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El machismo como enfermedad de la novela negra española

Viernes 1ro de abril de 2016

Juan Carlos Galindo El País 01-04-2016

La polémica desatada a raíz de la ausencia de mujeres entre los finalistas de todos los premios que se entregan en la Semana Negra de Gijón ha servido para visibilizar un problema que estaba ahí, vivo y más o menos ignorado. De todas las formas de machismo, la más peligrosa es la que obra por la inacción, la apatía o la ignorancia. La Semana Negra dista de ser un festival machista, pero lo que ha ocurrido nos obliga a ampliar el foco y preguntarnos hasta dónde llega el mal.

Para ello hemos hablado con Carlos Zanón y Alexis Ravelo, los dos últimos ganadores del Hammett en Gijón; con Cristina Fallarás, la única mujer que lo ha ganado en 29 años de historia del festival; con otros autores, hombres y mujeres, como Toni Hill, Nieves Abarca, Rosa Ribas o Berna González Harbour. Y, por supuesto, con Ángel de la Calle, director de la Semana Negra. Lo que viene a continuación es la radiografía de una situación, la descripción de un mal en todas sus vertientes, incluidas las más ocultas.

“La polémica me parece necesaria. Algunos se sorprenden de que haya estallado de esta manera y argumentan que otros años también hubo pocas obras escritas por mujeres entre las candidatas a los premios. Pero es que la rotundidad del cero de este año ha hecho estallar un malestar que venía incubándose desde hacía tiempo. No hacía la Semana Negra en concreto, sino en el mundo literario y, particularmente en el mundo de la literatura de género negro” sentencia desde Alemania Rosa Ribas, finalista del Hammett con mención especial el año pasado por una obra escrita con Sabine Hofmann, para abrir fuego.

“La novela negra es machista, siempre lo ha sido. Y la novela negra española por extensión también. Es un género que habla sobre la violencia y esta es esencialmente masculina. Pero podría ser por ejemplo un vehículo de denuncia del patriarcado”, analiza para EL PAÍS Alexis Ravelo. “No creo que sea un festival machista. Me he visto allí en actos de defensa de la mujer. No es un problema de machismo sino de una organización que siempre ha estado dominada por un mundo masculino”, aclara el escritor canario. Carlos Zanón, último premio Hammett, piensa de manera similar: “Es una torpeza de un sustrato machista que sigue en todas partes, en festivales literarios, en el país. Ha estado bien porque ha visibilizado un problema”, resume desde París.

Cristina Fallarás apunta directamente a la raíz del drama. “Claro que hay mujeres que han escrito libros que merecen estar ahí, pero tiene que haber voluntad de leerlas. Hay un micromundo macho que no está interesado. Cuando gané el Hammett fue extraordinario: no sólo fui el único sino que además era con un libro sobre la maternidad. La mujer se enfrenta la novela negra de una manera menos heterodoxa y eso en un mundo cerrado no interesa. El lector se está alejando de eso. A la mayoría de lo que están nominados les gustaría vender la décima parte de lo que venden Dolores Redondo o Fred Vargas. Es una cuestión del petit comité de los frikis de la novela negra, que como los frikis de todo, son ultraortodoxos”.

“España, aún, es un país machista. En términos literarios, también. Mucho se ha hablado estos días de la ausencia de nominadas en los premios de la Semana Negra de Gijón, pero se podría hablar durante horas sobre la ausencia de premiadas en todos los géneros”, resume Nieves Abarca. ¿Cómo se eligen los finalistas?

La elección del jurado y la forma de elegir a los ganadores entra en juego. Preguntado por este periódico, Ángel de la Calle, director de la Semana Negra, lo explica: “Si hay este revuelo es porque los premios tienen prestigio, porque si no lo tuviesen no lo habría. Y lo tienen porque se dan sin admitir nunca presiones de los editores ni de nadie. Desde hace unos años, las novelas y libros de no ficción finalistas a los premios que se fallan en la SN (Hammett, Rodolfo Walsh, Memorial Silverio Cañada, Celsius y Espartaco) son elegidos por las propuestas de escritores, lectores y críticos especializados, cada año distintos, que proponen sus títulos preferidos. Sumando los votos recibidos resultan las obras finalistas; obras, ya que se vota un libro de no ficción o una novela, no autores. Ha habido años, como este, en que ninguno de los títulos finalistas ha sido obra de escritoras, otros en que solo el libro de una autora fue finalista, otros en que varias obras de escritoras lo fueron. Evidentemente, podríamos haber hecho trampa y quitar alguno de los libros finalistas para poner en su lugar el de una de las escritoras, pero no manipulamos los votos, ni los resultados”.

Ahora bien, la polémica ya ha cambiado algo y De la Calle admite que van a incluir a más mujeres entre quienes eligen: “Los que han participado en las propuestas para los finalistas han votado siempre, indistintamente, a escritores y escritoras. Aunque en lugar de 50 participantes en la votación fuesen 100 ¿se alteraría el resultado? No sé, vamos a tratar de mejorar el sistema, si es que es posible, pidiendo quizá más opiniones a escritoras, pero nada garantiza que resultados así no se produzcan. Sí vamos a incluir más presencia de escritoras en los jurados, que esto si podemos hacerlo”. Un sistema en cuestión

Las críticas a la manera de elegir a los miembros de ese jurado y sus decisiones posteriores son constantes. Valgan tres muestras:

Rosa Ribas: “Los premios de la Semana Negra han puesto de relieve que los asesores del jurado han ninguneado las obras escritas por mujeres. No veo maldad en ello, sino algo mucho peor, ignorancia y desprecio. Mientras que las escritoras, críticas, blogueras... no suelen hacer distinciones en sus lecturas, hay muchos hombres que no leen obras escritas por mujeres. Y, además, desgraciadamente, hay bastante grupalismo masculino en este mundo”.

Toni Hill: “Hay que diferenciar el festival de los premios. El festival no es machista, los pre jurados y la selección de nominados lo son claramente. Quizá, si queremos ser buenos, son machistas por omisión. Es decir, no es que crean que las mujeres escriben peor, sino que lo suyo es distinto, menos negro. Añado sin problemas que solo buscando el premio Hammett en Wikipedia se ve que es más un problema de amiguismo que de machismo. Yo no creo que sea lógico que autores como Lorenzo Silva o Alicia Giménez Bartlett y un largo etcétera no tengan el premio”.

Nieves Abarca: “Hay muchas formas de decirte que no vales, o que no eres bienvenida. La forma más sutil es la de ningunear tu existencia. Si escribes novelas y tus novelas no son nombradas, ni valoradas, entiendes que no lo estás haciendo bien. Pero… ¿es eso verdad? ¿Las mujeres están haciéndolo mal? ¿Tan mal que no merecen ni una mísera nominación a los premios de la Semana Negra? No lo creo”. No al paternalismo

Sería muy fácil solucionarlo si el problema estuviera circunscrito a lo que ha pasado en Gijón. Ahora bien, como se ve el asunto va mucho más allá, aunque hay festivales donde va habiendo sitio para la mujer en su palmarés. Pero, insistimos, las nominaciones son solo un síntoma.

El paternalismo a la hora de buscar una solución es rechazado tan rápido como florece y vuelve a florecer para volver a ser rechazado. “La mujer no necesita nada para que se la visibilice. No lo necesita Fred Vargas, no lo necesitó Patricia Highsmith, tampoco Dolores Redondo. El problema es que hay que leerlas. Es un ejercicio que no se hace por prejuicios y porque es más cómodo: llamar a los amigos y beber cervezas todos juntos en cualquier festival. Las mujeres no necesitan ningún festival”, sentencia Fallarás con su habitual intensidad. Abarca ataca con un tono similar: “Ya, las escritoras de noir somos menos, pero existimos, más allá de manifiestos y proclamas. Lo único que hace falta es dejar de considerarnos delicadas flores a las que hay que proteger y leer con cierto cariño, chicas a las que ofrecer mesas redondas sobre mujer y conciliación familiar, y femicrimen, como si fuésemos animalitos de feria. Premios para chicas, como un premio junior. No, gracias”.

Rosa Ribas completa la perspectiva: “En primer lugar habría que dejar de hablar de "la mujer" como si eso existiera. Se trata de autoras, de individuos que actualmente están cultivando el género de formas muy diversas, desde la novela de enigma hasta las formas más descarnadas y brutales pasando por la novela más política. Por eso creo que no tienen sentido las mesas con títulos como "Las mujeres en la novela negra". Parece evidente, pero no lo es. Los festivales siguen proponiendo las mesas "de mujeres" y después los escritores ya hablarán de los temas serios y duros. Tampoco creo que sean necesarios los premios de novela para obras escritas por mujeres, como se está proponiendo en otro festival. Eso es perpetuar la marginación” ¿Qué pasa con las cuotas?

Tampoco parece la solución. “Apoyo a las autoras que reivindican no una cuota paritaria sino jugar en la misma liga con los mismos derechos”, defiende Hill. “No se trata de buscar una paridad impostada sino que se empezase a incluir en las tomas de decisión a las mujeres. “La igualdad no se alcanzará hasta que no haya mujeres mediocres en altos cargos”, comenta Ravelo para poner un ejemplo.

Pero quizás ha sido Berna González Harbour quien lo ha dejado más claro en su perfil de Facebook, en un decálogo que no permite lugar a dudas. El punto 8 dice así: “No defiendo la presencia de la mujer por cuotas, pero sí la constante necesidad de la concienciación. Solo la conciencia de las carencias nos puede llevar, por ejemplo, a hacer jurados (o prejurados) prioritarios y a pedirles unos mínimos criterios éticos de igualdad. Así actuamos algunos en nuestros puestos de responsabilidad y, sin imposiciones ni cuotas, hemos logrado avances. Por ejemplo: cuando pido clasificaciones de libros suelo sugerir que se tenga en cuenta la presencia de mujeres, de latinoamericanos o de ensayo o poesía, para corregir las exclusiones habituales que suelen producirse en una primera reacción”.

El 9 y el 10 completan el análisis:

9) La Semana Negra de Gijón es masculina y machista. Pero no solo. Que no haya sido nunca premiada Alicia Giménez Bartlett o Claudia Piñeiro es solo comparable a que no lo hayan sido Lorenzo Silva o Toni Hill. Posiblemente ninguno de ellos responde al esquema que mola en Gijón. No importa. El público está con ellos y con nosotras, aunque quienes deciden en Gijón no lo estén. Y somos libres para denunciarlo en Facebook, como estamos haciendo muchos estos días, también hombres. Gracias.

10) Me encanta vuestro público, vuestro festival y vuestra ciudad, pero esto no. No así. El mundo ya es otro y la Semana Negra de Gijón debe ser otra. Hasta entonces.

Ángel de la Calle defiende el carácter abierto, feminista y de lucha por la igualdad de la Semana Negra: “La mujer ha tenido una importancia en la SN que resumiré en dos o tres cosas. El año pasado hubo toda una línea narrativa y de actos sobre la violencia contra la mujer en la novela en español, dirigida por la hispanista Cathy Fourez, donde estaban (cito de memoria) Rosa Ribas, Mercedes Rosende...; hace dos años hicimos el acto de reunir 200 pares de zapatos de mujer contra la violencia machista; antes la campaña El amor no es la hostia y fuimos los primeros en España en traer a Sanjuana Martínez para hablar de los feminicidios en Ciudad Juarez, los periodistas nos preguntaban qué era eso y dónde quedaba Ciudad Juarez. Y suma y sigue. Este año ya ves que se hace hincapié en la importancia actual de las novelistas en el género y se dan los primeros nombres de una larga lista de invitadas. ¿Dónde está el machismo? ¿En las novelas? ¿En los autores? ¡Pero en nosotros!”

El problema es evidente y la novela negra no escapa al machismo que impera en España. Quizás incluso al contrario. González Harbour lo clava en el punto cinco de su decálogo: "La ausencia de mujeres en la lista de finalistas a todos los premios de 2016 (en Gijón) confirma un machismo que es común en nuestra realidad: los hombres suelen elegir hombres y algunas mujeres también y la visibilidad de las mujeres no es habitual en universos pesados, antiguos, rancios y masculinos”.

Queda mucho por hacer pero aquí se han recogido opiniones, críticas y alguna propuesta. Bastaría con empezar por no ignorar, por leer, por mirar más allá y por atreverse a hablar de lo que no funciona. Viva la polémica.

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