24 Dic '06 -Documento para el debate político sobre la categoría "Poeta".

Damos a conocer aquí, oportunamente esperamos, un documento para el debate público que la vicesatrapía de la CTP que visitó este año los Encuentros de poesía comunista (y) libertaria de Moguer (Voces del Extremo) ha redactado conjuntamente con algunas otras insignificancias. Extractamos en este foro varios fragmentos de este largo e inconcluso texto, pero se puede leer y participar en su redacción aquí.


Fragmento 1:
Esto último, desde luego, no significa que el Poeta vaya a renunciar a la Rebeldía, porque, de hecho, declararse Poeta parece, para algunos, tanto como definirse Prófugo Heroico del Actual Sistema de Codicia (y en algún caso, de Cualquier Otro Sistema). Supuestamente, ser Poeta, con todo lo que ello comporta, es el Acto Supremo de Rebeldía, pues la Poesía es connaturalmente Ajena a Todo y Liberadora de Todo (una suerte de Mandala Zen, imaginamos). Viviendo Poesía, pues, Uno queda Liberado y Libera el Mundo; lo que nos recuerda cierto Partido de Mentalistas en cuyo programa se publicitaba la medida electoral de detener la Guerra de Yugoslavia enviando un destacamento de diputados a meditar a alguna plaza pública de Sarajevo2). Que el Poeta habite realmente en tremenda ingenuidad es sólo una intuición nuestra, sujeta a error, pero no pocos de sus textos, y bastantes de sus actitudes, apuntan a cierta renuncia, a un ascetismo superior o a esa especie de ejemplaridad negativa del que hace el bien sólo porque se aparta del mal. (Cuestión que de darse por cierta, obligaría al Poeta a plantearse esta otra pregunta peliaguda: ¿cómo puede Un Individuo Solo ser moralmente bueno en un contexto completamente perverso?) Creemos que tal intuición no está desencaminada, porque, no lo olvidemos: bajo el actual Signo de la Codicia, un Poeta es ante todo, sobre todo, para todo y en todo momento un Individuo; lo que no le predispone, no ya a la Organización Colectiva, sino ni tan siquiera a meditar si tal cosa pudiera ser necesaria. El Poeta parece un revoltoso que niega la necesidad de organizarse con otros en Revolución. (¿De ahí, también, su poca predisposición al debate y la mucha a la Opinión y a los Personalismos? ¿De ahí, también, que gran parte de su crítica metapoética, cuando se da, planee sobre esenciales y dados-por-supuestos de la tradición burguesa como la calidad, la intuición, el pulso estético y otras hierbas? Inter alia: De todos los autores ‘activistas’ (…), ESTE es el único en el que no decae el tono poético, en el que no se sacrifica la estética por la ética. Es, por tanto, el más creíble de todos, o el único creíble como poeta comprometido, puesto que los demás son comprometidos siempre, pero poetas sólo a veces 3)). Y no faltan, aquellos Poetas que, participando en mejores causas (en los llamados movimientos sociales), consideran que, de algún modo, han cubierto una especie de cuota de militancia y, por tanto, pueden abandonarse al papel de Poeta Artista, como si ese fuera un lugar “menor”, según particular escala.

Fragmento 2:
¿De qué forma se nos hacen sospechosos unos Especialistas y otros no? ¿Por que sí lo son Policía, Militar, Abogado, Periodista, Político, Profesor, Arquitecto… (y aún Fontanero, Carpintero, Electricista… si uno tiene que llamarlos para un arreglo), pero no lo es Poeta? ¿Qué tiene la categoría Poeta de limpia y divina y lujosa en sí misma que ni el mayor hijodeputa cae en desgracia siempre que se le juzgue sólo como Poeta? ¿Y por qué no podemos juzgar sólo desde la militaridad a un Militar y sólo desde la politicidad a un Político? ¿Por qué, en fin, esta enorme resistencia de los Poetas a que su categoría de especialistas pueda ser enjuiciada políticamente, incluso entro los más extremados de ellos?


Fragmento 3:
Haríamos un flaquísimo favor a nuestra causa común, si en este documento para el debate, no afirmáramos con rotundidad que los encuentros de poesía comunista (y) libertaria de Moguer son uno de los pocos lugares donde todavía hay puertas abiertas para que la poesía, y quienes la practican, se arme contra tanta Codicia Autodestructiva y construya comunismo. Nos consta que, en anteriores convocatorias, este encuentro fructificó en planes provechosos (de aquí partió, para quien pueda recordarlo, el foro social de las artes, por ejemplo), y si la organización de “voces del extremo” (que adivinamos, ¡ay!, solitaria y esforzada) desistiera de su propósito, esa sería una pérdida completamente irreparable. Y, de hecho, en el encuentro de este año que nos ocupa, hubo momentos de profundísima búsqueda de la razón común (¿momentos con pellizco?), aunque no lográramos, entre todos, articularlos entre sí de manera más realista y combativa.
Haríamos un flaquísimo favor a nuestra causa común, si en este documento para el debate, no afirmáramos con rotundidad que los encuentros de poesía comunista (y) libertaria de Moguer son uno de los pocos lugares donde todavía hay puertas abiertas para que la poesía, y quienes la practican, se arme contra tanta Codicia Autodestructiva y construya comunismo. Nos consta que, en anteriores convocatorias, este encuentro fructificó en planes provechosos (de aquí partió, para quien pueda recordarlo, el foro social de las artes, por ejemplo), y si la organización de “voces del extremo” (que adivinamos, ¡ay!, solitaria y esforzada) desistiera de su propósito, esa sería una pérdida completamente irreparable. Y, de hecho, en el encuentro de este año que nos ocupa, hubo momentos de profundísima búsqueda de la razón común (¿momentos con pellizco?), aunque no lográramos, entre todos, articularlos entre sí de manera más realista y combativa.

Editado por ctp, el día 24 Diciembre '06 - 15:04, en todo es de todos CTP.

Han dicho algo al respecto:

Comentario de Pepito y el Lobo - 26 Diciembre '06 - 10:51



“Incluso una parte de los Poetas Más Extremos lo han abandonado, pues en tanto Poetas se comportan como Héroes Solitarios de la Resistencia o como Marcas Comerciales. Construir un lugar justo y bueno para todos requiere del esfuerzo, de la inteligencia, de la creatividad, de la tenacidad y de la capacidad de organización anónima. Esto es: de la razón común, y no de los sueños fragorosos del Héroe Solitario. Debemos organizarnos, urge hacerlo ya y ya lo estamos haciendo”.

Vicesatrapía.

“Las estrellas, para quien las trabaja”

Juan Carlos Mestre

0)

Éstas son ideas generales prestadas de aquí y de allá, que espero aporten para el debate. Creo que el problema tal cual lo plantea la Vicesatrapía –crítica general al posmodernismo en la figura del Poeta– cae paradojalmente en otro error posmoderno. Este es: 1) la hiperespecialización de esa crítica, o su reducción cuasi-aislada de otro tipo de urgencias. Y cuando se habla de otro tipo de urgencias, digo de las que dependen directamente de las desigualdades sociales o la explotación de los trabajadores y las trabajadoras del mundo. Y cuando digo trabajadores y trabajadoras se incluye también al poeta, sin mayúscula. Es decir, el debate propuesto se centra en el análisis microscópico de las particularidades no precisamente discursivas sino de aquellas “propias” o inherentes de quien, según nos dice la Vicesatrapía, emite el discurso; o en el caso que nos incumbe, de quien produce un texto poético. Su crítica principal es de estricto orden intelectual, contra 2) la subjetividad burguesa o la subjetividad burguesa entendida como generadora de la de los autores de poesía, y, más aún, considerada esta subjetividad como una cualidad gerencial: por ende, de la composición de un “yo” genial como propiedad privada que produce textos para la oferta y demanda de la realidad regidas por el Imperio.

1)

Creo ver en esto un peligro, en cuanto a que esta política retrasa el avance de la crítica en los problemas fundamentales y prioritarios derivados de la desigualdad, de la explotación laboral, de la exclusión de género, de etnia, y de conductas sexuales que propicia el capitalismo así como de las guerras y asesinatos que genera. Esta política produce división dentro de los grupos intelectuales de izquierda ya que promueve la culpabilización de los sujetos –hablo de la política de hacer sentirse culpables a los compañeros y compañeras de idéntico o similar signo ideológico–, y sobre todo, de los sujetos que producen textos poéticos –o textos poéticos políticamente comprometidos con la izquierda–, primero, por el peligro a considerarse –a sí mismos o en relación a otros– como Sujetos (con necesidades personales), y por el riesgo de producir Poemas como mercancía. Decía arriba que no es nueva la crítica a ciertas filosofías posmodernas que promueven la hiperespecialización, sobre todo en el orden de las políticas culturales. Esto ha sido denunciado ya por Alain Sokal, y creo ver también en el análisis introductorio de la Vicesatrapía esa intención. Pero haciéndome eco igualmente de la misma crítica que promueve Sokal y que de alguna manera reproducen nuestras Insignificancias, me pregunto: ¿no es igualmente un debate acerca de los Poetas una postura que hace eco de una radicalidad mal entendida precisamente por no ser radical, quiero decir, porque desdeña las posibilidades críticas tanto de los Poetas como de los poetas? O de otro modo: ¿no se tratará más bien de un deseo de radicalidad que en sí es incompleto ya que incluye sólo una vía, sectorizándola, y no utiliza subversivamente, en cambio, todos los caminos posibles en su favor? Creo que la situación que describe la Vicesatrapía contiene un deseo más que una constatación, me refiero, al deseo de encontrar, para corroborar una tesis, el indicio que caracteriza, al parecer, a todos los poetas como Poetas. ¿No se escaparán algunos de esa categoría?, ¿Hay que renunciar a la subjetividad para ser políticamente trasgresores, y éticamente consecuentes ante la opresión capitalista?, ¿Así como combativa resulta la parodia, no es ella misma una utilización activa y política del poder o de una posición de poder que antes ha sido asimilada para, de ese modo, burlarlo y destruirlo? Hablo de la parodia como una de las estrategias utilizadas por sus Insignificancias para denunciar el orden del Poeta. El hecho de situar y centrar en debate en la figura de El me parece éticamente incuestionable por cuanto a que destruye los mitos y discursos generados en torno a su figura y talento –el aprovechamiento ventajoso de ellos por gran parte de quienes se reconocen como tales–, pero del mismo modo que resulta criticable la asunción al Olimpo de los profesores de filosofía, los médicos, o las abogadas, en desmedro de otros trabajadores. Creo que la política del debate propuesto se desvía en la medida que pretende abolir el oficio de poeta, por cuanto que participa de una economía determinada, olvidando que del mismo modo participan en ella los auxiliares de vuelo, los que trabajan en las plantas de reciclaje, los que trabajan sin papeles cogiendo aceitunas. Se detiene demasiado en descalificar al Poeta y en advertir de los peligros de su imitación utilizando la “fábula analítica” para exorcizar la tentación. El verdadero problema es reducido por esta intención. Su discurso analítico o crítico se centra en su urgente compartimentación. Es decir, se produce la división de la realidad en compartimentos específicos, conjuntos que en su interior contienen subcojuntos más complejos y reducidos –el tema importantísimo del Poeta y de su Talento–, alejándose del análisis dialéctico de base y superestructura, o del análisis de los campos económicos que actualmente definen a nivel cotidiano y cercano –por no decir, evidentemente más real por cuanto más urgente– de si alguien tiene pan para hoy, o si alguno aprieta el gatillo, mucho más rápidos y mucho antes de determinar cómo la lucha de clases se refracta en el signo lingüístico, si autoría sí o la autoría no. Me recuerda al debate de los purpurados en El nombre de la Rosa de Humberto Eco: “¿Las ropas de Jesucristo, pertenecían verdaderamente a él? Son discusiones que en sí requieren un alto grado de especialización, o de “especialización”, o mejor dicho, de desviación de una problemática general hacia sus particularidades “atómicas”. Esto lo digo, sobre todo, porque se particulariza y se atomiza la acción política en una discusión, que a mi modo de ver, prioriza la atención sobre el capitalismo en sus manifestaciones microscópicas antes que a encabezar la acción y las estrategias precisamente a aunar las subjetividades y diferencias políticas de izquierdas en un solo frente –aunar, no homogeneizar–, tanto desde la literatura, como desde nuestros trabajos, sindicatos, u otras colectividades y creatividades. Mirando hacia la izquierda, y sin asesinatos ni mentiras, toda forma de lucha es válida, o como decía uno que leí el otro día, a veces resulta mucho más efectiva, políticamente hablando, la plataforma del zapato de una travesti que una plataforma comunista. Y estas desviaciones atómicas conciernen precisamente a determinar si alguien actúa como Poeta o como usuario anónimo –de acuerdo a las características muy bien descritas por la Vicesatrapía– mientras los aparatos ideológicos estatales y mundiales explotan, machacan o modelan, precisamente, nuestras subjetividades. Por decirlo poéticamente, “las subjetividades de la mayoría de todos”.

2)

Creo necesario recalificar la subjetividad no como propiedad privada entendida como un título de dominio, sino como territorio identitario, como último lugar de reconocimiento, como espacio donde el yo se articula no como mercancía ni factoría, sino en cuanto a identificación humana –lo que nos diferencia de otros animales o de las arañas– no con uno mismo, sino desde uno mismo puesto en situación con el otro y los otros en una historia y cultura. La otra y las otras. Y el modo de relacionarse con esos otros y otras se debe dar en un espacio de cooperación y de solidaridad. Pero esta cooperación se produce desde el acuerdo o contrato de subjetividades distintas puestas en común o por el bien común (…Lo último que piensan los pobres y desposeídos de este mundo es si su subjetividad transa o no con el capitalismo, dicho sea de paso). Consideremos lo siguiente: la economía básica se generó en base al trueque, algo que se intercambia por otra cosa, de acuerdo a necesidades (sí, propias, pero también ajenas, y por lo tanto, conjuntas). Las diversas fases económicas han degradado o han reinterpretado este intercambio básico, que históricamente ha existido en diversas formas, grados o mutaciones. La crítica fundamental al capitalismo iniciado por Marx en definitiva habla de la lucha por la plusvalía. La lucha de clases es por ella. Por el valor de más generado de y partir del trabajo y arraigado en el producto que se intercambia. La alienación, precisamente se produce cuando se identifica el sujeto productor con el producto, o con el mismo proceso. Éste es, de hecho, uno de los frentes de lucha de la izquierda más comprometida, ya que la alienación es una de las bases actuales que sustenta al capitalismo. Y aún más (y esto lo digo como anécdota o como advertencia): la burocratización de la economía de los socialismos soviéticos implicó la desaparición de los sujetos productores a favor del proceso de producción, pero al mismo tiempo significó una serie de privilegios para las capas dirigentes… Entonces, ¿existe una identificación posible que no sea la de la reificación?, ¿se le puede pedir a un sujeto productor –un poeta por ejemplo– que no se identifique con su trabajo de manera alienada, pero que al mismo tiempo no genere plusvalía, o mucho más, que esa plusvalía no se caracterice en cuanto a su identificación con el trabajo –si consideramos, al mismo tiempo, que el acto de producir contiene valor añadido, en la medida que incluye un esfuerzo personal del productor o productores: la venta de su fuerza de trabajo sea físico o intelectual–, sino en la medida que es utilizada y apropiada (¿socializada?) por los otros compañeros de clase?; ¿quién se quedará con la plusvalía de su trabajo, considerando que el capitalismo se lo quita de por sí, cuando éste sistema económico ya no exista? En caso de que fuera así, al democratizar o socializar la producción, ¿eso incluye necesariamente la desaparición del sujeto? ¿No se tratará más bien de democratizar la producción sin desconocer que el valor del trabajo no recae tanto en el prestigio del trabajador como de la “calidad instrumental” del trabajo, sin que ello implique que al negar el “prestigio” o el “talento” se niegue al sujeto productor y a la plusvalía –también simbólica– generada a partir de la fuerza de trabajo que implicó la producción del producto que se intercambia? Se me dirá que el autor-productor no existe, que el discurso como narración es de todos y nadie. En este sentido, es importante hablar, como bien dicen, desde la materialidad. Así como el obrero produce un ala de avión, el poeta como trabajador no debería producir otra cosa que trabajo intelectual. Por ahora, ese trabajo queda inscrito en otro tipo de materialidad dada por la organización material propia del Libro –un artefacto hecho de papel, el cual en sí es depósito de cierto tipo de discurso– y más aún, del Libro de poesía. Y por trabajo intelectual entiendo el trabajo de un intelectual orgánico, como defendía Antonio Gramsci, en la medida que una capa de intelectuales orgánicos representan la conciencia de la clase a la que sirven. He leído por ahí que “los trabajadores de la superestructuras, los intelectuales proveen a la clase de donde proceden de una visión clara de su propia orientación socio-económica, política, cultural, que le permite asentar su propio poder hegemónico”. ¿No será necesario, entonces, discutir desde otra atalaya que no sea la de identificar Poeta con Capitalista, ni mucho menos Sujeto con Mérito, en la medida que esa discusión, quizás necesaria, desvía la urgencia política de atacar el capitalismo desde todos los puntos y con todas las estrategias? Para conseguir nuestros fines, ¿no habría que recalificar todas las nociones generadas por la lógica cultural del capitalismo avanzado, me refiero a las actuales representaciones de realidad en las que existen nociones (y realidades objetivas) como por ejemplo Sujeto, Trabajador, Alfabeto, Libro, Literatura, Vida, Política, Comunismo, Socialismo, etc? Si partimos de la base que el capitalismo actual está prácticamente inscrito en todos estos “nombres” o procesos simbólicos, ¿cuáles de todos tienen más urgencia para ser desactivados? Si lográsemos el comunismo, ello implicaría un cambio en la materialidad de nuestras condiciones de existencia y de la relación imaginaria que tenemos con ella (ideología), ¿pero la de los símbolos que se han generado?, ¿no sería mejor apropiárselos, hacerlos bailar con otra música? Si constatamos, por otra parte, que se encuentran Poetas del Extremo unidos y mancomunados por una finalidad política común como es luchar contra el capitalismo desde sus textos, entonces ¿resulta verdaderamente productiva la crítica desde las mismas bases, disgregando la atención y las energías conflictivas –para luchar contra las más urgentes opresiones– en cuanto a definir los y las poetas que son verdaderamente resistentes de los que no, y de paso, desde el poder de etiquetar a los que no, desde el poder de definir que el otro actúa como Poeta desde su Individualidad pero Nosotros No, reconociendo el conflictivo lugar de la disidencia como un lugar que les permite ese diagnóstico, una toma de posición, y en qué medida, repito, ello permite dictaminar y decir que unos actúan por el prestigio? ¿No es ésa igualmente, si pensamos con malicia, una posición de prestigio? Es cierto que el capitalismo genera “narraciones” y que funciona por medio de mitos y naturalizaciones ficticias. Por ejemplo el mito del poeta como genio. De acuerdo a esto, no hay que confundir el hecho de atacar el mito del poeta-genio –como muy bien lo describe la Vicesatrapía–, con la acción de cuestionar al poeta-trabajador, quizás también otro mito o mejor dicho utopía, pero entendido como urgencia ética por la cual es necesario luchar. El anonimato, de acuerdo a esto, me parece más una estrategia de acción política –una buena bomba molotov contra la furgoneta de la policía neoliberal y capitalista– que un fin verdaderamente solidario y democrático. Porque necesariamente no puede negar –el anonimato– que hay hombres y mujeres en el mundo a los que les han quitado todo, excepto el nombre, sus sueños y deseos. Y que a veces les han quitado hasta el nombre también. Creo que es necesario hablar de sujetos solidarios en vez de sujetos anónimos. De trabajadores unidos, pero no de trabajadores anónimos. Esclarecedor me parece el ejemplo de Quique, cuando hablaba de aquel combatiente que antes de morir en un enfrentamiento, escribió su nombre con tiza en el suelo para no ser olvidado. No digo que los poetas tengan la misma dignidad que ese combatiente, pero tampoco se les puede deshumanizar. Ésta es la crítica que propongo: no a la anulación del Poeta –purga muchas veces contra productiva y dañina– sino su recalificación (y por lo tanto su re-educación) como trabajador con nombre y con un lugar también en la historia de las luchas junto a las de los demás.

3)Epílogo:

Se nos dice que algunos poetas se comportan como marca registrada, o como sujetos solitarios. Está muy bien dicho de que se “comportan”, puesto que en la práctica, nunca nadie está completamente sólo a no ser que se encierre en la torre de Rapuncel. Siempre hay filtraciones, ecos de lo que pasa allá afuera, y precisamente porque los sujetos no están solos, es que sus discursos poseen carga ideológica, o, mejor dicho son ideología. La pregunta tiene que ver con cuál ideología uno se moja. Ahora, se me produce otra pregunta, que la introduzco con lo siguiente: Ya decía J. Lacan que todas las cosas pueden ser utilizadas como espejos. Extiendo esa problemática conciencia de la subjetividad para leerla a través de la conciencia de una lógica cultural del capitalismo avanzado que impregna todos los discursos y representaciones. A partir de ello, ¿qué cosas, sujetos o procesos no pueden ser considerados o utilizados como una marca?, ¿los discursos anónimos y subversivos están inmunes a su utilización comercial? No se trata esto de una resistencia a la crítica o a la autocrítica. De hecho, lo que más se agradece del debate propuesto por la Vicesatrapía es que obliga precisamente a ello, lo que no quita que la conclusión de ese ejercicio pueda obligar a una crítica de la crítica. Pero el problema central radica en que se olvida, como dice Trotsky, que “el proceso generador de la relación capitalista no puede ser, pues, sino el proceso de separación del trabajador de la propiedad de sus condiciones de trabajo, proceso que transforma, por una parte, los medios sociales de subsistencia y de producción en capital, y por otra, a los productores inmediatos en trabajadores asalariados”. La situación descrita por la Vicesatrapía confunde el origen del problema, atacando el efecto –la transformación del poeta, o analizado de este modo, de cualquier sujeto en marca–, y no el proceso que lo lleva a ello. Se ataca el síntoma pero no la enfermedad. A partir de eso, creo necesario trabajar políticamente como ciudadanos y ciudadanas, trabajadores y trabajadoras desde diversos y no excluyentes focos de lucha –nuestros trabajos, sindicatos, juntas de vecinos, partidos políticos, las diversas manifestaciones de creatividad social y política, el trabajo intelectual, la cooperación, etc– partiendo de la base que no todos poseen la misma tensión subversiva, pero que al mismo tiempo corresponderían a la división solidaria, conflictiva y democrática de las fuerzas del cambio. No creo que la política general de estas estrategias incluya la confusión de organización colectiva con organización anónima, porque precisamente la semilla de esa revolución –constante– se hace a partir de las subjetividades y de las solidaridades puestas en común. Del mismo modo que uno debe tomar partido desde una posición ética, lo que implica reconocerse como sujeto que opta y decide en organización con otros, igualmente los asesinos, también organizados a su manera, tienen nombre y apellido. Hitler. Franco. Pinochet. Bush.



Comentario de Arturo - 05 Enero '07 - 13:05



Sobre los poetas (y su irreductible pluralidad)

Me permito sumarme a esta escena, sin ánimos de polemizar. En todo caso, considero interesante producir debates donde las diferencias conceptuales no conduzcan a una descalificación del otro, sino más bien a analizar cuáles son esas diferencias y poder aprender de ellas. Así que espero aprender de ustedes.

Por mi parte, más que discutir ésta o cual característica del “Poeta” (falsos prófugos, marcas comerciales o lo que sea) me interesa señalar que el tratamiento unitario de una categoría como “poeta” peligra con caer en mistificaciones importantes: hay identidades poéticas diversas y eso mismo hace que, a priori, no podamos atribuir una significación estable a la figura del “poeta”. Además, ¿por qué Poeta, en términos mayúsculos? Ser poeta no es necesariamente un acto supremo de rebeldía: a veces, es parte de la integración en circuitos más o menos oficiales e institucionalizados, que buscan sumarse a una tradición que los consagre sin modificar en absoluto un orden de privilegios y supuestos méritos individuales. No sólo no queda liberado por necesidad, sino que además, suele quedar atrapado por la voluntad de distinción cultural, de distinguirse del resto de los mortales a partir del “genio” o “talento estético”. Me parece ingenuo suponer que los poetas son ingenuos: casi todos anticipan efectos posibles, lecturas específicas, juicios más o menos deseados y temidos, y sobre esa base, estructuran estrategias discursivas específicas, que prevén ciertas formas de construir cierta aceptabilidad para sus producciones.

En pocas palabras: la “renuncia”, el “ascetismo” o la “ejemplaridad”, con suerte, pueden describir a algunas identidades poéticas, pero distan de ser regularidades. Basta conocer a muchos poetas para des-idealizarlos radicalmente. Los poetas no tienen ningún privilegio político o ético. Hay sujetos heterogéneos como en todo campo social.

En fin, me parece que pensar en el “Poeta” conduce a errores importantes (y no es casual que el texto tenga que introducir diferencias entre poetas por necesidad). Podemos quizás pensar cuáles son las condiciones constitutivas de estas identidades poéticas plurales, pero eso no lleva a ninguna unificación en términos de comportamiento. Podemos pensar qué hay en común entre los poetas (o incluso qué debería ser un poeta), pero eso supone más bien una remisión a un campo de actividad específico y no tanto a unos rasgos de identidad estables.

De hecho, en el Fragmento 2, lanzan una pregunta política que me parece valiosa: “¿Por qué, en fin, esta enorme resistencia de los Poetas a que su categoría de especialistas pueda ser enjuiciada políticamente, incluso entro los más extremados de ellos?”. Me parece que este es un punto clave: también hay que leer políticamente a los poetas (incluso los que pretenden una obra re-politizada, habida cuenta que todas son políticas). Eso conduce a bastantes decepciones. ¿Qué ostenta, por ejemplo, esa nueva moda del “malditismo”? ¿Qué rentabilidad se persigue con la apelación a recursos de identificación fácil? ¿Qué elecciones estético-ideológicas hacemos para resistirnos a la propia fetichización? ¿Cómo nos desplazamos de los lugares excéntricos que culturalemente se nos asignan?

Hay demasiadas preguntas pendientes, pero en todo caso, esa resistencia a ser enjuiciados siendo permanentemente sujetos que juzgan, habla de una posición de “amo” contrapuesta a todo deseo de una sociedad igualitaria, en la que la reciprocidad es requerida.

En fin, me parece que hay mucho por discutir, pero quizás contribuyan estas palabras como un puntapié inicial para pensar algunas problemáticas ligadas a lo que significa efectivamente participar en el campo poético en las condiciones del presente. Eso no diluye la especificidad del debate: también dentro del campo estético se plantean las divisiones de clase, de género, edad, etc., por lo que me parece equivocado pensar que discutir eso es caer en una suerte de “hiperespecialización”. Sostener eso sería no reconocer la posibilidad de dar un debate sobre los modos de producción de desigualdades sociales dentro del ámbito poético, como si la sociedad fuera lo otro de la poesía como actividad productiva. Lo peligroso, me parece, es pensar que no se debe debatir sobre estética en el capitalismo, cuando más bien, lo que una política de izquierda tiene que buscar son modos de diversificar sus intervenciones críticas, para darles más eficacia política y, sobre todo, para enriquecer su propia discursividad y evitar sus propias cegueras. Desde el momento en que un poema se edita es lanzado a un mercado cultural (oficial o incluso alternativo), y eso mismo ya lo constituye en una mercancía. Podemos escandalizarnos (refugiarnos en purismos que se niegan a sí mismos) o preguntarnos qué tipo de mercancía constituyen y analizar cuáles podrían ser las formas de resistirse a esa mercantilización. Cuando asumimos esas cuestiones, más que desdeñar las especificidades de la vida cultural (reducida a una cuestión superestructural), hay que avanzar hacia un «materialismo cultural» (expresión que debemos a Raymond Williams) que permita interrogarse incluso por los procesos que han producido, materialmente, la especialización, condición de reproducción del orden social existente.

Sin ánimos de concluir, les envío un saludo a todos,

Arturo



Comentario de vicesatrapa juntalmar - 05 Enero '07 - 23:28



Con ilusión recibe esta vicesatrapía que las voces juiciosas de sus Insignificancias, compañeros, vengan a dar continuación y verdadera vida a los apuntes que aquí dejamos. Sus discursos merecen, sin el menor género de duda, mucho más que una “respuesta” (en la medida que podamos entender que uno “responde” lo que se sitúa enfrente). Hay mucho en nuestras palabras (de nosotros, nosotros todos, se entiende) que merece una mayor fructificación que estas pocas líneas que aquí dejamos momentaneamete como acuse de recibo. Bastante hemos debatido estos días, en esta vicesatrapía, algunas líneas que en estas intervenciones (ya todas nuestras de nosotros todos) han aparecido. En una vía de “inclusión” de la diferentes variantes de este debate-baile, les instamos a reproducir (si no lo hace alguien antes) las palabras aquí vertidas en la zona procomun (www.nodo50.org/mlrs/procomun), donde no sólo pueden (y tal vez deban) incluir texto, sino eliminar, reformular y recortar el ya existe. Sin duda, este método de escritura común producirá, en su uso, algunas perplejidades de la que esperamos poder aprender (esperemos aprender, entre otras cosas, algunas referidas al escribir y al escribir en común, incluso cuando en un sólo texto se incluyan diversas voces parcialmente discrepantes). Queridos arturo, pepito y lobo, han gestado vds. no sólo líneas de divergencia, de enriquecimiento y de discrepancia, sino de error y, por tanto, de acercamiento conjunto a la voz y la razón común. Les apuntamos aquí que andamos debatiendo en muchas de las cuestiones que nos apuntan (sobre la alienación, la subjetividad burguesa, la identidad, la posibilidad de la propiedad privada de bienes de uso en poesía y ajenas al sistema de propiedad privada capitalista, y, muy especialmente, porque esto sea crucial, de la propiedad privada en los medios de producción y difusión de los discursos simbólicos). Les anunciamos que esta vicesatrapía (y con probabilidad otras) acompañará sus/nuestras palabras en breve. Hasta entonces, reciban un efusivo saludo compañero.



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