Sin interrupciones no cabe hablar de revolución permanente
Respuesta a "Tratado de Brest Litovsk de 1918. Frenazo a la revolución"
1.-Introducción
<<Para quien se detuviese
a meditar sobre las premisas económicas de la revolución socialista
en Europa, no podía sino resultar evidente que en Europa es incomparablemente
más difícil iniciar la revolución, mientras que en Rusia
es incomparablemente más fácil iniciarla, pero será más
difícil continuarla>> (V.I. Lenin: "Reunión del CEC
de toda Rusia" 29/06/1918)
A principios de este año, en medio
de los acontecimientos ocurridos en Argentina, el señor Guy Sabatier,
que está dentro del "Circle de París" o próximo a él,
nos envió su libro titulado: "Tratado de Brest-Litovsk de 1918. Frenazo
a la revolución" , un texto polémico en torno a uno de los
temas de mayor importancia para la memoria histórica del movimiento político
de los asalariados. Explica y reivindica allí, el punto de vista y la
acción política desplegada dentro del partido bolchevique por
los militantes de la llamada "oposición obrera", también conocidos
por "comunistas de izquierda", durante el período comprendido entre 1917
y 1922.
Este grupo de compañeros surgió
del acusado contraste entre el optimismo y la impaciencia revolucionaria que
impregnó en ellos la relativa facilidad y rapidez con que los revolucionarios
rusos habían podido ir de victoria en victoria hasta la toma del poder,
en un país devastado por la guerra, y la determinación por parte
de la mayoría bolchevique a cargo del nuevo Estado soviético,
de replegarse, retroceder y esperar a que la prevista revolución europea
madure y estalle.
Tomando por referencia el libro del señor
Guy Sabatier, nuestro trabajo ha consistido en confrontar los argumentos y posiciones
del grupo disidente que Lenin llamó "anárco-sindicalista" y "antipartido",
con la gran complejidad preñada de peligros latentes y enormes dificultades
de orden político y militar, que los revolucionarios bolcheviques debieron
enfrentar y resolver para realizar la triple y simultánea tarea de conservar
el poder soviético, alentar la revolución europea y preparar el
mayor acervo de fuerzas en el menor tiempo posible, para incorporarse a ella
en el momento preciso imprevisible. Todo esto aparece sintéticamente
descrito y analizado aquí.
Al margen del mayor o menor grano de verdad histórica que cada lector atribuya a uno u otro de estos dos trabajos, estamos seguros de que ambos sirven como introducción al conocimiento y necesario debate colectivo en torno a este importantísimo período de la lucha de clases en la sociedad moderna, y aportan sin duda a la recuperación de la memoria histórica como parte de la educación política de los explotados, condición ésta sin la cual, no hay progreso humano posible.
2.-Las condiciones de la lucha
como premisa de cualquier planteo táctico
Señor Guy Sabatier:
Suponemos que acordará usted
con nosotros, en que, antes de actuar o de analizar lo actuado en política,
es preceptivo reproducir en el pensamiento y tener en cuenta la exacta correlación
de fuerzas entre las clases y sectores de clase en un determinado lugar y momento
de la historia, condición "sine qua non" tanto para intervenir en política
desde cualquier perspectiva ideológica, como para analizar los hechos
una vez ocurridos. Usted no se ha ocupado de este asunto. Lo ha obviado por
completo. Se limitó a deducir resabios ideológicos anticomunistas
dominantes en el comportamiento de los bolcheviques desde la firma del tratado
de Brest Litovsk, respecto del acuerdo alcanzado en las Conferencias de 1915
en Zimmerwald y Kienthal, que, según parece, entiende como un principio
de acción política absoluta, es decir, históricamente incondicionada
y, por tanto, abstracta. Nos referimos al acuerdo en cuanto a que los revolucionarios
deben "tratar de transformar la guerra imperialista entre los
pueblos en una guerra civil de las clases oprimidas contra sus opresores"
(subrayado nuestro). Lenin no se cansó de señalar que las consignas
inmediatas para cada lugar y momento de la lucha de clases, deban cambiar con
las cambiantes condiciones de los distintos conflictos. En tal sentido, respecto
del caso que nos ocupa, la consigna de "paz democrática sin anexiones"
que dio pábulo a la paz anexionista por separado con Alemania en marzo
de 1918, ha sido táctica respecto a la estrategia para el período
de "convertir toda guerra interimperialista en guerra civil revolucionaria",
ajustada a las condiciones objetivas y subjetivas de la Rusia revolucionaria
en ese momento. De ahí que los acuerdos de Zimmerwald y Kienthal hayan
contemplado esta condicionalidad histórica variable de la lucha de clases.
Una de estas condiciones fue que la revolución
se produjo en medio de la ruina económica del país y la guerra
imperialista, donde Rusia estaba comprometida con el bando anglofrancés.
Por tanto, a partir del 17 de octubre (8 de noviembre) de 1917, quedó
inmediatamente planteada la necesidad de abandonar la guerra, recuperar económicamente
al país y transformar el ejército zarista -cansado de combatir,
diezmado por las bajas y el hambre después de tres años de combate-
en un ejército revolucionario. Esto explica la decisión bolchevique
de ordenar su inmediata desmovilizaciónn -algo que ya estaba ocurriendo
de hecho- y plantear a ambas partes beligerantes la consigna de la paz, aprobada
entre el 25 y el 26 de octubre (8 y 9 de noviembre) de 1917, durante el II Congreso
de los Sóviets de toda Rusia.
3.-Las inconsecuencias e incoherencias de la "oposición
obrera"
Usted mencionó esta decisión
política, pero no se pregunta por qué entre octubre y enero las
organizaciones del partido en Petrogrado y Moscú, partidarios de impulsar
la guerra revolucionaria -como les dijo Lenin en su momento- no hicieron nada
ante la desmovilización espontánea del ejército. ¿Por qué
no se opusieron a ella esos partidarios de la "guerra revolucionaria"?:
<<Si esta "defensa" de la guerra revolucionaria,
digamos, por las organizaciones de Petrogrado y Moscú, no hubiese sido
una frase hueca, hubiéramos tenido otros hechos entre octubre
y enero, hubiéramos visto por parte de ellas una lucha decidida contra
la desmovilización. Pero no hubo nada de eso.>> (V.I. Lenin:
"La fraseología revolucionaria" 21 ó 22 de febrero de 1918)
Tampoco menciona usted que, cuando el bando
anglofrancés rechazó el armisticio y el CC decidió llevar
adelante la paz por separado con Alemania, una vez puesta a consideración
del partido esta iniciativa política no fue cuestionada absolutamente
por nadie, lo cual vendría a demostrar que la "oposición de izquierda"
surgió de la perplejidad que se apoderó de una parte del POSDR(b)
ante la primera situación compleja y extrema que debió afrontar
ese partido en el poder, llevada por su incapacidad a refugiarse en unos principios
justos sin posibilidad de llevar a cabo dadas las condiciones objetivas del
momento y, por tanto sin táctica conducente al objetivo de estar preparados
para potenciar la esperada revolución europea:
<<El estado de cosas en nuestro partido
y en el poder soviético en su conjunto, la situación con los bolcheviques
de Petrogrado y de Moscú (donde militaban los componentes de la fracción
que en abril de 1918 se constituyó como "oposición de izquierdas"),
revelan que hasta ahora, no se ha logrado dar más que
los primeros pasos en la formación de un Ejército Rojo de voluntarios.
Desentenderse de este hecho desagradable -y es un hecho-, esconderse tras frases
altisonantes y, al mismo tiempo, no sólo no hacer nada para que cese
la desmovilización, sino ni siquiera oponer objeciones
a ella, es estar mareado con el sonido de las palabras.
Usted acuerda con la "oposición de
izquierda", siguiendo a Rosa Luxemburgo, en acusar a Lenin y los bolcheviques
de haberse enrocado en el nacionalismo burgués dependiente del imperialismo
alemán, mediante un tratado tildado de "contrarrevolucionario" porque
comportó la entrega de territorios bajo dominio soviético desde
octubre del 17, dando por definitivo que:
<<....el poder de los Sóviets perdía
el 40% de su proletariado industrial pues los austroalemanes ocupaban la cuenca
hullera del Donetz, el 90% de su industria azucarera, el 65 al 70% de su metalurgia,
el 55% de su trigo, por tanto la mayor parte de los trigos de exportación.
(con lo que) La dependencia respecto del mercado mundial, que ya antes
era importante, no hacía sino reforzarse.>> (Guy Sabatier:
"Tratado de Brest Litovsk de 1918. Frenazo a la Revolución" )
Esto demuestra el propio nacionalismo indigente
de aquella fracción del PC(b)R su incoherente falta de confianza en el
supuesto compartido de las transformaciones geopolíticas internacionales
que se esperaban de la prevista revolución europea, de espaldas a la
conocida táctica muchas veces necesaria de sacrificar un alfil o una
torre para ganar la partida. En un largo discurso pronunciado el 20 de febrero
de 1918, Lenin exhortó a que los asalariados letones ejercieran la virtud
de la paciencia revolucionaria prestando su apoyo al plan de paz con los alemanes,
prometiendo que, a la postre, las cosas volverían otra vez al sitio donde
la revolución de octubre las había puesto, como así sucedió:
<<A toda costa debemos lograr la paz para
el martirizado pueblo ruso; con ellos consolidaremos la revolución e
iniciaremos la construcción de la joven y nueva Rusia. De todos modos
no dominarán las regiones que hemos cedido, porque la revolución
rusa se extenderá muy pronto no sólo a Alemania,
sino también a los otros Estados beligerantes. Bajo la influencia de
la revolución social mundial, el imperialismo alemán se verá
obligado a renunciar a todas sus conquistas.>> (V.I. Lenin: Op.cit.)
Los opositores de izquierda decían
-con usted- que todo pacto con cualquiera de los imperialismos en conflicto,
sembraría el desánimo en el proletariado europeo y abortaría
el proceso. Sin embargo, la paz con Alemania se llevó a término
y el estallido de la revolución europea fue un hecho. Y aunque todo ese
movimiento no tuvo el alcance previsto y saldó con sendas derrotas históricas
en Alemania, Austria y Hungría, a la postre todos los territorios del
antiguo imperio zarista perdidos antes y después del pacto con Alemania,
volvieron a formar parte de la URSS en 1921, gracias al poco tiempo de relativa
paz que hizo posible la construcción y puesta en movimiento del Ejército
Rojo, donde se demostró que el avance de las tropas alemanas para ocupar
territorios no previstos en el pacto de Brest-Litovsk, fue un revulsivo moral
que aceleró la construcción de ese ejército.
4.-Algo sobre el debate acerca del capitalismo de Estado
Otra recusación que hace usted, siguiendo
a la "oposición de izquierdas", es que la política exterior de
los bolcheviques durante ese período no fue una política de Estado
proletario sino una política de Estado burgués, o capitalista
de Estado, porque giró en torno a las contradicciones interimperialistas
y a la concepción policlasista del ejército. Esta recusación
se basa en que, para hacer la revolución europea en 1918, la Rusia revolucionaria
proletaria se bastaba a sí misma, sin necesidad de transar alternativamente
con una y otra parte de las fuerzas en conflicto para conseguir ventajas o ayudas,
ni de apelar a la movilización militar de los campesinos:
<<Por eso se trata de precisar claramente
el concepto de guerra revolucionaria que por ahí mismo
toma todo su significado. En ningún momento los comunistas de izquierda
querían hacer una guerra "al lado de los aliados" [francobritánicos],
(aceptando su ayuda o siguiendo su plan de combate) sino más bien, por
el contrario, hacerles frente con el mismo título que a los imperialistas
centrales [austroalemanes], o cualesquiera otros imperialismos (...)
En lugar de esto, la guerra revolucionaria para defender el proceso proletario,
"su dictadura" (y no al Estado ruso o los territorios rusos) y para extender
la revolución, habría reclamado:
Respecto de que cualquier pacto con un enemigo
estratégico, en sí y por sí supone abdicar de la revolución,
decir, en primer lugar, que los fines políticos inmediatos en todo proceso
revolucionario, están acotados o limitados por determinadas y precisas
condiciones históricas ("La humanidad no se propone nunca nada
que no pueda alcanzar"), y estos fines de tal modo condicionados, crean sus
propios medios de realización; en cualquier caso, no respetar esas condiciones
que limitan la libertad de acción, equivale, de hecho, a carecer en absoluto
de fines. Aquí hay una confusión que es necesario aclarar. ¿Qué
son los principios políticos? Según el significado aristotélico
adoptado por Marx, el vocablo "principio" es sinónimo de causa -en este
caso en tanto acción consciente-, que tiene su respectivo efecto de
última instancia en la finalidad política estratégica
bajo determinadas condiciones históricas, que, de momento, son un dato
de la realidad a respetar y crean los medios necesarios para conseguir dichos
fines. Y aquí, las consideraciones morales deben ponerse al margen o,
en cualquier caso, deben juzgarse con arreglo a los fines propuestos por uno
u otro bando, que llevan naturalmente implícitas sus respectivas concepciones
del mundo y de la moral. Lenin ilustra muy bien este asunto. Por ejemplo, usted,
de acuerdo con los "comunistas de izquierda", reprochan a los bolcheviques haber
aceptado la ayuda del bando anglo-francés en momentos extremadamente
críticos para el destino de la recién nacida revolución
rusa durante las postrimerías de la primera guerra mundial. Lenin contesta:
<<Cuando Kerensky, un representante de
la clase dominante de la burguesía, es decir, los explotadores, hace
un arreglo con los explotadores anglo-francéses para conseguir de ellos
armas y papas, y al mismo tiempo ocultar al pueblo los pactos que prometen (si
tienen éxito) dar a un ladrón Armenia, Galitzia y Constantinopla,
y al otro Bagdad, Siria, etc, ¿acaso es difícil comprender que este arreglo
es expoliador y fraudulento, una acción infame de Kerensky y sus amigos?
No. No es difícil comprenderlo. Lo entendería cualquir
campesino, hasta el más ignorante y analfabeto.
Ahora bien, si un representante de la clase oprimida y explotada -luego
de que esa clase derrocó a sus explotadores y publicó y anuló
todos los rapaces tratados secretos- es asaltado por los imperialistas de Alemania,
¿se le puede reprochar por buscar un "trato con los bandidos" anglo-franceses
para obtener por ese medio armas y papas a cambio de dinero, madera, etc.? ¿Se
puede considerar deshonroso, vergonzoso, sucio un trato semejante?
No. No se puede...>> (Lenin:
"Sobre la sarna" 22/02/918)
En el post scriptum de este trabajo, a propósito
de la lucha de liberación de los incipientes burgueses norteamericanos
contra los colonialistas ingleses a finales del siglo XVIII, Lenin alude a la
ayuda que recibieron de los colonialistas Franceses y españoles, para
justificar la ayuda que en 1918 los bolcheviques solicitaron y obtuvieron de
los imperialistas anglo-franceses, a fin de contrarrestar el avance sobre territorio
soviético de sus rivales, los imperialistas alemanes. Desde el punto
de vista de los fines políticos genéricos, la analogía
es pertinente. Usted, sin embargo, entiende que no lo es, dado que:
<<El post scriptum de este artículo
es muy significativo de la identificación que hacía Lenin entre
el proceso de una revolución burguesa, y el de una revolución
proletaría, contrariamente a la posición de los comunistas de
izquierda.>> (Guy Sabatier: Op. Cit.)
El razonamiento implícito en este
párrafo es el siguiente: la ayuda de los colonialistas españoles
y franceses a los burgueses norteamericanos se inscribió en un proceso
revolucionario burgués que consagra el cambio. Por lo tanto, fue legítima;
no porque favoreciera o perjudicara a la revolución anticolonial, sino
porque formaba parte de la moral del capitalismo. En cambio, la transacción
de los bolcheviques con los capitalistas anglo-franceses vició el proceso
revolucionario socialista y, por tanto, fue ilegítima y contrarrevolucionaria,
independientemente de los resultados prácticos desde el punto de vista
de su finalidad específica: contrarrestar el avance alemán para
poder negociar la paz con ellos en mejores condiciones; y para usted lo fue
sólo en virtud de que la moral de los comunistas es contraria a toda
práctica mercantil, a todo trato con el enemigo de clase. Por eso usted
no dudó un segundo en identificar el proceso contrarrevolucionario zarista
de su alianza con Gran Brataña antes de la guerra, con la política
oficial del flamante Partido Comunista de la URSS en febrero de 1918, afirmando
que, esa ayuda de la Entente a los bolcheviques,
<<En cierto modo era prolongar, tras el
fracaso de la política de paz separada, la alianza militar concertada
por el zar antes de octubre, con las potencias imperialistas, Francia e Inglaterra,
que los EE.UU. acababan de reforzar>> (Ibíd)
Por lo menos, usted marca en este punto
una saludable distancia con algunos colegas suyos "comunistas de izquierda",
quienes, según cuenta Lenin en el mismo "post scriptum", se habían
propuesto escribir un "trabajo erudito" acerca del "sucio trato" de los norteamericanos
en aquellos tiempos, como si la moral no fuera también un convencionalismo
producto de la historia, tan poco sujeta a condiciones históricas específicas
como la táctica política en general. Esto es tan erróneo,
como cierto que en toda guerra de clases, cada bando combate primordialmente
por hacer prevalecer su propia moral. De ahí que, como decía Gramsci
con toda razón, cada moral sólo rige las relaciones entre los
miembros de cada trinchera, de modo que, en términos estrictamente militares,
sólo puede ser inmoral la acción presidida por la moral de cada
bando que no cumple con los objetivos propuestos.
A primera vista, este razonamiento da razón
a los "comunistas de izquierdas", porque la moral de los comunistas no casa
con el "tu me das yo te doy". Pero el caso es que, quienes combatimos por la
moral comunista, de hecho estamos reconociendo que esa moral no tiene vigencia
universal. ¿Por qué? Porque la sociedad actual carece aun del suelo económico-social
que haga posible asumirla siquiera sea en el bando de quienes combaten por ella,
en tanto ese suelo es todavía inexistente porque las condiciones objetivas
no dan para ello. Por tanto, quienes desde la trinchera anticapitalista combatimos
por el comunismo, somos comunistas por convicción científica y
por el proyecto socialista (¿qué proyecto?), pero no por conciencia de
clase social y culturalmente sedimentada en una realidad comunista que no existe.
Por lo tanto, si estamos de acuerdo en que la práctica social determina
la conciencia y no al revés, los comunistas que regimos nuestra conducta
política por el materialismo histórico, aceptamos no poder desembarazarnos
totalmente del espíritu objetivo mercantil de la burguesía, que
no puede desaparecer de la moral imperante en el bando "comunista" por el sólo
hecho de combatir contra él.
Por lo tanto, mientras no se gane la guerra
de clases -y bastante más allá de ese momento- los comunistas
de hoy deberemos seguir pisando suelo social burgués y, por tanto, como
asalariados, en nuestro neg-ocio con la burguesía y durante el tiempo
de la jornada laboral que hemos vendido y en el que se nos niega el ocio -el
tiempo propio- tampoco podemos dejar de actuar y pensar como burgueses, y a
veces hasta nos vemos precisados a hacerlo en nuestro carácter de militantes
en nombre de la moral comunista -como hicieron los bolcheviques-, siempre que
el uso de lo que compremos, sirva efectivamente a la revolución y lo
que vendamos no sean los principios comunistas. Ellos vendieron espacio territorial
ruso a cambio de tiempo para superar su inferioridad relativa y contraatacar
en el momento propicio, como así ocurrió. Los "comunistas de izquierda"
y usted mismo, parecen no haber comprendido las implicancias políticas
del doble carácter de la mercancía.
Quienes juzgan cualquier acto de compra-venta
haciendo abstracción de las condiciones de actuación y la finalidad
específicas de los agentes que intervienen en él, incurren en
una determinación abstracta, en un hegelianismo impenitente. Desde este
punto de vista, la crítica de los "comunistas de izquierda" a la moral
burguesa -en que necesariamente debieron incursionar los bolcheviques, desde
la entrega de la tierra a los campesinos carentes de ella, hasta la implantación
del capitalismo de Estado y el tratado de Rapallo, pasando por el tratado de
Brest Litovsk y la transacción con el imperialismo franco-británico-
queda categóricamente recusada. Para nosotros, todo lo que de moral burguesa
tuvieron estos actos políticos de los bolcheviques, fue usada magistralmente
con intención y acierto en contra de esa moral, en pro de la revolución
mundial y la construcción del socialismo.
5.-La paz por separado, condición de existencia del
poder soviético
Sin el apoyo de los campesinos pobres -contrapartida
política de su acceso a la tierra posibilitada por los bolcheviques-
es dudoso que los comunistas rusos hubieran podido tomar el poder y menos aun
coservarlo. En cualquier caso, sin ese apoyo social, no cabe ninguna duda de
que el movimiento revolucionario se habría agotado mucho antes de lo
que tardó en estallar la revolución europea. De hecho, el campesinado
ruso que entre 1918 y 1920 combatió contra el Estado soviético,
fue una ínfima minoría dentro de la mayoría absoluta que
por entonces constutuía la pequeñoburguesía en la población
total de ese país, y lo hizo por medio de las levas forzosas de que fue
objeto por parte de las fuerzas imperialistas invasoras y de los guardias blancos
una vez acabada la guerra.
Respecto de la paz anexionista firmada por
separado con Alemania, fue el otro de los dos pilares sobre los que hasta ese
momento se había sostenido socialmente el poder político revolucionario,
tras arrastrar la tan profunda como postergada aspiración democrático-burguesa
de los campesinos sintetizada en la consigna de "paz y tierra", que la burguesía
rusa había demostrado ser incapaz de cumplir. ¿Es que, dada la asincronía
de la revolución en el resto del continente respecto de Rusia, no había
que pasar por esto para que el proletariado pudiera sobrevivir como clase dominante
dirigiendo un proceso revolucionario ejemplar en nombre de la democracia real,
hasta tanto acudiera en su ayuda el proletariado europeo? ¿En nombre de qué
abstracta "moral revolucionaria" debía el poder soviético renunciar
a sacar provecho político de las contradicciones y el desgaste de fuerzas
en el campo enemigo, transando la ayuda material necesaria de uno de los contendientes?
Para que una transacción se lleve
a efecto, debe estar precedida por un acuerdo de voluntades políticas
en función de distintos intereses. De hecho, si Alemania firmó
la paz propuesta por el poder soviético, fue porque dada la merma sufrida
por su ejército, consideró más importante desplazar sus
fuerzas del frente oriental a Bélgica y Francia en vísperas de
la entrada en guerra de EE.UU., cuyos efectivos sumados amenazaban penetrar
en su propio territorio. Por su parte, el poder soviético necesitaba
ganar tiempo suficiente para reemplazar el ejército zarista desmovilizado
por un ejército regular revolucionario.
Es cierto que, en un principio, el acuerdo
de Brest-Litovsk deprimió el espíritu de lucha en la parte aun
activa del ejército montado por la autocracia zarista, en su mayoría
ya desmovilizado; sobre todo la moral decayó en los asalariados de los
países de la Entente, que, en ese momento 2 no
estaban en condiciones de entender el pacto soviético con Alemania, así
como por la misma razón en los territorios soviéticos ocupados
más allá de los límites fijados por el tratado, dada la
correlación militar de fuerzas desfavorable a la revolución en
todos los frentes, que Alemania, también debilitada, aprovechó
todo lo que pudo. Pero no es menos cierto que de no ser por ese tiempo de paz
relativa ganado a la guerra interimperialista, los campesinos no hubieran aprendido
a defender el nuevo Estado revolucionario afincados en su tierra, y el poder
soviético no habría podido mantener su estabilidad creando el
disuasivo del Ejército Rojo, ni estar en condiciones de aleccionar al
proletario europeo antes y después del estallido revolucionario en noviembre
del 18.
Si la paz armada con Alemania se hizo posible,
fue porque la burguesía de este país era el polo más débil
de la contradicción antiimperialista, conciente, además, de que
la catástrofe política al interior de sus fronteras nacionales
se acercaba. Por su parte, la coalición franco-británica en ningún
momento dio un respiro militar al poder soviético, frente al que siempre
se mantuvo a la ofensiva. Y si el imperialismo franco-británico decidió
aceptar la petición de conceder ayuda a los bolcheviques, fue a regañadientes,
para meterle presión a los alemanes en el frente oriental, tratando de
evitar el reforzamiento de sus tropas de ocupación en Francia y Bélgica,
ante la prevista contraofensiva de los aliados en el frente occidental, con
el más que seguro aporte de efectivos norteamericanos, país cuya
entrada en guerra era inminente. Como se verá un poco más adelante,
los pactos germano-soviéticos durante este período de la guerra,
dependieron de la evolución de los acontecimientos en el frente occidental,
en modo alguno de la voluntad política de alemanes y soviéticos.
En cuanto a la "ayuda" solicitada por el Estado obrero y campesino a la Entente,
ni siquiera hubo tiempo de concretarla, salvo en lo que se refiere al aporte
de oficiales ingenieros en los trabajos para destruir las vías del ferrocarril
y retrasar así el avance alemán, tarea acordada el 20 de marzo
de 1918 y que no sabemos si llegó a realizarse. Pero sí se sabe
que la "ayuda" franco-británica acabó en los primeros días
de abril, cuando los japoneses iniciaron su intervención en el territorio
soviético de Vladivostok.
Mientras tanto, los revolucionarios rusos
combinaron esta dificilísima, justa y eficaz táctica de supervivencia,
con una activa política de aliento a la revolución internacional,
siguiendo el espíritu de Zimmerwald y Kienthal. La "oposición
de izquierda" dentro del POSDR (b) centró sus acusaciones a la fracción
liderada por Lenin de abandonar los principios de la guerra revolucionaria,
a la vista del artículo 2 del tratado de Brest Litovsk, según
el cual cada parte asumía el compromiso de "evitar toda agitación
y propaganda contra el gobierno o las instituciones políticas y militares
de la otra parte".
Según reporta E.H. Carr en "La
revolución bolchevique (1917-1923)":
<<...en el sétimo Congreso del partido,
que se reunió en privado para tratar de la ratificación del tratado,
no era necesaria la discreción. "Sí, por supuesto, hemos violado
el tratado -decía Lenin, defendiendo la ratificación- lo hemos
violado unas treinta o cuaranta veces">> (Op. Cit. Cap. 21: "De octubre
a Brest Litovsk")
Esto vino sucediendo desde los primeros
meses de 1918, cuando se constituyó la Sección Internacional del
"Comisariado del pueblo para asuntos exteriores" (Narkomindel) bajo la dirección
de Radek, compuesta principalmente por distintos grupos nacionales de prisioneros
de guerra, encuadrados en una organización exclusivamente dependiente
del partido. En abril de 1918, se formaron en Moscú los grupos alemán,
magiar, austríaco y Yugoslavo del partido ruso, cada uno bajo la responsabilidad
política de un dirigente nacional. Cada grupo nacional trabajaba entre
los prisioneros de guerra de su nacionalidad; unos elaborando su propio periódico
y otros medios de propaganda; otros distribuyendo la propaganda entre los prisioneros
induciendo a que se integren en el Ejército Rojo; otros destinados a
sus respectivos países para que trabajen allí como agitadores
y propagandistas en pro de la revolución mundial.
El 17 de ese mismo mes, se celebró
en Moscú el "Congreso de prisioneros de guerra internacionalistas
de toda Rusia" en el que participaron cuatrocientos delegados. Allí
se lanzó un manifiesto "exhortándoles a unirse al Ejército
Rojo o regresar a sus países y hacerse "pioneros de la revolución
socialista internacional de los proletarios". El Congreso nombró un Comité
ejecutivo central que se autodenominó: "Comité de obreros y campesinos
extranjeros".
En los últimos días de abril,
llegó a Moscú el embajador alemán ante el gobierno soviético
desde la ruptura de relaciones a causa de la guerra. Una de sus primeras apariciones
tuvo lugar en Moscú durante el desfile del Primero de Mayo. Entre las
unidades miltitares que desfilaron, había un destacamento de prisioneros
alemanes llevando una pancarta donde se exhortaba a que sus compatriotas en
Alemania derrocaran al emperador Guillermo. A pesar de numerosas protestas del
gobierno alemán ante esta y otras actividades de propaganda revolucionaria
inducida por los soviéticos en territorio alemán y entre los prisioneros
de guerra de ese país en Rusia, los bolcheviques siguieron alentándolas
hasta después del armisticio de noviembre de 1918, a raíz del
levantamiento revolucionario. Pocos días después de ese hecho
subversivo, los prisioneros de guerra alemanes y austríacos ocuparon
los edificios de sus respectivas embajadas en Moscú, constituyendo entre
ellos consejos de obreros, de diputados y soldados, que inmediatamente organizaron
la expedición de agitadores a Europa Central.
Si bien los bolcheviques exageraron el alcance
de sus actividades revolucionarias en los países de Europa Central, lo
cierto es que tuvo el mayor posible dadas las enormes dificultades de la lucha
contra el asedio enemigo exterior e interior para garantizarlas, esto es, la
preservación del poder soviético. Esas mismas dificultades explican,
aunque a nuestro modo de ver sólo en mínima parte, el hecho de
que el aporte del "Estado obrero y campesino" a la lucha internacionalista en
los países beligerantes de Europa no tuviera la trascedencia deseada.
Una revolución no se exporta, el principio activo de su explosión
y desarrollo, está en el magma social y político -incluida la
política internacional- de cada Estado nacional. Este es el error de
perspectiva histórica en que cayeron, con usted, los "comunistas de izquierda".
Se han metido en la ortodoxia espontaneísta y voluntarista de Rosa Luxemburgo,
se apoyaron en sus críticas a los bolcheviques como si ella y sus compañeros
de fracción al interior de la socialdemocracia alemana no hubieran tenido
nada que ver con el fracaso de la revolución en ese país. Y con
esto no queremos decir que la lógica de los acontecimientos allí
estuvo presidida por el comportamiento de los spartaquistas.
Años después de estos episodios,
el entonces embajador soviético en Alemania, A. Joffe, al parecer tambien
bajo un rapto de espontaneismo revolucionario -no hay que olvidar que al principio
estuvo entre quienes propugnaron el impulso de la revolución mundial
a toda costa- rememoró su misión en una entrevista concedida al
escritor norteamericano L. Fisher, quien la dio a conocer en su libro: "Man
and Politics":
<<Su embajada en Berlín -dijo-
servía de cuartel general para la revolución alemana. Compró
información secreta a funcionarios germanos y se la pasó a los
líderes radicales para que hiciesen uso de ella en discursos públicos
y en artículos contra el gobierno. Compró armas para los revolucionarios
y pagó cien mil marcos por ellas. Toneladas de literatura contra el Kaiser
fueron impresas y distribuidas a expensas de la embajada soviética. "Queríamos
derribar al Estado monárquico y acabar con la guerra", me dijo Joffe.
(...) Casi todas las tardes, al anochecer, los dirigentes del ala socialista
independiente (USPD) 3 penetraban subrepticiamente
en el edificio de la embajada en Unter der Linder, para consultar a Joffe sobre
cuestiones tácticas. Era un consumado conspirador. Buscaban su guía,
su consejo y su dinero. "Al final, sin embargo, comentaba Joffe amargamente,
ellos, nosotros, no realizamos nada, o muy poco de valor permanente: éramos
demasiado débiles para provocar una revolución">> (Citado
por E.H. Carr: Op. Cit. Cap. 21)
6.-La tesis de la ofensiva revolucionaria frente a la paz por separado
Usted opina que ya en enero de 1918, en
lugar de firmar la paz con alemania y limitarse a hacer propaganda revolucionaria,
el poder soviético debería haber lanzado una ofensiva militar
sobre el Centro de Europa, aprovechando la primera situación crítica
por la que atravesaban Alemania y Austria desde el estallido de la guerra:
<<Las dificultades económicas provocaron
una explosión social: un enorme movimiento de huelga agitó Austria
y Alemania, se formaron Sóviets en los principales centros (Berlín
Viena), las fábricas de guerra estaban paralizadas. Estos acontecimientos
de mediados de enero, habrían podido marcar un giro considerable en la
perspectiva de romper el aislamiento de los sóviets rusos y extender
la revolución si se hubiese seguido la guía de la guerra revolucionaria
en lugar de la paz separada>> (Guy Sabatier: Op. Cit. Cap. II: La
presencia de Trotsky),
y cita de las memorias del conde Czernin
-por entonces Ministro de asuntos extranjeros de Austria- la conversación
que sostuvo con el varón von Khulman, en la que ambos coincidieron en
que, dada la situación de deterioro económico y de recursos bélicos
en Alemania y Rusia, ambos países "no tienen más elección
que la salsa en que se harán comer". Pero hace valer esta sentencia sólo
para Alemania, como si no fuera cierto que en esas mismas fechas, la población
de Petrogrado y otras grandes ciudades estaba padeciendo -ya impaciente- el
flajelo del hambre; que la tracción animal se encontraba en un estado
de completa inutilidad inhabilitando el desplazamiento de toda la artillería;
que las ciudades estaban pasando por "un enorme caos" y desabastecimiento de
víveres ante la desorganización total de los ferrocarriles y demás
medios de transporte; que el componente campesino del ejército, ya agotado,
no quería seguir luchando y se desmovilizaba espontáneamente.
(Lenin decía que estaba dispuesto a aceptar una paz anexionista), y que
si se optaba por la guerra revolucionaria, pensarían que las promesas
prerrevolucionarias de paz y el decreto sobre la tierra tras la toma del `poder,
habían sido un engaño y se volverían contra el poder soviético
apoyando a la contrarrevolución interna. Esto, sumado a la superioridad
militar de las fuerzas alemanas en el frente oriental, si la revolución
en ese país se demoraba unos meses y no se firmaba de inmediato la paz
por separado, según el razonamiento de los bolcheviques esa alternativa
daría por resultado que en unas pocas semanas, en el mejor de los casos
el poder soviético debería aceptar una paz más humillante,
si no es que otra tal vez menos lesiva, pero con un gobierno burgués.
Nadie puede probar si no es ocultando o falseando estos hechos, que ni el pacto
con el imperialismo alemán, ni la petición de ayuda al imperialismo
anglofrancés -que prácticamente no se llevó a efecto- torcieron
en lo más mínimo la política exterior soviética
en dirección a promover la revolución europea.
El razonamiento de Lenin respecto de llevar
adelante la guerra revolucionaria, era que, en ese supuesto, era obligado empezar
por la liberación de países limítrofes como Polonia, Lituania
y Curtlandia Pero de acuerdo con los principios del Marxismo, el principio de
autodeterminación de las naciones está subrogado al principio
de defensa del socialismo, por lo que antes de extender la revolución
a países como Polonia, Lituania y Curtlandia, habría que recuperar
a países socialistas ocupados por Alemania, como Finlandia y Ucrania.
Y según los análisis de Lenin -que compartimos y acabamos de exponer-
no estaban dadas las condiciones objetivas ni subjetivas para emprender esa
tarea necesaria, pero, de momento, sólo abstractamente posible.
Usted afirma lo contrario. Dice, además,
que hubiera sido realmente posible cumplirla mediante recursos humanos de extracción
puramente asalariada: las milicias proletarias de Moscú y Petrogrado.
En su obra ya citada, E.H. Carr reporta que entre el 15 y el 28 de enero, el
mismo día que Trotsky regresó a Brest-Litovsk con el mandato del
Comité Central del partido para la última fase de las negociaciones,
el Sornarvkom 4 promulgó
un decreto "para la creación de un Ejército Rojo de obreros y
campesinos, compuesto por "elementos con más conciencia de clase,
y más organizados de las masas trabajadoras". Este decreto fue seguido
quince días después por otro que creaba una "Armada Roja de obreros
y campesinos socialistas". Sobre esta cita de "Sobranie Uzakoneni", Carr
comenta: "Lo que esto pudiese suponer, en la práctica es otra". Y agrega
seguidamente según datos de P.S. Pujov en: Kak Vooruzhalsya Petrograd:
<<Más tarde se constató que,
en Petrogrado, donde es de suponer que fuese más fuerte el impulso para
defender la revolución, solamente se alistaron cinco mil quinientos voluntarios
durante el primer mes que siguió a la publicación de este decreto>>
(E.H. Carr: Op. Cit. Cap. 22)
El 22 de febrero de 1918, mientras el ejército
alemán reanudaba sus operaciones sobre territorio ruso, el Sonavkom publicó
en Pradva una proclama titulada: "La Patria está en peligro",
donde se exhortaba a que todas las fuerzas y recursos del país se pusieran
al servicio de la defensa revolucionaria. Según cifras de R.H. Bruce
Lockart que el propio E.H. Carr recogió en la obra aquí citada
(Cap. 22), al primero de marzo de 1918, tras el llamado a filas del 22 de febrero,
el reclutamiento voluntario aumentó hasta los 15.300 efectivos en todo
el país.
El análisis que usted hizo de esa
situación difiere totalmente de lo que sugieren estos datos:
<<Habiendo apostado los bolcheviques por
el triunfo de su política de negociaciones y de paz, el éxito
alemán fue fulminante en un primer momento: las tropas utilizaron el
ferrocarril y no encontraron ninguna resistencia. Ucrania fue invadida; la internada
alcanzó de dos a trescientos kilómetros en una semana; la ciudad
de Pskov, a 257 Km. De Petrogrado, fue tomada.>> (Guy Sabatier: Op.
Cit. Cap. II: "Un tratado contra la extensión de la revolución")
Esto es incontestablemente cierto. Y seguidamente,
a estas facilidades del enemigo alemán que usted atribuye por entero
a la política de paz de los bolcheviques, le opone las "dificultades
naturales" del territorio a ocupar para acabar con el poder soviético:
la "inmensidad de Rusia", "que sobrepasaba las fuerzas de los alemanes en aquél
momento, agregando con énfasis:
<<...tanto más cuanto que la resistencia
obrera se iba montando poco a poco y se revelaba eficaz! El 21 de febrero, "la
patria socialista" fue proclamada "en peligro". Mientras los campesinos acogían
a los imperialistas alemanes como liberadores, los obreros se movilizaban sin
vacilar" [Y para apuntalar esta afirmación da crédito a lo
dicho por V. Serge] "La pasividad del soldado-campesino contrastaba con el
entusiasmo de los obreros que, por fábricas enteras, con sus mujeres
y sus hijos mayores, aptos también para la resistencia, acudían
a armarse al Instituto Smolny
La guerra de los "guerrilleros obreros"
hizo maravillas: destrucción de vías férreas, formación
de compañías en la retaguardia del frente para hostigar al enemigo,
etc. Se imagina uno la eficacia militar (por no hablar de su impacto político)
que habría tenido la guerra revolucionaria preparada desde las amenazas
alemanas en lugar de las ilusiones alimentadas con el armisticio y las conversaciones.
Y cuando se sabe que, al mismo tiempo, en el sur, los guardias rojos (mando
de Antonov-Ovsenko) lograban victorias sobre los blancos o que las unidades
soviéticas en Rumanía batían a los ejércitos de
este país aliado de los imperios centrales (guardando, en particular,
el control de la ciudad de Odesa), ¡esto no puede sino confirmar la política
que habría habído que seguir!. >>(Lo entre corchetes
es nuestro)
Según el resultado del conflicto,
sería tan erróneo absolutizar la aparente reticencia de los obreros
y campesinos al combate que sugieren las cifras aportadas por E.H. Carr, como
la tan errónea como tendenciosa generalización que usted ha hecho
siguiendo a V. Serge, al distinguir entre la "pasividad del soldado campesino"
-se entiende, de todos los campesinos- respecto del "entusiasmo
de los obreros" -se entiende, de todos, los obreros- ante el avance
de las tropas alemanas. La verdad razonable es pensar que ni todos los obreros
respondieron favorablemente, ni todos los campesinos desertaron de la revolución
como usted lo sugiere. Esta interpretación de los hechos no sólo
es errónea y tendenciosa por esto, sino también porque no ha distinguido
usted entre los estratos campesinos. Ya lo hemos dicho y lo reafirmamos ahora:
en general, la respuesta del campesino pobre ante los llamados al combate fue
altamente satisfactoria. Tanto o más que la de los obreros en general.
Aunque por distintas razones, unos y otros tenían sobrados motivos para
hacerlo; motivos más tangibles tenían los campesinos, esto es
obvio: decenas de millones de ellos disponían ya de su terruño,
mientras que los asalariados en general, la mayoría de ellos solo tenían
la esperanza en el futuro promisorio del socialismo, una idea todavía
abstracta, sin el sustento material sólido de las realizaciones socialistas,
requisito imprescindible para una moral de combate a prueba de claudicaciones.
Insistimos: el mayor apoyo, el de mayor peso social y solidez que tuvo la revolución
democrático-burguesa en Rusia, provino del campesinado pobre. De este
hecho dependió decisivamente, tanto la toma del poder como el desenlace
de la guerra desde el punto de vista de la futura revolución socialista
en ese país. Aquello fue una dictadura de los obreros y de los campesinos
dirigida por el proletariado consciente. Nada más que eso. No podía
ser otra cosa.
Al parecer, sus errores de análisis
provienen de una idealización del proletariado, en el sentido de que
esta clase siempre, y en bloque, está predispuesta a luchar por el poder
proletario o socialista, y cuando no lo hace, es porque sus dirigentes traicionan,
lo cual es falso. La causa de esta idealización en el caso del proletariado
ruso de 1918, radica en haber confundido la realidad soviética en aquél
período con otra más avanzada todavía inexistente dado
el atraso de Rusia, porque no estaban dadas las condiciones objetivas para ello.
Por lo tanto, los obreros, en general, no podían tener una conciencia
de clase consolidada, porque la revolución cultural siempre va a la zaga
de la revolución en la base material de la sociedad anterior.
7.-Entre la paz de Brest-Litovsk y el fiasco de la revolución
europea
En cuanto a los acuerdos de Brest-Litovsk,
empezaron a dar frutos en la primavera de 1918, cuando Francia consiguío
detener la ofensiva alemana -que así se vio por primera vez obligada
a consolidar la paz armada con el Estado soviético en el frente oriental-
y a mediados de mayo se retomaron en Berlín las negociaciones entre los
dos países para reanudar sus relaciones comerciales. De inmediato, la
Rusia soviética consiguió el suministro de material eléctrico
y carbón, mientras las negociaciones continuaban en Kiev para conseguir
la paz entre el gobierno soviético y Ucrania ocupada por los alemanes.
En ese momento, los socialistas revolucionarios
de izquierda (eseristas) -que coincidían con los comunistas de izquierdas
en rechazar por principio toda negociación o trato con el enemigo, se
dedicaron al asesinato de varios diplomáticos alemanes -entre ellos al
embajador- para malograr el incipiente acuerdo germano-soviético, al
tiempo que promovieron el recrudecimiento de la guerra civil contra el gobierno
en diversas regiones del territorio. Estos hechos ocurrieron en medio de la
amenaza de inminente intervención aliada en territorio soviético,
tras el abortado acuerdo de febrero y marzo.
Así fue como, al desembarco inglés
en Murmansk de finales de junio, siguió un desembarco anglo-francés
en Arkangel a primeros de agosto. Durante este último mes, tropas americanas
se unieron a las francesas e inglesas del norte de Rusia y a las japonesas de
Vladivostok, mientras en el Sur, las fuerzas blancas se unieron bajo el mando
de Deninkin, en un principio alentadas por los aliados, pero prontamente ayudadas
por ellos. Las acciones contrarrevolucionarias de julio y agosto en el centro
de Rusia, estuvieron organizadas y financiadas desde el extranjero. Este fue
el momento en que la política exterior soviética estuvo más
alejada de su preocupación por promover la revolución europea.
El 27 de agosto, los bolcheviques firmaron
secretamente en Berlín tres acuerdos suplementarios al tratado de Brest-Litovsk,
uno político, por el cual los alemanes evacuaban sus tropas de la Rusia
Blanca, y no prestaban ayuda a las tropas blancas o de cualquier otro país
que agrediese militarmente al gobierno soviético, a cambio de que Rusia
renunciaba formalmente a todos los derechos de soberanía sobre Estonia
y Lituania, reconocía la "independencia" de Georgia y estaba dispuesta
a expulsar a las fuerzas aliadas del norte de Rusia (en realidad protectorado
alemán), además de comprometerse a pagar una indemnización
de 10 billones de marcos a los alemanes.
Este ampliación, que los alemanes
cumplieron por estricta necesidad de sus desfallecientes fuerzas militares y
comprometida posición geoestratégica, permitió al poder
soviético dedicar sus escasos recursos bélicos a combatir esta
agresión aliada que, en el curso de su desarrollo, confirmó en
la conciencia de los dirigentes soviéticos la doctrina adoptada en 1915,
en el sentido de que el destino de la revolución rusa dependía
de lo que ocurriera en los países imperialistas participantes en la guerra:
<<Este desarrollo catastrófico de
los acontecimientos, dejó profunda huella en el pensamiento soviético.
La acción de los aliados confirmó e intensificó el aspecto
ideológico de la política exterior soviética e hizo que
la revolución internacional apareciera de nuevo como su primordial objetivo,
si bien sirviendo únicamente a los intereses de la defensa nacional.
(...) Ahora parecía de una claridad irrefutable que la coexistencia era
imposible, al menos con los países de la Entente, y que la propaganda
revolucionaria dirigida a los trabajadores de dichos países era el arma
más eficaz. En realidad era la única arma efectiva con la que
contaba un país cuyos recursos militares eran aun insignificantes >>
(Ibíd)
Consecuentemente, el eje de la guerra se
desplazó de las relaciones cuasi diplomáticas a las relaciones
puramente militares, al enfrentamiento armado. A fines de julio de 1918, los
representantes políticos de la Entente, abandonaron Rusia o se desplazaron
a los territorios ocupados. Después del asesinato del embajador Mirbach
y de los alzamientos contra el gobierno por parte de mencheviques, socialistas
revolucionarios y guardias blancos, la lucha del poder soviético por
preservar el "Estado obrero y campesino" tomó la forma del "terror revolucionario"
y los enemigos internos así como los funcionarios y diplomáticos
de los países de la Entente fueron declarados enemigos pasibles de ser
ejecutados por el aparato de Seguridad (la Checa) autorizada a operar y decidir
sumariamente al margen del poder judicial. Al quedar cerrados todos los canales
de la diplomacia secreta, la agresión imperialista dejó expedito
el camino a los bolcheviques para el contacto directo con los obreros y campesinos
europeos a nombre del Estado revolucionario soviético, utilizando la
"diplomacia publica", esto es, la propaganda y agitación revolucionarias:
"Escribimos menos notas a los gobiernos y más invocaciones a las clases
trabajadoras", diría más tarde Chicherín, el comisario
soviético para asuntos exteriores (Cfr. E.H. Carr: Op. Cit. Cap. 22).
Así, el 1 de agosto de 1918, el Sovnarkom emitió una proclama
dirigida a "las masas trabajadoras de Francia, Inglaterra, América, Italia
y Japón", que terminaba diciendo:
<<Forzados a luchar contra el capital aliado, que quiere añadir
nuevas cadenas a las que nos ha impesto el imperialismo alemán, nos volvemos
hacia vosotros gritando:
¡Viva la solidaridad de los trabajadores del mundo entero!
¿Viva la solidaridad del proletariado francés, inglés, americano
e italiano con el ruso!
Desde esa fecha, panfletos, folletos y periódicos
redactados por el departamento de propaganda del Narkomindel fueron lanzados
en profusión desde aviones sobre las líneas enemigas. A fines
del otoño de 1918, cuando en octubre la linea de trincheras dispuesta
por el general Hindenburg al norte de Francia, fueron desbordadas por las tropas
aliadas, este general alemán y su colega, Ludendorff, comunicaron al
Kaiser Guillermo la imposibilidad de continuar la guerra. Como había
ocurrido en Rusia un año antes, los acontecimientos revolucionarios se
precipitaron con mucha rapidez y facilidad. El 1º de noviembre Alemania pidió
el armisticio. El 3 estalló un motín de la marina de guerra alemana
en Kiel y se formó un Soviet. Poco después, la revolución
se extendió a toda Alemania, cayó el emperador y huyó del
país. El poder pasó a los obreros que lo conquistaron desde los
Consejos, pero ante la ausencia de una dirección revolucionaria, sin
saber qué hacer con él, lo pusieron casi inmediatamente en manos
de la Constituyente dominada por los burócratas del SPD, quienes proclamaron
la república burguesa democrática. El día que asumió
la presidencia del país, Friedrich Ebert declaró finalizada la
revolución en su fase de violencia y manifestaciones. "A partir de este
momento -dijo- hay que desarrollar el capital pacíficamente, porque sólo
un capital llevado hasta los límites de su desarrollo podrá ser
socializado. Habían triunfado los sucesores del menchevismo. Y en enero
de 1919, a instancias de los Cuerpos Francos, los socialdemócratas de
la II Internacional procedieron al aniquilamiento de la minoría revolucionaria
con Rosa Luxemburgo y Lienekcht a la cabeza, quienes vivieron y murieron militando
dentro de la socialdemocracia por oportunismo revolucionario espontaneista.
Todas las ilusiones de Lenin y los bolcheviques,
incluida la llamada "oposición de izquierda" en cuanto a la posibilidad
de una revolución europea, demostraron no ser más que eso, una
ilusión sin base de sustentación en las condiciones subjetivas
del movimiento político del proletariado en ese continente, ganado por
el reformismo tras décadas de ascenso en su nivel de vida y de practica
"democrática", especialmente en Alemania, pero también en Austria,
Inglaterra, Francia e Italia. Esta realidad política preexistente a la
revolución rusa es lo que predeterminó la derrota de la revolución
europea, no la paz de Brest-Litovsk, como usted se ha empeñado erróneamente
en demostrar. Fue endógena, no exterior a las condiciones de la lucha
de clases en esos países. Al contrario, esa paz, hubiera sido la condición
del triunfo si, como pensó Lenin, el proletariado, alemán, a falta
de un verdadero partido revolucionario en ese país, se hubiera sentido
representado y dirigido por los bocheviques.
En este sentido, sobre la idea ampliamente
compartida en el PC(b)R, de que el destino de la revolución rusa estaba
ligado al destino de la revolución europea, Lenin sabía que sin
una dirección efectivamente revolucionaria no había revolución
proletaria posible. Pero también sabía perfectamente que el resto
de los países europeos carecían de ese requisito:
<<La mayor desventura y el peligro para
Europa, es que no tiene un partido revolucionario. Tiene partidos
de traidores del tipo de los Scheidemann, Renaduel, Henderson, Webb y Cía.,
y almas de lacayunos como Kautsky. Pero no tiene un partido revolucionario>>
(V.I. Lenin: "La revolución proletaria y el renegado Kautsky".
19/10/1918)
Su error y el de los bolcheviques, consistió
precisamente en pensar que el ejemplo de la revolución rusa ejercería
tal influjo en los asalariados europeos, que elegirían al POSDR(b) como
su dirección efectiva, y que así, las masas en movimiento serían
capaces de trascender a sus direcciones traidoras autóctonas y harían
la revolución en sus respectivos países, apuntalando así
el proceso de la revolución mundial, que era de lo que se trataba. De
ahí que esta estrategia debiera pasar necesariamente por la táctica
de preservar a toda costa el partido bolchevique, cuya condición de existencia
fue el poder soviético y las transformaciones revolucionarias en Rusia.
Por lo tanto el supuesto "nacionalismo burgués" de Lenin se explica por
su firme convicción estratégica socialista profundamente internacionalista,
no por su táctica negociadora "burguesa" con el imperialismo. De modo
que la contradicción aparente de la política exterior soviética
-que usted ve como "fundamental" 5 -
ha tenido su verdadero fundamento en el desarrollo desigual de la revolución
europea. Por lo visto, a usted el árbol no le ha dejado ver el bosque.
8.-Comunismo y Milicia Obrera
Vs. Capitalismo de Estado y Ejército Rojo
Por último, queremos extendernos un poco acerca de su crítica a los conceptos de "capitalismo de Estado"y de "Ejército Rojo", a los que usted contrapone explícitamente la idea de la socialización completa de la economía: "eliminación del salariado y de la economía mercantil" y su correlato en el terreno militar: las milicias obreras, lo cual, como veremos, no se correspondió con las condiciones objetivas de la Rusia revolucionaria.
8.1.-Capitalismo de Estado obrero-campesino
La polémica en torno al "capitalismo de Estado" surgió en la URSS cuando desaparecieron las condiciones que determinaron la implantación de la "economía de guerra", una vez abierto el proceso de consolidación del Estado obrero y campesino en tránsito al Estado socialista puramente proletario, tras el triunfo del poder soviético sobre las fuerzas contrarrevolucionarias durante y después de la primera guerra mundial. Por entonces, la estructura económico social seguía siendo la misma que a principios de siglo, resumida por Lenin como "el campo más atrasado y el más avanzado capitalismo industrial y financiero". De ahí que el carácter de la revolución no pudiera ser inmediatamente socialista, y el nuevo Estado soviético hubo de ser, por tanto, obrero y campesino. La revolución debía pasar por comprender o integrar a la pequeña producción mercantil del campo ruso. De otro modo, según el escrutinio de las elecciones para la constitución de la Asamblea Constituyente el 15 de noviembre de 1917, nueve millones y medio de obrer@s (25%), hubiéranse visto obligad@s a someter por la fuerza de las armas a veintidos millones y medio de campesinos (62% entre pobres y medios). En ese caso, dadas las condiciones históricas en que tuvo lugar, insistimos una vez más en que el poder soviético "comunista" sucumbiría rápidamente bajo el peso económico, social y militar abrumador de las clases burguesa y terrateniente (13%), apoyados por el conjunto del campesinado.
Por lo tanto, si se quería implementar tácticamente la estrategia socialista en semejantes condiciones, era obligado que la ley del valor siguiera rigiendo buena parte de la producción y condicionando la totalidad de la distribución de la riqueza. De ahí que subsistieran la diferenciación salarial y de ingresos en general, según la consigna marxista vigente para la etapa de transición al socialismo: "De cada cual según su trabajo y a cada cual según sus obras", habida cuenta de que, como en el capitalismo, seguía habiendo obras o trabajos más valios@s que otr@s en función de la cualificación laboral y los precios de los productos en el mercado. Y esto no es socialismo sino capitalismo. Pero capitalismo dirigido por el partido revolucionario proletario con una estrategia socialista. Tales fueron los argumentos que esgrimieron los bolcheviques durante esa polémica sobre la ley del valor en la URSS entre 1921 y 1922:
<<Son numerosos los que imaginan que nuestra industria de Estado representa un auténtico capitalismo de Estado, en el sentido más estricto de la palabra, tal como ha sido aceptado universalmente por los marxistas. No se trata exactamente de ello; si se habla realmente de capitalismo de Estado, debe hacerse con importantes comillas que recubran el propio término. ¿Por qué razón? Es evidente: al utilizar este término no puede olvidarse el carácter de este Estado. Este término, lo recordamos, tiene orígenes socialistas. Jaurés y los reformistas franceses, que en general le imitaban, hablaban del capitalismo de Estado como de una socialización "coherente con la república demócrata". Podemos responder a esto, en cuanto marxistas, que a partir del momento en que el poder político está en manos de la burguesía, esta socialización no era y no podía conducir jamás al socialismo, sino a un capitalismo de Estado (burgués); es decir, que la posesión de la diversas industrias, de la red ferroviaria, etc., por diferentes capitalistas, sería reemplazada por la posesión de todas estas empresas, de la red ferroviaria, etc., por la propia empresa burguesa: el Estado (burgués en tanto capitalista colectivo).>> (L.D. Trotsky: "Informe sobre la Nueva Política Económica soviética y las perspectivas de la revolución", pronunciado el 14/11/922 ante el IV Congreso de la Internacional Comunista. Lo entreparéntesis es nuestro)
En ese debate, los "comunistas de izquierda" se limitaron a juzgar ateniéndose exclusivamente a la forma de manifestación de la realidad o verificación empírica de los hechos inmediatos. Según este pensamiento no mediado, con la Nueva Política Económica (NEP) de los bolcheviques, la URSS había regresado del "comunismo" al capitalismo. Ponemos este término entrecomillado, porque fue un comunismo en condiciones de penuria absoluta o hambre provocada por la merma en la producción y el desabastecimiento a causa de la guerra (otra vez las condiciones). Fue un "comunismo" como el que se impuso en España para la mayor parte de los medios de consumo después de la guerra civil. Y está claro que a nadie se le ocurrió decir por eso que el fascista Franco había hecho pasar a España del capitalismo al comunismo. En sentido estricto, pues, desde el punto de vista revolucionario marxista, durante la guerra no existió comunismo en Rusia. Ni siquiera existió socialismo, porque las condiciones históricas no daban para ello. Lo que existió fue un racionamiento y distribución equitativa provisional, impuestos por razones de supervivencia de la sociedad ante el profundo y súbito retroceso de las fuerzas productivas del país y la consecuente penuria absoluta, a diferencia del verdadero comunismo por el que luchamos los revolucionarios marxistas, cuyo fundamento está en el desarrollo incondicionado de las fuerzas productivas y la desaparición de la penuria relativa que da sentido al intercambio mercantil, el dinero, los precios y la ganancia capitalista, condición del reparto desigual de la riqueza y la reproducción de la sociedad bajo dominio burgués. Tal fue el malentendido básico en que incurrieron los "comunistas de izquierda" y usted con ellos.
En su importatante trabajo: "Infantilismo `de izquierda´ y la mentalidad pequeñoburguesa" (mayo de 1918), así como en "El impuesto en especie" (abril de 1921) Lenin describió las cinco estructuras económico-sociales que coexistían entrelazados en el territorio soviético, a saber:
¿Cuáles eran -en términos de clase- las categorías que predominaban en este complejo entramado económico-social heredado de la Rusia prerrevolucionaria? Según el citado censo de noviembre de 1917, los campesinos pobres, los estratos más bajos de la pequeñoburguesía. El capitalismo privado explotador de trabajo ajeno en grande y mediana escala, junto con sus medios de producción habían sido estatalizados pasando a conformar la última categoría descrita. Respecto del capitalismo de Estado, lo que Lenin llamaba "su envoltura exterior" (monopolio de los cereales, empresarios y comerciantes explotadores de mano de obra en pequeña escala sometidos al control estatal, cooperativistas burgueses), estaba "desgarrada en una u otra parte por los especuladores" y el principal objeto de esa especulación eran los cereales.
Solventado el primer interrogante, Lenin formula el que surge naturalmente de las condiciones a transformar en lo inmediato desde el punto de vista de la estrategia comunista: ¿Entre qué categorías estaba planteada la lucha de los revolucionarios comunistas, entre la cuarta y la quinta categorías enumeradas?:
<<Por supuesto que no. No es el capitalismo de Estado el que lucha contra el socialismo, sino la pequeñoburguesía más el capitalismo privado que luchan tanto contra el capitalismo de Estado como contra el socialismo. La pequeñoburguesía se resiste a toda intervención del Estado, a todo registro y control, ya sea capitalista de Estado o socialista de Estado. Es un hecho real, absolutamente irrefutable, y no comprenderlo constituye la raíz de una serie de errores económicos. El especulador, el agiotista, el que entorpece el monopolio [estatal en función social progresiva]: ese es nuestro principal enemigo. (...) Sabemos muy bien que la base económica de la especulación es la capa de los pequeños propietarios, extraordinariamente vasta en Rusia, y el capitalismo privado, que tiene un agente en cada pequeñoburgués. Sabemos que millones de tentáculos de esta hidra pequeñoburguesa aferran, aquí o allá, a diversos sectores obreros, y que la especulación penetra en todos los poros de la vida económico-social en lugar del monopolio de Estado.>> (V.I. Lenin: "El impuesto en especie" 21/04/921)
Sin embargo, los "comunistas de izquierda" pensaban que el capitalismo de Estado era el principal obstáculo en la lucha por el socialismo. ¿Por qué? Pues, porque, como lo advirtió Lenin en su momento, se limitaron a ver la compleja realidad de la URSS salida de la guerra como:
<<...una abstracta contraposición entre 'capitalismo' y 'socialismo' sin estudiar las (necesarias) formas y etapas concretas de la transición que tiene lugar en nuestro país>> (V.I. Lenin: Ibíd)
¿En qué únicos términos políticos podía traducirse esta simple y abstracta (es decir, no mediada) contraposición? En eliminar por decreto el período de transición, esto es, en que el 25% de la población supuestamente convencida de la necesidad del comunismo, sometiera por la fuerza al 75% restante. Nosotros pensamos que este "Polpotismo" antimarxista acabaría en una derrota estratégica catastrófica de la revolución en el corto plazo. En este sentido, Lenin se refería en esta obra a los mejores elementos del movimiento revolucionario ruso, como "los comunistas de izquierda", a quienes reprochaba no haber comprendido nunca a los maestros del socialismo cuando alertaban sobre los "largos dolores del parto de la nueva sociedad", y a la necesidad de estudiar y respetar la ley que preside el movimiento de la sociedad burguesa como un requisito ineludible del poder proletario, para acelerar ese desarrollo natural evitando al mismo tiempo las catastróficas consecuencias humanas de ese desarrollo en el caso de estar presidido por la burguesía. Lenin aludía al pasaje del prologo de Marx a la primera edición alemana de "El Capital":
<<Aunque una sociedad haya descubierto la ley que preside su propio movimiento -y el objetivo último de esta obra es, en definitiva, sacar a la luz la ley económica que rige el movimiento de la sociedad moderna- no puede saltarse fases naturales de desarrollo ni abolirlas por decreto. Pero puede abreviar y mitigar los dolores del parto>> (K. Marx: Op. Cit.)
Según nuestro criterio, el arte político revolucionario tras la toma del poder en cualquier sitio, consiste en combinar esta dificilísima labor -tanto más dificultosa cuanto mayor es el atraso de las fuerzas productivas- con la de inducir a la revolución internacional. Un ejemplo de la dificultad y, frente a ella, la ciencia y el arte político exhibido por los bolcheviques hasta la muerte de Lenin, se puso de manifiesto en 1921 durante los episodios de Kronstadt, que analizaremos más adelante. Simplemente decir aquí, que el impuesto en especie fue una expresión de capitalismo condicionado, dirigido por el Estado obrero campesino. En una situación postbélica de hambre generalizada residual en las ciudades y de aguda carencia de medios de producción en el campo, había que estimular la producción del campesino pobre para regularizar el suministro de alimentos a las zonas carenciadas. Para el capitalismo puro, el capitalismo liberal, coincidente en este caso con el pequeño y mediano productor, hay una sola alternativa: reimplantar el comercio libre.
Acabada la guerra, los bolcheviques derogaron las requisas autorizadas por las leyes promulgadas para atender la prioridad de mantener al ejército, Pero no reimplantaron el comercio libre, sino condicionado por un impuesto en especie, cuyo monto en valor fue sensiblemente menor que el importe de las requisas, de modo tal que, con la diferencia, los campesinos pudieran reponer los aperos y demás medios e insumos necesarios para trabajar sus tierras a pleno rendimiento, permitiendo así reiniciar los interrumpidos intercambios entre el trabajo agrícola y la industria. De este modo, con el producto del impuesto al conjunto de los campesinos, el Estado dedicó una parte a saciar el hambre de los obreros industriales, y la otra parte la entregó en forma de simiente al campesino pobre para reforzar su alianza con él, evitando al mismo tiempo que, a instancias del crédito para simiente, los agricultores más grandes arruinen al pequeño y se reproduzca el latifundio. La táctica consistió en mantener al pequeño agricultor en su misma dimensión de masas como aliado del Estado soviético, hasta tanto el desarrollo de las fuerzas productivas soviéticas en los dos sectores, a instancias de la propia ley del valor y la ampliación paulatina de las granjas colectivas, posibilitara la transformación sin traumas de los campesinos pobres en asalariados, en la medida en que los precios agrícolas bajaran hasta dejar sin sentido económico a la pequeña producción mercantil, y el poder adquisitivo de los salarios agrícolas superaran los ingresos netos de los pequeños agricultores. Esto es capitalismo de Estado en transito al socialismo. Y a falta de argumentos convincentes en contra, nosotros mantenemos desde la memoria histórica del movimiento, que esto es lo que Lenin y los bolcheviques han intentado hacer con muy pocos errores; a pesar de todos los condicionantes, incluida la "oposición de izquierda" dentro del partido. Nada que ver con lo que hizo la burocracia stalinista.
Como lo hemos expuesto en: http://www.nodo50.org/gpm/rafaelpla/14.htm, es cierto que, entre 1920 y 1921, previendo que en los próximos cinco años no podía haber un rebrote de la revolución mundial, los bolcheviques emplearon la IIIª Internacional exclusivamente para preservar el poder soviético 6 . Desde el final del otoño de 1919, cuando los generales "blancos" Kolchak, Denikin y Yudenich habían agotado sus recursos sin resultado alguno, las consecuencias económicas de los gastos de guerra y del bloqueo comercial a la URSS pasaron a gravitar en el ánimo de la burguesía imperialista, al tiempo que las sucesivas derrotas del proletariado europeo y americano alejaban el fantasma del comunismo en Occidente. En ese momento, habiendo comprendido que las derrotas recientes no se podían superar de un día para otro, se trataba de reconstruir la economía de la URSS devastada por la guerra mundial y la guerra civil.
Desde el punto de vista internacional, los bolcheviques pugnaron en este momento por potenciar políticamente la fuerza social del proletariado internacional en los países europeos, pero no para convertirlo en dirección revolucionaria con vistas a la toma del poder en Europa, sino para ejercer presión sobre sus respectivos gobiernos a fin de que reanudaran las relaciones económicas y diplomáticas con Rusia, necesitada de los intercambios internacionales necesarios para la reconstrucción del país sobre bases socialistas. Si de momento no podía ser en la sociedad civil, en la calle, <<¿en qué otro lugar que no fuera el parlamento y los sindicatos?>>, se preguntó Lenin ante los asistentes al segundo Congreso de la Internacional Comunista reunido el 20 de julio de 1920. Para él, estaba claro que no se trataba de combatir a los reformistas para construir partidos revolucionarios, sino de reforzarlos socialmente para presionar eficazmente sobre los principales Estados de Occidente a fin de disuadirles de emprender nuevas aventuras contrarrevolucionarias, de reorientar las relaciones internacionales hacia las negociaciones y los intercambios en tiempos de paz, y para obtener la mayor ventaja posible de todo ese "teje y maneje". Y señalamos con claridad esta política equivocada, por innecesaria desde el punto de vista de la preservación de la URSS y por contraproducente desde la perspectiva de la revolución internacional:
<<La proposición de organizar a una gran masa de obreros, si es posible a la mayoría, comunistas y no comunistas, por medio de todo tipo de actividades (en los sindicatos, en el parlamento, en los ayuntamientos, en las cooperativas, etc.), es un punto de vista no revolucionario al que se somete a un movimiento en retroceso. Que el carácter "comunista" de semejante práctica estaría garantizada por el sólo hecho de que son los "comunistas" quienes la dirigen, es una petición de principio al estilo de Kautsky, para justificar todo en nombre de una doctrina -en este caso las 21 condiciones- que en los hechos se quedó en papel mojado. En efecto, al legitimar la acción en el parlamento y en los sindicatos (condiciones 9ª y 11ª), lejos de garantizar el carácter comunista de los partidos obreros afiliados a la III Internacional, las 21 condiciones han servido para apartar de ellos a los verdaderos comunistas, permitiendo que su lugar fuera ocupado por filisteos afines al kautskismo provenientes de la izquierda socialdemócrata, tan denostados por Lenin siete meses antes>>.(GPM: Op.cit.)
Este cambio de frente de la política bolchevique saltó a la luz pública a principios de 1920. En los primeros días de febrero, el Comité Ejecutivo Central de toda Rusia publicó una "Invocación al pueblo polaco" donde, entre otras cosas, dijo:
<<Por el momento, los comunistas de Rusia no están luchando más que para defender su propio territorio, su trabajo pacífico y constructivo; no están luchando ni pueden luchar para implantar el comunismo por la fuerza en otros países...>> (Cfr. E.H. Carr: Op.Cit. Tomo III Cap.24)
El 25, durante el discurso pronunciado ante la "Conferencia de toda Rusia de directores de enseñanza para adultos", dio por "desaparecido en sus nueve décimas partes el peligro de un ataque a Rusia organizado por el capitalismo internacional". Mientras tanto, a lo largo de todo ese mes, Lenin, Trotsky, Joffe, y Litvínov concedieron entrevistas a la prensa extranjera para hablar de las oportunidades de paz y de las relaciones comerciales entre la Rusia soviética y el mundo capitalista. En el transcurso de una de ellas concedida al corresponsal del periódico norteamericano "The World" que este periódico publicó el día 21 de ese mes, prefigurando lo que un año más tarde se conocería como "Nueva Política Económica", Lenin declaró lo siguiente:
<<Todo el mundo sabe que estamos dispuestos a concluir la paz en condiciones cuya justicia no pueden refutar ni los capitalistas más imperialistas. Hemos declarado reiteradamente nuestro anhelo de paz, nuestra necesidad de paz y nuestra disposición de otorgar al capital extranjero concesiones y garantías de lo más generosas. Pero no permitiremos que nos estrangulen en haras de la paz. (...) Sin Rusia, Europa no podrá levantarse. Y cuando Europa está extenuada, la situación de Norteamérica se vuelve crítica. ¿De qué le sirve a Norteamérica su riqueza si no puede comprar con ella lo que necesita?(...) Norteamérica no puede comerciar ventajosamente con Europa, es decir, sobre una base que tenga valor real para ella, hasta que Europa sea capaz de darle las mercancías que Norteamérica quiere recibir a cambio de lo que necesita vender. Y Europa no podrá darle esas mercancías mientras no se levante económicamente (Op. Cit. En "Obras Completas" bajo el título: "Conversación con Lincoln Eire...". Lo subrayado es nuestro)
Si esto era así ¿para qué reforzar el carácter reformista de los partidos de composición obrera en Europa? ¿Para que enajenar todavía más su acción política futura? Una cosa es respetar el principio de no intervención y otra muy distinta intervenir en sentido contrarrevolucionario. A través de Radek, los bolcheviques se habían comprometido a no desestabilizar Occidente si la burguesía internacional hacía lo propio respecto de Rusia. Y esta vez a diferencia de lo ocurrido bajo los tratados de Brest Litovsk, cumplieron escrupulosamente la promesa.
En abril de 1920, Lenin escribió "El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo", a modo de preparación del segundo Congreso de la Comintern. En este congreso reunido en julio de 1920, se aprobó la línea de permitir que las fracciones de izquierda de la socialdemocracia pasaran a formar parte de la I.C. Esta política, sintetizada en las 21 condiciones de admisión a IIIª Internacional, suponía deshacerse de la izquierda comunista preexistente al exterior de la URSS.
Lenin pudo no haber comprendido del todo las diferentes condiciones políticas de existencia entre el proletariado ruso y el europeo, pero sabía muy bien -y las razones de su ruptura de 1912 con los mencheviques lo confirma- que mixturas político-organizativas como la que cristalizó en el VKPD no podían dirigir exitosamente una revolución, lo cual refuerza la idea de que tras la derrota del 18-19 de enero de 1919, la inminencia de una nueva ola revolucionaria triunfante en Europa no figuró entre las previsiones de Lenin. Esto explica que la política del llamado "parlamentarismo revolucionario" estuvo fuertemente condicionada por la preocupación de estabilizar los restablecidos intercambios comerciales con Occidente, para sacar a la revolución rusa de la situación de marasmo en que se encontraba tras la guerra civil. De lo contrario, su comportamiento y el de sus compañeros de partido hubiese sido otro.
En tal sentido, cabe imputarle el error de haber abandonado a los revolucionarios europeos y contribuido por imprevisión a preparar las condiciones del fascismo 7 . Pero de ahí a decir que entre Lenin y Stalin no hubo solución de continuidad política desde la firma del tratado de Brest-Litovsk, nos parece una exageración monstruosa, una afirmación equivocada presidida por un principismo tan inconducente a los fines revolucionarios, como cualquier incapacidad de prever y juzgar correctamente, que no hace justicia con la convicción profundamente internacionalista que los bolcheviques supieron ejercer eficaz y ejemplarmente en medio de dificultades enormes, tanto como tuvo el valor de reconocer la propia Rosa Luxemburgo, su principal censora, en "La tragedia rusa" 8 , aunque allí omitiera hacer su propia autocrítica por no haber sabido romper a tiempo con un partido que, según su propia expresión, no era más que un "cadáver maloliente", pero frente al cual -como Barrot y Authier acertaron en juzgar- ella "se manifestó particularmente necrófila"
8.2.-El "Ejército Rojo" obrero-campesino
En cuanto a su opción por las milicias proletarias frente al ejercito popular obrero-campesino de los bolcheviques, parece estar en su misma línea voluntarista de no respetar determinadas condiciones históricas de la revolución que le obligaron a pasar por un período de transición para cumplir unas tareas democrático-burguesas incumplidas por la burguesía Rusa, al igual que su homóloga alemana en 1848, que prefirió permanecer como un poder político supeditado al de la autocracia zarista.
Y el caso es que la transición económico-social por la que necesariamente debió pasar un país como Rusia, junto con el carácter obrero-campesino de su revolución, determinó también el carácter obrero-campesino de sus fuerzas armadas. Si la formación social de la Rusia prerrevolucionaria impidió que la revolución fuera puramente proletaria, tampoco su ejército podía ni pudo tener la forma de milicias obreras9 . Más aun dada la total desproporción de su inmenso territorio y la enorme extensión de sus fronteras, respecto de su población asalariada.
Rusia entró en la guerra del 14 con 12.000.000 de efectivos, el 11% de la población que por entonces era de 140.000.000. El resto, como es lógico y natural, permaneció en sus puestos de trabajo para seguir atendiendo a las necesidades de la población civil y a las militares en los seis frentes de guerra. Materializar el concepto de milicia obrera, supone aplicar ese porcentaje del 11% al universo poblacional de 9.500.000 que sumaban los asalariados rusos en ese momento 10 . O sea que, según su proposición, 1.045.000 milicianos más los 240.000 militantes del partido en 1918, hubieran estado en condiciones optimas de llevar adelante la guerra revolucionaria. Dada la proporción entre soldados campesinos y milicianos proletarios, la mutación entre cantidad y cualidad indica que de la supuesta conciencia de clase de cada miliciano, resultaría una eficacia militar equivalente a la de nueve combatientes campesinos, una superioridad del 900% comparados de uno en uno.
Ahora bien, dado que según la doctrina militar moderna, para combatir a la guerrilla un ejército regular necesita una superioridad numérica de uno a diez, esta inferioridad numérica de 1 a 9 sólo puede justificar la supuesta superioridad combativa de las milicias revolucionarias, en el mito de la conciencia de clase obrera lo cual supone que los soldados campesinos en el ejército del zar, carecían de todo incentivo moral de combate, lo cual es falso. Cualquier ejército es viable mientras se unifica en torno a una idea moral y combate por ella. En este sentido, a los fines militares la idea moral de "patria", por ejemplo, no es ni más ni menos válida y eficaz que la de "internacionalismo proletario". Esto es tan cierto como que en determinadas condiciones y circunstancias, cualquier idea moral puede hacer crisis al interior de cualquier ejército. De lo cual se desprende que la verdad o falsedad de la idea por la que se combate, es lo de menos, siempre que se crea en ella. En sus "Escritos militares" Trotsky evoca al "viejo soldado" Kudinych, personaje creado por el novelista ruso Gleb Ivanovich Uspenski:
<<Para Kudinych, la idea religiosa iluminaba la idea del poder zarista, esclarecía su existencia campesina y desempeñaba para él, aun cuando de manera primitiva, el papel de la idea moral. En el momento crítico, cuando su fe ancestral fue conmovida sin haber hallado aún nada con qué remplazarla, Kudinych se rindió. La modificación de la idea moral entraña la disgregación del ejército>> (Op. Cit.: "Formación de las fuerzas armadas rojas"
Sin duda, el desmoronamiento de la autocracia zarista ante el empuje de la revolución bolchevique, quitó base de sustentación a los valores espirituales del ejército imperial Ruso, y la moral de sus soldados, junto con la de Kudinych se disolvió como un azucarillo en el agua. De este razonamiento se desprende que, dada la funcionalidad bélica de la idea moral que aglutina a un ejército, su eficacia pasa a depender exclusivamente de su organización, disciplina, destreza en el manejo de las armas e instrucción general y militar de sus efectivos, así como del dominio de la ciencia y el arte de la guerra por parte de sus mandos. En el "Anti Dühring", Engels extrae de las memorias de Napoleón lo que dice acerca del combate de la caballería francesa -cuyos jinetes eran malos, pero disciplinados- contra los mamelucos, "indiscutiblemente la mejor caballería de la época en el combate individual", pero indisciplinados. Y de los resultados de la práctica saca esta conclusión:
<<Dos mamelucos eran sin discusión superiores a tres franceses; 100 mamelucos equivalían a 100 franceses; 300 franceses eran en general superiores a 300 mamelucos, y 1.000 franceses aplastaban siempre a 1.500 mamelucos.>> (Op. Cit.Cap. XII "Dialéctica. Cantidad y cualidad")
El Ejército Rojo fue construido sobre un fundamento "clasista" en el sentido de excluir de él a todos los explotadores de trabajo ajeno. Dentro de esa categoría general, después de los miembros del partido iban en orden de preferencia los asalariados que constituían la vanguardia amplia y, tras ellos, los asalariados de base junto con los campesinos. Trotsky decía que "la vida del ejército gira, en nuestra época, en torno de este problema". Durante un discurso pronunciado en noviembre de 1919 ante redactores y colaboradores de diversas publicaciones militares, Trotsky reprochó a la revista "Asuntos militares" el descuido de este importantísimo asunto de la composición social del ejército. En ese discurso trajo a colación que, "A partir de la experiencia de la guerra de 1870-71, el economista burgués alemán León Brentano, hizo un análisis comparativo de las condiciones combativas de los obreros y los campesinos alemanes en la base del ejército, y dedujo la superioridad militar del proletariado", agregando que, en este aspecto "la experiencia acumulada es enorme". En su trabajo sobre Stalin, Trotsky corroboró el análisis de Brentano. Allí explicó en qué radica la superioridad militar del combatiente proletario sobre el soldado campesino, así como el acople y complementación funcional de estas dos categorías básicas del Ejército Rojo:
<<Como ya he dicho (en otro lugar), el Ejército Rojo fue obra del trabajador que movilizaba al campesino. El trabajador tenía una ventaja sobre el labriego, no sólo en su nivel general de cultura, sino especialmente en su destreza para manejar armas de nueva técnica. Esto aseguraba a los obreros una doble ventaja en el Ejército.>> (L.D. Trotsky: "Stalin" Cap. IX)
Ni que decir tiene que este criterio era de unánime consenso en el partido comunista bolchevique. Pero, como dijimos al principio de este apartado, dada la estratificación social del país, el consecuente carácter de la revolución y la extensión del territorio, las bases sociales que dieron nacimiento al Ejército Rojo durante la guerra civil, debieron ser mayoritariamente campesinas. Había que contar necesariamente con ellos.
En cuanto al reclutamiento de profesionales militares provenientes del viejo ejército imperial, ocurrió como con el nuevo Estado obrero y campesino, que, en principio, debió empezar funcionando en base al personal civil del aparato de Estado zarista. Los bolcheviques procedieron entonces como hoy en otra escala y circunstancias históricas los palestinos paupérrimos en los territorios ocupados, que seleccionan los ladrillos y demás componentes utilizables de entre los escombros de sus casas destruidas por el ejército sionista, para construir otras desde donde proseguir la "intifada" contra el invasor:
<< Todavía el antiguo ejército se dispersaba a través de todo el país, propagando el odio a la guerra, cuando ya teníamos que organizar nuevos regimientos. Se expulsaba del ejército a los oficiales del zar, y se les aplicaba, aquí y allí, una justicia sumaria; pero debíamos lograr que ex oficiales instruyeran al nuevo ejército>> (L.D. Trotsky: "Escritos Militares" Prefacio)
Claro que cualquier asalariado consciente iniciado en el arte de dirigir grandes operaciones militares hubiera sido mil veces preferible a un oficial del ejército zarista. De esos los hubo -como usted lo señala- pero no los suficientes. Antes de la toma del poder, los bolcheviques contaban con efectivos proletarios experimentados organizados en comandos para las acciones de terrorismo y guerrillas. En el congreso de las Organizaciones Militares realizado en Petrogrado el 16 de julio de 1917 estuvieron representadas 500 unidades integradas por unos 30.000 bolcheviques 11 . Esta organizaciónes militares dirigieron los preparativos de la insurrección de octubre y designaron algunos camaradas para constituir el Comité Militar Revolucionario de Petrogrado. Luego extendieron su influencia al frente (sobre todo al frente norte y a la flota del Báltico).
La decisión de emplear oficiales del ejército zarista estuvo determinada por el cambio en la correlación de fuerzas políticas una vez que el proletariado se erigió como clase dominante a instancias del poder soviético dentro del nuevo Estado obrero-campesino. No se trataba ya de hostigar al enemigo de clase en posesión del Estado para desorganizar y debilitar sus fuerzas, potenciando así en las masas el espíritu de rebelión sólo contenido por la burguesía en tanto su dominio se sigue manifestando en el pleno ejercicio normal del poder. La acción de la guerrilla, el sabotaje y el terrorismo, estimulan a las masas en movimiento, debilitando en su conciencia la idea de su condición subalterna y de que el poder de la burguesía es invencible. La guerrilla es la expresión del poder obrero en progresión desde una posición de debilidad relativa. El ejército regular obrero-campesino expresa la inversión total de aquella correlación de fuerzas. Sin sustituir a la guerrilla, se convierte en la forma militar predominante que el poder soviético debe adquirir y se dio para sí como clase en el poder, como Estado de reemplazo histórico desde una posición de superioridad económica, social y bélica relativa.
<<Los métodos de combate
guerrilleristas se imponían durante el primer período al proletariado
en razón de la situación de éste de explotado dentro del
estado, como también se le imponían el empleo de imprentas clandestinas
primitivas y la práctica de reuniones secretas. La conquista del poder
político ha dado al proletariado la posibilidad de utilizar el aparato
del Estado para construir metódicamente un ejército centralizado,
en el que la unidad de organización y la unidad de dirección constituyen
lo único que puede garantizar los mejores resultados con el mínimo
de víctimas. Propugnar el espíritu de guerrilla como programa
militar es como recomendar el retorno de la industria pesada al taller artesanal.
Semejante prédica corresponde por completo a la naturaleza de los grupos
de la intelligentsia, que son incapaces de valerse del poder del estado e incapaces
hasta de plantearse seriamente el problema del dominio de ese poder, pero que
se ingenian en hacer incursiones guerrilleristas (polémicas o teóricas)
contra el gobierno obrero. (...) Como tipo predominante, la guerrilla es el
arma del beligerante más débil contra el más fuerte. Éste
intenta destrozar y aplastar al más débil; a su vez este otro,
consciente de su debilidad, pero sin rehuir el combate -ante la perspectiva
cierta de alguna futura modificación-, se esfuerza por debilitar y desorganizar
a su poderoso adversario.
La "guerra grande" -masas imponentes, unidad del frente, dirección centralizada,
etc.- procura vencer al enemigo. La "guerra pequeña" o guerrilla -pequeños
destacamentos de maniobras independientes unos de otros- procura debilitar y
extenuar al adversario. Tal y como Dutov, Krasnov y Denikin contaban con una
ayuda del exterior. Su objetivo consistía, pues, en frenar el poder soviético,
en no darle respiro, en aislarlo de las regiones importantes, en destruir la
red ferroviaria y religarla con las provincias periféricas, en no permitirle
emprender un amplio trabajo económico planificado. Entonces el método
natural de los más débiles era la guerrilla. >> (L.D.
Trotsky: Op.Cit: "Guerrilla y ejército regular"
En términos militares, lo único que aprendió la clase obrera rusa antes de tomar el poder, es a vencer la resistencia de la burguesía destruyendo todo lo que le impedía constituirse en clase dominante. Mediante el hostigamiento y la propaganda armada de las guerrillas en combate descentralizado y esporádico contra un régimen autocrático cuyo ejército imperialista estaba al borde de la disgregación, a los bolcheviques les costó muy poco hacerse con el poder político en los momentos decisivos:
<<Los bolcheviques habían realizado tan a conciencia la labor de atraerse a todas las fuerzas armadas del país, que su victoria final del 7 de noviembre se logró prácticamente por falta de enemigo. El golpe de octubre fue "más fácil que levantar una pluma", para servirse de las palabras de Lenin. Ni un sólo regimiento se alzó para defender la democracia rusa. Con las fuerzas de la antigua policía dispersas, el Gobierno de Kerensky en Petrogrado no contaba más que con los cadetes militares y los batallones de mujeres, muy defectuosos, frente a los destacamentos al mando de revolucionarios profesionales bolcheviques. La lucha por el poder supremo en un Imperio que comprendía la sexta parte del globo terráqueo se decidió entre fuerzas asombrosamente reducidas por ambas partes, tanto en las provincias como en las dos ciudades principales.>> (L.D. Trotsky: "Stalin" El comisario político)
De inmediato, una vez que, en enero de 1918 los bolcheviques disolvieron la Asamblea Constituyente y proclamaron la República Socialista Soviética Federada de Rusia, acabó la primera parte de la tarea fundamental de la revolución. Este fue el momento en el que la "guerra pequeña" o guerrilla, empezó a perder preponderancia frente a la necesidad de un ejército regular centralizado capaz de defender al poder soviético ya constituido del enemigo interno y externo en todo el territorio. Los obstáculos que los bolcheviques se encontraron en su esfuerzo por dar al Ejército Rojo un carácter disciplinado y centralizado tenía mucho que ver con la base campesina de la sociedad rusa:
<<Por sí mismo, el campesinado no es capaz de crear un ejército centralizado. No va más allá de los destacamentos guerrilleros locales, cuya ‘democracia’ primitiva encubre frecuentemente la dictadura personal de los atamanes 12 . Estas tendencias guerrilleristas, reflejo del espontaneísmo campesino en la revolución, encontraron su expresión perfecta en los socialistas revolucionarios de izquierda y en los anarquistas, pero incluyeron también a parte considerable de los comunistas, sobre todo entre los ex soldados y suboficiales de procedencia campesina" (L.D. Trotsky: "Escritos militares" : El camino del ejército rojo.)
A medida que se iba ampliando el escenario de la guerra, peores consecuencias tenían los métodos guerrilleros y la tendencia a la organización de destacamentos autónomos. El año 1918 y parte de 1919 fueron escenario al interior del P.C.R.(b) de una lucha continua por la disciplina, la organización y la centralización del Ejército, en contra de la oposición de socialistas revolucionarios, comunistas de izquierda y anarquistas, partidarios de la descentralización e independencia de las fuerzas. Esto en modo alguno ha supuesto que los bolcheviques descalificaran a la guerrilla; pensaron que debidamente articulada en la estrategia y disciplina dependiente del mando central, esta forma de combate debía demostrar -y demostró- ser un auxiliar importante del ejército regular:
<< La guerrilla también puede ser una forma de acción de destacamentos de maniobras cuidadosamente constituidos que, a despecho de su total independencia, están rigurosamente sujetos al Estado Mayor operacional. Combatiendo hoy al bandidaje en todas sus formas, inclusive las seudocomunistas, claro está que no recusamos la necesidad ni la utilidad de los movimientos de guerrilleros. Al contrario, podemos declarar con absoluta seguridad que en el futuro desarrollo de la guerra, la guerrilla tendrá una importancia cada vez mayor.>> (Op. Cit. Ejército y guerrilla)
Este debate, que coincidió con el derrumbe del ejército imperial ruso, quedó inconcluso cuando socialistas de izquierda y anarquistas rompieron con el poder soviético a raíz de la firma del tratado de Brest-Litovsk. Así, el nuevo Ejército Rojo hubo de levantarse sobre las ruinas del anterior; medios materiales e intelectuales en perfecto uso fueron incorporados de inmediato:
<<La nueva clase que se ha instalado en el poder es una clase que ha tenido que arreglar penosas cuentas con el pasado. Personificado en un ejército que ya no existe, ese pasado le ha legado cierto capital material: cañones, fusiles, municiones de toda clase, y cierto capital intelectual: la suma de conocimientos acumulados, experiencia de combate, prácticas de gestión, etc., todo lo cual se hallaba a disposición de los especialistas en asuntos militares: antiguos generales, coroneles del viejo ejército, y del que carecía la nueva clase revolucionaria>>.(L.D. (Trotsky: "Escritos militares" El Ejército Rojo.)
Dado que la conducción militar de masas es objeto de la ciencia militar, sin cuyo dominio cualquier acción que se emprenda es inconducente, y habida cuenta de que estos conocimientos -igual que otros técnicos relativos al ejercicio efectivo del poder- como es natural no estaban extendidos entre el proletariado, tal como ocurrió con el materialismo histórico en aquellos tiempos, al principio hubo que apelar a "los especialistas" procedentes del campo enemigo:
<<La clase obrera y las masas trabajadoras del campesinado no han dado nuevos coroneles ni nuevos dirigentes técnicos; tampoco podían encontrarlos en seguida en sus propios medios. Todos los teóricos del marxismo ya lo habían previsto. El proletariado está obligado a tomar a su servicio a aquellos que han servido a las otras clases. Esto vale también, y por entero, en cuanto a los especialistas militares.>> (Ibíd.)
El Ejército Rojo se empezó a montar según este criterio, a mediados de febrero de 1918, inmediatamente después de la ruptura de las negociaciones de Brest Litovsk. Aquí se planteó un problema muy difícil de resolver, y a muchos -incluso a Lenin- de entrada esta valoración no les cabía en la cabeza. Sobre todo a la vista de "ciertos casos de traición". Numerosos críticos dentro del partido, estimaban que no había tiempo, ni medios materiales, ni el cuerpo de mandos necesario para estructurar un ejército centralizado, y que, por tanto había que seguir el combate en base a los destacamentos de guerrilla debidamente acondicionados. Pero, como se ha demostrado por la prueba de la práctica, con esa condición también hubo que contar. De otro modo, la revolución rusa habría sido ahogada en sangre antes del estallido en noviembre de la revolución alemana. Así fue como la tarea comenzó transformando provisionalmente a los destacamentos guerrilleros a modo de barrera, detrás de la cual dio comienzo la construcción del ejército centralizado.
Al principio, la resistencia a la cooptación de los especialistas militares era fuerte, debido a que muchos de ellos trabajaban con desgana, cuando no se pasaban directamente al campo enemigo. Estas críticas recrudecieron ante una serie de derrotas en el exterior. El Comité Central del partido, sin embargo, entendió que estos fallos eran pasajeros, producto de un necesario período de adaptación, como así fue a juzgar por los hechos. Cuando en los distintos frentes empezaron a actuar ejércitos con estructuras de mando centralizadas, se pasó de la retirada a la ofensiva y "del fracaso a éxitos notables":
<<Innumerables militantes del partido, señalables entre los más serios y responsables, se dirigían al frente como adversarios declarados de nuestro sistema militar, en particular en lo atinente a la integración de los oficiales de carrera en puestos superiores: al cabo de algunos meses de trabajo se trasformaron en ardorosos partidarios de nuestro sistema. Personalmente no encuentro ninguna excepción.
En marzo, durante la sesión nocturna del Consejo de Comisarios del Pueblo, se puso a consideración un despacho proveniente de los distintos frentes de guerra, donde se aludía a la traición de ciertos jefes del Ejército Rojo. Según el testimonio dejado por Trostsky de lo acontecido en aquella reunión, tras escuchar lo que reportaba el despacho, Lenin le pasó una nota diciéndole:
<< "¿No sería mejor
echar a todos esos especialistas y nombrar a Lashevich comandante en jefe?"
Comprendí que los adversarios de la política del Departamento
de Guerra, y particularmente Stalin, habían hecho presión con
especial insistencia sobre Lenin durante los días anteriores, y habían
despertado en él ciertas dudas. Escribí mi respuesta en el reverso
de su misma nota: "Puerilidades." Al parecer, esta tajante réplica causó
impresión. Lenin gustaba de las formulaciones categóricas. Al
día siguiente, con el informe del Estado Mayor General en mi bolsillo,
entré en el despacho de Lenin en el Kremlin y le pregunté:
"-¿Sabes cuántos oficiales zaristas tenemos en el Ejército?"
"-No, no lo sé -respondió, interesado."
"-¿Aproximadamente?"
Para contrarrestar ese permanente peligro de desidia y deserción por parte de los especialistas, además de asignarles altos sueldos 13 , fue necesario desdoblar la figura personal del mando único en dos responsabilidades complementarias: la puramente técnico-militar y la política. La primera, referida a las funciones estratégicas y tácticas fueron asignadas a quienes "las han estudiado, que mejor las conocen y que deben, por tanto, asumir toda la responsabilidad", los especialistas; para la segunda se creó la figura del "comisario político", que recayó sobre quienes por "su psicología, su conciencia política y su origen social, están ligados a la nueva clase en el poder". Estos comisarios estaban a cargo de la formación político-ideológica y de verificar que las órdenes de los "especialistas" en cuestión, responden a necesidades militares "y que no se trata de medidas contrarrevolucionarias":
<<La primera orden que fijó las obligaciones de los comisarios
y de los miembros de los consejos militares se publicó el 6 de abril
de 1918, y decía: "A propósito de los comisarios militares, de
los miembros de los consejos militares. El comisario militar es el órgano
político directo del poder soviético junto al ejército.
Su cargo tiene un significado extraordinario. Los comisarios que se nombren
deben ser revolucionarios irreprochables, capaces de continuar siendo la encarnación
del deber revolucionario aun en las condiciones más difíciles.
La persona del comisario es intocable.
Una ofensa hecha a un comisario durante el cumplimiento de sus deberes, y con
más razón un acto de violencia contra él, es idéntica
al crimen más grave contra el poder soviético. El comisario militar
vigila para que el ejército no se separe del conjunto del régimen
soviético y para que las administraciones militares aisladas no se conviertan
en focos de insurrección o en armas dirigidas contra los obreros y campesinos.
El comisario participa en la actividad de los dirigentes militares, recibe con
ellos los informes y las rendiciones de cuenta y ratifica las órdenes.
Sólo las órdenes de los consejos militares que, estén firmadas,
a más de los dirigentes militares, por un comisario al menos tienen fuerza
de ejecución. Todo el trabajo se realiza a la vista del comisario, pero
la dirección en el terreno específicamente militar no pertenece
al comisario, sino al especialista militar, que trabaja en estrecha cooperación
con él.
El comisario no responde por el acierto de las órdenes puramente militares,
operativas o de combate. La responsabilidad por éstas recae íntegramente
en el dirigente militar. La firma del comisario al pie de una orden de operación
significa que ella ha sido dictada por consideraciones de índole operativo
y no por otras, de tipo diferente (contrarrevolucionarias). En el caso de que
una disposición puramente militar no cuente con su aprobación,
el comisario no podrá detenerla, sino tan sólo informar al consejo
militar superior. La única orden operativo que puede ser detenida es
la que a juicio del comisario ha sido dictada por motivos contrarrevolucionarios.
Si la orden está firmada por él tiene valor legal y debe ser ejecutada
a cualquier precio. El comisario debe cuidar que la orden sea cumplida de manera
cabalmente correcta y para ello dispone de toda la autoridad y los medios del
poder soviético. El comisario político que tolere el incumplimiento
de órdenes debe ser inmediatamente destituido y denunciado al tribunal.
Los comisarios aseguran el vínculo entre las administraciones del Ejército
Rojo y las administraciones centrales y locales del poder soviético,
así como la colaboración de estos últimos con el Ejército
Rojo.
"El comisario vigila para que los trabajadores del Ejército Rojo, desde
los grados superiores hasta los inferiores, cumplan su labor de una manera concienzuda
y enérgica; cuida que los gastos se realicen con economía y bajo
el más severo control, y que los bienes militares sean bien conservados.
Los comisarios del Consejo Superior de Guerra son designados por el Consejo
de Comisarios del Pueblo. Los de los distritos o regiones, por el Consejo Superior
de Guerra, de acuerdo con los dirigentes del soviet de la región o distrito
respectivo.
"Junto a los comisarios del Consejo Superior de Guerra se ha organizado una
oficina de comisarios militares, la que coordina la actividad de los comisarios,
responde a sus consultas, elabora las instrucciones que se les da y, en caso
de necesidad, convoca al congreso de comisarios". Firmado por el Comisario
de Guerra y presidente del Consejo Superior de Guerra, Trotsky.>> (L.D.
Trotsky: "Escritos militares" El Ejército Rojo. Nota [1] )
Es cierto lo que dice Charles Bettelheim en cuanto a que la utilización de los antiguos funcionarios zaristas en la administración civil y de los profesionales militares del antiguo ejército imperial ruso en el Ejército Rojo, propendieron a una "autonomización del aparato de Estado soviético" que introdujo el germen de la burocracia en la nueva sociedad. Pero, ¿qué otra cosa se podía hacer? La "oposición obrera" ni siquiera se planteó teóricamente responder a esta pregunta. Había que ganar la guerra contra los enemigos internos y externos. Esa fue la prioridad máxima de cuyo resultado dependió en lo inmediato el futuro del proceso revolucionario. Y la carencia casi absoluta de personal militar con conocimientos científicos suficientes para formar y conducir 75 cuerpos de ejército, los que se necesitaron desplegar en el enorme territorio soviético extendido a través de once usos horarios, fue una condición objetiva que se debió modificar en muy poco tiempo como cuestión de vida o muerte. Ante semejantes circunstancias, mientras los bolcheviques se tiraron al agua de la guerra contra el enemigo buscando la forma de que la revolución no se ahogue, los "comunistas de izquierda" se lo pasaron pensando cómo salvar la ropa.
Una vez puestos en pie ejércitos con estructuras de dirección y mando centralizadas según el criterio bolchevique del desdoblamiento, el poder soviético pasó "de la retirada a la ofensiva y del fracaso a éxitos notables". Al cabo de unos meses de trabajo, aquellos detractores se habían transformado en "ardorosos partidarios de nuestro sistema". En este vuelco de posiciones, Trotsky declaró no haber encontrado "ninguna excepción". [Op. Cit.: "Para el VIII Congreso del PCR(b)"]
Cuando ya no quedó ni vestigio del problema planteado en torno del reclutamiento de especialistas y de poner en funcionamiento estructuras de mando centralizadas para el conjunto de los ejércitos en todos los frentes, la "oposición obrera" volvió a la carga en marzo de 1919 a través del Comité Regional del Ural, que aceptó a los especialistas como un mal menor, pero urgió a crear "nuestro propio personal rojo de mando" -como si los bolcheviques no estuvieran en ello- y mientras tanto actuar respecto de los especialistas "como si no los necesitáramos".
Ante esta sugerencia, durante el VIII Congreso del PCR(b) Trotsky preguntó al Comité Regional del Ural el número de oficiales rojos que había formado, cual era el porcentaje de comunistas entre los oficiales rojos del Ural, y cual la superioridad de estos oficiales respecto de los profesionales del ejército zarista incorporados por los demás regimientos en otras regiones. Y se adelantó en contestar: "Por mi parte, les aseguro que no se vería la menor diferencia. Y agregó:
<<En reiteradas oportunidades he formulado a los camaradas críticos
"de izquierda" la siguiente proposición: "Si consideran que nuestro método
de formación es malo, organicen una división de acuerdo con sus
métodos, elijan su cuadro de mando y dennos parte de su experiencia en
el campo político; el departamento militar pondrá a disposición
de ustedes todos los medios indispensables."
Esto fue escrito en marzo de 1919. Parece que, después, los opositores militares de los bolcheviques respondieron efectivamente a ese llamado e hicieron la experiencia. Según reporta Trotsky en "Mi vida", lo primero que hizo es confiarle a Piatakov un puesto de responsabilidad en la tarea para que "no tuviera más remedio que pasar de las palabras a los hechos":
<<No hubo más que un grupo, en el Volga, que aceptase el reto, pero el regimiento que pusieron en pie no se diferenciaba absolutamente en nada de los demás. El ejército Rojo venció en todos los frentes y, poco a poco, la oposición fue reduciéndose a la nada.>> (Op. Cit.: Oposición militar. Setiembre de 1929)
El vacío ingrávido de las críticas y proposiciones supuestamente alternativas de los "comunistas de izquierda" -con quienes usted coincide- remiten permanentemente a la carencia de sustento en las condiciones históricas concretas de la acción política. En este sentido, para acabar el desarrollo de nuestras observaciones respecto de la "milicia obrera" -que usted contrapone al "ejército regular obrero-campesino", de acuerdo con el criterio convencional el ejército regular se distingue porque responde a un mando central, está racionalmente organizado, instruido en el cuartel y dotado de "un importantísimo automatismo psicológico", esto es, de una estricta disciplina. Por contra, la milicia en general, bajo la forma de guerrilla, se caracteriza por su espontaneísmo organizativo y su accionar improvisado.
En la revolución rusa, la milicia obrera, así entendida, ha precedido al Ejército Rojo. Y éste, según el criterio bolchevique elaborado, propuesto y llevado a la práctica por Trotsky, fue una organización militar superior a la guerrilla, el paso intermedio en la tarea de construir el ejército revolucionario comunista organizado en milicias obreras y campesinas ligadas a la producción, síntesis superadora de las otras dos formas evolutivas. Para Trotsky, pues, la esencia militar del poder soviético durante la última fase de la revolución democrátoco burguesa en tránsito al socialismo, no está en la milicia de la Guardia Roja organizada en forma de guerrilla, como parece que lo entiende usted. Tampoco en lo que fue el Ejército Rojo, sino en la milicia formada sobre una base territorial según las distintas localizaciones del aparato productivo, donde "la distribución territorial de las unidades de milicia (regimientos, brigadas y divisiones) debe coincidir con la distribución territorial de las empresas, a fin de que los centros industriales, incluyendo su cinturón agrícola periférico, se conviertan en los fundamentos de las unidades de milicia":
<<La esencia misma del sistema soviético de milicia debe ser el general acercamiento del ejército al proceso de producción, a fin de que las fuerzas vivas de determinados distritos económicos sean paralelamente las fuerzas vivas de las unidades militares correspondientes.>> (L.D. Trotsky: "Escritos militares". Tesis sobre la transición hacia un sistema de milicias. 28/02/920).
La forma del ejército según los bolcheviques durante todo ese período de la transición, no estuvo, pués determinada por el desarrollo de las fuerzas productivas -como lo interpretó Bettelheim 14 -, sino por el carácter de cada fase específica por las que los bolcheviques previeron que debía atravesar la revolución democrático-burguesa: Nosotros compartimos este criterio que no rompe con la revolución permanente, sino al contrario, porque respeta las condiciones objetivas de su efectiva realización.
En este sentido, la milicia obrero-campesina, en tanto síntesis superadora de las otras dos formas que adquieren las fuerzas armadas revolucionarias, supone la existencia de "cuadros rigurosamente instruidos en los dominios militar, técnico y político", condición necesaria para la gestación e introyección social de una idea moral nueva y de una responsabilidad individual suficientemente extendidas que garanticen la cohesión del conjunto social-militar 15 , en la tarea de preservar a la revolución de rupturas en la muralla territorial del poder soviético. Y el caso es que esta condición estaba en gran parte ausente en 1918. Trotsky calculaba por entonces que esta carencia afectaba a las tres cuartas partes del Ejército Rojo. Prueba de ello la dieron los sucesos a principios de 1921 en Kronstadt y sus aledaños de la zona del Báltico, donde se produjeron simultáneamente más de cincuenta focos de alzamientos campesinos. Según reportó Broué en "El partido bolchevique" (Cap. VII), "el social-revolucionario Antonov había reunido en Tambov 50.000 hombres armados que el Ejército Rojo tardó varios meses en reducir, mientras las guerrillas de Majnó seguían controlando Ucrania. Fueron precisamente esos puntos débiles de la idea moral y de la responsabilidad colectiva revolucionaria, hacia donde la lógica de la contrarrevolución interna orientó su "carga dirigida" intentando por ahí romper ese muro de contención ideológico y político tras la derrota de la revolución europea.
Aquello no fue simplemente producto de una conspiración de mencheviques, socialistas revolucionarios y guardias blancos. En todo caso se montó en el descontento que cabalgó sobre la ruina de la propiedad campesina por causa de las continuadas requisas para alimentar a las ciudades hambrientas, así como sobre la desmovilización del ejército y la casi ausencia del partido en esa zona:
<<Las organizaciones del partido comunista en el Mar Báltico y en la ciudad estaban medio destruidas, apenas poseían influencia sobre los marinos y se oponían en parte ellas mismas a los órganos superiores del partido. Una conferencia del partido celebrada el 15 de febrero, exigía la democratización del trabajo del partido, y algunos delegados se declararon en contra de las secciones políticas en la marina.>> (Pervyj vserossijskij s-ezd sovetov I. Citado por Oskar Anweiler: "Los soviets en Rusia" Cap. V. III)
9.-El levantamiento de Kronstadt
Como lo señaló muy bien Pierre
Broué, las tres cuartas partes sin idea moral revolucionaria compuestas
por campesinos pobres, combatieron en el Ejército Rojo porque consideraron
que los bolcheviques eran el mal menor frente a la amenaza expropiatoria del
Ejército Blanco. Pero una vez conjurado ese peligro, desaparecido el
temor a la restauración del zarismo que podría quitarles las tierras,
las requisas, que se habían instituido para mantener al ejército
en activo, dejaron para ellos de tener justificación alguna. Cansados
de luchar, los sobrevivientes campesinos desmovilizados regresaron a sus tierras
con su familia deseosos de salir de la penuria relativa. No pensaron, porque
no les importó, que los habitantes de las ciudades estubieran padeciendo
hambre. Con la impresión aun fresca de esta decepcionante experiencia
reciente, Trotsky declaró en sus "Escritos militares" que los
combatientes campesinos no eran "más que una masa compacta que vivía
y moría como vive y muere una manga de langostas" y que "el hombre de
la masa...intenta apoderarse de todo lo que puede, no piensa más que
en él y es propenso a olvidar que forma parte de la clase popular."16
. Estas restricciones acentuaron en la conciencia colectiva
las desviaciones burocráticas del aparato estatal-partidario y las masas
de esa zona se volvieron contra él: "No quieren guardias blancos, pero
tampoco quieren nuestro régimen", dijo Lenin citado por Schapiro. (Cfr.
P. Broué: Op.cit. Cap. VII)
Tal fue el trasfondo de aquellos acontecimientos
que giraron en torno a la demanda de acabar con las requisas y liberar el comercio
de alimentos. Pero, falta algo, y es que, como sentenció con toda razón
Lenin, aquél fue un movimiento democrático pequeñoburgués
de naturaleza objetivamente contrarrevolucionaria en un momento muy crítico
y en una zona "estratégica vital". Kronstadt disponía de una importante
artillería pesada que no podía ser usada porque la isla estaba
bloqueada por el hielo y las tropas del Ejército Rojo sí podían
llegar hasta la fortaleza para aplastar a los amotinados. Pero si la insurrección
se prolongaba hasta el deshielo, los marinos rebeldes podían remontar
el río y llegar a las puertas de Petrogrado.
Lo que pedían los amotinados en Kronstadt
y sus aledaños, estaba previsto por los bolcheviques implementarlo como
una medida de gobierno desde el 30 de octubre 1918, en que se promulgó
la ley reemplazando la requisa de los excedentes agrícolas por el libre
comercio gravado con un impuesto en especie, pero que se llevaría a efecto
no antes de que se regularizara el aprovisionamiento racional en las ciudades
y la reconversión de la industria a los tiempos de paz. Al momento en
que las masas de la zona del Báltico exigían la inmediata libertad
de comercio, la superficie sembrada, el rendimiento de las cosechas y los implementos
agrícolas, todo se había reducido. En consecuencia, los excedentes
agrícolas también habían disminuído de forma alarmante.
La cosecha de 1920 había sido desastrosa, y todavía más
la de 1921:
<< Al período de hambre
de 1920, siguieron variaciones pronunciadas de los precios relativos entre productos
agrícolas e industriales (...) mientras que la disminución experimentada
también (en 1921) por la producción agraria, no sobrepasó
el 40% (fue un 60% menor que la de 1920)>> (R. Hutchings: "El
desarrollo económico soviético 1917-1970 Cap. 5. Lo entre
paréntesis es nuestro)
En semejantes circunstancias, restaurar
el comercio libre como exigían los sublevados de Kronstadt y Tambov,
provocaría una penuria de proporciones sociales catastróficas
imposible de controlar. Propendía a un extremo declasamiento y anarquía
entre los obreros, el sálvese quien pueda y la casi segura restauración
de la autocracia. Ante el agravamiento del déficit de oferta, sin control
ninguno por parte del Estado, en el corto plazo los precios se dispararían
y millones de obreros urbanos con poder de compra por debajo de esas exigencias
del mercado, quedarían por completo a merced del hambre y la desesperación
17 . Además, ese capitalismo
salvaje en la agricultura, a mediano plazo conduciría a la especulación
y a un nuevo proceso de diferenciación campesina a favor de los más
pudientes, a la ruina del campesino pobre, lo cual debilitaría la alianza
de este sector sociológico pequeñoburgués mayoritario,
con el proletariado, base de la dictadura democrática sobre el capital
y los terratenientes recién instaurada. Por eso Lenin decía que
lo de Kronstadt era más peligroso que las asechanzas de Denikin y Miliukov.
Tal fue el potencial objetivamente contrarrevolucionario
contenido en el espíritu de los marineros de Kronstadt, todos obreros,
muchos de ellos hijos de campesinos, creadores de los sóviets, que estuvieron
a la vanguardia de la revolución en 1905 y luego se fueron a casa 18
, para ponerse doce años después nuevamente
al frente de la revolución de octubre. ¿Y qué cabe decir de la
"oposición obrera", los autoproclamados "comunistas de izquierda" que
indujeron en las masas semejante irresponsabilidad social y política,
alentándoles en ese momento a remover del poder a los bolcheviques, para
entregárselo a los "productores" (obreros y campesinos) en el ámbito
de sus organizaciones naturales? Esto es lo que poco antes del estallido propuso
Alejandra Kollontai durante las discusiones en el partido acerca del papel de
los sindicatos.
En nombre de la "oposición obrera"
dentro del P.C(b)R., esta compañera se presentó al frente de su
fracción ante el X Congreso, para leer un folleto que empieza diciendo:
"La oposición obrera se compone del sector avanzado de los proletarios
organizados como clase, que son comunistas". A esto Lenin contestó lo
siguiente:
<< Bueno, gracias a Dios,
ahora sabemos que la camarada Kollontai y el camarada Shliapnikov "tienen cohesión
de clase y conciencia de clase". (Lenin alude con implícita ironía,
al fomento del individualismo burgués en el campo y al debilitamiento
de la alianza obrero-campesina derivados de la implantación del libre
comercio de los productos agrarios.) ¡Pero, camaradas, cuando hablan y escriben
así, ustedes deben tener algún sentido de la medida! 19
En la página 25 la camarada Kollontai escribe,
y este es uno de los puntos fundamentales de las tesis de la "oposición
obrera":
"La organziación de la dirección de la economía
nacional corresponde a un Congreso de toda Rusia de Productores, organizados
en sindicatos industriales y comerciales, que elegirán un órgano
central para dirigir toda la economía nacional de la República"
(...) En el II Congreso de la Internacional Comunista, el verano último,
señalé la significación sobre el papel del partido comunista.
Es una resolución que une a los obreros comunistas y a los partidos comunistas
de todo el mundo. (Con esto significó que los comunistas son la continuidad
de la conciencia de clase dentro de la necesaria discontinuidad
de la lucha política de clases, y que sin la teoría
revolucionaria encarnada en el partido no hay revolución comunista posible).
(...) Las tesis de la "oposición obrera" están en contra de
la resolución del II Congreso de la Internacional Comunista sobre el
papel del partido comunista en la realización de la dictadura del proletariado.
Esto es sindicalismo, porque -considérenlo cuidadosamente- nuestro proletariado
se ha desclasado en su mayor parte; la terrible crisis y el cierre de las fábricas
ha obligado a la gente a escapar del hambre. Los obreros han abandonado simplemente
las fábricas, han tenido que radicarse en el campo y han dejado de ser
obreros 20 . ¿Es que no sabemos
que la crisis sin precedentes, la guerra civil, el quebrantamiento de las relaciones
regulares entre el campo y la ciudad y el cese del transporte de cereales, han
dado origen a un comercio en pequeños artículos hechos en las
grandes fábricas -como los encendedores- que se cambian por cereal porque
los obreros pasan hambre y el cereal no se envía? ¿Acaso no hemos visto
eso en Ucrania, no lo hemos visto en Rusia?. Esa es la causa económica
del desclasamiento del proletariado y del inevitable surgimiento de tendencias
anarquistas pequeñoburguesas.
La experiencia de todas nuestras calamidades nos dice qué endiabladamente
difícil es luchar contra ellas. Después de dos años y medio
de poder soviético dijimos ante todo el mundo, en la Internacional Comunista,
que la dictadura del proletariado no resultaría, a no ser a través
del partido comunista. Entonces los anarquistas y sindicalistas nos atacaron
rabiosamente y dijeron (a los obreros): "¿Ven?, eso es lo que piensan:
se necesita un partido comunista para que funcione la dictadura del proletariado"
21 . Pero nosotros lo dijimos
ante toda la Internacional Comunista. Y después de todo esto aparecen
personas "con conciencia de clase y con cohesión de clase" y nos dicen
que "la organización de la dirección de la economía nacional
corresponde a un Congreso de toda Rusia de Productores"...>> (V.I.
Lenin: "Palabras finales para del informe del CC del PC(b)R" 09/03/1921.
Lo entre paréntesis es nuestro)
Con todos estos datos de la realidad histórica
en aquellos críticos momentos, quienes piensan que la exigencia de devolver
el poder a los soviets en Kronstadt estubo en consonancia de espíritu
con los sóviets de noviembre del 17, sólo se explica por el prejuicio
de que la conciencia de clase se adquiere de una vez para siempre 22
. Como resultado de todo este período, tenemos que,
en 1918, la "oposición obrera" repudió el tratado de Brest-Litovsk
porque les pareció que negociar con cualquier fracción del enemigo
capitalista es indigno de los comunistas y supone renunciar a los principios
de la revolución internacional; pero, tres años después,
en nombre del principio abstracto de la democracia soviética y de la
creencia en que las masas siempre tienen razón, procediendo como si el
partido no sirviera para nada, de hecho apoyaron la consigna burguesa del libre
comercio campesino, haciendo bloque con socialistas revolucionarios, mencheviques
y Guardias Blancos. Tal fue la coherencia política, la "cohesión
de clase" y la "conciencia comunista" demostrada por estos compañeros.
A nuestro modo de ver, el déficit
de su libro está en que se basa en la sistemática exposición
de hechos tácticos ciertos que contradicen determinados principios políticos,
para concluir sin mediación alguna que los niegan estratégicamente.
Así, desde la paz por separado con Alemania hasta el tratado de Rapallo,
que en apariencia contradicen el principio acordado en Zimmerwald y Kienthal
de promover la revolución internacional, usted coincide con Rosa Luxemburgo
y la "oposición obrera", en sacar la errada conclusión de que,
los bolcheviques sometieron el poder soviético a la geoestrategia de
los capitalistas alemanes. ¿Dónde está el error de entendimiento
a que conduce esta forma de proceder? En la desconsideración absoluta
de las condiciones que determinan la acción táctica en función
del resultado estratégico.
En economía la política, los
precios fijados por determinadas condiciones en que opera la competencia dentro
de la esfera de la circulación del capital, también niegan en
todo momento el principio determinante del valor de las mercancías creadas
en la esfera de la producción. Sin embargo, en realidad, todo el movimiento
del capital en su conjunto, la "estrategia" de la ganancia global, no está
determinada por los precios -esto es, por la "táctica" de la ley general
de la acumulación que fija el reparto de la ganancia global entre las
distintas fracciones de la burguesía- sino por la ganancia global misma,
por el principio activo del capital consistente en transformar el trabajo necesario
disponible determinado por la composición orgánica del capital,
en excedente para los fines de la acumulación. Esto quiere decir que
no es la competencia lo que explica la ganancia, como prefieren pensar los economistas
burgueses, sino al revés:
<< En pocas palabras: la competencia
debe encargarse de explicar todas las faltas de lógica en que incurren
los economistas, mientras que, por el contrario, son los economistas burgueses
quienes tendrían que explicar la competencia.>> (K. Marx: "El
Capital" Libro III Cap. L.)
En la primera parte de su obra, para descubir
la naturaleza del valor Marx procedió abstrayendo de su análisis
los fenómenos de la competencia intercapitalista que ocurren a la vista
del observador, esto es, la relación entre los precios de las distintas
mercancías. Para ello, introdujo el supuesto de que los precios y los
valores de las mercancías coinciden o, por mejor decir, que la oferta
y la demanda se igualan. Se inventó -por así decirlo- una situación
de equilibrio. Dada la anarquía económica que rige la sociedad
capitalista, este supuesto es, sin duda, una ficción teórica,
algo inexistente. Sin embargo, sólo bajo este supuesto irreal es posible
descubrir la ley del valor que determina el movimiento aparente de los precios:
<<De hecho, la oferta y la demanda jamás coinciden, o si lo hacen en alguna ocasión esa coincidencia es casual, por lo cual hay que suponerla como científicamente = 0, considerarla como no ocurrida. Sin embargo, en economía política se supone que coinciden. ¿Por qué? Para considerar los fenómenos en la forma que corresponde a sus leyes, a su concepto, es decir, para considerarlos independientemente de la apariencia provocada por el movimiento de la oferta y la demanda.>>
Del mismo modo, para explicar por qué el socialismo es inviable sin asumir el principio de la revolución mundial, no hace falta tener en cuenta las contradicciones intercapitalistas, sino el capitalismo en su conjunto.
Pero una vez descubierto el concepto económico, la ley interna, el principio activo que preside el movimiento del capital, es preciso demostrar hacia donde conduce, cual su necesidad histórica. Y esta tarea no se puede realizar sin pasar con el pensamiento por la condición de la competencia intercapitalista, por el análisis de los precios. Hay que pasar, incluso, por la condición de las vicisitudes personales de quienes protagonizan todo proceso de trabajo, como es el de escribir una obra fundamental o combatir en una guerra. Esto es lo que hizo Marx en el Libro III para derrotar a la burguesía en el campo de batalla ideológico, para demostrar la tendencia al derrumbe del sistema de vida basado en la explotación de trabajo ajeno:
<< ...Estuve enfermo durante
todo el año pasado (aquejado de antrax y de forúnculos). De no
haber sido por ello, mi libro El Capital, la economía política,
ya se habría publicado. Espero ahora terminarlo al fin dentro de unos
meses y asestar, en el plano teórico, un golpe a la burguesía
del cual no se recuperará jamás....>> (K. Marx: "Carta
a Klings" 4/10/1864)
Del mismo modo, en el campo de batalla político
la estrategia socialista exige tener en cuenta las contradicciones entre las
distintas fracciones del capital y, si es preciso, saber aprovecharse de ellas.
El arte político revolucionario consiste, precisamente, en saber sacar
todo el partido posible a las condiciones en que es ineludible conducir las
fuerzas disponibles en sentido que marca la ley general de la acumulación
capitalista, sin saltarse por decreto ninguna etapa de su desarrollo, esto es,
ninguna condición natural de ese desarrollo. Esto es lo que han hecho
los bolcheviques para preservar y proyectar el poder soviético. Luchando
al mismo tiempo contra los enemigos internos y externos de la revolución.,
los bolcheviques han sabido conducir al proletariado ruso convirtiendo una correlación
de fuerzas militares en principio abrumadoramente desfavorables, en un triunfo
sobre las potencias capitalistas y los Guardias Blancos. Todo ello sin dejar
de contribuir en lo posible a la revolución europea de 1918-19. Si ese
movimiento fracasó, según lo expuesto aquí entendemos que,
de ello, en absoluto fueron responsables los revolucionarios rusos. En realidad,
el mayor contrapeso a las condiciones objetivas revolucionarias en ese momento,
fue el aburguesamiento y democratismo formal reminiscentes del proletariado
en Europa central, -sobre todo en Alemania- y sus consecuentes direcciones contrarrevolucionarias
reformistas. Y la única responsabilidad histórica de lo que pudo
haberse hecho y no se hizo, corresponde a los revolucionarios europeos, especialmente
a los alemanes, por causa de su profesión de fe en el presunto espontaneísmo
revolucionario de las masas identificadas en ese momento con la socialdemocracia.
Esta negación radical del materialismo histórico es lo que les
mantuvo predicando infructuosamente la revolución en el cepo de esos
partidos contrarrevolucionarios, impedidos así de procurar disputarles
mediante una organización y una práctica política independiente,
la dirección del proceso. Por lo visto, para la "oposición obrera",
para los espartaquistas y para usted mismo, en toda revolución el carácter
de clase del partido al que la masa de las clases subalternas adhieran, es lo
de menos, porque el espíritu objetivo de la revolución está
en ellos, en "los productores".
Pero con esta idea es imposible explicar
por qué los obreros de la Comuna de Paris pidieron ayuda al ejército
alemán y se detuvieron a las puertas del Banco Nacional. Tampoco explica
por qué en noviembre de 1918, después de conquistar el poder desde
los Consejos, los asalariados alemanes lo delegaron en la burguesía a
instancias de los reformistas del SPD, votándoles en la Constituyente.
Lo mismo puede decirse respecto de los obreros de Kronstad, que adhirieron a
la propuesta netamente contrarrevolucionaria de reimplantar el comercio libre
de alimentos en Rusia, tras la cual estubo la "oposición obrera" junto
con los eseristas, los mencheviques, los Guardias Blancos y la burguesía
internacional. En la historia del movimiento obrero, ejemplos como estos abundan
y se pueden mencionar "ad nauseaum".
Claro que los bolcheviques pasaron más
de una vez por encima de los principios democráticos. Precisamente porque,
antes que demócratas, fueron revolucionarios; y porque no es cierto que
las mayorías siempre tengan razón, como parece inclinarse usted
a pensar. Esto no quiere decir que la orientación de su práctica
política fuera estratégicamente contrarrevolucionaria. Y en la
medida de lo posible, tácticamente siempre trataron de consensuar las
medidas de gobierno propuestas, de manera regular sometidas a consideración
de los soviets e invariablemente precedidas por una exaustiva explicación.
Las Obras Completas de Lenin dan prueba fehaciente de ello. Exceptuando sus
pocos errores, hizo una sistemática labor de pedagogía política
insuperable al servicio de la democracia socialista como ejercicio del poder
colectivo consciente, que no somete la verdad histórica al veredicto
del mero juego formal burgués de la arítmética entre mayorías
y minorías. Sin embargo, ese trabajo no estubo presidido por una estratégia
sustitucionista y despótica, como usted juzga desde la inmediatez de
la evidencia empírica dada por los sucesos en Kronstadt.
No se puede acusar a los bolcheviques de
ser unos estrategas del poder por el poder sin demostrar que fueron mistificadores
y clientelistas, recursos típicos de quienes actúan exclusivamente
por intereses de partido. Lenin y Trotsky sabían que sin democracia real
no puede haber socialismo, precisamente porque el ejercicio de la democracia
es el único sustituto eficaz del mercado como asignador de recursos productivos
y riqueza. Pero también sabían que la democracia como parte fundamental
del quehacer colectivo ajustado a la racionalidad histórica, no se sostiene
sobre la ignorancia, el infundio y el prejuicio. De modo que si les cabe ser
acusados de "burócratas dictatoriales" y "verdugos del proletariado",
la verdad es que lo hicieron luchando legítimamente contra esos tres
impostores de la democracia proletaria. Incluso cuando se equivocaron, lo hicieron
tratando de ir con la verdad científica por delante. Esa fue la norma
de su discurso y de su acción. A nuestro entender, lo expuesto aquí
es una prueba de ello.
Respecto de que los bolcheviques fueron
los precursores del stalinismo también en lo económico-social,
usted lo entiende así porque le parece que el capitalismo de Estado soviético
se desarrolló a expensas de la capitulación de los bolcheviques
ante el imperialismo alemán, fundiéndose en un acuerdo estratégico
con él desde la firma del Tratado de Brest Litovsk, que se prolongó
en vida de Lenin hasta el tratado de Rapallo. Estamos aquí una vez más
ante otra pirueta suya para saltar con el pensamiento y el discurso sobre las
condiciones históricas que prescribieron la tactica de los bolcheviques,
en un caso, y la adoptada por el stalinismo en el otro caso.
En realidad, estos acuerdos no hubieran
podido ser firmados si los bolcheviques no hubiesen mantenido anteriormente
contactos y acuerdos más o menos secretos con el Reich a través
de sus agentes y emisarios. Las relaciones entre Lenin y el gobierno alemán
datan desde los inicios de la primera guerra mundial. Según reporta el
socialdemócrata Heleno Saña 23 ,
en 1915 se habían mantenido contactos con el Ministerio de Exteriores
alemán a través de Alejandro Helpand (Parvus), un turbio personaje
a quien algunos por ahí le atribuyen la paternidad de la "revolución
permanente". Durante la guerra de los Balcanes hizo fortuna con el contrabando
de armas y el espionaje, y en 1914 con "negocios turbios de toda clase".
Fue durante ese período en que los
bolcheviques le utilizaron a Parvus para mantener contactos con el gobierno
alemán. Lenin sabía que la burguesía alemana estaba interesada
en el desmoronamiento del imperio zarista y veía en "los ilusos" del
partido bolchevique un instrumento de agitación que podía eventualmente
facilitar sus planes de dominio territorial sobre Rusia. He aquí el antecedente
histórico de los tratados de Brest y Rapallo. Los estrategas alemanes
confiaban en que una revolución rusa condujera a un derrocamiento de
la dinastía de los Romanov y a una desintegración de la capacidad
defensiva de los ejércitos rusos, lo que, a su vez, aliviaría
el frente alemán del Este. Esto explica que, al estallar la revolución
de febrero de 1917, el gobierno de Berlín pusiera a disposición
de Lenin el famoso tren blindado para que sin contratiempos y prontamente pudiera
regresar a Rusia desde Suiza con 33 correligionarios suyos.
Después, entre febrero y diciembre,
los alemanes apoyaron con grandes sumas de dinero a los bolcheviques. De este
apoyo financiero dio testimonio fehaciente, entre otros, Richard von Kühlmann,
por entonces secretario de Estado en la Wilhemstrasse de Berlín. En un
informe privado dirigido a Guillermo II, von Kühlmann escribio lo que usted
cita en su libro, reconociendo que "Sólo los medios recibidos por los
bolcheviques de nosotros a través de canales diplomáticos y bajo
etiquetas distintas, les ha permitido transformar su órgano central Pradva,
realizar una activa agitación y ampliar la base de su partido, que inicialmente
era muy débil" 24 . En
efecto, hasta agosto de 1917, a los bolcheviques sólo les seguía
una pequeña minoría del pueblo ruso. Constituían el grupo
más pequeño entre los tres grandes partidos socialistas en los
consejos de obreros, soldados y campesinos. El número de miembros del
partido, que en abril de 1917 era de unos 80.000 individuos, en agosto pasó
a 240.000 25 . Este incremento en el
acervo de su militancia, le permitió bien pronto pasar a hegemonizar
la voluntad política de la mayoría obrera en las ciudades, aunque
no en el campo, donde ganaban terreno muy despacio. Sin duda que sin la inteligencia
política bolchevique en la aplicación del materialismo histórico
a la lucha de clases en Rusia, todo esto hubiera sido imposible. Pero no es
menos cierto que el dinero alemán fue un poderoro auxiliar en esta espectacular
proyección de las ideas revolucionarias sobre la clase obrera y el campesinado
pobre ruso.
¿Por qué no decir que la burguesía
alemana "traicionó" los intereses de la burguesía internacional
en aquellos momentos? Porque en 1917 pronosticó que la revolución
rusa no iría demasiado más allá de la caída del
zarismo, tan convencida como estaba de que cualquier sistema de vida a la izquierda
del capitalismo era antinatural y efímera:
<< Hoy , los bolcheviques
están en el poder; nadie puede prever cuanto tiempo lo conservarán.
Ellos necesitan la paz para consolidar su posición; por otro lado, nosotros
tenemos un interés evidente en que exploten el período durante
el cual se encuentren en el poder, el cual será, quizá, muy breve,
con el fin, muy en primer lugar, de concluir un armisticio y, enseguida, si
es posible, la paz... (para que podamos fortalecer nuestras posiciones en
el frente occidental).>> (Richard von Kühlmann: Op. Cit. Lo
entre paréntesis es nuestro).
Esta apreciación de von Kühlmann
sobre la corta duración del proceso revolucionario soviético,
era compartida por el conjunto de los estrategas burgueses internacionales,
algo que los bolcheviques no ignoraban. Sólo once meses después,
cuando la burguesía europea, dividida y enfrentada, empezó a notar
que sus ejércitos daban claros síntomas de descomposición
en medio de huelgas y levantamientos en sus principales ciudades, mientras informes
recibidos de Rusia confirmaban que los obreros y campesinos rusos seguián
cohesionados aportando "decenas de millones de brazos" a la revolución,
ahí se dio cuenta de que que aquella previsión sobre la caducidad
del poder soviético había estado completamente equivocada:
<< También esto lo
comprende la burguesía de Europa occidental. Hasta ahora no había
tomado en serio a los bolcheviques, ahora comienza a comprender que aquí
se ha creado el único poder firme que trabaja de acuerdo con el pueblo
trabajador y que es capaz de despertar en él, verdadero heroismo y abnegación.>>
(V.I. Lenin: "Informe en la sesión conjunta del Comité
Ejecutivo Central de toda Rusia, el soviet de Moscú, los comités
de fábricas y talleres y los sindicatos" 23/10/1918)
Más perplejos debieron quedarse los
von Kühlmann pocos días después de estas declaraciones de
Lenin, cuando advirtieron que la propaganda bolchevique financiada con su dinero,
estaba sirviendo para que los consejos de obreros y soldados alemanes echaran
del poder político a la camarilla de Guillermo II, poniendo en evidencia
el embeleco de la presunta colusión estratégica germano-soviética
supuestamente fraguada desde los tratados de Brest Litovsk:
<< En el otoño de 1918,
el hundimiento alemán (en la guerra) hizo ver las perspectivas
de la revolución internacional a una luz totalmente distinta. La propaganda
soviética se convirtió de pronto en el instrumento, no ya de la
desesperada acción defensiva contra la intervención aliada, sino
de una ofensiva victoriosa que prometía barrer toda Europa central. La
rendición búlgara y la petición alemana de armisticio,
a finales de 1918, mostraron que las potencias centrales estaban al límite
de su resistencia>> (E.H. Carr: Op. Cit T.3 Cap. 22. Lo entre paréntesis
es nuestro)
Previendo el inminente estallido de la revolución
alemana, el 1 de Octubre de 1918 Lenin envió desde Gorki una nota a Trotsky
y Sverdlov pidiéndoles que llamen a una sesión conjunta del Comité
ejecutivo central y de todos los organos del poder soviético a nivel
nacional, a fin de aprobar una resolución que, en su opinión debía
contener las siguientes directivas:
<<Ninguna clase de alianzas, ni con el gobierno de Guillermo,
ni con el gobierno de guillermo II más Ebert y demás canallas.
Pero, para las masas obreras alemanas, Para los millones e trabajadores de Alemania,
una vez que éstos han comenzado a manifestar su espíritu de indignación
(por el momento sólo su espíritu), nosotros, hemos
comenzado a preparar una alianza fraternal, pan y ayuda militar.
Estamos todos dispuestos a morir para ayudar a los obreros alemanes a llevar
adelante la revolución que se ha iniciado en Alemania
Conclusión:
Decuplicar los esfuerzos para asegurar cereales (concentrar todas las
reservas, tanto para nosotros como para los obreros alemanes).
Decuplicar el enrolamiento en el ejército. Debemos tener un ejército
de 3 millones para la primavera, para ayudar a la revolución obrera
internacional....>> (V. I. Lenin: Op. Cit.)
Si todo esto no se pudo implementar, en
modo alguno cabe achacárselo al supuesto nacionalismo soviético,
sino a la irresponsabilidad histórica de los obreros alemanes, que votaron
por seguir siendo una clase subalterna. Y en diciembre de 1918, cuando el torrente
revolucionario seguía barriendo Europa, y los obreros alemanes todavía
no habían abdicado en la Constituyente dominada por los socialdemócratas,
el poder que habían conquistado desde los consejos, Lenin volvía
a señalar el error de la burguesía internacional al haber subestimado
el potencial subversivo del poder soviético, a la vez que fustigaba a
sus detractores presentando un testimonio de la parte enemiga que reforzaba
en ese momento la prueba de la práctica, evidenciando para qué
había servido la paz por separado con Alemania:
<<Antes, las naciones de Occidente nos
consideraban a nosotros y a todo nuestro movimiento revolucionario como una
rareza. Decían: dejemos que el pueblo ruso se entretenga haciendo travesuras;
nosotros esperaremos y veremos qué resulta de todo ello...¡Gente rara
estos rusos!
Dijo esto porque todo el mundo lo decía.
Todos vieron que éste era el comienzo de la gran revolución mundial;
y esta gran revolución fue iniciada por el atrasado y "raro" pueblo ruso.
La historia ciertamente recorre caminos extraños: que un país
atrasado haya tenido el honor de dirigir un gran movimiento mundial que la burguesía
de todo el mundo ve y comprende. Este incendio se ha propagado a Alemania, Bélgica,
Suiza y Holanda.>> (V.I. Lernin: "Discurso ante el III congreso
cooperativo obrero 09/12/1918)
A la luz de los hechos, no se puede negar
que de esa paz por separado firmada en marzo de 1918, los bolcheviques sacaron
el mayor partido posible para la revolución. De no haberse firmado esta
paz, es dudoso que Lenin pudiera estar en diciembre ufanándose ante los
imperialistas alemanes de las "travesuras" protagonizadas por el pueblo revolucionario
ruso, y desde luego es seguro que el poder soviético no hubiera llegado
a formar el ejército centralizado de un millon de efectivos, y otros
dos millones en pocos meses más, dispuesto -ahora y no antes- a "morir"
combatiendo por ayudar a los obreros europeos en la tarea de hacer la revolución
mundial.
La diferencia entre esta actitud y la de
los "comunistas de izquierda" con Alejandra Kollontai a la cabeza, está
clara: los bolcheviques esperaron a que los obreros alemanes parecieran al menos
estar dispuestos a hacer por sí mismos lo que nadie hizo ni pudo haber
hecho por ellos; mientras tanto, sin dejar en lo posible de propagandizar la
revolución mundial en Europa como parte de su política exterior,
los revolucionarios rusos priorizaron la defensa del poder soviético
cambiando espacio por tiempo, no para confirmarse como estrategas del socialismo
en un solo país, señor Guy Sabatier, sino para estar en las condiciones
más eficientes cuando el previsto estallido de la revolución europea
diera la señal de que era el momento de sumarse a ella con todas las
fuerzas disponibles. Para ayudar eficazmente, no para poner simplemente el pecho.
La "oposición obrera", en cambio, que no vio más alla de las narices
y no estuvo dispuesta a soportar la humillación nacional de ceder tácticamente
en función de una estrategia victoriosa, prefirió inmolar la revolución
rusa debilitada en el altar de unos principios internacionalistas abstractos,
apostando todo el poder soviético en condiciones totalmente desfavorables,
a una impaciente política sustitucionista -prematura y suicida- de las
masas europeas, ante su tardanza en decidirse a protagonizar su propia revolución:
<< Y si nuestra república
soviética debe perecer, otros llevarán el estandarte adelante>>
(Alejandra Kollontai: "discurso pronunciado ante el VII congreso del
PC(b)R". Citado por Guy Sabatier Op. Cit. Cap. II B. "La tesis de las izquierdas")
Tal fue el único argumento que los
"comunistas de izquierda" esgrimieron a caballo del supuesto de que los burgueses
alemanes no atacarían, temerosos de que sus propias tropas se volvieran
contra ellos ante el ejemplo de los obreros rusos armados con el ideal revolucionario.
Con esta retórica inconsistente y aventurera habían venido insistiendo
desde enero, y fue Lenin quien procedió a desmontarla poniendoles ante
la evidencia de que tanto la burguesía rusa como los aliados, querían
que los bolcheviques le hicieran la guerra a Alemania, en la certidumbre de
que con ese choque militar "extemporáneo" matarían dos pájaros
de un tiro, previendo que acabarían con el poder soviético a manos
del ejército alemán, facilitarían la invasión de
Alemania por su frente occidental y ganarían la guerra permitiendo que
la burguesía rusa retome el poder a instancias de los Guardias Blancos.
Tal era la trampa en que permanerieron metidos los "comunistas de izquierda"
y todavía usted hoy día:
<< Cuando la burguesía
rusa vocifera contra esa paz "indecente" (la paz por separado con Alemania)
expresa correctamente sus intereses de clase.
Pero es muy lamentable cuando algunos bolcheviques (que padecen la enfermedad
de la fraseología) repiten ese argumento.
Observen los hechos que
se refieren a la conducta de la burguesía anglofrancesa. Por todos
los medios trata de arrastrarnos ahora a una guerra contra Alemania, nos hace
todas las promesas imaginables, nos promete botas, papas, proyectiles, locomotoras
(a crédito.... ¡esto no es "esclavizarse", no teman! ¡Es "tan sólo"
créditos!) Ella quiere que luchemos contra Alemania ahora.
Resulta fácilmente comprensible
por qué quieren forzarnos a ello. Primero, porque distraeremos
parte de las fuerzas alemanas. Segundo, porque el poder soviético podría
derrumbarse con facilidad en un choque militar extemporáneo con el imperialismo
alemán.
Sí, sí, una de las manifestaciones
de las huellas dejadas a cada paso por el espíritu político de
la pequeñoburguesía radicalizada, es rendirse ante las frases
más revolucionarias. Esta es una vieja verdad, una vieja historia que
se renueva con demasiada frecuencia.>> (V. I. Lenin "La fraseología
revolucionaria" Punto 7. 20/02/1918)
10.-Conclusión
Insistimos, durante todo el período revolucionario europeo, desde febrero de 1917 hasta enero de 1919, el balance de lo actuado por los bolcheviques salda en que han demostrado ser unos tácticos y estrategas revolucionarios ejemplares, de un valor pedagógico incalculable, algo sin precedentes en la historia del movimiento obrero. A partir de 1920, es cierto que la preocupación por proteger el Estado soviético fue reemplazando cada vez más a la política de promover la revolución mundial. Pero esta actitud no cabe atribuirla a una pérdida de vocación internacionalista -como usted dice- sino a la inexistencia de condiciones para la acción subversiva internacional, al hecho de que la ola revolucionaria europea había pasado.
En tal sentido, las condiciones objetivas que tendieron a inducir la política que antepuso la preservación del poder soviético nacional sobre la necesidad subjetiva de promover la revolución internacional, comenzaron realmente a operar netamente desde que los bolcheviques se propusieros firmar un trato comercial con la burguesía británica que se firmó el 16 de marzo de 1921, días antes del anuncio de la Nueva política Económica (NEP) y un mes después de los levantamientos de Petrogrado y Kronstadt. Para dar fe de sus buenas intenciones, durante su segundo congreso celebrado entre el 17 de julio y el 7 de agosto de 1920, La IIIª Internacional acordó por 58 votos contra 24 la participación de los comunistas ingleses a las "trade unions" y su afiliación al Partido Laborista dentro del juego electoral parlamentario. Fue durante este período que Lenin dio a conocer "La enfermedad infantil del comunismo".
Sin embargo, aunque en general es cierto que la política exterior de cualquier país es la proyección de su política interior al terreno de la lucha de clases internacional, en el caso del Estado soviético no fue así, porque el bloque político histórico directriz del poder estatal soviético, entre la vanguardia revolucionaria y el proletariado, a expensas del campesinado, en términos de política interior permaneció intacto, dado que no dejó de avanzar en dirección al socialismo. En efecto, si como es cierto que el capitalismo de Estado es una instancia histórica progresiva respecto de la pequeña producción mercantil socialmente dominante en la Rusia prerrevolucionaria, la NEP, en esencia, vino a representar ese progreso: la ley del valor políticamente dirigida por la teoría revolucionaria en dirección no traumática de la propiedad privada en el agro, a instancias de un mayor desarrollo relativo de la industria estatizada, dinámica cuyo antecedente inmediato -aunque temporalmente contradictorio- fue el impuesto en especie introducido tras los acontecimientos de Kronstadt. Por lo tanto, la directriz de política interior tendente a reforzar el polo proletario de la contradicción dialéctica básica entre la pequeña producción mercantil y la gran propiedad colectiva, hasta la muerte de Lenin se mantuvo en pleno vigor revolucionario.
En cambio no ha sido este el caso del stalinismo, que lo dio vuelta todo pasando a dominar el Estado soviético mediante el bloque político histórico entre la burocracia estatal consolidada y la pequeñoburguesía agraria integrada en los koljoses: http://www.nodo50.org/gpm/prdcaliforniano/13.htm; todo ello tendente a congelar la contradicción dialéctica entre la propiedad privada capitalista en el agro y la gran propiedad colectiva industrial, lo cual se tradujo en la política exterior de statu quo con el imperialismo o congelación de la lucha internacional de clases. En tal sentido, entre 1920 y 1924 no fue Stalin sino Lenin quien propugnó realmente el socialismo en un solo país. Aunque al coste de negar su propia teoría del partido revolucionario al exterior de la URSS, preparando así las condiciones para el advenimiento del totalitarismo burgués nacional-socialista en Europa.
Esta conclusión, pensamos que avalada por los hechos, no hace más que confirmar la importancia decisiva del partido revolucionario de los asalariados como condición política imprescindible para dirigir cualquier proceso de la lucha de clases con posibilidades de trascender el capitalismo. Condición que usted no parece compartir y es lo único que nos pone en sus antípodas. En todo lo demás, las actuales condiciones del capitalismo nos acercan un poco en cuanto a las tareas actuales inmediatas del poder soviético en países altamente desarrollados o de desarrollo medio, aunque no tanto como para acordar con usted en que hoy es posible simultanear la toma del poder con la supresión del dinero y los precios -incluído el de la fuerza de trabajo-, del mismo modo que tampoco vemos viable en términos políticos tácticamente conducentes a los fines económico-sociales comunistas, ni la proletarización forzosa de la producción mercantil simple y de la pequeñoburguesía -sectores que bien pueden optar por agruparse transitoriamente en régimen cooperativo sin explotar mano de obra asalariada-, ni la drástica sustitución inmediata de ciertos hábitos de consumo por otros, como es el caso de la cultura del automóvil particular.
Un saludo: GPM.
Respuesta del Sr. Guy Sabatier
De: "guy sabatier"
Para: gpm@nodo50.org
Enviado: miércoles, 27 de noviembre de 2002
Al GPM, He bien recibido vuestra respuesta. Un compañero de Barcelona
que dirige las ediciones Espartaco Internacional va enviar la direccion y el
precio a senalar en el web por que vuestros lectores, si quieren, compran mi
libro.
He leido una primera vez vuestros argumentos. Me parecen classicos de la ideologia "bolchévik-leninista" frente al tratado de Brest-Litovsk como a la fundacion de un capitalismo de Estado en Rusia y hacen una confucion entre los "comunistas de izquierdo" en 1918 y la "oposicion obrera" en 1921 (no hay ninguna continuacion organizativa de unos a la otra !). Ademas, de vuestra parte, hay una error increible sobre Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht : ellos han salido de la social-democracia antes de estar asesinados y han creado el Partido Comunista de Alemania-Liga Espartaco al final de diciembre 1918 !!!
En los meses que vienen, contestaré a vuestra respuesta.
Saludos, Guy Sabatier.
El libro del Sr. Guy Sabatier "Tratado de Brest-Litosk..." se puede comprar a la direccion siguiente :
VIRUS editorial, calle Aurora 23, baixos
08001 Barcelona.
tel./fax : 93 441 38 14
virusz@pangea.org
www.viruseditorial.net
http://www.nodo50.org/gpm
apartado de correos 20027 Madrid 28080
e-mail: gpm@nodo50.org
<<Sin embargo, alguno como E.H. Carr pone en evidencia
la contradicción fundamental que existe en la política exterior
del poder soviético a partir de Brest-Litovsk: él percibe la
defensa del Estado Ruso como un obstáculo al apoyo de la revolución
internacional (es lo que el llama "la doble política" en tomo III de
su "Revolución bolchevique". Nuestra posición, afirmada muchas
veces con claridad desde el principio, es que Brest-Litovsk ha significado
que la defensa del Estado ruso no era simplemente un obstáculo sino
un callejón sin salida: con la firma del tratado de paz, iba
el entierro de toda posibilidad de extensión de la revolución
y la continuación de la política exterior de los bolcheviques
no fue doble sino enteramente orientada por la defensa de los intereses
del Estado nacional. A la vez su reconstrucción y su expansión>>.
(Guy Sabatier: Op. Cit. Cap. III: El carácter decisivo del Tratado
de Brest-Litovsk) volver
Cfr.: Trotsky: "Escritos Militares" Introducción.volver