La subsunción real del trabajo en el capital y la investigación científica

Al exponer la historia de la acumulación capitalista, Marx observa que el proceso se divide en dos etapas distintas. Durante la primera, los capitalistas se limitan a convertir los talleres artesanales en empresas capitalistas y a los artesanos en asalariados; hacen poco más que explotar trabajo ajeno dejando practicamente intacta la estructura productiva o modo de producción de las corporaciones artesanales heredades del sistema social anterior. En semejantes condiciones de invariabilididad en la organización del trabajo y en la utilización de determinados medios de producción por operario empleado, el capital sólo puede crecer extendiendo la base técnica dada, esto es, empleando más operarios en el manejo de otros tantos medios según la relación técnica dada, durante más horas por jornada y con el mismo salario.

Marx define esta realidad temprana o infantil del capitalismo como "subsunción o supeditación formal del trabajo en el capital" Con esta expresión quiere significar que la relación social capitalista ha supuesto un simple cambio de categoría social sobre la que recayó la propiedad privada de los mismos medios de producción que habían venido siendo empleados por las corporaciones de artesanos. Bajo ese antiguo régimen, los medios de producción eran propiedad de los productores directos: los maestros artesanos, mientras que bajo el nuevo régimen explotador del trabajo ajeno la propiedad de esos medios pasó a ser detentada por la nueva clase de los capitalistas.

En virtud de este nuevo tipo de propiedad, el patrón burgués pasó a mandar directamente sobre el empleo de los factores de la producción y sobre el producto. Pero dado que la estructura o relación técnica entre esos componentes del proceso de trabajo se mantuvo prácticamente invariable o varió muy poco, el control indirecto de la producción siguió estando en el conocimiento pericial de los antiguos artesanos convertidos en asalariados, sobre todo en su habilidad manual para el manejo de las herramientas tradicionales. Su saber de oficio siguió siendo el determinante de la intensidad del trabajo y la calidad y cantidad del producto por unidad de tiempo empleado. Hasta cierto punto se les podía hacer trabajar por más tiempo extendiendo la jornada de labor, pero no se les podía exigir un rítmo más intenso.

El segundo momento se inició cuando sobre aquella base técnica heredada por el capitalismo, según avanzó el proceso de acumulación, el recrudecimiento de la competencia intercapitalista y la lucha de los asalariados por mejores condiciones de vida y de trabajo, operaron un cambio en las condiciones del proceso fabril. Este cambio consistio, al principio, en la cooperación y la creciente división del trabajo, potenciada posteriormente en eficacia por el empleo de maquinaria en gran escala al interior de cada empresa capitalista. El empleo de medios técnicos avanzados acabó por destrozar el saber de oficio dividiendo su complejidad en operaciones simples para las que no se necesitaba un saber ni habilidad especiales. De la organización artesanal se pasó a la organización científica del trabajo, donde el empleo de maquinaria no sólo supuso que la ciencia se objetivara en los modernos medios de producción propiedad de los capitalistas, sino que acabó con el control indirecto de la producción por parte de los operarios, que así pasó también a poder del capital. A esta nueva realidad Marx le llamó "subsunción real del trabajo en el capital", porque la patronal, además de decidir sobre el valor de lo producido, no solo manda sobre la finalidad de los factores de la producción empleados y sobre la extensión del proceso de trabajo, sino también sobre su intensidad. A partir de este momento, una vez que el conocimiento científico en sus distintas disciplinas se incorporó a las máquinas y a la organización fabril, la fuerza productiva del trabajo social aparece como fuerza productiva del capital, donde no son ya -incluso técnicamente hablando- los obreros quienes emplean los medios de producción propiedad de los capitalistas, sino que son los medios de producción "quienes" emplean a los obreros:

<<La característica general de la subsunción formal -cualquiera sea tecnológicamente hablando la forma en que se le lleve a cabo, sigue siendo la directa subordinación del proceso de trabajo al capital. Sobre esta base, empero, se alza un modo de producción no sólo tecnológicamente específico que metamorfosea la naturaleza real del proceso de trabajo y sus condiciones reales: el modo capitalista de producción. Tan sólo cuando éste entra en escena (apoderándose del conocimiento científico materializado en los medios de producción), se opera la subsunción real del trabajo en el capital>> [K. Marx: "El Capital" Libro I Cap. VI (inédito). Lo entre paréntesis es nuestro]

A partir de este momento, toda la actividad científica tendió a convertirse en asalariada al exclusivo servicio de la ganancia capitalista. Desde el momento de la subsunción formal del trabajo en el capital, fue y sigue siendo ley que se considere productivo y justifique su retribución sólo el trabajo asalariado que genera directa o indirectamente ganancia. Pero cuando el capital se apoderó del conocimiento científico, esa misma ley de la ganancia pasó a exigir su cumplimiento no ya sólo a los asalariados de oficio en general, sino también a los trabajadores intelectuales, quienes si no generan plusvalor -o contribuyen a ello- su trabajo no sólo es considerado improductivo y pierden su empleo, sino que hasta pueden llegar a perder la cabeza que les hace pensar improductivamente. Así las cosas, la actividad científica libre no sólo deviene incompatible con el trabajo asalariado, sino, a menudo, con la vida misma de todo científico que no esté dispuesto a cambiar la verdad por nada en el mundo. El valeroso testimonio del doctor Harash Narang que acabamos de citar, es uno entre no pocos ejemplos -ciertamente excepcionales- de dignidad humana, a los que muchos de sus protagonistas no lograron sobrevivir.

Por otra parte, según aumenta bajo el capitalismo el poder transformador de la ciencia aplicada sobre la naturaleza por los distintos capitales en competencia cada vez más ruinosa, se ensancha el abismo entre la finalidad económica o política de las arbitrarias y anómalas transformaciones físicas y químicas del orden natural y la finalidad de ese orden físico-químico de la naturaleza misma, con lo que las reacciones naturales frente a esa intervención que no repara más que en los efectos vinculados al interés inmediato, se vuelven imprevisibles, poniendo a la humanidad en su conjunto ante la posibilidad cierta de epidemias devastadoras y catástrofes ecológicas de magnitud que amenazan su existencia como especie. La EEB que coincide ahora mismo con el escándalo a raíz del uso de uranio empobrecido en los bombardeos sobre Bosnia y Kosovo, demuestran que esto que acabamos de afirmar, hace ya mucho que dejó de ser una previsión teórica para convertirse en una comprobación empírica dramáticamente actual. Para este cometido, no sólo es necesario que el saber respecto de cada proceso productivo particular sea propiedad privada de uso discrecional por parte del sector patronal respectivo, sino que los resultados de la investigación científica en general permanezcan bajo el control político del Estado burgués, y sus conclusiones adaptadas a los intereses políticos-partidarios de los gobiernos de turno. (nota 6)

Esto pone de manifiesto, una vez más, que el divorcio entre producción y consumo y la supeditación de la ciencia a la patronal capitalista impuesta por el sistema económico-social imperante, determinan que la previsión científica previa a la mercantilización de productos a fin de proteger la salud alimentaria de la sociedad no exista. Y tal como ocurre con el despilfarro de riqueza que resulta de los recurrentes excesos de oferta de productos en el mercado, las iniciativas respecto de la que se supone prioritaria tarea de preservar la salud pública, se adopten casi siempre cuando los efectos nocivos provocados inadvertida e involuntariamente (otro es el caso del uso de uranio empobrecido en los proyectiles) por la terrorífica propensión discrecional a la ganancia de cada sector de la burguesía, ya no se pueden contener y apenas si contrarrestar, una vez que las desgracias humanas y el terror que se apodera de la gente adquieren dimensión política de masas, poniendo en evidencia la dejación de los poderes públicos.

La prueba de esta dejación en las presentes circunstancias, está en que la única determinación efectiva que los distintos gobiernos europeos implicados han adoptado con una sensibilidad clasista exquisita, fue apresurarse a anunciar medidas de previsión presupuestaria para compensar económicamente a los sectores patronales directa e indirectamente causantes de este nuevo desaguisado. No se ha destituido y encausado penalmente a los responsables políticos del área respectiva, como debiera hacerse. En todo caso, tras una enconada resistencia, renuncian presionados por sus iguales, oficiando de fusibles para dejar intangible la instalación del sistema político en la conciencia de las clases subalternas. Tampoco se ha procedido a expropiar a los fabricantes de los productos nocivos por razones de salud pública -faltaría más- ni se han dispuesto los recursos presupuestarios para proveer cuanto antes los medios materiales, científicos y humanos que permitan paliar los posibles efectos epidémicos de la enfermedad ¿En qué cabeza caben semejantes ideas "extremistas", verdad? En la cabeza de los extremistas defensores a ultranza de la propiedad privada capitalista y de todos sus gobiernos burgueses posibles e imaginables, dispuestos a cualquier extremo cualquiera sea su costo por dejar intangible este sistema de explotación del trabajo ajeno, está claro que no caben. Y desde su punto de vista de clase es comprensible que así sea. Pero, ¿se justifica esta estrechez de la sesera burguesa desde el punto de vista de la más sencilla racionalidad democrática real? Vamos a verlo.

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notas

6.- "Temen que las "vacas locas" politicen aún más la ciencia.

Científicos independientes denuncian que las comisiones investigadoras pueden ser elegidas totalmente "a dedo"

La política está cada vez más relacionada con la ciencia y a todos los políticosles gustaría tener investigadores <<moldeables>> que apoyen con argumentos científicos sus medidas. En estos últimos meses, en españa el Gobierno ha tenido que echar mano de científicos para que expliquen, además del problema de la Encefalopatía Espongiforme Bovina (EEB), la supuesta contaminación por uranio empobrecido de los soldados que se desplazaron a los Balcanes; el contenido radiactivo del reactor del "Tireless", los efectos ambientales del Plan Hidrológico Nacional, y hasta las causas de los casos de legionela de hace unos meses.

<<Disponer de científicos que lo respalden ciegamente es un chollo y una tentación para cualquier gobierno. Por eso hay que luchar tanto para que la verdad científica prevalezca sobre el oportunismo político>>, explicó a "El Mundo" Eugenio Iglesias, el único representante en la Junta de Gobierno del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de sus 2.000 científicos.

El viernes, Angel Martín Municio, presidente de la Academia de Ciencias, el órgano que reune a los investigadores independientes más prestigiosos de este país, se quejaba de que el Gobierno nunca les consultaba nada. Otros criticaban que no se les dejaba hablar con libertad. Pero muchos temen que la enfermedad de las vacas locas haya sido, precisamente, el detonante para que el pasado diciembre se aprobara, <<casi de tapadillo>>, un nuevo estatuto de los Organismos Públicos de Investigación (OPIs) que, según denuncian, politiza aún más la ciencia española.

<<No entendemos las prisas. Nos habían prometido que el borrador que había elaborado el anterior presidente del CSIC, César Nombelaq, no se aprobaría ahora. Permitía demasiado intervencionismo de los políticos en termas exclusivamente científicos. Nosotros queríamos una representación paritaria en la Junta de Gobierno y no como ahora que la mayoría son cargos de confianza>>, dijo a "El Mundo" Alfonso Vázquez, presidente de la API, la Asociación mayoritaria de científicos del CSIC. Vázquez adelantó que van a iniciar acciones para que se modifique <<cuanto antes>> el estatuto recién aprobado y se otorgue más representatividad y poder al personal científico independiente.

<<El CSIC es cada vez más político. En 1977 la UCD lo democratizó algo, pero en 1993 el PSOE eliminó la representación paritaria que teníamos y desde ese momento dos tercios de la Junta de Gobierno son elegidos, en realidad, por el Ministerio. En el Comité Científico Asesor sucede lo mismo. Pero con el decreto de diciembre todo empeora. Con el nuevo estatuto, las comisiones de investigación pueden ser elegidas totalmente a dedo>>, se lamenta Eugenio Iglesias.

En 1998 ya la comunidad cientifica se quejó de que en la primera comisión de expertos para estudiar el desastre ecológico de Doñana, no estuvieran ni Martín Municio, ni los dos científicos con más investigación publicada sobre el Parque: Miguel Delibes de Castro y Javier Castrobiejo, fundador este último de la reserva biológica

<<Cómo íbamos a estar, si desde el principio dijimos que, científicamente, esa contaminación duraría para la etermidad. Han querido taparlo, pero aquello sigue muy mal. Y como decimos la verdad nadie nos consulta>> señaló Martín Municio.

El portavoz socialista en la comisión del Congreso de ciencia y tecnología, Jaime Lissavetzky, que no disculpa la posición intervencionista del PSOE en 1993, opina que, no obstante, esta situación, a su juicio, se ha agravado desde diciembre. <<Además, añadió, ahora el secretario de Estado de Política Cientifica, Ramón Marimón, es el presidente de todos los Organismos de Política de Investigación Científica (OPIs). Yo, en las comisiones del Congreso lo llamo Mister OPI y él se ríe. Pero es una tragedia.>> Carlos Elías: "El Mundo" febrero 5 de 2001. Suplemento de "Sociedad".

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