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Carmen Casas: las líneas de una vida para alimentar su recuerdo

El pasado 26 de noviembre fallecía a los 92 años de edad Carmen Casas Godessart, despedida en ceremonia civil en el Tanatorio de Tarragona por camaradas, familia y amigas y amigos.

A continuación, os dejamos con la biografía escrita por Irene Abad, coautora junto a Iván Heredia de sus memorias:

Carmen Casas Godessart nació el 25 de abril de 1921en Alcalá de Gurrea (Huesca), aunque pocos meses después la familia se trasladaría a otro pueblo de esa misma provincia, Ayera. Con 13 años de edad, la familia emprendió un nuevo traslado porque su padre, maestro de profesión, fue destinado a Almacellas. En 1935 comenzó a estudiar bachillerato en un instituto de Lleida. Sería entonces cuando empezó su militancia en la Juventud Socialista Unificada. Se examinó de tercero de bachillerato en junio de 1936, pero ese septiembre no pudo comenzar el cuarto curso porque la guerra civil había estallado y con ella quedó paralizada toda posible actividad académica, suponiendo el regreso de Carmen a Almacellas con su familia.

Un año más tarde, en septiembre de 1937, se reanudaron las clases y Carmen volvió a Lleida. Allí le sorprendería la evacuación de la ciudad, en marzo de 1938. Se reencontró con sus padres y sus hermanas en Vilanova i la Geltrú. El padre de Carmen, Jesús, fue nombrado por la Generalitat responsable de una colonia de niños en Girona, donde se trasladó junto a su mujer, Nieves, y dos de sus hijas, Consuelo y Montse. Su otra hija, Carmen, se quedaría sola en Vilanova con la intención de acabar sus estudios. Y sola sería como tendría que emprender el exilio unos meses después.

Hacinada en un tren, llegó hasta Arràs, en el departamento del Aube, y allí fue recolocada en un grupo no muy numeroso, ubicándose en un pueblo pequeño de las inmediaciones de Arràs. Estando allí, y gracias al trabajo de búsqueda llevado a cabo por el Partido Comunista Francés, sería localizada por su padre. Carmen consiguió reencontrarse con sus padres y sus hermanas, quedando todos internados en el campo de Saint Chely d'Apcher. Pero sería muy poco el tiempo que allí estuvieron, ya que el gobierno francés, como consecuencia de la guerra mundial, decidió deshacerse de algunos de los campos de refugiados existentes y reagrupar a los españoles en menos espacios. Según esta normativa, los Casas fueron trasladados al campo de Langogne, donde estuvieron hasta febrero de 1940. Cuando Jesús fue reclutado por el gobierno francés y enviado a la Línea Maginot, las mujeres de la familia también abandonaron el campo, buscando un piso en el pueblo. Mientras Carmen, su madre y sus hermanas hacían todo lo posible por sobrevivir, Jesús conseguía burlar la suerte de una detención alemana, reuniéndose de nuevo con su familia. A partir de ese momento, y ya en 1941, comenzó la colaboración de todos los Casas en el trabajo de reorganización política de los españoles en Francia.

Hasta Langogne se trasladó un día Leandro Saún, responsable de la organización de grupos guerrilleros en el sur de Francia, con la intención de mantener una reunión con Jesús Casas y analizar las posibilidades organizativas existentes en la zona de La Lozere, Gard y Ardeche. Poco tiempo después de aquella visita, Carmen fue responsabilizada de la reorganización de la juventud en dicha zona, actividad que compatibilizó con la de enlace de la resistencia. Ambas actividades supusieron varios encuentros con Leandro, quien poco tardaría en convertirse en su compañero de vida. En septiembre de 1943 Leandro pasó a España atravesando la frontera. Y desde ese momento Carmen ya no supo nada más de él.

De momento, Carmen no tenía previsto volver a España ya que el trabajo dentro de la resistencia francesa era, por entonces, excesivo. Pero un día de abril de 1944, cuando regresó a su casa, su madre le informó que aquel ya no era lugar seguro para ella, ya que los alemanes la estaban buscando. Abandonó Langogne lo más rápido posible, llegó a Nimes y desde allí emprendió viaje hasta la zona minera de Gardana (Marsella). Las pesquisas de la Gestapo en esta última localidad obligaron a Carmen a retroceder hacia Nimes y de allí, por decisiones del partido, a Perpignan con la intención de que preparase su regreso a España.

La noche de San Juan de 1944, Carmen atravesaba los Pirineos entrando en España bajo el pseudónimo de Elisa y con un grupo de nueve personas. Al llegar a Figueras el grupo fue divisado por la Guardia Civil, detenido y conducido a la cárcel de Girona. En este último lugar se les preguntó por algún familiar que pudiese hacerse cargo de ellos y Carmen dio el nombre de una prima de su padre que vivía en Sabiñánigo. Desde esta localidad altoaragonesa únicamente envió dos cartas: la primera a su tío Miguel, en Huesca, para decirle dónde estaba y asegurarse que éste avisaría a sus padres; la segunda, a Gandesa, a casa de la familia de Leandro, con la intención de que le dijeran cuál era su paradero. La contestación a esta segunda carta fue que Leandro se encontraba “trabajando en Torrero”. Carmen sabía lo que eso significaba, que su compañero había sido detenido y se encontraba cumpliendo condena en la Prisión Provincial de Zaragoza. Carmen no se lo pensó y se trasladó hasta Zaragoza para buscar trabajo y poder atender a Leandro. Como en aquellos momentos no tenían una situación de pareja legalizada, para ir a verlo a la cárcel adquirió una cédula con el nombre de Consuelo Saún, hermana de Leandro.

En una de las visitas a la cárcel de Torrero conoció a la madre de Alfonso Escanero, por indicación de Leandro, desde dentro de los muros carcelarios. Con Isabel Bailo, y posteriormente con su hijo Alfonso cuando éste saliese en libertad, comenzaría a forjarse una gran amistad y colaboración política. Una colaboración que se basaba en la solidaridad con los presos políticos del franquismo y en la reorganización de la Unión Nacional Española en Aragón. Estando en Zaragoza, comenzó a trabajar en la cafetería Ambos Mundos. Trabajar allí le permitía, por un lado, ganar un dinero con el cual preparar paquetes de comida para llevárselos a Leandro a la cárcel y, por otro, le facilitaba encontrarse con sus compañeros ideológicos de la UNE, en general, y del PCE, en particular. Esta acción política conllevó la detención de Carmen, en un expediente en el que quedaban incluidos ciento setenta nombres. Después de numerosas torturas en comisaría, Carmen fue trasladada a la Prisión Habilitada de Predicadores.

En junio de 1945, Leandro fue trasladado a la cárcel de Tarragona para ser juzgado en dicha ciudad. Así que cuando Carmen salió en libertad en 1948 viajó hasta Tarragona. Allí comenzaría de nuevo su actividad de “mujer de preso”, de continuas visitas a la cárcel, de privarse de comida para enviársela a él, de mandar cartas a autoridades eclesiásticas y militares con el fin de suavizar la condena, una vez conmutada la pena de muerte, de colaborar con otras mujeres en la misma situación que ella y de seguir estando en el punto de mira del control franquista.

De manera paralela a su apoyo constante al interior de la cárcel de Pilatos, Carmen fue realizando diversos trabajos y estudiando enfermería. Título, este último, que le permitió trabajar en la clínica del doctor Monegal. Fue una época dura, de muchos esfuerzos e incertidumbres.

El 3 de mayo de 1953 Leandro solicitó a la dirección de la Prisión Provincial de Tarragona permiso para contraer matrimonio en dicho establecimiento con su prometida Carmen Casas Godessart, permiso que fue concedido para el 29 de mayo. Así pues, cuando Leandro salió en libertad, su situación de pareja ya estaba legalizada. A partir de este momento comenzaba su vida en común. Leandro consiguió comenzar a trabajar y, tiempo después, llegarían los dos hijos del matrimonio: Rosa Nieves, en septiembre de 1957, y Leandro, en abril de 1960.

A pesar de las diversas dificultades por las que pasó la familia en una época en la que haber sido preso de las cárceles franquistas seguía representando un signo de estigmatización, Carmen y Leandro siguieron apostando por la lucha contra la dictadura y en defensa de una necesaria democracia. Reorganizaron el PSUC en Tarragona y colaboraron intensamente en el trabajo político de CCOO. Pero su actividad política no cesó con la llegada de la democracia. Ni siquiera concluyó con el irrefrenable avance de la edad. Lucharon hasta el final, juntos e incansablemente.

Carmen fue una mujer ejemplar, fuerte, coherente y generosa. Era consciente de la necesidad de mantener viva la memoria del antifranquismo y no escatimó en esfuerzos por difundirla. Recorrió foros, congresos, institutos y universidades para contar su historia. Abrió las puertas de su casa a todo aquel dispuesto a adentrarse en la investigación de una época de represión, oscuridad y lucha. Ofrecía su testimonio arrastrándolo hasta la actualidad con ánimo de convertirlo en un elemento de conocimiento del pasado y comprensión del presente. Carmen era una mujer inteligente, lectora imparable y selectiva, crítica, afable, educada, defensora de la igualdad y de la justicia. Un verdadero referente de mujer que permanecerá vivo en el cielo de la memoria.

(Irene Abad Buil, coautora junto a Iván Heredia de Leandro Saún y Carmen Casas. Organización política clandestina en la Zaragoza de los años 40, Gobierno de Aragón, Zaragoza, 2008.)