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Entrevista a Marta Vergonyós directora del Centre de Cultura de Dones Francesca Bonnemaison:"En la cultura, el modelo androcéntrico no sirve porque sólo cuenta una parte del mundo sesgada y opresora"

Lunes 2 de enero de 2023

BARCELONA 01/01/2023 EMMA PONS VALLS Público

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Acto del 20 aniversario de la Bonne. — Pepa Vives / CEDIDA

El Centre de Cultura de Dones Francesca Bonnemaison, la Bonne, celebra este año el 20 aniversario y lo hace reivindicándose como un polo creativo feminista imprescindible en Barcelona y en todas partes: "Es un punto de referencia, aquí e internacional, y eso se sabe".

Su directora, la artista visual Marta Vergonyós (Girona, 1975), destaca la vigencia del proyecto pese a la eclosión feminista de los últimos años. "Cultivamos otro imaginario a través de creaciones artísticas que ponen el foco en todas aquellas temáticas o comunidades que quedan en un ángulo ciego", señala.

Con más de 3.000 asociadas y 94 entidades socias, "la habitación propia de Barcelona" –lema del aniversario– impulsa la creación artística en el ámbito de las artes visuales, literarias y escénicas desde la perspectiva del feminismo interseccional: "Lo hemos hecho construyendo una comunidad muy heterogénea pero muy sólida y viva. La Bonne no se entiende si no es desde esta noción de ecosistema particular".

Aunque nombres como Carla Simón o Rosalía hayan definido el panorama creativo catalán en 2022, la labor del centro sigue "más vigente que nunca". Más allá de una supuesta igualdad de oportunidades –aún no real–, Vergonyós reivindica que "la cosa no iba de igualar a las mujeres a un modelo que no sirve. En la cultura, el modelo androcéntrico no sirve, porque sólo explica una parte del mundo, sesgada, limitada, opresora".

Más allá de las dos décadas de vida, la Bonne celebra otros dos aniversarios: los 150 años del nacimiento de la mujer a la que debe su nombre, Francesca Bonnemaison (1872-1949, Barcelona), y los 100 años de la Biblioteca Popular de la Mujer, fundada por esta pionera de la educación femenina.

¿En qué momento llegan estas efemérides para la Bonne?

Pues justo ahora debe firmarse el convenio (de uso de espacios) con la Diputación y siempre hay tensión, hay reticencia por parte de la institución porque somos un organismo independiente y queremos preservar esta independencia. Cuando Francesca montó esto, no era un espacio político institucional, era un espacio que venía de la sociedad civil.

¿Cómo dejó de ser un espacio para las mujeres y cómo se recuperó?

Cuando llega la Guerra Civil, Francesca se exilia y cede esto a la Diputación, pero con una cláusula que establece que debe utilizarse siempre para lo que lo ha creado. Pasa la dictadura, cuando se instala aquí la sección femenina, y en democracia se hace el Institut del Teatre. Cuando se traslada, Isabel Segura, una historiadora feminista, encuentra esta cláusula en el archivo. Empiezan a correr las voces que este edificio debe volver a ser para las mujeres. Más de 80 entidades firman el manifiesto y comienzan las negociaciones con la Diputación, que acepta pero dejándonos sólo la segunda planta.

Posteriormente esto se amplía. El Centre de Cultura siempre se queda en ese estado de peligrosidad, nunca sabes si le renovarán el convenio o no. Cada cuatro años, con la nueva legislatura, debemos volver a explicar por qué es importante la Bonne.

¿Que no renueven el convenio es una opción?

Siempre tenemos ese miedo. Nos han dicho que se renovará a 15 años, pero mientras tanto, en la planta inferior hay dos teatros que la Diputación alquila. Hace un mes se celebró un acto del PP contra los okupas, vino Alberto Núñez Feijóo. Tienen la idea de alquilar estos espacios públicos para sacarle una rentabilidad económica, mientras nosotros seguimos reivindicando que sea un espacio feminista. No estamos cómodas, porque nosotras estos teatros los cedemos a las entidades, gratuitamente, por supuesto, porque son para las mujeres de Barcelona. La Diputación los alquila por 2.500 euros. Aquí hay esta tensión entre la privatización de un espacio público y nosotras que estamos recordando que es un espacio feminista que debe ser de acceso libre, y hace ya 20 años de esta tensión. La Bonne es un punto de referencia, aquí y a nivel internacional, y eso se sabe.

¿La Diputación no se pone el centro a favor?

Siempre existe esa sensación de querer que el espacio sea institucional y controlado. Políticamente no interesa porqué somos un organismo independiente y siempre hemos defendido que todos los feminismos son bienvenidos, mientras que la política de partidos es otra. La Bonne ha hecho una práctica muy despolitizada de los partidos: Este es un espacio de los feminismos de la ciudad y de todas partes.

¿Cómo lleva eso a la práctica?

En los últimos 10 años, cuando entramos el equipo que estamos ahora, empezaba la crisis, que arrasó con el sector de la cultura. Nos recortaron el 90% del presupuesto y nos reinventamos. De esta reinvención también cambiamos la forma de entender la Bonne como un centro de creación y un espacio de encuentro de los feminismos. Hoy en día creo que está en las mentes de todas. Trabajamos desde la práctica feminista, y desde el feminismo interseccional, por ejemplo, en la Bonne está el Sindicato de Trabajadoras del Hogar.

¿De qué forma está presente hoy en día la labor de Francesca Bonnemaison en el centro?

Ella entendió que la cultura era una herramienta y una potencialidad importantísima. Una de las cosas esenciales en el ADN de Bonne es haber tenido claro que los feminismos, más allá de reivindicar un mundo despatriarcalizado, lo imaginan de otro modo, un mundo donde las personas feministas tengamos un espacio con más posibilidades.

Cultivamos ese otro imaginario a través de creaciones artísticas que ponen el foco en todas aquellas temáticas o comunidades que quedan en un ángulo ciego. Una cosa es salir a la calle y hacer una mani, y otra es generar piezas de creación, como películas, trabajos de investigación, que te estén diciendo lo mismo. Esto es algo que Francesca tenía claro y también que la formación era clave. La academia, la universidad, cumple unos objetivos, pero hay otros que no. Si quieres hacer un documental de creación con perspectiva feminista sólo puedes hacerlo en la Bonne.

Este año se han puesto en marcha nuevos proyectos, como el Premi de Poesia Francesca Bonnemaison.

Se han presentado 70 propuestas, un éxito. Desde el año 1924 aquí se hacía un certamen literario, Francesca Bonnemaison con Dolors Monserdà, Clementina Arderiu... En la entrega del premio leímos una carta que le escribe Francesca a Caterina Albert, Víctor Català, pidiendo que le que haga de jurado. 100 años después hacemos este premio, y nos encontramos con que sigue siendo un territorio donde las mujeres tienen muchas cosas que aportar, donde hay una producción muy fértil pero no hay espacios que posibiliten ni una primera edición ni una visibilización. Hacemos una genealogía directa del ciertamente literario y ha sorprendido bastante.

¿Ha cambiado el trabajo del centro en 20 años?

Ha cambiado mucho. Cuando empezamos con la reivindicación del espacio, el feminismo se entendía sólo como un ’ismo’ del territorio de los activismos, no se entendía como una potencialidad vinculada a la creación. Había artistas feministas, pero la mayoría de referentes que teníamos eran de los 70 en Estados Unidos. Había pocas referencias de artistas catalanas feministas, no por qué no las hubiera, sino porque estaban muy en los márgenes. Cuando empezamos a reivindicar un centro feminista de creación, la pregunta era ’¿por qué? si la creación no tiene género’.

Desde 2018 el feminismo se ha vuelto mucho más mayoritario, ¿cómo lo valoráis?

En los últimos cinco años ha habido un tsunami feminista. Es interesante, pero ha habido mucho marketing, mucha efervescencia y ha estallado mucha demanda. Necesito perspectiva histórica para ver qué es lo que ha quedado. Si esto ha impregnado el tejido emocional y político o si ha sido esa capacidad que tiene el sistema patriarcal capitalista de absorber contenidos y banalizarlos.

¿En este tiempo habéis detectado más interés por el centro?

Está claro que lo que era un proyecto que podía parecer una excentricidad, ahora ya no tiene ni que justificarse y es un punto de referencia. De repente todas las nuevas generaciones tienen súper incorporados los feminismos y tienen ganas de formarse. Es importante que esté la Bonne, este punto de encuentro. Antes estaba todo el rato en cuestionamiento, ahora es incuestionable, pero al mismo tiempo ahora hay otra perversión, la de quienes dicen que ya no hace falta, porque ya hay igualdad de oportunidades y directoras que están triunfando.

¿No es así?

La cosa no iba de igualar a las mujeres a un modelo que no sirve. El modelo androcéntrico no sirve, porque sólo explica una parte del mundo, sesgada, limitada, opresora. La cosa iba de transformarlo y hacerlo de otra manera, darle la vuelta, no igualarnos a nada. Por tanto, para mí sigue siendo de una vigencia y necesidad absoluta. Debemos ver en los próximos 15 años cómo se resignificará un proyecto como éste. Lo que veo es que esta habitación propia, que todas las creadoras necesitamos, sigue siendo necesaria.

¿Qué aporta el hecho de que Carla Simón o Rosalía hayan tenido un éxito mundial?

Aporta referentes pero no deja de estar en la lógica de la excepción. Hay una Carla Simón, una Rosalía. Son referentes importantes, pero ¿hasta qué punto esto posibilita que otras muchas creadoras tengan acceso a estos espacios? Existe una dinámica muy perversa del punto cero: siempre parece que volvemos a empezar. Internet ha borrado muchísimo la genealogía. Ha dado acceso, pero la búsqueda inmediata ha hecho que se vaya menos a los archivos, a las fuentes. Si no se generan nuevas formas de comprender el mundo, y las mujeres creadoras no tenemos un papel importante en ello, siempre será un relato insuficiente.

¿Por qué es importante tener un espacio sólo para mujeres creadoras?

Aporta referentes, porque de repente te referencias una a la otra. También ver que puedes estar en el mundo y generar creaciones sin mediación masculina. Y algo muy importante de la Bonne es que es un espacio seguro y tranquilo, libre de las dinámicas que te encuentras casi siempre fuera de la habitación propia. Me gusta pensar que aquí circulan dinámicas de complicidad y no de competitividad, que reina en todas partes.

¿Cómo ha logrado el feminismo permear en la cultura?

La cultura parecía un espacio sagrado libre de cualquier mancha que tuviera que ver con desigualdades, el territorio de las artes parecía ser apolítico. Y de repente han pasado muchas cosas: ha habido una Andrea Ros que ha hecho caer a Lluís Pasqual (exdirector del Teatre Lliure], una escuela de Lleida [abusos en el Aula de Teatro de Lleida)... El Me Too ha cogido diferentes formas, y en el ámbito de la cultura se sabe que no hay impunidad. Se ha hecho evidente que el mundo de la cultura no es un lugar en el que no hay sexo, raza ni clase.

El territorio de la cultura está igualmente condicionado, y el hecho de que haya habido más presencia de mujeres y que el feminismo haya eclosionado de esta forma por un lado ha hecho que haya cosas que ahora son irrefutables, porque estamos contabilizando: sólo hay un 13% de mujeres artistas en los museos.

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La directora de Bonne, Marta Vergonyós, durante el acto de celebración de los 20 años.. — Pepa Vives / CEDIDA

¿Y más allá de las cifras?

Creo que es importante destacar que hay cosas que ya no tienen vuelta atrás. Para las nuevas generaciones hay cosas que se dan por supuestas, y por tanto no puede haber un retroceso, porque se defenderá con los dientes. Pero al mismo tiempo existe una batalla muy grande por el relato: a veces, algunos relatos aparentemente feministas están contaminados de un nihilismo que no es pertinente. Es importante poner el termómetro en los márgenes. Algo que hemos aprendido en la Bonne es que no hay un centro, sino muchos. Y entender que existe esta circulación entre diferentes espacios de influencia, que son generadores de nuevas realidades. Es un aprendizaje clave para los feminismos.

¿Cuáles son las principales metas conseguidas en estos 20 años?

Que la Bonne exista; estar aquí en 2022 ya es un hito importante. Y después, haber conseguido ser una geolocalización imprescindible en el mapa mental de las mujeres de la ciudad o de las mujeres creadoras con interés en los feminismos y la creación. También haber constatado y demostrado que construir un espacio específico como éste es clave para poder crear otras cosas, crear cosas que, si no, no pasarían. Educar miradas que, si no, no mirarían de otra forma. Y, sobre todo: todo esto lo hemos hecho construyendo una comunidad muy heterogénea pero muy sólida y viva, de creadoras y activistas. La Bonne no se entiende si no es desde esta noción de ecosistema particular.

¿Cómo encaráis el futuro?

Como centro de creación está bastante consolidado, tenemos ahora el programa de residencias. Y trabajaremos bastante con la idea de la escuela feminista de las artes, de cara a 2024. Que estas formaciones que hasta ahora hemos ido haciendo, las estructuremos con un programa, ciclo formativo, desde esta perspectiva y práctica feminista. Faltan espacios de formación que no estén inscritos sólo en la dinámica universitaria, académica.

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