25 Oct '06 -"Manifiesto", de Nicanor Parra

MANIFIESTO
Nicanor Parra

Señoras y señores
Ésta es nuestra última palabra.
-Nuestra primera y última palabra-
Los poetas bajaron del Olimpo.

Para nuestros mayores
La poesía fue un objeto de lujo
Pero para nosotros
Es un artículo de primera necesidad:
No podemos vivir sin poesía.

A diferencia de nuestros mayores
-Y esto lo digo con todo respeto-
Nosotros sostenemos
Que el poeta no es un alquimista
El poeta es un hombre como todos
Un albañil que construye su muro:
Un constructor de puertas y ventanas.

Nosotros conversamos
En el lenguaje de todos los días
No creemos en signos cabalísticos.

Además una cosa:
El poeta está ahí
Para que el árbol no crezca torcido.

Este es nuestro mensaje.
Nosotros denunciamos al poeta demiurgo
Al poeta Barata
Al poeta Ratón de Biblioteca.
Todos estos señores
-Y esto lo digo con mucho respeto-
Deben ser procesados y juzgados
Por construir castillos en el aire
Por malgastar el espacio y el tiempo
Redactando sonetos a la luna
Por agrupar palabras al azar
A la última moda de París.
Para nosotros no:
El pensamiento no nace en la boca
Nace en el corazón del corazón.

Nosotros repudiamos
La poesía de gafas obscuras
La poesía de capa y espada
La poesía de sombrero alón.
Propiciamos en cambio
La poesía a ojo desnudo
La poesía a pecho descubierto
La poesía a cabeza desnuda.

No creemos en ninfas ni tritones.
La poesía tiene que ser esto:
Una muchacha rodeada de espigas
O no ser absolutamente nada.

Ahora bien, en el plano político
Ellos, nuestros abuelos inmediatos,
¡Nuestros buenos abuelos inmediatos!
Se refractaron y se dispersaron
Al pasar por el prisma de cristal.

Unos pocos se hicieron comunistas.
Yo no sé si lo fueron realmente.
Supongamos que fueron comunistas,
Lo que sé es una cosa:
Que no fueron poetas populares,
Fueron unos reverendos poetas burgueses.

Hay que decir las cosas como son:
Sólo uno que otro
Supo llegar al corazón del pueblo.
Cada vez que pudieron
Se declararon de palabra y de hecho
Contra la poesía dirigida
Contra la poesía del presente
Contra la poesía proletaria.

Aceptemos que fueron comunistas
Pero la poesía fue un desastre
Surrealismo de segunda mano
Decadentismo de tercera mano,
Tablas viejas devueltas por el mar.
Poesía adjetiva
Poesía nasal y gutural
Poesía arbitraria
Poesía copiada de los libros
Poesía basada
En la revolución de la palabra
En circunstancias de que debe fundarse
En la revolución de las ideas
Poesía de círculo vicioso
Para media docena de elegidos:
“Libertad absoluta de expresión.”

Hoy nos hacemos cruces preguntando
Para qué escribirían esas cosas
¿Para asustar al pequeño burgués?
¡Tiempo perdido miserablemente!
El pequeño burgués no reacciona
Sino cuando se trata del estómago.

¡Qué lo van a asustar con poesías!

La situación es ésta:
Mientras ellos estaban
Por una poesía del crepúsculo
Por una poesía de la noche
Nosotros propugnamos
La poesía del amanecer.
Éste es nuestro mensaje,
Los resplandores de la poesía
Deben llegar a todos por igual
La poesía alcanza para todos.

Nada más, compañeros
Nosotros condenamos
-Y esto sí que lo digo con respeto-
La poesía del pequeño dios
La poesía de vaca sagrada
La poesía de toro furioso.

Contra la poesía de las nubes
Nosotros oponemos
La poesía de tierra firme
-Cabeza fría, corazón caliente
Somos terrafirmistas decididos-
Contra la poesía de café
La poesía de la naturaleza
Contra la poesía de salón
La poesía de la plaza pública
La poesía de protesta social.

Los poetas bajaron del Olimpo.

Editado por alberto, el día 25 Octubre '06 - 14:45, en Poemas.

Han dicho algo al respecto:

Comentario de termidor - 25 Octubre '06 - 21:03



He aquí cómo el buen sátrapa nicanor (y el no menos bueno alberto) nos traen algunas cuestiones fundamentales, que la congregación viene royendo con obstinación de perro viejo.

En los momentos álgidos de cualquiera de las reuniones de sus insignificancias, siempre hay uno que viene a preguntarse qué fue de la poesía popular (permítaseme el pleonasmo, pues de ningún otra especie hay, como no sea de la popular) y el resto no podemos, ¡qué menos!, que, con lágrimas en los ojos (o al menos, dolor real), redoblar nuestros esfuerzos.

Pesan sobre nuestra conciencia siglos de silenciar lo que de pueblo hay en todos y de esfuerzos por convertir la razón común en propiedad privada, la verdad en opinión, el valor en precio y la poesía en literatura. ¿El surrealismo afirma el buen sátrapa nicanor? ¡Ay, si el mal viniera sólo desde las vanguardias o incluso desde las reverencias al genio personal que el romanticismo ha conseguido filtrar en nuestros cuerpos hasta convertirnos a todos en sus más fieles adoradores! (Aún así, a los sátrapas congregados se les erizan todos los cabellos cada vez que, en una de esas reuniones de trabajo de poetas, alguno menciona la villanía de las vanguardias). Que a esta vicesatrapía le conste, la perversidad literaria y sus ínfulas, en sus más tiernos orígenes, puede rastrearse desde mucho más atrás. En la aciaga tradición que han querido hacernos tragar como rueda de molino de lo verdadero e intelectual y fino, se puede leer desde aquella malobrada Carta al Condestable de Portugal, en que se porfiaba ya por hacer valedero y bueno sólo la obra que estuviera avalada por un buen nombre y un mejor apellido. Por ahí (signo de los tiempos, de las necesidades de los que detentan el poder y no conjura paranoica), se puede seguir el hilo que habría de conducirnos y confundirnos hasta esta nuestra cultura en que lo popular ya sólo puede ser pop (marca registrada).

Que lo que no es tradición es plagio, y lo que no plagio al menos copia, lo sabe todo hijo de vecino que haya escrito en una pared su nombre con objeto de alcanzar la falsa joya del porvenir. Con mayor vergüenza lo saben los que firman obras que creen de gran prosopopeya, porque, por ahí abajo, también ellos siguen siendo pueblo y siguen sabiendo, sin necesidad de hermenéuticas, que lo único bueno, verdadero y rico es común, popular y anónimo (como la luz del sol, que como no sabe lo que hace, es buena y para todos; consiguió afirmar uno de ellos, a pesar de sí mismo). ¡Ese hurto les avergüenza! Pero la propiedad privada y el individuo mandan. Así, no falta el hipócrita que, incluso habiendo aspirando a recibir las enormes prependas y honores del premio ese celebérrimo de dinamiteros, admite que sólo puede existir un destino honrado: convertirse en anónimo (¡hipocresía y cinismo redoblados! ¡como si una sóla palabra de sus obras completas le perteneciera!).

Enfermedad desesperada nos producen los compañeros que, aunque defienden lo común en otras artes y conocimientos, vienen a olvidarse de los valientes que, zafándose de tanta maldad de calité y fanfarria intelectual, decidieron hacer lo que se debe, con llaneza; y suplantándolos, llenan sus libros y sus bocas de alabanzas aduladoras de los autores de la Alta Cultura (que en otra cosa no han devenido también todos aquellos vanguardistas de postín). ¡Que no tengan ellos, nuestros compañeros de lucha, una palabra para los sátrapas nicanor, antonio, gabriel, mario o león, entre tantos tomitos dedicados a otros tantos Poetas de Verdad! ¡Que estos buenos sátrapas vengan siempre ha ser vituperados como intentos fallidos a superar, mientras que aquellos otros Literatos ensalzados como ejemplos santos a seguir! Pero basta: bastante bien se entiende que estos sátrapas son populares, comprendidos y sabrosos; sus coplas pasan de boca en boca y, al ser repetidas, iluminaban de verdad la cambiante vida. ¡Y es justo lo contrario lo que se precisa para alcanzar la posteridad de los almanaques y los libros de texto! El pueblo, que vive en la historia pero fuera del tiempo, nada sabe de posteridad: sus canciones son pasajeras, sus necesidades, dolores y verdades sólo actuales.

¿La insolencia de la esencia hermenéutica? Dijo un sátrapa de nuestra congregación (que, como supo muy bien permanecer en la sombra, no vamos a denunciar)

Diz que son mis coplas
del diecinueve
porque llamo blanca
a la blanca nieve

y continuaba, para quien lo quiera recordar, colocando los puntos sobre bastantes ies.

¿A quién puede interesar la arrogancia de los Intentos Literarios de quienes sólo buscan la buena compañía de la más Alta Meritocracia? ¿Pero qué es esa inmensa minoría de un juanramón y aquella otra especie del “to the happy few” de un stendhal? ¿Con cuánto aparato crítico, de cuánta farfolla verbal, de que infinidad de justificaciones académicas y de alta alcurnia se han de hacer acompañar para que tal cosa parezca siquiera un poco razonable? Cuando los prólogos, epílogos, dedicatorias, preámbulos, introitos y presentaciones no procuran un lamentable espectáculo de adulación personal, intentan desesperadamente en miles de páginas y palabras hacer pasar por piedra preciosa lo que, por desgracia, no sirve para ladrillo de ninguna construcción ni piedra arrojadiza (aquella piedra, recuerden, que no sirve para ser ni piedra de un palacio, ni piedra de una audiencia, ni piedra de una lonja, pero que, en el camino de todos, refulgía, en días de tormentas, bajo los cascos, bajo las ruedas).

Lo que no consigue, jamás conseguirá decir, esa Literatura, así en unas obras completas de doce tomos y otros tantos de correspondecias y aparato crítico encuadernadas en polipiel y tafetan verde, lo grita la copla popular en cuatro versos. Cuatro versos de nadie, pero para todos. Cuatro versos vivos que habrán de transformarse y seguir viviendo, siendo repetidos.

Porque, amigos, esa es otra: ¡cuántos esfuerzos en ser incomprensibles y en no poder ser repetidos hacen estos Autores! ¡Cuánto más fácil, natural y útil es el hallazgo, menos poético les parece a ellos! ¡Quía! ¡Si eso se le puede ocurrir a cualquier y para mi negocio es imprescindible que Mi Obra sea sólo Mía, sin confusión posible! Mézclese esta soberbia decimonónica con unas gotas postmodernas y vanguardistas para obtener el fárrago presente. Las ideas más insospechadas, las tonterías más perversas y los proyectos imposibles (véanse cuadros monocromos, performances literarias, edificios como buques de titanio…), es decir, aquello todo que la sabiduría popular desechó como inútil y sin valor, la escoria de la fundición del conocimiento, se convierten ahora en la quintaesencia de lo meritoriamente artístico. ¡Como que al mercado y a sus dueños les aprovecha mejor la digestión de estos engrudos, precisamente desarticulados desde su propio nacimiento! ¡Así la invisible mano del mercado puede elegir, al azar, entre una ingente tropa de postulantes a célebres!

¿Habrá en este mundo técnica que haya hecho más daño que la libre asociación de ideas, la imagen sorprendente y la palabra ensimismada; enemigas de la verdad común, la libertad igualitaria y la razón para todos? ¿Habrá que volver a hacer sospechosa la repulsa a la rima? ¿Habrá que seguir insistiendo en que, ahora, lo que consigue no decir, con enormes esfuerzos, apenas nada, afirma precisamente por ello el discurso contrario al pueblo? ¿Habrá que seguir repitiendo que, quien se quiere Actor entre Espectadores, Primera Dama entre Vasallas, Poeta entre Seglares, colabora, de grado o a la fuerza, con el discurso contrario al pueblo?

Habitamos todos juntos, el pueblo, la misma casa. Nada se mueve sin que nos afecte. Por eso ya dijo alguien, que todo habría de ser economía (o quiérase, por restar una pizca de grosería a los términos, ecología, ecosofía). Toda economía, toda ecología, tiene límites. ¿No sabremos ver que, también esto que nos trae el sátrapa nicanor, es una cuestión de límites? ¿Podremos, siquiera, sospechar que estas instancias de la Autoría y el Arte (del Poeta y la Poesía) pudieran formar el límite de lo insostenible? ¿O jugaremos a ser el cínico que, mirando hacia otra parte, finge que no sabe de qué le hablan?

En cualquier caso, por todas las bocas consigue hablar el pueblo. En las culturas más ágrafas sigue cantando el pueblo, e incluso aquí, por las bocas de los Poetas más esforzados, no bien sus dueños y señores se descuidan de Sí Mismos, acaban sin ser deseadas ni voluntarias, saliendo las palabras del pueblo. De palabras se trata, de esas que enuncian lo más necesario, lo que no tiene nombre (son gritos en el cielo y en la tierra son actos). La congregación toda las seguirá recogiendo y cuidando, mientras da al olvido los Nombres.

Ubú les guarde lo que Lenin les dio.

su insignificancia el vicesátrapa termidor.



Comentario de ctp - 26 Octubre '06 - 20:52



Verás Nicanor…
...hay tantos poetas sordos
que no quieren bajarse
de la olímpica parra
de sus nombres propios…

Poetas libérrimos,
purísimas almas,
creadores prístinos
de herméticas nadas.

Estagiritas de élite
que desde su altura
defienden al pobre
con versos de espuma.

Poetas de libro
de muda poesía
para ojos privados
de privada alegría.

Poetas que saben
que otros ignoran
y gastan su espejo
preñado de gloria.

Poetas que afirman
que son compañeros:
pero sólo sueñan su nombre
escrito en brillantes letreros.

En nombre de la poesía
apartan al borde del plato
las verdades sencillas
como si les dieran asco

Verás Nicanor…
… a pesar de los poetas,
de cuando en cuando,
la gente, el pueblo,
sigue cantando.



Comentario de Fructidor () - 29 Octubre '06 - 00:07



Me ha parecido que no entiende Termidor la Haute Couture del realismo socialista.



Comentario de termidor - 29 Octubre '06 - 10:33



Estimador fructidor:

Por supuesto que es posible que no hayamos entendido la Haute Couture del realismo socialista (de hecho, confesamos con modestia que por aquí no tenemos la más mínima idea de a qué se puede estar Vd. refiriendo con tal expresión). Ahora bien, su comentario es tan breve que lo único que se puede desentrañar de él es que le disgustan a Vd. las razones de esta vicesatrapía, sin que se avenga Vd. a sacarnos de los errores en que hayamos incurrido. En fin, que se le agradece que por aquí pase y nos escriba, pero sólo sería de utilidad real si tuviera Vd. a bien extenderse en sus razones y motivos.



Comentario de sátrapa Ph - 30 Octubre '06 - 12:10



Compañero fructidor, insignificancias todas;

Primero insistir en lo que Termidor apunta: agradeceríamos sus argumentaciones ya que de otra manera es dificil el dialogo; no lo rehuyan compañeros, y no rececelen del conflicto que a todos nos enriquecería. La razón tiene mucho de agónico, y sin la contraposición de argumentos no fructifica; si no vamos juntos analizando nuestras razones para desestimar las que no resulten buenas ¿Qué haremos? ¿Atesorar nuestras certezas privadas como rasgo diferencial de nuestra persona-máscara?

Después tirar otra piedra que a esta vicesatrapía le parece que ha sido arrojada a su tejado en diversas acosasiones cuando intentamos tratar estos temas -arrojada con escasa argumentación, casi siempre como una mueca, un guiño, un girarse para dar la espalda:

Cuando se nos recuerdan la alta costura, la alta cultura, la calidad literaria, que sus insignificancias tienen a bien criticar y hacer blanco de sus sospechas, pareciera que se nos estuviera diciendo algo que se puede decir de manera más sencilla: que repudiamos lo bueno. Si se trata de eso, nada más lejos de nuestras intenciones. Podemos afirmar que las insignificancias congregadas prefieren lo bueno a lo que no lo es. Traigamos aquí lo que nos recordaba un Bachiller que decía el prólogo del tratado de crotalogía, escrito por un clandestino abate hace ya unos cuantos siglos: tocar las castañuelas no es, ni mucho menos necesario, pero ya que el que pudiendo hacer algo bien, lo hace mal, merece un claro calificativo, puestos a torcar las castañuelas, mejor hacerlo bien que mal. En estos términos nos entendemos, por cierto no muy distantes de la conocida soleá:

Despacito y buena letra
que el hacer las cosas bien
importa más que el hacerlas.

Solea, que pese a haber sido confeccionada por modisto de los más reputados en su oficio, no deja de ser popular y es por doquiera utilizada sin importarle un carajo a quién la usare el loado nombre de su autor.

Efectivamente el hacer las cosas bien, y por lo tanto el gusto por las cosas buenas, es algo que preocupa a sus insignificancias como a cualquier hijo de vecino, es más, se nos antoja máxima ética universal del sentido común que trasciende al común de los mortales si por estos entendemos a la especie humana, ya que la más desatenta de las observaciones a nuestros parientes los animales no humanos (domesticados o salvajes) nos muestra como ellos se rigen por ese gusto en hacer bien lo que quiera que estén haciendo y preferir lo bueno a lo que no lo es.

Ahora bien, esta perogrullada tan importante, no debe confundirse con las Haltas Hinstancias de la Haltísima Costhura Culthural. Aquí lo mejor, lo es por raro y escaso; por estar destinado al exclusivo consumo de unos pocos y a la admiración sacralizada de otros tantos selectos elegidos. Es decir, lo bueno lo es siguiendo criterios mercantiles. Ya nos recordó alguien por estos lares que lo mejor es a veces enemigo de lo bueno. Una alta costura del realismo socialista (sin tener nada claro cuál es el referente de esta expresión o si el término carece de extensión) imaginamos que estará reservada a vestir nobilísimas almas de vanguardia revolucionaria que misteriosamente se separan de los carboneros temerosos de quedar tiznados. La cuestión no es Haute Couture frente pret-a-poter: ambos términos pertenecen al mismo estado de cosas, al mismo discurso ideológico del mercado meritocrático de diferenciación social. La Industria Cultural, cuanto más selecta hace la Halta Culthura, más sosa y cutre tiene que facturar la cultura de masas: Es de esta manera cómo lo mejor se hace enemigo de lo bueno.

El Haltísimo Harte, responde a las exigencias ideológicas de la Plutocracía reinante, valiéndose de las vanguardias y transvanguardias, creando discursos ensimismados; meta-arte, pintura de la pintura, escritura de la escritura, conceptualismo, formalismo, informalismo… lo que sea que haga que las nuevas Haltas Hescuelas sean autoreferenciales y eludan el trato con lo real. Fascinados por exclusivos y complejísimos criterios hermeneúticos los Hartistas vanagloriandose ufanos se lanzan a la escenificación de lo raro y escaso para ganarse una de las contadas vacantes en el panteón de los grandes. Por que al final del cabo, encontramos que importa más la firma que lo firmado, el sujeto de la enunciación más que el enunciado, el valor de cambio más que el valor de uso. Y el mercado, bien gracias.

Reiteramos nuestro deseo de escuchar sus argumentos sobre esta cuestión que pensamos no es baladí. Al menos rompan su silencio para explicar por qué lo guardan. Este silencio está empezando a sernos áltamente sospechoso.



Comentario de inwit - 01 Noviembre '06 - 09:19



Oh, ¿por qué no quieren jugar? ¿No les gusta nuestro baile? ¿Estamos haciendo algo mal?



Comentario de Esteban Lara - 01 Noviembre '06 - 14:08



Estimados Sres:

Me he encontrado perplejo esta manaña al tomar conciencia de que llevo algunos meses leyéndoles con creciente interés. De las virtudes positivas varias de este lugar, encuentro sobresaliente que no se dediquen, como es harto común entre otros foros públicos de temática semejante a este, a cuestiones vanas que tanto hastío producen en el más pertinazmente curioso de los lectores. Aburren hasta la desesperación los Munarrizs, García Monteros, Bellbeles, Villenas, Bellones, Moras y adlateres con su fastidiosos excursos y glosas, sus transportes intelectuales, sus predisposiciones hagiográficas y sus recatadísimas defensas de las propias camarillas. Todos aquellos son valientes… y nada más. Valientes en sus pleitos, que al fin y al cabo no son más que una ceremonia. Todo lo llevan preparado de antemano, hasta las palabras que ha de pronunciar el que cae herido. Permanecen encerrados en sus discursos, como las momias de Egipto, dentro de una envoltura común a todos, siempre la misma… Las suyas parecen conspiraciones enredadas en conspiraciones de conspiraciones que a ningún lugar llevan. Y hete aquí que, Vds., dados a llamarse en plural y por lo bajo, en lugar de sus formas desastradas se deciden a tener el empaque más decimonónico y a plantar batalla. Ambos aspectos me determinan a escribirles hoy aquí, aunque me he de confesar que no poco me inspira el placer de redactar estas líneas en este estilo tan en desuso que, a lo que parece, resulta de lo más útil en los desventurados momentos que corren.

Decididos a plantar batalla les encuentro, y por ello mismo, enredados en desentrañar la paradoja de no encontrar quienes les secunden ni, lo que es más grave, un enemigo claro y leal, que se atreva a sacar pecho y presentar caballerosamente sus posiciones. Tal vez su valor dependa de la ingenuidad que supone que deseen hallar Vds., entre los beatos del siempre renovado misterio literario, con y contra quien formar partido. ¿Pero quiénes les seguirán? No desde luego los encumbrados, ya hayan encontrado estos una infamante posición de privilegio en sindicatos, premios y publicaciones y cuyo máximo interés pudiera ser mantener sus prebendas o ser postulados para un Cervantes, un Príncipe de Asturia o aún un Nobel. Tampoco entre las miriadas de secundones que, aunque siempre celosos, resentidos y descontentos, son proclives por ello a la traición, pero también a la adulación en la esperanza de llegar a ser califas en lugar de los actuales califas. Estos últimos, secundan la mayor de las bajezas al contentarse con la limosna de una mención, una dedicatoria, una triste inclusión en el triste bazar que, por otro lado, tan amargamente difaman.

Encuentro probable, repartidas como están las cartas en el tapete, el peligro de que sus esfuerzos sólo les depare un minúsculo lugar marginal, bien en forma de locura transitoria, bien, como tal vez apuntan Vds., como juego o baile de máscara inocuo.

Parece inviable esa pirueta que Vds. tratan de trenzar: batallar contra la institución del autor sin causar mayores problemas entre los autores concretos. Tan imposible como fue acabar con la nobleza sin cortarles la cabeza. Adivino, no sé si con acierto, que desean Vds. ejercer una violencia sin víctimas, un cambio sin brusquedad. En la medida en que sus diatribas no sean más que diatribas, aquellos que sientan sus reales en cátedras bien cimentadas en el concurso general del funcionamiento de las industrias del espectáculo tendrán, por fuerza, que ignorarles, ningunearles y marginalizarles. Olvidan Vds., en su valor, que ellos son sumamente cobardes.

Pues bien, resta sólo el recurso de la fuerza. Y para que tal sea efectivo tendrían Vds. que afinar su análisis de cuáles son las suyas, contra qué y quiénes se miden y cuáles son sus posibilidades. Como toda batalla, su resultado será incierto. Aquellos otros que mencionaba miden su valor, como les decía, en justas perfectamente programadas. El verdadero valor es el que holla el territorio inexplorado.

Queden con Dios.



Comentario de Fructidor () - 05 Noviembre '06 - 14:57



Tengo la sensación, señor Lara, que es usted de esos que hollan siempre los territorios inexplorados.
Ha quedado claro a lo largo de su discurso.
Y también que sienta usted sus reales al lado (por lo menos) de Dios padre. Lo que no sé es si a la derecha o la izquierda, en el amplio espectro libertario, en el cielo de los justos…o?.
Lo de la Alta Costura, otro día.

Un saludo.



Comentario de md - 05 Noviembre '06 - 18:59



Estimado Sr. Fructidor:

Alguien que (a) aporta a un debate apenas cuatro líneas que (b) se apartan del tema, (b) no proponen absolutamente nada y© abunda en argumentos ad hominem es alguien que se acerca mucho a la definición internética de un http://es.wikipedia.org/wiki/Troll_(Inte..).

Si tiene Vd. algo que aportar a este comentario, le animamos a hacerlo. Si lo que desea es demostrar su personal superioridad, molestando, ofendiendo o interrumpir nuestro diálogo, sepa que no la va a conseguir. Jamás participamos de discusiones con alusiones personales. Si eso es lo que Vd. desea, hay una buena cantidad de sitios donde será, seguro, mejor recibo aquí.

Compañeros, os compañeros a ignorar este tipo de compartamientos y a permanecer atentos en no caer en provocaciones vacías. La administración del sitio debería decidir qué hacer con este tipo de intervenciones.

Saludos.



Comentario de inwit () (link) - 05 Noviembre '06 - 21:19



Queridas Esteban, Fructidor, md, insignificancias todas y amigas,

En primer lugar es un placer para mí, e imagino que otras vicesatrapías gozarán sentimientos parecidos, el poder dar la bienvenida al Sr. Lara, que con tal nombre ha dado el paso de espectador a participante. Si tantas otras personas que nos leen y opinan, mas no comparten, dieran ese paso sería quizá mucho más fácil sacarnos de nuestro(s) error(es) o encaminarnos tan sólo hacia ese horizonte común y de cada una.

Seguidamente, creo que la enjundia de la intervención del nominal Sr. Lara es ciertamente interesante. Hay una pregunta de orden pragmático que no creo que sea justo responder con descalificaciones o ironías. Su insignificancia el Sr. Lara, persona, confronta nuestros planteamientos literarios, es decir, políticos, con el statu quo del mercado literario existente. Concluye nuestra amiga fácilmente que lo probable es que nuestros “esfuerzos sólo nos deparen un minúsculo lugar marginal” en el firmamento de las artes y letras. (Lo del firmamento es obviamente mío e interesado, mas parece que alguna idea parecida alimentaba el concepto de “lugar marginal”.)

¿Nos preocupa alcanzar tan sólo ese “lugar marginal”? Bien, si dicho “lugar” es el de las gentes-marca, el de las cosas que se venden, obviamente no. No nos preocupa no ser antologadas (palabra fea donde las haya, disculpen), Sr. Lara. Desde el momento en que renunciamos al nombre renunciamos también al ránking que este permite. Sin nombre no hay laurel, no hay parnaso anónimo.

No obstante, creo que la pregunta puede remitir a otros asuntos de tipo más práctico, más útiles, vitales. Me refiero en este caso al sempiterno problema de la visibilidad de lo clandestino, a cómo ser vistas sin ser miradas, a la posibilidad de que, si nos limitamos a escribir en una página de fondo negro, jamás nuestros trabajos den fruto fuera.

Por otro lado, nuestra amiga asume o adivina que es nuestro intención el “ejercer una violencia sin víctimas, un cambio sin brusquedad”. Sin agitar de nuevo los manuales marxistas, sin entramparnos en los grandes conceptos, sería tal vez interesante que supiéramos todas si es ése el caso o no. Y si lo fuera, coincido con su insignificancia el Sr. Lara en que habría que medir las propias fuerzas, y analizar dónde y cómo sería necesaria tal violencia.

[Todas estas cosas que una dice las dice escritas y pueden parecer que son todo lo que una quiere decir. No, de nuevo creo necesario insistir en que me siento mucho más cercana a todas las posiciones hasta aquí expresadas de lo que de mis letras arriba puede entenderse. Ya sabemos lo que nos gusta discutir, y que somos capaces de dejar pasar de largo la revolución mientras debatimos la mejor forma de atarse los cordones. Quien aquí llega y lee tiene ya por ello puertas abiertas y hospitalidad. Lo que pido es que converjamos, demonios, basta de diverger (que ya hemos visto los rentables resultados que la disidencia divergente proporciona al Régimen).]

Con Ubú.



Comentario de Fructidor () - 05 Noviembre '06 - 23:03



De ningún modo es mi interés entrar en ataques personales, por el contrario, considero interesante el debate abierto por el señor Lara, particularmente cuando dice “contra qué o quienes miden sus fuerzas”.
Lamento que la definición de Troll no esté aún en wikipedia.A mi me gustaría más una definición Trollsky, por lo que pudiese tener de revolución permanente.

Desde que la poesía, y el arte en general, entraron en el mercado, el riesgo de “etiqueta” es continuo.
Movernos en el espacio que va desde lo que el realismo socialista no nos dió nunca, ni nos dará, hasta lo que la disidencia nos ofrece es precisamente no echar un costurón al amplio espectro donde naufragaron algunos de los mejores poetas rusos después de la revolución soviética.

La superioridad, estimado md, es un estado inane del alma, que no es accesible para quien desea compartir un espacio donde cabe la posibilidad del diálogo, con o sin cóctel molotov.

Estoy a favor del panfleto, siempre y cuando le llamemos panfleto con todas las consecuencias.

No hay alta cultura, sólo hay cultura, y esta transita desde el anonimato del verso y su autor a todos los rincones de la veracidad sin etiquetas.

Mi pregunta acerca del lugar del cielo donde se sitúa el señor Lara es irrelevante y personal, no cabe duda. Pero como la superioriad de su discurso es obvia quería resituarme, probablemente desde el purgatorio.

Los poetas bajaron del Olimpo, verso de intenso lirismo pese a su propia paradoja. Bajamos, a pie de calle, y no para hacer Alta Costura del realismo socialista, y no para cambiar la foto de Stalin por una camiseta del Che. Bajamos para hacer del no lugar (y del no lugar común) un lugar de evolución y ruptura para todos.

Un saludo



Comentario de md - 06 Noviembre '06 - 18:01



La definición de troll internético, con la que deseaba que contejaran la conducta de Fructidor, se encuentra, efectivamente, en http://es.wikipedia.org/wiki/Troll_de_In... Se emplea para designar a “una persona que escribe mensajes para crear controversia sin añadir contenido a la discusión”. Suponemos que tal comportamiento puede fácilmente atribuirse a una necesidad narcisista de llamar la atención sobre uno mismo. Si tal cosa ocurre o no en el caso de Fructidor, cada cual juzgue.



Comentario de castigatrix - 06 Noviembre '06 - 18:34



Inwit, Sr. Lara, insignificancias todas:

A decir verdad que nos han dado qué pensar vuestras últimamente bien cumplimentados comentarios, aunque, bien es cierto, ya no sabemos con exactitud de qué se habla aquí. Veamos si no nos perdemos o, si queriendo encontrarnos, no acabamos simplificando demasiado.

a) La cuestión de la ofensiva de una poesía popular (añádanle adjetivos: anónima, clandestina…) frente a la (también siempre ofesiva) poesía burguesa (y en la categoría entran muchos más que “aquellos que lavándose las manos…”).

b) Desmontar el argumento de la calidad (literaria) en que se suele apoyar la noción, ya naturalizada, de poesía necesariamente escrita por un Poeta.

c) Las relaciones de la Alta Cultura, la Autoría, los Derechos de Autor, con la Meritocracia y con el Espectáculo de factura capitalista y la Propiedad Privada.

d) La necesidad, por tanto, de hacer las cosas bien, pero desde presupuestos desvínculados de la Alta Cultura (en definitiva, la Cultura del Autor), que sólo se puede observar como una maninestación obvia del régimen imperante.

e) Las posibilidades reales de tal proyecto. Con posibilidades nos referimos a lo que apuntaba el Sr. Lara: un análisis/una práctica que nos lleve a un conocimiento más afinado de la situación.

f) Tomar decisiones estratégicas respecto de cómo aprovechar las posibilidades que realmente existan (asumimos que “el recurso a la fuerza” del que habla el Sr. Lara y su “conflicto sin víctimas” no son más que metáforas: obviamente, ¿no?).

g) En el mismo orden de cosas, plantear la cuestión de por qué incluso los Autores de este sitio, afines políticamente, no comparten sus ideas con demasiada alegría. (¿Se fijaron en que la mayoría, incluso los más activos colgando entradas, sólo hacen comentarios del tipo “me gustó” o “es muy interesante”?)

Si me dejo algo, me lo recuerden.

Vicesatrapía de Orden Previo al Consenso (aunque fuese parcial).



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