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Una nueva generación de fotógrafas españolas se abre camino en Berlín

Jueves 3 de noviembre de 2016

Ambas trabajan con la temática del cambio y de la transición de una forma delicada e intimista. Ambas viven en la capital de Alemania. Ambas son españolas y tienen menos de 30 años. Laura F. Izuzquiza (1989) y Ana Cayuela (1991) exponen sus trabajos más recientes en el Mes Europeo de la Fotografía de Berlín (Emop) y en el Monat der Fotografie OFF. Juntos, estos dos eventos constituyen el certamen de fotografía más importante de Alemania, al reunir la obra de 500 artistas en más de 300 exposiciones y 200 localizaciones.

Izuzquiza y Cayuela representan una nueva generación de artistas que dejaron su país natal para buscarse la vida en el norte de Europa. «Berlín es una ciudad repleta de personas creativas y la oferta cultural es inagotable. Cada día de la semana hay incontables opciones de exposiciones, performances, teatro, danza, de todo. Hay mucha gente joven muy válida haciendo cosas increíbles. Estar aquí inspira muchísimo y, además, es un lugar perfecto para generar una tribu de compañeros de profesión de los que nutrirse y a los que aportar», asegura Izuzquiza, que salió de Madrid hace dos años.

«Me di cuenta de este detalle porque Laura lo comentó recientemente. La edad me importa más bien poco. Yo normalmente me siento como una abuela o una niña pequeña», añade Cayuela, que es originaria de Almería y vivió en Granada y Weimar antes de establecerse en Berlín.

Izuzquiza expone Still to come, un trabajo que surgió entre 2013 y 2014, poco antes de mudarse a Berlín. Este ensayo autobiográfico nace precisamente del deseo contradictorio de irse y de quedarse, de una compleja mezcla de nostalgia por lo que se pierde al marcharse, y de emoción por lo que se gana al comenzar una nueva aventura. Es algo que acompaña todo ciclo vital que implica un traslado o un cambio radical.

«Mis emociones fluctuaban entre la melancolía y las ganas de vivir. La esperanza de que algo bueno llegaría dominaba mi existencia, por lo que, al empezar un proyecto nuevo, fue inevitable que se contagiara de ello», cuenta esta madrileña desde Alemania.

En su planteamiento expositivo, Izuzquiza divide su trabajo en seis capítulos. Es un recorrido que atraviesa las diferentes fases del sentimiento de anhelo con imágenes poéticas y, por momentos, oníricas. Still to come arranca con una quietud que ella misma define como contemplativa, taciturna, oscura y horizontal.

«Este comienzo lúgubre se rompe cuando la vida te empieza a dar señales de que esa fase de autocompasión ya es caduca y que hay que dar paso a la acción. Es un espabilar en toda regla. Las señales son el reflejo de un proceso de consciencia interior, que se desarrollan in crescendo. Comienzan siendo tan sutiles como una brisa en el cabello, pero pronto se convierten en un tirón de pelo evidente. La vida te hace despertar a ladridos y no queda otra que buscar las estrategias para continuar», explica la autora.

Sus fotos hacen referencia a la ilusión, a los miedos, a las expectativas y a las idealizaciones. «La verticalidad va ganando protagonismo, se contrapone a la horizontalidad inicial y, entre subidas y bajadas, llega el desenlace: el salto, el atreverse, lo inevitable.

La incertidumbre es un abismo que produce inestabilidad. Sin embargo, la vida nos obliga a saltar. No sabemos si estamos preparados, si tenemos alas y en caso de tenerlas, desconocemos si sabemos utilizarlas. En realidad, lo importante no es si volaremos o no, si caeremos, si sufriremos o si el cielo será nuestro. Lo importante es el salto, la acción, el movimiento. Incluso en caso de fracaso, el anhelo por vivir no desaparece», agrega.

Izuzquiza recorre a metáforas visuales como el agua en todos sus estadios (hielo, gotas de rocío o pozas), la vegetación o las largas cabelleras recurrentes en todo el ensayo. «Llevo 10 años haciendo fotos y el pelo siempre ha estado muy presente en mi trabajo. No soy la única que fotógrafa que posee una especie de adicción simbólica por el cabello. El pelo ha provocado desde siempre una fascinación que hipnotiza tanto al espectador como al artista», asegura.

En el caso de Cayuela, tiene dos exposiciones en cartel relacionadas con Cuba. El poder emocional del capital documenta la variedad de relaciones que se establecen entre cubanos y turistas. Es un trabajo realizado conjuntamente con una decena de fotógrafos locales. «Todos ellos están interesados en la fotografía, pero aún no tienen mucha carrera por delante. Tratamos el efecto de mi estatus de mujer occidental ante hombres cubanos cuyas posibilidades de viajar fuera del país son reducidas. Uno de los caminos es tener una novia extranjera, casarse o ser invitados», afirma.

Esta andaluza viajó a Cuba poco antes de que Estados Unidos aflojase el embargo que asfixia su economía desde hace más de medio siglo. Allí se encontró con una sociedad aislada y resolvió explorar fotográficamente los efectos que las restricciones económicas tienen sobre la vida privada de las personas y sus relaciones. «A mí me llama la atención en especial cómo la política y la economía influyen en cada individuo. También me interesa el efecto social que produce el hecho de estar en una isla y no poder salir fácilmente de ella», relata.

Los deseos y las esperanzas que los cubanos desarrollan desde su posición de precariedad económica contrastan de forma estridente con la independencia de la que gozan los turistas. «Por supuesto, mi estatus europeo era algo bastante exótico. Muchas veces me sentía como si fuese un pasaporte con piernas», destaca Cayuela.

De Cuba reconoce que no esperaba nada en concreto. «No tenía idea de cómo era la isla, ni tenía ninguna expectativa cuando me fui allí. Fue más bien una necesidad personal de huir. Mi intención no era hacer un reportaje sobre la isla. Yo no puedo separarme de la fotografía, me ayuda a relacionarme y a entender. Lo que tenía claro es que la mayoría de fotografías típicas que puedes encontrar sobre Cuba no me parecían muy reales», señala. «Del primer viaje volví, sin saberlo, un día antes de que Obama anunciase el supuesto fin del bloqueo de EE UU a Cuba después de 54 años y eso me dio que pensar», añade.

Sus imágenes rebosan emotividad, curiosidad y romanticismo. Cayuela no duda en colocarse delante de la cámara para mostrar la perspectiva de la gente con la que trabajó. Otra razón que la lleva a ser autora y modelo al mismo tiempo es que no quiere reflejar una opinión unidireccional sobre el tema. El resultado de este proceso creativo colectivo es una serie de fotografías que retratan una compleja estructura social con varias capas. También es un documento histórico que muestra con el corazón en la mano una realidad que está punto de desaparecer para siempre.

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