VIOLENCIA CONTRA LA MUJER
 Tolerancia cero con la violencia de género 

25 de noviembre
día internacional contra la violencia hacia la mujer

Campaña: 16 días de activismo contra la violencia de género
Del 25 de novimebre al 10 de diciembre 



MUJERES EN RED - VIOLENCIA es un portal de información y lucha contra la violencia hacia la mujer creado por Mujeres en Red






 

más documentación en las webs: 
 

 

a
Red Feminista del Estado Español contra la violencia de género
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a
Red Feminista Latinoamericana y del Caribe contra la violencia doméstica y sexual
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a
aa
a
SEPV
Observatorio de ideologías
de la violencia


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 


























































 
 
 

 


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 


 



 


EL VIOLENTADO SER  (MUJER) HUMANO

Por Andrés Montero Gómez
Pte. de la Sociedad Española de Psicología de la Violencia.
http://www.sepv.org

1 junio 2003 /

Si usted que está leyendo ahora es mujer, debe conocer que la Declaración Universal de los Derechos Humanos le reconoce una serie de cualidades, de derechos, de posesiones inalienables inherentes a su naturaleza humana de ser. Algunos de esos derechos se pueden suspender más o menos transitoriamente, bajo el paraguas imparcial de las garantías legales de las democracias, si usted infringe la ley, que así mismo se entiende redactada para ampararla y protegerla también a usted. Aún así, las democracias también difieren en su valoración de qué derechos pueden revocarse temporalmente en nombre de la ley y qué otros son totalmente intocables, incluso bajo el dictado de un juez. De ese modo, por ejemplo, a usted podría privársele legalmente de la vida en Texas, si hubiera cometido un delito sancionable con esa pena, pero en extraña paradoja no podrían torturarla. Por otro lado, hasta hace muy poco podía ser torturada legalmente en Israel, aunque proporcionadamente decía el Supremo de allá, si fuera una supuesta terrorista y escondiera información vital cuya posesión por la seguridad hebrea fuera estimada vital para prevenir o evitar muertes. En España, en cambio, nadie puede o debería poder matarla o torturarla impunemente según el Estado de Derecho.

Si usted es un lector masculino, un hombre, sabe que no deben importar su sexo, ni su condición personal o social, ni su religión para ser titular de
los derechos humanos. Es decir, que hombres y mujeres son seres humanos, aunque humano acabe en 'o', puesto que en inglés, por poner, es un concepto sin género gramatical ('human being'). Tienen ambos consciencia, hombre y mujer, de que no necesitan un pasaporte, carnet alguno, para conservar inmutable su condición de ser humano y que nadie, ningún poder o institución, tiene facultad para substraérsela arbitrariamente sin mediar causa legal suficiente. Quien lo hiciera le está despojando de su naturaleza humana, violando su ser. Aparentemente, su condición de humano es perceptible, se le ve en la cara, y eso basta.

Cada año decenas de mujeres en España son asesinadas por hombres que son o han sido sus parejas, de noviazgo, de hecho o matrimoniales o se han relacionado o pretendido relacionarse sentimentalmente con ellas de alguna manera. Otros millones de ellas que conozcamos, y un porcentaje oculto que no vemos, son torturadas durante años por esos hombres algunos de los cuales, con posterioridad y probablemente en el transcurso de una separación, acabarán por asesinarlas. La última víctima de la violencia contra la mujer antes de estas letras, Patricia Maurel, se postulaba para la alcaldía de una ciudad turolense y sus tres hijos quedaron huérfanos de madre, pero les aseguro que el siguiente asesinato ya se está gestando.

Si usted es hombre o mujer reconocerá que son 30 artículos los que contiene la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Bien, pues sepa que la mitad de ellos son violados directa y sistemáticamente por un agresor que tortura, física y/o psicológicamente, a una mujer. La mitad, que se dice pronto. Se las priva de la libertad, de la seguridad y, a veces, de la vida; se las somete a servidumbre y tratos degradantes; se las desoye, se las priva de intimidad y de intereses; se las persigue, se las coacciona y se las obliga sexualmente; se las despoja de pensar y decidir. Los seres humanos siempre han sido esquilmados por otros seres humanos, esto no es nuevo en la Historia. Sin embargo, en nuestras butacas democráticas siempre hemos atribuido la barbarie a escenarios de ausencia de derechos y libertades o a épocas donde caudillos iluminados masacraban en masa a gentes por su ideología o su religión o su etnia. Del terrorismo de ETA no tenemos duda que ha hecho y hará por asesinar, y así lo perseguimos. De Hitler el mundo no albergó esperanza de redención, y así aunó sus voluntades para extirpar su cáncer del corazón de Europa. En cambio, parece que nos es difícil de asumir que en los propios dominios democráticos se está representando diaria e indecentemente la tortura contra una parte abultada de la población.

Haciendo una estimación, alrededor del 12% de las mujeres españolas están siendo vejadas ahora. Traducido, quiere decir que el 6% de la población española está siendo privada de alrededor de la mitad de sus derechos humanos elementales. Y soy consciente de que en nuestras confortables sociedades democráticas se vulneran muchos derechos, de inmigrantes, de minorías, incluso garantías constitucionales como el derecho a un hogar o un trabajo son más una parábola que una realidad. Ahora, discúlpenme, estamos hablando de mujeres asesinadas y torturadas por hombres.

Si usted, hombre y mujer, camina por la calle de su ciudad un buen día y de repente es agredido o golpeada con puñetazos y patadas por un desconocido, su primera reacción, aparte del estupor, será buscar una protección a su alrededor. Es muy humano que la persona agredida se emplace hacia su entorno reclamando ayuda. Desde luego, inmediatamente pensará en la protección de la Policía, de la Ley. Eso cuando es una persona que no conocemos, con la que no tenemos relación alguna. Ocurre que muchas mujeres son maltratadas en sus hogares no sólo por un conocido, sino por alguien en quien había depositado su confianza, sus esperanzas, su bienestar. No nos equivoquemos. El agresor no tortura en el silencio del hogar porque allí su violencia sea más íntima,
sino porque los límites de la pareja son el vallado en el interior del cual
el agresor ha construido mentalmente su parcela de dominación, de control, donde ha fabulado una perversa realidad de señorío feudal esclavizando a un ser humano. Aislamiento, esclavitud, tortura y asesinato. La realidad democrática de muchas mujeres, permítanme recordarlo sin más.


Otros artículos:

MONTERO GOMEZ, Andrés
Maltrato psicológico contra la mujer
El Síndrome de Estocolmo Doméstico en mujeres maltratadas
Tratamiento del maltratador
Principio de injerencia ante la violencia contra la mujer


 

 

 

EL VIOLENTANDO SER (MUJER) HUMANO




 

 


 

 
 
 
 

 
 


 


 

EL VIOLENTANDO SER (MUJER) HUMANO

Por Andrés Montero Gómez
Pte. de la Sociedad Española de Psicología de la Violencia.
http://www.sepv.org

1 junio 2003 /

Si usted que está leyendo ahora es mujer, debe conocer que la Declaración Universal de los Derechos Humanos le reconoce una serie de cualidades, de derechos, de posesiones inalienables inherentes a su naturaleza humana de ser. Algunos de esos derechos se pueden suspender más o menos transitoriamente, bajo el paraguas imparcial de las garantías legales de las democracias, si usted infringe la ley, que así mismo se entiende redactada para ampararla y protegerla también a usted. Aún así, las democracias también difieren en su valoración de qué derechos pueden revocarse temporalmente en nombre de la ley y qué otros son totalmente intocables, incluso bajo el dictado de un juez. De ese modo, por ejemplo, a usted podría privársele legalmente de la vida en Texas, si hubiera cometido un delito sancionable con esa pena, pero en extraña paradoja no podrían torturarla. Por otro lado, hasta hace muy poco podía ser torturada legalmente en Israel, aunque proporcionadamente decía el Supremo de allá, si fuera una supuesta terrorista y escondiera información vital cuya posesión por la seguridad hebrea fuera estimada vital para prevenir o evitar muertes. En España, en cambio, nadie puede o debería poder matarla o torturarla impunemente según el Estado de Derecho.

Si usted es un lector masculino, un hombre, sabe que no deben importar su sexo, ni su condición personal o social, ni su religión para ser titular de
los derechos humanos. Es decir, que hombres y mujeres son seres humanos, aunque humano acabe en 'o', puesto que en inglés, por poner, es un concepto sin género gramatical ('human being'). Tienen ambos consciencia, hombre y mujer, de que no necesitan un pasaporte, carnet alguno, para conservar inmutable su condición de ser humano y que nadie, ningún poder o institución, tiene facultad para substraérsela arbitrariamente sin mediar causa legal suficiente. Quien lo hiciera le está despojando de su naturaleza humana, violando su ser. Aparentemente, su condición de humano es perceptible, se le ve en la cara, y eso basta.

Cada año decenas de mujeres en España son asesinadas por hombres que son o han sido sus parejas, de noviazgo, de hecho o matrimoniales o se han relacionado o pretendido relacionarse sentimentalmente con ellas de alguna manera. Otros millones de ellas que conozcamos, y un porcentaje oculto que no vemos, son torturadas durante años por esos hombres algunos de los cuales, con posterioridad y probablemente en el transcurso de una separación, acabarán por asesinarlas. La última víctima de la violencia contra la mujer antes de estas letras, Patricia Maurel, se postulaba para la alcaldía de una ciudad turolense y sus tres hijos quedaron huérfanos de madre, pero les aseguro que el siguiente asesinato ya se está gestando.

Si usted es hombre o mujer reconocerá que son 30 artículos los que contiene la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Bien, pues sepa que la mitad de ellos son violados directa y sistemáticamente por un agresor que tortura, física y/o psicológicamente, a una mujer. La mitad, que se dice pronto. Se las priva de la libertad, de la seguridad y, a veces, de la vida; se las somete a servidumbre y tratos degradantes; se las desoye, se las priva de intimidad y de intereses; se las persigue, se las coacciona y se las obliga sexualmente; se las despoja de pensar y decidir. Los seres humanos siempre han sido esquilmados por otros seres humanos, esto no es nuevo en la Historia. Sin embargo, en nuestras butacas democráticas siempre hemos atribuido la barbarie a escenarios de ausencia de derechos y libertades o a épocas donde caudillos iluminados masacraban en masa a gentes por su ideología o su religión o su etnia. Del terrorismo de ETA no tenemos duda que ha hecho y hará por asesinar, y así lo perseguimos. De Hitler el mundo no albergó esperanza de redención, y así aunó sus voluntades para extirpar su cáncer del corazón de Europa. En cambio, parece que nos es difícil de asumir que en los propios dominios democráticos se está representando diaria e indecentemente la tortura contra una parte abultada de la población.

Haciendo una estimación, alrededor del 12% de las mujeres españolas están siendo vejadas ahora. Traducido, quiere decir que el 6% de la población española está siendo privada de alrededor de la mitad de sus derechos humanos elementales. Y soy consciente de que en nuestras confortables sociedades democráticas se vulneran muchos derechos, de inmigrantes, de minorías, incluso garantías constitucionales como el derecho a un hogar o un trabajo son más una parábola que una realidad. Ahora, discúlpenme, estamos hablando de mujeres asesinadas y torturadas por hombres.

Si usted, hombre y mujer, camina por la calle de su ciudad un buen día y de repente es agredido o golpeada con puñetazos y patadas por un desconocido, su primera reacción, aparte del estupor, será buscar una protección a su alrededor. Es muy humano que la persona agredida se emplace hacia su entorno reclamando ayuda. Desde luego, inmediatamente pensará en la protección de la Policía, de la Ley. Eso cuando es una persona que no conocemos, con la que no tenemos relación alguna. Ocurre que muchas mujeres son maltratadas en sus hogares no sólo por un conocido, sino por alguien en quien había depositado su confianza, sus esperanzas, su bienestar. No nos equivoquemos. El agresor no tortura en el silencio del hogar porque allí su violencia sea más íntima,
sino porque los límites de la pareja son el vallado en el interior del cual
el agresor ha construido mentalmente su parcela de dominación, de control, donde ha fabulado una perversa realidad de señorío feudal esclavizando a un ser humano. Aislamiento, esclavitud, tortura y asesinato. La realidad democrática de muchas mujeres, permítanme recordarlo sin más.


Otros artículos:

MONTERO GOMEZ, Andrés
Maltrato psicológico contra la mujer
El Síndrome de Estocolmo Doméstico en mujeres maltratadas
Tratamiento del maltratador
Principio de injerencia ante la violencia contra la mujer


 

 


 

 
 
 
 

 
 


 


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 

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