La Guerra. 2ª Batalla

Enero 2000. Zamora

ontinuamos hoy, contando esta vez con la apreciable, descarnada aportación de José Ramón Montes que acabáis de oir. Continuamos de todas maneras esta guerra, que es aparentemente una guerra contra el cierre, por la reapertura, del Vía de la Plata, pero, como sabéis ya, es una guerra del Automóvil contra el ferrocarril, del ferrocarril contra el Automóvil, y más todavía: es una guerra de la gente contra el Dinero. Si no se entiende bien hasta que punto el Automóvil representa pura y simplemente el poder del Dinero, y el ferrocarril representa la utilidad de veras, no para el dinero, sino para la gente, si esto no se entiende bien, desde luego no vamos a hacer mucho los que estamos aquí y los otros que acaben interesándose por esto. Para mí, el interés está desde luego en reconocer que es un punto clave éste de la oposición entre Automóvil y ferrocarril, dentro de esta política general del pueblo contra el Poder y por tanto de la utilidad para la gente, para el común contra las necesidades del movimiento del Capital y por tanto de las necesidades del Estado, que en el Régimen que hoy padecemos, como sabéis muy bien, está enteramente confundido con el Capital.

Cuando habéis visto en el título "ventajas", yo creo que los organizadores han puesto ventajas del ferrocarril sobre el automóvil, del tren sobre el automóvil, un poco por modestia o por no asustar, pero se puede decir mucho más que ventajas, se puede decir una verdadera oposición en el sentido que os acabo de enunciar. es una oposición entre la utilidad de veras y la necesidad de movimiento del Capital. Es mucho más que una ventaja.

Ya en la primera sesión, de fines del mes pasado de esta lucha, las ventajas que el sentido común reconoce sin más casi sin que se le diga, del ferrocarril y el tren sobre la carretera o autopista o autoloquesea y el automóvil se pusieron de relieve. Ahora me voy a limitar nada más a recordar tres puntos. Hablo otra vez a vuestro sentido común.

Uno se refiere a la estructura: ya creo que tuvimos ocasión de hablar de lo incomparable, en este aspecto, entre los dos medios de trasporte, de gente y de mercancías. En primer lugar, el invento del terraplén, el balasto, las traviesas y los raíles, que es una estructura, aparte de otras ventajas, prácticamente indestructible; basta con que una vagoneta de vez en cuando, como lo hacían antes algunos de los casilleros, se pasee para repasar, nada más. Es un verdadero invento, una cosa que no se les había ocurrido a los romanos, que ya es decir. Es decir que merecía la pena.

Contraponed a eso, pues lo que conocéis, carreteras, autovías, autopistas, autoloquequieras llamar, autorruta (no sé cuántas maneras, pero desde luego siempre poniendo auto-) pero todo es lo mismo: es el camino, la calzada; es el retroceso a los tiempos por lo menos de las diligencias. Es una estructura que no vale para nada más que para tenerla que reparar todos los años y repararla apenas se está haciendo, es una cosa que, como se ve obligada a soportar, entre otras formas de trasporte insensatas, las ristras de camionazos nocturnos, resulta que no puede durar nada, es decir, que apenas se ha hecho, se ha apisonado, y se ha recubierto con la capa de betún consiguiente, ya inmediatamente se está reparando.

Claro que, algunos dirán "Bueno se están creando Puestos de Trabajo". Si os dejáis engañar con este cuento de los Puestos de Trabajo, en esta ocasión como en otras, no estáis en esta guerra a la que os estoy invitando. Eso de los Puestos de Trabajo pertenece enteramente al Capital; se le quiere hacer tragar a la gente, pero pertenece al Capital.

Eso para la estructura del firme de trasporte; luego, la ristra de vagones, la ristra enorme de vagones, capaz de trasportar cualquier cosa a cualquier sitio y con la mayor rapidez, no tengo que encarecerlo más. Comparad con, por ejemplo, esa sucesión siniestra de camionazos nocturnos. Comparad con la torpeza y el atasco costante del tráfico urbano en el que se incluye los Autos Personales y luego, para rematar, los autobuses, que han sustituido a los tranvías asesinados hace unos 50 años, asesinados por el Señor, como siempre por el Poder, ....uno de los muchos asesinatos que nos tienen que mover aquí , para seguir con esta guerra, el de los tranvías. Comparad con todo lo demás: comparad con las caravanas consabidas de cualquier fin de semana para entrar en Madrid o cualquier conglomerado por el estilo como eso que siguen llamando Madrid. Comparad y ved que nada tiene que ver: vagones de mercancías, vagones de viajeros, unos detrás de otros enganchados, yendo a cualquier parte sin molestar a nadie y a las velocidades que buenamente hagan falta, con posibilidad, además, de una cosa para mí muy importante, de mantener un ritmo. Los que muchas veces hemos hecho versos de lírica ferroviaria sabemos bien lo que importa esto. No sólo la ventanilla, que es algo también incomparable con las de los autobuses, no digamos la de los Autos Personales y con las cristalerías esas de los autocares de turismo que pretenden que se vea todo de una vez y que no dejan sin embargo ver nada; aparte de la ventanilla, el propio traqueteo más o menos acentuado, el ritmo; el ritmo es otro elemento verdaderamente de vida y de poesía al mismo tiempo y todo lo que queráis.

No voy a seguir encareciendo más los elementos estructurales.

El segundo punto en el que me quiero detener, esta diferencia fundamental (y que si no lo véis, es que tenéis el sentido común demasiado recubierto por las ideas que se os han suministrado, como por desgracia suele mayoritariamente suceder; pero llamo a pesar de todo a vuestro sentido común), la diferencia entre un tramo de vida en el que sigáis viviendo, y muchas veces de una manera más interesante que cuando se está en casa o cuando se va por las calles (esto es lo que es un tren de viajeros, un tramo de vida, muchas veces de los más interesantes, en cuanto que se puede ir haciendo cualquier cosa, conociendo a gente, tratando con los prójimos y todo lo que se quiera inventar de tal forma que puede ser más interesante que tramos correspondientes, el tránsito por las calles, o no digamos estando en casa, con la familia o con quien sea), la diferencia entre eso y el llegar, la necesidad de llegar, como si el viaje consistiera exclusivamente en la llegada, de tal forma que entonces cuánto más se acorte el viaje más hemos progresado y más hemos hecho por la Humanidad. Esta es la gran mentira y esta es la oposición; por eso tenéis que guardaros mucho de cuando los poderes, incluso como José Ramón ha recordado, se acuerdan del tren: cómo siguen, sin embargo, manteniendo este criterio como único: el de llegar.

La gente no les ha dicho eso, no les ha dicho nunca, que lo que les importaba era llegar, la gente que sé yo, querían viajar de la manera más agradable, más cómoda y todo lo demás, pero que tuvieran esa prisa por llegar, que tuvieran esa prisa por estar en París en 5 horas, eso ¿cuándo se lo ha dicho la gente? Eso se lo habrá dicho alguno de los Ejecutivos creados por el propio Régimen para que se lo diga, pero la gente, la gente de ninguna manera ¿no?. "La llegada mata el viaje" dice el sentido común por lo bajo; el viaje debería ser un seguir viviendo con los alicientes de la relativa novedad y ruptura con los hábitos. El llegar, como dice D. Antonio Machado en sus versos: "Londres, Madrid, Ponferrada, tan lindos para alejarse; lo peor es la llegada". Lo peor es la llegada efectivamente, porque la llegada es el Futuro y, como más de una vez me habréis oído decir hablando a vuestro sentido común, no hay más futuro que la muerte; el Futuro es la muerte; por eso el Futuro es lo que el Poder maneja, el Estado y el Capital tienen por función la administración de la muerte y por tanto maneja el Futuro como su arma principal. El Futuro es de Ellos. Nunca en esta polémica, en esta guerra, por el Vía de la Plata o en otra, os dejéis engañar por las cuestiones de futuro, por ejemplo, el futuro o el futurito de Zamora, que son las cosas que los políticos suelen manejar. No: el Futuro es de Ellos: lo nuestro lo de acá abajo, lo de la gente, es otra cosa, que no es precisamente el Futuro. En esta contraposición, entre ir viviendo en un tren y tratar de llegar en un bólido, tenéis representado de la manera más precisa, como un símbolo, eso que os estoy diciendo más en astracto.

La tercera diferencia, es la diferencia entre coger, atrapar o pillar un medio que te pasa casi por delante de la puerta, según pasa, o tenerlo, poseerlo. Si vuestro sentido común no se da cuenta de que efectivamente aquí es una cuestión de vida en un lado y muerte en el otro, entonces no estamos haciendo nada y no estamos en esta guerra de verdad.

Coger un tren, un tranvía, un metro, una cosita de trasporte común que te pasa cerca o a pocos pasos de la casa, y cogerlo a las horas del tren, a las horas de ellos, que pueden ser lo más frecuentes posibles, naturalmente, pero en todo caso a las horas de ellos, y cogerlo según pasa y dejarlo cuando lleguéis al sitio adonde queréis ir y desprenderos de él completamente: "Ahí, ahí te vas burro, ahí te olvido, y tú sigue haciendo lo que sea".

Pues comparad esto con lo de tener que tenerlo, como seguramente a la mayoría de vosotros os han hecho tener que tenerlo, comprar uno o progresando el Progreso, comprar uno para él y otro para la señora, y comprar otro para el niño, para la niña y todas esas cosas: tenerlo. Cualquier poseedor de auto, si en lugar de hablar con la boquita de arriba, deja hablar al sentido común sabe lo que se ha comprado: se ha comprado una esclavitud, un entretenimiento, algo que le exige una dedicación, un tiempo que seguramente, si no tuviera que tener el auto, podía dedicarse a cosas ya casi inimaginables, no sólo en la acción, sino en el habla: ¡cuánto en un bar, en la casa, en cualquier sitio, cuánto hay que hablar, de cómo me pararon y de la multa que me echaron, si me tiene cuenta comprar este modelo o el otro! Pero, diablos, ¿se puede matar la palabra de esa manera?, ¿se puede condenar a la gente a pasar la mitad del tiempo hablando acerca del automóvil, el ajeno y el propio o futuro, para dejar que la otra mitad se llene hablando de deportes o hablando de compras las señoras?, ¿se puede matar así la palabra?.

Aquí lo que nos importa es que, si en buena parte está también condenada, eso es a consecuencia de tenerlo: eso es la posesión, eso es lo que se contrapone al uso, a eso de pillarlo según pasa, pillar un medio de trasporte común según pasa, sea cual sea; y ya el otro día tuve que advertiros que esto no sólo se refiere a viajeros, sino a las mercancías; os recordé aquellas viejas fábricas que tenían su plataforma dispuesta para recibir en un ramal de vía férrea cualesquiera carga que se les echara, y lanzarla para que después fuera y siguiera corriendo por las líneas grandes. Si se le hubiera dejado, sí se le dejara, el ferrocarril llega a cualquier sitio, pasa bastante cerca de cualquier puerta, y puede circular con toda la frecuencia apetecible. Es simplemente cuestión de dejarlo: en el invento está, en el invento están todas las posibilidades. No se le ha dejado porque había que vender autos. Pues a eso paso ahora.

Frente a todo esto que os cuento y más que os podría contar y que vuestro sentido común os dice por lo bajo, frente a eso no hay más que una cosa: hay la ilusión de la Voluntad Personal. Eso es lo esencial de la propaganda del Automóvil, la ilusión de la Voluntad Personal. "Es que así puede ir Vd adónde quiera, a las horas que quiera"; y entonces, efectivamente, va Vd adonde quiera a las horas que quiera, pero basta colocarse en Madrid en cualquier semáforo y ver cuál es el resultado de eso, que todos van más o menos a los mismos sitios y a las mismas horas, sólo que cada uno en virtud de su propia voluntad personal, es decir, siendo lo propio que la palabra ominosamente dice, Automóvil, siendo uno que se mueve a sí mismo, siendo un automóvil, o un ocupante de automóvil, que no hay mucha diferencia, porque el conductor, con esa cara que suelen poner los conductores cuando se ponen al volante de creer que van algún sitio, no es más que un implemento del automóvil, que, gracias a que no se ha perfeccionado todavía el chisme pues todavía hace falta un tipo de carne y hueso, pero, vamos que muy bien podría prescindirse de él, y que siguieran siendo automóviles, moviéndose en virtud de la Voluntad Personal de cada uno .

Pues esto, con las ilusiones consiguientes de ¡con este modelo tanta potencia!, ¡con este modelo tanta velocidad!, para que después se pasee uno por cualquier sitio y vea cuales son las velocidades y para que servía la potencia, con eso es con todo lo que se han arreglado para engañaros y para seguiros engañando, para imponer un medio de trasporte fracasado, inútil como es el automóvil, y como consecuencia, autobuses, autocares y camionazos, imponerlo sobre los medios de trasporte verdaderamente útiles. Alguno de vosotros a lo mejor, se estrañe un poco de que yo diga que la voluntad personal es una ilusión: pues, si no entendéis que la Voluntad Personal es una ilusión, entonces tampoco podréis entrar nunca en una guerra de la gente (no de las personas: de la gente, del pueblo) contra el Poder.

Fijáos que en el Régimen que hoy padecemos precisamente es esa voluntad, hasta libertad personal lo que rige todos los manejos del Poder: la democracia desarrollada está fundada justamente en esa ilusión, cada uno sabe qué quiere, adónde va, qué compra, qué le gusta; entonces apoyándose en eso, ya veis los manejos. Se cuenta con que la mayoría es, como tiene que ser, necesariamente idiota, y que todos van a querer lo que está mandado que quieran; y entonces pues todos tan conformes y así el Régimen se mantiene tan potente, como lo padecéis conmigo todos los días.

Esa es la única cosa que el Automóvil puede contraponer a eso. Quiero volver a plantearos esta guerra con toda la amplitud que tiene. No quiero daros esperanzas, pero sí, ante este espectáculo que os he recordado, hasta ver en esta sangrienta imposición de medios de trasporte inútiles y fracasados, contra medios útiles de verdad, lo que en esta guerra se encierra de guerra entre gente y masa de personas, entre vida y administración de muerte, una cierta confianza para continuar en la guerra. Hasta, si creyéramos en los recuerdos, en la Historia, podríamos costatar que, a la larga o aunque sea muy a la larga, el sentido común acaba siempre venciendo; es decir que el Poder se arregla para imponer ilusiones y mentiras y someter así al pueblo o a los pueblos a ellas, durante tiempo, siglos, decenios, se mantienen imperios, se puede levantar a lo largo de varias generaciones de faraones las pirámides de Egipto, se puede sin necesidad de llegar a tanto tiempo levantar los rascacielos, levantar los horrendos bloques de nichos contra los que este miércoles mismo me voy a lanzar también en ese articulito que suelo sacar en La Razón, se pueden imponer esas cosas, y pueden durar, una dictadura puede durar, un Régimen como este Régimen del Bienestar puede durar lo que se quiera; no, seguramente tanto como el régimen de los faraones egipcios, ni siquiera como el Imperio Romano, tal vez no, pero en todo caso puede durar mucho. Y, sin embargo, nos es dado observar que frente a esos imperios, a esa imposición de las ideas el sentido común al que estoy aludiendo y al que estoy en vosotros llamando por debajo de las personas, el sentido común acaba venciendo siempre, acaba derribando las ilusiones de los imperios y volviendo a los caminos que eran de verdad útiles, necesitados para la gente.

Y así es de suponer que el Imperio del Automóvil sea no menos efímero que cualquier otro. Está fracasando desde hace muchos años: llevamos un siglo desde que el señor Ford empezó a fabricarlos en cadena; a lo largo de este siglo han demostrado ya bien, en la urbe y otros sitios, su incapacidad, su impotencia, su inoportunidad; puede tardar mucho más, en acabar de derrumbarse, es decir, en que el Capital empiece por lo menos aunque sea tímidamente, a desviarse de su movimiento, aprovechando el ferrocarril para su movimiento, aprovechando otras cosas, como esas pequeñas incursiones hacia el tren, que José Ramón os ha contado, con motivo de la Alta Velocidad, con los Cercanías y demás; puede tardar mucho en derrumbarse, pero no cabe duda: se derrumba: el sentido común, el pueblo, no muere: los que mueren son personas, y por tanto los estados; ésos son los que mueren, y por eso se dedican a la administración de muerte, pero la gente indefinida, la gente que no es personas, ésa no muere nunca; por tanto, no tiene prisa, no tiene prisa: caerá cuando caiga. De forma que en esta guerra, aunque efectivamente estáis, estamos, oponiéndonos tan cerradamente a los tiempos, (¿qué otra guerra o rebelión merece la pena sino una que se contrapone a los tiempos, que va contra los tiempos?), aunque estáis contra ellos, también en otro sentido, estáis empujados, alentados, por un tiempo más verdadero en otro sentido, un tiempo que no se cuenta como el tiempo de ellos.

Os podría incluso, ya que son algunos de los de Zamora los que nos han traído a esta sesión, os podría contar un cuento, un mito del revés; deciros: fijáos qué bien estaría que llegará un día, dentro de unos pocos cientos o miles de años, en que alguien dijera: "ya ven ustedes, en el momento en que todavía el Imperio del Automóvil estaba en todo su auge y seguía siendo el favorito de estados y de bancos y de empresas y de capitales, en un rinconcito allá perdido a las orillas del río Duero, una poca gente empezó a darse cuenta de que eso no podía ser, por lo imponente que fuera, y con motivo de la reapertura de una vía férrea cerrada por el Poder años antes, empezó a dar uno de los primeros pasos para el derrumbamiento del Imperio del Automóvil", etc, etc. Os puedo contar este cuento, pero con prevenciones, claro: porque os he dicho que el Futuro es de Ellos, y os lo vuelvo a decir. Si entendéis eso como una especie de profecía o de futuro está mal: lo digo porque es simplemente verdad; no hace falta que sea un cuento: es así.

El sentido común no acaba de morir nunca, está siempre por debajo y puede manifestarse aquí, como en cualquier otro sitio. Las cosas no requieren tener ideales, metas a las que aspirar; el cuento que os he contado no es un ideal, no es una meta: es algo que toca a lo más inmediato. Eso de proyectos, planes, ideales, metas que alcanzar eso es todo de Ellos, eso es todo lo que hacen los administradores de muerte, el Capital y el Poder; por acá abajo la gente no podemos seguir el mismo procedimiento.

De manera que era un cuento para daros confianza, pero no un cuento de ningún futuro. Recordad que aunque sea una cosa tan pequeña como guerrear por la reapertura del Vía de la Plata en contra de los tiempos, eso quiere decir que se está haciendo por amor de la verdad, o, para no ser presuntuosos, por odio de la mentira, que es la verdad que nos cabe.

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