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México: Las mujeres en la música

Miércoles 4 de octubre de 2023

Desinformemonos 27 Septiembre 2023

Conchita Hernández Ka´ux, Haciendo música en las faldas del cerro.

Concepción, ‘Conchita’ Hernández tenía 14 años cuando formó la banda femenil que actualmente se llama Ka’ux, ‘aves que retoñan vida en el corazón’. Eso fue en 2006, hace 17 años. Hoy la dirige en una doble jornada porque ella es flautista con algunas de las orquestas sinfónicas más importantes del país, sin nunca abandonar su idea de juntar a mujeres músicas de su pueblo ayuujk (mixe) y darles un espacio propio, diferente, en el que la música es, más que una profesión, una manera de vivir con alegría.

Su decisión resultó ser ambiciosa, porque no existía ninguna banda de mujeres en Santa María Tlahuitoltepec, pueblo famoso mundialmente por su escuela de música, el CECAM, además de sus múltiples bandas y sus excelentes grupos que actualmente mezclan el ska, jazz, funk y balkan con versiones propias de los sones tradicionales.

Resultó ser muy fácil para Conchita crear una lista de las 20 mujeres que ella quería juntar para crear una banda femenil, pero fue ambiciosa realizar el proyecto porque tenía que convencer a las autoridades que una niña de 14 años podría hacer algo que nadie había intentado antes. Esa aprobación fue necesaria por una razón: tenía que convencer al Municipio que les prestaran los instrumentos musicales que necesitaban para poder funcionar. Lo logró. Llegó al Palacio Municipal acompañada por las mujeres que habían aceptado su invitación, y ellas por sus propios padres o esposos. Fue la manera de demostrar a las autoridades que el sueño de una niña de 14 tuviera futuro.

La idea de Conchita fue muy radical, no solo porque rompía con el esquema de bandas dominadas y dirigidas por hombres, sino por sus ideas de cómo enseñar la música; de cómo tocarla en vivo y de cómo relacionarse con el público. Ka’ux exigía reconsiderar todo lo previamente aprendido. Para Conchita, la música es la libertad, y abrazar esa libertad te permite expresar lo que sientes, decir lo que quieres decir y disfrutarte entre amigas que comparten la misma pasión.

Desde que las compañeras, que tienen actualmente entre los 6 y 61 años de edad, llegan a los ensayos en Tlahui, Conchita las pregunta cómo están. “¿Cómo te sientes?” pregunta a cada una, pero dice de inmediato que no quiere que la respondan en palabras, sino con sus instrumentos. “Algunas tocan melodías bien alegres, y otras más tristonas así que, por medio de la música sabemos cómo está cada una de nosotras.”

La alegría es, para ella, lo que más busca, sin nunca menospreciar la melancolía que también tiene su lugar. Jatu’uk Et, por ejemplo, es una balada compuesta por una de las hermanas de Conchita, Lucía Paula Hernández, y quiere decir ‘Otro mundo’. Fue inspirada en el viaje de Lucía a la Ciudad de México, en donde ella no se hallaba. Ääts kukoj, un son también compuesto por Lucía, incluye letras poéticas sobre las mujeres en las faldas del cerro, ilustradas en el excelente video de este tema, producido por las mismas artistas. Traducidas al español, Jatu’uk dice: “Con nuestra lengua y cultura, continuará la vida como mixes. La música, la danza y el arte abren el pensamiento, fortalecen la continuidad de la vida.”

Vídeo: Ääts kukoj - Banda femenil Ka’ux

Conchita ha vivido en la Ciudad de México durante los últimos 15 años; ha pertenecido a la Orquesta Carlos Chávez; a la prestigiada Orquesta Juvenil Eduardo Mata y actualmente es flautista principal de la Orquesta Sinfónica del Instituto Politécnico Nacional. Se inspira mucho en los diferentes directores huéspedes con quienes ha tenido la oportunidad de trabajar, y en las y los maestros músicos que le transmiten ideas y técnicas que ella comparte con las mujeres de Ka’ux durante sus frecuentes visitas a su pueblo y, en su ausencia, con la ayuda de su hermana Lucía.

Aunque las compañeras de la banda a veces piensan que Conchita exagera con sus exigencias musicales, la enseñanza es, como todo con esta banda, distinta a lo acostumbrado. En las importantes bandas del pueblo, dominadas por hombres, enfatizan la importancia no solo de la lectura del pentagrama, sino en la formalidad física de la presentación. Tienen que estar bien sentados, casi sin moverse durante muchas horas. Para la joven Conchita, esta formalidad había reducido su motivación profesional a solo querer cumplir con lo exigido, en vez de expresar algo más personal, más creativo. En Ka’ux, la enseñanza se basa en la respuesta personal de cada integrante a la música que tocan. Si se sienten con ganas de moverse o de gritar, “¡que se muevan o que griten!”, dice Conchita.

En las bandas más reconocidas del pueblo, se requiere ensayar diario; no te puedes faltar, aunque tengas a tus niños en casa, entre otras responsabilidades. La filosofía de Ka´ux es diferente. Hay ensayos cada día, dirigidas entre semana por Lucía y en los fines de semana por Conchita. Las integrantes tienen que asistir una vez por semana, como mínimo, y si sus compromisos no permiten que vayan más veces, en sus “tiempos cortos” ensayan con las partituras preparadas para cada tema. Cuando se juntan para ensayar, algunas de las compañeras llevan a sus bebés y a sus niñas y niños; si estos lloran, los cargan las mamás, y siguen tocando. En otras bandas no está permitido llevar a los niños a los ensayos, y por esto muchas mujeres abandonan la música.

Ka’ux, como banda independiente que depende de contratos particulares –fiestas y conciertos fuera del pueblo- también ha perdido a integrantes porque, a pesar de su ambiente más afín a las necesidades sociales de las compañeras, no puede ofrecer sueldos, ni ingresos confiables. Conchita dice que le entristece cada vez que una integrante decida abandonar Ka´ux para salir del pueblo en búsqueda de trabajo en taquerías o en casas ajenas. Cuando la banda viene a la capital a presentarse en vivo, llaman a las compañeras que viven aquí, y ellas se juntan de nuevo. Tal fue el caso en marzo de este año, cuando escuché a la banda con 30 elementos en el Teatro de la Ciudad. Junto con mi amiga, la arpista Adriana Cao Romero, bailé en mi asiento, igual que todo el público. Jamás he escuchado a una banda de alientos tradicional provocar una respuesta tan eufórica de parte del público.

¿Cómo logran esto con tanto que tienen en su contra? La respuesta, de nuevo, está en la música misma. “Yo les digo a las compañeras que, si la música las inspira a mover la pierna derecha, que muevan la pierna derecha.” Y esta provocación se contagia al público que, mujeres y hombres, se mueven, cantan y aplauden durante las dos horas de su presentación. El repertorio está escogido con esto en mente; incluyen piezas propias, muchas de ellas de la autoría de su hermana Lucía, que cuentan de la vida en el pueblo, evitando los romanticismos de la mirada ajena, hablando del orgullo de ser mixe y serrana, pero también hablando de su relación con la modernidad, del cambio climático, de cómo los bosques se están reduciendo y los manantiales secándose. Luego incluyen música para la fiesta: unos popurrís muy mexicanos, como es ‘Jalisco,’ al estilo mixe serrano de Ka´ux.

La respuesta del pueblo ha sido buena, dice Conchita, demostrada en su nombramiento como la primera mujer “capillo” de su comunidad. Cuando se enteró la abuela de Conchita de este honor, la señora dijo, “¿qué pasó? ¿Ya no hay hombres?” pero prejuicios se rompen al son de esta banda femenil y hoy por hoy grandes arreglistas les ofrecen sus servicios, el Municipio les extiende una que otra invitación y el entusiasmo y la dedicación de las integrantes siguen creciendo. A lo mejor la vida no es fácil, pero la música, la compañía y la posibilidad de expresarse libremente han creado un espacio de muchas risas y disfrute, además de la creación de música de calidad. “Nos ha pasado que mujeres que entran muy serias y que no se quieren expresar, luego se vuelven las más gritonas,” dice Conchita.

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