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Joana Biarnés, la primera fotoperiodista en España: “Menos guapa, me dijeron de todo”

Domingo 3 de abril de 2016

Un documental dirigido por Óscar Moreno y Jordi Rovira rescata del olvido a una figura desconocida incluso entre la profesión.

Tú irías al ciclismo y yo al hockey. Qué lástima que seas una mujer”, cuenta que le decía su padre, Juan Biarnés, fotógrafo deportivo, antes de que se colgara una cámara al cuello y retratara a Dalí, a Orson Welles… o consiguiera una exclusiva mundial con los Beatles.

Olivia Carballar La Marea 03-04-2016

“Sí, yo quería ser telefonista. Me apasionaba ver cómo metían aquellos lápices en los agujeros. Siempre fui desde muy pequeña muy creativa, muy fantasiosa. Pero esto se acabó cuando mi padre me dijo ‘esto no es una profesión que vaya a durar toda la vida, el mundo va a progresar y tú no vas a estar siempre con las clavijas’. Y entonces se hizo fotógrafa, que era la profesión de su padre, que era una profesión donde no había mujeres, que era la profesión donde Joana Biarnés, considerada la primera fotoperiodista en España, era Una entre todos. Un documental dirigido por Óscar Moreno y Jordi Rovira rescata del olvido a una figura desconocida incluso entre los suyos. La cinta, seleccionada por el DocsBarcelona, será proyectada en abril en salas de toda España.

“Qué pena que no seas un chico porque hoy me vendrías a ayudar. Tú irías al ciclismo y yo al hockey. Qué lástima que seas una mujer”, cuenta que le decía su padre, Juan Biarnés, fotógrafo deportivo, antes de que se colgara una cámara al cuello y retratara a Dalí, a Orson Welles, a Rudolf Nureyev, a Jackie Kennedy, a Raphael o consiguiera una exclusiva mundial con los Beatles. Mucho antes de todo eso, la chica se levantó a las cinco una mañana y se dirigió a una cueva con estalactitas que habían descubierto unos jóvenes en Terrassa, su pueblo. Tenía 20 años. “Mi padre tenía mucho trabajo, les dijo que no podía ir con ellos y decidí ir yo”, cuenta por teléfono. Fue su primer reportaje, publicado en Mundo deportivo con su nombre y apellido: Juanita Biarnés. Su padre se emocionó. Y otro día la llevó al campo de fútbol.

“Menos guapa, me llamaron de todo. Me insultaron. Y pude comprobar lo peligrosa que es la masa fanática. Me quería echar el árbitro, no quería empezar el partido, me gritó que si buscaba novio, que allí sólo podían estar los fotógrafos. ‘¡Pero yo soy fotógrafo!’, le dije. ‘No, no, usted es una mujer’, me respondió. Y mientras tanto, en mi interior, me iba diciendo que no me iría de allí, que no iba a dejar a mi padre colgado, que estaba haciendo fotos desde la otra portería. No. Me quedo y defiendo mi terreno. ‘Estoy haciendo mi trabajo, no me vea usted como una mujer y vaya acostumbrándose porque me he propuesto abrir el camino a muchas otras’, le solté. El jefe del campo, después de ver mis credenciales, decidió que me podía quedar, que había ido a trabajar, no a pasar la tarde. A mí me temblaban las piernas, las manos y ni te cuento cómo lo estaba pasando mi padre…”, ríe ahora a punto de cumplir 81 años.

Aquel episodio y, sobre todo, haber salido victoriosa de él, le dio la confianza que necesitaba para pelear en ese mundo de hombres. Su padre se sentó frente a ella y le advirtió sobre las situaciones a las que se enfrentaría en un país donde la mujer tenía que estar en casa, cuidar a los hijos y mantener al marido contento. Inmediatamente después la animó a luchar: “Esto tiene que cambiar, me dijo, y puede ser que tú ayudes a que cambie”. Al poco tiempo, se inscribió en la Escuela Oficial de Periodismo.

“Le dije al profesor don Manuel del Arco que a mí no me gustaban los toros, que me mareaba con la sangre. Y me mandó al matadero de Barcelona. Los matarifes me miraban como diciendo ésta qué hace aquí. Hice el reportaje y cuando se lo llevé, como 200 fotos de 9 por 12, me dijo que me lo iba a comprar un veterinario que estaba escribiendo un libro sobre la forma de matar en los mataderos. ‘Usted será muy buena reportera’, me terminó diciendo”. Por aquel trabajo le pagaron 200 pesetas.

La exclusiva de los Beatles

La cobertura de unas trágicas riadas en Terrassa en 1962, que causaron centenares de muertos, llegó hasta los oídos del entonces director del diario Pueblo, Emilio Romero. “Aquí en Barcelona me cerraron todas las puertas en prensa. Y claro, me llama este señor importantísimo y le comenté las dificultades de la mujer para ser fotógrafa. ‘Pero yo sí creo en la mujer, creo que la mujer nos va a dar a muchísimas lecciones a muchos hombres, yo sí creo en ti’, me dijo el director, que sólo me dejó entonces quedarme como colaboradora, nada de contrato en plantilla. Ese contrato me lo gané yo con los Beatles. Mi padre siempre me había dicho que en un reportaje tiene que haber la foto”, prosigue remarcando la palabra la. “Los Beatles habían puesto como condición que sólo atendían a los periodistas en la rueda de prensa, nada de fotos después. Yo estaba allí en la rueda de prensa como todo el mundo y, claro, yo no tenía la foto”, vuelve a recalcar el la. Se pone seria y aclara: “Pero yo no me colé en el avión, yo subí como un pasajero cualquiera. Yo conocía al relaciones públicas de Iberia, que intercambiaba publicidad en el periódico por vuelos, eran acuerdos que tenían establecidos, y me consiguió un billete para ese mismo vuelo, que era comercial. Me metí en el cuarto de baño, que tenía unas puertas plegables, las dejé entreabiertas, saqué el teleobjetivo y… hasta que me descubrieron. Pero ya tenía la -vuelve a enfatizar- foto”.

También logró acceder a la habitación de hotel donde se hospedaron en Barcelona. “Ni se te ocurra, hay un guardaespaldas en el ascensor, me avisó el conserje. Y me subí en el montacargas. Yo quería demostrar que, siendo mujer, podía hacer lo mismo que un tío. Las mujeres siempre tenemos que demostrar más. Esto no ha cambiado ni cambiará. Bueno, pues llamé a la puerta y me abrió Ringo Star. Me había visto en el avión y me confundieron con una fan. Miró hacia dentro y me dijeron que pasase. Estuve toda la tarde con ellos, hablando de todo. Hice muchas fotos. El fracaso de este reportaje, una exclusiva mundial, fue que Franco había considerado que con la rueda de prensa ya había estado bien, que nada de seguir promocionando a estos chicos peludos que fumaban porros. “Esto ya no lo vamos a publicar, me dijo el redactor jefe. ¿Cómoooo? Me quedé desilusionada. Al final se publicó en la revista Ondas”. En ese momento, Joana Biarnés ya se había ganado el puesto en el periódico.

“Me sentía tan sola en mi carrera que siempre tenía que estar en guardia, tenía que emocionarme siempre para hacerlo mejor, yo sabía que había ojos pendientes de mí. Fueron años muy duros pero muy satisfactorios y yo misma me ponía las medallas”, afirma. Hoy comienzan a ponérsela los demás: “Nunca esperé nada y hoy me lo están dando todo”. Rovira y Moreno llegaron a su historia a través del fotógrafo Cristóbal Castro, que descubrió la obra de Biarnés buscando material para una exposición sobre el 50 aniversario de las riadas. Desde entonces, ha recibido la Cruz de Sant Jordi, otorgada por la Generalitat de Cataluña, la Insignia de Oro de la Asociación de Informadores Gráficos de Prensa y Televisión de La Rioja y está preparando actualmente un trabajo como artista invitada en PhotoEspaña.

joana biarnés, durante el rodaje del documental Joana Biarnés durante el rodaje del documental. // Cortesía REC Producciones

“Se hace querer, es muy próxima, no te marca distancias. Dice Serrat que con la risa te atrapa”, sostiene Jordi Rovira, que aún está impactado por la humildad y el archivo de Biarnés: “Oye, pero que esta es Ava Gardner en casa de Lola Flores, ¿sabes? ¡Y no lo cuentas!”. El fotógrafo y periodista Gervasio Sánchez explica en el documental, coproducido por Televisión Española y la Televisión catalana, que más que fotos de una sola persona, parecen las fotos de una agencia entera.

Biarnés fotografió a quien quiso, llegó a montar su propia agencia y un día, harta del nuevo mundo de los paparazzi, decidió abandonar la profesión que tanto había amado. “Me despreciaron un trabajo que pensé que podía ayudar a un señor. Se había curado de un cáncer de garganta en Pamplona y se prestaba a hacer terapia de grupo con gente con el mismo problema para animarles y hacerles ver que se puede salir de eso. Me pareció una historia muy bonita, pero cuando la llevé a la revista -prefiere no decir cuál fue- me despreciaron olímpicamente el reportaje. ‘Esto no vende, Juana’. ¿Y qué vende? Y me enseñaron una carpeta con Lola Flores, Carmen Flores y Lolita vestidas de reyes magos. Pues si eso es lo que vende me voy a morir de hambre. Y vendí las cámaras”.

Ella y su marido se fueron a Ibiza y montaron un restaurante. Hoy, de regreso a la fotografía, recuerda a su padre y reflexiona: “Desde algún sitio me está viendo y se le debe caer la baba. Ha visto que lo que planeaba para mi futuro ha dado su resultado. Y eso que fui muy mala estudiante, un desastre. ‘El caso es que no es tonta’, le decía el profesor a mi padre”. Aquella Juanita se convirtió en Joana -incluso y a pesar de muchos- siendo mujer.

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