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Entrevista a la urbanista Malembe Dumont Copero: “Para tener ciudades mejores, hay que poner a las mujeres racializadas en el centro”

Domingo 29 de enero de 2023

LUCÍA MBOMÍO 25/01/2023 Pikara

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La urbanista Malembe Dumont Copero. | Foto: Márquez Ruiz.

La visión de Malembe Dumont Copero acerca de la justicia social nació en su infancia, cuando formó parte de uno de los experimentos más hermosos, imaginativos, democráticos y revolucionarios que ha habido en el Estado español: “La ciudad de los muchachos”. Esa simiente impregnó su manera de pensar, su formación académica y también su praxis laboral. Estudió Ciencias Políticas en la Universidad Autónoma de Madrid, después hizo un master en Estrategias y Tecnologías para el Desarrollo y una beca Fullbright la llevó a cursar una maestría en planificación urbanística en la Universidad de Rutgers, Estados Unidos.

En la actualidad está haciendo el doctorado en urbanismo en la Universidad de Cornell y el síndrome de la impostora que durante algún tiempo la acompañó ya no le pesa tanto debido a que cada uno de los pasos que ha dado como mujer migrante, afrolatina y gallega le han servido para afirmarse.

La vinculación entre raza, clase, género y vivienda es una constante en su discurso. Tal y como ella comenta, la realidad desigual que observamos no es producto de la casualidad, sino de un diseño social que siempre deja fuera a las mismas personas y las condena a padecer con más intensidad las consecuencias de la crisis climática y la insalubridad de las grandes ciudades.

Comenzaste tu camino académico graduándote en Ciencias Políticas así que, a priori, que seas urbanista ahora parece un giro enorme en tu carrera…

Claro, porque en España el urbanista, normalmente, es alguien que cursa primero arquitectura y luego hace el máster. Con todo, en los últimos tiempos también pueden encontrarse formaciones con una perspectiva menos técnica. Sin embargo, la manera en la que se estudia no es tan contestaría ni añade temas como justicia social o racial, aunque sí medioambiental.

Yo quería adquirir herramientas técnicas y prácticas en un sitio donde ciertas discusiones estuvieran más avanzadas, por lo que me postulé para conseguir una beca Fullbright en Estados Unidos. Allí, todo lo concerniente a la justicia medioambiental, cuyo origen está en las movilizaciones que han partido de comunidades oprimidas, tiene mucha historia. Esa es la razón por la que para mí era importantísimo aprender directamente de ellas.

Conseguir esa beca me ha dado la oportunidad de hacer la maestría sin preocuparme de la renta y, por tanto, de poder dedicarme a estudiar de manera exclusiva. Pero además lo he hecho en un lugar en el que hay temas como la raza, la justicia social o la justicia medioambiental que llevan muchos años investigándose e implementándose a nivel social y de políticas urbanas. Lo anterior me ha permitido trabajar mano a mano con comunidades históricamente oprimidas por políticas urbanísticas racistas y segregacionistas que, precisamente por eso, se han visto expuestas a injusticias medioambientales.

¿Cuánto dirías que condiciona la raza dónde y cómo vivimos?

Es algo central para hablar de urbanismo. La ciudad y los espacios que habitamos y que existen en el ecosistema urbano están socialmente construidos y en su diseño se han visto reflejadas estructuras y mecanismos sistémicos de opresión como el patriarcado y el racismo. Esto no es coincidencia: aquellos que han estado en el poder para tomar decisiones políticas, legislativas y de diseño de ciudades, históricamente y hasta la actualidad, son quienes están en situación de privilegio, en general, los hombres blancos.

En términos de raza, en muchos contextos alrededor del mundo, uno de los orígenes del urbanismo fue el proyecto colonial. En prácticamente todos los espacios colonizados, se dejaron infraestructuras o formas y visiones de lo que se entendía como ciudad establecidos por los colonos. A día de hoy, esos elementos perviven y siguen delimitando e influyendo en los procesos de discriminación y en cómo se mueve la gente (o no) en la ciudad, por mucho que, obviamente, antes de la presencia colonial ya hubiera formas de gobernanza urbana y ciudades.

Hay ocasiones en las que, aparte de proyecto colonial, ha habido un proyecto deliberadamente racista, como es el caso de Sudáfrica, que tuvo un diseño urbanístico segregacionista que puso la raza como excusa o motivo para la segregación espacial. Ese es el origen de muchos asentamientos autoconstruidos e informales que existen ahí. Eso explica por qué, todavía hoy, hay más personas africanas negras localizadas en esos asentamientos que carecen de infraestructuras y servicios básicos como agua, electricidad, etcétera. Una vez más, no es coincidencia sino el resultado de un diseño deliberado a través del apartheid y el modo en el que viven quienes residen ahí es consecuencia directa de la carencia de servicios básicos.

¿Y qué hay del género?

La separación de lo público y lo privado está en la raíz de cómo se diseñaron las ciudades, porque quien estaba en el espacio público y en lo racional era el hombre, de modo que era el que tomaba las decisiones. Así las cosas, las ciudades se diseñaron desde su perspectiva, debido a que la mujer, durante mucho tiempo, en ciertos contextos, pertenecía a la vivienda. Es cierto que las mujeres racializadas, negras y/o migrantes, y eso lo ha demostrado el feminismo negro y otro tipo de feminismos, estaban divididas entre lo que tenían que hacer dentro y fuera de sus hogares porque estaban al servicio de las mujeres y de los hombres blancos. Por tanto, su experiencia no se divide entre diferentes espacios, pero en términos de género, las ciudades, generalmente, han estado diseñadas por hombres, por hombres blancos, para ser más exacta.

Las mujeres, da igual el contexto, están mucho más expuestas, en general, a situaciones de pobreza. Por eso, la desigualdad las afecta de forma desproporcionalmente mayor. Luego esta la cuestión del racismo sistémico y su intersección con la clase. Para poder avanzar hacia mejores modelos de ciudad, habría que poner a las mujeres racializadas y sus necesidades en el centro. A día de hoy, su experiencia en las ciudades es opresiva puesto que no están pensadas para ellas.

Pero hay más variables a tener en cuenta…

Por supuesto. La condición migratoria (o leída como tal por la raza/etnia) resulta importantísima para establecer cómo nos movemos por el espacio público. Las identificaciones por perfil racial marcan mucho en ese sentido.

Es importante entender que cuando se habla de ciudades sostenibles, justas y saludables, obviamente, eso no aplica a todo el mundo por igual, porque si tú vas caminando tan tranquila y la policía te para únicamente por ser una persona racializada, ya no disfrutas tanto de esa ciudad, de los espacios verdes y públicos de forma saludable. No poder moverse en ese entorno de forma libre tiene un impacto en la salud de las personas.

Por otro lado está la denegación del derecho a la vivienda por cuestiones de discriminación étnico-racial y todas esas cosas que suceden cuando intentas alquilar una vivienda o comprarla. Esto ocurre en España, en Estados Unidos y en todo el mundo. Repito, no se trata de una coincidencia ya que, en prácticamente todos los contextos, las personas racializadas y migrantes están mucho más expuestas a situaciones de exclusión socioeconómica. Tener menos recursos te acaba abocando a que no te veas con opciones para acceder a cierto tipo de vivienda y a residir en espacios urbanos en los que impactan de forma más grave cuestiones medioambientales, climáticas y determinantes sociales de la salud.

Además, hay que pensar que no solo es cuestión de acceso a la vivienda sino de poder pagar la electricidad, el agua, de tener que elegir entre pagar la renta o comer… or sí misma, la vivienda es un determinante social de la salud.

¿Cómo priorizas entre la justicia económica, el derecho a la vivienda o el derecho a la alimentación, que está muy relacionado con los procesos de urbanismo e inequidad? Y no solo eso, ¿acaso el entorno que rodea tu vivienda es saludable? Porque muchas veces, por la falta de recursos, no te queda otra que alquilar en lugares que no lo son, así que te ves más expuesta a la contaminaciónl impacto climático y a cuestiones de salud física y mental.

Cada ciudad es un mundo, pero… ¿en qué aspectos se parecen y en cuáles difieren?

Da igual donde haya estado, trabajando o como turista, las personas que han estado expuestas a mayores condiciones de inequidad han sido racializadas. Eso no quiere decir que no haya poblaciones blancas pobres pero, por antonomasia y de forma sistemática, ocurre más con la gente no blanca. Además, los porqués son distintos.

Después, es cierto que una tiene que ir al contexto local para analizar cómo estas lógicas sistémicas ocurren y se han ido desarrollando en el lugar. Es fundamental conocer esas lógicas de opresión y también de reacción de las comunidades oprimidas.

Dentro del propio Estados Unidos hay diferencias. Yo he estado trabajando en la zona metropolitana de Nueva York y luego me fui a Oregón. Oregón es el único estado que incluyó en la Constitución que “no negro/ no person of color” podía vivir en la ciudad. Fue la cuna del Ku Klux Klan por lo que, en la actualidad, su composición demográfica es extremadamente blanca. Pese a que a día de hoy son bastante progresistas en lo concerniente a lo queer o a la sostenibilidad y están empezando a deconstruirse en términos de privilegio blanco, les queda mucho camino por hacer.

Para que te hagas una idea, es más diverso Madrid que donde vivía yo. Y, sin embargo, te vas a Nueva Orleans y el 90 por ciento de la población es negra.

Hiciste un trabajo en el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusets) que tenía como objetivo avanzar a una recuperación post Covid-19 justa para todo el mundo y, además, partiendo desde el eslabón más débil. ¿Cómo se hace eso desde el urbanismo?

Se hace incorporando la justicia social como un elemento central, no solo para analizar las realidades de las dinámicas urbanas, la exposición a las desigualdades o las necesidades de los diferentes habitantes de forma interseccional, sino también como una forma de entender qué es lo que hay que priorizar y qué tipo de políticas son necesarias. Si no pones en el centro la justicia social, acabas generando políticas urbanas que no hacen más que replicar las lógicas de opresión, discriminación y desigualdad que vienen del pasado y perviven en el presente.

Por otro lado, es fundamental poner también en el centro a las comunidades, especialmente a las más vulnerables, porque no se pueden generar políticas urbanas sin que las voces de las personas afectadas por las desigualdades sean escuchadas. Darles ese lugar resulta relevante, primero, para ellas, y luego para la ciudad en su conjunto, puesto que los beneficios tienen un efecto multiplicador, de modo que todo el mundo acaba por beneficiarse. Desde que soy urbanista rechazo la tendencia a ntender el urbanismo únicamente desde el conocimiento técnico que viene de las universidades y que, a sus ojos, solo implementan quienes trabajan para entidades públicas y consultorías. Para mí, las comunidades son urbanistas porque están autoconstruyendo sus viviendas e infraestructuras, cosa que los gobiernos locales, mayoritariamente por diseño, no han puesto a su disposición.

El conocimiento se genera de las propias comunidades en interacción con el espacio urbano que habitan e incluso con la naturaleza. Así pues, ¿cómo dejar fuera saberes tan importantes? Si pones el foco en las comunidades más deprimidas estás poniéndolo en la ciudad en su conjunto.

Después, se hace trabajando de forma interdisciplinar, no solo entendiendo que el urbanismo viene, según el contexto, desde la planificación urbanística, sino también de la salud pública (ahí está su origen, de hecho) y luego trabajando con otros departamentos como medio ambiente, igualdad de género, etcétera. Hay que entender la ciudad en toda su complejidad.

A mí me ha llamado la atención ese trabajo porque pienso que en un montón de ciudades no se ha reflexionado acerca de la era post Covid-19. ¿Consideras negativo que estemos actuando como si nada hubiera pasado?

Por supuesto, es muy negativo. Hay que tener en cuenta que las personas que más se vieron afectadas por la Covid-19 son aquellas que ya estaban más expuestas a las desigualdades sociales que se encuentran en las ciudades, ya sea a nivel medioambiental, climático o al derecho a la vivienda, por poner algunos ejemplos. Lo que hizo la pandemia fue sobreenfatizar esas desigualdades. No debemos olvidar que hubo gente que no tenía una casa en la que encerrarse o lavarse las manos.

No reflexionar sobre todo esto es pernicioso porque no solo niega la existencia de las desigualdades que existen en nuestras ciudades y a las personas que mayoritariamente están expuestas a ellas, sino que también omite el impacto de la Covid-19 en la amplificación de las mismas. Es como ignorar doblemente una realidad que, en muchos casos, ya era extrema.

En la actualidad, te estás doctorando en Estados Unidos, ¿cómo ves la situación de España desde ahí?

La Cañada Real, por ejemplo, la tengo muy presente desde siempre, pero en Madrid no hace falta ir hasta allí para observar diferentes expresiones de informalidad en la vivienda. Pese a ser gallega, yo he residido en Puente de Vallecas, un lugar en el que habitan personas de clase obrera y migrante. Ahí hay gente que no tiene electricidad o que tiene que ocupar los bajos de los edificios nuevos que han construido por la creciente gentrificación.

Sin embargo, existe la tendencia de negar la existencia de ciertas realidades en contextos del norte global. Lo cierto es que, de forma predominante, por procesos de urbanización y por herencia de colonización y otras dinámicas, ocurre más en África, Asia o Latinoamérica, pero eso no significa que no ocurra en Francia, en España o en la frontera de Estados Unidos con México, por poner algunos ejemplos.

Mi lucha desde la academia y como activista comunitaria está en trabajar codo con codo con las comunidades más oprimidas (en unirme a su lucha) para mejorar sus condiciones de vida y avanzar hacia una mayor justicia socio-medioambiental y de salud urbana en nuestras ciudades.

¿Te planteas volver a España?

Tengo una responsabilidad social con España por muchos motivos, pero también nací en Venezuela. Soy afrovenezolana y mi identidad es doble. Luego he tenido la oportunidad de viajar por muchos países del mundo y mi vocación es trabajar donde estén las comunidades históricamente oprimidas. Me planteo cómo trabajar con ellas, cómo servir de puente entre las comunidades y las políticas urbanas para transferir el conocimiento comunitario y transformarlo en políticas urbanas.

Para mí es esencial aportar al urbanismo en España y problematizar ciertas conversaciones que aún no están presentes pero que son esenciales para avanzar a mejores ciudades para todo el mundo y luego para esas personas que viven en asentamientos como la Cañada, Lepe o sitios como Puente de Vallecas, mi barrio.

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