Por Andres Montero Gomez
Cada marzo conmemoramos el Día de la Mujer Trabajadora. Es una jornada simbólica. Tiene que ver con el poder, con el poder de los hombres. En algún otro país, es rotundamente el Día de la Mujer.
No importa demasiado que el día se vincule conceptualmente al trabajo. No es que se conmemore que la mujer trabaje, sino que se reafirma que es trabajadora... que siempre lo ha sido, que con su trabajo se construye la sociedad.
El trabajo social de la mujer ya sabemos que es continuo y diario. En una época de la Historia, pasando muy de puntillas por particularidades de momentos y de contextos que siempre han existido, la mujer se incorporó a lo que se conoce como tejido productivo, es decir, comenzó a recibir un sueldo por la realización de un trabajo. La progresiva incorporación de la mujer al mercado laboral se impulsaba en las porciones de la Historia en donde los hombres semataban entre sí en guerras.
La mujer asumía entonces la doble carga de procurar sustento económico a la familia mientras organizaba toda la logística interna del grupo. Igual que hoy, vamos. La entrada de la mujer al mercado laboral no tuvo que ver con la igualdad. Ni siquiera tiene que ver con la igualdad actualmente. Es cierto que la igualdad se favorece con la emancipación y que la emancipación se beneficia de la independencia económica y ésta del trabajo remunerado.
Sin embargo, la igualdad es un concepto, un modelo de sociedad. El trabajo de la mujer llegaba a un sistema social escrito en masculino para sostener necesidades sociales escritas en masculino. Esa incorporación de la mujer al mercado desencadenó otras necesidades.
La mujer trabajadora requería derechos laborales. Si toda la dinámica social tendía a suprimir la esclavitud, no podía mantenerse a la mujer por debajo de los negros. De manera que un sistema dirigido por hombres poco a poco concedió que era esencial arbitrar derechos laborales y políticos para las mujeres. ¿Eran hombres que creían en la igualdad o más bien en la nueva motorización económica que se derivaba de una significativa masa de población activa?
En el camino de la conquista de esos derechos, muchas mujeres sufrieron y continúan sufriendo... pocos hombres sufren y continúan sufriendo por la igualdad de derechos. La igualdad de derechos ha sido y es una conquista continua y diaria de la mujer ante una resistencia continua y diaria del hombre.
La sociedad está programada en masculino para rechazar la igualdad de género. Inmersos en una compleja paradoja, la mayoría de los hombres y mujeres hoy en día creen en la igualdad, pero no saben en qué igualdad. La igualdad está definida, como el resto de códigos sociales, en masculino.
No existe, salvo en la mente de esas mujeres revolucionarias que con mucho esfuerzo han venido cambiando la Historia, un concepto igualitario de la igualdad que haya sido interiorizado y practicado socialmente.La igualdad actual es igualdad masculina. Y la igualdad masculina es que todo siga igual.
Observen a cualquier mujer en un cargo directivo. ¿Cómo dirían que es su comportamiento? Con toda probabilidad conocemos a mujeres directivas que desarrollan conductas ‘fuera del sistema’. ¿Son la generalidad o la excepción?
Estar en el sistema es estar en masculino. De acuerdo, jamás en la Historia de la Humanidad habíamos alcanzado cotas de bienestar como las actuales; jamás la mujer había tenido tantos derechos; tampoco los hombres.
El grado de bienestar que disfrutamos sin duda está impulsado por la presencia más activa de la mujer en la dinámica social. Sin embargo, ¿quién tiene el poder? ¿Quién dicta las reglas? ¿Quién impone las normas? La mujer se ha beneficiado por su progresión, pero más nos hemos beneficiado los hombres.
Cada derecho conquistado por la mujer no ha sido en detrimento del poder de los hombres. Los hombres continuamos mandando.
Lo que hemos hecho, claro, es adaptarnos a la evolución del ecosistema.Yadaptarnos significa, casi siempre, hacerlo en nuestro propio beneficio. Es cierto que si se incorporan cien mujeres a una empresa hay cien hombres que no ocupan esos puestos. Ya ocuparán otros. Es más, estoy seguro de que demográficamente no hay tantos hombres para tantos puestos.
La reorganización social derivada del trabajo de la mujer lo que ha significado es que el mercado se ha redimensionado, haciendo sitio para la mujer, no excluyendo a los hombres. ¿Habría sido posible el teléfono móvil o el ordenador o Internet sin un mercado de consumo ampliado hacia la mujer? El mercado de consumo, verdadero motor de nuestras sociedades, necesita del inter-dimensionamiento global de los géneros. Eso no quiere decir que la mujer consumamás, sino que consume. La globalización no existiría sin la mujer, pero está manejada por el hombre.
¿O no?
Lo diremos de otra forma, a ver si ustedes se lo creen: En la sociedad hombre y mujer son iguales y comparten y se distribuyen más o menos equitativamente el poder y la responsabilidad. Hay personas que jurarían sin dudarlo que esto ya es así. Las mismas personas que opinan que existe un esquema natural de las cosas que, en tanto especie humana, determina que la mujer se ocupe de la familia y el hombre, de las decisiones y el sustento.
La actualización de este esquema tradicional dicta que la mujer puede salir a trabajar siempre y cuando no descuide a los hijos ni la casa. Ese trabajo externo contribuye además a la economía familiar, y permite tener una casa en la playa y un coche todoterreno.
Hasta el momento la sociedad ha avanzado en igualdad porque la mujer ha conquistado derechos que a los hombres nos han beneficiado en general. La verdadera igualdad vendrá del instante en que los hombres perdamos poder, de que ese poder se reconfigure y se distribuya.
La igualdad de género es un ejercicio social completamente revolucionario y exige que nos preguntemos qué modelo de sociedad queremos. Lo que parece patente es que la igualdad de género tardará mucho más en construirse sin la concurrencia del hombre. Y el hombre actualmente no entiende la igualdad, en un porcentaje, o la considera una amenaza a su estatus, en lamayoría.
Por eso nos hemos inventado que la igualdad ya existe y la hemos definido en masculino.
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