La apuesta de Arafat
Robert Fisk
Texto publicado en The Independent
5 de diciembre de 2001
Traducción: CSCAweb (www.nodo50.org/csca)
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Arafat apuesta por una
ecuación muy simple: que las iras norteamericanas contra
él se verán eventualmente superadas por la turbación
que sentirán los norteamericanos por Sharon; y que la
"guerra contra el terrorismo" en Afganistán
se verá perjudicada por la "guerra contra el terrorismo"
que Sharon libra en Palestina. Arafat sabe que, al final, y a
pesar de lo que diga el lobby judío, la vida de un norteamericano
vale más que la de un israelí; el único
fallo en el argumento de Arafat es suponer que, aún cuando
EEUU pueda controlar a su aliado en la región, Israel
podrá controlar a Sharon
Al declarar su propia "guerra contra el terrorismo",
Ariel Sharon le ha dado un resquicio de luz entre tanta oscuridad
a Osama Ben Laden. George Bush padre se las arregló para
mantener a Israel fuera de la Guerra del Golfo en 1991 y preservar
así su alianza islámica. Pero George Bush hijo
debe estar ahora mismo maldiciendo la entrada de Israel en la
cruzada norteamericana contra el "terrorismo". Si ya
estaba bastante enfadado cuando a Sharon le dio por comparar
las pérdidas israelíes a manos de suicidas palestinos
con los miles de norteamericanos asesinados el 11 de septiembre,
el Presidente norteamericano no tiene ninguna razón para
dar las gracias al Primer Ministro israelí por su último
golpe de retórica.
Yasser Arafat no es Osama Ben Laden, por mucho que los israelíes
pretendan convencer al mundo de lo contrario; [Arafat] es mucho
menos eficaz, infinitamente más corrupto, y definitivamente
no constituye ninguna amenaza para la civilización. ¿Podrá
Arafat "acabar con el terrorismo" hay que ver
con qué facilidad utilizamos las palabras de Israel
o están los palestinos abocados a perder incluso la esperanza
de construir un Estado propio con este último ejercicio
de venganza por parte israelí? En la actual situación
de sufrimiento palestino, no tiene ninguna relevancia que los
atentados suicidas hayan sido un acto de venganza de Hamas por
el reciente asesinato de uno de sus líderes a manos israelíes
a su vez en venganza por otros atentados de Hamas que eran
en sí venganza por otros ataques israelíes. Israel
ha colocado ahora a Arafat y la Autoridad Palestina (con su variada
mafia laicista) en el centro de todos los males, del terrorismo,
de la "violencia irracional", etc. Arafat tiene órdenes
de detener a su propia gente, órdenes dictadas no solo
por el gobierno de Sharon sino también por la Unión
Europea y EEUU.
Y, como ocurre siempre, nos olvidamos de la historia reciente.
Hamas, principal objetivo de la "guerra contra el terrorismo"
de Sharon, recibió en principio el apoyo de Israel. Allá
por la década de los ochenta, cuando Arafat era un "super-terrorista"
y Hamas no era más que una agradable organización
de caridad islámica, a pesar de su virulenta oposición
a Israel, el gobierno israelí animó a sus miembros
a construir mezquitas en Gaza. Algún genio dentro
del Ejército israelí decidió que nada mejor
para debilitar las ambiciones nacionalistas de la OLP en los
Territorios Ocupados que promover el Islam. Incluso después
de la firma de los acuerdos de Oslo, varios oficiales del Ejército
israelí reconocieron que mantenían conversaciones
con líderes de Hamas. Cuando Israel deportó de
manera ilegal a cientos de militantes de Hamas al Líbano
en 1992, fue uno de sus líderes (después de oír
que yo iba a viajar a Israel) quien me ofreció el número
de teléfono de la casa de Simón Peres extraído
de su propia agenda telefónica.
Los israelíes están ahora volviendo a predicar
la misma lección que en su día Yitzhak Rabin intentó
enseñarle a Arafat: que alcanzar la categoría de
verdadero estadista podía traer consigo el riesgo de una
guerra civil; que, al igual que el gobierno israelí tuvo
que terminar en su momento con los alocados del Irgún,
lo mismo tendrá Arafat que liquidar a los hombres que
quieren acabar con Israel. Pero estamos en el 2001, no en 1948.
Una guerra civil palestina favorecería a Israel
que incluso podría elegir un nuevo líder palestino
pero no supondría ninguna ganancia para Arafat,
y muchísimo menos para los palestinos. En cualquier caso,
si Israel realmente quisiera hacer que Arafat eliminase cualquier
oposición interna, no lo haría bombardeando y destrozando
sus comisarías de policía y controles de seguridad,
que son precisamente los instrumentos que Arafat necesita para
"acabar" con los enemigos palestinos de Israel.
Arafat sabe todo esto. Incluso cuando dirigía su pequeño
y repulsivo mini-Estado en el Líbano, solamente asesinó
a aquellos palestinos que constituían una amenaza contra
su persona. Arafat es un hombre paciente, un líder de
guerrillas que sabe que un pequeño retraso le hará
ganar un tiempo precioso en el que sus enemigos pueden cometer
errores. ¿Cuánto habrá que esperar hasta
que la última "guerra contra el terrorismo"
de Sharon manche las manos israelíes de sangre palestina?
¿Cuánto tiempo pasará antes de que EEUU
se de cuenta de que su aventura en Afganistán podría
irse al garete gracias al apoyo que, sin solicitud previa, Israel
brinda a Washington en su "guerra contra el terrorismo"?
Los titulares de hoy en Pakistán hablan de los misiles
israelíes que caen sobre Gaza, más que del destino
de Osama Ben Laden.
Además, Arafat sabe, aún cuando muchos periodistas
sigan creyendo los argumentos israelíes, que la "guerra
contra el terrorismo" de Israel termina fracasando siempre.
Sharon ya libró una "guerra contra el terrorismo"
en 1982 en el Líbano; una guerra que terminó con
la ejecución de un crimen de guerra tras la masacre de
palestinos en los campamentos de refugiados de Sabra y Chatila.
Desde 1970, Israel ha utilizado F-16, tanques y misiles en miles
de ocasiones para atacar a los palestinos del Líbano,
todo en nombre de la "guerra contra el terrorismo".
Durante meses, ha hecho lo mismo en Gaza y Cisjordania. Y no
ha funcionado. Los árabes le han perdido el miedo a los
israelíes, y una vez que se pierde el miedo, ya no puede
volver a inyectarse. Sharon ha perdido la "guerra contra
el terrorismo" en el mismo momento en que comenzó.
Y si no, los próximos atentados suicidas lo probarán.
De modo que Arafat se sentará a esperar. Arafat apuesta
por una ecuación muy simple: que las iras norteamericanas
contra él se verán eventualmente superadas por
la turbación que sentirán los norteamericanos por
Sharon; y que la "guerra contra el terrorismo" en Afganistán
se verá perjudicada por la "guerra contra el terrorismo"
que Sharon libra en Palestina. Arafat sabe que, al final, y a
pesar de lo que diga el lobby judío, la vida de un norteamericano
vale más que la de un israelí; el único
fallo en el argumento de Arafat es suponer que, aún cuando
EEUU pueda controlar a su aliado en la región, Israel
podrá controlar a Sharon.
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