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Amina Hussein, los ojos que nos hacen ver el horror de Rojava

Miércoles 11 de diciembre de 2019

La periodista kurda expone la situación de Rojava, el Kurdistán sirio, donde los ataques turcos han provocado ya más de 400 muertes y el desplazamiento de más de 300.000 personas.

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La periodista kurda Amina Hussein (Noelia Román)

Noelia Román 09-12-2019 La Marea

Los ojos de Amina Hussein son grandes, oscuros y hermosos. Se mueven con rapidez, y, a menudo, se pierden en un punto indeterminado. Pero no descansan. Recuperan, cual reproductor, las imágenes que desde hace dos meses atormentan a la periodista e intérprete kurda afincada en Barcelona.

Son pueblos y ciudades destruidas. Coches bomba que siembran muerte. Niños que conviven con la guerra. Miles y miles de personas desplazadas de su hogar en Rojava. Más de 300.000, según los últimos datos, que también hablan de más de 18.000 refugiados y refugiadas en el Kurdistán iraquí, más de 400 muertos y unos 1.500 heridos.

Son las víctimas del ataque perpetrado por Turquía sobre el Kurdistán sirio horas después de que el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, decidiera retirar sus tropas del territorio en los primeros días del pasado octubre.

Son aquella gente que sufre y muere en el norte de Siria y que, según Hussein, “nadie en el resto del mundo quiere ver”.

“Desde que empezó el ataque el 9 de octubre, hubo más de ocho atentados con coches y motos bomba en diferentes ciudades del norte de Siria. En mi ciudad, tres coches bomba estallaron en un mismo día en cuestión de 10 minutos. Murieron ocho personas. Y la amenaza sigue porque muchos terroristas del Dáesh se escaparon de las cárceles y el grupo se está reorganizando”, cuenta a La Marea la periodista kurda.

“Pero nadie hace ni dice nada. No sé si es por presión de Turquía o porque los gobiernos europeos no quieren dañar su relación con un miembro de la OTAN ni ver cómo [el presidente turco Tayyip] Erdogan vuelve a amenazar con abrir sus fronteras. La ONU tampoco quiere investigar el uso de armas químicas”, denuncia Hussein desde Barcelona, consciente de “lo difícil y peligroso que resulta informar de lo que está sucediendo desde Turquía”.

Ella estaba en Rojava, nombre kurdo del Kurdistán sirio, cuando comenzó todo. Y vio cómo el caos y la destrucción se apoderaban de la zona. Por segunda vez este año, Hussein había viajado a su tierra natal con la idea de empezar a rehabilitar la casa que sus padres abandonaron cuando la guerra de Siria los hizo emigrar a Alemania.

Amina (Qamishlo, 1986) se había marchado antes, en 2006, para poder estudiar en la universidad. Lo consiguió. Años de trabas burocráticas -la Administración española le denegó el asilo político y la condición de apátrida- no impidieron que, finalmente, se licenciara como periodista por la Universidad Pompeu Fabra. Entonces, ya tenía la nacionalidad que Siria concedió a los kurdos tras el inicio de la guerra (2011).

“Cuando a principios de octubre llegué a Qamishlo, todo había cambiado. El pueblo estaba completamente vacío. No había gente ni pájaros. Era como una película de terror, todo estaba destruido. La casa donde nací estaba semidestrozada. El ejército turco la había bombardeado. Y yo pude correr la misma suerte, ahora que lo pienso”, relata Hussein con una mirada llena de tristeza.

Qamishlo, en el noreste de Siria, hace frontera con Turquía. Y Amina llegó hasta allí en un vehículo militar blindado. Se lo consiguieron unos amigos porque ningún taxi ni auto particular quería arriesgarse a hacer el trayecto desde el pueblo donde viven dos de sus hermanas, a unos 20 kilómetros. Antes de abandonar el lugar, un bombardero turco sobrevoló la cuidad, considerada la capital secreta de los kurdos. Pasó de largo.

“El ejército turco no quiere que esta guerra acabe. Uno de los objetivos de Erdogan es liberar a miembros del Dáesh para sembrar el caos, que se integren en células y luchen junto a ellos”, asegurará más tarde Nisrine Abdullah, la portavoz de las milicias feministas kurdas (YPJ), en una jornada organizada por Women defend Rojava en Barcelona.

“Turquía está jugando un papel muy sucio en la guerra de Siria porque, no sólo entra y ocupa un país soberano, sino que hace que el mismo pueblo sirio se mate entre sí. Estos grupos a los que ahora apoya Turquía son sirios que entran a las ciudades kurdas y matan a los kurdos. Es una guerra entre etnias, una guerra ya civil porque un sirio está matando a otro sirio porque es kurdo”, matiza Amina sobre la actual situación.

“Lo que hizo Estados Unidos fue una traición. Nos dejaron solos por sorpresa, sin avisar. Son cómplices del ataque turco y responsables de la muerte de tantos civiles y niños, que fueron las primeras víctimas. Los turcos atacaron presas de agua, panaderías, mezquitas, iglesias, no dejaron nada en pie”, prosigue en kurdo Abdullah en videoconferencia desde algún lugar de Rojava. Micrófono en mano, Hussein traduce sus palabras al catalán.

“Les pedimos que a través de sus redes sociales, con cartas a los políticos o de la manera que puedan nos ayuden a contar lo que está pasando y a denunciar esta situación que busca una limpieza étnica”, añade la portavoz de las YPJ.

El auditorio al que se dirige está compuesto casi en su totalidad por mujeres. Escuchan con atención y algunas están al corriente de la revolución que sus pares kurdas protagonizan en el Kurdistán sirio desde 2011.

En estos años, las mujeres han liderado un proyecto político y social que persigue la igualdad de géneros, respeta la pluralidad nacional y religiosa –en esta región, conviven kurdos, árabes, siriacos, asirios, turcomanos, ezidis, chechenos, circasianos y armenios-, pone en primer plano la ecología y promueve la diversidad cultural. Del ostracismo del hogar han pasado a liderar las instituciones políticas, todas ellas copresididas por una mujer y un hombre de distinta etnia. Su voz se alza también en el espacio público, en los medios de comunicación y en las comunas y asambleas barriales que gestionan de manera autónoma la vida en las comunidades.

“Este sistema de gestión rompió muchos estereotipos de la sociedad patriarcal y es un modelo y un ejemplo en esta parte del mundo tan atrasada y conservadora”, afirma Amina Hussein en conversación con La Marea.

La periodista pudo observar sus efectos cuando viajó a Rojava el pasado marzo. Después de 13 años sin pisar su tierra, durante dos meses, constató la transformación obrada por la revolución de las mujeres que había conocido a través de sus hermanas.

“Cuando yo vivía en Siria, nada de eso existía. Las mujeres se quedaban en casa y cuidaban de sus hijos; casi ninguna trabajaba. Ahora, más del 90 por ciento lo hace. Y han tenido un papel muy importante en la lucha contra el Dáesh. Muchas de las batallas más importantes fueron lideradas por ellas”, señala en alusión al importante papel que las YPJ tuvieron en el combate de los yihadistas.

Fueron, junto a las milicias kurdas masculinas (YPG), las principales aliadas de Estados Unidos en la batalla que Trump consideró ganada en octubre cuando retiró sus tropas. Dejó, eso sí, un contingente que vigila los pozos de petróleo de la zona.

“Esta revolución impacta porque fue ideal y un ejemplo para la región. Pero a Erdogan parece no gustarle. Por eso pretende hacerla fracasar, para que no se contagie a otras partes. Los kurdos de Turquía también habían empezado a aplicar la copresidencia en sus administraciones. Quizás Erdogan temió que el siguiente paso fuese pedir la autonomía que tienen los kurdos de Rojava y por eso quiso frenar esta revuelta única en esta parte del mundo y en muchas otras”, expone la periodista, altavoz en España de “todas las atrocidades que se están cometiendo” contra su pueblo.

Ella fue una de las voces que denunciaron el salvaje asesinato de Hevrin Khalef, la copresidenta del Partido del Futuro, y la mutilación de Amara Rênas, una combatiente del YPJ. Ambos fueron grabados en video por sus autores y difundidos a través de las redes sociales con absoluta impunidad.

“El ejército turco y sus aliados mutilaron a mujeres que habían asesinado y usaron a combatientes presas como si fueran trofeos. Nosotras hemos enviado a la ONU varios casos documentados para que empiece a investigar este genocidio”, cuenta Abdullah, tras recordar que su lucha contra el Dáesh no fue sólo en beneficio propio sino “para el de toda la humanidad”.

“Y ante todo esto, ¿qué hizo la comunidad internacional?”, pregunta retóricamente Hussein. “¡Nada! ¿Y qué hicieron las organizaciones feministas? ¡Nada tampoco! No ha habido ni una manifestación feminista para condenar estas violaciones y torturas a las mujeres kurdas que han luchado por todas nosotras. Las violan, las desnudan, las mutilan, y no he visto que las feministas de aquí les hayan dedicado ni una palabra ni un tuit. ¿Dónde están las feministas?”, prosigue decepcionada e indignada.

“Y luego hablan de la eliminación de la violencia contra las mujeres. ¡Es ridículo y asqueroso este mundo! Estamos a cuatro horas de avión de donde fueron asesinadas estas mujeres que lucharon por el derecho de todas las mujeres y por la convivencia de todos los pueblos de Siria”, completa con determinación.

Es la misma firmeza que muestra en sus reportajes, en las entrevistas que concede y en su perfil de Twitter. A través de él, ha interpelado directamente al presidente en funciones del Gobierno español, Pedro Sánchez, y a Joan Alginet, representante de Esquerra Republicana en el Ayuntamiento de Deltebre entre otros. Ambos se congratularon recientemente de sus relaciones con el Gobierno de Erdogan.

“El papel de la comunidad internacional es muy decepcionante”, asevera Hussein, que tampoco se fía de las promesas rusas de ayuda. “Vladimir Putin [el presidente ruso] ha dicho que su ejército estará ahí para proteger a los kurdos. Ojalá. Rusia apoya a Siria y los kurdos quieren pactar con el régimen. Si Rusia nos protege, se lo agradeceríamos toda la vida. Si no, Erdogan proseguirá con su plan”, vaticina.

Rusia ya se retiró de la ciudad siria de Afrin cuando el ejército turco decidió ocuparla en 2018 para expulsar a los kurdos y repoblarla con árabes desplazados de otras zonas. Entonces como ahora, Erdogan dijo estar protegiendo las fronteras de su país de “los terroristas kurdos”.

Dos meses después del ataque que el mandatario turco llamó “operación paz de primavera”, los oriundos de Qamishlo han podido regresar, en su mayoría, a lo que queda de sus casas. Pero miles de kurdos de otros pueblos y ciudades de Siria malviven en colegios habilitados como refugios y en campos de desplazados.

“La situación es caótica, inhumana, porque son colegios y no están preparados para que la gente viva ahí. Empieza el invierno, hace frío, llueve, hay barro, los niños están descalzos… Las ONG grandes se retiraron en la primera semana del bombardeo y las locales no tienen suficientes recursos para atender a toda esta gente que hasta hace poco tenían su casas, su trabajos…”, describe al borde de las lágrimas Hussein.

Se siente impotente y pesimista: la revolución protagonizada por sus compatriotas femeninas está en el aire. En su opinión, “el ataque y la invasión turcos” le han puesto freno porque “lo prioritario en este momento es salvar vidas y defenderse”. “El proyecto político feminista no le importa a nadie ahora”, sentencia.

“Durante estos años, muchas cosas pasaron gracias al trabajo de las mujeres. Pero, a partir de ahora, no sé si seguirán teniendo este protagonismo. Dependerá de lo que pase en el futuro. No sé si los kurdos seguirán controlando el territorio o si pasarán a la administración porque están pactando con ella. Si el régimen vuelve a las ciudades y empieza a controlar otra vez la administración, poco se puede hacer”, apunta, con pesadumbre, la periodista e intérprete kurda.

“Las alianzas y los acuerdos cambian con un puto tuit de Trump, con una llamada de Trump a Erdogan o con un acuerdo entre Rusia y Turquía. Sus intereses están por encima de la vida de los millones de civiles que viven en esta parte del mundo”, concluye Hussein, mientras piensa en nuevas maneras de ayudar a su pueblo.

Vestida con su camisa de miliciana y esbozando una generosa sonrisa, Abullah mantiene el optimismo tras casi una hora de denuncias y llamados a la conciencia: “Nosotras no somos sólo milicias sino una manera de vivir y lucharemos hasta el final por nuestra población y para que nuestro proyecto continúe”.

“Las mujeres estamos ahora en la primera línea de autodefensa y protección de la población civil y no en la lucha armada porque hay una tregua. La resistencia es la vida”, finaliza la portavoz de las YPJ.

Las mujeres que la escuchan en el auditorio de los Lluïsos de Gracia le dedican un largo aplauso y despliegan pequeñas pancartas de solidaridad. Después, debaten entre ellas. Algunas de las que suben al escenario para tomar la palabra asumen que, como señaló Amina con rabia y dolor, su silencio, nuestro silencio, “quizás también es cómplice”.

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