimos la primera pista sobre cuál es el verdadero problema. La CNN estaba preguntando con el característico peloteo de siempre a Colin Powell, Secretario de Estado norteamericano, sobre su reacción frente a los atentados. Según Powell, nada podía justificar semejante acto de "terrorismo"; entonces, se puso a hablar del sufrimiento de los palestinos, que sufren "un cincuenta por ciento de desempleo". Momento en el cual me incorporé en mi asiento. ¿Desempleo? Así que todo esto tiene que ver con el desempleo, según cree el señor Powell.

Mentalmente, volví a revivir el discurso pronunciado por Powell en la Universidad de Louisberg el pasado 20 de noviembre cuando presentó (o al menos se supone que eso nos teníamos que creer) su iniciativa para Oriente Medio. El tema era "Los palestinos deben": los palestinos deben "detener la violencia"; los palestinos deben "detener, perseguir, y castigar a los responsables de acciones terroristas"; los palestinos "tienen que comprender que, sin importar cuán legítimas sean sus exigencias" (nótese el uso de la expresión "sin importar"), "estas no pueden ser defendidas mediante la violencia". Los palestinos "deben darse cuenta de que la violencia ha tenido un tremendo impacto sobre Israel". Solamente en el momento en que el general Powell mencionó ante su audiencia que la ocupación israelí de Gaza y Cisjordania debe finalizar quedó claro que era Israel quien ocupaba Palestina, y no al contrario.

La realidad es que el conflicto palestino-israelí es la última guerra colonial. Los franceses creían que estaban librando la última de estas batallas. Hacía mucho que habían conquistado Argelia. Plantaron sus granjas y sus asentamientos en la tierra más bella del Norte de África. Cuando los argelinos exigieron la independencia, [los franceses] les llamaron "terroristas", dispararon contra sus manifestantes, y torturaron a sus enemigos de la guerrilla [argelina] y asesinaron (por medio de "asesinatos selectivos") a sus enemigos.

Igual que entonces, estamos respondiendo a la última masacre en Israel siguiendo las normas del Departamento de Estado, de la CNN, la BBC, y Downing Street. Arafat tiene que despertar, tiene que llevar a cabo su tarea de ser el policía de Occidente en el Próximo Oriente. El presidente Mubarak ya lo hace en Egipto; el rey Abdullah, en Jordania; el rey Fahd, en Arabia Saudí. Ellos controlan a su pueblo por nosotros. Es su obligación. Ellos deben cumplir con sus obligaciones morales, sin ningún tipo de referencia a la historia o al sufrimiento y el dolor de sus pueblos.

Así que permítanme contarles una historia. Pocas horas antes de escribir este artículo (para ser exactos, cuatro horas después de que el último suicida se hubiera destrozado a sí mismo y a sus víctimas inocentes en Haifa), visité un hospital lleno de moscas en Quetta, una ciudad pakistaní fronteriza en la que las víctimas afganas de los bombardeos norteamericanos reciben tratamiento. Rodeado por un ejército de moscas en la cama número 12, Mahmat (la mayoría de afganos no tiene apellidos) me contó su historia. No había cámaras de la CNN ni reporteros de la BBC en el hospital para filmar al paciente. Ni los habrá. Seis días antes, Mahmat dormía en su casa, en la aldea de Kazikarez, cuando una bomba de un B-52 americano cayó sobre su aldea. Dormía en una habitación; su esposa dormía con los niños. Su hijo Nourali murió; también murieron Jaber (de 10 años de edad), Janaan (ocho), Salamo (seis), Twayir (cuatro), y Palwasha (la única niña, de dos).

"Los aviones vuelan tan alto que no pudimos oírlo, así que el tejado de barro se desplomó encima de ellos", dijo Mahmat. Su esposa Rukia, a quien me permitió ver, estaba en la cama de al lado (la número 13). Rukia no sabía que sus hijos habían muerto. Tiene 25 años, pero parece que tenga 45. Sus hijos, al igual que muchos inocentes afganos en esta Guerra por la Civilización ­ fueron víctimas que el señor Bush y el señor Blair nunca reconocerán. Viendo cómo Mahmat pedía un poco de dinero (la bomba le había dejado desnudo y debajo de la manta del hospital no tenía nada de ropa), pude ver algo terrible: le vi a él y a su enfurecido primo que estaba a su lado, y a su tío, y al hermano de su esposa, atacando América por los asesinatos que habían infligido sobre su familia.

Sospecho que algún día los parientes de Mahmat estarán lo suficientemente cabreados como para vengarse de Estados Unidos, en cuyo caso serán hombres violentos, terroristas. A lo mejor, hasta nos preguntaremos si sus líderes podrían controlarlos. No son Bin Laden; tal y como dijo Mahmat, "no somos talibán, tampoco somos árabes", pero francamente, ¿les culparíamos si decidieran asestar un golpe a EEUU por el sangriento y terrorífico crimen cometido contra su familia? ¿Puede EEUU dejar de bombardear aldeas? ¿Puede convencer Washington a sus fuerzas especiales para que protejan a los prisioneros? ¿Pueden los norteamericanos controlar a su pueblo?


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