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Cine: Desmontando a ‘Julieta’

Viernes 29 de abril de 2016

La última película de Almodóvar aburre, y mucho. Estoy cansada de la glamurización del sufrimiento y la culpa.

La filmografía de Pedro Almodóvar desata pasiones. Tanto las altas que consideran su obra como el culmen de la modernidad y alaban su visión feminista de la realidad, como la bajas, que consideran que su obra no hace sino reforzar los estereotipos de género más rancios e incurren en la misoginia más atroz. Dadas las filias y fobias que despierta el cineasta, para hablar de ‘Julieta’, su última película, hemos decidido contar con dos miradas y voces píkaras que tienen una visión muy distinta de ‘Julieta’. Con la de María Castejón Leorza, nuestra crítica cinematográfica y con Carlos Bouza, responsable de la sección #MúsicA.

Pikara María Castejón Leorza 27-04-2016

Tras una dilatada carrera respaldada por un éxito internacional más que notable, llega ‘Julieta’, la película número veinte de Pedro Almodóvar. A lo largo de toda su filmografía, Almodóvar se ha decantado por construir un peculiar universo femenino repleto de mujeres protagonistas que han ido asumiendo, conforme evolucionaba su obra, diferentes roles y modelos, bajo un denominador común: el exceso.

‘Julieta’ es una película excesiva y sobria al mismo tiempo, protagonizada por una mujer atormentada que vive instalada en el sufrimiento y en la culpa. Almodóvar sigue con su tendencia de rodar películas protagonizadas por mujeres a las que les resulta muy difícil ser felices, con una factura cinematográfica impecable llena de belleza visual y elegancia, con una estructura que necesita de la implicación del público por los saltos temporales y los secretos. Lo de casi siempre. Almodóvar no va a defraudar al público que acuda a ver ‘Julieta’ y busque su particular visión de las mujeres.

De la libertad a la culpa

En este particular viaje de la heroína, que nos recuerda más a un vía crucis que a un viaje heroico, destacan Julieta (interpretada por Adriana Ugarte y Emma Suárez) y una serie de personajes secundarios. Julieta es una mujer independiente, sin grandes traumas pasados: su padre no la ha violado en su más tierna infancia; ningún hombre la ha abandonado ni destrozado la vida. Pero, como buena protagonista almodovariana, ve truncada su felicidad por una fatalidad.

Esta fatalidad supone de forma inmediata que se vea abocada al sufrimiento. No se trata de un sufrimiento que ella haya propiciado de forma directa, pero siempre queda la duda de si lo habrá hecho de forma indirecta. Y en este vacío Julieta sufre y sobre todo se siente culpable. Una culpa, aumentada por silencios, medias verdades y secretos que destroza la relación que tiene con su hija Antía. Esta relación entre madre e hija nos remite de nuevo a los vínculos maternofiliales dolorosas y dramáticas y a dos personajes atormentados que no son capaces de coincidir. Únicamente otra desgracia hará que la relación entre madre e hija ¿pueda? restablecerse tras años rota.

Almodóvar nos remite de nuevo a la amistad femenina como estrategia de supervivencia: los apoyos son Ava (Inma Cuesta), escultora amiga de Julieta, y Bea (Michelle Jenner) la amiga de Antía que la ha cuidado cuando Julieta no podía consigo misma.

No falta el personaje cercano a las raíces rurales. Marian (Rossy de Palma) recuerda más a la adusta ama de llaves de Rebeca (Alfred Hitchcock, 1940) que a los personajes que interpretaba la recientemente fallecida Chus Lampreave -alter ego de Francisca Caballero, madre de Almodóvar-, que inspiraban sabiduría, mala leche, rebeldía suprema, ternura y muchas dosis de empatía. Ella es la máxima garante del orden patriarcal y quien inocula la culpa a las protagonistas. La ruralidad, que también vemos en el entorno paterno de Julieta, ya no es la idílica solución a todos los problemas femeninos. Ya no se glorifica el universo doméstico en el que tanto le ha gustado recrearse el cineasta.

Masculinidades patriarcales, caducas y secundarias

Las figuras de bronce, terracota y barro, con esa posición central del falo que esculpe Ava, anuncian una construcción de la masculinidad muy patriarcal y caduca. Xoan (Daniel Grao) y Samuel (Joaquín Notario), el padre de Julieta, no hacen felices a sus mujeres, a las que traicionan de forma recurrente, como si se tratara de un hábito que asumen con cierta fatalidad. Son masculinidades secundarias muy estereotipadas pero necesarias para que los personajes femeninos tengan conflictos y evolucionen. Frente a ellos, Lorenzo (Darío Grandinetti) asume una masculinidad amable, comprensiva y cómplice.

¿Misógino o genial retratista de mujeres?

Me resulta difícil hablar del cine de Pedro Almodóvar. Como espectadora y especialista tengo una relación muy conflictiva con el cineasta, ya que ha sido capaz de retratar como pocos a personajes femeninos rompedores y subversivos, mientras que al mismo tiempo naturalizaba y envolvía en lirismo el sufrimiento, la culpa y, lo que es más grave, diversas violencias de género. Llego a ver ‘Julieta’ aburrida de su obra, de sus repeticiones respecto a las representaciones de género y de su aparente capacidad de retratar personajes femeninos.

Almodóvar fue un cineasta muy transgresor en sus primeras películas, llenas de mujeres modernas, mujeres que decidían sobre sus destinos, mujeres activas sexualmente, mujeres ninfómanas, monjas irreverentes drogadictas e insumisas, amas de casa machacadas y acabadas que renovaron el imaginario colectivo de una forma radical. Tampoco nos podemos olvidar de sus desnaturalizadas madres, que inciden en esta renovación, por muy odiosas que puedan resultar.

Incluso en su deriva melodramática, cuando se decanta por un tipo muy concreto de mujeres -mujeres excesivas, que padecen y se desmoronan, como la Leo (Marisa Paredes) de La flor de mi secreto– existe cierta grandeza. Y aquí reside uno de los mayores peligros: la glamurización del patetismo y victimismo, porque este patetismo y victimismo siempre obedece a patrones desiguales. Porque la culpa y el sufrimiento (ese “sufrir por amor”) son construcciones patriarcales de la realidad en la que Almodóvar se ha instalado e incluso se regodea.

Esta tendencia choca con la idea preconcebida de que las mujeres Almodóvar son rompedoras. Todas ellas son valientes. Para superar la culpa y el sufrimiento hace falta mucha valentía y mucha fuerza, tanta, que hay ocasiones en las que no la encuentran e incluso no poder afrontar las dificultades supone cierto derecho femenino a la disidencia y a la insumisión. Pero, no hay nada de heroico ni rompedor, ni subversivo en superar los mandatos patriarcales al os que Almodóvar aboca a todas sus heroínas. Pedro, eres libre –de hecho creo que eres el único que a día de hoy te lo puedes permitir- de construir las heroínas que te dé la gana y te motiven, faltaría más. Pero ya no nos ponen en absoluto esos patrones tan desiguales que caen en los binarismos de género más básicos y burdos. Porque las mujeres no hemos nacido para sufrir ni los hombres para hacernos sufrir. Afortunadamente la realidad es más compleja. Nos aburre tanto planteamiento maniqueo y desigual.

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