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Libro: ‘La rebelión de las hienas’ de Mer Gómez: “Si la biomedicina asumiera que los cuerpos intersex son sanos, desmontaría el sistema sexo-género”:

Sábado 18 de marzo de 2023

JUNE FERNÁNDEZ 15/03/2023 Pikara

‘La rebelión de las hienas’ es un paso más en el activismo intersex, visibilización y empoderamiento colectivo de Mer Gómez. Esta entrevista es parte de la presentación del libro que se hizo en Bilbao el pasado mes de diciembre.

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Mer Gómez posa para Dani Blanco, de Argia.

En 2016, Mer Gómez escribió un monólogo para una obra de teatro, La revolución de Lola, que le permitió contar en público su historia como mujer intersex, esa que en la consulta médica le habían recomendado mantener en secreto. También publicó ese texto en Pikara Magazine, donde ha seguido colaborando para visibilizar los referentes con los que está compartiendo un camino de empoderamiento colectivo. Juntas se han consolidado como activistas contra la patologización de sus cuerpos y se han reivindicado como parte de la diversidad sexual y de género, apoyándose en los estudios feministas y queer. Son las protagonistas de La rebelión de las hienas, el libro que ha publicado Gómez junto con la editorial Bellaterra, mientras termina su tesis doctoral, que también incluye historias de vida de mujeres interesex.

Gómez es creadora junto con Laura Vila Kramer (otra de las protagonistas del libro, actriz y activista) del colectivo i de Intersex y del documental Se receta silencio. Imparten juntas formaciones sobre intersexualidad en universidades, instituciones y colectivos LGTBI.

¿Cómo fue para ti salir del armario en un teatro, antes incluso que escribir artículos o dar charlas?

Creé el personaje de Lola para un proyecto similar a Los monólogos de la vagina, que se llamaba Con un par de ovarios y que fue representado en La Malhablada, de Salamanca. Lola se sienta entre el público y dice: “Soy una mujer intersex y os voy a contar mi historia”. Fue muy empoderante gritar a través de un personaje de ficción dentro de un proyecto escénico lo que durante tanto tiempo no había podido decir, en mi propia ciudad, delante de gente conocida. Es heavy, ¿eh? No sé cómo fui capaz. Por otro lado, el punto de partida fue encontrarme con la intersexualidad en una asignatura de estudios de género: pasar de verme como un cuerpo patológico, a verme como parte de la diversidad. Ahí fue cuando entré en contacto con Pikara Magazine y empecé mi andadura como comunicadora y activista.

Todas las protagonistas del libro, salvo dos, son mujeres intersex. ¿A qué se debe?

El libro es mi propio viaje, desde 2016 hasta 2020. Son las historias de las personas que me han ido acompañando en estos cuatro años. Hoy serían muchas más, y un viaje diferente. Aún así, dentro del activismo del Estado español, la gran mayoría de personas intersex con las que me he encontrado y que forman parte de asociaciones se identifican como mujeres o han crecido socializadas como mujeres. Todavía no me atrevo a apuntar los motivos por los que no hay tantos hombres intersex públicos. ¿Puede ser que no se sientan reflejados, no solo en el concepto intersex sino en la comunidad LGTBI? Hay que seguir investigando y reflexionando sobre cómo afecta la categoría “hombre” o el modelo de masculinidad hegemónico a los hombres cis heterosexuales que han crecido con un cuerpo intersex.

Además de las entrevistas a Laura Inter, de La Brújula Intersexual, y a Matilde, activista francesa, mencionas referentes de El Salvador y Uganda. ¿Qué has aprendido de ese contraste geográfico?

He aprendido que en algunos países, donde el acceso a la sanidad no es universal ni público, hay personas intersex que no han recibido diagnósticos ni han pasado por centros hospitalarios. Por tanto, como decía Laura, conservan su integridad corporal. Quizás, en este sentido, Europa ha sido más intervencionista sobre los cuerpos que no encajan en los arquetipos binarios (ya sea por el cariotipo, los centímetros de los genitales o la apariencia externa de otros órganos, como las mamas). No solo se han diagnosticado esos cuerpos, sino que se han modificado a través de intervenciones quirúrgicas u hormonales, muchas veces sin el consentimiento de las personas o de sus familias. También fui consciente de mi privilegio cuando Laura Inter me explicó que ella no da la cara, hasta el punto de que solo accedió a que la entrevistase por escrito, porque dedicarse a un trabajo relacionado con los derechos humanos en México es un riesgo. Por otro lado, una asignatura pendiente que tenemos en el activismo del Estado español es que no estamos encontrando o llegando a personas migradas y racializadas intersex.

Otro argumento que se menciona a favor del anonimato es que los cuerpos intersex ya son objeto de demasiada vigilancia, de miradas morbosas…

El mensaje que recibes en la consulta médica es que tu situación es tan extraña, tan anómala, que la recomendación es que no lo cuentes, porque no se va a entender. De hecho, usan ese argumento para intervenir en los cuerpos. “A la vez que me recetaban hormonas, me recetaban silencio”, suele decir Laura Vila Kremer. Así se ha ido creando un tabú muy grande en la vida de cada una de nosotras. La mayoría de intervenciones busca cumplir con unos cánones estéticos acordes a un cuerpo masculino o un cuerpo femenino, pese a que sabemos que la variabilidad en cuestión de características sexuales en los seres humanos y en todos los seres vivos es inmensa. ¿Acaso las personas que no son intersex tienen la misma cantidad de vello o las mamas del mismo tamaño? Pero si la biomedicina asumiera que nuestros cuerpos son sanos, eso desmontaría los cimientos del sistema sexo-género. Por eso cuesta tanto aceptarlos como válidos y deseables.

¿Se está avanzando en los protocolos médicos en España hacia la despatologización?

En algunos hospitales no ha cambiado absolutamente nada, no solo en los protocolos, sino también a la hora de ofrecer una información plena o contrastada, o de dejar de utilizar adjetivos despectivos o peyorativos a la hora de hablar de la intersexualidad. También es importante entender que el papelito del consentimiento informado es un arma de doble filo. Si un profesional de la salud te habla de tumores, de riesgo de cáncer, desde su posición de verticalidad pues, ante el desconocimiento, sigues los pasos que te indica. Si algo está cambiando es porque las personas intersex nos hemos tenido que hacer activistas para reclamar esos cambios. Podríamos ponernos delante de los hospitales a hacer denuncias públicas o pedir nuestro derecho a la reparación, como se ha hecho en otros países. De momento estamos queriendo dialogar y crear lazos con la comunidad médica. Tengo esperanza en los equipos y profesionales de la salud que quieren aprender, escuchar, mejorar los protocolos, ofrecer información plena a las personas y las familias… Tenemos profesionales de la salud aliadas que ya están defendiendo que no se considere una urgencia psicosocial corregir los genitales de un bebé. Por cierto, como reivindica Mireia Martí, esta urgencia tiene que ver también con un aparato legislativo cisheteropatriarcal, porque en el Registro Civil hay que decir el sexo del bebé, y se considera que es niña o niño solo en función de sus genitales.

El riesgo de desarrollar tumores es el argumento para recomendar la extirpación de testículos internos, ¿verdad?

Sí, la recomendación suele ser que hay que extirparlos porque pueden desarrollar un tumor en el futuro. ¿Qué probabilidad hay? ¿Acaso es mayor que en las personas endosex? ¿Tal vez el verdadero problema es que haya mujeres con testículos internos? Yo no conozco ningún caso de tumorización y sí conozco casos de mujeres que tienen sus testículos dentro y están bien. De hecho, no tienen que tomar hormonas sustitutivas ni han tenido osteoporosis temprana. Me parece muy importante que seamos atendidas por equipos interdisciplinares, con participación de representantes de asociaciones intersex, porque estamos hablando de cuestiones que van más allá de la salud: que nos intentan encajar en normas corporales.

Una de las protagonistas es Yolanda, la presidenta de Graosia, una asociación estatal de personas con insensibilidad a los andrógenos que nació en los hospitales, y que ahora hace activismo intersex. ¿Cómo se ha dado ese salto?

Grapsia nació como un pequeño grupo de pacientes que se conectaron a principios de 2000. Como otras muchas personas, cuando yo recibí el diagnóstico siendo adolescente, no encontré ese grupo ni a otros; internet no era como ahora. Ahora es mucho más visible. El grupo ha crecido mucho así como la variedad de personas intersex y de familias que lo integran. Además, en los últimos cinco años, esta primavera de activismo intersex ha propiciado también un cambio de mirada hacia nuestros cuerpos: de leernos desde el diagnóstico médico, como un cuerpo patológico, a empezar a leernos como un cuerpo sano que forma parte de la diversidad.

Y un cuerpo deseable…

Claro, hablamos mucho de eso, porque no solo es que el sistema sea binario, sino que es heterosexual y coitocéntrico. Algunos cuerpos se han modificado para que tengan unas prácticas sexuales determinadas.

También habláis de la hipersexualización que habéis recibido muy jóvenes en las consultas médicas. Camino Baró dice que se identificaba con la Lolita de Nabokov.

Una vez me encontré de casualidad en una librería antigua de Salamanca un libro pequeñito de medicina sobre intersexualidades en el que ponía: “He aquí una criatura pletórica de encantos, una mujer cuyo esbelto perfil, contorno de los senos, abundante y sedosa cabellera, finura de la tez y contundencia en las formas no pueden ser ya más seductores”. Cuando vas conociendo a personas intersex y ves la variabilidad, te das cuenta de lo fuerte que es que hicieran protocolos basados en esas bobadas. Algunos médicos, como mencionaba Camino, nos ponían de referencia a mujeres famosas que no son públicamente intersex: “No te preocupes, eres como ella, y ¡mira qué maravilla de mujer!”. Eso implicaba un doble mensaje: relacionar la operación con el querer agradar, y la idea de que te callases, como han hecho ellas. Otro tema con la hipersexualidad ha sido la recomendación sistemática de dilatadores o de construir una vagina de un diámetro mayor para que quepa un pene de equis centímetros. Antes de esto, como muestra el diálogo del último capítulo entre Noa y Kris, sería importante hablar a niñas y adolescentes de la importancia que tiene relacionarse con su cuerpo y explorar su deseo: “Ojalá nos hubiesen recetado vibradores”.

Muchas de las protagonistas del libro son bolleras o bisexuales, ya sea por haber cuestionado políticamente la heteronorma o por buscar intuitivamente una alternativa al sexo falocéntrico.

Muchas hemos llegado al activismo intersex desde el feminismo y la teoría queer. Entonces, cuando cuestionas el binarismo sexual y piensas tu cuerpo desde la diversidad, se pone en jaque todo lo demás. Entiendes que nuestros cuerpos han sufrido violencia para responder a la heterosexualidad y al coitocentrismo. ¿Pero en algún momento me he preguntado a quién desea mi cuerpo, qué le gusta a mi cuerpo?

Destaca la historia de Asmi, que se define como extrabinarie (como propuesta alternativa a no binarie). ¿Qué opinas de pensar la intersexualidad como un tercer género o como un estado extrabinario?

La intersexualidad no es una tercera cosa. No es tampoco un tercer sexo. Si fuese así, habría tantos sexos como tipos de intersexualidades existen. Las personas intersex lo somos por las violencias que han sufrido nuestros cuerpos por no encajar en ese dimorfismo sexual binario. De ahí nace la idea de crear una identidad política intersex y ampliar los imaginarios culturales sobre dos tipos de cuerpos con características invariables. Las personas intersex, igual que cualquier otra persona endosex, nos identificamos como mujeres, como hombres, como personas no binarias… Y, en este sentido, sí estamos a favor de que exista una tercera casilla para todas las personas que se identifiquen más allá del binarismo.

Hablemos de las alianzas entre las personas trans e intersex.

Con activistas trans como Miquel Missé o Teo Pardo hemos reflexionado mucho sobre el hecho de que las mismas personas que están en contra de la autodeterminación de género dentro de los aparatos disciplinarios están diagnosticando y modificando cuerpos de personas intersex. Mira qué contradicción: a unas personas no les permiten elegir cómo intervenir sobre su cuerpo, y a otras no nos dejan elegir no ser intervenidas. En ese sentido, la asociación Caminar Intersex de Canarias nos ha enseñado mucho, porque desde el primer momento se ha situado dentro de las políticas LGTBI. Su representante, Clara [Montesdeoca], es madre de una criatura intersex y trans. La ley LGTBI canaria debería ser referencia para todas las otras comunidades autónomas del Estado español, incluso para la estatal.

Otro punto de encuentro entre comunidad trans e intersex es la vigilancia a las mujeres en el deporte de élite. Hablemos de María José Patiño, a quien también has entrevistado en el libro.

Patiño fue uno de los pocos referentes públicos que tuvimos quienes crecimos en los 90, ¡pero qué referente! Era una atleta que estaba en los Juegos Olímpicos y descubrieron que tiene cromosomas XY. Le recomendaron que abandonase su carrera por la puerta de atrás, sin decir absolutamente nada, como han hecho otras atletas. Patiño dijo: “No, voy a empezar a luchar, porque esto no puede quedar así”. Esa decisión hizo que todo el mundo del deporte fuese contra ella; hasta su pareja la dejó. Fue apaleada pero logró levantarse, y hoy en día forma parte del Comité Olímpico Internacional, donde está haciendo una labor inmensa. Ha corroborado que no es real que las deportistas intersexuales tengan mejores marcas por ello. Ahí está el caso de Caster Semenya, que no es que tenga marcas extraordinarias pero ha sido muy cuestionada. ¿Hasta qué punto ha influido en esa violencia que sea una bollera negra? En cambio, nadie cuestiona a los hombres por tener cantidades más altas de testosterona.

La i se añade cada vez más a las siglas LGTB, pero a menudo se queda en una simple mención…

Asumo que ha sido la gran desconocida porque no salíamos del armario, pero ahora somos públicas y estamos en cada vez más sitios. Cuando vemos nombrada la i, eso nos empodera, porque nos sentimos acogidas por el resto de las letras. En cambio, cuando vemos escrito solo LGTB, nos pica. Un argumento en contra es que la i tiene que ver con la biología, pero forma parte de ese sistema sexo-género y, de hecho, lo pone en jaque. Entonces, claro que compartimos violencias y discriminaciones que vienen del mismo aparato opresor.

Haciendo autocrítica, pienso que no hacemos esfuerzos en incluir a personas intersex en proyectos LGTBI, porque damos por hecho que no vamos a encontrar a nadie…

Esto ocurre porque durante muchos años ha sido así. Pero ahora ya estamos aquí y somos visibles. Por eso, ahora que es fácil contactarnos no entendemos cuando nos dejan fuera de las siglas y mucho menos cuando incluyen a la i en algunos eventos o actos importantes pero no hay representantes de personas intersex. Hace poco, en un encuentro estatal feminista, estaba la mesa LGTBI+ sin la i. También ocurre con representantes de otras letras y no está bien.

El único chico entre “tus” hienas, Bernar, no fue bien recibido en el movimiento LGTBI, porque no entendieron que se defina como hombre cis hetero.

El caso de Bernar es curioso, porque no cuestionó su cuerpo o su identidad hasta que alguien le señaló, con 25 años, que sus tetas eran demasiado grandes para ser de tío. Bernar, aunque cuenta su experiencia con humor, también ha sufrido mucha violencia. Como él cuenta en su historia, cuando se inició en el activismo intersex, a veces se encontraba con encuestas sobre la situación del colectivo LGTBI+ que no contemplaban la realidad de los hombres intersex hetero. Por eso, un día, decidió escribir su propio fanzine para contar su historia y explicarlo desde ahí. Es uno más en la lista de personas que nos hemos visibilizado a través de la creatividad.

Algunas protagonistas descubren que no son las únicas intersex en su familia.

Más que la perspectiva biológica de si las intersexualidades son hereditarias, me interesa ese proceso recurrente de indagar en nuestras propias familias para encontrar más referentes. Ahí a veces aparecen ciertas violencias, porque pueden darse situaciones difíciles cuando se destapan historias que se habían silenciado. En la generación de nuestras abuelas, las personas intersex no fueron diagnosticadas ni intervenidas. Se normalizaron evidencias como que alguien no había sido madre porque no menstruaba, pero como no se hablaba de sexualidad ni de género, pues no se iba más allá. Algunas de esas mujeres también hoy sabemos, por informes y datos históricos, que se metían a monjas. Cada persona se intentó amoldar a las normas de su época.

Para terminar, la pregunta más obvia: ¿por qué hienas?

Es un mamífero que presenta una diversidad en su anatomía sexual; las hembras tienen un clítoris muy desarrollado. Por otra parte, crecí con El rey león, y me resulta interesante el papel de las hienas, que están relegadas a los márgenes, a la oscuridad; son las feas, las temidas, las marginadas. Me parece un buen paralelismo con lo que ha pasado contra la comunidad intersex. Por último, las hienas tienen su propio grito, un cacareo muy especial. Nosotras también estamos cacareando cada vez más alto para denunciar públicamente las violencias que han recibido nuestros cuerpos.

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