Lunes 20 de noviembre de 2023
Las miradas de Adanía Shibli
La novela ‘Un detalle menor’ de la autora palestina, acusada de promover “actitudes antisemitas”, narra un crimen real de 1949 por parte de soldados israelíes. Un crimen por el que fueron condenados por un tribunal israel
Olvido Andújar 15/11/2023 Pikara
Lo supimos hace unas semanas. A Adanía Shibli, a quien iban a otorgar el pasado 20 de octubre el premio LiBeraturpreis en la Feria del Libro de Frankfurt, la habían censurado en el último minuto para no molestar a los expositores judíos de la feria. La asociación Litprom, que había promovido el premio, lo “posponía” ahora por si la novela contenía “actitudes antisemitas”. La novela era Un detalle menor (2019) y contaba un hecho real: la violación y asesinato en 1949 de una beduina palestina apresada por un grupo de soldados israelíes a quien después enterraron en las dunas del desierto. Estos soldados reales de esta historia real fueron posteriormente condenados por un tribunal real israelí. Así que aquellas potenciales actitudes antisemitas del libro probablemente residieran en señalar un crimen atroz a manos de quienes, en esos días, debían ser los buenos de la historia y de la feria.
Ante la polémica de esta decisión, que trajo consigo la condena por parte de varios grupos editoriales árabes y centenares de personas del mundo cultural, la ceremonia en la que se le iba a hacer entrega del premio LiBeraturpreis a Adanía Shibli fue cancelada. Recibimos aquella noticia con perplejidad, al menos así lo hicimos la mitad del mundo que entendemos los derechos humanos como innegociables e incuestionables. Con la misma perplejidad con la que se asiste a la estigmatización y culpabilización de la víctima. No era ya la actitud de Israel en los últimos setenta años, era el sadismo y la desproporción de sus acciones en las últimas semanas. ¿Por qué era a Adanía Shibli a quien cancelaban y no a los expositores que apoyaban la ofensiva de Israel?
Puede que un gran número de personas, incluso de personas que ahora estén leyendo estas líneas, en este medio, con esta postura ante el mundo y desde este lado de la trinchera, no sepan quién es Adanía Shibli. Solo tres palabras nos pueden bastar para hacernos una idea: mujer, palestina, escritora. Ninguna de las tres son el equipaje que posicionaría a ninguna persona en la cúspide del prestigio social. Y, sin embargo, Adanía Shibli, que es mujer, que nació en Palestina y que es narradora, dramaturga y ensayista, está en esa cumbre. Es una de las voces más importantes de la literatura árabe actual y ha sido traducida al inglés, francés, italiano, hebreo y coreano. También ha recibido dos veces el Premio a los Jóvenes Escritores de Palestina que otorga la Fundación AM Qattan; en 2002 por su novela Masaas y en 2004 por Kulluna ba’id bidhat al-miqdar ‘an al-hubb. Fue seleccionada por la revista Banipal y el Hay Festival como una de las integrantes del grupo Beirut 39, esto es, fue nombrada como una de las 39 mejores escritores árabes menores de 40 años. Y su novela Un detalle menor fue seleccionada para el National Book Award for Translated Literature, de Nueva York (2020) y para el International Booker Prize (2021).
Un detalle menor es una novela corta, de apenas 151 páginas en su edición española, y la obra que, precisamente, ha originado toda la polémica en torno a la Feria de Frankfurt. La novela de Shibli no se recrea en el “acontecimiento” del crimen atroz, casi tenemos que adivinarlo, pero sí gira en torno a él. La obra de la autora palestina nos coloca ante un juego de espejos y perspectivas conformado por dos novelas. La primera está narrada en una tercera persona fría, distante e inhumana. La segunda está narrada en primera persona y puedes tocar a la mujer que protagoniza la narración. En ambas se habla del secuestro, violación y asesinato de la chica beduina. En la primera, porque sucede en tiempo real. Se trata de una novela protagonizada por el espacio masculino, el de los soldados israelíes que patrullan el desierto del Néguev con un calor asfixiante en 1949. En una de esas rondas encuentran a la mujer, la apresan, la llevan al campamento, la convierten en mercancía sexual para todo el grupo y, tras violarla entre todos, la asesinan y entierran en las dunas. La frialdad del crimen, la ausencia de empatía de los hombres con la víctima, contrasta con el calor y el sudor de los soldados, con los ladridos de un perro, con la vulnerabilidad de la mujer.
La segunda novela, sin embargo, pertenece al espacio femenino donde sí hay empatía entre la mujer que investiga el crimen y la mujer que lo sufrió, setenta años antes. Todo se inicia con el descubrimiento, por parte de una periodista palestina, de ese secuestro, violación y asesinato ocurrido en la misma fecha de su nacimiento, pero veinticinco años antes. Esa casualidad, esa coincidencia de fechas, ese “detalle menor”, orienta a la periodista ante una actitud empática hacia la víctima y ante la necesidad de investigar el acontecimiento para saber más sobre esa mujer violada y asesinada el mismo día en el que ella nacería veinticinco años más tarde. El ambiente de esta segunda novela también es asfixiante, pero en esta ocasión la asfixia no la produce el calor del desierto, sino el terror de tener que adentrarse en las instituciones israelíes, con los peligros que suponen a una periodista palestina, y no poder evitar hacerlo.
Publicada por la editorial asturiana Hoja de Lata en 2019 y traducida por Salvador Peña Martín, la novela cuenta, aparentemente, un suceso desde dos perspectivas y desde dos planos temporales distintos, pero desde el mismo punto geográfico. Sin embargo, la novela no son solo dos narradores o dos puntos de vista, sino que está plagada de miradas, de detalles menores que forman el poliedro de la historia sucedida a mediados del siglo pasado. Queriendo contarnos un suceso ocurrido en 1949, nos sitúa en 2023, en 2018, en todos los años y en todos los desiertos en los que un grupo de hombres han apresado, violado, asesinado o enterrado a una mujer. En Un detalle menor todo es asfixiante. Asfixia el calor del desierto del Néguev, asfixian los ladridos de los perros, asfixia el sudor y asfixia el miedo. Y, sobre todo, asfixia que las condenadas de la historia sean las mujeres que narran y denuncian el crimen.