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Mataron a sus madres. Y ahora, ¿qué?

Sábado 24 de febrero de 2024

Entre las denuncias del Fondo de Becas Soledad Cazorla se siguen señalando los problemas burocráticos que hay para tramitar y reconocer las pensiones de orfandad desde la Seguridad Social

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Concentración en el Ayuntamiento de Cullera como muestra de repulsa contra el último caso de violencia vicaria.

Violeta Assiego 23 de febrero de 2024 elDiario.es

Año 2024, España. En los últimos siete días dos mujeres han sido asesinadas por sus parejas, dos hombres de más de 50 años. La primera en Olot, una madre de dos niños y una niña, tenía 37 años; la segunda en Aldea del Rey, una madre de un niño de 8 años, tenía 54 años. A partir de este mes de febrero bisiesto, cuatro personas menores de edad han incrementado la cifra de la estadística de huérfanos de la violencia machista que se recoge desde 2013. Con ellos ya serán 437 las niñas y niños cuyas madres fueron asesinadas por hombres que eran su pareja o su expareja. Así de frío todo, así de tasado. Sabemos de su existencia porque al menos son una cifra, que si por Vox fuera estos niños y niñas ni eso serían.

Ya que son al menos una cifra, se han podido emprender algunas reformas legislativas que han mejorado en algo los aspectos relacionados con la protección social de estas niñas y niños huérfanos. Sin embargo, no es suficiente, primero porque para las niñas y niños que sufren la pérdida de sus madres de forma tan violenta nada es suficiente. Y segundo, porque siguen sin ser vistos y reconocidos más allá de esa cifra en una estadística.

Entre las denuncias del Fondo de Becas Soledad Cazorla –que es de las pocas (yo diría la única) organizaciones que pone en el centro a las hijas e hijos huérfanos de la violencia machista– se siguen señalando los problemas burocráticos que hay para tramitar y reconocer las pensiones de orfandad desde la Seguridad Social. Otro tema inquietante –tal y como puso de relieve un reciente informe de la Federación de Mujeres Jóvenes– es el desamparo en el quedan cuando cumplen los 18 años en esa lógica absurda que tienen las administraciones públicas de considerar que se le puede retirar todo el apoyo vital, económico y psicológico a un chico o una chica, cuando cumplen la mayoría de edad, de un día para otro, obviando la especial situación de fragilidad en la que se encuentra y el trauma que ha vivido. Como si el ser víctima de la violencia tuviera una fecha de caducidad, al margen de lo que está viviendo cada persona

Hay algo que me es muy difícil de nombrar, pero que tristemente es así, si alguna “suerte” pudieron tener estos niños y niñas huérfanos es que sus padres decidieron dejarles vivir. Una “suerte” que no tuvieron, el al menos casi medio centenar de niñas y niños que en la última década fueron asesinados por sus padres, ante la inacción de las instituciones y administraciones públicas. Niñas y niños que fueron víctimas mortales de la violencia machista, víctimas directas, tan víctimas como sus madres. Y así lo reconocen las leyes desde 2015 por mucho que le pese a los tribunales, equipos psicosociales, miembros de la abogacía, profesionales de servicios sociales… que todavía siguen relativizando el riesgo que para la vida de estas niñas y niños tiene el contacto y las visitas con hombres que no respetan la vida ni la dignidad humana, que no respetan a sus madres.

La (i)lógica del criminal machista es la de “si no estás conmigo y no estás como yo quiero que estés, no solo no estarás con nadie, sino que te merecerás todo lo malo que te pase”. Un marco punitivista, de castigo, de posesión y de dominación que acometen contra las mujeres que son sus parejas o ex parejas, pero también contra sus propias hijas e hijos. Por eso, quizá sea el momento de darle una vuelta y replantearnos la expresión “violencia vicaria” si con esta vamos a invisibilizar a las niñas y niños asesinados, si con esta expresión se reduce todo a instrumentalización de la violencia del hombre contra la mujer, sin pararnos a pensar cómo se está (des)protegiendo a las niñas y niños. Hay mucho más que instrumentalización en la violencia machista de un padre contra las hijas e hijos de la mujer a la que maltrata. Mucho más.

Mientras no atendamos y entendamos lo que las niñas y niños viven, sienten, piensan y logran elaborar (conforme a su madurez y su edad) en contextos de violencia machista en el ámbito familiar, no podremos protegerles ni a ellos, ni tampoco a sus madres. Porque si muchas mujeres no denuncian es por sus hijas e hijos. Solo hay que ver, analizar, las cifras de mujeres con hijas e hijos que denunciaron y fueron asesinadas. Las menos. Ellas aguantan y si logran dar algún paso para salir de esa situación de violencia es el de separarse, divorciarse con el miedo a no enfadarle demasiado, y de nuevo, si lo hacen, es por sus hijas e hijos.

Debería preocuparnos lo que está sucediendo. Es en los juzgados de familia y no en los de violencia de género, en los procesos de separación y divorcio a los que se trasladan las luchas de poder de ellos contra ellas y donde se toman la mayor parte de las decisiones que más trascendencia tienen para la vida de las mujeres a las que atraviesa la violencia machista, y también para las de sus hijas e hijos también víctimas. No basta decir que hay que escuchar a la infancia si no se la ve ni se la reconoce como sujeto, como una persona con una vivencia propia de todo lo que está sucediéndole en ese contexto de violencia machista.

No son una cifra ni una estadística, son niñas y niños que han visto asesinar a sus madres delante de sus ojos, que han vuelto a casa y su madre estaba acuchillada tendida en el suelo, que han tratado de protegerla de los golpes de su padre, que han salido a pedir ayuda a la policía… son niñas y niños cuyas historias y relatos acallarían a las voces negacionistas de la violencia machista. Niñas y niños a los que les pedimos que demuestren y convenzan al sistema que les debería proteger y dar un amparo que son víctimas de violencia machista cuando todo el mundo adulto lo sabe. Esa no es su responsabilidad. Solo piden que se les crea, que se les escuche, que protejan a sus madres.

(Les recomiendo ver el documental #VeoVeoTúMeVes de Fundación Mujeres)

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